Testimonios para la Iglesia, Vol. 8, p. 260-269, día 439

Las potencias infernales están conmovidas por una profunda intensidad. El resultado es guerra y derramamiento de sangre. La atmósfera moral está envenenada por actos de una crueldad espantosa. El espíritu de lucha se extiende; abunda en todas partes. Muchas almas caen bajo el poder de un espíritu de fraude y engaño. Muchos se alejarán de la fe para seguir a espíritus seductores y a doctrinas de demonios. No disciernen el espíritu que se ha apoderado de ellos.

No se honra a Dios

Aquel que ve debajo de la superficie, que lee los corazones de todos los hombres, habla así de quienes han tenido grandes luces: “No se afligen ni se sorprenden de su estado moral y espiritual”. “Y porque escogieron sus propios caminos, y su alma amó sus abominaciones, también yo escogeré para ellos escarnios, y traeré sobre ellos lo que temieron; porque llamé, y nadie respondió; hablé, y no oyeron, sino que hicieron lo malo delante de mis ojos, y escogieron lo que me desagrada”. “Por esto Dios les envía un poder engañoso, para que crean la mentira…” “por cuanto no recibieron el amor de la verdad para ser salvos” “sino que se complacieron en la injusticia”. Isaías 66:3, 4; 2 Tesalonicenses 2:11, 10, 12.

El Maestro celestial preguntó: “¿Qué engaño más grave puede seducir la mente que el que os hace creer que estáis construyendo sobre un buen fundamento y que Dios acepta vuestro trabajo, cuando en realidad estáis haciendo muchas cosas conforme a las ideas del mundo y pecando contra Jehová? Es grande el extravío y fascinante la alucinación que se apoderan de las mentes, cuando los hombres que han conocido la verdad adoptan la forma de la piedad en vez de su espíritu y potencia; cuando suponen que son ricos y que no necesitan nada, y en realidad lo necesitan todo”.

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Dios no ha cambiado para con sus siervos que guardan sus vestiduras sin manchas. Sin embargo, muchos dicen: “Paz y seguridad”, entretanto que una ruina repentina va a sobrecogerlos. Nunca entrarán los hombres al cielo, a menos que se arrepientan cabalmente, humillen su corazón por la confesión de sus pecados y reciban la verdad tal como es en Jesús. Cuando la purificación se efectúe en nuestras filas, no permaneceremos más tiempo ociosos, enorgullecidos de nuestras riquezas y de que nada nos falta.

Quién puede decir con verdad: “Nuestro oro es probado en el fuego y nuestros vestidos no están manchados por el mundo”? He visto a nuestro Instructor señalar vestiduras que se daban por justicia. Al desgarrarlas, puso al descubierto la suciedad que cubrían. Luego me dijo: No puedes ver con qué falsedad cubrieron su inmundicia y la corrupción de su carácter? ‘¿Qué, pues, la ciudad fiel ha venido a ser una ramera?’ ¡La casa de mi Padre es hecha un lugar de comercio, de donde se han retirado la gloria y la presencia divinas! Por esta causa hay debilidad y falta la fuerza”.

Un llamado a la reforma

A menos que la iglesia contaminada por la apostasía se arrepienta y se convierta, comerá del fruto de sus propias obras, hasta que se aborrezca a sí misma. Si resiste el mal y busca el bien; si busca a Dios con toda humildad y responde a su votación celestial en Jesucristo; si permanece sobre la plataforma de la verdad eterna, y si por fe realiza los planes que han sido trazados a su respecto, ella será sanada. Aparecerá en la sencillez y pureza que provienen de Dios, exenta de todo compromiso terrenal, demostrando que la verdad la ha hecho realmente libre. Entonces sus miembros serán verdaderamente elegidos de Dios para ser sus representantes.

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Ha llegado la hora de hacer una reforma completa. Cuando ella principie, el espíritu de oración animará a cada creyente, y el espíritu de discordia y de revolución será desterrado de la iglesia. Aquellos que no hayan vivido en comunión con Cristo se acercarán unos a otros. Un miembro que trabaje en una buena dirección invitará a otros miembros a unirse a él para pedir la revelación del Espíritu Santo. No habrá confusión, porque todos estarán en armonía con el pensamiento del Espíritu. Las barreras que separan a los creyentes serán derribadas, y todos los siervos de Dios dirán las mismas cosas. El Señor trabajará con sus siervos. Todos pronunciarán de una manera inteligente la oración que Cristo les ha enseñado: “Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra”. Mateo 6:10.

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¡Rumbo a la patria!

Mientras oigo noticias de las terribles calamidades que de semana en semana están ocurriendo, me pregunto: ¿Qué significan estas cosas? Los desastres más espantosos se están produciendo uno tras otro en rápida sucesión. ¡Con cuánta frecuencia oímos hablar de terremotos y tornados, de destrucción por incendio e inundación, con gran pérdida de vidas y propiedades! Aparentemente estas calamidades son estallidos caprichosos de fuerzas que se dirían desorganizadas y no reguladas, pero en ellas se puede leer el propósito de Dios. Son algunos de los medios por los cuales procura despertar a hombres y mujeres y hacerles sentir su peligro.

La venida de Cristo está más cerca que cuando por primera vez creímos. Se acerca el fin de la gran controversia. Los juicios de Dios están en la tierra. Hablan en solemne amonestación diciendo: “Por tanto, también vosotros estad preparados; porque el Hijo del Hombre vendrá a la hora que no pensáis”. Mateo 24:44.

Pero en nuestras iglesias son muchísimos los que saben muy poco del verdadero significado de la verdad para este tiempo. Les ruego que no desprecien el cumplimiento de las señales de los tiempos, que con tanta claridad indican que el fin se acerca. ¡Oh, cuántos de los que no han procurado la salvación de su alma se lamentarán pronto acerbamente: “Pasó la siega, terminó el verano, y nosotros no hemos sido salvos”. Jeremías 8:20.

Estamos viviendo en medio de las escenas finales de la historia de esta tierra. Las profecías se están cumpliendo rápidamente. Están transcurriendo velozmente las horas del tiempo de gracia. No tenemos tiempo que perder, ni un momento. No seamos hallados durmiendo en la guardia. Nadie diga en su corazón o por sus obras: “Mi Señor se tarda en venir”. Resuene el mensaje del pronto regreso de Cristo en fervientes palabras de advertencia. Persuadamos a hombres y mujeres por doquiera a arrepentirse y huir de la ira venidera. Despertémoslos para que se preparen inmediatamente porque muy poco sabemos de lo que nos espera. Salgan los ministros y los miembros laicos a los campos que maduran para decir a los despreocupados e indiferentes que busquen al Señor mientras puede ser hallado. Los obreros hallarán su mies dondequiera que proclamen las verdades olvidadas de la Biblia. Hallarán quienes aceptarán la verdad y dedicarán su vida a ganar almas para Cristo.

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El Señor va a venir pronto, y debemos estar preparados para recibirle en paz. Resolvamos hacer todo lo que está en nuestro poder para impartir luz a los que nos rodean. No debemos estar tristes, sino alegres, y recordar siempre al Señor Jesús. Él va a venir pronto, y debemos estar listos y aguardar su aparición. ¡Oh, cuán glorioso será verle y recibir la bienvenida como sus redimidos! Largo tiempo hemos aguardado; pero nuestra esperanza no debe debilitarse. Si tan sólo podemos ver al Rey en su hermosura, seremos bienaventurados para siempre. Me siento inducida a clamar con gran voz: “¡Vamos rumbo a la patria!” Nos estamos acercando al tiempo cuando Cristo vendrá con poder y grande gloria para llevar a sus redimidos a su hogar eterno.

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“Y se dirá en aquel día: He aquí, éste es nuestro Dios, le hemos esperado, y nos salvará; éste es Jehová a quien hemos esperado, nos gozaremos y nos alegraremos en su salvación”. Isaías 25:9.

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“Pasad, pasad por las puertas; barred el camino al pueblo; allanad, allanad la calzada, quitad las piedras, alzad pendón a los pueblos. He aquí que Jehová hizo oír hasta lo último de la tierra: Decid a la hija de Sión: He aquí viene tu Salvador; he aquí su recompensa con él, y delante de él su obra. Y les llamarán pueblo santo, redimidos de Jehová; y a ti te llamarán ciudad deseada, no desamparada”. Isaías 62:10-12.

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En la gran obra final encontraremos perplejidades que no sabremos resolver; pero no olvidemos que las tres grandes potestades del cielo están obrando, que una mano divina está sobre el timón y que Dios cumplirá sus promesas. Él reunirá de todas partes del mundo un pueblo que le servirá en justicia.

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“No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en mí. En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros. Y si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis”. Juan 14:13.

Por largo tiempo hemos esperado el retorno del Señor. Pero la promesa es, de todos modos, segura. Pronto estaremos en nuestro hogar prometido. Allí Jesús nos pastoreará junto al río de la vida que sale del trono de Dios y nos explicará las tenebrosas providencias a través de las cuales nos condujo para perfeccionar nuestros caracteres. Allí contemplaremos con clara visión las bellezas del Edén restaurado. Echando a los pies del Redentor las coronas que ha puesto sobre nuestras sienes, y tocando las arpas doradas, henchiremos el cielo entero con la alabanza debida al que está sentado sobre el trono.

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Sección 5—El conocimiento esencial

“Para iluminación del conocimiento de la gloria de Dios en la faz de Jesucristo”. 2 Corintios 4:6

Dios en la naturaleza

Antes de la entrada del pecado ni una nube cubría las mentes de nuestros primeros padres que oscureciera su percepción del carácter de Dios. Estaban perfectamente en armonía con la voluntad de Dios. Una cubierta de luz, la luz de Dios, los rodeaba. Esta luz clara y perfecta iluminaba todo aquello a lo cual ellos se acercaban.

La naturaleza era su libro de texto. En el Huerto del Edén la existencia de Dios fue demostrada; sus atributos, revelados en los objetos naturales que los rodeaban. Todo aquello sobre lo cual fijaban su vista les hablaba. Las cosas invisibles de Dios y aun “su eterno poder y deidad” eran vistas con claridad, “siendo entendidas por medio de las cosas hechas”. Romanos 1:20.

Los resultados del pecado

Pero aunque es cierto que en el principio Dios podía ser discernido en la naturaleza, no se debe deducir que después de la Caída un conocimiento perfecto de Dios en el mundo natural le fuera revelado a Adán y a su descendencia. La naturaleza podía comunicar sus lecciones al hombre en su inocencia. Pero la transgresión trajo una plaga sobre la tierra que se interpuso entre la naturaleza y el Dios de la naturaleza. Si Adán y Eva nunca hubieran desobedecido a su Creador, si se hubieran mantenido en el camino de la rectitud perfecta, habrían seguido aprendiendo de Dios por medio de sus obras. Pero cuando prestaron oído al tentador y pecaron contra Dios, la luz de sus vestiduras de inocencia celestial se apartó de ellos. Privados de la luz del cielo, ya no eran capaces de discernir el carácter de Dios en las obras de sus manos.

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Y por la desobediencia del hombre, un cambio se llevó a cabo en la misma naturaleza. Manchada por la maldición del pecado, la naturaleza no puede dar sino un testimonio imperfecto del Creador. No puede revelar su carácter a perfección.

Un maestro divino

Necesitamos un Maestro divino. Para que el mundo no permanezca en la oscuridad, en una noche espiritual eterna, Dios se encontró con nosotros mediante Cristo. Cristo es “la luz verdadera que alumbra a todo hombre”. Juan 1:9. “La iluminación del conocimiento de la gloria de Dios” se revela “en la faz de Jesucristo”. 2 Corintios 4:6. La luz de Cristo ilumina nuestro entendimiento, y al alumbrar la faz de la naturaleza, nos permite todavía leer la lección del amor de Dios en sus obras creadas.

La naturaleza da fe de Cristo

Las cosas de la creación que miramos hoy nos dan un concepto leve de la belleza y la gloria del Edén. Pero, a pesar de todo, queda mucho que es bello. La naturaleza testifica que Uno que tiene poder infinito, que es grande en bondad, misericordia y amor, creó la tierra y la hinchió de vida y felicidad. Aun en su estado imperfecto, todas las cosas revelan la obra de las manos del gran Artista Maestro. Aunque el pecado ha dañado la forma y la belleza de las cosas de la naturaleza, aunque sobre ellas se puedan ver indicios de la obra del príncipe de la potestad del aire, aun así nos hablan de Dios. En las zarzas, los cardos, los espinos, y en la cizaña podemos leer la ley de condenación; pero de la belleza de las cosas naturales, y de su maravillosa adaptación a nuestras necesidades y dicha, podemos aprender que Dios todavía nos ama, que aún manifiesta su misericordia al mundo.

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“Los cielos cuentan la gloria de Dios, y el firmamentoanuncia la obra de sus manos. Un día emite palabra a otrodía, y una noche a otra noche declara sabiduría. No haylenguaje, ni palabras, ni es oída su voz”. Salmos 19:13.

La incapacidad del hombre para interpretar la naturaleza

Aparte de Cristo, somos todavía incapaces de interpretar correctamente el lenguaje de la naturaleza. La lección más difícil y humillante que el hombre tiene que aprender es la de su propia ineficiencia al depender de la sabiduría humana, y el fracaso seguro de sus esfuerzos por leer correctamente la naturaleza. Por sí mismo no puede interpretar la naturaleza sin ponerla por encima de Dios. Se encuentra en un estado parecido al de los atenienses, quienes, en medio de sus altares dedicados al culto de la naturaleza, tenían uno que decía: “Al Dios no conocido”. Ciertamente Dios era desconocido para ellos. Es desconocido para todos aquellos quienes, faltándoles la dirección del divino Maestro, se dedican al estudio de la naturaleza. Con toda seguridad llegarán a conclusiones erróneas.

En su sabiduría humana el mundo no conoce a Dios. Sus hombres sabios acumulan un conocimiento imperfecto acerca de él por sus obras creadas; pero este conocimiento, lejos de brindarles conceptos elevados acerca de Dios, lejos de ennoblecer la mente y el espíritu y de conformar el ser entero con su divina voluntad, más bien tiende a hacer idólatras a los hombres. En su ceguedad exaltan la naturaleza y las leyes de la misma por encima del Dios de la naturaleza.

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Dios ha permitido que un torrente de luz sea derramado sobre el mundo por medio de los descubrimientos de la ciencia y las artes; pero cuando supuestos hombres de ciencia discurren sobre estos temas desde un punto de vista meramente humano, de seguro errarán. Las mentes más sobresalientes, si no son guiadas por la Palabra de Dios, quedan desconcertadas en sus intentos de investigar la relación entre la ciencia y la revelación. El Creador y sus obras están más allá de su entendimiento; y por qué ellas no pueden ser explicadas por las leyes naturales, declaran que la historia bíblica no es digna de fe.

Aquellos que cuestionan la veracidad del registro bíblico han abandonado su ancla y han quedado golpeándose contra las rocas de la incredulidad. Cuando se dan cuenta de que son incapaces de medir al Creador y sus obras por sus propios conocimientos imperfectos de la ciencia, entonces dudan de la existencia de Dios y le atribuyen poderes infinitos a la naturaleza.

En la ciencia verdadera no puede haber nada que sea contrario a la Palabra de Dios porque ambas tienen el mismo Autor. Un entendimiento correcto de ambas siempre confirmará que están en armonía la una con la otra. La verdad, bien sea en la naturaleza o en la revelación, está en armonía consigo misma en todas sus manifestaciones. Pero la mente que no está iluminada por el Espíritu de Dios siempre estará en tinieblas con respecto a su poder. Esta es la razón por la cual las ideas humanas acerca de la ciencia muy a menudo contradicen las enseñanzas de la Palabra de Dios.

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