Testimonios para la Iglesia, Vol. 9, p. 144-151, día 465

Sección 5—El espíritu de unidad*

“Para que todos sean uno”Juan 17:21.

La unión entre diferentes nacionalidades

“Si alguno tiene sed, venga a mí y beba”. “Mas el que bebiere del agua que yo le daré, para siempre no tendrá sed: mas el agua que yo le daré, será en él una fuente de agua que salte para vida eterna”. Juan 7:37; 4:14.

Si, no obstante estas promesas que se nos hacen, preferimos permanecer marchitos y agotados por falta de agua viva, la culpa será nuestra solamente. Si fuéramos a Cristo con la sencillez de un niño que dirige a sus padres terrenales, para pedirle las cosas que nos ha prometido, creyendo que las recibiremos, las obtendríamos. Si todos hubiéramos ejercitado la fe como debiéramos haberlo hecho, habríamos recibido en nuestras asambleas una mayor medida del Espíritu de Dios. Me alegro de que aún nos quedan algunos días antes de finalizar estas reuniones. Ahora debemos preguntarnos: ¿Acudiremos a beber a la fuente? ¿Darán ejemplo los que enseñan la verdad? Dios hará grandes cosas por nosotros si con fe aceptamos su palabra al pie de la letra. ¡Ojalá viéramos aquí a todos los corazones humillándose delante de Dios!

Desde el principio de estas reuniones se me ha instado a espaciarme mucho en el amor y la fe. Ello se debe a que necesitáis este testimonio. Algunos de los que han entrado en estos campos misioneros han dicho: “No comprendéis al pueblo francés; no comprendéis a los alemanes. Hay que tratarlos de esta o aquella manera”.

Pero pregunto: ¿Acaso Dios no los entiende? ¿No es él quien da a sus siervos un mensaje para la gente? El sabe exactamente lo que cada cual necesita; y si el mensaje viene directamente de él, por intermedio de sus siervos, cumplirá la obra que motiva su envío; todos serán unificados en Cristo. Aun cuando algunos sean categóricamente franceses, otros decididamente alemanes y otros profundamente americanos, todos llegarán a ser tan categóricamente semejantes a Cristo.

-145-

El templo judío fue construído con piedras labradas que se sacaron de las montañas. Y cada piedra era preparada para su lugar en el templo, labrada a escuadra, pulida y probada antes de ser transportada a Jerusalén. Cuando todas esas piedras se encontraron sobre el terreno, la edificación se hizo sin que se oyera el ruido de un hacha o de un martillo. Esta edificación representa el templo espiritual de Dios, compuesto de materiales traídos de todas las naciones, lenguas, pueblos y clases sociales, grandes y pequeños, ricos y pobres, sabios e ignorantes. No se trata de substancias inertes, que deban ser trabajadas por medio del martillo o el cincel. Son piedras vivas, sacadas de la cantera del mundo por medio de la verdad; y el gran Arquitecto, el Señor del templo, está ahora labrándolas y puliéndolas, preparándolas para su lugar respectivo en el templo espiritual. Ese templo, una vez terminado, será perfecto en todas sus partes y causará la admiración de los ángeles y de los hombres; porque Dios es su arquitecto y constructor.

Nadie piense que no tiene necesidad de golpe alguno. No hay persona ni nación que sea perfecta en todas sus costumbres y maneras de pensar. Una debe aprender de otra. Por esto, Dios quiere que las diferentes nacionalidades se asocien para llegar a ser un solo pueblo en sus maneras de ver y en sus propósitos. Así verá cumplida la unión que es en Cristo.

Vine a este país con cierta aprensión, por lo mucho que había oído de las peculiaridades de las diferentes naciones europeas, y de los medios que debían usarse para alcanzarlas. Pero la sabiduría divina se les promete a los que sienten su necesidad de ella y la piden. Dios es quien puede traer a la gente al punto en que quiera recibir la verdad. Dejad que el Señor tome posesión de las mentes para modelarlas como el alfarero modela la arcilla, y las diferencias desaparecerán. Hermanos, mirad a Cristo; imitad sus modales y su espíritu; luego no os será difícil alcanzar a las diferentes clases de personas. No tenemos seis modelos para imitar, ni tampoco cinco, sino uno solo: Cristo Jesús. Si los hermanos italianos, franceses y alemanes se esfuerzan en parecérsele, colocarán sus pies sobre el mismo fundamento, el de la verdad; el mismo espíritu que anima el uno animará también al otro: Cristo en ellos, esperanza de gloria. Quiero exhortaros, hermanos y hermanas, a no levantar un muro de separación entre las diferentes nacionalidades. Esforzaos, por el contrario, en derribarlo en todas partes donde exista. Deberíamos esforzarnos por llevar a todo el mundo a la armonía que hay en Jesús y trabajar con un solo fin: la salvación de nuestros semejantes.

-146-

Hermanos míos en este ministerio, ¿aceptaréis las ricas promesas de Dios? ¿Ocultaréis al yo para dejar aparecer a Jesús? El yo debe morir antes que Dios pueda obrar por nuestro medio. Siento alarma cuando veo asomar el yo aquí y allá, en uno y en otro. En el nombre de Jesús de Nazaret, os declaro que vuestra voluntad debe morir; debe identificarse con la voluntad de Dios. El desea fundiros y purificaros de toda mácula. Una gran obra debe ser hecha por vosotros antes que podáis ser henchidos del poder de Dios. Os suplico que os acerquéis a él a fin de poder recibir sus ricas bendiciones antes de terminar estas reuniones.

Hay aquí algunos sobre quienes la luz resplandeció con brillo por medio de advertencias y reprensiones. Cuando quiera que se den reprensiones, el enemigo procura crear en los que son reprendidos un deseo de simpatía humana. Quisiera, por lo tanto, amonestaros a tener cuidado, no sea que al apelar a la simpatía ajena y repasar vuestras pruebas pasadas, repitáis el mismo error: el de exaltaros a vosotros mismos. El Señor hace recorrer vez tras vez el mismo terreno a sus hijos extraviados; pero si continuamente se niegan a escuchar las advertencias de su Espíritu, y no enmiendan todos sus errores, él terminará por abandonarlos a su debilidad.

Hermanos, os exhorto a acudir a Cristo y a beber en abundancia de las aguas de salud. No apeléis a vuestros propios sentimientos. No confundáis el sentimentalismo con la religión. Dejad todo apoyo humano y confiad por completo en Cristo. Necesitáis recibir una nueva preparación antes de poder trabajar en la salvación de las almas. Vuestras palabras y vuestras acciones ejercen influencia sobre otros, y en el día de Dios deberéis dar cuenta de esa influencia. Jesús dice: “He dado una puerta abierta delante de ti, la cual ninguno puede cerrar”. Apocalipsis 3:8. De esa puerta brota luz, y si queremos podemos recibirla. Miremos hacia esa puerta abierta, y procuremos recibir todo lo que Cristo quiere otorgarnos. Cada cual tendrá que sostener un violento combate para triunfar del pecado en su propio corazón. Por momentos, es una obra muy penosa y desalentadora; pues al mirar los defectos de nuestro carácter, nos detenemos a considerarlos, cuando en realidad deberíamos mirar a Jesús y revestir el manto de su justicia. Quien quiera que entre en la ciudad de Dios por las puertas de perla, entrará como vencedor, y su victoria más grande será la que habrá obtenido sobre sí mismo.

-147-

“Por esta causa doblo mis rodillas al Padre de nuestro Señor Jesucristo, del cual es nombrada toda la parentela en los cielos y en la tierra, que os dé, conforme a las riquezas de su gloria, el ser corroborados con potencia en el hombre interior por su Espíritu. Que habite Cristo por la fe en vuestros corazones; para que, arraigados y fundados en amor, podáis bien comprender con todos los santos cuál sea la anchura y la longura y la profundidad y la altura, y conocer el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento, para que seáis llenos de toda la plenitud de Dios”. Efesios 3:14-19.

Hermanos y hermanas, como colaboradores de Dios, apoyaos con firmeza en el brazo del Todopoderoso. Trabajad para alcanzar la unión y el amor, y seréis una potencia en el mundo.

-148-

La unidad en Jesucristo

Mientras asistía a la sesión de la junta de la Asociación General, realizada en septiembre de 1904, me sentí sumamente preocupada por lo que concierne a la unidad que debe reinar en nuestra obra. No me fue posible asistir a todas las reuniones, pero durante la noche una escena tras otra pasaban delante de mí, y tuve la impresión de que debía transmitir un mensaje a nuestros hermanos de muchos lugares.

Mi corazón se conduele al comprobar que, mientras tenemos tantos motivos que nos invitan a llevar nuestras aptitudes al más alto grado de desarrollo, nos contentamos con ser enanos en la obra de Cristo. Dios desea que todos sus obreros crezcan hasta alcanzar la estatura perfecta de hombres y mujeres en Cristo. Donde hay vitalidad, hay crecimiento; este último atestigua la presencia de la primera. Las palabras y las acciones dan testimonio de lo que el cristianismo realiza en favor de los discípulos de Cristo.

Cuando cumpláis la tarea que os es asignada, sin reñir y sin criticar a los demás, vuestro trabajo será acompañado de una libertad, de una luz y potencia tales que ello dará un carácter peculiar y una poderosa influencia a las empresas e instituciones con las cuales estéis relacionados.

Recordad que no estáis en una posición ventajosa cuando estáis de mal humor y cuando pensáis que es vuestra obligación llamar al orden a todos los que se os acercan. Si cedéis a la tentación de criticar a los demás, señalarles sus faltas y demoler lo que ellos hacen, podéis estar seguros de que no haréis vuestra parte noblemente y como corresponde.

En un tiempo como éste, todo hombre que ocupa un puesto de responsabilidad y todo miembro de la iglesia debe procurar que todo rasgo de su obra esté en perfecto acuerdo con las enseñanzas de la Palabra de Dios. Por una vigilancia incansable, oraciones fervientes y palabras y acciones cristianas, debemos mostrar al mundo lo que Dios quiere que su iglesia sea.

Desde su elevada posición, Cristo, el Rey de gloria, la Majestad de los cielos, vio la condición de los hombres. Tuvo compasión de los seres humanos, débiles y pecadores, y vino a la tierra para mostrar lo que Dios es para el hombre. Dejando su corte real, revistiendo su divinidad con los velos de la humanidad, vino personalmente al mundo para labrar en nuestro favor un carácter perfecto. No eligió morada entre los ricos de la tierra. Nació en la pobreza, de padres humildes, y vivió en el despreciado pueblo de Nazaret. En cuanto tuvo edad suficiente para poder manejar las herramientas, contribuyó con su parte al sostén de la familia.

-149-

Cristo se humilló para encabezar a la humanidad, para afrontar las tentaciones y sobrellevar las pruebas que los hombres deben arrastrar de parte del enemigo caído, a fin de saber cómo socorrer a los que son tentados.

Y Cristo ha sido hecho nuestro Juez. No es el Padre el Juez. Tampoco lo son los ángeles. Nos juzgará Aquél que se revistió de nuestra humanidad y vivió una vida perfecta en este mundo. El solo puede ser nuestro Juez. ¿Os acordaréis de ello, hermanos y hermanas? ¿Lo recordaréis también, vosotros los predicadores? ¿Y vosotros también, padres y madres? Cristo se revistió de nuestra humanidad para poder ser nuestro Juez. Ninguno de vosotros ha sido designado para juzgar a otros. Todo lo que podéis hacer es corregiros a vosotros mismos. Os exhorto, en el nombre de Cristo, a obedecer la orden que os da, de no sentaros jamás en el sitial del juez. Día tras día, este mensaje ha repercutido en mis oídos: “Bajad del estrado del tribunal. Bajad de él con humildad”.

Nunca antes ha sido tan necesario como ahora que renunciemos a nosotros mismos y carguemos cada día con la cruz. ¿Hasta qué extremo estamos nosotros dispuestos a dar pruebas de abnegación?

Una vida de gracia y de paz

En el primer capítulo de la segunda epístola de Pedro, hallaréis esta recomendación: “Vosotros también, poniendo toda diligencia por esto mismo, mostrad en vuestra fe virtud, y en la virtud ciencia; y en la ciencia templanza, y en la templanza paciencia, y en la paciencia temor de Dios; y en el temor de Dios, amor fraternal, y en el amor fraternal caridad”. 2 Pedro 1:5-7. Estas virtudes son tesoros admirables. Hacen al hombre “más precioso que el oro fino”. Isaías 13:12.

“Porque si en vosotros hay estas cosas, y abundan, no os dejarán estar ociosos, ni estériles en el conocimiento de nuestro Señor Jesucristo”. 2 Pedro 1:8.

¿No nos esforzaremos por aprovechar lo mejor que podamos el poco tiempo que aún nos queda en esta vida, para añadir una gracia a otra, y una potencia a otra, mostrando que tenemos acceso, en los lugares celestiales, a una fuente de poder? Cristo dijo: “Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra”. Mateo 28:18. ¿Para quién le es dada esta potestad? Para nosotros. El quiere que comprendamos que volvió al cielo como nuestro Hermano mayor, y que el poder inconmensurable que se le dio está a nuestra disposición.

-150-

Recibirán el poder de lo alto aquellos que en su vida pongan en práctica las instrucciones dadas a la iglesia por el apóstol Pedro. Debemos adoptar el plan de adición, consagrándonos a afirmar nuestra vocación y elección. En todo lo que hacemos y decimos, debemos representar a Cristo. Debemos vivir su vida. Los principios en que se inspiraba deben dirigir nuestra conducta hacia las personas con quienes colaboramos.

Cuando estamos anclados firmemente en Cristo poseemos un poder que ningún ser humano puede quitarnos. ¿Y por qué? Porque participamos de la naturaleza divina al huir de la corrupción que reina en el mundo por la concupiscencia, participamos de la naturaleza de Aquel que vino a la tierra revestido de humanidad, para que pudiese encabezar la familia humana y para desarrollar un carácter inmaculado e irreprensible.

¿Por qué son tantos entre nosotros los débiles e incapaces? Es porque miramos a nosotros mismos, estudiamos nuestro temperamento y nos preguntamos cómo podremos hacernos un sitio a nosotros mismos, a nuestra individualidad, a nuestras ideas particulares, en lugar de estudiar a Cristo y su carácter.

Hay hermanos que podrían trabajar juntos en armonía si quisieran aprender de Cristo y olvidar que son americanos o europeos, alemanes, franceses, suecos, dinamarqueses o noruegos; pero parecen pensar que si se unieran con los de otras nacionalidades, perderían algo de lo que caracteriza a su país y su nación, y que ese algo sería reemplazado por otra cosa.

Hermanos, desechemos todo esto. No tenemos derecho a fijar nuestra atención en nosotros mismos, ni en nuestras preferencias y fantasías. No debemos tratar de conservar una identidad particular, una personalidad y una individualidad que nos mantendrían alejados de nuestros colaboradores. Hay un carácter que debemos mantener, pero es el de Cristo. Si tenemos el carácter de Cristo, podemos trabajar juntos en su obra. El Cristo que esté en nosotros responderá al Cristo que esté en nuestros hermanos, y el Espíritu Santo consagrará esa unión de sentimientos y de acción que atestigua al mundo que somos hijos de Dios. Que el Señor nos dé poder para crucificar el yo y nacer de nuevo, a fin de que Cristo pueda vivir en nosotros como principio vivo, activo, capaz de mantenemos en la santidad.

-151-

Trabajad con ardor en favor de la unión. Orad, trabajad para obtenerla. EU a os traerá salud espiritual, pensamientos elevados, nobleza de carácter, el ánimo celestial, y os permitirá vencer el egoísmo y las suspicacias, y ser más que vencedores por Aquel que os amó, y se dio a sí mismo por vosotros. Crucificad el yo, considerad a los demás como más excelentes que vosotros mismos; y así realizaréis la unión con Cristo. Ante el universo celestial, ante la iglesia y el mundo, daréis la prueba indiscutible de que sois hijos de Dios. Dios será glorificado por el ejemplo que déis.

Lo que el mundo necesita es ver este milagro: los corazones de los hijos de Dios ligados unos a otros por el amor cristiano. Necesita verlos sentados juntos, en Cristo, en las alturas celestiales. ¿No queréis mostrar por vuestra vida lo que puede la verdad divina en quienes aman y sirven al Señor? El conoce lo que podéis llegar a ser y sabe cuánto puede hacer su gracia en vuestro favor, si queréis llegar a ser participantes de la naturaleza divina.

Posted in

admin