Testimonios para la Iglesia, Vol. 6, p. 409-418, día 379

Después de la apostasía de Israel y del fuerte castigo recibido, este fue el mensaje de Dios para el pueblo arrepentido: “Pero he aquí que yo la atraeré y la llevaré al desierto, y hablaré a su corazón. Y le daré sus viñas desde allí, y el valle de Acor por puerta de esperanza; y allí cantará como en los tiempos de su juventud, y como en el día de su subida de la tierra de Egipto”. Oseas 2:14, 15. 

“En aquel tiempo, dice Jehová, me llamarás Ishi [esposo], y nunca más me llamarás Baali [mi amo]… Y te desposaré conmigo para siempre; te desposaré conmigo en justicia, juicio, benignidad y misericordia. Y te desposaré conmigo en fidelidad, y conocerás a Jehová”. vers. 16-20. 

“Y conoceréis que en medio de Israel estoy yo, y que yo soy Jehová vuestro Dios, y no hay otro; y mi pueblo nunca jamás será avergonzado”. Joel 2:27. 

Advertencia, amonestación, promesa, todo esto es para nosotros, para quienes sobrevendrá el fin del mundo. “Por tanto, no durmamos como los demás, sino velemos y seamos sobrios”. 1 Tesalonicenses 5:6. 

“Mirad también por vosotros mismos, que vuestros corazones no se carguen de glotonería y embriaguez y de los afanes de esta vida, y venga de repente sobre vosotros aquel día”. Lucas 21:34. 

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“Velad y orad, para que no entréis en tentación”. Marcos 14:38. Vigilad la disimulada aproximación del enemigo, prestad atención a los antiguos hábitos y a las tendencias naturales, para que no se impongan; hacedlas retroceder y velad. Cuidad los pensamientos, cuidad los planes para que no se conviertan en acciones egoístas. Cuidad a las almas que Cristo compró con su propia sangre. Buscad la ocasión de hacedles el bien. 

Velad “para que cuando venga de repente, no os halle durmiendo”. Marcos 13:36. 

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Sección 7—Invitación al servicio

“Oí la voz del Señor, que decía: ¿A quién enviaré, y quién irá por nosotros? Entonces respondí yo: Heme aquí. Envíame a mí”

Jóvenes en el ministerio

Nadie debe empequeñecer el ministerio evangélico. Ninguna empresa debe dirigirse de manera que se llegue a pensar que el ministerio de Palabra es un asunto inferior. No es así. Los que empequeñecen dicho ministerio, en realidad están empequeñeciendo a Cristo. La obra más elevada de todas es el ministerio en sus diversas fases, y debiera decirse con insistencia a los jóvenes que no existe otra obra más bendecida por Dios que el ministerio evangélico. 

Que nadie desanime a los jóvenes de ingresar en el ministerio. Existe el peligro de que mediante vívidas demostraciones algunos se desvíen del camino por el que Dios desea que vayan. Algunos han sido instados a seguir estudios de especialidades médicas, en lugar de estar preparándose para ingresar en el ministerio. Dios necesita más ministros para que trabajen en su viña. Se dijo lo siguiente: “Reforzad los puestos de avanzada; mantened fieles centinelas en todas partes del mundo”. Dios os llama, ejércitos de jóvenes de gran corazón y de mente amplia, jóvenes que sientan profundo amor por Cristo y por la verdad. 

La medida de capacidad o aprendizaje es mucho menos importante que el espíritu con el cual os dedicáis a la obra. El ministerio no necesita hombres famosos y eruditos; tampoco necesita elocuentes predicadores de sermones. Dios busca hombres y mujeres que se entreguen a él para ser persuadidos por su Espíritu. La causa de Cristo y la humanidad requieren hombres santificados y abnegados, que puedan avanzar por sí mismos y que sean capaces de soportar la crítica. Enseñadles a ser hombres fuertes y valientes, adecuados para ocuparse de operaciones importantes, y permitid que hagan pacto de sacrificio con Dios. 

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El ministerio no es un lugar para ociosos. Los siervos de Dios deben presentar pruebas válidas de su ministerio. No deben ser holgazanes, sino como expositores de Palabra desplegarán todas sus energías para ser fieles. No deben jamás dejar de aprender. Deben cumplir las responsabilidades propias de su llamamiento para que en ningún momento o lugar, presenten ante Dios un sacrificio imperfecto, ni una ofrenda que no les haya costado estudio ni oración. El Señor necesita hombres con una intensa vida espiritual. Cada obrero puede recibir una dotación de fortaleza procedente de lo alto, y puede avanzar con fe y esperanza por el camino que Dios le pide que recorra. Palabra de Dios habita en el obrero joven y consagrado. Es despierto, resuelto, poderoso y que encuentre en el consejo de Dios una fuente inagotable. 

Dios ha pedido a estos obreros que presenten al mundo el mensaje del inminente regreso de Cristo. Debemos presentar a la gente la última invitación a la cena del Cordero. Hay miles de lugares donde todavía no han escuchado la invitación, y, sin embargo, tienen que recibirla. Muchos que todavía no han proclamado el mensaje, tienen que hacerlo. Una vez más, insto a nuestros jóvenes: ¿Acaso Dios no os ha pedido que proclaméis su mensaje? 

¿Cuántos de nuestros jóvenes se alistarán en el servicio de Dios, no para que se les sirva sino para ser ellos los servidores? En tiempos pasados había quienes decidían ocuparse de un alma tras otra, y rogaban: “Señor, ayúdame a salvar esta alma”. Pero ahora estos casos no ocurren con frecuencia. ¿Cuántos actúan como personas que conocen el peligro que corren los pecadores? ¿Cuántos presentan ante Dios a los que saben que están en peligro, los encomiendan en oración y le suplicn que los salve? Pero, actualmente esos casos son infrecuentes. 

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El apóstol Pablo dijo de la primera iglesia cristiana: “Y glorificarán a Dios en mí”. Gálatas 1:24. ¿No viviremos de tal manera que estas mismas palabras puedan decirse de nosotros? El Señor proveerá métodos y medios para quienes lo busquen sinceramente. Él desea que reconozcamos la supervisión divina revelada en la preparación de campos de trabajo, y de medios por los cuales esos campos puedan evangelizarse con éxito. 

Los pastores y los evangelistas debieran tener más sesiones de oración con las personas que se convencen de la verdad. Recordad que Cristo está siempre con vosotros. El Señor tiene preparadas las manifestaciones más asombrosas de su gracia para fortalecer y animar a los obreros sinceros y humildes. Entonces, reflejad ante los demás la luz que Dios ha hecho brillar sobre vosotros. Los que lo hagan llevarán al Señor la ofrenda más preciosa de todas. Los corazones de los que escuchan las buenas nuevas de salvación y están encendidos con el espíritu de alabanza. 

“El que tiene las siete estrellas en su diestra… dice esto”. Apocalipsis 2:1. 

Las dulces influencias que deben abundar en la Iglesia están ligadas con los ministros de Dios, quienes deben representar el inestimable amor de Cristo. Las estrellas del firmamento están controladas por Cristo. Él las dota de luz y dirige sus movimientos; si no lo hiciera se convertirían en estrellas fugaces. Lo mismo sucede con los ministros. Ellos sólo son instrumentos en sus manos, y el bien que realizan se lleva a cabo por su poder. La luz debe brillar de ellos. Es en honor de Cristo que él haga que sus ministros sean bendiciones mayores aún para la iglesia, mediante la obra del Espíritu Santo; que lo que son las estrellas para el mundo. El Salvador debe ser su suficiencia. Si decidieran contemplarlo como él contemplaba a su Padre, entonces harían sus obras. En la medida que ellos dependan de Dios, él les dará su brillo para que lo reflejen sobre el mundo.

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Los que son estrellas en la mano de Cristo deben recordar constantemente que siempre deben mantener una santa dignidad, porque son representantes de Cristo. La sencillez en Cristo es dignidad pura y sagrada de la verdad.

Los siervos de Dios deben predicar su palabra a la gente. Mediante la influencia del Espíritu Santo actuarán ordenadamente como las estrellas en las manos de Cristo, para brillar con su resplandor. Que los que aseguran ser ministros de Cristo se levanten y brillen; porque su luz ha venido y la gloria del Señor se ha levantado sobre ellos. Que comprendan que Cristo espera que ellos hagan la misma obra que él hizo. Que dejen las iglesias que ya conocen la verdad, y que vayan a establecer nuevas iglesias para presentar Palabra de verdad a quienes ignoran el mensaje de advertencia de Dios.

El número de obreros en el ministerio no debe disminuir, sino aumentar notablemente. Donde ahora hay un pastor en el campo, hay que añadir otros veinte; y si el Espíritu de Dios los controla, esos veinte presentarán la verdad tan bien, que se añadirán otos veinte. 

La dignidad de Cristo y el trabajo de oficina requieren imponer las condiciones que a él le complacen. Sus seguidores deben llegar a ser cada vez más un poder en la proclamación de la verdad, a medida que se acerquen a la perfección de la fe y del amor fraternal. Dios ha provisto ayuda divina para todas las emergencias que no puedan resolverse mediante nuestros recursos humanos. Él envía al Espíritu Santo para que ayude en las situaciones difíciles, para fortalecer nuestra fe y seguridad, para que ilumine nuestras mentes y purifique nuestros corazones. Él se propone que se provean suficientes facilidades para llevar a cabo sus planes. Os pido definidamente que busquéis el consejo de Dios. Buscadlo de todo corazón, “y haced todo lo que os dijere”. Juan 2:5. 

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El Señor no ha llamado a hombres jóvenes para que trabajen entre las iglesias. No se los ha llamado para que hablen a una congregación que no necesita sus esfuerzos inmaduros, que conoce muy bien los hechos y que siente que su servicio ministerial carece de la influencia del Espíritu Santo. Inducid a jóvenes sin experiencia a que se relacionen con obreros experimentados en el gran campo de la cosecha. Muchos de ellos obtendrán el éxito con más facilidad si comienzan en la obra del colportaje y aprovechan la oportunidad provista para ellos en el ministerio evangélico. 

Sin embargo, nadie debe convertirse en una sombra de otro hombre. Tampoco deben convertirse en autómatas que recitan de memoria ciertos temas de factura humana. Nadie debe prepararles sermones para que ellos los prediquen en las iglesias. Instadlos a dejarse educar por Dios, mediante el Espíritu Santo. Sugeridles que busquen ayuda por medio de la oración y el estudio diligente de la Palabra. Si hacen esto, Dios que los llama al ministerio evangélico mostrará claramente que son vasos escogidos. Él les dará las palabras que deben hablar a la gente. 

Su primer deber consiste en aprender muchas lecciones sobre diversos ramos con el gran Maestro. La Palabra de Dios contiene un propósito dirigido a todos: llegar a ser como Aquel que “anduvo haciendo el bien”.

Jesús dijo: “Si alguno me sirve, sígame”. Juan 12:26. Los obreros deben estudiar la vida de Cristo para aprender cómo vivió y trabajó él. Que todos procuren vivir diariamente su vida. 

Perseverad, jóvenes, en vuestro empeño por conocer al Señor, porque entonces sabréis que “como el alba está dispuesta su salida”. Oseas 6:3. Procurad mejorar constantemente. Esforzaos seriamente para identificaros con el Redentor. Vivid por fe en Cristo. Haced la obra que él hizo. Vivid para salvación de las almas por las que él murió. Procurad ayudar en toda forma posible a la gente con quien os relacionéis. Procurad mejorar constantemente. Que vuestra vida cumpla estas palabras: “Más que todos mis maestros he entendido, porque tu testimonio es mi meditación”. Salmos 119:99. Hablad con vuestro Hermano Mayor, quien completará vuestra educación, línea sobre línea, precepto sobre precepto, un poquito aquí y otro poquito allá. Una estrecha relación con Aquél que se ofreció como sacrificio para salvar a un mundo condenado hará que seáis obreros aceptables. Cuando podáis apoderaros de una verdad y hacerla vuestra, cuando podáis decir: “Mi Señor y mi Dios”, obtendréis una abundante medida de gracia, paz y gozo. 

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Abrid nuevos campos, es la palabra del Señor, y añadid más obreros. Educad sin demora a hombres jóvenes. Educad, educad y educad. 

“¿No decís vosotros: aun faltan cuatro meses para que llegue la siega? He aquí yo os digo: Alzad vuestros ojos y mirad los campos, porque están blancos para la siega. Y el que siega recibe salario, y recoge fruto para vida eterna, para que el que siembra goce juntamente con el que siega”. Juan 4:35, 36. 

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La iglesia y el ministerio

Cualquier cosa que sea menos que un servicio activo y ferviente por el Maestro desmiente nuestra profesión de fe. Únicamente un cristianismo revelado por una labor ferviente y práctica impresionará a los que están muertos en sus delitos y pecados. Los cristianos humildes que creen y oran, los que por sus acciones demuestran que su mayor deseo es dar a conocer la verdad salvadora que ha de probar a toda la gente, cosecharán una rica mies de almas para el Maestro.

Necesitamos romper la monotonía de nuestra labor religiosa. Estamos haciendo una obra en el mundo, pero no manifestamos suficiente actividad y celo. Si fuésemos más fervorosos, los hombres se convencerían de la verdad de nuestro mensaje. La manera inocua y monótona en que servimos a Dios es rechazada por mucha gente de una clase superior, que necesita ver un celo profundo, ferviente y santificado. La religión legal no responderá a las necesidades de esta época. Podemos cumplir todos los actos exteriores de servicio y estar, sin embargo, tan destituidos de la influencia vivificadora del Espíritu Santo como estaban destituidas de rocío y lluvia las colinas de Gilboa. Todos necesitamos lluvia espiritual, y también los brillantes rayos del Sol de justicia para enternecer y subyugar nuestro corazón. Debemos ser siempre tan firmes en los principios como una roca. Debemos enseñar los principios bíblicos y apoyarlos con una práctica santa. 

Los que sirven a Dios deben manifestar animación y firmeza en la obra de salvar almas. Recordemos que hay quienes perecerán a menos que nosotros, como instrumentos de Dios, obremos con resolución inquebrantable. Debemos depender de continuo del trono de la gracia.

Es inexcusable que la fe de nuestras iglesias sea tan débil. “Volveos a la fortaleza, oh presos de esperanza”. Zacarías 9:12. En Cristo hay fuerza para nosotros. Él es nuestro Abogado delante del Padre. Envía sus mensajeros a todas partes de su dominio para comunicar su voluntad a su pueblo. Anda en medio de sus iglesias. Desea santificar, elevar y ennoblecer a sus discípulos. La influencia de los que creen verdaderamente en él, será un sabor de vida en el mundo. Él tiene las estrellas en su diestra y es su propósito dejar que por intermedio de ellas su luz brille para el mundo. Desea preparar así a su pueblo para un servicio más sublime en la iglesia celestial. Nos ha confiado una gran obra. Hagámosla con exactitud y resolución. Demostremos por nuestra vida lo que la verdad ha hecho para nosotros.

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“El que anda en medio de los siete candeleros de oro”. Apocalipsis 2:1. Este pasaje demuestra la relación que sostiene Cristo con las iglesias. Anda en medio de las iglesias por toda la longitud y la anchura de la tierra. Las observa con intenso interés para ver si están en una condición espiritual que les permita hacer progresar su reino. Cristo está presente en toda asamblea de la iglesia. Conoce a todos los que están relacionados con su servicio y a aquellos cuyo corazón puede llenar de aceite santo para que lo impartan a otros. Son muy preciosos para Cristo los que realizan fielmente su obra en nuestro mundo y, representando en palabra y obra el carácter de Dios, cumplen el propósito del Señor para con ellos. Cristo se deleita en ellos como un hombre se deleita en un jardín bien cuidado y en la fragancia de las flores que ha plantado. 

Costó abnegación, sacrificio propio, energía indomable y mucha oración sacar adelante las diversas empresas misioneras hasta donde están. Existe el peligro de que algunos de los que entran ahora en el escenario de acción se conformen con ser deficientes y crean que ya no hay necesidad de tanta abnegación y diligencia ni de tanto trabajo arduo y desagradable como pusieron de manifiesto los iniciadores de este mensaje, porque los tiempos han cambiado y, en vista de que ahora hay más recursos en la causa de Dios, no es necesario colocarse en circunstancias tan penosas como las que muchos tuvieron que arrostrar en el desarrollo del mensaje.

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