Testimonios para la Iglesia, Vol. 8, p. 333-342, día 446

El conocimiento recibido a través de la palabra de Dios

La Biblia entera es una revelación de la gloria de Dios en Cristo. Aceptada, creída, y obedecida, es el gran instrumento para la transformación del carácter. Y es el único medio seguro para lograr la cultura intelectual.

La razón porque la juventud, y aun los que han alcanzado una edad madura, caen tan fácilmente en la tentación y el pecado es que no estudian la Palabra de Dios ni meditan en ella como debieran. La falta de una fuerza de voluntad firme y decidida, que se manifieste en la vida y el carácter, es el resultado de su descuido de las sagradas instrucciones de la Palabra de Dios. No se esfuerzan con ahínco para conducir sus mentes hacia aquello que les inspire pensamientos puros y santos, y que los distraiga de lo que es impuro y falso. Hay unos pocos que escogen la mejor parte, que se sientan a los pies de Jesús, al igual que María, para aprender del divino Maestro. Son pocos los que atesoran sus palabras en sus corazones y las ponen por obra en sus vidas.

Al ser aceptadas, las verdades bíblicas elevan la mente, apartándola de su mundanalidad y degradación. Si la Palabra de Dios fuera apreciada como es debido, tanto jóvenes como adultos poseerían en su fuero interno una rectitud, una solidez de principios, que los capacitaría para resistir la tentación.

Enseñen y escriban los hombres las cosas preciosas de las Sagradas Escrituras. Permitan que el pensamiento, la aptitud, el ejercicio perspicaz de las facultades mentales se dediquen al estudio de los pensamientos de Dios. No estudiéis la filosofía basada en las conjeturas de los hombres, mas estudiad la filosofía de Aquel que es la verdad. La demás literatura es de poco valor en comparación con ésta.

La mente mundana no deriva ningún placer de la contemplación de la Palabra de Dios; empero, para la mente que ha sido renovada por el Santo Espíritu, la hermosura divina y la luz celestial irradian de sus hojas sagradas. Lo que para la mente mundanal era un árido desierto, se convierte en terreno de aguas vivas para la mente espiritual.

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Conocimiento que debe impartirse a los niños

El conocimiento de Dios, según está revelado en su Palabra, debe ser impartido a los niños. Desde el nacimiento temprano de la razón, deben familiarizarse con el nombre y la vida de Jesús. La primera lección que debe dárseles es que Dios es su Padre. Durante su primera formación debiera enseñárseles a obedecer. Con reverencia y ternura debiera leérseles y repetírseles la Palabra de Dios, con trozos adecuados a su nivel de comprensión y adaptados de tal manera que despierten su interés. Sobre todo, que se enteren de su amor manifestado en Cristo y la gran lección del mismo:

“Si Dios nos ha amado así, debemos también nosotros amarnos unos a otros”. 1 Juan 4:11.

Que los jóvenes hagan de la Palabra de Dios el alimento de la mente y del alma. Que la cruz de Cristo se convierta en la ciencia de toda educación, el centro de toda enseñanza y estudio. Que sea incorporada en la experiencia de la vida práctica. Así el Salvador será para los jóvenes un compañero y un amigo de todos los días. Todo pensamiento quedará sujeto a la obediencia de Cristo. Con el apóstol Pablo, podrán exclamar:

“Pero lejos esté de mí gloriarme, sino en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por quien el mundo me es crucificado a mí, y yo al mundo”. Gálatas 6:14.

Un conocimiento experimental

Así, por medio de la fe, llegarán a conocer a Dios a través de un conocimiento experimental. Ellos mismos han confirmado la veracidad de su palabra, la verdad de sus promesas. Han gustado y visto que el Señor es bueno,

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Juan el amado poseía un conocimiento que había obtenido por medio de su propia experiencia. Atestigua el apóstol:

“Lo que era desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que hemos contemplado, y palparon nuestras manos tocante al Verbo de vida (porque la vida fue manifestada, y la hemos visto, y testificamos, y os anunciamos la vida eterna, la cual estaba con el Padre, y se nos manifestó); lo que hemos visto y oído, eso os anunciamos, para que también vosotros tengáis comunión con nosotros; y nuestra comunión verdaderamente es con el Padre, y con su Hijo Jesucristo”. 1 Juan 1:1-3.

De manera que, cada cual, a través de su experiencia propia, puede atestiguar “que Dios es veraz”. Juan 3:33. Puede dar testimonio de aquello que él mismo ha visto y oído y sentido del poder de Cristo. Su testimonio será:

“Necesitaba ayuda, y la encontré en Jesús. Él suplió todas mis necesidades, y calmó la sed de mi alma; para mí la Biblia es la revelación de Cristo. Creo en Jesús porque él es mi divino Salvador. Creo en la Biblia porque he descubierto que ella es la voz de Dios en mi alma”.

Tremendas posibilidades

Es nuestro privilegio poder alcanzar alturas cada vez mayores de un conocimiento más claro del carácter de Dios. Cuando Moisés imploró: “Te ruego que me muestres tu gloria” (Éxodo 33:18), el Señor no lo reprochó, sino que le concedió su petición. Dios le declaró a su siervo: “Yo haré pasar todo mi bien delante de tu rostro, y proclamaré el nombre de Jehová delante de ti”. vers. 19.

Es el pecado lo que entenebrece nuestras mentes y opaca nuestras percepciones. Según se va eliminando el pecado de nuestros corazones, la luz del conocimiento de la gloria de Dios en el rostro de Jesucristo que ilumina su Palabra y se refleja en la faz de la naturaleza, más y más lo declarará ser “misericordioso y piadoso; tardo para la ira, y grande en misericordia y verdad”. Éxodo 34:6.

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En su luz veremos nosotros la luz, hasta que mente, corazón y alma sean transformados a la imagen de su santidad.

Maravillosas posibilidades están disponibles para los que se apoyen en las certezas divinas de la Palabra de Dios. Hay verdades gloriosas que se revelarán al pueblo de Dios. Privilegios y deberes que ni se sospecha que están en la Biblia le serán revelados. Al seguir adelante por el sendero de la obediencia sumisa, haciendo su voluntad, conocerá y seguirá conociendo más de los oráculos divinos.

Al tomar la Biblia como su guía y mantenerse firme como una roca a sus principios, el estudiante podrá aspirar a lograr los blancos más elevados que se proponga. Todas las filosofías de la naturaleza humana han llevado a la confusión y la vergüenza al no tomar en cuenta a Dios en todas las cosas. Pero la preciosa fe inspirada por Dios imparte fuerza y nobleza al carácter. Mientras más contemplamos su bondad, su misericordia y su amor, más clara se hará la percepción de la verdad; y más sublime y santo el deseo por la pureza del corazón y la claridad del pensamiento. El alma que mora en la atmósfera del pensamiento sano, será transformada por su relación con Dios mediante el estudio de su Palabra. La verdad es tan inmensa, de tan largo alcance, tan profunda y amplia, que en ella se pierde de vista el yo. El corazón se enternece y se somete a la humildad, la bondad y el amor.

Y las facultades naturales se acrecientan por causa de la obediencia piadosa. Los estudiantes pueden salir de su estudio de las palabras de vida con mentes expandidas, elevadas, y ennoblecidas. Si cual Daniel son oidores y hacedores de la palabra de Dios, podrán adelantar como él en todos los ramos del conocimiento. Con mentes sanas, adquirirán firmeza de carácter. Todas sus facultades intelectuales despertarán. Podrán educarse y disciplinarse de tal manera que todos aquellos sobre los cuales ejerzan su influencia verán lo que el hombre puede llegar a ser, y lo que puede lograr, cuando está vinculado al Dios de la sabiduría y el poder.

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Resultados de recibir la palabra de Dios

Esta fue la experiencia que el salmista obtuvo mediante el conocimiento de la palabra de Dios. Escribió:

“Bienaventurados los perfectos de camino,
los que andan según la ley de Jehová.
Bienaventurados los que guardan sus testimonios
y con todo el corazón le buscan…
¡Ojalá fuesen ordenados mis caminos
para guardar tus estatutos!
Entonces no sería yo avergonzado,
cuando atendiese a todos tus mandamientos”.
“¿Con qué limpiará el joven su camino?
Con guardar tu palabra”.
“Escogí el camino de la verdad;
He puesto tus juicios delante de mí”.
“En mi corazón he guardado tus dichos,
Para no pecar contra ti”.
“Y andaré en libertad,
Porque busqué tus mandamientos”.
“Abre mis ojos, y miraré
Las maravillas de tu ley”.
“Pues tus testimonios son mis delicias
Y mis consejeros”. “Mejor me es la ley de tu boca
Que millares de oro y plata”.
“¡Oh, cuánto amo yo tu ley!
Todo el día es ella mi meditación”.
“Cánticos fueron para mí tus estatutos
En la casa en donde fui extranjero”.
“Maravillosos son tus testimonios;
Por tanto, los ha guardado mi alma.
La exposición de tus palabras alumbra;
Hace entender a los simples”.
“Me has hecho más sabio que mis enemigos
con tus mandamientos,
Porque siempre están conmigo.
Más que todos mis enseñadores he entendido,
Porque tus testimonios son mi meditación.
Más que los viejos he entendido,
Porque he guardado tus mandamientos…
De tus mandamientos he adquirido inteligencia;
Por tanto, he aborrecido todo camino
de mentira”.
“Sumamente pura es tu palabra,
Y la ama tu siervo”.
“La suma de tu palabra es verdad,
Y eterno es todo juicio de tu justicia”.

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“Mucha paz tienen los que aman tu ley,
Y no hay para ellos tropiezo.
Tu salvación he esperado, oh Jehová,
Y tus mandamientos he puesto por obra.
Mi alma ha guardado tus testimonios,
Y los he amado en gran manera”.

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“He deseado tu salvación, oh Jehová,
Y tu ley es mi delicia.
Viva mi alma y te alabe,
Y tus juicios me ayuden”.
“Por heredad he tomado tus testimonios para siempre,
Porque son el gozo de mi corazón” Salmos 119:1-6, 9, 30, 11, 45, 18, 24, 72, 97, 54, 129, 130, 98-104, 140, 160, 165-167, 174, 175, 111.

Auxiliar para el estudio de la naturaleza

El que tiene un conocimiento de Dios y su Palabra por experiencia propia está preparado para dedicarse al estudio de las ciencias naturales. Acerca de Cristo está escrito: “En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres”. Juan 1:4. Cuando Adán y Eva en el Edén perdieron sus vestimentas de santidad, perdieron la luz que había iluminado la naturaleza. No podían ya leerla correctamente. Pero para aquellos que reciben la luz de la vida de Cristo, la naturaleza vuelve a iluminarse. En la luz que brilla de la cruz, podemos interpretar correctamente las enseñanzas de la naturaleza.

El que tiene un conocimiento de Dios y su Palabra tiene una fe que está asentada en la divinidad de las Sagradas Escrituras. No mide la Biblia a la luz de los conceptos científicos. Al contrario, somete esos conceptos al escrutinio de la norma inequívoca. Sabe que la Palabra de Dios es la verdad, y la verdad nunca se contradice a sí misma; lo que de la enseñanza de la presunta ciencia contradice la verdad de la revelación de Dios es mera conjetura o su posición humana.

Para los que son verdaderamente sabios, la investigación científica abre ante ellos un vasto panorama de estudio e información. Los caminos de Dios, según están revelados en el mundo natural y en sus relaciones con el hombre, constituyen un tesoro del cual puede beneficiarse todo alumno en la escuela de Cristo.

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Lejos de ser una teoría, la verdadera evidencia que comprueba la existencia de un Dios viviente es la convicción que Dios ha grabado en nuestros corazones, ilustrada y explicada por su Palabra. Es la energía vital de sus obras creadas, percibida por el ojo iluminado por el Espíritu de Dios.

Los que juzgan a Dios en base a las obras de sus manos, y no a raíz de las suposiciones de hombres egregios, ven su presencia en todas las cosas. Perciben su sonrisa en los alegres rayos del sol, y su amor y cuidado por el hombre en los ricos campos otoñales de maduras mieses. Aun las cosas que engalanan la tierra -la hierba de un verde subido, las exquisitas flores de variados matices, los majestuosos árboles de distintas clases del bosque, el arroyo burbujeante, el río imponente, el lago plácido- dan testimonio del tierno y paternal cuidado de Dios y de su esmero por hacer felices a sus hijos.

La naturaleza: clave de los divinos misterios

A medida que el estudiante contempla las cosas de la naturaleza, recibe una nueva visión de ellas. Las enseñanzas del libro de la naturaleza de Dios atestiguan la veracidad de su Palabra escrita.

En el plan de la redención hay misterios que la mente humana no puede sondear, muchas cosas que la sabiduría humana es incapaz de explicar; pero la naturaleza nos puede enseñar mucho acerca del misterio de la piedad. Cada arbusto, cada árbol que lleva fruto, toda vegetación, contiene lecciones que aprender. En el crecimiento de la semilla se pueden leer los misterios del reino de Dios.

Para el corazón enternecido por la gracia de Dios, el sol, la luna, las estrellas, los árboles, las flores del campo, pronuncian palabras aconsejadoras. La siembra de la semilla transporta la mente a la siembra de la semilla espiritual. El árbol declara que un buen árbol no puede llevar mal fruto, y que un árbol malo no puede llevar buen fruto. “Por sus frutos los conoceréis”. Mateo 7:16. Aun la cizaña nos enseña una lección. Satanás es el que la siembra y, si no se atiende, daña el trigo creciendo desordenadamente.

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Padres y madres, enseñad a vuestros hijos la maravillosa operación del poder de Dios. Su poder se hace patente en cada planta, en cada árbol que produce fruto. Llevad a los hijos al huerto y explicadles cómo Dios le da el crecimiento a la semilla. El agricultor cultiva la tierra y esparce la semilla, pero no puede hacerla germinar. Tiene que depender de Dios, quien hace lo que ningún poder humano puede hacer. El Señor infunde su propio Espíritu en la semilla, haciéndola brotar. Bajo su cuidado, el embrión brota a través de la cáscara que lo encierra para desarrollarse y llevar fruto.

Al estudiar los niños el gran libro de texto de la naturaleza, Dios impresionará sus mentes. Al relatárseles la obra que él realiza por la semilla, ellos aprenden el secreto del crecimiento en la gracia. Debidamente entendidas, estas lecciones apuntan hacia el Creador, enseñándoles aquellas verdades sencillas y santas que acercan el corazón a Dios.

Una lección de obediencia

Las leyes de Dios para la naturaleza son obedecidas por la naturaleza. Las nubes y los vendavales, el sol y las lloviznas, el rocío y la lluvia, están bajo la supervisión de Dios y obedecen sus mandatos. En obediencia a la ley de Dios, el brote del trigo se abre paso en la tierra, “primero hierba, luego espiga, después grano lleno en la espiga”. Marcos 4:28. El fruto se ve por primera vez en forma de capullo, y el Señor lo hace desarrollar en sazón porque no resiste su obra. De la misma manera, las aves cumplen el propósito de Dios al hacer sus largas migraciones de país en país, guiadas a través del espacio libre por la mano de un poder infinito,

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¿Será que el hombre, hecho a la imagen de Dios, dotado de raciocinio y de habla, es el único que no muestra agradecimiento por sus dones y que desobedece sus leyes? ¿Se contentarán aquellos que pudieran ser realzados y ennoblecidos, capacitados para ser colaboradores suyos, con permanecer imperfectos de carácter y causar la confusión en nuestro mundo? ¿Quedarán impedidos por hábitos con tendencia mundanal y prácticas impuras los cuerpos y las almas de la heredad ganada por sangre? ¿No reflejarán ellos la hermosura de Aquel que ha hecho todas las cosas bien, para que por su gracia el hombre imperfecto escuche la bendición: “Bien, buen siervo y fiel… entra en el gozo de tu Señor?” Mateo 25:21.

Dios desea que aprendamos de la naturaleza la lección de la obediencia.

“En efecto, pregunta ahora a las bestias,
y ellas te enseñarán;
A las aves de los cielos, y ellas te lo mostrarán;
O habla a la tierra, y ella te enseñará;
Los peces del mar te lo declararán también.
¿Qué cosa de todas estas no entiende
Que la mano de Jehová la hizo?”
“Con Dios está la sabiduría y el poder;
Suyo es el consejo y la inteligencia”. Job 12:7-9, 13.

“Bienaventurado el varón…” cuya delicia es “en la ley de
Jehová”…
“Será como árbol plantado junto a corrientes de aguas,
Que da su fruto en su tiempo, y su hoja no cae;
Y todo lo que hace, prosperará”. Salmos 1:1-3.

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El libro de la naturaleza y la palabra escrita se iluminan mutuamente. Ambas nos ayudan a conocer mejor a Dios instruyéndonos acerca de su carácter y de las leyes por medio de las cuales obra.

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