Testimonios para la Iglesia, Vol. 8, p. 191-201, día 432

Palabras de aliento

Cooranbong, Australia,

12 de diciembre de 1899.

Al director médico del Sanatorio de Battle Creek

Mi estimado hermano,

Usted se expresa como si no tuviera amigos. Pero Dios es su amigo, y la hermana White es su amiga. Usted ha llegado a pensar que yo había perdido confianza en usted; pero mi querido hermano, como le he dicho antes por escrito, yo sé que el Señor lo ha colocado en un puesto de mucha importancia, como médico a quien el Señor le ha impartido conocimiento y sabiduría para que haga justicia y juicio y manifieste un verdadero espíritu misionero en la institución fundada para que la verdad presente contraste con el error. 

Mi hermano, el Señor no lo ha dejado entrar en la lucha abandonado. Él le ha dado sabiduría y el favor de Dios y los hombres. Ha sido su ayudador. Lo ha escogido como su agente para exaltar la verdad en el Sanatorio de Battle Creek, a diferencia de las instituciones médicas del mundo. Fue su propósito que el Sanatorio de Battle Creek fuera una institución donde el Señor fuese reconocido a diario como el Monarca del universo. “Todos los habitantes de la tierra son considerados como nada; y él hace según su voluntad en el ejército del cielo, y en los habitantes de la tierra, y no hay quien detenga su mano, y le diga: ¿Qué haces!” Daniel 4:34.

El Señor ha dispuesto que la proclamación del mensaje del tercer ángel sea la obra más elevada y sobresaliente que se lleve a cabo en el mundo hoy día. Lo ha honrado colocándolo en un puesto de mucha responsabilidad dentro de su obra. No debía usted de separar su influencia del ministerio evangélico. Debía contribuir a la comprensión de la verdad y a la obediencia de la misma en todo aspecto de su trabajo. El lugar que el Señor le ha dado que ocupe estaba bajo su mando en la divina teocracia. Era su deber aprender de Jesús, el Gran Maestro, trazando planes y trabajando de acuerdo con su ejemplo.

-193-

Le tocaba ser un fiel médico de las almas, como también de los cuerpos de los que están bajo su cuidado. Si hubiera cumplido con este cometido, utilizando correctamente los talentos que Dios le dio, no le habría tocado trabajar solo. Uno que nunca se equivoca era el que presidía. Sólo el poder del Espíritu Santo puede mantener agradable, fragante, suave y humilde el espíritu, capacitando al obrero para pronunciar las palabras correctas a su debido tiempo. 

Usted no ha sido una persona perfecta. Frecuentemente ha perdido el dominio propio. Como consecuencia, sus palabras han sido inapropiadas. A veces se ha mostrado arbitrario y exigente. Pero las veces que ha procurado obtener el dominio sobre el yo, los ángeles de Dios han cooperado con usted porque, a través suyo, Dios actúa para poner la verdad en alto de modo que sea tenida en estima por el mundo. Dios le ha dado sabiduría, no para que su nombre sea ensalzado, sino para que aquellos que vienen al Sanatorio de Battle Creek se lleven una buena impresión acerca de la obra de los adventistas del séptimo día y respeten sus principios fundamentales. La estima de la cual goza no le vino porque sea usted más justo que todos los demás hombres, sino porque Dios ha querido usarlo como su instrumento. 

El propósito del establecimiento del sanatorio

Ha sido el propósito de Dios que en el sanatorio tanto misioneros, como maestros y médicos, conocieran el mensaje del tercer ángel, que es de lo más abarcante. Los ángeles del Señor debieron haber sido su sostén en la obra que se haría para que el Sanatorio de Battle Creek fuera conocido como una institución que está bajo el cuidado especial de Dios. El sentir misionero y la simpatía que prevalecían en esta institución eran el resultado de la obra de agentes celestiales. Dios ha dicho: “Fue de mi agrado operar señales y milagros. Con mi poder actué para glorificar mi nombre”. Muchos salieron del sanatorio con nuevos corazones. El cambio ha sido decidido. Al regresar ellos a sus hogares, han sido luces para el mundo. Se ha escuchado su voz diciendo: “Venid, todos los que teméis a Dios, y os haré conocer la obra que ha hecho en mi alma. He contemplado su grandeza; he probado su bondad”. 

194-

Una obra global

El Señor me ha mostrado que si el enemigo pudiera descarrilar la obra de Dios por vías equivocadas, y así impedir su avance, lo haría. Muchos de entre nuestro pueblo han hecho grandes inversiones sin haberse sentado a calcular el costo, sin averiguar si había bastante dinero para llevar adelante la obra que se inició. Ha habido falta de previsión. Muchos han perdido de vista la realidad de que la viña del Señor abarca el mundo entero. 

Las entradas fijas de los sanatorios no han de desembolsarse para sostener los múltiples ramos de la obra en favor de las clases bajas en nuestras ciudades pecaminosas. Muchos de los recursos que se han empleado para sostener esta gran obra, que crece cada día más, deberían haberse usado, por orden del Señor, para establecer instalaciones en otros países donde la luz de la reforma pro salud no ha brillado. Se debieron haber edificado en muchos países sanatorios menos costosos que los que se construyen en los Estados Unidos. De esta manera se habrían creado instalaciones que, al desarrollarse, hubieran ayudado a levantar establecimientos en otros lugares. 

El Señor es imparcial. Pero no ha sido bien representado por sus obreros. Lo que debió haberse hecho en muchos lugares de su viña fue entorpecido en gran manera porque hombres en el seno de la obra dejaron de ver cómo podía hacerse progresar el trabajo en los sectores más distantes de la viña. En algunos sectores del campo la tarea se ha hecho descomedidamente. Así se ha absorbido dinero que pudo haberse usado para facilitar el avance sin obstáculo de los obreros para establecer el estandarte de la verdad en lugares nuevos. No se debe privar de recursos a algunas porciones de la viña para emplearlos descuidadamente en otras. 

-195-

El hombre juzga conforme a su criterio limitado. Dios mira la clase de fruto que lleva el árbol, y después lo juzga. En el nombre del Señor pido a todos que piensen en la obra que estamos llamados a hacer y cómo ella ha de ser sostenida. La viña del Señor es el mundo, y hay que labrarla. 

No es el gran número de instituciones, los grandes edificios ni el despliegue exterior lo que Dios exige, sino más bien la acción armoniosa de un pueblo escogido por él y caro ante su vista, unido, y su vida escondida con Cristo en Dios. Todo hombre ha de estar en su heredad y en su lugar, ejerciendo una influencia benévola en pensamiento, palabra y hechos. Cuando todos los obreros de Dios hagan esto, y no hasta entonces, la obra de Dios llegará a ser completa y simétrica a cabalidad. 

Una palabra de advertencia

Dios anhela que sus instituciones y sus hijos escogidos y adoptados lo honren manifestando los atributos de un carácter cristiano. La misión que el evangelio abarca como obra misionera es una tarea directa y sustancial, que ha de brillar cada vez más hasta que el día esclarezca. Dios no quiere que la fe de su pueblo asuma la forma o apariencia de la obra humanitaria que ahora llamamos obra médica misionera. Los recursos y talentos de su pueblo no han de sumirse en las barriadas de Nueva York o Chicago. La obra de Dios debe llevarse a cabo inteligentemente. 

Deben manifestarse la abnegación y el sacrificio personal. Hemos de trabajar como Cristo, con sencillez y mansedumbre, con humildad y de una manera consagrada. Así seremos capacitados para realizar una labor diferente a toda la obra misionera del mundo. 

196-

No podemos confiar en muchos de los que supuestamente han sido rescatados del hoyo en que habían caído para que sean consejeros o se ocupen en la obra para estos últimos días. El enemigo está determinado a mezclar el error con la verdad. Para lograrlo, aprovecha la oportunidad que le ofrece la clase baja, en favor de la cual se ha invertido tanto esfuerzo y dinero, la clase de personas cuyos apetitos se han pervertido por causa de la gula, cuyas almas han sufrido el abuso, cuyos caracteres están distorsionados y deformados, seres de hábitos y pasiones rastreros, y cuyo pensamiento es de continuo hacia el mal. El carácter de los tales puede ser transformado, ¡pero en muy pocos es cabal y duradera esa obra!

Algunos serán santificados en la verdad; pero en muchos el cambio de hábitos y de proceder es superficial, aunque luego dicen ser cristianos. Son aceptados como miembros de iglesia sólo para ser una molestia y una carga pesada. Por intermedio de ellos, Satanás trata de sembrar las semillas de la envidia, la deshonestidad, la crítica y la acusación. Intenta de esa manera corromper a los demás miembros de la iglesia. La disposición que los ha dominado desde la niñez, que los indujo a separarse de toda restricción y hundirse en la degradación, todavía ejerce dominio sobre ellos. Se dice que han sido rescatados, pero demasiado a menudo el tiempo revela que la obra hecha en su favor no los convirtió en hijos sumisos de Dios. El menor desprecio da lugar al resentimiento. Albergan en su corazón la amargura, la ira, y la mala voluntad. Por medio de sus palabras y su mal espíritu demuestran no haber nacido de nuevo. Se inclinan por el lado de la bajeza y en dirección de la sensualidad. Son indignos de confianza, malagradecidos, e impíos. Así sucede con todas las personas que no se han convertido de verdad. Cada uno de estos tipos desfigurados, no transformados, se convierte en un obrero eficiente de Satanás, creando disensión y contienda. 

197-

El Señor ha delineado la forma como hemos de trabajar. Como pueblo, no debemos imitar y adaptarnos a los métodos del Ejército de Salvación. Esta no es la tarea que el Señor nos ha asignado. Tampoco es nuestra responsabilidad condenarlos ni expresar palabras severas contra ellos. Hay almas valiosas y abnegadas dentro del Ejército de Salvación. Nos toca tratarlas con bondad. Hay en sus filas personas honestas, que sirven al Señor con sinceridad y que llegarán a percibir una luz mayor, avanzando hasta aceptar la verdad completa. Los obreros del Ejército de Salvación se esfuerzan por salvar a los abandonados y oprimidos. No los desaniméis. Dejad que hagan ese tipo de trabajo siguiendo sus propios métodos y estilo. Pero el Señor claramente ha señalado cuál debe ser la obra que los adventistas del séptimo día tienen que hacer. Deben llevarse a cabo reuniones campestres y en carpas. La verdad para este tiempo necesita ser proclamada. Hay que dar un testimonio firme. Y los discursos han de ser tan sencillos que hasta los niños puedan entenderlos. 

Se ayuda o se estorba al señor

Hay algunos entre los que ingresan en la obra médica misionera que están en peligro de introducir dentro de ella sentimientos inaceptables aprendidos en su educación previa. Es menester que practiquen los principios expuestos en la Palabra de Dios, de lo contrario la obra sufrirá daño como resultado de sus ideas preconcebidas. Cuando trabajamos con toda la habilidad santificada que Dios nos ha dado, cuando ponemos a un lado nuestra voluntad en favor de la voluntad de Dios, cuando el yo es crucificado a diario, entonces se verán buenos resultados. Avanzamos con fe, conscientes de que el Señor ha prometido llevar a cabo la obra que se le ha encomendado a él y que la terminará. Él nunca se equivoca ni fracasa. 

Los siervos de Dios son meramente mayordomos. El Señor actuará por medio de ellos si se entregan a él para que el Espíritu Santo trabaje en ellos. Cuando por fe los hombres se ponen en las manos de Dios, diciendo: “Heme aquí, envíame a mí”, él los acepta para su servicio. Pero los hombres no deben estorbar sus planes con maquinaciones vanidosas. Por años el Señor ha tenido pleito con su pueblo porque ha seguido su propio criterio y no ha confiado en la sabiduría divina. Que los obreros presten atención, de lo contrario le servirán de estorbo al Señor, impidiendo el avance de su obra, pensando que su sabiduría es suficiente para planificarla y llevarla a cabo. Si así lo hacen, el Señor corregirá el error. A través de su Espíritu, él ilumina y prepara a los obreros. Él determina a su manera sus propias providencias para llevar adelante su obra conforme a los designios de su mente y voluntad. 

-198-

Lo que Dios espera de sus obreros

Si los hombres sólo se humillaran delante de Dios, si dejaran de exaltar su propio parecer como influencia que todo lo domina, si le dieran lugar al Señor para planificar y trabajar, Dios emplearía las aptitudes que les ha dado de tal manera que su nombre fuera ensalzado. Purificaría a sus obreros de todo egoísmo, cortando las ramas que se enredan alrededor de objetos indeseables, podando la viña para que dé fruto. Dios es el gran Labrador. Él hará que todo en la vida de los que son colaboradores de Cristo esté sujeto a su gran propósito de dar crecimiento y producir fruto. Es su propósito conformar a sus siervos diariamente a la imagen de Cristo y hacerlos participantes de la naturaleza divina, para que lleven fruto en abundancia. Es su deseo que los que pertenecen a su pueblo, por medio de una experiencia real en la verdad del evangelio, se conviertan en misioneros leales, sólidos, confiables y experimentados. Él espera que ellos demuestren resultados mucho más elevados, sagrados y definidos que los que han sido revelados hasta el momento en nuestros días. 

-199-

El alfarero toma el barro en sus manos y lo amolda y le da forma conforme a su voluntad. Lo soba y lo trabaja. Lo despedaza y lo vuelve a juntar. Lo moja y lo seca. Lo deja estar por unos momentos sin tocarlo. Cuando se pone del todo flexible, sigue adelante con la obra de formar una vasija. Le da forma y sobre la rueda lo afina y le da lustre. Lo seca al sol y lo cuece en el horno. Así se convierte en una vasija útil. De la misma manera el Alfarero Maestro desea amoldarnos y formarnos. Hemos de ser en sus manos lo que es el barro en manos del alfarero. No intentemos hacer la obra del alfarero. La parte que nos toca es la de entregarnos en las manos del Alfarero Maestro para ser amoldados. 

Se necesitan consejeros sabios

El Señor ha nombrado a los médicos del sanatorio para estar como centinelas fieles. Por medio de ellos Dios deseaba hacer la obra que la institución estaba llamada a cumplir. Ellos debieron haber sido sus colaboradores. Por medio de ellos se habrían de dejar impresiones acerca de la obra de alivio en favor de la humanidad que sufre. 

Pero usted se ha imaginado que necesitaba del consejo de otros que no son sus colaboradores. En sus consejos faltaban ideas frescas y nuevas porque no todos sus proyectos tenían la acreditación divina. Usted ha procurado dominar las mentes de sus asociados en la obra médica misionera, hasta el punto de volverse como hombres perdidos en la neblina de la incertidumbre.

El Señor me ha enseñado que usted se inclina por hacer de su obra médica misionera algo independiente de la asociación. Pero este es un plan equivocado. Vi que no podría llevar a cabo su plan o realizar sus ideas, sin dañarse a sí mismo y a la causa del Señor.

200-

Auxilio divino

Hermano mío, como cirujano usted ha tenido que atender casos muy críticos, y a veces se ha llenado de pavor. Para realizar estas tareas difíciles, sabía que necesitaba trabajar acelerada mente y que no podía equivocarse. Repetidas veces ha tenido que moverse con prisa entre una tarea y otra. ¿Quién ha estado a su lado cuando ha tenido que hacer estas operaciones serias? Quién lo ha mantenido sereno y dueño de sí mismo durante la crisis, impartiéndole un agudo discernimiento, vista clara, nervios firmes y una precisión experta? El Señor Jesús ha enviado a su ángel para que esté a su lado y le indique lo que debe hacer. Una mano ha descansado sobre la suya. Jesús, y no usted, ha dirigido los movimientos de su instrumento. A veces se ha dado cuenta de esto, y una calma maravillosa lo ha embargado. No osaba usted apresurarse; sin embargo, trabajaba rápidamente, consciente de que no había tiempo que perder. 

El Señor lo ha bendecido grandemente. Ha estado usted bajo la dirección divina. Otros que no sabían de la Presencia guiadora que lo asistía le daban toda la honra a usted. Médicos eminentes han presenciado sus operaciones y han alabado su destreza. Esto le ha agradado. Dios lo ha honrado en gran manera para que su nombre, y no el suyo, sea exaltado; pero usted no siempre ha podido aguantar ver al Invisible. Ha tenido el deseo de distinguirse, y no en toda ocasión ha puesto su completa confianza en Dios. No ha estado dispuesto a prestar atención a los consejos de los siervos del Señor. En su sabiduría propia, ha planeado muchas cosas. Es la voluntad del Señor que usted respete el ministerio evangélico. En el mismo momento cuando necesitaba discernimiento para ver no sólo un aspecto de la obra, sino todos, usted escogió como consejeros a hombres que están bajo la reprensión de Dios. Estuvo dispuesto a unirse con ellos siempre y cuando apoyaran sus propuestas. 

Por medio de la oración y la consagración, buscando sabiduría del Señor y rindiéndose a él para que lo guíe, habría evitado acometer muchas empresas que han surgido, no de la voluntadde Dios, sino de la humana. Se entregó en sus manos el trabajo a que fue nombrado. Pero usted ha descuidado cosas de gran importancia, para hacer -con un espíritu impulsivo, falto del consejo de Dios y de sus hermanos- cosas de menor importancia. Sus hermanos pudieron haberle dado consejos, pero usted despreció toda palabra que interfería con sus propios planes. Esto lo ha puesto en una situación difícil. Si hubiera usted permanecido al frente del trabajo que se le asignó, Dios habría podido hacerlo un obrero de más éxito junto a él. 

-201-

El Señor anhela que sus pensamientos estén en armonía con los de otros. A veces, cuando los siervos del Señor disentían con usted, eso era precisamente lo que Dios requería de ellos. Pero usted trató sus consejos de tal manera que después ellos permanecían en silencio, cuando debían haber hablado. Dios quiere que aquellos que él ha colocado en puestos de confianza hagan justicia y juicio con toda sabiduría. 

Posted in

admin