Testimonios para la Iglesia, Vol. 9, p. 136-143, día 464

La preparación de obreros

Así como el Señor ha hablado por mi intermedio, también lo hace ahora cuando digo que los obreros que se dedican a los ramos de la educación, la predicación o el trabajo médico-misionero, deben estar unidos como un solo hombre, trabajando todos juntos bajo la dirección de Dios, ayudándose y beneficiándose mutuamente.

Los que estén relacionados con nuestras escuelas y sanatorios deben trabajar con gran entusiasmo. La obra cumplida bajo el ministerio del Espíritu Santo y por amor a Dios y a la humanidad, recibirá el sello divino y hará impresión en la mente de los hombres.

El Señor invita a nuestros jóvenes a ingresar en nuestras escuelas, y a prepararse rápidamente para servirle. Deben establecerse escuelas en diferentes lugares, fuera de las ciudades, donde nuestra juventud pueda recibir una educación que la prepare para la evangelización y la obra médica misionera.

Debe darse al Señor ocasión de mostrar a los hombres su deber y de obrar en sus mentes. Nadie debiera comprometerse a trabajar, durante un determinado número de años, bajo la dirección de un grupo de hombres o en algún ramo especial de la obra del Maestro; porque el, Señor mismo llamará a los hombres, como llamó antaño a los humildes pescadores, y les indicará él mismo su campo de labor y los métodos que deben seguir. Llamará a hombres que dejarán el arado y otras ocupaciones para dar la última nota de advertencia a las almas que perecen. Muchas maneras hay de trabajar para el Maestro; el gran Instructor despertará la inteligencia de esos hombres y les hará ver en su Palabra cosas maravillosas.

Enfermeros evangelistas

Nuestro ejemplo es Jesucristo, el gran Médico misionero. De él se dice: “Y rodeó toda Galilea, enseñando en las sinagogas de ellos, y predicando el evangelio del reino, y sanando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo”. Mateo 4:23. El sanaba a los enfermos y predicaba el Evangelio. En su obra, la curación y la enseñanza se unían estrechamente. Estas dos cosas no deben ser separadas hoy.

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Los enfermeros formados en nuestras instituciones deben ser preparados para trabajar como misioneros médicos evangelistas, uniendo el ministerio de la palabra al de la curación física.

Nuestra luz debe brillar en medio de las tinieblas morales. Muchos de los que están hoy en las tinieblas verán que hay una esperanza de salvación para ellos, cuando perciban un destello de la luz del mundo. Tal vez que vuestra luz sea pequeña; pero recordad que es Dios quien os la ha dado, y que él os tiene por responsables de hacerla brillar. Es posible que alguien encienda su antorcha en la vuestra, y que su luz sea el medio de sacar a otras personas de las tinieblas.

En todo nuestro derredor se abren puertas para servir. Debemos llegar a conocer a nuestros vecinos y esforzarnos por atraerlos a Cristo. Cuando obremos así, tendremos la aprobación y colaboración de él.

Debemos seguir el ejemplo de Cristo

A menudo, los moradores de una ciudad en la cual Cristo había trabajado, expresaban el deseo de verle establecerse en su medio y continuar su obra. Pero él les decía que su deber era ir a otras ciudades que no habían oído las verdades que debía presentar. Después de haber dado la verdad a los habitantes de una localidad, dejaba al cuidado de ellos el continuar lo que él había empezado, y se iba a otro lugar. Sus métodos de trabajo deben ser seguidos hoy por aquellos a quienes él confió su obra. Debemos ir de un lugar a otro, proclamando el mensaje. Tan pronto como la verdad ha sido anunciada en un lugar, debemos ir a amonestar otras localidades.

Debemos organizar grupos e instruir a sus miembros muy cabalmente para que lleguen a ser enfermeros, evangelistas, predicadores, colportores y estudiantes bíblicos, que vayan adquiriendo un carácter semejante al carácter divino. Nuestro blanco actual debe ser prepararnos para recibir la educación superior de la escuela celestial.

Por las instrucciones que el Señor me ha dado repetidas veces, sé que algunos obreros debieran hacer en las ciudades y las aldeas giras de obra médica misionera. Los que emprendan esta obra obtendrán una abundante cosecha de almas, tanto de las clases superiores de la sociedad como de las inferiores. Y para preparar el terreno para una obra tal, nada iguala a los esfuerzos de un fiel colportor.

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Muchos serán llamados a trabajar de casa en casa dando estudios bíblicos y orando con las personas interesadas.

Nuestros predicadores que tienen experiencia en la predicación de la Palabra deben aprender a dar tratamientos sencillos, y luego deben ponerse a trabajar de una manera inteligente como evangelistas médico-misioneros.

Actualmente se necesitan evangelistas médico-misioneros. No podéis consagrar muchos años a vuestra preparación. Muy pronto, las puertas abiertas hoy se cerrarán para siempre. Proclamad el mensaje ahora. No esperéis que el enemigo haya tenido ocasión de tomar posesión de los campos que se abren ahora delante de vosotros. Grupos pequeños deben ir a cumplir la obra que Cristo asignó a sus discípulos. Trabajen como evangelistas, repartiendo nuestros impresos, hablando de la verdad a las personas que encuentren. Oren por los enfermos, esforzándose por aliviarlos, no con drogas, sino con remedios naturales, enseñándoles a recuperar la salud y evitar la enfermedad.

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La escuela de médicos evangelistas de Loma Linda*

Mientras asistía al Congreso General celebrado en Washington, D.C., en 1905, recibí de J. A. Burden una carta en la que describía una propiedad que él había visto a cosa de seis kilómetros de Redlands. Al leer esa carta, tuve la impresión de que se trataba de uno de los lugares que había visto en visiones, y le telegrafié inmediatamente que sin tardanza comprase la propiedad. Cuando, más tarde, visité dicha propiedad, pude reconocer en ella uno de los lugares que yo había visto en sueños casi dos años antes. ¡Cuán agradecida estoy hacia nuestro Dios porque nos hizo obtener ese lugar!

Una de las principales ventajas de Loma Linda es la agradable variedad de paisajes encantadores que la rodean. Se disfruta de una extensa y magnífica perspectiva sobre los valles y montañas circundantes. Y lo que importa aún más que la magnificencia del paisaje o los hermosos edificios y los extensos terrenos, es la situación de esta institución, en las cercanías de un distrito muy poblado que da ocasión de comunicar el mensaje del tercer ángel a un número muy grande de personas. Necesitamos mucho discernimiento espiritual para reconocer las dispensaciones de la Providencia mientras abren el camino delante de nosotros para que el mundo sea alumbrado.

La adquisición de esta propiedad trae sobre nosotros la pesada responsabilidad de dar un carácter especial a la obra de la institución, haciendo de Loma Linda no solamente un sanatorio, sino también un centro de educación. Debe establecerse allí una escuela para la formación de evangelistas médico-misioneros. Esta obra tiene gran alcance y es indispensable principiarla bien. El Señor tiene el próposito de hacer una obra especial en este campo. Me ha encargado que invite al pastor Haskell y a su esposa a que nos ayuden a emprender una obra análoga a la que ellos realizaron en Avondale. Obreros experimentados han consentido en unirse al personal de Loma Linda para desarrollar la escuela. A medida que avancen con fe, el Señor irá delante de ellos preparando eficazmente el camino.

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En lo que atañe a la escuela diré: Dedíquese especialmente a la educación de enfermeros y médicos. Muchos obreros deben adquirir la ciencia médica en nuestras escuelas para médicos misioneros. El Señor ha declarado que esta preparación está en armonía con los principios que forman la base de una verdadera educación superior. Mucho se habla de educación superior. La educación más elevada consiste en andar en las pisadas de Cristo, imitando el ejemplo que él nos dejó cuando estuvo en la tierra. No podemos aspirar a una educación superior a ésa; es una educación que hará de los hombres colaboradores de Dios.

¿Qué clase de educación se debe ofrecer?

Poseer educación superior es estar en comunión viva con Cristo. El Salvador llamó a pescadores ignorantes y, sacándolos de sus barcos y sus redes, los asoció consigo mientras viajaba de un lugar a otro, enseñando al pueblo y aliviando sus miserias. Sentado sobre una roca o alguna prominencia del terreno, juntaba a sus discípulos en su derredor y los instruía. Al poco tiempo, centenares de personas escuchaban sus palabras. Muchos piensan saber todo lo que se puede saber, cuando en realidad tienen gran necesidad de sentarse humildemente a los pies de Jesús y recibir instrucción de Aquel que dio su vida en rescate por un mundo perdido. Todos necesitamos al Cristo que abandonó los atrios celestiales, su vestidura real, su corona y su majestad celestial, para revestirse de nuestra humanidad. El Hijo de Dios vino como un niñito, para poder conocer lo que experimenta la humanidad y saber cómo obrar en todo ello. El conoce las necesidades de los niños. En los días de su ministerio, no quería que se les prohibiese su acceso. “Dejad a los niños venir a mí -dijo a los discípulos-, y no se lo impidáis; porque de los tales es el reino de los cielos”. Mateo 19:14.

Haya siempre sencillez en la obra de la escuela. Ningún argumento es más poderoso que el éxito basado en la sencillez. Podéis tener éxito en la formación de médicos misioneros sin tener una escuela acreditada para producir médicos capacitados para rivalizar con los del mundo. Los estudiantes deben recibir enseñanzas prácticas. Cuanto menos contéis con los métodos del mundo, mejor será para los estudiantes. Debiera cultivarse principalmente el arte de cuidar a los enfermos sin hacer uso de medicamentos tóxicos y de acuerdo a la luz que Dios ha dado. No es necesario hacer uso de medicamentos para tratar a los enfermos. Los estudiantes deberían salir de la escuela sin haber sacrificado los principios de la reforma pro salud ni su amor hacia Dios y la justicia.

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Los que desean proseguir con éxito la obra médica misionera en relación con la obra del mensaje del tercer ángel deben estimar cada vez menos la enseñanza según el ideal del mundo. Debe enseñárseles a obedecer a la conciencia y cuando sigan concienzuda y fielmente los buenos métodos en el tratamiento de las enfermedades, esos métodos terminarán por ser reconocidos como preferibles a los que están en boga y que implican el uso de drogas tóxicas.

No debemos tratar de rivalizar con las escuelas de medicina del mundo. Si lo hiciéramos, nuestras perspectivas de éxito serían muy pocas. No estamos en situación de crear grandes facultades de medicina. Por otra parte, si seguimos los métodos de práctica médica según el uso del mundo, exigiendo honorarios elevados como lo hacen los médicos en general, nos alejaremos de los planes según los cuales Cristo quiere que ejerzamos nuestro, ministerio en favor de los enfermos.

Debería haber en nuestros sanatorios hombres y mujeres inteligentes, capaces de enseñar los métodos de Cristo. Bajo la dirección de maestros competentes y consagrados, los jóvenes pueden ser hechos participantes de la naturaleza divina y aprenderán a huir de la corrupción que reina en el mundo por la concupiscencia. Se me ha mostrado que deberíamos tener un número mayor de mujeres capaces de tratar especialmente las enfermedades de su sexo, y muchas enfermeras que puedan cuidar a los enfermos de un modo sencillo, sin usar drogas.

No está de acuerdo con las instrucciones dadas en el Sinaí que los médicos varones deban cumplir el oficio de parteras. La Biblia nos muestra a las parturientas atendidas por otras mujeres, y así debiera ser siempre. Debiera instruirse a mujeres y prepararlas de manera que puedan desempeñar con éxito el cargo de parteras y de médicas junto a las personas de su sexo. Tal es el plan de Dios. Enseñemos de manera inteligente a las señoras a cuidar las enfermedades de su sexo. Deberíamos tener una escuela donde las mujeres fuesen instruidas por médicas misioneras para el tratamiento de las enfermedades de señoras de la manera más eficaz. En nuestra denominación, la obra médica debiera alcanzar su máximo nivel.

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La preparación de misioneros

Estamos bien situados en Loma Linda con respecto a llevar adelante nuestras diferentes empresas misioneras. Es evidente que fuimos puestos en posesión de este sanatorio por la providencia de Dios. Debemos considerar a Loma Linda como un lugar que el Señor había juzgado por anticipado como necesario a nuestra obra, una posesión que él nos ha dado. Una obra muy bendecida debe ser hecha en relación con los intereses del sanatorio y de la escuela de Loma Linda, y ella se realizará cuando todos trabajemos en este sentido, avanzando a la orden del Señor.

En Loma Linda, muchos pueden prepararse para trabajar como misioneros en la causa de la salud y de la temperancia. Deben prepararse maestros para muchos ramos de actividad. Deben establecerse escuelas en los lugares donde nada se ha hecho aún. Deben ir misioneros a los estados en los que se ha hecho poco hasta ahora. Debemos cumplir la obra que tiene por objeto propagar los principios de la reforma pro salud. ¡Dios nos ayude a ser un pueblo sabio!

Deseo muy especialmente que las necesidades de nuestras instituciones de Loma Linda reciban el estudio necesario y que se tomen medidas correctas. Para la prosecución de la obra en ese lugar, necesitamos hombres bien dotados y de firme espiritualidad. En la obra de enseñanza debemos emplear los mejores maestros, hombres y mujeres prudentes, que dependan enteramente de Dios. Veremos desarrollarse una buena obra si los profesores que pertenecen al ramo médico ocupan su puesto en el temor de Dios. Teniendo a Cristo como educador, podemos llegar a grandes alturas en el conocimiento de la verdadera ciencia de curar.

Escuelas preparatorias y sanatorios

Lo que importa más que todo es que los estudiantes aprendan a representar correctamente los principios de la reforma pro salud. Enseñadles a seguir fielmente este ramo de estudio combinado con otros ramos esenciales. La gracia de Jesucristo inspirará sabiduría a todos los que siguen los planes del Señor en lo que concierne a la verdadera educación. Sigan los estudiantes con fidelidad el ejemplo de Aquel que pagó por el rescate de la familia humana el inestimable precio de su vida. Diríjanse al Salvador y confíen en él como en Aquel que sana todas las enfermedades. El Señor quiere que los obreros hagan esfuerzos especiales para dirigir a los enfermos y dolientes al gran Médico que formó el cuerpo humano.

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Sería conveniente que nuestras escuelas de evangelistas fueran establecidas en la proximidad de nuestras instituciones de salud, de manera que los alumnos pudieran familiarizarse con los principios de una vida sana. Tienen gran valor las instituciones que producen obreros capaces de dar razón de su fe y que estén animados por una fe que obra por la caridad y purifica el alma. He recibido claras instrucciones en el sentido de que, doquiera se pueda, deben establecerse escuelas cerca de los sanatorios, de modo que esas instituciones puedan ayudarse mutuamente. El que creó al hombre se interesa por los que sufren. Ha dirigido el establecimiento de nuestros sanatorios y la creación de nuestras escuelas cerca de ellos, a fin de que esas instituciones sean medios eficaces para formar hombres y mujeres para la obra que tiene por objeto aliviar los padecimientos de la humanidad.

Los adventistas del séptimo día que trabajan en la obra médica deben recordar que el Señor Dios omnipotente reina. Cristo es el médico más grande que alguna vez haya pisado el suelo de este planeta maldito por el pecado. El Señor quiere que su pueblo se allegue a él en busca de su poder sanador. El bautizará a los suyos con el Espíritu Santo y los hará idóneos para servirle de modo que sean una bendición en la obra de devolver la salud espiritual y física a los que la necesiten.

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