Cargas que el señor no ha impuesto
El Señor le dio una obra que hacer, no para que fuera hecha de prisa, sino más bien de una manera calmada y considerada. El Señor nunca exige las acciones apresuradas y complicadas. Pero usted ha asumido obligaciones que el Señor, el Padre misericordioso, no le ha impuesto. Abundan las tareas que él le ordenó hacer. Sus obreros nunca necesitan perder una tarea o dejarla a medio hacer, con el fin de encargarse de otra. El que trabaja en la calma y el temor de Dios no lo hará de una manera descuidada, por temor a que algo estorbe un plan previo.
No todas las cargas que usted ha estado llevando le han sido impuestas por el Señor. El resultado de aceptar estas cargas adicionales repercute a través de todo el campo. Si hubiera atendido la obra que le fue asignada, trabajando por la clase de personas que el Señor deseaba alcanzar con la verdad presente mediante el sanatorio: el mensaje que él le ha dado a su pueblo para que lo comunique al mundo, se habría logrado mucho más para poner de manifiesto al pueblo escogido de Dios ante hombres de categoría. Mucho más se habría logrado para poner de manifiesto los caminos, obras y poder de Dios. El sanatorio debía ser testigo suyo en favor de la verdad ennoblecedora y santificadora. El Señor lo ha hecho a usted, hermano mío, su instrumento de honor. Nunca le exigió que hiciera nada que excluyera su trabajo relacionado con la institución que había de mantenerse en defensa de la verdad, trabajando por Dios, alumbrando el camino de miles de personas.
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Usted tiene una obra grande y sagrada que realizar. Si cumple fielmente la parte que le toca, por medio de la destreza que le ha sido dada, será capaz de trabajar rápidamente, sin dar la impresión de que está de prisa. Cuando sus ojos sean abiertos, se dará cuenta de la pobreza de otros campos. Verá que los obreros están obstruidos a cada paso, mientras que el dinero del Señor se usa para sostener empresas e instituciones, perdiéndose de vista el mensaje que debe ser proclamado al mundo.
Dios impresiona a hombres distintos para que sean sus colaboradores. Un hombre no está autorizado para echarse encima demasiadas responsabilidades. Es la voluntad del Señor que el médico que es responsable por tantas cosas esté unido tan de cerca con él que su espíritu no se irrite por pequeñeces. El Señor quiere que usted sea uno de los obreros más eficientes de toda la profesión médica, que no descuide nada, que no malogre nada, y que sepa que tiene un Consejero a su lado para sostenerlo y guiarlo, para impartirle serenidad y calma a su espíritu. Una mente febril y un espíritu de incertidumbre le roban destreza a la mano. El toque de Cristo sobre la mano del médico, le imparte vitalidad, quietud, confianza y poder.
Le escribo como una madre a su hijo. Si me fuera posible, le ayudaría. Los visitaría si sintiera que es mi deber abandonar la obra aquí en Australia, pero no me atrevo a hacerlo. Usted ha suscitado la expectación y forjado planes sin considerar debidamente cómo va a terminarse la torre. Como persona que sabe, como alguien a quien se le ha permitido ver los resultados de la obra que usted ha escogido hacer, le advierto que se detenga y reflexione. Dios conoce su condición. Se acuerda de que es polvo. Ciertamente, necesitará el consejo, no sólo de parte de aquellos que lo han animado a seguir adelante con el trabajo que considera ser tan importante, sino también el consejo de hombres que hoy son capaces de ver con mayor claridad que usted los resultados que seguirán a ciertas empresas.
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No ignore ni considere de poca importancia las advertencias que todavía usted no alcanza a comprender. Si acata los mensajes de advertencia que le han sido enviados, se salvará de una gran tribulación.
Extracto de una carta escrita en 1899 desde Wellington, Nueva Zelanda
No hemos de permitir que nuestras perplejidades y decepciones nos carcoman el alma y nos tomen quejosos e impacientes. Que no haya contiendas, ni malos pensamientos ni palabras torpes, para que no ofendamos a Dios. Hermano mío, si abre su corazón a la envidia y a las malas sospechas, el Espíritu Santo no morará en usted. Procure tener la plenitud que hay en Cristo. Trabaje conforme a lo que él ha trazado. Que cada pensamiento, palabra y hecho lo revelen. Usted necesita un bautismo cotidiano del amor que en los días de los apóstoles los mantenía en común acuerdo. Este amor le dará salud al cuerpo, a la mente y al alma. Rodee su vida con una atmósfera que fortalezca su vida espiritual. Cultive la fe, la esperanza, el valor y el amor. Permita que la paz de Dios gobierne su corazón. Entonces usted será capaz de llevar a cabo sus responsabilidades. El Espíritu Santo les impartirá una divina eficiencia, una calma, una serena dignidad, a todos sus esfuerzos por aliviar el sufrimiento. Dará testimonio de que ha estado con Jesús.
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El valor de la palabra de Dios
Oakland, California,
13 de junio de 1901.
A un médico y su esposa
Estimados hermano y hermana,
Nuestro viaje de regreso fue exitoso. Asistí a reuniones en muchos lugares. Fue una sorpresa conocer a un buen número de creyentes en la ciudad de Indianápolis. Hablé dos veces allí. El Señor me dio un mensaje para el pueblo parecido al que me fue dado en Battle Creek concerniente a los errores que se han infiltrado entre nosotros. La gente estaba dispuesta a escuchar y recibir la palabra.
Cuando penetran errores en nuestras filas, no hemos de entrar en controversia acerca de ellos. Debemos dar fielmente el mensaje de reprensión, y luego presentar la verdad en contraste con el error para desviar al pueblo de las ideas antojadizas y erróneas. La presentación de los temas celestiales revelará a la mente principios que descansan sobre un fundamento tan duradero como la eternidad.
Los creyentes de convicciones cristianas firmes y consecuentes, y de carácter sólido, prestan gran servicio al Maestro. Nada puede apartarlos de la fe. La verdad es para ellos un tesoro precioso.
La verdad de Dios se halla en su Palabra. Los que consideran que deben buscar en otra parte la verdad presente necesitan convertirse de nuevo. Tienen que enmendar malos hábitos, abandonar malas prácticas. Necesitan buscar nuevamente la verdad como es en Jesús, para que la edificación de su carácter se realice en armonía con las lecciones de Cristo. Al abandonar sus ideas humanas y asumir los deberes que Dios les ha dado, dicen mientras contemplan a Cristo y se van transformando a su semejanza: “Más cerca, oh Dios de ti; más cerca sí”.
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Con la Palabra de Dios en la mano, podemos acercarnos cada vez más a Jesús, paso a paso, con amor consagrado. A medida que conozcamos mejor el Espíritu de Dios, iremos aceptando la Biblia como único fundamento de la fe. El pueblo de Dios recibirá la palabra como las hojas del árbol de la vida, más preciosas que el oro purificado en fuego, y más poderosas que cualquier otro agente de santificación.
La recompensa de un estudio fiel de la palabra
Cristo y su Palabra están en perfecta armonía. Recibidos y obedecidos, abren una senda segura para los pies de todos los que estén dispuestos a andar en la luz como Cristo es la luz. Si el pueblo de Dios apreciara su Palabra, tendríamos un cielo en la iglesia aquí en la tierra. Los cristianos tendrían avidez y hambre por escudriñar la Palabra. Anhelarían tener tiempo para comparar pasaje con pasaje, y para meditar en la Palabra. Anhelarían más la luz de la Palabra que el diario de la mañana, las revistas o las novelas. Su mayor deseo sería comer la carne y beber la sangre del Hijo de Dios. Y como resultado, su vida se conformaría a los principios y las promesas de la Palabra. Sus instrucciones serían para ellos como las hojas del árbol de la vida. Sería en ellos una fuente de aguas, que brotaría para vida eterna. Los raudales refrigerantes de la gracia renovarían la vida del alma, haciéndole olvidar todo afán y cansancio. Se sentirían fortalecidos y animados por las palabras de la inspiración.
Los ministros serían inspirados por una fe divina. Sus oraciones se caracterizarían por el fervor, estarían henchidos de la seguridad de la verdad. Olvidarían el cansancio en la luz del cielo. La verdad se entretejería con su vida y sus principios celestiales serían como una corriente fresca capaz de satisfacer constantemente el alma.
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La filosofía del Señor es la norma que rige la vida del cristiano. Todo el ser se compenetra de los principios vivificantes del cielo. Las actividades inútiles que consumen el tiempo de tantas personas se reducen a su debida condición frente a una piedad bíblica sana y santificadora.
La Biblia, y únicamente la Biblia, puede producir este buen resultado. Es la sabiduría y el poder de Dios, y obra con todo poder en el corazón receptivo. ¡Oh qué alturas podríamos alcanzar si conformáramos nuestra voluntad a la de Dios! El poder de Dios es lo que necesitamos dondequiera que estemos. La frivolidad que estorba a la iglesia es lo que la hace débil e indiferente. El Padre, el Hijo, y el Espíritu Santo están procurando y anhelando tener conductos por los cuales puedan comunicar al mundo los principios divinos de la verdad.
Pueden aparecer luces artificiales, que aseveren provenir del cielo, pero no pueden resplandecer como la estrella de la santidad, de brillo celestial, para guiar los pies del peregrino y extranjero hasta la ciudad de Dios. Las luces falsas ocuparán el lugar de la verdadera, y muchas almas serán engañadas por un tiempo. Dios no permita que así sea con nosotros. La luz verdadera brilla ahora e iluminará las almas cuyas ventanas se abren hacia el cielo.
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La obra para este tiempo
Santa Helena, California,
25 de junio de 1903.
A los médicos de nuestro sanatorio
Mis estimados hermanos,
Los que ocupan puestos importantes en la obra del Señor están representados como atalayas sobre los muros de Sión. Dios les pide que den la alarma al pueblo. Que se escuche por todo el valle. El día de lamentos, de consumación y destrucción ha llegado para todos los injustos. La mano del Señor caerá sobre los atalayas que hayan dejado de mantener claramente ante el pueblo su obligación hacia Dios, quien por creación y redención es su dueño.
Hermanos míos, el Señor os pide que examinéis de cerca vuestro corazón. Os pide que adornéis la verdad en vuestra práctica diaria y en toda relación de unos con otros. Él exige de vosotros una fe que obra por medio del amor y que purifica el alma. Es peligroso jugar con las sagradas exigencias de la conciencia: peligroso para vosotros dar un ejemplo que cause que otros se salgan del camino.
Los cristianos deben llevar consigo, por dondequiera que vayan, la dulce fragancia de la justicia de Cristo, dando muestras de que están cumpliendo con la invitación: “Aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas”. Mateo 11:29. ¿Estáis vosotros aprendiendo diariamente en la escuela de Cristo: aprendiendo a ser justos y nobles en el trato con vuestros hermanos, por vuestro propio bien, y por el bien de Cristo?
La verdad presente nos lleva hacia adelante y hacia arriba, dándoles amparo a los necesitados, los oprimidos, los que padecen y están destituidos. Todos los que vengan deben ser introducidos en el redil. Debe llevarse a cabo en sus vidas una reforma que los transforme en miembros de la familia real, hijos del Rey celestial. Al oír el mensaje de verdad, hombres y mujeres llegan a aceptar el sábado y a unirse con la iglesia por medio del bautismo. Deben llevar el sello de Dios observando el sábado de la creación. Deben saber por experiencia propia que la obediencia de los mandamientos de Dios significa la vida eterna.
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Los recursos y una labor ferviente pueden con confianza invertirse en una obra como esta porque es una obra que ha de perdurar. Así los que estaban muertos en delitos y pecados son atraídos a la comunión con los santos y se les hace sentar en lugares celestiales con Cristo. Sus pies se plantan sobre un firme fundamento. Se les habilita para alcanzar una norma elevada, hasta las alturas más elevadas de la fe, porque los cristianos hacen sendas derechas para sus pies, para que lo cojo no se salga del camino.
Toda iglesia debe trabajar en favor de los que perecen dentro y fuera de su territorio. Los miembros deben brillar como piedras vivas en el templo de Dios, reflejando la luz celestial. No se debe hacer ninguna obra al azar, de una manera casual o esporádicamente. Asegurarse bien de las almas que están a punto de perderse significa algo más que orar por un borracho y luego, debido a que él llora y confiesa la contaminación de su alma, declarar que ha sido salvo. Hay que pelear la batalla repetidas veces.
Que los miembros de cada iglesia sientan que es su deber especial trabajar por las personas que viven en su vecindario. Que todo el que se diga estar bajo la bandera de Cristo sienta que ha entrado en un pacto de relación con Dios para hacer la obra del Salvador. Los que emprenden esta obra no debieran cansarse de hacer el bien. Cuando los redimidos estén en la presencia de Dios, habrá preciosas almas que responderán al pasarse lista, las cuales estarán allí debido a los esfuerzos fieles y pacientes que fueron hechos en su favor y de los ruegos y persuasiones fervientes para que acudieran a la Fortaleza. Así será cómo los que fueron colaboradores de Dios recibirán su recompensa.
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Los ministros de las iglesias populares no permitirán que la verdad sea presentada al pueblo desde el púlpito. El enemigo los hace resistir la verdad con encono y perfidia. Se inventan falsedades. La experiencia de Cristo con los dirigentes judíos se repite. Satanás se esfuerza por eclipsar todo rayo de luz que brilla de Dios hacia su pueblo. Obra por medio de los ministros de la manera que obró a través de los sacerdotes y gobernantes en los días de Cristo. ¿Se unirán a este partido los que conocen la verdad para obstaculizar, avergonzar, y echar a un lado a los que intentan trabajar como Dios manda para adelantar su obra, para establecer el estandarte de la verdad en los lugares donde reina la oscuridad?
Nuestro mensaje
El mensaje del tercer ángel, que abarca la proclamación del primero y el segundo, es el mensaje para este tiempo. Hemos de levantar en alto la bandera sobre la cual están escritas las palabras: “Los mandamientos de Dios y la fe de Jesús”. Pronto el mundo tendrá que encontrarse con el gran Legislador cuya ley ha sido quebrantada. No es este el tiempo de perder de vista los grandes asuntos que tenemos por delante. Dios llama a su pueblo para que ensalce su ley y la haga honorable.
“Cuando alababan todas las estrellas del alba, y se regocijaban todos los hijos de Dios” (Job 38:7), el sábado fue dado al mundo para que la humanidad recordara por siempre que en seis días Jehová creó los cielos y la tierra. Descansó el séptimo día y lo bendijo como día de reposo, dándolo a los seres que creó, para que lo recordaran a él como Dios verdadero y viviente.
Por su gran poder, no obstante la oposición de Faraón, Dios libró a su pueblo de Egipto para que guardaran su ley que había sido dada en el Edén. Los condujo al Sinaí para que escuchasen la proclamación de su ley.
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Al proclamar los Diez Mandamientos a los hijos de Israel con su propia voz, Dios demostró su importancia. En medio de una grandiosidad pavorosa, dio a conocer su majestad y autoridad como Gobernador del mundo. Lo hizo para grabar en la mente de su pueblo la santidad de su ley y la importancia de observarla. El poder y la gloria con que fue dada la ley revelan su importancia. Es la fe una vez dada a los santos por Cristo nuestro Redentor hablando desde el Sinaí.
La señal de nuestra relación don Dios
Al observar el sábado, los hijos de Israel se diferenciarían de todas las demás naciones. “En verdad vosotros guardaréis mis sábados dijo el Señor porque es señal entre mí y vosotros por vuestras generaciones, para que sepáis que yo soy Jehová que os santifico”. “Señal es para siempre entre mí y los hijos de Israel; porque en seis días hizo Jehová los cielos y la tierra, y en el séptimo día cesó y reposó”. “Guardarán, pues, el día del sábado los hijos de Israel, celebrándolo por sus generaciones por pacto perpetuo” Éxodo 31:13, 17.
El sábado es señal de una relación que existe entre Dios y su pueblo, de que son sus súbditos obedientes, que guardan su ley. La observancia del sábado es el medio ordenado por Dios para conservar el conocimiento de sí mismo y de distinguir entre sus sujetos leales y los transgresores de su ley.
Esta es la fe una vez dada a los santos, que están ante el mundo con fuerza moral. Manteniendo firmemente esta fe.
Tendremos oposición al expresar el mensaje del tercer ángel. Satanás empleará todo artificio posible para invalidar la fe una vez dada a los santos. “Y muchos seguirán sus disoluciones, por causa de los cuales el camino de la verdad será blasfemado, y por avaricia harán mercadería de vosotros con palabras fingidas. Sobre los tales ya de largo tiempo la condenación no se tarda, y su perdición no se duerme”. 2 Pedro 2:2, 3. Pero, a pesar de la oposición, todos han de escuchar las palabras de verdad.