Testimonios para la Iglesia, Vol. 7, p.171-179, día 403

Hay hombres cuyo egoísmo los ha vuelto cortos de vista y de criterio estrecho, que consideran su privilegio oprimir exactamente a quienes Dios está usando para difundir la luz que les ha otorgado. Algunos obreros que debieran gozar de libertad en Dios se han visto impedidos por las restricciones de los planes opresivos de quienes no eran más que sus colaboradores. Todo esto no lleva sino la estampa de lo humano, no de lo divino. Se trata de una invención humana que conduce a la injusticia y a la opresión. La causa de Dios es ajena a cualquier mancha de injusticia. No trata de obtener la menor ventaja privando a los miembros de su familia de su individualidad o de sus derechos. El Señor no sanciona la autoridad arbitraria ni tendrá nada que ver con el menor egoísmo ni engaño. Dios aborrece todas esas prácticas. 

El Señor declara: “Porque yo Jehová soy amante del derecho, aborrecedor del latrocinio para holocausto”. “No tendrás en tu bolsa pesa grande y pesa chica, ni tendrás en tu casa efa grande y efa pequeña. Pesa exacta y justa tendrás; efa cabal y justa tendrás… porque abominación es a Jehová tu Dios cualquiera que hace esto, y cualquiera que hace injusticia” Isaías 61:8; Deuteronomio 25:13-16. 

“Oh hombre, él te ha declarado lo que es bueno, y qué pide Jehová de ti: solamente hacer justicia, y amar misericordia, y humillarte ante tu Dios”. Miqueas 6:8. 

Una de las aplicaciones más elevadas de estos principios se halla en el reconocimiento del derecho que el hombre tiene de sí mismo, del control de su propia mente, de la mayordomía de sus talentos, el derecho de recibir y compartir el fruto de sus propias labores. Nuestras instituciones gozarán de fortaleza y poder solamente en la medida en que reconozcan estos principios en todas sus relaciones con sus semejantes: sólo en la medida en que obedezcan las instrucciones de la Palabra de Dios en todas sus transacciones. 

Cada facultad que Dios nos ha prestado, sea física, mental o espiritual debe ser cultivada religiosamente para realizar la obra que se nos ha asignado en favor de nuestros semejantes que perecen en la ignorancia. Cada uno debe ocupar sin impedimentos su puesto del deber, sirviendo humildemente al Señor, y siendo responsable personalmente por su propio trabajo. “Y todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor y no para los hombres; sabiendo que del Señor recibiréis la recompensa de la herencia, porque a Cristo el Señor servís”, “el cual pagará a cada uno conforme a sus obras” Colosenses 3:23-24; Romanos 2:6. 

-172-

Satanás utiliza toda su pericia para diseñar incontables planes y métodos con el fin de cumplir sus propósitos. Se empeña en restringir la libertad religiosa y restaurar una especie de esclavitud en el mundo religioso. A menos que sean sostenidas por el poder de Dios, las organizaciones e instituciones obrarán bajo los dictados de Satanás para mantener a los hombres bajo el control de los hombres; el fraude y el engaño tomarán el aspecto de un celo por la verdad y por el adelantamiento del reino de Dios. Cualquier cosa que en nuestra práctica no aparezca con la claridad del día pertenece a los métodos del príncipe del mal. 

Los hombres caen en el error al partir de premisas falsas y al esforzarse luego para que todas las cosas hagan aparecer el error como verdad. En algunos casos las primeras premisas contienen algo de verdad mezclada con el error; pero esto no conduce a ninguna acción justa; y por ello los hombres son engañados. Tienen el afán de mandar y de transformarse en algo poderoso, y en su afán de justificar sus principios adoptan los métodos de Satanás. 

Si resisten las amonestaciones que el Señor les envía, estas personas se transforman en guías de prácticas inicuas y usurpan el ejercicio de las prerrogativas de Dios: al tratar de controlar las mentes de los hombres se atreven a hacer lo que Dios mismo no haría. De esta manera siguen las huellas del romanismo. Introducen sus propios planes y métodos, y debilitan la fe de los demás en la verdad mediante sus conceptos equivocados de Dios, y con ello introducen principios falsos que obran como levadura para manchar y corromper las instituciones e iglesias. 

-173-

Todo lo que rebaja el concepto que el hombre tiene de la justicia y la equidad y el juicio parcial, y cualquier plan o precepto que arrastra a los agentes humanos de Dios bajo el control de las mentes humanas, menoscaba su fe en Dios y aparta al alma de él. 

Dios no justificará ningún plan por medio del cual el hombre trate de gobernar u oprimir en el menor grado a sus semejantes. Tan pronto como el hombre trata de establecer una regla de hierro para los otros hombres, deshonra a Dios y pone en peligro su propia alma y las almas de los hermanos. 

-174-

La iglesia y la casa editora

Deberes de la iglesia hacia la casa editora

Los miembros de la iglesia en cuyo territorio se halla una de nuestras casas editoriales tienen el honor de poseer en su medio una de las instituciones del Señor. Deben apreciar este honor y deben comprender que implica una responsabilidad de las más sagradas. Su influencia y su ejemplo contribuirán mucho para ayudar o para estorbar a la institución en el cumplimiento de su misión. 

A medida que nos acercamos a la crisis final resulta de vital importancia que la armonía y la unidad reinen entre las instituciones del Señor. El mundo no conoce más que tempestades, guerras y discordias. Sin embargo, las gentes se unirán bajo una misma dirección, la de la potencia papal, para oponerse a Dios en la persona de sus testigos. Esta unión es cimentada por el gran apóstata. Pero mientras trate de unir a sus agentes en la guerra contra la verdad, se esforzará por dividir y dispersar a los que la defienden. Los celos, la maledicencia, la calumnia, surgen a instigación suya para producir discordia y disensiones. Los miembros de la iglesia de Cristo tienen el poder de frustrar los planes del adversario de las almas. En un tiempo como éste, no debieran estar en discordia unos con otros ni con ninguno de los obreros del Señor. En medio de la discordia general, haya un lugar donde reinen la armonía y la unidad, porque la Biblia es en él reconocida como guía de la vida. Comprenda el pueblo de Dios que le incumbe la responsabilidad de sostener las instituciones del Señor. 

Hermanos y hermanas, agradaréis al Señor si os empeñáis de todo corazón en ayudar a la imprenta con vuestras oraciones y vuestro dinero. Orad cada mañana y cada noche para que ella reciba las más ricas bendiciones de Dios. No estimuléis las críticas ni las murmuraciones, ni dejéis escapar de vuestros labios una sola queja; recordad que los ángeles las oyen. Cada uno debe ser inducido a comprender que estas instituciones nacieron por voluntad de Dios. Los que las denigren para servir a sus propios intereses deberán dar cuenta de ello a Dios. El Señor quiere que todo lo relacionado con su obra sea considerado como sagrado. 

-175-

Dios desea que oremos mucho más, y que hablemos mucho menos. El umbral del cielo está iluminado por los rayos de su gloria, y él hará brillar esta luz en el corazón de cuantos sostengan con él relaciones normales. 

Cada institución tendrá que luchar con dificultades. Estas son permitidas para que sea probado el corazón de los hijos de Dios. Al alcanzar la adversidad a una de las instituciones del Señor es cuando se manifiesta la fe verdadera que tenemos en Dios y en su obra. En un tiempo como ése, no considere nadie las cosas bajo su luz más desfavorable, ni exprese nadie pensamientos de duda o incredulidad. No critiquéis a aquellos que llevan la carga de la responsabilidad. No permitáis que vuestras conversaciones en la familia sean envenenadas por la crítica de los obreros del Señor. Los padres que se permiten este espíritu de crítica, no ponen delante de sus hijos lo que los pueda hacer sabios para salvación. Sus palabras tienden a perturbar la fe y la confianza, no sólo de los hijos, sino también de las personas de mayor edad. 

Todos carecen ya demasiado de respeto y reverencia por las cosas sagradas. Satanás se apresurará a cooperar celosamente con quien critique para provocar la incredulidad, la envidia, los celos y la falta de respeto. Satanás obra siempre para impregnar a los hombres de su espíritu, para apagar el amor que debiera cultivarse cuidadosamente entre hermanos, para destruir la confianza, para estimular los celos, las sospechas y las disputas. ¡Ojalá no nos hallemos entre sus colaboradores! Un solo corazón abierto a su influencia puede esparcir muchas semillas de enemistad. Hasta puede realizarse una obra cuyas cosecuencias -la ruina de las almas- no se conocerán nunca completamente antes del gran día final. 

Cristo declara: “Y cualquiera que haga tropezar a alguno de estos pequeños que creen en mí, mejor le fuera que se le colgase al cuello una piedra de molino de asno, y que se le hundiese en lo profundo del mar. ¡Ay del mundo por los tropiezos! porque necesario es que vengan tropiezos; mas ¡ay de aquel hombre por quien viene el tropiezo!” Mateo 18:6-7. Una gran responsabilidad recae sobre los miembros de la iglesia. Deben velar por temor a que, descuidando las almas de los jóvenes en la fe y esparciendo semillas de duda e incredulidad bajo la instigación de Satanás, sean hallados responsables de la ruina de un alma. “Y haced derechas sendas para vuestros pies, para que lo cojo no se salga del camino, sino que sea sanado. Seguid la paz con todos, y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor. Mirad bien, no sea que alguno deje de alcanzar la gracia de Dios; que brotando alguna raíz de amargura, os estorbe, y por ella muchos sean contaminados”. Hebreos 12:13-15. 

-176-

El poder de los agentes de Satanás es grande, y el Señor exige de sus hijos que se fortalezcan unos a otros, “edificándoos sobre vuestra santísima fe”. 

En vez de cooperar con Satanás, aprenda cada uno lo que significa trabajar con Dios. En esta época deprimente su obra exige un valor y una fe inquebrantables que nos permitan sostenernos unos a otros. Todos necesitan, como obreros con Dios, estrechar las filas. ¡Qué no se lograría por la gracia de Dios si, cuando el desaliento aparece por todos lados, los miembros de la iglesia se uniesen para sostener a los obreros, para ayudarles con sus oraciones y su influencia! Entonces es cuando se debe trabajar como administradores fieles. 

En vez de criticar y censurar, tengan nuestros hermanos y hermanas palabras de estímulo y confianza que decir acerca de las instituciones del Señor. Dios les pide que alienten a los que llevan las cargas más pesadas, porque él mismo trabaja con ellos. Pide a su pueblo que reconozca el poder que obra para sostener sus instituciones. Honrad al Señor esforzándoos por hacer todo lo que podáis con el fin de cultivar en la institución la influencia que debe tener. 

Cuando tengáis ocasión de hacerlo, hablad a los obreros; decidles palabras que les inspiren fe y valor. Somos demasiado indiferentes unos con otros. Nos olvidamos demasiado a menudo que nuestros colaboradores necesitan fuerza y valor. En tiempos de pruebas o dificultades particulares, procurad demostrarles vuestro interés y vuestra simpatía. Cuando tratáis de ayudarles por vuestras oraciones, hacédselo saber. Haced repercutir en toda la línea el mensaje que Dios dirige a sus obreros: “Esfuérzate y sé valiente”. Josué 1:6. 

-177-

Los directores de nuestras instituciones tienen una tarea muy difícil: la de mantener el orden y una sabia disciplina entre la juventud confiada a su cuidado. Los miembros de la iglesia pueden hacer mucho para animarlos. Cuando los jóvenes no están dispuestos a someterse a la disciplina de la institución; cuando están decididos a seguir sus propios impulsos cada vez que no son del mismo parecer que sus superiores, no los sostengan ciegamente sus padres ni simpaticen con ellos. 

Más valdría, sí mucho más, que vuestros hijos sufriesen, y hasta que bajasen a la tumba, antes que aprender a tratar ligeramente los principios que forman el cimiento de la lealtad hacia la verdad, hacia el prójimo y hacia Dios. 

En casos de dificultades con los capataces, id directamente a los que tienen autoridad y averiguad. Recordad que los jefes de los diversos departamentos comprenden mucho mejor que los demás las reglas que son necesarias. Manifestad confianza en su juicio y respeto por su autoridad. Enseñad a vuestros hijos a respetar y honrar a aquellos a quienes Dios ha demostrado respeto y honra al colocarlos en puestos de confianza. 

Los miembros de la iglesia no pueden secundar de una manera más eficaz los esfuerzos de los directores de nuestras instituciones que dando en su propia familia un ejemplo de buen orden y disciplina. Muestren los padres a sus hijos, por sus palabras y conducta, lo que quieren que sean. Mantened constantemente la pureza del lenguaje y una verdadera cortesía cristiana. No se dé ningún aliciente al pecado, ni haya maledicencias ni sospechas. Enseñad a los niños y a los jóvenes a respetarse a sí mismos y a ser fieles a los principios y a Dios. Enseñadles a respetar la ley de Dios y las reglas de la casa paterna. Pondrán entonces estos principios en práctica en su vida y en todas sus relaciones con sus semejantes. Amarán a su prójimo como a sí mismos, crearán una atmósfera pura y ejercerán una influencia que estimulará a las almas débiles a progresar por el camino que conduce a la santidad y al cielo. 

Los hijos que reciban tales instrucciones no llegarán a ser una carga ni una causa de inquietud en nuestras instituciones; serán un apoyo para quienes llevan responsabilidades. Bajo una sabia dirección, quedarán preparados para ocupar puestos de confianza, y tanto por el precepto como por el ejemplo ayudarán constantemente a otros a hacer el bien. Estimarán en su justo valor los talentos que les hayan sido confiados, y harán el mejor uso posible de sus energías físicas, mentales y espirituales. Las tales almas estarán fortalecidas contra la tentación; no serán vencidas con facilidad. Con la bendición de Dios, tales caracteres son portaluces; su influencia contribuirá a formar obreros que sean creyentes prácticos. 

-178-

Los miembros de la iglesia, llenos del amor de Cristo por las almas, conscientes de sus privilegios y de las ocasiones que se les presentan, pueden ejercer sobre la juventud de nuestras instituciones una influencia inestimable para el bien. Su ejemplo de fidelidad en el hogar, en los negocios y en la iglesia; su bondad y cristiana cortesía, así como un interés verdadero por el bienestar espiritual de la juventud, contribuirán mucho a modelar el carácter de estos jóvenes para servir a Dios y a sus semejantes en esta vida y en la venidera. 

Deberes de la casa editorial hacia la iglesia

Así como la iglesia tiene una responsabilidad hacia la casa editorial, ésta la tiene también para con la iglesia. La una debe sostener a la otra. 

Los que ocupan puestos de responsabilidad en las casas editoriales no deben dejarse absorber por el trabajo a tal punto que no les quede tiempo para ocuparse en las cosas espirituales. Si este interés se mantiene muy vivo en la casa editorial, ejercerá una influencia poderosa en la iglesia; y si es vivo en la iglesia, se hará sentir con fuerza en la casa editorial. La bendición de Dios descansará sobre la obra si es dirigida de tal manera que las almas sean conducidas a Cristo. 

Todos los obreros de nuestras casas editoriales que profesan el nombre de Cristo, deben ser activos en la iglesia. Es de esencial importancia para su vida espiritual que aprovechen todo medio de gracia. Ellos obtendrán fuerza, pero no permaneciendo como espectadores, sino haciéndose obreros. Cada uno deberá estar inscrito en algún grupo que realice un trabajo regular y sistemático en relación con la iglesia. Todos deben comprender que tal es su deber como cristianos. Por sus votos bautismales se comprometieron a hacer todo lo que está en su poder para edificar la iglesia de Cristo. Mostradles que así lo exige su amor a Dios y su lealtad hacia su Redentor, hacia el ideal de la humanidad verdadera, hacia la institución para la cual trabajan. No pueden ser siervos fieles de Cristo, no pueden ser hombres y mujeres realmente íntegros, ni obreros aceptables en la institución de Dios, si descuidan estos deberes. 

-179-

Los que dirigen la institución en sus diferentes ramos deben velar especialmente para que la juventud contraiga buenas costumbres a este respecto. Cuando ella descuida las reuniones, cuando se aparta de sus deberes hacia la iglesia, buscad la causa. Mediante esfuerzos llenos de tacto y de bondad, tratad de despertar a los negligentes y haced revivir el interés que vacila. 

Nadie debe hallar en su trabajo un pretexto para descuidar el servicio sagrado del Señor. Más valdría poner a un lado su trabajo que descuidar sus deberes hacia Dios. 

A los hermanos a quienes han sido confiadas responsabilidades en las casas editoriales: 

Quiero llamar vuestra atención a la importancia que tiene el asistir a nuestras asambleas anuales; no sólo a las reuniones de negocios, sino a las reuniones que contribuirán a iluminaros espiritualmente. No os dais cuenta de la necesidad de estar en relación íntima con el cielo. Sin esta comunión, ninguno de vosotros está seguro; ninguno está capacitado para hacer la obra de Dios de un modo aceptable. 

En esta obra, más que en cualquier ocupación secular, el éxito guarda proporción con el espíritu de consagración y abnegación con que se trabaja. Los que llevan responsabilidades como directores de esta obra, necesitan colocarse donde podrán ser impresionados profundamente por el Espíritu de Dios. Su deseo de recibir el bautismo del Espíritu Santo y un conocimiento de Dios y de Cristo debe ser tanto mayor del que sienten otros cuanto más responsabilidades implica su puesto de confianza que el de un empleado común. 

Posted in

admin