Testimonios para la Iglesia, Vol. 8, p. 314-322, día 444

La palabra de Dios es nuestra salvaguardia

Nuestra consigna debe ser: “¡A la ley y al testimonio! Si no dijeren conforme a esto, es porque no les ha amanecido”. Isaías 8:20. Tenemos una Biblia llena de preciosas verdades. Contiene el alfa y la omega del conocimiento. La Escritura, dada por inspiración divina, “es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra”. 2 Timoteo 3:16, 17. Tomad la Biblia como libro de estudio. Cada cual puede entender sus instrucciones.

Insto a nuestros predicadores, a nuestros médicos y a todos los miembros de nuestras iglesias, a que estudien las lecciones dadas por Cristo a sus discípulos, precisamente antes de su ascensión. Esas lecciones contienen instrucciones que el mundo necesita.

La vida eterna sólo se obtiene comiendo la carne y bebiendo la sangre del Hijo de Dios. Cristo declaró: “De cierto, de cierto os digo: El que cree en mí tiene vida eterna… Yo soy el pan vivo que descendió del cielo; si alguno comiere de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo daré es mi carne, la cual yo daré por la vida del mundo… El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero. Porque mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre, en mí permanece, y yo en él… El espíritu es el que da vida; la carne para nada aprovecha…” Juan 6:47-63.

Cristo invita a su pueblo a creer en su Palabra y a ponerla en práctica. Los que la reciban y la asimilen, haciéndola participar en cada una de sus acciones y en cada rasgo de su carácter, se harán fuertes en la fortaleza de Dios. Será evidente que su fe es de origen divino. No irán errantes por caminos extraños. Su mente no se dirigirá a una religión de sentimiento y emoción. Delante de los ángeles y de los hombres, se presentarán con caracteres cristianos, fuertes y consecuentes.

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En el incensario de oro de la verdad tal cual es presentada en las enseñanzas de Cristo, tenemos lo necesario para convencer y convertir las almas. Presentad, en la sencillez de Cristo, las verdades que él vino a proclamar a este mundo; y se hará sentir el poder de nuestro mensaje. Nunca presentéis teorías que Cristo no mencionó y que no tienen ningún fundamento en la Biblia. Tenemos que presentar verdades grandes y solemnes. “Escrito está”, es la prueba de la cual toda alma debe darse cuenta cabal.

Todavía pueden los hombres aprender las cosas que conciernen a su paz y escuchar la voz de la misericordia que les dice: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas”. Mateo 11:28-30. Sólo cuando se nos imparte vida espiritual, podemos encontrar descanso y bienestar permanentes. Debemos poder decir en medio de la tempestad y el turbión: “Mi ancla está segura”.

Para ser guiados, vayamos a la Palabra de Dios. Busquemos un “así dice Jehová”. Nos hemos hartado de métodos humanos. Una mente formada solamente por la ciencia del mundo es incapaz de comprender las cosas de Dios. Mas la misma mente, convertida y santificada, verá la potencia de Dios en su Palabra. Solamente el corazón y la mente purificados por la santificación que da el Espíritu pueden discernir las cosas celestiales.

Hermanos míos, en el nombre del Señor, os ruego que os despertéis y comprendáis vuestro deber. Someted vuestros corazones al poder del Espíritu Santo y serán hechos susceptibles de recibir la enseñanza de la Palabra. Entonces podréis comprender las cosas profundas de Dios.

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¡Quiera Dios colocar a su pueblo bajo la dirección de su Espíritu, hacerle comprender el peligro al cual está expuesto e inducirle a prepararse para lo que ha de venir sobre la tierra!

Estudien el Apocalipsis

El Señor le dio a conocer a Juan las cosas que veía útiles para su pueblo de los últimos días. Las instrucciones que le diera están consignadas en el libro de Apocalipsis. Los que quieran ser colaboradores de nuestro Señor y Salvador Jesucristo manifestarán intenso interés en las verdades contenidas en ese libro. De viva voz y por escrito, se esforzarán en explicar las cosas maravillosas que Cristo vino a revelar.

“La revelación de Jesucristo, que Dios le dio, para manifestar a sus siervos las cosas que deben suceder pronto; y la declaró enviándola por medio de su ángel a su siervo Juan, que ha dado testimonio de la palabra de Dios, y del testimonio de Jesucristo, y de todas las cosas que ha visto. Bienaventurado el que lee, y los que oyen las palabras de esta profecía y guardan las cosas en ella escritas; porque el tiempo está cerca”. Apocalipsis 1:1-3.

Los solemnes mensajes que en el Apocalipsis se dieron en su orden deben ocupar el primer lugar en el pensamiento de los hijos de Dios. No debemos permitir que nuestra atención sea cautivada por otra cosa.

Un tiempo precioso pasa rápidamente y hay peligro de que muchos se dejen robar el tiempo que debieran dedicar a la proclamación del mensaje que Dios envió a un mundo caído. Satanás está satisfecho cuando nota cómo se dejan desviar las mentes que debieran estar ocupadas en el estudio que concierne a las realidades eternas.

El testimonio de Cristo, que reviste el carácter más solemne, debe ser dado al mundo. En todo el libro del Apocalipsis se encuentran promesas preciosas y alentadoras, así como advertencias del significado más solemne. ¿No querrán leer el testimonio dado por Cristo a su discípulo Juan los que pretenden poseer un conocimiento de la verdad? En él, no hay suposiciones ni engaños científicos. Contiene verdades que atañen a nuestro bienestar presente y futuro. ¿Por qué mezclar la paja con el grano?

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El mensaje a Sardis

“Escribe al ángel de la iglesia de Sardis: El que tiene los siete espíritus de Dios, y las siete estrellas, dice esto: Yo conozco tus obras, que tienes nombre de que vives, y estás muerto. Sé vigilante, y afirma las otras cosas que están para morir; porque no he hallado tus obras perfectas delante de Dios. Acuérdate, pues, de lo que has recibido y oído; y guárdalo, y arrepiéntete. Pues si no velas, vendré sobre ti como ladrón, y no sabrás a qué hora vendré sobre ti.

“Pero tienes unas pocas personas en Sardis que no han manchado sus vestiduras blancas; y no borraré su nombre del libro de la vida, y confesaré su nombre delante de mi Padre, y delante de sus ángeles. El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias”. Apocalipsis 3:1-6.

El mensaje a la iglesia de Filadelfia

“Escribe al ángel de la iglesia en Filadelfia: Esto dice el Santo, el Verdadero, el que tiene la llave de David, el que abre y ninguno cierra, y cierra y ninguno abre: Yo conozco tus obras; he aquí, he puesto delante de ti una puerta abierta, la cual nadie puede cerrar; porque aunque tienes poca fuerza, has guardado mi palabra, y no has negado mi nombre. He aquí, yo entrego de la sinagoga de Satanás a los que se dicen ser judíos y no lo son, sino que mienten; he aquí, yo haré que vengan y se postren a tus pies, y reconozcan que yo te he amado. Por cuanto has guardado la palabra de mi paciencia, yo también te guardaré de la hora de la prueba que ha de venir sobre el mundo entero, para probar a los que moran sobre la tierra. He aquí, yo vengo pronto; retén lo que tienes, para que ninguno tome tu corona. Al que venciere, yo lo haré columna en el templo de mi Dios, y nunca más saldrá de allí; y escribiré sobre él el nombre de mi Dios, y el nombre de la ciudad de mi Dios, la nueva Jerusalén, la cual desciende del cielo, de mi Dios, y mi nombre nuevo”. Apocalipsis 3:7-13.

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El mensaje a Laodicea

“Y escribe al ángel de la iglesia en Laodicea: He aquí el Amén, el testigo fiel y verdadero, el principio de la creación de Dios, dice esto: Yo conozco tus obras, que ni eres frío ni caliente. ¡Ojalá fueses frío o caliente! Pero por cuanto eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca. Porque tú dices: Yo soy rico, y me he enriquecido, y de ninguna cosa tengo necesidad; y no sabes que tú eres un desventurado, miserable, pobre, ciego y desnudo. Por tanto, yo te aconsejo que de mí compres oro refinado en fuego, para que seas rico, y vestiduras blancas para vestirte, y que no se descubra la vergüenza de tu desnudez; y unge tus ojos con colirio, para que veas.

“Yo reprendo y castigo a todos los que amo; sé, pues, celoso, y arrepiéntete. He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo. Al que venciere, le daré que se siente conmigo en mi trono, así como yo he vencido, y me he sentado con mi Padre en su trono. El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias”. Apocalipsis 3:14-22.

El Señor viene pronto. Los centinelas que están sobre los muros de Sión reciben la orden de despertar para asumir las responsabilidades que Dios les ha impuesto. Dios llama a centinelas que, en el poder del Espíritu, den al mundo el último mensaje de advertencia y le digan qué hora es de la noche. Quiere a centinelas que despierten a los hombres y mujeres de su letargo, no sea que duerman el sueño de la muerte.

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Lo falso y lo verdadero en la educación

La mente maestra de la confederación del mal está siempre ocupada en esconder las palabras de Dios y poner de relieve las opiniones de los hombres. Él se empeña en que no escuchemos la voz de Dios que dice: “Este es el camino. Andad por él”. Por medio de procesos educacionales hace todo lo que está a su alcance para eclipsar la luz del cielo.

La especulación filosófica

La especulación filosófica y la investigación científica que no reconocen a Dios están convirtiendo en escépticos a miles de jóvenes. En las escuelas de hoy las conclusiones propuestas por hombres eruditos como resultado de sus investigaciones científicas, se enseñan con esmero y son explicadas ampliamente, dejándose la impresión inequívoca de que si estos eruditos tienen la razón, la Biblia miente. El escepticismo le resulta atractivo a la mente humana. La juventud ve en él una independencia que cautiva la imaginación, y son engañados. Satanás triunfa porque esto es exactamente lo que él procura. Él nutre cada semilla de duda que se siembra en los corazones juveniles, haciendo que crezca y lleve fruto, y pronto se da una cosecha abundante de infidelidad.

La razón por la cual hay un peligro tan grande en sembrar las semillas del escepticismo en las mentes juveniles es que el corazón humano está inclinado hacia el mal. Todo lo que debilita la fe en Dios, le roba al alma el poder de resistir la tentación. Elimina la única y verdadera salvaguardia contra el mal.

No hemos de establecer escuelas de filosofía escolástica o para ofrecer la así llamada “educación avanzada”. Nuestra grandeza consiste en honrar a Dios por medio de una experiencia sencilla y práctica en la vida cotidiana. Es preciso que caminemos con Dios, que lo introduzcamos en nuestros corazones y hogares.

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Autores ateos

Muchos piensan que para obtener una educación es preciso estudiar las obras de escritores que enseñan el ateísmo porque sus obras contienen joyas prístinas del pensamiento humano. ¿Pero quién fue el originador de estas joyas intelectuales? Fue Dios, y sólo él. Él es la fuente de toda luz. ¿Entonces por qué hemos de detenemos en el estudio de las obras de paganos y ateos, repletas de errores para entresacar algunas verdades intelectuales, cuando tenemos toda la verdad a nuestra disposición?

Existe una razón por la cual estos hombres a veces exhiben una sabiduría admirable. El mismo Satanás fue educado en los atrios celestiales y posee un conocimiento tanto del bien como del mal. Entreteje lo noble y lo vil, y esto es lo que le da el poder para engañar. Pero, porque Satanás se viste con el ropaje esplendoroso del cielo, ¿lo aceptaremos como ángel de luz? El tentador tiene sus agentes, educados conforme a sus métodos, inspirados por su espíritu, y adaptados a su obra. ¿Acaso vamos a cooperar con ellos? ¿Aceptaremos las obras de sus agentes como requisito para la adquisición de una educación?

“¿Quién hará limpio a lo inmundo? Nadie”. Job 14:4. ¿Podremos entonces esperar que la juventud mantenga sus principios cristianos y desarrolle un carácter cristiano mientras su educación está mayormente influenciada por las enseñanzas de paganos, ateos, e infieles?

Si el tiempo y la energía que se emplean en querer captar las ideas brillantes de los incrédulos se dedicaran al estudio de las cosas preciosas de la Palabra de Dios, miles de los que yacían en la oscuridad y en la sombra de muerte se estarían regocijando en el esplendor de la Luz de la vida.

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Tradiciones históricas y teológicas

Muchos de los que procuran prepararse para la obra del Señor piensan que es de rigor acumular grandes tomos de escritos históricos y teológicos. Suponen que el estudio de estas obras les será de gran beneficio para aprender cómo allegarse a la gente. Se equivocan. Cuando yo veo estantes repletos de estos libros, algunos de los cuales raras veces se consultan, pienso: ¿Por qué gastar dinero en aquello que no es comida? El capítulo 6 de Juan nos dice más de lo que se puede hallar en tales obras. Cristo dice: “Yo soy el pan de vida”. “Las palabras que yo os he hablado son espíritu y son vida”. Juan 6:35, 63.

Hay un estudio de la historia que no se ha de condenar. La historia sagrada era una de las asignaturas en las escuelas de los profetas. En el registro de sus relaciones con las naciones se trazaban las pisadas de Jehová. Asimismo hoy hemos de considerar las relaciones de Dios con las naciones de la tierra. Hemos de ver en la historia el cumplimiento de la profecía, estudiar las intervenciones de la Providencia en los grandes movimientos de reforma, y entender la progresión de los eventos que culminan en la reunión de las naciones para la última batalla del gran conflicto.

Pero demasiado a menudo la intención de los que estudian esta multitud de libros no es tanto la de obtener alimento para la mente y el alma. Es más bien el afán de estar al corriente de filósofos y teólogos, un deseo de presentar el cristianismo a la gente en términos y proposiciones intelectuales.

“Aprended de mí -dijo el Maestro más distinguido que el mundo jamás haya conocido-. Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón”. Vuestro orgullo intelectual no os será de ayuda en la obra de comunicación con las almas que perecen por falta del pan de vida. Al estudiar estos libros, estáis permitiendo que ellos tomen el lugar, en vuestras mentes y corazones, de las lecciones prácticas que debéis estar aprendiendo del Gran Maestro. Los resultados de este tipo de estudio no alimentan al pueblo. Muy poco del estudio e investigación que tanto cansa la mente suple nada que haga de alguien un obrero de éxito en la ganancia de almas.

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Los hombres y mujeres que pasan sus vidas dedicados al trabajo común y corriente necesitan oír palabras tan sencillas como las que Cristo impartía al enseñar, palabras que eran fáciles de entender. El Salvador vino para “predicar el evangelio a los pobres”. Y escrito está que “gran multitud del pueblo le oía de buena gana”. Marcos 12:37. Los que enseñan la verdad para este tiempo necesitan una percepción más profunda de las lecciones que él impartió.

Las palabras del Dios viviente son las más nobles de toda educación. Las frases rebuscadas que tienen el propósito de complacer el gusto de las personas supuestamente refinadas no dan en el blanco. Los que ministran ante el pueblo necesitan comer el pan de vida. Esto les impartirá vigor espiritual; entonces estarán preparados para servir a toda clase de personas. La piedad, la energía espiritual de la iglesia, se sostiene alimentándose del pan que bajó del cielo. A los pies de Jesús hemos de aprender la sencillez de la verdadera piedad.

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