Testimonios para la Iglesia, Vol. 9, p. 24-31, día 450

Estas palabras fueron repetidas: “Vosotros sois la sal de la tierra: y si la sal se desvaneciere ¿con qué será salada? No vale más para nada, sino para ser echada fuera y hollada de los hombres. Vosotros sois la luz del mundo: una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder. Ni se enciende una lámpara y se pone debajo de un almud, mas sobre el candelero, y alumbra a todos los que están en casa. Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras obras buenas, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos”. Mateo 5:13-16.

Vi focos de luz que brillaban desde las ciudades y los pueblos, en las montañas y los llanos. La Palabra de Dios era obedecida, y como resultado, en cada ciudad y cada pueblo se levantaban monumentos a su gloria. Su verdad era proclamada en todo el mundo.

Luego el mapa fue quitado y reemplazado por otro en el cual la luz brillaba sólo en unos pocos lugares. El resto del mundo estaba sumergido en las tinieblas; apenas si se percibían algunos rayos de luz aquí y allí. Nuestro Instructor dijo entonces: “Esta oscuridad se debe a que los hombres siguieron su propio camino. Fomentaron sus tendencias al mal, heredadas o adquiridas. Se dedicaron mayormente a la duda, la crítica y la acusación. Su corazón no es recto delante de Dios. Han escondido su lámpara debajo de un almud”.

Si cada soldado de Cristo hubiese cumplido su deber, si cada centinela puesto sobre los muros de Sion hubiese tocado la trompeta, el mundo habría oído el mensaje de amonestación. Mas la obra ha sufrido años de atraso. Entretanto que los hombres dormían, Satanás se nos ha adelantado.

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Debemos avanzar con firmeza, poniendo nuestra confianza en Dios, haciendo su obra con abnegación, dependiendo humildemente de él, entregándonos nosotros mismos a su sabia providencia, ahora y para el futuro, reteniendo hasta el fin nuestra seguridad de los primeros días, y recordando que las bendiciones celestiales no son la recompensa de nuestros méritos, sino la recompensa de los méritos de Cristo y de nuestra aceptación, por fe en él, de la abundante gracia de Dios.

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La obra misionera de la iglesia

Dios espera un servicio personal de aquellos a quienes ha confiado el conocimiento de la verdad para este tiempo. No todos pueden ir como misioneros a países lejanos, pero todos pueden ser misioneros en el lugar donde viven, entre sus familiares y vecinos. Hay muchas maneras como los miembros de la iglesia pueden dar el mensaje a las personas con quienes se relacionan. Uno de los recursos que tienen más éxito es vivir en forma útil, desinteresada y cristiana. Los que luchan en la batalla de la vida con desventajas, pueden ser refrescados y fortalecidos por las pequeñas atenciones que nada cuestan. Las palabras bondadosas pronunciadas con sencillez, las pequeñas atenciones ofrecidas sinceramente, dispersarán las nubes de la tentación y la duda que se acumulan sobre el alma. La expresión sincera de una simpatía como la manifestada por Cristo, ofrecida con sencillez, tiene poder para abrir las puertas de los corazones que necesitan el toque sincero y delicado del espíritu de Cristo.

Jesús acepta con gozo los servicios de cualquier ser humano que se entrega a él. Asocia lo humano con lo divino, a fin de comunicar al mundo los misterios del amor encarnado. Sea este amor el objeto de vuestras conversaciones, de vuestras oraciones y de vuestros cantos: llenad el mundo con el mensaje de su verdad, y difundidlo por las regiones lejanas.

Los seres celestiales están listos para cooperar con nosotros, a fin de revelar al mundo lo que pueden llegar a ser los seres humanos, y lo que puede realizarse por su influencia, para la salvación de las almas que están apunto de perecer. Una persona verdaderamente convertida está tan llena del amor de Dios, que anhela comunicar a otros el gozo que posee. El Señor desea que su iglesia manifieste al mundo los esplendores de la santidad y que demuestre el poder de la religión cristiana. El cielo se ha de reflejar en el carácter del cristiano. El cántico de agradecimiento y alabanza debe ser oído por aquellos que están en las tinieblas. Esforzándonos por hacer bien a otros, hemos de expresar nuestra gratitud por las buenas nuevas del Evangelio, por las promesas que encierra y las seguridades que nos da. Al realizar esta obra, impartiremos rayos de justicia celestial a las almas cansadas, inquietas y dolientes. Este ministerio es como un manantial abierto al viandante cansado y sediento. Los ángeles de Dios asisten a cada obra de misericordia y amor.

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Nuestro ejemplo

La obra de Cristo debe servirnos de ejemplo. Continuamente iba de un lugar a otro haciendo bienes. En el templo y en la sinagoga, en las calles de las ciudades, en los mercados y en los talleres, a la orilla del mar y sobre los montes, predicaba el Evangelio y sanaba a los enfermos. Su vida de servicio desinteresado debe servirnos de manual. Su tierno amor compasivo condena nuestro egoísmo y la dureza de nuestro corazón.

Doquiera fuera, Jesús esparcía bendiciones a su paso. Entre los que profesan creer en él, ¿cuántos hay que han aprendido sus lecciones de bondad, tierna compasión y amor desinteresado? Oídle dirigiéndose a los que están débiles, cansados y desvalidos: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, que yo os haré descansar”. Mateo 11:28. Nada podía cansar su paciencia, ni reprimir su amor.

El Salvador nos invita a realizar esfuerzos pacientes y perseverantes en favor de millones de personas esparcidas en todo país, que perecen en sus pecados, como náufragos en una playa desierta. Los que quieran participar de la gloria de Cristo deben también tomar parte en su ministerio y ayudar a los débiles, a los desdichados y desanimados.

Hagan de la vida de Jesús su estudio constante aquellos que emprenden esta obra. Sean animados de un celo intenso, y empleen todas sus aptitudes en el servicio del Señor. Los esfuerzos sinceros y exentos de egoísmo obtendrán preciosos resultados. Es del gran Maestro de quien los obreros recibirán su mejor educación. Pero los que no comuniquen a otros la luz recibida verán un día que han experimentado una pérdida espantosa.

Los seres humanos no tienen derecho a pensar que puedan tener límites sus esfuerzos en pro de la salvación de las almas. ¿Se cansó Cristo alguna vez en su obra? ¿Retrocedió él alguna vez ante el sacrificio y las privaciones? Los miembros de la iglesia deben realizar los mismos esfuerzos perseverantes e incansables. Obedientes a la orden del Maestro, deben estar siempre listos para obrar. Dondequiera que encontremos un trabajo que hacer, realicémoslo contemplando constantemente a Jesús. Centenares de almas serían ganadas para Cristo si los miembros de nuestras iglesias siguiesen esas instrucciones. Si cada miembro de la iglesia fuese un misionero activo, el Evangelio sería anunciado en poco tiempo en todo país, pueblo, nación y lengua.

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El resultado del esfuerzo perseverante

Todo talento santificado debe ser alistado para proclamar la verdad presente. Si las fuerzas del enemigo ganan la victoria ahora, será porque las iglesias descuidan la tarea que Dios les ha dado. Durante años nos ha sido presentada la tarea que debía llevarse a cabo, empero muchos han estado durmiendo. Si los adventistas del séptimo día se levantan ahora para cumplir la obra que se les asignó, la verdad será presentada por el poder del Espíritu Santo de una manera clara y distinta en las ciudades hasta ahora descuidadas.

Cuando se trabaje con sinceridad y tesón, se verá la eficacia de la gracia de Cristo. Los centinelas colocados sobre los muros de Sion deben mantenerse vigilantes y despertar a los demás. El pueblo de Dios debe ser tan ferviente y fiel en la obra del Maestro que todo egoísmo quede separado de su vida. Entonces todos trabajarán en perfecta armonía, y se manifestará el brazo del Señor, cuyo poder se revelará en la vida de Cristo. Entonces renacerá la confianza y habrá unidad en las filas de la iglesia.

Diferentes ramos de servicio

El Señor pide a su pueblo que emprenda diferentes clases de trabajos. El mensaje evangélico debe ser oído tanto en las grandes avenidas de la existencia como en los senderos más alejados. Los miembros de la iglesia deben hacer obra de evangelización entre sus vecinos que todavía no han recibido plena evidencia de la verdad para nuestro tiempo.

Dios invita a familias cristianas a que se trasladen a las comunidades sumidas aún en las tinieblas y el error, a fin de trabajar para el Maestro con tacto y perseverancia. Se necesita renunciamiento para responder a tales llamadas. Mientras que muchos esperan que toda dificultad haya desaparecido, hay almas que mueren sin esperanza y sin Dios en el mundo. Muchas personas están dispuestas a aventurarse en regiones pestilenciales y sufrir penurias y privaciones para obtener alguna ventaja terrenal o adquirir conocimientos científicos. ¿Quién está dispuesto a hacer otro tanto para dar a conocer al Salvador? ¿Dónde están los hombres y las mujeres deseosos de ir a las regiones necesitadas del Evangelio para anunciar el Redentor a quienes viven en las tinieblas?

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Circulación de nuestras publicaciones

Gran número de los hijos de Dios deben ir con nuestras publicaciones a los lugares donde el mensaje del tercer ángel nunca ha sido proclamado. Nuestros libros deben ver la luz en muchos idiomas distintos. Con estos libros deben salir hombres fieles como colportores evangelistas para llevar la verdad a los que sin ese medio nunca recibirían la luz. Los que emprenden este ramo de actividad deberían también prepararse para hacer trabajo médico misionero. Hay que acudir en auxilio de los enfermos y dolientes. Muchos de los que habrán sido aliviados en esta forma, entenderán y aceptarán las palabras de vida.

La obra del colportor evangelista, cuyo corazón está saturado por el Espíritu Santo, está repleta de admirables posibilidades para hacer el bien. La presentación de la verdad hecha con amor y sencillez de casa en casa, está en armonía con la instrucción que Cristo dio a sus discípulos cuando los envió en su primer viaje misionero. Muchos serán alcanzados por medio de cantos de alabanza y oraciones humildes y sinceras. El Obrero divino estará presente para poner convicción en los corazones. “Estoy siempre con vosotros”, es la promesa que nos ha hecho. Con la seguridad de la presencia permanente de un ayudador como él, podemos trabajar con fe, esperanza y valor.

De ciudad en ciudad y de país en país se han de llevar las publicaciones que contienen la promesa del pronto regreso del Salvador. Estas publicaciones deben traducirse a todos los idiomas, porque el Evangelio ha de predicarse en todo el mundo. Cristo promete a cada obrero la eficiencia divina que dará éxito a su trabajo.

Los que han conocido la verdad durante mucho tiempo necesitan buscar al Señor intensamente, para que sus corazones se llenen con la determinación de trabajar por sus vecinos. Hermanos y hermanas, visitad a quienes viven a vuestro alrededor, y tratad de encontrar acceso a sus corazones mediante la simpatía y la bondad. Trabajad en forma que elimine el prejuicio en lugar de crearlo. Recordad que los que conocen la verdad para este tiempo y que sin embargo confinan sus esfuerzos a su propia iglesia, y rehúsan trabajar por sus vecinos no convertidos, serán llamados a rendir cuentas por incumplimiento del deber.

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Prestad a vuestros vecinos algunos de nuestros libros pequeños. Si eso despierta su interés, llevadles algunos libros más grandes. Mostradles Palabras de vida del gran Maestro. Contadles su historia y preguntadles si no desean tener un ejemplar. Si ya lo tienen, preguntadles si desean leer otros libros parecidos. Si es posible, buscad la oportunidad de enseñarles la verdad. Debéis sembrar las semillas de la verdad junto a todas las aguas, porque no sabéis cuál prosperará.

De casa en casa

En varios Estados hay colonias de agricultores laboriosos y de condición acomodada, que nunca han oído de la verdad para nuestra época. Debe trabajarse en tales lugares. Ese trabajo debe ser emprendido por los miembros de nuestras iglesias. Ellos pueden hacer mucho en favor de sus vecinos, al prestarles o venderles libros, al distribuirles periódicos y darles estudios bíblicos. Si tuviesen un profundo amor por las almas, podrían proclamar el mensaje con tanto poder que muchas personas se convertirían.

Dos obreros bíblicos estaban sentados en medio de una familia. Con la Biblia abierta ante ellos, presentaban al Señor Jesucristo en su carácter de Salvador que perdona los pecados. Elevaban fervientes oraciones hacia Dios y los corazones quedaban enternecidos y subyugados por la influencia del Espíritu Santo. Sus oraciones eran expresadas con sinceridad y poder. Mientras explicaban la Palabra de Dios, vi que una luz suave y radiante iluminaba las Escrituras, y yo susurré: “Vé por los caminos y por los vallados, y fuérzalos a entrar, para que se llene mi casa”. Lucas 14:23.

Esta preciosa luz fue comunicada de casa en casa. La costumbre de celebrar el culto de familia, que en ciertos hogares fuera abandonada, revivió y muchos fueron convertidos.

Hermanos y hermanas, consagraos al servicio del Señor. No dejéis pasar ninguna ocasión favorable. Visitad a los enfermos y dolientes y manifestadles interés verdadero. Si es posible, haced algo para su mejoría. Así ganaréis sus corazones y podréis hablarles del Salvador.

Sólo la eternidad podrá revelar el alcance de una obra tal. Otros ramos de actividad se abrirán delante de aquellos que se muestren dispuestos a cumplir sus deberes inmediatos. La mayor necesidad actual no es tanto de predicadores sabios y elocuentes como de hombres y mujeres que hayan aprendido de Jesús de Nazaret a ser mansos y humildes, y que confiados en su poder, irán por los caminos y vallados para dar la invitación: “Venid, que ya está todo preparado”. Lucas 14:17.

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Los que conozcan cabalmente la agricultura, que sepan cultivar la tierra y construir pequeñas casas, pueden hacerse muy útiles. Mientras trabajan con sus manos, pueden demostrar por su carácter el elevado nivel que nuestro pueblo puede alcanzar. Agricultores, industriales, albañiles, y otros hombres hábiles en sus oficios deberían trasladarse a los campos que no reciben atención, para cultivar la tierra, establecer industrias, construir hogares humildes para ellos mismos e impartir a sus vecinos el conocimiento de la verdad para nuestra época.

Una obra que conviene a las mujeres

Un vasto campo de actividad se abre delante de las mujeres así como de los hombres. Se necesitan cocineras competentes, costureras y enfermeras. Enseñad a los pobres a cocinar los alimentos, a remendar sus ropas, a atender a los enfermos y a cuidar debidamente sus casas. Debiera acostumbrarse a los niños a hacerse útiles prestando pequeños servicios a los que son menos favorecidos que ellos.

La familia como campo misionero

No olviden los padres el importante campo misionero que tienen en su hogar. Los hijos que Dios confió a una madre son para ella un cometido sagrado. “Toma este hijo o hija, dice el Señor, y edúcalo para mí. Dale un carácter pulido a manera de las esquinas de un palacio, para que pueda brillar siempre en los atrios del Señor”. La luz y la gloria que irradian del trono de Dios rodean a la madre fiel que se esfuerza en enseñar a sus hijos a resistir la influencia del mal.

Un lugar para cada persona

Hay para todo par de manos una obra que hacer. Que todo lo que se haga sirva para elevar el nivel de la humanidad. ¡Hay tantas personas necesitadas de ayuda! Tendrá el corazón desbordante de gozo aquel que, lejos de buscar su propia satisfacción, viva para beneficiar a los que son menos favorecidos. Despiértense los ociosos, y arrostren las realidades de la vida. Tomad la Palabra de Dios y escudriñadla. Si la ponéis en práctica, la vida será para vosotros una realidad viviente, y recibiréis abundante recompensa.

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En su vasto plan, el Señor tiene un lugar para cada uno. No ha dado talento alguno que no sea necesario. ¿Es el talento pequeño? Dios tiene un lugar para él, y si es usado con fidelidad hará precisamente aquello para lo cual Dios lo dio. Los talentos de quien habita en un hogar humilde se necesitan para la obra de casa en casa, y pueden lograr más que los dones brillantes.

Se presentan miles de ocasiones para ser útiles. Deploramos la debilidad de nuestros recursos frente a los numerosos y urgentes pedidos de dinero y hombres. Si fuésemos más diligentes, podríamos, ahora mismo, centuplicar los recursos. Pero el egoísmo y la complacencia propia lo impiden.

Miembros de la iglesia, haced brillar la luz. Haced oír vuestras voces en oración humilde, en testimonio contra la intemperancia, la insensatez y las diversiones mundanas, y en la proclamación de la verdad para esta época. Vuestra voz, influencia y tiempo son dones de Dios y deben usarse en la ganancia de almas para Cristo.

Visitad a vuestros vecinos y mostrad interés en la salvación de sus almas. Despertad y poned en acción toda energía espiritual. Decid a las personas con quienes os relacionéis que el fin de todas las cosas está por sobrevenir. El Señor Jesucristo abrirá las puertas de sus corazones y realizará impresiones durables en sus mentes.

Esforzaos por despertar a hombres y mujeres de su insensibilidad espiritual. Decidles cómo encontrasteis a Jesús y habladles de las bendiciones que habéis recibido mientras os ocupáis en su servicio. Habladles de las bendiciones que recibís al sentaros a los pies de Jesús para aprender preciosas lecciones de su palabra. Contadles acerca del gozo y alegría que la vida cristiana proporciona. Vuestras palabras afectuosas y fervientes los convencerán de que habéis encontrado la perla de gran precio. Que vuestras palabras gozosas y animadoras demuestren que realmente habéis encontrado un camino mejor. Esta es la obra misionera genuina, y al hacerla, muchos despertarán como de un sueño.

Aun mientras están entregados a sus ocupaciones habituales, los hijos de Dios pueden llevar almas al Señor. Al hacerlo, tendrán la reconfortante seguridad de la presencia del Salvador. No deben sentirse abandonados a sus débiles fuerzas. Cristo les dará palabras adecuadas para consolar, animar y fortalecer a las pobres almas que luchan en las tinieblas. Su propia fe se afirmará al ver el cumplimiento de la promesa del Redentor. No sólo beneficiarán a otros, sino que la obra que hagan para Cristo será una fuente de bendición para ellos mismos.

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Muchos pueden y deben hacer la obra que acabo de mencionar. Hermano mío, hermana mía, ¿qué haces tú para Jesús? ¿Te esfuerzas por ser una bendición para otros? ¿Salen de tus labios palabras de simpatía y amor? ¿Estás realizando esfuerzos fervientes por ganar almas para el Salvador?

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