Testimonios para la Iglesia, Vol. 9, p. 97-104, día 459

No debieran demorarse los planes para preparar a los miembros de la iglesia. Elegid para que trabajen en las grandes ciudades a personas que sean totalmente consagradas y que comprendan el carácter sagrado y la importancia de la obra. No enviéis a los que no estén calificados en este sentido. Se necesitan personas que promuevan los triunfos de la cruz, que perseveren bajo el desánimo y las privaciones, que tengan el valor, el celo, la determinación y la fe que son indispensables en el campo misionero. Y a los que no trabajen personalmente, quisiera decirles: No pongáis trabas a los que están dispuestos a trabajar, sino dadles ánimo y prestadles apoyo.

Toda esta obra de preparación debiera ir acompañada por una ferviente búsqueda del Señor para recibir su Espíritu Santo. Destacad esto ante los que están dispuestos a dedicarse al servicio del Maestro. El mundo observa nuestro comportamiento. Cada acto es escudriñado y observado. Hay que cultivar con diligencia las gracias cristianas, para que los que profesan la verdad puedan enseñarla a otros tal como es en Jesús, para que ellos mismos sean ejemplos y nuestros enemigos no puedan decir nada malo de ellos. Dios pide que haya mayor piedad, santidad de vida y pureza de comportamiento, de acuerdo con los principios elevadores y santificadores que profesamos. Las vidas de los obreros de Cristo debieran ser de tal naturaleza que los incrédulos, al ver su santo comportamiento y conversación circunspecta, puedan ser encantados por la fe que produce tales resultados.

El esfuerzo personal en relación con los congresos

La obra que se efectúa en nuestros congresos debiera llevarse a cabo siguiendo las enseñanzas de Jesús y no según los métodos humanos. Hay que conseguir que los miembros de iglesia trabajen. Los ángeles de Dios dirigirán en la apertura de campos cercanos y lejanos, para que la obra de amonestar al mundo se complete con rapidez. Dios llama a los creyentes a que obtengan experiencia en la obra misionera al ir a nuevos territorios y trabajar con inteligencia por la gente. Los que hagan esto encontrarán abundantes oportunidades de trabajo.

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En el proceso de atender a las personas que manifestaron interés durante un congreso, se requieren auxiliares en diversas líneas, y estas oportunidades debieran considerarse como escuelas de capacitación para los obreros. Que los jóvenes trabajen con obreros experimentados, quienes orarán con ellos y los instruirán pacientemente. Mujeres consagradas debieran dedicarse a dar estudios bíblicos de casa en casa. Algunos obreros debieran dedicarse al colportaje para vender nuestras publicaciones y darlas juiciosamente a quienes no puedan comprarlas.

Los que están cabalmente convertidos deben capacitarse cada vez más en su comprensión de las Escrituras, para poder hablar palabras de luz y salvación a quienes están en las tinieblas y perecen en sus pecados. Como obreros juntamente con Dios, podemos esperar bendiciones especiales y resultados definidos mientras nos esforzamos por salvar almas de las trampas de Satanás para que se conviertan en hijos de luz.

Centros de turismo y centros comerciales

Aquellos que se han dedicado al servicio del Maestro en respuesta al llamamiento del momento, bien podrían estudiar sus métodos de trabajo. El Salvador, durante su ministerio terrenal, aprovechó las oportunidades para trabajar en los lugares por donde transitaban los viajeros. Jesús moraba en Capernaum mientras viajaba de un lugar a otro, y esta ciudad llegó a conocerse como “su ciudad”. Esta ciudad estaba bien situada para ser el centro de la obra del Salvador. Por encontrarse en la ruta de Damasco a Jerusalén, y a Egipto y el mar Mediterráneo, pasaban por ella o bien descansaban allí, numerosos viajeros de diversos países. Ahí podía Jesús encontrar a gente de todas las naciones y condiciones sociales, el rico, el importante, como también el pobre y el humilde; y sus lecciones serían llevadas a otros países y a muchos hogares. Así la gente se interesaría en investigar las profecías y dirigiría su atención hacia el Salvador, y su misión se llevaría ante el mundo.

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En estos días de viajes, las oportunidades para ponerse en contacto con hombres y mujeres de todas las clases sociales y de muchas nacionalidades, son mayores que en los días de los israelitas. Las rutas de viaje se han multiplicado mil veces. Dios ha preparado admirablemente el camino. Tenemos a nuestra disposición los beneficios de la imprenta. Tenemos Biblias y publicaciones en diversos idiomas que explican la verdad para este tiempo, que pueden llevarse con rapidez a todos los países del mundo.

Los cristianos que viven en los grandes centros comerciales y turísticos tienen oportunidades especiales. Los creyentes que moran en estas ciudades pueden trabajar para Dios en el vecindario de sus hogares.

En los centros de salud más famosos y en los centros de turismo, atestados con miles de buscadores de salud y placer, debieran haber ministros y colportores capaces de atraer la atención de las multitudes. Que estos obreros busquen la oportunidad de presentar el mensaje para esta hora y que lleven a cabo reuniones cuando puedan. Que aprovechen sin pérdida de tiempo las ocasiones de hablar a la gente. Acompañados por el poder del Espíritu Santo, que se relacionen con la gente con el mensaje presentado por Juan el Bautista: “Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado”. Mateo 3:2. La palabra de Dios debe presentarse con claridad y poder, para que oigan la verdad los que tienen oídos para oír. En esta forma el Evangelio de la verdad presente se colocará en el camino de quienes no lo conocen, y será aceptado por muchas personas y llevado a sus hogares en todas partes del mundo.

Con celo incansable

Debemos presentar la última advertencia de Dios a los seres humanos, con ferviente estudio de la Biblia y activa difusión de la luz. Que cada alma que ha recibido la iluminación divina trate de impartirla a otros. Que los obreros vayan de casa en casa y abran la Biblia ante la gente, que hagan circular las publicaciones, que comuniquen a otros la luz que ha bendecido sus propias almas. Que las publicaciones se distribuyan juiciosamente, en los trenes, en la calle, en los grandes barcos que surcan los mares y por correo.

Hay que llevar a cabo una gran obra, y los que conocen la verdad debieran ayudar con entusiasmo. El amor de Cristo debe llenar sus corazones. El Espíritu de Cristo debe derramarse sobre ellos, y deben prepararse para el juicio. Al consagrarse a Dios, un poder convincente apoyará sus esfuerzos por presentar la verdad a otras personas. No debemos continuar durmiendo en el terreno encantado de Satanás, sino que debiéramos poner en acción todos nuestros recursos, y aprovechar toda facilidad provista por la Providencia. La última advertencia debe ser proclamada ante “muchos pueblos, naciones, lenguas y reyes” (Apocalipsis 10:11); y se les ha dado esta promesa: “He aquí estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo”. Mateo 28:20.

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Se me ha instruido que llame la atención de los ministros a las ciudades en las que no hemos trabajado, y que los urja por todos los medios posibles a abrir el camino para la presentación de la verdad. En algunas de las ciudades en que se presentó por primera vez el mensaje de la segunda venida del Señor, nos sentimos compelidos a llevar a cabo la obra como si se tratara de un nuevo campo. ¿Durante cuánto tiempo más pasaremos por alto estos campos improductivos, estas ciudades en las que no hemos entrado? La siembra de la semilla debe comenzar sin pérdida de tiempo en muchos lugares.

El Señor exige que sus servidores manifiesten un espíritu que capte con rapidez el valor de las almas, que discierna prontamente los deberes que deben llevarse a cabo y que cumpla rápidamente las obligaciones que el Señor les ha impuesto. Debe existir una dedicación que no contemple ningún interés terrenal de suficiente valor como para tomar el lugar de la obra que debe realizarse en ganar almas para el conocimiento de la verdad.

Ministros, predicad las verdades que conducirán hacia el trabajo personal por los que viven sin Cristo. Animad el esfuerzo personal en toda forma posible. Recordad que el trabajo de un ministro no consiste solamente en predicar. Debe visitar a las familias en sus hogares, orar y estudiar la Biblia con ellas. El que trabaja fielmente fuera del púlpito logrará diez veces más que el que no lo hace. Que nuestros ministros lleven su carga de responsabilidad con temor y temblor, que se vuelvan al Señor en busca de sabiduría y que pidan constantemente su gracia. Que conviertan a Jesús en su modelo, y que estudien con diligencia su vida para introducir en sus prácticas cotidianas los principios que lo motivaron en su servicio cuando vivió en el mundo.

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“Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar”. Esta es una receta para la curación de todos los males mentales, físicos y espirituales. Es el don de Cristo para quienes lo buscan con sinceridad y en verdad. El es el Gran Sanador. Luego viene otra invitación: “Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas; porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga”. Mateo 11:28-30. Al llevar el yugo de Cristo y al aprender de él la lección de la humildad, encontramos reposo en la fe y confianza. Descubrimos que el yugo de Cristo es fácil, y ligera su carga.

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Llamamiento a los miembros de la iglesia

Cuando obreros de experiencia inician una campaña de evangelización en una comunidad donde hay miembros de nuestra iglesia, es deber solemne de los creyentes que viven en ese lugar hacer cuanto esté a su alcance para preparar el camino para que el Señor trabaje. Deben escudriñar su corazón con oración y quitar de él todo pecado que les impida cooperar con Dios y con sus hermanos.

No siempre esto ha sido bien comprendido. A menudo creó Satanás una atmósfera que impidió que los miembros de la iglesia discernieran las oportunidades de servir. Muchas veces hubo creyentes que permitieron a Satanás servirse de ellos en el momento mismo en que hubiesen debido consagrarse enteramente a Dios y al adelanto de su obra. Inconscientemente, se extraviaron lejos del camino de la justicia. Al cultivar un espíritu de crítica y de maledicencia, de piedad farisaica y orgullosa, contristaron al Espíritu de Dios y demoraron considerablemente la obra de los mensajeros del Señor.

Este mal ha sido señalado en repetidas ocasiones y en diversos lugares. En ocasiones, los que se habían dejado llevar por un espíritu de censura y condenación, se arrepintieron y convirtieron. Entonces Dios pudo usarlos para su honra y gloria.

Vivimos en una época especial de la historia de este mundo; debe hacerse una gran obra en muy poco tiempo, y cada creyente debe contribuir personalmente a sostenerla. Dios está pidiendo gente dispuesta a consagrarse a la obra de salvar almas. Cuando comencemos a comprender el sacrificio que Cristo realizó para salvar al mundo condenado a perecer, lucharemos poderosamente para rescatar a la gente. ¡Ojalá que todas las iglesias pudieran ver y comprender el sacrificio infinito de Cristo!

Un movimiento de reforma

En visiones de la noche pasó delante de mí un gran movimiento de reforma en el seno del pueblo de Dios. Los enfermos eran sanados y se efectuaban otros milagros. Se advertía un espíritu de oración como lo hubo antes del gran día de Pentecostés. Veíase a centenares y miles de personas visitando las familias y explicándoles la Palabra de Dios. Los corazones eran convencidos por el poder del Espíritu Santo, y se manifestaba un espíritu de sincera conversión. En todas partes las puertas se abrían de par en par para la proclamación de la verdad. El mundo parecía iluminado por la influencia divina. Los verdaderos y sinceros hijos de Dios recibían grandes bendiciones. Oí las alabanzas y las acciones de gracias: parecía una reforma análoga a la del año 1844.

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Sin embargo, algunos rehusaban convertirse; no estaban dispuestos a andar en las sendas de Dios, y cuando se hacía un pedido de ofrendas voluntarias para el adelanto de la obra de Dios, se aferraban egoístamente a sus bienes terrenales. Esas personas avarientas se separaron de la compañía de los creyentes.

Trabajando mientras dura el tiempo de gracia

Los juicios de Dios están en la tierra; bajo la influencia del Espíritu Santo debemos proclamar el mensaje de amonestación que se nos ha confiado. Debemos dar este mensaje sin demora, renglón tras renglón, precepto tras precepto. La gente se verá pronto obligada a tomar decisiones importantes y debemos cuidar de que tenga ocasión de comprender la verdad, de manera que pueda decidirse inteligentemente por el lado del bien. El Señor llama a su pueblo a trabajar con fervor e inteligencia, mientras se prolonga el tiempo de gracia.

La importancia del trabajo personal

Los miembros de nuestras iglesias deben hacer más trabajo de casa en casa, dando estudios bíblicos y repartiendo impresos. El carácter cristiano sólo puede formarse de manera simétrica y completa si el hombre considera como un gozo trabajar en forma desinteresada en la proclamación de la verdad y sosteniendo la causa de Dios con sus recursos. Debemos sembrar junto a todas las aguas, mantener nuestras almas en el amor de Dios, trabajar mientras es de día y dedicar los recursos que Dios nos ha dado a cumplir cualquier deber que nos toque.

Todo lo que venga a nuestra mano para hacer, debemos hacerlo con fidelidad; cualquiera que sea el sacrificio que seamos llamados a hacer, debemos realizarlo con alegría. Al sembrar junto a todas las aguas comprenderemos que “el que siembra generosamente, generosamente también segará”. 2 Corintios 9:6.

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Una obra progresiva

El ejemplo de Cristo debe ser seguido por los que dicen ser sus hijos. Socorred a los necesitados; su agradecimiento derribará las barreras y os permitirá alcanzar su corazón. Estudiad este asunto con el cuidado que merece. Como iglesias, habéis tenido oportunidades de trabajar en cooperación con Dios. Si hubieseis obedecido a la Palabra de Dios, habríais abogado por un plan de restauración y de salvación, no según un molde rígido, sino progresivo, yendo de gracia en gracia y de fuerza en fuerza.

El Señor me ha presentado la obra que debe realizarse en las ciudades. Los creyentes que se encuentran en ellas deben trabajar para Dios en el vecindario de sus moradas. Deben trabajar calmadamente y con humildad, llevando consigo doquiera vayan una atmósfera celestial. Si evitan que su propio yo se ponga en evidencia y señalan constantemente a Jesús, se hará sentir el poder de su influencia.

No entra en los planes de Dios que la tarea de sembrar la semilla de la verdad se deje principalmente a los predicadores. Personas que no han sido llamadas al ministerio deben trabajar para su Maestro según sus distintas capacidades. Un obrero que se entrega sin reserva al servicio del Señor, adquiere una experiencia que le asegura éxito creciente en la obra que efectúa para su Maestro. La influencia que le atrajo a Jesús le ayuda a llevar a otros hasta él. Aunque no sea llamado a hablar en público, es no obstante siervo de Dios y su obra atestigua que es hijo de Dios.

Las mujeres, tanto como los hombres, pueden sembrar la verdad donde pueda obrar y hacerse manifiesta. Pueden ocupar su puesto en esta crisis, y el Señor obrará por su intermedio. Si las compenetra el sentimiento de su deber y si trabajan bajo la influencia del Espíritu Santo, tendrán el dominio propio que este tiempo demanda. El Señor hará brillar la luz de su rostro sobre esas mujeres animadas por el espíritu de sacrificio, y les dará un poder superior al de los hombres. Pueden realizar en las familias una obra que los hombres no pueden hacer, una obra que penetra hasta la vida íntima. Pueden acercarse a los corazones de personas a las cuales los hombres no pueden alcanzar. Su cooperación es necesaria. Las mujeres discretas y humildes pueden hacer una buena obra al explicar la verdad en los hogares. Así explicada, la Palabra de Dios obrará como levadura, y familias enteras se convertirán por su influencia.

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