Testimonios para la Iglesia, Vol. 2, p. 72-80, día 079

La religión diaria

Hnos. L: Se me mostró que ustedes tenían que hacer algo para poner su casa en orden. Hno. L, usted no ha representado adecuadamente la verdad; ésta no ha ejercido sobre su vida la influencia santificadora que se esperaba para que esté en condiciones de participar de la compañía de los ángeles celestiales en el reino de gloria. Usted es un leño áspero y necesita que se lo pula bastante, y debe permanecer en el taller de Dios hasta que todas las asperezas desaparezcan, las superficies desiguales sean suavizadas, y se lo declare adecuado para ocupar su lugar en el edificio.

Debiera ejercer cuidado para no presentar los temas de la verdad presente en todas partes. Puede hacer más si vive la verdad que si se refiere a ella en su conversación con los demás. Puede hacer mucho por medio del ejemplo. Tiene que ser muy circunspecto en sus transacciones comerciales, y aplicarles los principios de su fe. Sea fiel en sus tratos, cabal en su trabajo, recordando siempre que no es sólo el ojo de su empleador el que inspecciona sus labores, sino que el ojo de Dios vigila todas las transacciones de su vida. Los ángeles de Dios están observando su trabajo, y debería ser parte de su religión que cada trabajo que usted hace lleve la marca de la verdad y la fidelidad. “El que es fiel en lo muy poco, también en lo más es fiel; y el que en lo muy poco es injusto, también en lo más es injusto”. Lucas 16:10. Dios quiere hacer de usted una persona justa, santa y fiel.

Usted no habla sabia y juiciosamente con su esposa y sus hijos. Debería cultivar la amabilidad y la gentileza. Sus hijos no han recibido la mejor influencia y el mejor ejemplo. Ellos no deberían dominarlo, sino usted a ellos; no ásperamente, no en forma dominante, sino con firmeza e invariabilidad de propósito.

Hna. L,

Tiene que librar una gran batalla que está delante de usted para vencer. Usted ha permitido que el yo gane la victoria. Su voluntad inflexible es el peor enemigo que usted tiene. Su carácter es insumiso, y no ejerce dominio sobre su lengua. Su falta de dominio propio le ha causado un gran perjuicio a usted y a su familia. La tranquilidad, la felicidad y la paz han permanecido en su morada por muy poco tiempo. Si se la contraría, usted se irrita fácilmente y entonces habla y obra como si un demonio la poseyera. Los ángeles se apartan de esa escena de discordia, donde se produce un intercambio de palabras airadas. Muchas veces ha alejado usted a los preciosos ángeles celestiales de en medio de su familia al ceder a la pasión.

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Todo lo que va, vuelve. El mismo espíritu que ha manifestado ha recaído sobre usted. Sus hijos han experimentado tan poco afecto, ternura y bondad, que no han visto nada capaz de ganarlos para la verdad o inspirarles respeto por su autoridad. Han participado por tanto tiempo de los malos frutos que usted ha producido que la disposición de ellos tiende hacia la amargura. No están completamente corrompidos; debajo de un exterior no cultivado han quedado buenos impulsos que deben ser descubiertos y traídos a la superficie. Si su vida religiosa hubiera sido más pareja, si hubiera ejemplificado la vida de Cristo, las cosas habrían sido diferentes en el seno de su familia. “Todo lo que el hombre sembrare, eso también segará”. Gálatas 6:7. La cosecha corresponderá con la clase de semilla que usted siembre. Si las palabras amables estuvieran a la orden del día en su casa, recibiría los frutos correspondientes.

Sobre usted reposa una pesada responsabilidad. En vista de esto, cuán cuidadosa debería ser en sus palabras y actos. ¿Qué clase de semilla está usted sembrando en el corazón de sus hijos? La cosecha, ¡oh, recuerde! la cosecha no está tan distante. No siembre mala semilla. Satanás está listo para hacer esa obra. Siembre sólo semilla pura y limpia.

Usted, mi querida hermana, ha sido celosa, envidiosa y buscadora de faltas. Se le ocurrió que la dejaban a un lado y la despreciaban. La han descuidado demasiado; pero usted tiene una obra que hacer para sí misma que nadie puede hacer por usted. Se necesitará esfuerzo, perseverancia y fervor para obtener la victoria sobre hábitos arraigados por tanto tiempo, que han llegado a ser una segunda naturaleza. Albergamos por usted los sentimientos más tiernos, a pesar de sus errores y faltas; y aunque nos tomemos la libertad de decirle cuáles son esas faltas, nos comprometemos a ayudarla de todas las maneras posibles.

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Se me mostró que usted no tiene el amor filial que debería tener. El mal en su naturaleza se manifiesta en la forma más antinatural. Usted no es tierna ni respetuosa con sus padres. No importa cuáles hayan sido sus errores, no tiene excusa para justificar la conducta que ha seguido para con ellos. Ha sido muy insensible e irrespetuosa. Los ángeles se han apartado tristes de su lado mientras repetían estas palabras: “Lo que sembrareis, eso también segaréis”. Si el tiempo sigue, usted recibirá de sus hijos el mismo trato que sus padres han recibido de usted. No ha meditado en la mejor manera de lograr que sus padres sean felices, y no ha sacrificado después sus deseos y placeres para lograrlo. Sus días sobre la Tierra serán pocos en el mejor de los casos, y estarán llenos de cuidados y sinsabores aunque usted haga todo lo que pueda para suavizar su tránsito a la tumba. “Honra a tu padre y a tu madre, para que tus días se alarguen en la tierra que Jehová tu Dios te da”. Éxodo 20:12. Este es el primer mandamiento con promesa. Está en vigencia para el niño y el joven, para la gente de edad madura y para los ancianos. No hay etapa de la vida cuando los hijos están exentos de honrar a sus padres. Esta solemne obligación recae sobre todo hijo e hija, y es una de las condiciones que tienen que llenar para poder prolongar sus vidas en la tierra que el Señor va a dar a los fieles. Este no es un asunto cualquiera, sino de la mayor importancia. La promesa se cumplirá a condición de que se obedezca el mandamiento. Si usted obedece, vivirá largos días en la tierra que el Señor le va a dar. Si desobedece, no prolongará su vida en esa tierra incomparable.

Este es, hermana, un tema para que lo considere con oración y con meditación ferviente. Examine minuciosamente su corazón, a la luz de la eternidad. No oculte nada a ese examen. Examine, ¡oh! examine su vida, puesto que es cosa de vida o muerte, y condénese, júzguese, y entonces por fe pida la sangre purificadora de Cristo para eliminar las manchas que hay en su carácter cristiano. No se adule ni se excuse. Obre lealmente con su propia alma. Y entonces, cuando se vea como pecadora, caiga quebrantada a los pies de la cruz. Jesús la recibirá, así manchada como está, y la lavará con su sangre, y la limpiará de toda contaminación, y la preparará para participar de la companía de los ángeles celestiales, en un Cielo puro y armonioso. No hay discordancia allí. Todo es salud, felicidad y gozo.

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Hna. L: Usted no ha sido indiferente a su salvación. A veces ha hecho esfuerzos fervientes y se ha humillado delante de la iglesia y de Dios; pero no ha recibido el ánimo que necesitaba, y que Jesús le habría dado si hubiera estado sobre la tierra. Hay falta de amor en la iglesia. El amor por los que yerran está cubierto por el egoísmo. Se nota una gran falta de esta preciosa gracia entre el pueblo de Dios. Creyó que los hermanos eran indiferentes con usted y su alma se rebeló contra ellos. Ni los sentimientos ni la conversación de ellos fueron correctos. No siguieron una conducta acertada. No hay nada que los justifique en esto. El Cielo está disgustado. Jesús se compadece de usted y la invita a acudir a él, ya que está cansada y cargada, para que aprenda de él, que es manso y humilde de corazón, y va a encontrar descanso para su alma. El yugo de Cristo es liviano, y su carga es ligera. Cuando se sienta perpleja, preocupada y molesta acuda al Portador de cargas; dígale todo a Jesús. Es posible que sus hermanos no aprecien sus esfuerzos y que nunca sepan cuánto tiene que luchar usted para obtener la victoria; no obstante, no se debería desanimar por eso. Si Jesús lo sabe, si él está al tanto de sus sinceros esfuerzos, eso debería bastarle.

Debería producirse una reforma completa en su vida, una transformación causada por la renovación de su entendimiento. Dios quiere que su pueblo le ayude porque usted necesita ayuda, y debería ser lo suficientemente humilde como para dejarse ayudar. Cuando se sienta tentada a darle rienda suelta a ese miembro ingobernable [la lengua], recuerde que el ángel está tomando nota de cada palabra que usted dice. Todas están anotadas en el libro y, a menos que hayan sido eliminadas por la sangre de Cristo, se volverá a encontrar con ellas. Actualmente usted tiene un registro manchado en el cielo. El sincero arrepentimiento delante de Dios será aceptado. Cuando esté por hablar apasionadamente, cierre la boca. No diga una palabra. Ore antes de hablar, y los ángeles del cielo vendrán a ayudarle y a echar a los ángeles malos que quisieran inducirla a deshonrar a Dios, lanzar baldón contra su causa y debilitar su propia alma.

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Usted tiene una obra especial que hacer, es a saber, confesar con humildad su conducta irrespetuosa hacia sus padres. No hay razón alguna para que usted se comporte en forma tan antinatural con ellos. Es una actitud completamente satánica a la cual se entregó porque su madre no corrigió su conducta. Sus sentimientos hacia ellos no son sólo de definido disgusto, falta de respeto decidido, sino odio, maldad, envidia, celos, que se manifiestan en sus actos, los cuales a su vez les causan sufrimientos y soledad. Usted no desea que sean felices; ni siquiera que se sientan cómodos. Sus sentimientos cambian a menudo. A veces su corazón se ablanda, pero cuando ve faltas en ellos se cierra, y los ángeles no pueden inducirle la más mínima emoción de amor. Un demonio la domina, de manera que usted es detestable y a su vez aborrece a los demás. Dios ha tomado nota de las palabras irrespetuosas y las acciones poco amables de usted hacia sus padres, a quienes le ha ordenado que honre, y si no es capaz de darse cuenta de ese gran pecado, y no se arrepiente de él, cada vez se sumirá más y más en las tinieblas, hasta que quede abandonada a sus malos caminos.

El Señor está dispuesto a ayudar a los que necesitan ayuda y sienten la necesidad de ella. Si usted ve su pobreza y su miseria delante de Dios, y sinceramente echa mano de su fortaleza, le ayudará, la bendecirá y le impartirá su fuerza, de manera que por medio de sus buenas obras usted induzca a otros a glorificar a nuestro Padre que está en los Cielos. ¿Se mirará a sí misma? ¿Someterá a Dios su voluntad y su manera de proceder? ¿Buscará la religión pura y sin mancha delante de Dios? ¡Oh, de qué le podrá valer vivir en esta condición miserable! Usted misma no es feliz al vivir de esa manera, y los que la rodean tampoco son felices en su compañía. Ciertamente usted se ha creado muchísima miseria; y la vida que ha vivido no vale mucho. ¿Por qué no se reconcilia con Dios, entonces? Muera al yo y conviértase, para que Jesús pueda sanarla. Quiere salvarla si usted le permite hacerlo a su manera. Quiera el Señor ayudarle a ver todos sus errores y a corregirlos, es mi oración.

Hno. L: Usted debiera ser rápido para escuchar, lento para hablar y para enojarse. Cuide sus palabras. No permita que Satanás haga de usted una piedra de tropiezo para los demás. Hay fallas en sus transacciones comerciales. Usted desprecia su trabajo. Lo hace tan rápidamente como puede, con la idea de que de todas maneras nadie se va a dar cuenta, en caso de que no esté bien hecho. Le falta exactitud. Debería cultivar el buen gusto y el orden en todo lo que hace. Si algo vale la pena que se haga, vale la pena hacerlo bien. Si le falta fidelidad en su vida comercial, también le faltará en su vida religiosa, y en el día de Dios las balanzas del santuario pondrán de manifiesto que usted ha sido hallado falto. Esta falla arroja baldón sobre su fe. Los incrédulos la catalogan como deshonestidad y dicen: “Si éstos son los que guardan el sábado, no quiero tener nada que ver con ellos”.

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Cuando la gente analiza su trabajo y encuentra que no es durable, sin precisión ni orden, lo consideran estafador, y muchos discursos duros se han pronunciado acerca de este asunto. Muchas palabras inconvenientes han sido dichas con relación a su trabajo, y Dios ha sido blasfemado. Usted no tiene la intención de ser deshonesto, pero hay descuido en sus trabajos. Cree que sus patrones son demasiado exigentes; que usted sabe dar tanta satisfacción como ellos, y de allí que ese estilo desmañado, negligente, imperfecto, se manifieste en gran medida en todas sus labores. Tiene que mejorar en esto. Debería ser honrado en todos sus trabajos, y terminarlos de tal manera que puedan soportar la inspección de Dios. No se permita despreciar ningún trabajo. Sea fiel hasta en lo muy poco.

Trate de ayudar a su esposa en el conflicto que ella tiene que librar. Sea cuidadoso en sus palabras; cultive los modales refinados, la cortesía, la amabilidad, y si lo hace, recibirá su recompensa.

La reforma en el hogar

Hno. M,

De acuerdo con lo que me ha sido mostrado, se debe hacer una gran obra en su favor antes que usted sea aceptado a la vista de Dios. El yo es demasiado prominente en usted. Posee un temperamento rápido y apasionado, y es arbitrario y exigente con los miembros de su familia. La Hna. M es desaliñada y descuidada en el manejo de su casa. Su administración carece de orden y limpieza. Pero puede mejorar en estas cosas. Hno. M: usted censura a su esposa y actúa dictatorialmente, y no posee el amor que debería tener. Ella teme su actitud opresora, pero no hace lo que podría para corregir sus malos hábitos, por cuya causa su hogar es tan desagradable.

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Hno. M: usted no ha seguido una conducta juiciosa con respecto a su familia. Sus hijos no lo aman. Odian más de lo que aman. Su esposa no lo ama. Su conducta no inspira amor en nadie. Es extremista. Es severo, exigente y arbitrario con sus hijos. Habla acerca de la verdad con ellos, pero no aplica sus principios a su vida diaria. No es paciente, tolerante y perdonador. Por tanto tiempo se ha entregado a su propia manera de ser, está tan dispuesto a explotar si se lo provoca, que resulta sumamente dudoso que vaya a hacer los esfuerzos necesarios para alcanzar la norma de Cristo. No posee ni paciencia, ni tolerancia, ni amabilidad, ni amor. Debe poseer estas gracias antes de ser verdaderamente cristiano. Usted reserva sus palabras de ánimo, sus actos bondadosos, para los que no lo merecen tanto como su esposa y sus hijos. Cultive las palabras amables, las miradas agradables, el encomio y la aprobación en beneficio de su propia familia, porque de ese modo estará efectivamente influyendo sobre su propia felicidad. No permita que salgan jamás de sus labios palabras de censura o de reproche. Domine ese deseo de gobernar y de oprimir con ese talón de hierro. Su actitud es desagradable, estrecha. Con algunos es egoísta y mezquino; pero con otros que espera tengan una elevada opinión de usted, es capaz de sacrificarlo todo, inclusive lo que le hace falta a su propia familia. Es generoso cuando necesita la alabanza y la estima de los hombres. Si pudiera adquirir el cielo mediante un gran sacrificio realizado en favor de aquellos con quienes quiere ser generoso, ciertamente lo lograría. No tiene reparos en pasar por grandes incomodidades con el fin de beneficiar a los demás, si al hacerlo consigue exaltarse a sí mismo. En estos asuntos usted diezma el eneldo y el comino, mientras pasa por alto asuntos más importantes, es a saber, la justicia y el amor de Dios.

No es justo con su familia. Tiene una obra que hacer en este aspecto. Primero consiga que su esposa se sienta cómoda y feliz; y a continuación considere la situación de sus hijos. Proporcióneles alimentos y ropas adecuados. Después, si le es posible, sin que sufran su esposa y sus hijos, ayude a los que más lo necesitan, y prodigue sus favores donde sean más apreciados; en ese caso será digno de encomio el hecho de que usted sea generoso. Pero su primer deber, y el más sagrado, consiste en atender a su familia. No debe robarles a ellos para favorecer a los demás. Su generosidad se debe manifestar en el seno de su propia familia. Déle pruebas tangibles de su afecto, interés, cuidado y amor. Esto tiene mucho que ver con su felicidad. Deje de buscarle faltas y de retar a su esposa, porque este proceder sólo le dificultará las cosas a usted, y le creará un infierno a ella.

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Los ángeles de Dios no harán su morada en el seno de su familia hasta que no cambien las cosas allí. No son sus medios económicos lo que se necesita. No obstante, cuando se lo ha reprendido, usted ha creído que lo que la iglesia necesitaba era su dinero. Se equivoca en esto. Ha sido demasiado generoso con sus medios por la misma razón de que usted creía que de ese modo podía obtener la salvación para usted, y comprar un puesto en la iglesia. ¡No, por cierto! A usted se lo necesita, no los pocos medios que posee. Si desea ser transformado por la renovación de su entendimiento, y convertirse, sea honesto con su propia alma. Eso es todo lo que la iglesia requiere. Usted se ha engañado a sí mismo. Si alguien que parece ser religioso no le pone freno a la lengua, la religión de ese hombre es vana. Trate a su familia de tal manera que el Cielo lo pueda aprobar, y que haya paz en su casa. Hay que hacerlo todo en favor de su familia. Sus hijos han recibido su mal ejemplo; usted ha censurado y acusado y manifestado una actitud apasionada en su hogar, mientras al mismo tiempo se dirigía al trono de la gracia, asistía a las reuniones y daba testimonio en favor de la verdad. Este espectáculo ha inducido a sus hijos a despreciarlo, como asimismo la verdad que usted profesa. No tienen confianza en su cristianismo. Creen que usted es hipócrita, y en verdad es un hombre tristemente engañado. No podrá entrar en el Cielo sin que se produzca en usted un cambio total, como tampoco lo pudo Simón el Mago, que creía que el Espíritu Santo se podía adquirir con dinero. Su familia ha visto su actitud aprovechadora, su disposición a sacar ventajas en perjuicio de los demás, su espíritu mezquino con los que a veces tienen que tener tratos con usted, y lo desprecian por eso; no obstante, seguramente seguirán sus pisadas y llegarán a obrar mal.

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Su manera de tratar a los demás no es lo que debería ser. Es difícil para usted tratar con justicia y amar misericordia. Ha deshonrado la causa de Dios en su vida. Ha contendido por la verdad, pero sin una actitud correcta. Ha impedido a algunas almas abrazar la verdad, en circunstancias que lo habrían hecho si las cosas hubieran sido diferentes. Se han justificado a sí mismas señalando los errores y equivocaciones de los profesos observadores del sábado diciendo: “No son mejores que yo; mienten, hacen trampas, exageran, se enojan y ostentosamente se alaban a sí mismos; no necesito esa religión”. De ese modo las vidas no consagradas de estos deficientes observadores del sábado, los convierten en piedras de tropiezo para los pecadores.

La obra que tiene ante usted debe comenzar en el seno de su familia. Usted ha tratado con empeño de mejorar exteriormente; pero la tarea realizada ha sido superficial, externa, y no del corazón. Ponga su corazón en orden, humíllese delante de Dios, e implore su gracia, que le puede ayudar. No haga cosas, como el hipócrita fariseo, para parecer devoto y justo a los ojos de los demás. Quebrante su corazón delante de Dios y entérese de que le es imposible engañar a los santos ángeles. Sus palabras y actos están a la vista para que ellos los inspeccionen. Sus motivos, y las intenciones y propósitos de su corazón, aparecen revelados a su vista. Las cosas más secretas no les están ocultas. ¡Oh, entonces, quebrante su corazón y no se preocupe demasiado de hacer creer a sus hermanos que usted es justo cuando no lo es! Sea discreto con su familia. Usted está listo para observar los errores de los demás, pero no lo vuelva a hacer. La obra que tiene que hacer ahora consiste en vencer sus propios errores, en luchar contra sus poderosos enemigos internos. Trate justamente a la viuda y al huérfano; no arroje sobre sus actos la tenue cubierta del engaño, teniendo en vista a los que usted espera con ansias que crean que usted es justo, en circunstancias que ni sus motivos ni sus acciones tienen el contenido que usted espera se les atribuyan.

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Tatiana Patrasco