“Y os habéis olvidado”¡Es una solemne y aterradora verdad que muchos de los que han sido celosos en la proclamación del mensaje del tercer ángel se están volviendo apáticos e indiferentes! La línea de demarcación entre los mundanos y los cristianos profesos es casi indistinguible. Muchos que una vez fueron adventistas fervientes están conformándose al mundo: a sus hábitos, costumbres y egoísmo. En lugar de llevar al mundo a rendirle obediencia a la ley de Dios, la iglesia está uniéndose más y más de cerca con el mundo en la transgresión. A diario la iglesia se convierte al mundo. ¿Cuántos cristianos profesos no son esclavos de las riquezas? El apetito desordenado y el derroche de dinero para satisfacer deseos egoístas constituyen una gran deshonra para Dios.
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Y por la falta de celo en la promulgación del mensaje del tercer ángel, muchos otros, aunque no aparentan vivir en transgresión, de todos modos están ejerciendo su influencia en favor de Satanás tan seguramente como aquellos que abiertamente pecan contra Dios. Multitudes de personas perecen, ¡pero cuán pocos se preocupan por estas almas! Ha caído sobre el pueblo de Dios un estupor, una parálisis que le impide entender su deber para esta hora.
Cuando los israelitas entraron en Canaán, no cumplieron el propósito de Dios de tomar posesión de toda la tierra. Luego de haber hecho una conquista parcial, se establecieron para disfrutar el fruto de sus victorias. En su incredulidad y amor por la comodidad, se congregaron en las porciones ya conquistadas, en lugar de marchar adelante y ocupar nuevos territorios. Así empezaron a apartarse de Dios. No alcanzaron a llevar a cabo sus propósitos, y por esta razón le hicieron imposible cumplir en ellos su promesa de bendición.
¿No está la iglesia haciendo la misma cosa hoy? Teniendo al mundo por delante en necesidad del evangelio, los cristianos profesos se congregan en donde pueden ellos mismos disfrutar de los beneficios del evangelio. No sienten la necesidad de ocupar nuevo territorio y llevar el mensaje de salvación a las regiones distantes. Rehúsan cumplir la comisión: “Id y haced discípulos en todas las naciones”. ¿Son menos culpables que los creyentes hebreos?
“Escogeos hoy a quien sirváis”
Se librará un conflicto agudo entre los que son leales a Dios y los que han desdeñado su ley. La veneración por la ley de Dios se ha trastornado. Por doctrina, los dirigentes religiosos enseñan mandamientos de hombres. Como fue en los días del antiguo Israel, así es en esta era del mundo. Pero aunque ahora prevalezcan la deslealtad y la transgresión, ¿tendrán menos respeto por la ley de Dios aquellos que la han venerado? ¿Se unirán con los poderes de la tierra para anularla? Los que son leales no se dejarán arrastrar por la corriente del mal. No despreciarán lo que Dios ha apartado como santo. No seguirán el ejemplo de olvido de Israel. Recordarán las intervenciones de Dios en favor de su pueblo en todas las edades, y andarán en sus mandamientos.
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La prueba les llega a todos. Hay sólo dos partidos. ¿De qué lado estáis vosotros?
El escudo de la omnipotencia
El pueblo de Dios que guarda sus mandamientos está bajo la protección del amplio escudo del Omnipotente.
El que habita al abrigo del Altísimo
Morará bajo la sombra del Omnipotente.
Diré yo a Jehová: Esperanza mía y castillo mío;
Mi Dios en quien confiaré.
Él te librará del lazo del cazador,
De la peste destructora.
Con sus plumas te cubrirá,
Y debajo de sus alas estarás seguro;
Escudo y adarga es su verdad.
No temerás el terror nocturno,
Ni saeta que vuele de día,
Ni pestilencia que ande en oscuridad,
Ni mortandad que en medio del día destruya.
Caerán a tu lado mil, Y diez mil a tu diestra;
Mas a ti no llegará.
Ciertamente con tus ojos mirarás
Y verás la recompensa de los impíos.
Porque has puesto a Jehová,
que es mi esperanza,
Al Altísimo por tu habitación,
No te sobrevendrá mal,
Ni plaga tocará tu morada.
Pues a sus ángeles mandará
acerca de ti,
Que te guarden en todos tus caminos.
En las manos te llevarán,
Para que tu pie no tropiece en piedra.
Sobre el león y el áspid pisarás;
Hollarás al cachorro del león y al dragón.
Por cuanto en mí ha puesto su amor,
yo también lo libraré;
Le pondré en alto, por cuanto
ha conocido mi nombre.
Me invocará, y yo le responderé;
Con él estaré yo en la angustia;
Lo libraré y le glorificaré.
Lo saciaré de larga vida,
Y le mostraré mi salvación.
Salmos 91.
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Jehová reina
Venid, aclamemos alegremente a Jehová
Cantemos con júbilo a la roca
de nuestra salvación.
Lleguemos ante su presencia con alabanza;
Aclamémosle con cánticos. Porque Jehová es Dios grande,
y Rey grande sobre todos los dioses.
Porque en su mano están las profundidades
de la tierra.
Y las alturas de los montes son suyas.
Suyo también el mar, pues él lo hizo;
Y sus manos formaron la tierra seca.
Venid, adoremos y postrémonos;
Arrodillémonos delante de Jehová
nuestro Hacedor.
Porque él es nuestro Dios;
Nosotros el pueblo de su prado,
y ovejas de su mano.
Si oyereis hoy su voz,
No endurezcáis vuestro corazón,
como en Meriba,
Como en el día de Masah en el desierto,
Donde me tentaron vuestros padres,
Me probaron, y vieron mis obras.
Cuarenta años estuve disgustado
con la nación,
Y dije: Pueblo es que divaga de corazón,
Y no han conocido mis caminos.
Por tanto, juré en mi furor
Que no entrarían en mi reposo.
Salmos 95.
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Cantad a Jehová cántico nuevo;
Cantad a Jehová, toda la tierra.
Cantad a Jehová, bendecid su nombre;
Anunciad de día en día su salvación.
Proclamad entre las naciones su gloria, En todos los pueblos sus maravillas.
Porque grande es Jehová, y digno
de suprema alabanza;
Temible sobre todos los dioses.
Porque todos los dioses de los pueblos
son ídolos;
Pero Jehová hizo los cielos.
Alabanza y magnificencia delante de él;
Poder y gloria en su santuario.
Tributad a Jehová, oh familias de los pueblos,
Dad a Jehová la gloria y el poder.
Dad a Jehová la honra debida a su nombre;
Traed ofrendas, y venid a sus atrios.
Adorad a Jehová en la hermosura de la santidad;
Temed delante de él, toda la tierra.
Decid entre las naciones: Jehová reina.
También afirmó el mundo, no será conmovido;
Juzgará a los pueblos en justicia.
Alégrense los cielos, y gócese la tierra;
Brame el mar y su plenitud.
Regocíjese el campo, y todo lo que en él está;
Entonces todos los árboles del bosque
rebosarán de contento,
Delante de Jehová que vino;
Porque vino a juzgar la tierra.
Juzgará al mundo con justicia,
Y a los pueblos con su verdad.
Salmos 96.
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Sección 3—Cartas a médicos
“A mí no me es
molesto el escribiros
las mismas cosas,
y para vosotros es seguro”.
Filipenses 3:1
El valor de la prueba
Rumbo a Copenhague, Dinamarca,
16 de julio de 1886.
Al médico supervisor del Sanatorio de Battle Creek
Mi estimado hermano,
Tengo el mayor afecto por usted y quisiera que los que se dedican a reprocharlo lo dejaran en paz. Pero, mi hermano, recuerde que estas cuitas y perturbaciones son parte integral de “todas las cosas” que ayudan a bien a los que aman a Dios. Dios vela por usted y toma cuenta de aquellos que lo denigran y procuran despedazarlo. Pero si se muestra valiente, si su alma está anclada en Dios, si confía en su Padre celestial como un niño en sus padres, si es justo y ama la misericordia, Dios puede y ha de obrar en usted. Su promesa es segura: “Honraré a los que me honran”. 1 Samuel 2:30.
Recuerde que su experiencia no es la primera de su índole. ¿Recuerda las historias de José y Daniel? El Señor no impidió las maquinaciones de hombres impíos; pero hizo que sus artimañas obraran para el bien de aquellos que, en medio de la prueba y el conflicto, mantuvieron su fe y lealtad.
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El fuego del horno no tiene como propósito destruir, sino refinar, ennoblecer y santificar. Sin la prueba, no sentiríamos tan hondamente nuestra necesidad de Dios y de su ayuda; y nos tornaríamos orgullosos y autosuficientes. En las pruebas que encara, yo veo evidencia de que el Señor vela por usted y que se propone atraerlo hacia él. No son los sanos sino los heridos los que necesitan un médico; aquellos que se ven presionados más allá de lo que pueden aguantar son los que necesitan un ayudador. Acuda a la fortaleza. Aprenda la valiosa lección: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas; porque mi yugo es fácil y ligera mi carga”. Mateo 11:28-30.
Jesús le ama, y me alegra leer acerca de la experiencia por la cual está atravesando, no porque es un sufridor, sino porque a mi parecer esto es evidencia de que el Señor Jesús lo está probando para ver si usted se acercará a él, si pondrá su confianza en él, y hallará descanso y paz en su amor. Estoy orando para que venga a él, quien es la Fuente de agua viva. Esta es la experiencia que cada uno de nosotros debe tener si hemos de morar con Cristo para siempre en las mansiones que ha ido a preparar para nosotros. Usted tiene lecciones de la mayor importancia que aprender en la escuela de Cristo, que lo llevarán a buscar su propia salvación con temor y temblor.
Es cuando disfruta de prosperidad y los hombres hablan bien de usted que está en mayor peligro. Manténgase alerta porque será probado. Mi mayor temor ha sido que prospere demasiado y que no logre aprender que su dependencia debe estar solamente en Dios. Ha sido colocado en un puesto de la mayor confianza y honor, y ha estado en peligro de turbarse y olvidarse de confiar en Dios. Ha sido colocado donde puede ejercer una vasta influencia en favor del bien si mantiene su vista fija en la gloria de Dios. Su Padre celestial lo ama, y lo traerá a sí por medio de las pruebas que a usted le parecen tan severas.
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Deseo fervientemente que tenga una libre entrada en la ciudad de Dios, no como un acusado apenas perdonado, sino como vencedor. Mi hermano, ¿no meditará usted sobre esto? Si se mantiene leal, humilde y fiel en esta vida, se le dará amplia entrada. Entonces el árbol de la vida será suyo, porque obtuvo la victoria sobre el pecado; la ciudad cuyo artífice y hacedor es Dios será su ciudad. Sujete su imaginación a las cosas invisibles. Que su mente se extasíe pensando en las evidencias del gran amor que Dios le tiene. Al contemplar el objeto que persigue, perderá todo sentido de dolor ocasionado por las leves aflicciones que pronto pasarán.
La experiencia de Pablo
Copenhague, Dinamarca,
17 de julio de 1886
Pablo era un hombre que sabía lo que era ser partícipe de los sufrimientos de Cristo. Estaría demás que yo repitiera la historia de sus tribulaciones. Su vida era de constante actividad, a pesar de que era víctima de muchas enfermedades. Lo perseguían constantemente el odio y la mala voluntad de los judíos. Ellos se oponían a él implacablemente y hacían todo lo que estaba a su alcance para impedir su obra. Sin embargo, su voz repercute hasta nuestros tiempos, diciendo: “Porque esta leve tribulación momentánea produce en nosotros un cada vez más excelente y eterno peso de gloria; no mirando nosotros las cosas que se ven, sino las que no se ven; pues las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas”. “Pues tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse”. 2 Corintios 4:17, 18; Romanos 8:18. No es exagerada la valoración de Pablo de los privilegios y ventajas de la vida cristiana. Yo hablo sin titubeos sobre este asunto, porque sé por experiencia que lo que él dice es verdad.
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Hay descanso en el amor de Dios
Pablo dice, además: “Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios. Pues no habéis recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor, sino que habéis recibido el espíritu de adopción, por el cual clamamos: ¡Abba, Padre!” Romanos 8:14, 15. Una de las lecciones que debemos aprender en la escuela de Cristo es que el amor del Señor por nosotros es mucho más grande que el de nuestros padres terrenales. Necesitamos una fe indiscutible y una confianza perfecta en él. “El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios. Y si hijos, también herederos, herederos de Dios y coherederos con Cristo, si es que padecemos juntamente con él, para que juntamente con él seamos glorificados”. Romanos 8:16, 17.
Que el Señor le ayude, como discípulo diligente en la escuela de Cristo, a aprender a poner sus cargas sobre Cristo. Y si es usted libre en su amor, mirará por encima y más allá de estas pruebas perturbadoras. Piense en lo que Cristo sufrió por usted y nunca olvide que es parte de nuestro legado como cristianos ser partícipes con él de sus sufrimientos, para que también participemos juntamente con él de su gloria.
El peligro de la autosuficiencia
Estudie el sueño de Nabucodonosor registrado en el capítulo cuatro de Daniel. El rey vio un árbol de hermoso follaje en medio de la tierra. Las bestias del campo se ponían a su sombra, y las aves del cielo hacían su morada en sus ramas. Así fueron representadas la grandeza y la riqueza de Nabucodonosor. Las naciones estaban bajo su soberano imperio y su reino estaba firmemente establecido en el corazón de sus leales súbditos.
El rey contempló su prosperidad, y a causa de ella se enalteció. No obstante las advertencias de Dios, hizo las mismas cosas que el Señor le había dicho que no hiciera. Contemplando su reino con orgullo, declaró: ¿No es esta la gran Babilonia que yo edifiqué para casa real con la fuerza de mi poder, y para gloria de mi majestad!” Daniel 4:30. En el mismo instante que estas palabras fueron proferidas, la sentencia del tribunal fue pronunciada. El rey perdió el juicio. La razón que él había considerado ser tan perfecta, la sabiduría que él se había jactado de tener, le fueron arrebatadas. La mente, joya que eleva al hombre por encima de las bestias, él ya no pudo retener.
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El cetro ya no está en manos de un monarca altivo y poderoso. El gran gobernante es un demente. Es apacentado como buey y come hierba como los bueyes. Acompaña a las bestias del campo. Las sienes que una vez lucieron una corona se encuentran desfiguradas por la ausencia de la razón y el intelecto. Ha salido el mandato: “Derribad el árbol, y cortad sus ramas, quitadle el follaje, y dispersad su fruto”. Daniel 4:14.
Así es como el Señor se ensalza a sí mismo como el Dios verdadero y viviente. Con razón exclamó David: “Vi yo al impío sumamente enaltecido, y que se extendía como laurel verde. Pero él pasó, y he aquí ya no estaba; lo busqué, y no fue hallado”. Salmos 37:35, 36. Al ensalzarse los hombres con altivez, el Señor no los sostiene ni evita su caída. Cuando una iglesia se vuelve orgullosa y jactanciosa, y deja de depender de Dios, no exaltando su poder, seguramente el Señor la abandonará y abatirá. Cuando un pueblo se gloría en las riquezas, el intelecto, el conocimiento, o en cualquier cosa que no sea Cristo, pronto será confundido.
El que lleva nuestras cargas
Hermano mío, recuerde que esta tierra no es el cielo. Cristo dijo: “En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he venido al mundo”. “Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos. Bienaventurados sois cuando por mi causa os vituperen y os persigan, y digan toda clase de mal contra vosotros, mintiendo”. Juan 16:33; Mateo 5:10-12.
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Jesús no lo ha abandonado para que usted se asombre por las pruebas y dificultades que encuentra. Él se lo ha expuesto todo, como también le ha dicho que no se quede abatido ni oprimido cuando vienen las pruebas. Mire a Jesús, su Redentor; tenga ánimo y regocíjese. Las pruebas más duras de soportar son aquellas que provienen de nuestros hermanos, de nuestros amigos cercanos; pero aun estas pruebas pueden ser soportadas con paciencia. Jesús no está en la tumba nueva de José. Resucitó y ascendió al cielo para interceder allí en nuestro favor. Tenemos un Salvador que nos amó de tal manera que murió por nosotros, a fin de que por él pudiésemos tener esperanza, fuerza y valor, y un lugar con él en su trono. Él puede y quiere ayudarnos si lo invocamos.
Si procura llevar solo sus cargas, será aplastado por ellas. Usted lleva pesadas responsabilidades. Jesús las conoce, y no lo dejará solo, si usted no lo abandona. Él se siente honrado cuando le confía la custodia de su alma como a un Creador fiel. Lo invita a esperar en su misericordia, creyendo que él no desea que lleve con su propia fuerza estas pesadas responsabilidades. Tan sólo crea, y verá la salvación de Dios.
¿Siente usted su insuficiencia para el puesto de confianza que ocupa? Gracias a Dios por esto. Cuanto más sienta su debilidad, tanto más inclinado estará a buscar un auxiliador. “Acercaos a Dios, y él se acercará a vosotros”. Santiago 4:8. Jesús quiere que usted sea feliz y alegre. Quiere que haga lo mejor que puede con la capacidad que Dios le ha dado, y luego confíe en que el Señor le ayudará, y suscitará a quienes le habrán de ayudar a llevar las cargas.
No permita que le hagan daño las palabras crueles de los hombres. ¿No dijeron los hombres cosas crueles acerca de Jesús? Usted yerra, y a veces puede dar ocasión a que se hagan declaraciones inclementes, cosa que nunca hizo Jesús. Él era puro, inmaculado, y sin contaminación. No espere usted mejor suerte en esta vida que la que tuvo el Príncipe de gloria. Cuando sus enemigos vean que pueden hacerle daño, se regocijarán, y Satanás también. Mire a Jesús, y trabaje sinceramente para su gloria. Mantenga su corazón en el amor de Dios.