Testimonios para la Iglesia, Vol. 8, p. 232-240, día 436

Por amor de su nombre, Dios no permitirá que los refractarios e independientes realicen sus planes impíos. Los visitará por causa de sus actos perversos. “No hay paz, dijo mi Dios, para los impíos”. Isaías 57:21. Pero en medio del juicio el Señor se acordará de la misericordia. Él declara:

“Porque no contenderé para siempre, ni para siempre me enojaré; pues decaería ante mí el espíritu, y las almas que yo he creado. Por la iniquidad de su codicia me enojé, yo le herí, escondí mi rostro y me indigné; y él siguió rebelde por el camino de su corazón. He visto sus caminos; pero le sanaré, y le pastorearé, y le daré consuelo a él y a sus enlutados; produciré fruto de labios: Paz, paz al que está lejos y cercano, dijo Jehová; y lo sanaré”. Isaías 57:16-19.

“El espíritu de mi pueblo decaería ante mí -dijo el Señor-, si yo obrase con ellos conforme a su perversidad. No soportarían mi desagrado y mi ira. Yo he visto los caminos perversos de cada pecador. Convertiré y sanaré y restauraré a mi favor a todo el que se arrepienta y haga obras de justicia”.

El Señor dice lo siguiente acerca de aquellos que han sido engañados y descarrilados por hombres no consagrados: “Su línea de conducta no ha estado de acuerdo con mi voluntad; sin embargo, por la justicia de mi propia causa, en nombre de la verdad, sanaré a todos los que honran mi nombre. Todos los penitentes de Israel verán mi salvación. Yo, el Señor, rijo, y llenaré de alabanza y gratitud a todos los corazones de los que están cercanos y lejanos, aún a todos los penitentes de Israel que han guardado mis caminos”.

“Porque así dijo el Alto y Sublime, el que habita la eternidad, y cuyo nombre es el Santo: Yo habito en la altura y la santidad, y con el quebrantado y humilde de espíritu, para hacer vivir el espíritu de los humildes, y para vivificar el corazón de los quebrantados”. Isaías 57:15.

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Cómo debe ser educada la juventud

Juan el Bautista, el precursor de Cristo, recibió su primera educación de sus padres. Pasó la mayor parte de su vida en el desierto para no verse influenciado al contemplar la negligencia en la devoción de los sacerdotes y rabinos, o aprendiendo sus máximas y tradiciones, por medio de las cuales los principios correctos eran pervertidos y menoscabados. Los maestros religiosos de aquel entonces se habían cegado espiritualmente de tal manera que apenas podían reconocer las virtudes de origen celestial. Habían abrigado por tanto tiempo el orgullo, la envidia, y los celos, que interpretaban las escrituras del Antiguo Testamento al punto de destruir su significado. Fue la preferencia de Juan pasar por alto los goces y el lujo de la vida urbana en favor de la estricta disciplina del desierto. Allí el ambiente que lo rodeaba favorecía los hábitos de la sencillez y la abnegación. Guarecido contra el clamor del mundo, podía allí estudiar las lecciones de la naturaleza, la revelación y la providencia. Las palabras pronunciadas por el ángel a Zacarías le habían sido repetidas a Juan por sus padres, los cuales temían a Dios. Desde que era niño su misión se había mantenido presente ante él, y él aceptó la sagrada encomienda. Para él la soledad del desierto era un escape agradable de la sociedad en la cual la sospecha, la incredulidad, y la impureza prevalecían casi por todos lados. No tenía confianza en su propia fuerza para resistir la tentación y se eximía del contacto constante con el pecado para no perder su sentido de la extrema maldad del mismo.

Pero Juan no pasó su vida en el ocio, en un ascetismo lúgubre, o en un aislamiento egoísta. De vez en cuando salía para codearse con la gente, y era siempre un observador interesado de lo que pasaba en el mundo. Desde su tranquilo retiro contemplaba los eventos corrientes. Con una visión iluminada por el Divino Espíritu, estudiaba los caracteres de los hombres, para poder entender cómo llegar a sus corazones con el mensaje del cielo.

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Cristo vivió la vida de un verdadero médico misionero. Es su deseo que estudiemos su vida con diligencia para que aprendamos a trabajar como él.

Su madre fue su primera maestra humana. De sus labios y de los pergaminos de los profetas, aprendió las cosas celestiales. Vivió en un hogar de campesino, fiel y alegremente cumpliendo su parte de los deberes hogareños. Había sido el Comandante de los cielos, y los ángeles se habían gozado en cumplir sus mandatos. Ahora era un siervo dispuesto, un hijo amante y obediente. Aprendió un oficio y con sus propias manos trabajaba en el taller de carpintero con José. Vestido con el traje sencillo de un jornalero común caminaba por las calles del pequeño pueblo, yendo y viniendo de su humilde empleo.

La gente de aquel tiempo determinaba el valor de las cosas por su apariencia exterior. A medida que la religión perdía su fuerza, aumentaba en pompa. Los educadores de aquel tiempo procuraban ganarse el respeto por medio del despliegue y la ostentación. Ante todo esto, la vida de Jesús presentaba un contraste marcado. Mediante ella demostraba la invalidez de aquellas cosas que los hombres consideraban como las más necesarias de la vida. Él no procuraba las escuelas de su tiempo, con su engrandecimiento de las cosas pequeñas y el empequeñecimiento de las grandes. Recibió su educación de fuentes celestiales, por medio del trabajo útil, el estudio de las Escrituras y de la naturaleza, y de las experiencias de la vida: los libros de texto de Dios, llenos de instrucción para todos los que se allegan a ellos con corazones dispuestos, con discernimiento y espíritu de entendimiento.

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“Y el niño crecía y se fortalecía, y se llenaba de sabiduría; y la gracia de Dios era sobre él”. Lucas 2:40.

Así preparado, salió a cumplir su misión, ejerciendo en todo momento de su roce con los hombres una influencia de bendición, de un poder transformador, tal como el mundo jamás había presenciado.

Palabras de advertencia

Vivimos en un tiempo de especial peligro para la juventud. Satanás sabe que el fin del mundo viene pronto, y está determinado a aprovechar la menor oportunidad para presionar a hombres y mujeres jóvenes a que le presten servicio. Inventará muchos engaños atractivos para desviarlos. Debemos considerar cuidadosamente las palabras de advertencia escritas por el apóstol Pablo:

“No os unáis en yugo desigual con los incrédulos; porque ¿qué compañerismo tiene la justicia con la injusticia? ¿Y qué comunión la luz con las tinieblas? ¿Y qué concordia Cristo con Belial? ¿O qué parte el creyente con el incrédulo? ¿Y qué acuerdo hay entre el templo de Dios y los ídolos? Porque vosotros sois el templo del Dios viviente, como Dios dijo: Habitaré y andaré entre ellos, y seré su Dios, y ellos serán mi pueblo. Por lo cual, salid de en medio de ellos, y apartaos, dice el Señor, y no toquéis lo inmundo; y yo os recibiré, y seré para vosotros por Padre, y vosotros me seréis hijos e hijas, dice el Señor Todopoderoso”. 2 Corintios 6:14-18.

Me ha sido dada luz especial concerniente a la razón por la cual podemos lograr mucho más por el Maestro estableciendo numerosos sanatorios pequeños que por la edificación de unas pocas instituciones médicas. En las instituciones grandes se recluirían muchos que no están muy enfermos, pero quienes, como turistas, buscan el descanso y el placer. Éstos tendrían que ser atendidos por enfermeras y auxiliares. Hombres y mujeres jóvenes, que desde temprana edad han sido protegidos contra la asociación con los mundanos, serían puestos en contacto con personas mundanas de todas clases, y en mayor o menor grado se verían influenciados por lo que ven y oyen. Se contagiarían con aquellos con quienes se relacionan, y perderían con eso la sencillez y la modestia que padres cristianos han defendido y atesorado por medio de la instrucción cuidadosa y la oración ferviente.

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Estamos viviendo en medio de los peligros de los últimos días. Es necesario que se efectúen declaraciones definidas y enfáticas para advertirle al pueblo el peligro de permitir que niños que necesitan el cuidado y la instrucción de los padres dejen sus hogares para irse a lugares donde se tienen que codear con personas mundanas amantes del placer e irreligiosas.

En muchos hogares el padre y la madre han permitido que los niños sean los que gobiernan. Tales niños están en un peligro aún mayor cuando entran en contacto con influencias opuestas a la piedad que los que han aprendido a obedecer. No habiendo recibido el necesario adiestramiento disciplinario, piensan que pueden hacer lo que les venga en gana. Un conocimiento de lo que significa obedecer los hubiera fortalecido para resistir las tentaciones, pero es algo que sus padres no les han impartido. Cuando estos jóvenes indisciplinados ingresan en una institución enorme, donde hay muchas influencias opuestas a la espiritualidad, se ponen en grave peligro, y a menudo su permanencia en la institución resulta en daño para ellos mismos y para la institución.

La instrucción que yo he recibido es la de advertirles a los padres cuyos niños no tienen firmeza de principios o una clara experiencia cristiana, que no los manden fuera del hogar a lugares distantes, donde van a estar ausentes por muchos meses y quizás años, y posiblemente se les implante en la mente las semillas de la incredulidad e infidelidad. Es más seguro, y más recomendable, mandar a tales jóvenes a las escuelas y sanatorios más cercanos a sus hogares. Que los jóvenes cuyos caracteres están en formación se mantengan alejados de los lugares donde tendrían que mezclarse con una gran compañía de incrédulos, y donde las fuerzas del enemigo están firmemente atrincheradas.

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Que los gerentes de nuestros sanatorios mayores se esfuercen esmeradamente por emplear a personas mayores como ayudantes en estas instituciones. En visiones de la noche estaba yo en una grande asamblea donde este asunto estaba bajo consideración. A los que estaban haciendo planes de enviar a sus hijos indisciplinados a Battle Creek, Uno que tenía autoridad dijo:

“¿Os atrevéis a hacer este experimento? La salvación de vuestros hijos vale más que la educación que recibirían en este lugar, donde están continuamente expuestos a la influencia de los incrédulos. Muchos de los que vienen a esta institución no están convertidos. Están llenos de orgullo y no están vinculados con Dios mediante la fe. Muchos de los jóvenes y de las jóvenes a quienes les toca servir a estas personas mundanas no han tenido más que una corta experiencia cristiana, y fácilmente pueden enredarse en las redes echadas a sus pies”.

“¿Y qué se puede hacer para remediar este mal?” preguntó uno de los presentes. El Orador replicó: “En vista de que os habéis puesto en esta situación peligrosa, traed a hombres y mujeres de edad madura a la institución para que ejerzan una influencia contraria en favor del bien. El cumplimiento de un plan tal causaría que haya un aumento en los gastos corrientes del sanatorio, pero pudiera ser una manera efectiva para proteger la fortaleza y guarecer a la juventud de la institución contra las influencias malsanas a que están expuestos ahora.

“Padres, guardianes, colocad a vuestros hijos en escuelas de adiestramiento donde las influencias sean semejantes a las de una escuela de hogar bien administrada; escuelas donde los maestros los lleven adelante de punto en punto y en las cuales la atmósfera espiritual tenga olor de vida para vida”.

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Las palabras de advertencia e instrucción que yo os he escrito concernientes al envío de nuestra juventud a Battle Creek para recibir adiestramiento para el servicio en la causa del Señor no son palabras vanas. Algunos jóvenes temerosos de Dios pasarán la prueba, pero no es seguro para nosotros privar de nuestro mejor cuidado y protección aun a los más concienzudos. Que los jóvenes que han recibido una sabia instrucción y adiestramiento de parte de sus padres sigan o no siendo santificados en la verdad después de haber salido de sus hogares, depende en gran medida de la clase de influencia a que sean sometidos por las personas de quienes ellos esperan recibir una enseñanza cristiana.

He recibido instrucción de reiterar para mis hermanos y hermanas la advertencia y exhortación que Pablo mandó a la iglesia de Tesalónica:

“Porque ya está en acción el misterio de la iniquidad; sólo que hay quien al presente lo detiene, hasta que él a su vez sea quitado de en medio. Y entonces se manifestará aquel inicuo, a quien el Señor matará con el espíritu de su boca, y destruirá con el resplandor de su venida; inicuo cuyo advenimiento es por obra de Satanás, con gran poder y señales y prodigios mentirosos, y con todo engaño de iniquidad para los que se pierden, por cuanto no recibieron el amor de la verdad para ser salvos. Por esto Dios les envía un poder engañoso, para que crean la mentira, a fin de que sean condenados todos los que no creyeron a la verdad, sino que se complacieron en la injusticia. Pero nosotros debemos dar siempre gracias a Dios respecto a vosotros, hermanos amados por el Señor, de que Dios os haya escogido desde el principio para salvación, mediante la santificación por el Espíritu y la fe en la verdad, a lo cual os llamó mediante nuestro evangelio, para alcanzar la gloria de nuestro Señor Jesucristo. Así que, hermanos, estad firmes, y retened la doctrina que habéis aprendido, sea por palabra, o por carta nuestra. Y el mismo Jesucristo Señor nuestro, y Dios nuestro Padre, el cual nos amó y nos dio consolación eterna y buena esperanza por la gracia, conforte vuestros corazones, y os confirme en toda buena palabra y obra”. 2 Tesalonicenses 2:7-17.

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Septiembre de 1903. Al considerar el estado de las cosas en Battle Creek, tiemblo por nuestros jóvenes que asisten allí. La luz que el Señor me ha dado de que los jóvenes no debieran acudir a Battle Creek para recibir su educación, no ha cambiado en ningún particular. El hecho de que el sanatorio haya sido reedificado no modifica la luz. Lo que en el pasado hizo de Battle Creek un lugar inapropiado para la educación de nuestra juventud, lo hace inapropiado hoy en lo que a influencia se refiere.

Cuando se recibió la instrucción de salir de Battle Creek, el ruego fue: “Estamos aquí bien establecidos. Sería imposible mudamos sin ocasionar gastos enormes”.

El Señor permitió que el fuego consumiera los edificios principales de la (casa publicadora) Review and Herald y el sanatorio, y así quitó de en medio la mayor objeción que se levantaba contra la salida de Battle Creek. Era su designio que en vez de reedificar el único sanatorio grande, nuestro pueblo levantara establecimientos en varios lugares. Estos sanatorios más pequeños debieron haberse establecido donde se pudieran adquirir terrenos con fines agrícolas. Es el plan de Dios que la agricultura esté vinculada a la obra de nuestros sanatorios y escuelas. Nuestra juventud necesita la educación que se obtiene en este ramo de trabajo. Es bueno y más que bueno, es esencial que se hagan esfuerzos para llevar a cabo el plan del Señor al respecto.

¿Animaremos a nuestros más prometedores hombres y mujeres jóvenes que vayan a Battle Creek para obtener su adiestramiento para el servicio, donde estarán rodeados de tantas influencias que los puedan desviar? El Señor me ha revelado algunos de los peligros que la juventud conectada con un sanatorio tan grande tendrá que encarar. Muchos de los hombres y mujeres ricos que patrocinan esta institución serán una fuente de tentación para los auxiliares. Algunos de estos auxiliares se convertirán en los favoritos de pacientes acaudalados y éstos les ofrecerán grandes incentivos para que se conviertan en sus empleados. Por la influencia del despliegue mundanal de algunos de los que han sido huéspedes del sanatorio, ya se ha sembrado cizaña en el corazón de hombres y mujeres jóvenes empleados como auxiliares y enfermeras. Esta es la manera en que Satanás está obrando.

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Porque el sanatorio está donde no debiera estar, ¿tendremos en nada la palabra del Señor concerniente a la educación de nuestra juventud? ¿Permitiremos que nuestros jóvenes más inteligentes de las iglesias en todas nuestras asociaciones sean colocados donde algunos de ellos perderán su sencillez por medio del roce con hombres y mujeres que no tienen el temor de Dios en su corazón? ¿Permitirán los que están a cargo de nuestras asociaciones que nuestros jóvenes, quienes pudieran ser adiestrados para el servicio del Señor, sean atraídos a un lugar de donde por años el Señor le ha pedido a su pueblo que salga?

Es nuestro deseo que la juventud sea preparada de tal manera que puedan ejercer una influencia salvadora en nuestras iglesias, trabajando en favor de una mayor unidad y una consagración más profunda. Los hombres podrán no ver la necesidad del llamamiento para que las familias salgan de Battle Creek y se radiquen en lugares donde puedan hacer la obra médica misionera. Pero el Señor ha hablado. ¿Pondremos en tela de juicio sus palabras?

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