Testimonios para la Iglesia, Vol. 6, p. 66-75, día 344

Al apóstol Juan se le revelaron en la isla de Patmos las enseñanzas que Dios deseaba que él impartiera al pueblo. Estudiad estas revelaciones. Hay aquí temas que merecen nuestra contemplación, extensas y abarcantes lecciones que todas las huestes angélicas están ahora procurando comunicar. Contemplad la vida y el carácter de Cristo, estudiad su obra intercesora. Allí hay sabiduría, amor, justicia y misericordia infinitas. Allí hay profundidad y altura, largura y anchura, para nuestra consideración. Innumerables escritores se han utilizado para presentar al mundo la vida, el carácter y la obra mediadora de Cristo, y todavía, en cada mente mediante la cual el Espíritu Santo ha trabajado, se han presentado estos temas bajo una luz original y novedosa. 

Deseamos inducir a la gente a comprender qué es Cristo para ellos y cuáles son las responsabilidades que se espera que acepten en él. Como sus representantes y testigos, necesitamos llegar personalmente a un pleno entendimiento de las verdades salvadoras adquiridas a través de un conocimiento experimental. 

Enseñad las grandes verdades prácticas que deben ser estampadas sobre el alma. Enseñad el poder redentor de Jesús, “en quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados”. Colosenses 1:14. Fue en la cruz donde la misericordia y la verdad se encontraron, la justicia y la verdad se besaron. Que cada estudiante y obrero estudien esto una y otra vez, hasta que, al levantar al Salvador crucificado entre nosotros, puedan entregar un mensaje nuevo a la gente. Mostrad que la vida de Cristo revela un carácter infinitamente perfecto. Enseñad que, “a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios”. Juan 1:12. Repetidlo una y otra vez. Podemos llegar a ser hijos de Dios, miembros de la familia real, hijos del Rey celestial. Haced saber que quienes aceptan a Jesucristo y mantienen su confianza original, firme hasta el fin, serán herederos de Dios. También serán coherederos con Cristo “para una herencia incorruptible, incontaminada e inmarcesible, reservada en los cielos para vosotros, que sois guardados por el poder de Dios mediante la fe, para alcanzar la salvación que está preparada para ser manifestada en el tiempo postrero”. 1 Pedro 1:4, 5. 

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La advertencia final

El mensaje del tercer ángel debe darse con poder. El poder de la proclamación del primer y segundo mensajes debe intensificarse en el tercero. En Apocalipsis Juan se expresa del mensajero celestial que se une al tercer ángel, como sigue: “Después de esto vi a otro ángel descender del cielo con gran poder; y la tierra fue alumbrada con su gloria. Y clamó con voz potente, diciendo: Ha caído, ha caído la gran Babilonia, y se ha hecho habitación de demonios y guarida de todo espíritu inmundo, y albergue de toda ave inmunda y aborrecible”. Apocalipsis 18:1, 2. Corremos el peligro de dar el mensaje del tercer ángel de forma tan indefinida que no impresione a la gente. Se introducen tantos otros intereses que el mismo mensaje que debiera proclamarse con poder; llega a ser débil e ineficaz. Se ha incurrido en una equivocación en nuestros congresos campestres. Se ha presentado el tema del sábado, pero no como la gran prueba para este tiempo. Mientras las iglesias profesan creer en Cristo, están invalidando la ley que Cristo mismo proclamó desde el Sinaí. El Señor nos pide: “Anuncia a mi pueblo su rebelión, y a la casa de Jacob su pecado”. Isaías 58:1. La trompeta debe emitir un sonido auténtico. 

Cuando tenéis una congregación delante de vosotros por solamente dos semanas, no pospongáis la presentación del tema del sábado, hasta que se presente todo lo demás, suponiendo que con eso preparáis el camino para ello. Elevad las normas, los mandamientos de Dios y la fe de Jesús. Haced esto el tema principal. Luego, mediante vuestros sólidos argumentos, haced de él una fuerza aún mayor. Basaos más en el Apocalipsis. Leed, explicad y poned en práctica sus enseñanzas. 

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Nuestra lucha es agresiva. Cosas terribles están delante de nosotros; sí, más bien sobre nosotros. Que nuestras oraciones asciendan a Dios para que los cuatro ángeles puedan retener aún los cuatro vientos, que no soplen para hacer daño y destruir, hasta que la última amonestación se haya dada al mundo. Trabajemos entonces en armonía con nuestras oraciones. Que ninguno disminuya la fuerza de la verdad para este tiempo. Nuestra preocupación debe ser la verdad presente. El mensaje del tercer ángel debe cumplir su obra de separar de las iglesias a un pueblo que se sostendrá sobre la plataforma de la verdad eterna. 

Nuestro mensaje es de vida o muerte, y debemos permitir que aparezca tal como es: el gran poder de Dios. Debemos presentarlo en toda la fuerza de su expresión. Entonces el Señor lo hará efectivo. Es nuestro privilegio esperar grandes cosas, aún la demostración del Espíritu de Dios. Este es el poder que convertirá el alma.

Los peligros de los últimos días están sobre nosotros, y en nuestro trabajo debemos advertir a la gente del peligro en que se encuentran. No permitáis que las escenas solemnes que han revelado las profecías sean dejadas sin tocar. Si nuestro pueblo estuviera sólo medio despierto, si se percatara de la cercanía de los acontecimientos descritos en el Apocalipsis, se efectuaría una reforma en nuestras iglesias, y muchos más creerían el mensaje. No tenemos tiempo que perder; Dios nos llama a preocuparnos por la gente como quienes tendrán que rendir cuenta. Llamad la atención sobre nuevos principios e insistid en la verdad inequívoca. Será como una espada de dos filos; pero no os apresuréis a asumir una actitud controversial. Habrá ocasiones cuando tendremos que mantenernos quietos y ver la salvación de Dios. Permitid que hable Daniel, que hable el Apocalipsis, y decid lo que es verdad. Pero, cualquiera que sea el contenido del tema que se presente, elevad a Jesús como el centro de toda esperanza, “la raíz y el linaje de David, la estrella resplandeciente de la mañana”. Apocalipsis 22:16.

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Las reuniones de alabanza

En los servicios de nuestros congresos campestres debiera haber cantos y música instrumental. Los instrumentos musicales se usaban en los servicios religiosos en la antigüedad. Los adoradores alababan a Dios con arpas y címbalos, y actualmente la música debe tener su lugar en nuestros servicios. Esto aumentará el interés y debiera llevarse a cabo una reunión de alabanza cada día, un servicio sencillo de gratitud a Dios. Si tuviéramos un verdadero sentido de la bondad, la misericordia y la paciencia de Dios, y si de nuestros labios salieran más alabanzas para honrarlo y glorificarlo, existiría mucho más poder en nuestros congresos campestres. Necesitamos cultivar más fervor del alma. El Señor dice: “El que sacrifica alabanza me honrará; y al que ordenare su camino, le mostraré la salvación de Dios”. Salmos 50:23. 

La obra de Satanás consiste en lograr que se hable de lo que le concierne a él mismo. Se deleita en lograr que los seres humanos hablen de su poder, de la obra que realiza por medio de los hijos de los hombres. Por el descuido de participar en tales conversaciones, la mente llega a entenebrecerse, a amargarse y a ser desagradable. Podemos convertirnos en canales de comunicación para Satanás, por los cuales fluyan palabras que no llevan calor a ningún corazón. Pero, decidamos que esto no sucederá. Decidamos no ser conductos a través de los cuales Satanás comunicará pensamientos tenebrosos y desagradables. No permitamos que nuestras palabras tengan sabor de muerte para muerte, sino sabor de vida para vida. 

En lo que expresamos a la gente y en las oraciones que ofrecemos, Dios desea que demos inequívoca evidencia de que tenemos vida espiritual. No disfrutamos la plenitud de la bendición que el Señor ha preparado para nosotros, porque no pedimos con fe. Si ejerciéramos fe en la Palabra del Dios viviente, tendríamos las más ricas bendiciones. Deshonramos a Dios por nuestra falta de fe; por lo tanto, no podemos impartir vida a otros como sucedería si diéramos un testimonio vivo, alentador. No podemos dar lo que no poseemos. 

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Si camináramos humildemente con Dios, si trabajáramos en el espíritu de Cristo, ninguno de nosotros llevaría cargas pesadas. Las pondríamos sobre el gran Portador de preocupaciones. Entonces podríamos esperar triunfar en la presencia de Dios, en la comunión de su amor. Desde el comienzo hasta el fin, cada congreso campestre debe ser un festival de amor, porque la presencia de Dios está con su pueblo. 

Todo el cielo está interesado en nuestra salvación. Los ángeles de Dios, miles de millares, y diez mil veces diez mil, son comisionados para ministrar a los que serán herederos de salvación. Nos protegen del mal y rechazan nuestra destrucción. ¿No tenemos motivos de agradecimiento en todo momento, aun cuando haya evidentes dificultades en nuestra senda? 

El mismo Señor es nuestro ayudador. “Canta, oh hija de Sión; da voces de júbilo, oh Israel; gózate y regocíjate de todo corazón, hija de Jerusalén… Jehová está en medio de ti, poderoso, él salvará; se gozará sobre ti con alegría, callará de amor, se regocijará sobre ti con cánticos”. Sofonías 3:14, 17. Este es el testimonio que el Señor desea que llevemos al mundo. La alabanza debe estar siempre en nuestros corazones y labios. 

Tal testimonio influirá sobre los demás. Al procurar alejar a los seres humanos de sus esfuerzos por satisfacer sus deseos para obtener felicidad, debemos mostrarles que tenemos algo mejor que lo que ellos anhelan obtener. Cuando Jesús conversaba con la mujer samaritana, no la reprochó por venir a sacar agua del pozo de Jacob, en cambio le ofreció algo de mucho más valor. En comparación con el pozo de Jacob, Jesús presentó la fuente de agua viva. “Respondió Jesús y le dijo: Si conocieras el don de Dios, y quién es el que te dice: Dame de beber; tú le pedirías, y él te daría agua viva. La mujer le dijo: Señor, no tienes con qué sacarla, y el pozo es hondo. ¿De dónde, pues, tienes el agua viva? ¿Acaso eres tú mayor que nuestro padre Jacob, que nos dio este pozo, del cual bebieron él, sus hijos y sus ganados? Respondió Jesús y le dijo: cualquiera que bebiere de esta agua, volverá a tener sed; mas el que bebiere del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás; sino que el agua que yo le daré será en él una fuente de agua que salte para vida eterna. La mujer le dijo: Señor, dame esa agua, para que no tenga yo sed, ni venga aquí a sacarla. Jesús le dijo: Vé, llama a tu marido, y ven acá… No tengo marido… Bien has dicho: No tengo marido”. Juan 4:10-17. 

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La iglesia necesita una experiencia nueva, viva, de parte de miembros que sostengan comunión habitual con Dios. Testimonios y oraciones áridos, rancios, sin la manifestación de Cristo en ellos, no son de ayuda para el pueblo. Si el que afirma ser hijo de Dios estuviera henchido de fe, luz y vida, ¡qué maravilloso testimonio se daría a los que acuden a escuchar la verdad! ¡Y cuántas almas podrían ganarse para Cristo! 

Los esfuerzos de reavivamiento

Se realizan muy pocos esfuerzos de reanimación espiritual en nuestros congresos campestres. Se busca muy poco al Señor. Deben llevarse a cabo servicios de reavivamiento desde el comienzo hasta la conclusión de las reuniones. Deben hacerse los esfuerzos más definidos para animar a la iglesia. Permitid que todos vean que estáis animados porque tenéis un mensaje celestial maravilloso. Decidles que el Señor viene para juzgar, y que ni reyes ni gobernantes, riquezas o influencia contribuirán a evitar los juicios que pronto vendrán. A la clausura de cada concentración debieran procurarse decisiones. Manteneos firmes con aquellos interesados, hasta que sean confirmados en la fe. 

Debemos estar decididamente más activos. Debemos predicar la Palabra en privado y en público; debemos presentar todos los argumentos necesarios y estimular todos los motivos de infinita importancia para conducir a los hombres al Salvador levantado en la cruenta cruz. Dios desea que todos obtengan vida eterna. Observad cómo en toda la Palabra de Dios se manifiesta el espíritu de urgencia, de ruego, para que hombres y mujeres vengan a Cristo, se nieguen a satisfacer los apetitos y pasiones que corrompen el alma. Con todas nuestras fuerzas debemos urgirles a contemplar a Jesús y a aceptar su vida de renunciación y sacrificio. Debemos mostrar que esperamos que ellos traigan gozo al corazón de Cristo al utilizar cada uno de sus dones para honrar su nombre. 

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Muchos de los que asisten a un congreso campestre están agobiados por el pecado. No se sienten seguros en sus iglesias. Debe darse oportunidad a los que están perturbados y necesitan reposo espiritual, para que encuentren ayuda. Después de un sermón, debe invitarse a quienes desean seguir a Cristo, para que expresen sus deseos. Llamad a todos los que no están satisfechos a fin de que se preparen para la venida de Cristo, y a todos los que se sienten agobiados y cargados, a acercarse voluntariamente. Que los que son espirituales conversen con estas personas y oren con ellas y por ellas. Emplead mucho tiempo en oración y muy esmerado escudriñamiento de la Palabra. Dejad que todos reciban las realidades de la fe genuina en sus propias almas, al creer que el Espíritu Santo les será impartido, porque tienen verdadera hambre y sed de justicia. Enseñadles cómo rendirse personalmente a Dios, cómo crecer, cómo reclamar las promesas. Dejad que el profundo amor de Dios se exprese en palabras de ánimo, en palabras de intercesión. 

Que haya más súplicas ante Dios por la salvación de las almas. Trabajad desinteresada y decididamente con un espíritu ferviente. Estimulad a la gente a entrar a la cena del Cordero. Que haya más súplicas, más fe, más aceptación y más cooperación con Dios. 

Existe la más desesperante indiferencia y descuido respecto a la gran salvación. Debe despertarse a los indiferentes, o se perderán. Dios dio a su propio Hijo para salvar al pecador culpable, y se propone contrarrestar con sus agentes las agencias satánicas que se han confabulado para destruir a las almas. El Señor ha hecho provisión para que el Salvador crucificado pueda ser revelado a los pecadores. Aunque están muertos en sus delitos y pecados, hay que despertar su atención mediante la predicación de Cristo y de éste crucificado. Todo el mundo tiene que convencerse de la malignidad del pecado. Los ojos del pecador deben ser iluminados. Que todos los que han sido guiados a Cristo cuenten su historia de amor. Que todos los que hayan experimentado el poder transformador de Cristo en su propia alma hagan lo que puedan en el nombre del Señor. 

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El valor infinito del sacrificio requerido para nuestra redención revela el hecho de que el pecado es un mal muy grande. Dios pudo haber borrado esta vil mancha de su creación, haciendo desaparecer al pecador de la faz de la tierra. Pero, “de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna”. Juan 3:16. ¿Por qué no todos los que afirman que aman a Dios tratan de iluminar a sus vecinos y asociados, para que no descuiden más esta gran salvación? 

Cristo se entregó a sí mismo a una muerte vergonzosa y con horribles sufrimientos, y experimentó increíble tormento, para salvar al perdido. ¡Oh, Cristo puede, Cristo desea, Cristo anhela salvar a todos los que acudan a él! Hablad a la gente que corre peligro y procurad que contemple a Jesús sobre la cruz, agonizando para hacer posible el perdón. Hablad al pecador con vuestro propio corazón rebosando con el tierno y compasivo amor de Cristo. Manifestad profundo anhelo; pero el que trata de lograr que el alma mire y viva, no debiera manifestar ninguna muestra de impaciencia ni aspereza. Primero consagrad vuestra propia alma a Dios. Al contemplar a nuestro Intercesor en el cielo, que vuestro corazón se enternezca. De esa manera, suavizados y subyugados, podréis hablar a los pecadores arrepentidos como alguien que comprende la verdadera naturaleza del poder del amor redentor. Orad con estas almas y llevadlas por fe al pie de la cruz; elevad sus mentes con las vuestras, y fijad el ojo de la fe en Jesús, el Vencedor del pecado. Inducidlos a apartar su vista de su pobre y pecaminoso yo, para dirigirla hacia el Salvador, y así ganaréis la victoria. Ellos contemplan personalmente al Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. Ven el Camino, la Verdad y la Vida. El Sol de Justicia esparce sus brillantes rayos que iluminan el corazón. Las fuertes corrientes de amor redentor se vierten en el alma agotada y sedienta, y el pecador es ganado para Cristo Jesús. 

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Cristo crucificado: habla de él, invócalo, cántale, porque eso quebrantará y ganará los corazones. Este es el poder y sabiduría de Dios para cosechar las almas para Cristo. Las expresiones formales, arregladas, y la presentación de temas argumentativos logran muy poco. El amor enternecedor de Dios que inunda el corazón de los obreros será reconocido por las personas de quienes se ocupan. Las almas están sedientas de las aguas de vida. No seáis cisternas rotas. Si reveláis el amor de Cristo, podéis guiar a los hambrientos y sedientos a Jesús, y él les dará el pan de vida y el agua de salvación. 

Los esfuerzos personales

Los siervos del Señor no sólo deben predicar la Palabra desde el púlpito, sino también deben mantenerse en contacto personal con la gente. Cuando se predica un sermón, se siembra una preciosa semilla; pero, si no se realiza un esfuerzo personal para cultivar el terreno, la semilla no se arraiga. A menos que el corazón sea enternecido y subyugado por el Espíritu de Dios, la mayor parte del sermón se perderá. Observad a las personas que en la congregación dan muestras de estar interesadas, y habladles después del servicio. Unas pocas palabras en privado harán mucho más que todo el sermón. Indagad cómo les han parecido los temas a los oyentes, y preguntadles si el asunto ha quedado claro en sus mentes. Actuando con bondad y cortesía mostradles que tenéis genuino interés en ellos y preocupación por sus almas. Muchos han sido inducidos a pensar que como pueblo no creemos en la conversión. Cuando les pidamos que vengan a Cristo, sus corazones se enternecerán y el prejuicio se desvanecerá. 

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Estudios bíblicos

Siempre que sea práctico, cada discurso importante debe ser seguido por un estudio bíblico. En esta ocasión, los puntos que se han presentado pueden ampliarse, pueden formularse preguntas e inculcarse las ideas correctas. Debe emplearse más tiempo para educar a la gente con paciencia, dándoles oportunidad de expresarse. Lo que la gente necesita es instrucción. Línea sobre línea, precepto tras precepto. 

Es necesario tener reuniones especiales para las personas que se interesan en las verdades presentadas y necesitan instrucción. Debe invitarse a la gente a estas reuniones; y todos, creyentes y no creyentes, debieran tener oportunidad de hacer preguntas sobre asuntos que no hayan comprendido completamente. Permitid que todos expresen las dudas que puedan tener. En todos los sermones y estudios bíblicos, permitid que la gente vea que todos los temas presentados, las doctrinas y los asuntos de fe tienen el respaldo de un claro “así dice Jehová”. 

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