Testimonios para la Iglesia, Vol. 6, p. 75-84, día 345

Este fue el método de enseñanza de Cristo. Cuando hablaba a la gente, le preguntaban sobre el significado de lo que enseñaba. Él estaba preparado en todo momento para explicar el significado de sus palabras a los que buscaban humildemente ser iluminados. Cristo, sin embargo, no estimuló la crítica ni la duda y nosotros tampoco debiéramos hacerlo. Cuando alguien trate de provocar una discusión sobre temas controversiales de doctrina, decidle que la reunión no tiene ese propósito. 

Cuando contestéis una pregunta, aseguraos que los oyentes comprendan y acepten que ha sido contestada. No dejéis ninguna pregunta sin contestar, y si la hubiere, pedid que se haga de nuevo. Examinad vuestra manera de trabajar paso a paso y aseguraos de todo lo que habéis alcanzado. 

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En reuniones de tal naturaleza, aquellos que entienden el mensaje, pueden hacer preguntas que arrojarán luz sobre diversos aspectos de la verdad. Pero algunos podrían no tener juicio para hacer esto. Cuando alguien hace preguntas que sólo contribuyen a confundir la mente y siembran semillas de duda, debe pedírsele a tal persona que se abstenga de hacer esas preguntas. Debemos aprender cuándo hablar y cuándo callar; aprender a sembrar la semilla de la fe, a impartir luz, no tinieblas. 

Una palabra oportuna

Los que se mantienen en una actitud de oración podrán hablar en sazón las personas que han sido conducidas a su círculo de influencia; porque Dios les dará sabiduría mediante la cual podrán servir al Señor Jesús. “Cuando la sabiduría entrare en tu corazón y la ciencia fuere grata a tu alma, la discreción te guardará; te preservará la inteligencia”. Proverbios 2:10, 11. Abriréis vuestros labios con juicio y vuestra lengua será la ley de benevolencia. 

Si quienes pretenden ser cristianos obedecen las palabras de Cristo, las personas con quienes se comunican sabrán que han estado con Jesús y que han aprendido de él. Presentarán a Cristo y su tema será las realidades de la eternidad. Se preocuparán por las almas como quienes habrán de dar cuenta. Esto significa mucho más que lo que algunos suponen. Significa salir a buscar la oveja perdida.

La recolección de fondos

Nadie debe aprovecharse de los congresos campestres, cuando la mayoría de los hermanos pueden ser alcanzados; para presentar asuntos de interés particular o recaudar fondos con diversos objetivos benevolentes, los cuales se han multiplicado. La obra de Dios en el ministerio de la Palabra, la predicación de la verdad en regiones lejanas, el gran interés de la obra educacional en nuevos territorios, y el establecimiento de sanatorios en conexión con el ministerio evangélico, son los objetivos que debieran presentarse a nuestros feligreses en los congresos campestres. 

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Resultados de la obra en los congresos campestres

Los congresos campestres deben realizar una obra extraordinaria. El Señor ha honrado en forma especial estas concentraciones que él ha llamado “santas convocaciones”. Miles de personas asisten a estas concentraciones; muchas, motivadas por la curiosidad de oír y ver cosas nuevas. Pero cuando oyen el mensaje de verdad y se relacionan con quienes creen en él, no pocos son impresionados. Los prejuicios, la oposición y la indiferencia se esfuman y ellos escuchan con sincero interés la predicación de la Palabra.

Dios tiene sus representantes en todas las iglesias. A estas personas no se les han presentado las verdades especiales para estos últimos días, que prueban la fe, bajo circunstancias que producen convicción en el corazón y la mente; por lo tanto, al rechazar la luz no interrumpieron su comunicación con Dios. Hay muchos que han caminado fielmente en la luz que ha iluminado su senda. Están hambrientos de saber más acerca de los caminos y las obras de Dios. En todo el mundo hay hombres y mujeres que miran fijamente al cielo. Oraciones, lágrimas e indagaciones ascienden de almas que anhelan recibir luz, gracia y el Espíritu Santo. Muchos están muy cerca del reino, esperando solamente ser invitados a entrar. 

Cuando las verdades de la Biblia en su sencillez se enseñen a la gente como lecciones de Cristo, reconocerán la luz y se regocijarán al recibirla. Sus dudas se desvanecerán ante la luz de la verdad como el rocío ante el sol matinal. Sus conceptos de las verdades bíblicas se amplían y la revelación de Dios en Cristo les muestra la profundidad, la anchura y la altura del ministerio espiritual divino, el cual no habían comprendido porque no puede ser explicado; sino únicamente ejemplificado en un carácter semejante al de Cristo. 

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Muchos que no son miembros de ninguna iglesia y que causan la impresión de estar completamente desentendidos de los requerimientos de Dios, no son en realidad tan indiferentes como parecen. Aun los más irreligiosos tienen sus momentos de convicción, cuando sienten un anhelo por algo que no tienen. En cada pueblo y ciudad vive mucha gente que no asiste a ningún lugar de culto. Muchos de ellos son atraídos por los congresos campestres. Otros asisten porque se sienten esclavos del pecado, indefensas víctimas de malos hábitos. Muchos de ellos se convencen y se convierten. Cuando por fe se aferran a las promesas de Dios de perdón de sus pecados, se rompe la esclavitud del hábito. Olvidan sus complacencias pecaminosas y llegan a ser personas libres en Cristo Jesús, y se regocijan en la libertad de los hijos de Dios. Esta es la obra que debe hacerse en todos nuestros congresos campestres. Por este medio, miles serán rescatados para Cristo. 

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Después del congreso campestre

Por medio de los congresos campestres celebrados en las ciudades, miles serán inducidos a escuchar la invitación a la fiesta: “Venid, que ya todo está preparado”. Lucas 14:17. Después de despertar el interés de las personas, no debemos acortar las reuniones, desmontando las tiendas de campaña y causando la impresión de que la concentración religiosa ha terminado. Justamente cuando cientos de personas se han interesado, el mayor bien puede lograrse mediante la fe y el trabajo esmerado. Por lo tanto, estas reuniones deben conducirse en una forma tan efectiva par que se mantenga el interés del público. 

Después de una concentración religiosa al aire libre, se trajo a consideración la opción de continuar o no las reuniones. Relaté a los hermanos un sueño que había tenido. Veía un edificio parcialmente terminado. Los trabajadores estaban recogiendo sus herramientas en preparación para irse, dejándolo sin terminar; pero les supliqué que consideraran el asunto. “El edificio no está terminado—dije—. Regresad y trabajad hasta que el techo esté puesto”. Vinieron entonces y continuaron el trabajo. Así, los hermanos escucharon mi consejo de permanecer y continuar la obra del congreso campestre. Como resultado, numerosas personas que habían asistido aceptaron la verdad. 

No debiera haber tantos fracasos en los costosos esfuerzos realizados en los congresos campestres y otras concentraciones religiosas; no es necesario que haya tan pocas gavillas para llevar al Señor. En los lugares donde la bandera de la verdad presente nunca se había enarbolado, más gente se convertirá ahora como resultado de cierta cantidad de trabajo, lo cual no se había logrado antes. Tengo una orden para todos cuyas manos se están debilitando y perdiendo fuerza: “Empuñad el estandarte con mayor firmeza”. La fe dice: “Adelante”. No debéis desmayar ni desanimaros. No hay debilidad de fe en quien avanza constantemente.

Después de un congreso campestre, puede ser difícil retener a los oradores principales durante varias semanas para cultivar elinterés despertado. Podría ser costoso retener las facilidades del terreno y mantener en pie un número suficiente de tiendas de campaña de familias para mantener la apariencia de una concentración religiosa. Podría ser un gran sacrificio que varias familias permanecieran en el lugar para ayudar a los pastores y obreros bíblicos en sus visitas y los estudios bíblicos con los que vienen a las reuniones. También pueden ayudar visitando a la gente en sus casas, hablando de las bendiciones recibidas en las reuniones e invitándolos a asistir. Sin duda será difícil obtener un número suficiente de obreros para continuar la obra con éxito. Pero los resultados justificarán el esfuerzo. Gracias a esos abnegados y enérgicos esfuerzos algunos de nuestros congresos campestres han contribuido a levantar iglesias sólidas y activas. Y es justamente por medio de esa obra abnegada como el mensaje del tercer ángel debe presentarse a los habitantes de nuestras ciudades.

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Un número considerable de oradores suele asistir a los congresos campestres durante unos pocos días, y justo cuando se ha despertado el interés de los asistentes, casi todos ellos deben ausenetarse para actuar en otras reuniones, lo cual deja sólo dos o tres oradores en la concentración para contender con la influencia depresiva del trabajo de desarmar y transportar las tiendas de campaña de las familias. Cuánto mejor sería si las reuniones se continuaran durante más tiempo; si de cada iglesia vinieran personas preparadas para permanecer un mes o más, ayudando en las reuniones y aprendiendo cómo trabajar con entusiasmo. Entonces, cuando regresen a sus hogares podrían llevar a sus iglesias una valiosa experiencia. Cuánto mejor sería si algunos de los mismos oradores que despertaron el interés de la gente durante las reuniones más concurridas, permanecieran para dar seguimiento mediante una prolongada serie bien estructurada de reuniones. Este plan requeriría que se realizaran varias de ellas simultáneamente, lo cual no permitiría que algunas personas asistieran a todas las reuniones. Pero debemos recordar que la obra debe terminarse “no con ejército, ni con fuerza, sino con mi Espíritu, ha dicho Jehová de los ejércitos”. Zacarías 4:6. 

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El trabajo no debiera concluir cuando terminan las reuniones en los terrenos del congreso campestre. Se presentaron doctrinas que resultan nuevas y extrañas para los asistentes. Aquellos que se han declarado convencidos por la Palabra y desean aceptar la verdad, tendrán que enfrentarse a la oposición más decidida y sutil. Ministros, amigos y conocidos harán todo esfuerzo posible para arrebatar la semilla de la verdad sembrada en el corazón. No debemos dejar, por lo tanto, que la semilla sea arrebatada. No debemos permitir que se marchite por falta de riego. 

Los cambios tienden a debilitar la influencia de las reuniones. Continuad las reuniones en los terrenos del congreso campestre siempre que eso sea práctico. Pero cuando parezca aconsejable mudarse, que la tienda de campaña más espaciosa se traslade a algún lugar favorable, y que allí se continúen las reuniones. Debe establecerse una misión. Adquirid un sitio adecuado, que varios obreros se unan para formar una familia misioinera. La misión debe comprender un hombre con su esposa, que sean personas con habilidad y consagración para que su influencia le dé carácter a la obra. 

Para continuar atendiendo los intereses después del congreso campestre, se necesitan personas que ayuden en varios frentes. Estas ocasiones debieran ser como escuelas de formación para obreros. Permitid a los jóvenes trabajar con obreros experimentados que orarán con ellos y los instruirán pacientemente. Mujeres consagradas debieran desempeñarse como obreras bíblicas de casa en casa. Algunos de los obreros deberían actuar como colportores que vendan nuestras publicaciones, obien que las regalen juiciosamente a quienes no pueden comprarlas. 

Permitid a algunos de los obreros que asistan a asambleas religiosas en otras iglesias y, si hay oportunidad que participen en ellas. Cuando Jesús tenía doce años, fue a la escuela de los sacerdotes y rabinos en el templo, donde hizo numerosas preguntas. En aquella escuela del templo se impartían estudios bíblicos. Jesús, formuló preguntas como estudiante, sin embargo, esas preguntgas generaron nuevos temas para que los eruditos sacerdotes pensaran. Una obra similar debe hacerse hoy. Jóvenes juiciosos debieran ser instados a asistir a las reuniones de la Asociación de Jóvenes Cristianos (YMCA), no por amor al debate, sino para investigar las Escrituras con ellos y sugerir ideas que podrían resultarles útiles. 

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Si en estos distintos frentes se hubiera realizado una obra seria y vigorosa después de nuestros congresos campestres, un número mayor de personas se habrían convertido como fruto de la semilla sembrada en las reuniones. 

Permitid que los obreros se familiaricen con la gente y que les lean las preciosas palabras de Cristo. Ensalzad entre ellos a Cristo crucificado y pronto los que escucharon el mensaje de amonestación de los ministros en la tienda de campaña, y se convencieron de sus pecados; serán inducidos a solicitar más información. Esta es la oportunidad para presentar las razones de nuestra fe con humildad y temor; no un temor servil sino cauto, no sea que hablemos imprudentemente. Presentad la verdad en toda su belleza, en sencillez y sinceridad, proveyendo alimento en sazón, y dando a cada uno su porción. 

Esta obra os requiere velar por las almas como quienes habrán de rendir cuenta. La ternura de Cristo debe llenar el corazón del obrero. Si tenéis amor por las almas, mostraréis una tierna solicitud por ellas. Ofreceréis oraciones humildes, fervorosas y de corazón por las personas a quienes visitáis. Aquel que dio su propia vida por la vida de la humanidad, cooperará con el obrero desinteresado para impresionar el corazón humano.

La obra del evangelista

La obra del evangelista es enseñar las Escrituras y orar con las familias, y esta obra debe combinarse con la predicación. Si se omite esto, la predicación será en gran medida un fracaso. A través de esfuerzo personal, acercaos a la gente. Enseñadles que el amor de Dios debe entrar al santuario de la vida hogareña.

No os apropiéis de gloria para vosotros mismos. No trabajéis con un corazón dividido, procurando servir al yo y a Dios a la vez. Ocultad el yo. Permitid que vuestras palabras conduzcan al cansado y trabajado, a llevar sus cargas a Jesús. Trabajad como si estuvierais viendo a Aquel que está a vuestra diestra, listo para ofreceros su eficiencia y fuerza omnipotente en cada emergencia. El Señor es vuestro Consejero, vuestro Guía; el Capitán de vuestra salvación. Él va delante de vosotros, venciendo y conquistando. 

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Por los caminos y los vallados

La orden de Cristo a su pueblo es: “Ve por los caminos y por los vallados, y fuérzalos a entrar, para que se llene mi casa”. Lucas 14:23. 

La invitación a la fiesta del Evangelio debe presentarse primero en los caminos. Debe ser dada a aquellos que afirman estar en los caminos de la experiencia cristiana, a los miembros de las diferentes iglesias. “El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias”. Apocalipsis 2:7. En estas iglesias hay adoradores falsos y verdaderos. Debe hacerse una obra por aquellos que se han apartado de su primer amor, que han perdido su primer celo e interés en los asuntos espirituales. Debemos llevar la amonestación delante de los profesos cristianos que son transgresores de la ley de Dios. Debe dárseles el mensaje. 

El Señor dice: “Escribe al ángel de la iglesia en Sardis: El que tiene los siete espíritus de Dios, y las siete estrellas, dice esto: Yo conozco tus obras, que tienes nombre de que vives, y estás muerto. Sé vigilante, y afirma las otras cosas que están para morir; porque no he hallado tus obras perfectas delante de Dios. Acuérdate, pues, de lo que has recibido y oído; y guárdalo, y arrepiéntete. Pues si no velas, vendré sobre ti como ladrón, y no sabrás a qué hora vendré sobre ti”. Apocalipsis 3:1-3.

La amonestación para la iglesia de los últimos días también debe ser proclamada a todos los que pretenden ser cristianos. El mensaje de Laodicea, como una espada de dos filos, debe ser llevado a todas las iglesias: “Yo conozco tus obras, que ni eres frío ni caliente. ¡Ojalá fueses frío o caliente! Pero por cuanto eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca. Porque tú dices: yo soy rico, y me he enriquecido, y de ninguna cosa tengo necesidad; y no sabes que tú eres un desventurado, miserable, pobre, ciego y desnudo. Por tanto, yo te aconsejo que de mí compres oro refinado en fuego, para que seas rico, y vestiduras blancas para vestirte, y que no se descubra la vergüenza de tu desnudez; y unge tus ojos con colirio, para que veas. Yo reprendo y castigo a todos los que amo; sé, pues, celoso, y arrepiéntete”. Apocalipsis 3:15-19. Nuestra labor es proclamar este mensaje. ¿Estamos haciendo todo esfuerzo para que las iglesias sean amonestadas? 

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Tenemos una obra que hacer en favor de los ministros de las otras iglesias. Dios quiere que se salven. Ellos, como nosotros, pueden obtener la inmortalidad únicamente por la fe y la obediencia. Debemos trabajar por ellos con fervor para que la obtengan. Dios quiere que tengan una parte en su obra especial para este tiempo. Quiere que estén entre aquellos que han deben dar a sus hijos alimento a su tiempo. ¿Por qué no se habrían de integrarse a esta obra? 

Nuestros ministros deben procurar acercarse a los ministros de otras denominaciones. Oren por ellos y con ellos, pues Cristo intercede en su favor. Tienen una solemne responsabilidad. Como mensajeros de Cristo, deben manifestar profundo y ferviente interés en estos pastores del rebaño.

La invitación que se ha de dar en las “salidas de los caminos” (Mateo 22:9), debe proclamarse a todos los que tienen una parte activa en la obra mundial, a los maestros y dirigentes del pueblo. Los que llevan pesadas responsabilidades en la vida pública, los médicos y maestros, los abogados y los jueces, los funcionarios públicos y los hombres de negocios, deben oír el mensaje claro y distinto. “Porque ¿qué aprovechará al hombre si ganare todo el mundo, y perdiere su alma? ¿O qué recompensa dará el hombre por su alma?” Marcos 8:36, 37. 

Hablamos y escribimos mucho acerca de los pobres a quienes se descuida. ¿No debiéramos llamar también la atención a los ricos a quienes se descuida? Muchos consideran a esta clase como sin esperanza, y poco hacen para abrir los ojos de aquellos que, enceguecidos y deslumbrados por el poder de Satanás, ya no tienen la eternidad en cuenta. Miles de ricos han bajado a la tumba sin ser amonestados, porque se los juzgó por su apariencia y se los pasó por alto por considerrarlosándolos como casos sin esperanza. Pero, por indiferentes que parezcan, se me ha mostrado que muchos miembros de esta clase social experimentan preocupaciones íntimas. Hay miles de ricos que sienten hambre de alimento espiritual. Muchos de los que ocupan cargos oficiales sienten su necesidad de algo que no poseen. Pocos de ellos van a la iglesia; porque no les parece que reciben ningún beneficio. La enseñanza que oyen no conmueve el alma. ¿No haremos un esfuerzo personal en su favor?

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