Testimonios para la Iglesia, Vol. 8, p. 141-151, día 427

Apartad la vista de los hombres

Puede ser que aún los miembros de la iglesia a la cual pertenece digan cosas que le ofendan. Pero, siga adelante con calma y en paz, siempre confiando en Jesús, recordando que no es dueño de sí mismo, que es propiedad de Cristo, comprado por la sangre del Hijo amado de Dios, y que está empeñado en su obra, procurando traer bendición a la humanidad. Esta es una gran obra. No deje que la perversidad de los hombres lo aparte de su firme confianza y fe perdurable en las promesas de Dios. 

A usted le duele cuando alguien por quien ha hecho mucho se convierte en su enemigo, habiendo caído bajo una influencia enemiga. ¿Pero no le hace usted lo mismo a Jesús al apartarse de él? Él ha sido su mejor amigo. Ha hecho todo lo posible para merecer su amor. Ha querido ganar su confianza. Le ha pedido que venga a él con todas sus cargas y penas, y ha prometido proveerle descanso y sosiego, si lleva usted su yugo y su carga. Él declara que su yugo es fácil y ligera su carga. Demuestre que lo cree. Confíe en la palabra de Dios. Usted nunca habría podido estar donde está, llevando las responsabilidades que tiene, a menos que Jesús le hubiera dado ayuda especial. Reconózcalo. Alabe a Dios por haberle sido de ayuda, y confíe aún en él. 

Que Cristo forme parte de su vida. No piense que usted es responsable por el mal comportamiento de los demás, aunque sean de la iglesia. En la iglesia hay personas infieles que tratan a Jesús peor que a usted. Si él estuviera en la tierra, lo insultarían, lo injuriarían, y lo denigrarían. “Es necesario que vengan tropiezos, pero ¡ay de aquel hombre por quien viene el tropiezo!… Mejor le fuera que se le colgase al cuello una piedra de molino de asno, y que se le hundiese en lo profundo del mar”. Mateo 18:7, 6. 

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Usted lleva una carga pesada. Ojalá que todos pudieran sentir esto como yo. Ojalá que todos sus hermanos le fueran leales y fieles, que no le sirvieran de estorbo, que no lo exaltasen ni glorificaran, sino que lo vieran como uno a quien Dios está usando como instrumento para hacer una obra determinada, y recordaran que no deberían estorbar el progreso, sino arrimar el hombro, ayudando y no entorpeciendo.

Un eterno peso de gloria

Otra vez digo: Regocíjese en el Señor. Descanse en él. Usted necesita su poder, y puede tenerlo. Siga adelante con firmeza y valor. Usted podrá errar en su criterio, pero no se suelte de Jesús. Él es la sabiduría, la luz, y el poder. Es como un gran Peñasco en tierra calurosa. Descanse en su sombra. Usted necesita sabiduría, y Jesús se la dará. No sea incrédulo. Mientras más sea sacudido, mal entendido, mal interpretado, mayor será la evidencia de que está haciendo una labor para el Maestro, y mayor su necesidad de afianzarse en su Salvador. En todas sus dificultades, manténgase sereno e imperturbable, paciente y magnánimo, no devolviendo mal por mal, sino bien por mal. Mire la parte de arriba de la escalera. Dios está sobre ella. Su gloria ilumina a toda alma que asciende hacia el cielo. Jesús es la escalera. Suba por él, aférrese de él, y dentro de poco tiempo se bajará de la escalera para entrar en su reino sempiterno. 

Es mi deseo que usted llegue al cielo. No conozco a ninguna otra persona que apreciaría el cielo más que usted, que haya trabajado tan infatigablemente para aliviar el sufrimiento de la humanidad, perdiendo sueño, dejando de comer, disfrutando de muy poco placer en su vida. A veces parece que no hay mucho sol en su camino, sólo una larga y constante sombra. Las aflicciones que pasa, los mortales dependientes que anhelan auxilio, su contacto con los seres humanos depravados y corruptos; esta experiencia es de una naturaleza capaz de debilitar su fe en la humanidad. 

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Por cierto que tiene que mirar a Jesús, manteniendo su vista fija en la gloria que está en la parte superior de la escalera. Sólo por medio de Cristo podrá estar seguro del cielo, donde todo es pureza, santidad, paz y bendición; donde hay cosas sublimes que los labios mortales no alcanzan a describir. Lo más que nos podemos aproximar a una descripción del premio que espera a los vencedores es decir que es un cada vez más excelente y eterno peso de gloria. Será una eternidad de felicidad, una eternidad bendecida que va desplegando nuevas maravillas conforme van corriendo los siglos sin fin.

Usted tiene que estar allí. No importa lo que pierda aquí, resuelva asegurarse de la vida eterna. Nunca se desanime. Muchas veces he visto que los brazos eternos lo envolvían, cuando usted parecía no ver ni apreciar la gran condescendencia del cielo. Viva para Jesús. Usted puede trabajar mejor como médico en el sanatorio si hace de Cristo su médico jefe. Esfuércese fervientemente por obtener la corona de la vida. Ocúpese en servir a Dios. Vale la pena, no sólo en esta vida, sino en la venidera. Siento un interés muy profundo en usted y en su esposa, a quien amo en el Señor, como por mis propios hijos y sus esposas. Anhelo que usted y su esposa se encuentren entre los redimidos, para tomar parte en la coronación de Cristo. Deseo profundamente que salga más que vencedor por medio de aquel que dio su vida por usted. Por esta razón, mi hermano, le he hablado con claridad. Deseo profundamente que disfrute de una eternidad feliz. Se encuentra usted en una posición sumamente difícil. He temido que vaya usted a perder su fe y valor. Crezca en la gracia y el conocimiento de la verdad. Acérquese a sus hermanos. No importa lo que venga, no pierda su fe en ellos o en Cristo; y manténgase firme en la verdad. 

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Extracto de una carta escrita en 1892 en Adelaida, Australia.

Hermano mío, usted tendrá que encarar pruebas, pero mantenga su integridad. No demuestre otra cosa que un espíritu noble. El universo celestial está observando el conflicto. Satanás lo observa, ansioso de sorprenderlo desapercibido, de verlo actuar impetuosamente para ganarle ventaja. Pelee varonilmente la batalla del Señor. Haga lo que Cristo haría si estuviera en su lugar. Que no haya inconsistencia en su fe y práctica. No se deje impacientar por las molestias irritantes que siempre surgen. Cálmese, piense en Jesús y haga lo que pueda para agradarlo. La gracia de Cristo y del Espíritu Santo son los dones del cielo para usted, de tal modo que sea fortalecido con poder en el hombre interior. 

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Concentración excesiva en Battle Creek

South Lancaster, Massachusetts,

16 de octubre de 1890.

A los gerentes del Sanatorio de Battle Creek

Estimados hermanos,Estando en Petoskey tuve la oportunidad de conversar con el médico encargado referente al establecimiento de un hogar para niños huérfanos en Battle Creek. Yo dije que esto era precisamente lo que se necesitaba entre nosotros como pueblo, y que en esta clase de empresas íbamos a la zaga de otras denominaciones. 

En el curso de mi conversación mencioné mi temor de que estemos centralizando demasiadas funciones en Battle Creek, y todavía soy de la misma opinión. Es peligroso concentrar tanto en una localidad. Una gran cantidad de recursos se emplea en este solo lugar, a la vez que se descuidan ciudades que se harán más difíciles de trabajar con el correr del tiempo. 

He estado revisando algunos de mis escritos, y veo que se dieron advertencias sobre este punto hace años. Se expresa claramente que los edificios en Battle Creek no deben ensancharse, que no se debe añadir un edificio tras otro para que haya más comodidad. Se nos instruyó que no se debieran acumular intereses en ese solo lugar, sino más bien que se ampliara nuestra esfera de trabajo. Battle Creek estaba en peligro de convertirse en un centro poderoso como la Jerusalén antigua. Si no hacemos caso de estas advertencias, los males que arruinaron a Jerusalén nos afectarán a nosotros también. El orgullo, la exaltación propia, el descuido de los pobres, y la parcialidad en favor de los ricos: estos fueron los pecados de Jerusalén. Hoy día, cuando se levantan tantos intereses en un solo lugar, los obreros se ven tentados a exaltarse con egoísmo y envanecimiento. Cuando ceden a esta tentación, dejan de ser obreros unidos a Dios. En lugar de procurar el aumento de funciones en Battle Creek, debemos con valor y voluntad dividir las que ya existen allí, esparciéndolas por diferentes lugares. 

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Somos un “espectáculo al mundo, a los ángeles y a los hombres”. 1 Corintios 4:9. Nuestra misión es la misma que fue anunciada por Cristo al comienzo de su ministerio. “El Espíritu del Señor está sobre mí”, dijo él, “por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres; me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón; a pregonar libertad a los cautivos, y vista a los ciegos; a poner en libertad a los oprimidos; a predicar el año agradable del Señor”. Lucas 4:18, 19.

Hemos de llevar a cabo la obra que el Maestro ha puesto en nuestras manos. El dice: “…si dieres tu pan al hambriento, y saciares al alma afligida, en las tinieblas nacerá tu luz, y tu oscuridad será como el mediodía. Jehová te pastoreará siempre, y en las sequías saciará tu alma, y dará vigor a tus huesos; y serás como huerto de riego, y como manantial de aguas, cuyas aguas nunca faltan”. “Porque no faltarán menesterosos en medio de la tierra; por eso yo te mando, diciendo: Abrirás tu mano a tu hermano, al pobre y al menesteroso en tu tierra”. “Así que, todas las cosas que queráis que los hombres hagan con vosotros, así también haced vosotros con ellos; porque esto es la ley y los profetas”. Isaías 58:10, 11; Deuteronomio 15:11; Mateo 7:12.

Nos veremos tentados a ser codiciosos y avaros, a cultivar un deseo insaciable de tener más. Si cedemos a esta tentación, nos acarreará los mismos peligros que cayeron sobre la antigua Jerusalén. No lograremos conocer a Dios ni representarlo por medio del carácter. Es preciso que nos vigilemos de cerca para que no caigamos por causa de la incredulidad, como los judíos. Hemos de trabajar abnegadamente. Hemos de sentir un profundo interés por el establecimiento y crecimiento de otras instituciones además de aquellas que tenemos bajo nuestra supervisión. Desearía sinceramente que el Sanatorio estuviera a muchos kilómetros de distancia de Battle Creek. Basándome en la luz que Dios me ha dado, sé que esto sería mucho mejor para su espiritualidad y utilidad. El colegio que está cerca de Lincoln, Nebraska, podría recibir a un buen número de personas de Battle Creek, y así es como debiera ser. La luz debería brillar desde otros lugares tanto como de Battle Creek. Es el designio de Dios que la luz brille desde diferentes ciudades y localidades.

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La gran centralización en un solo lugar es un error; sabe a egoísmo. Battle Creek recibe más de lo que le pertenece en recursos. Si los intereses importantes establecidos allí fueran divididos y subdivididos, otras iglesias se verían fortalecidas. Hemos de trabajar abnegadamente en la gran viña del Señor, midiendo el tiempo, el dinero, los intereses educacionales y los institutos ministeriales, de tal manera que el más elevado número aprovechara los beneficios. La ambición que hace que los hombres centralicen tantas empresas en Battle Creek se debe restringir para que otros lugares sean bendecidos con los beneficios que algunos pensaban reunir allí. Al concentrar mucho en un solo lugar, se imparte una educación equivocada al pueblo.

Hacer planes mayormente para Battle Creek no es nada sabio. El mundo es nuestro campo de labor, y el dinero que se gasta en este solo lugar alcanzaría para llevar adelante una obra agresiva en muchas partes. Hay incontables ciudades donde la gente necesita escuchar el mensaje evangélico. En vez de que tantos de nuestros obreros capaces se concentren en Battle Creek, se deben asignar hombres de una habilidad santificada a puestos activos en diferentes localidades. Estos hombres debieran tener un interés vivo en muchos lugares y estudiar la manera y los medios mediante los cuales puedan adelantar la obra. No han de actuar en base a su propio criterio, sino que han de combinarse para llevar a cabo la gran obra. Año tras año, conforme vaya fortaleciéndose la obra en el lugar donde están laborando, han de educar y adiestrar obreros y enviarlos a trabajar en otras partes. 

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El servicio abnegado

Hay que establecer un límite para la expansión de nuestras instituciones en Battle Creek. El campo es el mundo, y Dios tiene interés en otras partes de su gran viña. Hay iglesias e instituciones que para existir se esfuerzan hasta lo sumo por obtener un espacio donde mantenerse en pie. Que nuestras prósperas instituciones se encarguen de fortalecer lo que queda y está a punto de morir. ¡Con cuánta facilidad no podría la gran iglesia de Battle Creek destinar algunos de sus recursos para auxiliar las iglesias más pobres, que están casi aplastadas bajo la carga de la deuda! ¿Por qué año tras año estas iglesias hermanas se dejan solas para lidiar con la pobreza y la deuda? El egoísmo engendra la muerte espiritual. ¡Cuánto mayor sería el bien que nuestras iglesias más pudientes harían si auxiliaran a sus iglesias hermanas, elevándolas a un nivel de prosperidad!

La ayuda para los que la necesitan

Como agentes de Dios, hemos de tener corazones de carne, llenos del amor que nos insta a ser de ayuda para los que tienen mayor necesidad que nosotros. Si vemos a nuestros hermanos y hermanas luchando bajo la pobreza y la deuda, si vemos iglesias que están en necesidad de ayuda financiera, debemos manifestar un interés abnegado en ellos y auxiliarlos en la medida que Dios nos ha prosperado a nosotros. Si los que están a cargo de alguna institución ven a otras instituciones luchando tenazmente por conseguir espacio para estar en pie con el fin de realizar una obra semejante a la de ellos, que no les dé envidia.

No procuréis eliminar a un grupo que se esfuerza y jactaros por ello con un sentido de superioridad. Deberíais más bien limitar algunos de vuestros grandes proyectos y auxiliar a los que están en necesidad. Ayudadlos a llevar a cabo algunos de sus proyectos para ampliar sus instalaciones. No, empleéis cada dólar en la amplificación de vuestras instalaciones y en el aumento de vuestras responsabilidades. Reservad parte de vuestros recursos para establecer instituciones y escuelas en otros lugares. Necesitaréis mucha sabiduría para determinar dónde establecer estas instituciones para que el pueblo reciba el mayor beneficio. Todos estos asuntos deben recibir la más franca consideración. 

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Los que ocupan puestos de responsabilidad necesitarán sabiduría de lo alto para manejar las cosas justamente, amar la misericordia y demostrarla no sólo a los pocos, sino a todos con quienes se relacionan. Cristo identifica sus intereses con los de su pueblo, no importa cuán pobre y necesitado sea. Se deben abrir misiones para la gente de color, y todos deben intentar hacer algo de inmediato. 

Hay necesidad de establecer instituciones en diferentes lugares para que hombres y mujeres se pongan a trabajar haciendo lo mejor que puedan en el temor de Dios. Ninguno debiera perder de vista su misión y trabajo. Que todos procuren cumplir con éxito el trabajo que tienen entre manos. Todas nuestras instituciones deben tener esto en mente y esforzarse por lograr el éxito; pero a la vez recordar que su éxito aumentará a medida que ejerzan una liberalidad desinteresada, compartiendo su abundancia con aquellas instituciones que están luchando por su existencia. Entre nosotros existe poco del amor verdadero y abnegado. El apóstol Juan dice: “Todo aquel que ama, es nacido de Dios, y conoce a Dios. El que no ama, no ha conocido a Dios; porque Dios es amor”. “Si nos amamos unos a otros, Dios permanece en nosotros, y su amor se ha perfeccionado en nosotros”. 1 Juan 4:7, 8, 12. No es del agrado de Dios ver que un hombre cuide sólo de lo suyo e ignore los intereses de sus prójimos. 

Lo que una institución puede hacer por otra

En su providencia, Dios ha prosperado grandemente el Sanatorio de Battle Creek, y durante el año venidero los encargados deben limitar sus necesidades. En vez de llevar a cabo todo lo que desean hacer para ensanchar sus instalaciones, deben realizar una labor desinteresada para Dios, tendiendo la mano de caridad a otros intereses centrados en otros lugares. ¡Cuán grande no sería el beneficio que le conferirían al Rural Health Retreat (Retiro Rural de Salud) de Santa Elena, si donaran unos cuantos miles de dólares a esta empresa! Una donación tal levantaría el ánimo de los encargados, inspirándolos a marchar hacia adelante y hacia arriba.

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El Sanatorio de Battle Creek recibió donativos en sus primeros años y, por lo tanto, ¿no debería este sanatorio estudiar cuidadosamente lo que pudiera hacer en favor de su institución hermana en la costa del Pacífico? Mis hermanos de Battle Creek, ¿acaso no es conforme a la voluntad de Dios que limitéis vuestras necesidades, disminuyendo vuestra labor de construcción, no ampliando nuestras instituciones en ese centro? ¿Por qué no habéis de sentir que es un privilegio y un deber ayudar a los que necesitan ayuda? 

Hace falta una reforma

La instrucción que me ha sido dada es que hace falta una reforma con respecto a estas cosas; que debiera prevalecer la liberalidad entre nosotros. Existe el peligro de que aun los adventistas del séptimo día sean vencidos por una ambición egoísta y que quieran concentrar todos los recursos y el poder en los intereses sobre los cuales tienen especial gobierno. Hay peligro de que los hombres permitan que surjan celos en sus corazones y que sientan envidia de otros intereses que son tan importantes como los que ellos manejan. Los que albergan la gracia de un cristianismo puro no pueden ver con indiferencia a ninguna de las partes de la gran viña del Señor. Los que están verdaderamente convertidos tendrán un mismo interés en la obra en todos los sectores de la viña y estarán dispuestos a ayudar doquiera se necesite ayuda.

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Es el egoísmo lo que impide que los hombres envíen ayuda a los lugares donde la obra de Dios no prospera tanto como en la institución que está bajo su supervisión. Los que llevan responsabilidades debieran procurar el bien de todo ramo de la causa y obra de Dios. Deben alentar y sostener los intereses en otros campos tanto como en los suyos propios. Así el vínculo de la hermandad se fortalecería entre los miembros de la familia de Dios sobre la tierra, y se cerraría la puerta a las envidias baladíes y los rencores que el puesto y la prosperidad de seguro suscitarán, a menos que la gracia de Dios gobierne el corazón.

“Pero esto digo -declaró Pablo-: El que siembra escasamente, también segará escasamente; y el que siembra generosamente, generosamente también segará. Cada uno dé como propuso en su corazón: no con tristeza, ni por necesidad, porque Dios ama al dador alegre. Y poderoso es Dios para hacer que abunde en vosotros toda gracia, a fin de que, teniendo siempre en todas las cosas todo lo suficiente, abundéis para toda buena obra… para que estéis enriquecidos en todo para toda liberalidad, la cual produce por medio de nosotros acción de gracias a Dios. Porque la ministración de este servicio no solamente suple lo que a los santos falta, sino que también abunda en muchas acciones de gracias a Dios; pues por la experiencia de esta ministración glorifican a Dios por la obediencia que profesáis al evangelio de Cristo, y por la liberalidad de vuestra contribución para ellos y para todos; asimismo en la oración de ellos por vosotros, a quienes aman a causa de la superabundante gracia de Dios en vosotros. ¡Gracias a Dios por su don inefable!” 2 Corintios 9:6-8, 11-15.

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