Cuando los ángeles descienden para servir a los que serán herederos de la salvación, y observan esta exhibición de egoísmo, de codicia, de deshonestidad, de sacar ventajas personales en perjuicio de otros, se retiran apenados. Cuando ven que los que pretenden ser herederos de la herencia inmortal son tan mezquinos al tratar con los que no tienen ninguna aspiración más elevada que la de depositar sus tesoros en la tierra, se van avergonzados; porque de ese modo la santa verdad recibe reproche.
De ninguna otra manera podría ser más glorificado el Señor y la verdad más honrada, que si los incrédulos pudieran ver que la verdad ha llevado a cabo una obra grande y buena sobre las vidas de seres humanos que por naturaleza son codiciosos y mezquinos. Si se pudiera ver que la fe de los tales ha ejercido una influencia para amoldar sus caracteres, para transformarlos de hombres mezquinos, egoístas, deshonestos y amantes del dinero, en hombres que aman hacer el bien, que buscan oportunidades para usar sus medios con el fin de bendecir a los que lo necesitan, que visitan a las viudas y los huérfanos en sus aflicciones, y que se mantienen sin mancha de este mundo, tendrían una evidencia de que su religión es genuina. Los tales alumbrarían a los demás con su luz de tal manera que éstos, al ver sus buenas obras, se sentirían inducidos a glorificar a su Padre que está en los cielos. Este fruto será para santidad, y ellos serán representantes vivientes de Cristo en la tierra. Los pecadores se convencerán de que hay en la verdad un poder que ellos no conocen. Los que profesan estar esperando y velando a fin de prepararse para la aparición de su Señor, no deberían desacreditar su profesión de fe mediante regateos, y tratando de conservar hasta el último centavo. Ese fruto no crece en el árbol cristiano.
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Hno. I: El Señor no quiere que usted perezca; por lo contrario, quiere que se aferre de su fortaleza, y que haga las paces con él poniendo su voluntad en conformidad con su divina voluntad. Si una fiel descripción de su conducta caracterizada por el amor al dinero se le presentara a usted alguna vez, se aterrorizaría. Se sentiría disgustado con su tacañería, su mezquindad y su amor al dinero. Debería hacer el esfuerzo supremo de su vida para obtener la gracia transformadora de Dios que puede hacer de usted un hombre nuevo. Los medios económicos que le llegaron por intermedio de sus parientes fueron una maldición para usted. Sólo aumentaron su amor al dinero y constituyeron un peso adicional para hundirlo en la perdición.
“Raíz de todos los males es el amor al dinero”. 1 Timoteo 6:10. Cuando los hombres emplean las facultades de la mente y el cuerpo para obtener riquezas, y se conforman con el placer de acumular medios que nunca van a usar, y que pueden llegar a ser un perjuicio para sus hijos, abusan de las facultades que Dios les ha dado. Ponen de manifiesto que sus caracteres han llegado a la sordidez como consecuencia de dedicarse a la obtención de ganancias. En lugar de alcanzar la felicidad, son miserables. Han cerrado sus almas a las necesidades de los menesterosos, y han dado evidencia de que no tienen compasión por los que sufren.
Mi hermano: Su corazón todavía no se ha encallecido frente a las necesidades de los demás. Tiene impulsos generosos y le gusta socorrer al necesitado. Con frecuencia hace con gusto algún acto de bondad en favor de un hermano o un vecino; pero el dinero es su dios, y está en peligro de darle al Cielo un valor menor que a su dinero. El ganar dinero siempre es peligroso, a menos que la gracia de Dios sea el principio rector del alma. Cuando los cristianos están controlados por los principios del Cielo, con una mano otorgan y con la otra ganan. Esta es la única actitud racional y saludable que puede asumir un cristiano mientras tiene dinero y todavía está en condiciones de ganar más. Le queremos preguntar, Hno. I: ¿Qué va a hacer con su dinero? Usted es mayordomo de Dios. Posee el talento de los medios económicos y puede hacer mucho bien con él. Puede depositarlos en el banco del Cielo al ser rico en buenas obras. Sea una bendición para los demás por medio de su vida. “No os hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín corrompen, y donde ladrones minan y hurtan; sino haceos tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el orín corrompen, y donde ladrones no minan ni hurtan. Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón”. Mateo 6:19-21.
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Recordad que los tesoros depósitados en el Cielo no se pierden. Os serán asegurados mediante el empleo juicioso de los medios sobre los cuales el Cielo os ha hecho mayordomos. “A los ricos de este siglo manda que no sean altivos, ni pongan la esperanza en las riquezas, las cuales son inciertas, sino en el Dios vivo, que nos da todas las cosas en abundancia para que las disfrutemos. Que hagan bien, que sean ricos en buenas obras, dadivosos, generosos; atesorando para sí buen fundamento para el porvenir, que echen mano de la vida eterna”. 1 Timoteo 6:17-19.
Existe el peligro, Hno. I, que su vida se pierda, y que los dones que Dios le ha concedido vayan a parar a manos del diablo, y que éste lo lleve cautivo bajo su voluntad. ¿Puede soportar este pensamiento? ¿Puede usted decidir servir al yo durante esta corta vida, y amar su dinero, para después separarse de todo, sin tener derecho al Cielo y a la vida eterna? Tiene una tremenda lucha delante de usted para apartar sus afectos del tesoro de esta tierra. Donde esté su tesoro, allí estará también su corazón. Velar, orar y trabajar son el santo y seña del cristiano. Despertaos, os imploro. Buscad las cosas que permanecen. Las cosas de esta tierra pronto pasarán. ¿Está listo para cambiar de mundo? ¿Está formando un carácter para la vida eterna? Si al fin se pierde, sabrá cuál habrá sido la causa de su ruina: el amor al dinero. Clamará con angustia: “¡Oh, el engaño de las riquezas! He perdido mi alma. La vendí por dinero. Jugué mi cuerpo y mi alma para obtener ganancias. Sacrifiqué el Cielo por temor a tener que sacrificar mi dinero para obtenerlo”. Y del Maestro escuchará estas palabras: “Y al siervo inútil echadle en las tinieblas de afuera”. Mateo 25:30. Esperamos que éste no sea su destino. Esperamos que traslade su tesoro al Cielo, como asimismo sus afectos, y que los afiance en Dios y en el tesoro inmortal.
Vi que toda la familia estaba en peligro de participar, en cierto modo, de la actitud del padre. Hna. I: usted ya ha participado de ese espíritu. Quiera Dios ayudarle a ver esto, y a efectuar un cambio total. Cultive el amor al bienhacer; trate de ser rica en buenas obras. En muchos aspectos usted puede hacer más de lo que está haciendo. Tiene una responsabilidad individual delante de Dios. Tiene un deber que cumplir, del cual no puede desembarazarse. Camine muy cerca de Dios; ore sin cesar. Va a tener que trabajar muchísimo si va a salvar su alma. Trate de ejercer una influencia que contrarreste el mal en el seno de su familia. Manténgase noblemente de parte de Dios. Su carácter es distinto del de su esposo, y será condenada por Dios a menos que obre por sí misma. Lleve a cabo una obra diligente para salvar su propia alma, y ejerza influencia para salvar a su familia. Muestre por su ejemplo que su tesoro está en el Cielo, que lo ha invertido todo en un hogar y en una vida mejores, que son eternos. Eduque su mente para que pueda valorar las cosas celestiales, para elevarse, para amar a Dios, y para manifestar una obediencia bien dispuesta a la voluntad de Dios.
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Usted puede ser sometida a prueba, para ver cuán fuerte es su afecto por las cosas de este mundo. Es posible que se le dé a comprender una página de su corazón que desconocía. Dios conoce sus pruebas sobre todo al considerar la situación de su esposo y de sus hijos, a quienes les falta la fe salvadora. Mucho más depende de usted de lo que se imagina. Debe revestirse de la armadura. No gaste sus preciosas fuerzas haciendo un trabajo agotador que otros pueden hacer. Anime a su hija a ocuparse en algún empleo útil, y a que le ayude a llevar las cargas de la vida. Esa niña necesita disciplina. Su mente está vacía. Necesita dedicar todo a Dios; entonces será útil a su Redentor y lo complacerá.
Hermana mía: Trabaje menos, y ore y medite más. Los intereses externos deberían tener prioridad para usted. Dios no quiere que sus hijos se formen como amantes del dinero. El verdadero refinamiento y los modales bondadosos nunca se encontrarán en un hogar donde reina el egoísmo. Las personas verdaderamente finas siempre tienen mentes y corazones bien dispuestos, siempre son consideradas con los demás. El verdadero refinamiento no encuentra satisfacción en el adorno del cuerpo y en su exhibición. El verdadero refinamiento y la nobleza de alma se verán en los esfuerzos para bendecir y elevar a los demás. La preocupación por las cosas eternas pesa demasiado poco en sus hijos. Quiera Dios despertarlos antes que sea demasiado tarde y tengan que exclamar angustiados: “Pasó la siega, terminó el verano, y nosotros no hemos sido salvos”. Jeremías 8:20.
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Hno. J: Se me presentó su caso. Usted ocupa un cargo de responsabilidad. Se le han confiado talentos de dinero e influencia. A cada hombre se le da su obra: algo que hacer, no solamente para ocupar la mente, los huesos y los músculos en una tarea común; es más que eso. Conoce esta tarea desde un punto de vista mundano, y tiene cierta experiencia en ella por sus actividades religiosas. Pero desde hace varios años usted ha estado perdiendo el tiempo, y ahora va a tener que trabajar rápidamente para redimir el pasado. No basta tener talentos; debe usarlos de tal manera que no sólo reciba beneficio usted, sino Aquel que se los concedió. Todo lo que tiene es un préstamo de su Señor. Se lo va a pedir con intereses.
Cristo tiene derecho a disponer de sus servicios. Ha llegado a ser su siervo por su gracia. No tiene que servir sus propios intereses, sino los de Aquel que lo empleó. Como profeso cristiano, usted tiene obligaciones para con Dios. No se le han confiado sus bienes personales para que los invierta. Si tal fuera el caso, usted podría haber consultado su propio placer con respecto a su uso. El capital es del Señor, y usted es responsable por su uso o su abuso. Hay maneras de invertir ese capital: entregarlo a los “cambiadores”, de manera que gane algo para el Señor. Si permite que quede sepultado en tierra, ni el Señor ni usted recibirán beneficio alguno, y usted perderá todo lo que se le confió. Quiera Dios ayudarle, hermano mío, a comprender su situación frente a Dios como su siervo asalariado. Mediante su propio sufrimiento y su muerte pagó el salario que le habría de asegurar su servicio voluntario y su pronta obediencia.
Durante las pruebas de los últimos años usted ha padecido de sufrimiento mental, y ha sentido alivio al volcar su atención más plenamente en las cosas del mundo, a la tarea de adquirir bienes. Dios, en su gran amor y su misericordia hacia usted, lo ha recibido de nuevo en su redil. Hay delante de usted ahora nuevos deberes y responsabilidades. Su amor por el mundo es fuerte. Ha estado depositando sus tesoros en la tierra. Jesús lo invita ahora a transferir su tesoro al Cielo; porque donde esté su tesoro, allí estará también su corazón. Tenga cuidado en su trato con sus hermanos y los incrédulos. Sea fiel a su profesión de fe, y conserve una verdadera nobleza de alma, lo cual será un crédito para la verdad que profesa creer.
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Usted ocupa un puesto destacado que induce a los demás a contemplarlo. Su intelecto está por encima del promedio. Es un hombre de percepciones rápidas y de sentimientos profundos. Algunos de sus hermanos no han obrado con sabiduría. Lo han observado, han evaluado su caso, y han llegado a la conclusión de que usted debería ser más generoso con los medios económicos que posee. Se han sentido infelices con usted. Todo esto ha sido innecesario. Ellos mismos fallan en muchas cosas; y si son fieles en el humilde servicio que el Maestro les ha encomendado, tendrán todo lo que pueden hacer. No pueden darse el lujo de perder el tiempo en temer con ansiedad que su prójimo, a quien se le ha confiado una tarea más importante, no sea capaz de hacer bien la obra. Mientras se encuentran tan interesados en el caso de otra persona, descuidan su propia tarea, y en realidad son siervos negligentes. Estaban ansiosos por hacer el trabajo del prójimo en lugar de empeñarse en el propio.
Creen que si se les hubieran confiado cinco talentos, podrían hacer mucho más que aquel a quien en realidad se le confiaron. Pero el Maestro sabía mejor las cosas que ellos. Nadie necesita lamentarse porque no puede glorificar a Dios con los talentos que nunca se le concedieron, y por los cuales no es responsable. No necesitan decir: “Si yo estuviera en otra situación en la vida, haría muchísimo bien con mi capital”. Dios sólo les pide que obtengan ganancias con lo que tienen, como mayordomos de su gracia.
El talento único, el servicio más humilde, si está plenamente consagrado, y se usa para promover la gloria de Dios, será tan aceptado por él como la ganancia del talento más importante. Los diversos cometidos están proporcionados a nuestras diversas capacidades. A cada ser humano se le dan de acuerdo con sus habilidades. Nadie debería despreciar su trabajo, considerándolo tan insignificante que no necesita preocuparse en hacerlo bien. Si lo hace, reduce a broma sus responsabilidades morales y desprecia el día de las cosas pequeñas. El Cielo adjudica a todos su respectiva obra y la ambición de cada cual debería ser hacerla bien, de acuerdo con sus capacidades. Dios requiere que todos, desde el más débil hasta el más fuerte, haga la obra que se le asignó. El interés que se espera está en proporción con la cantidad confiada.
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Cada cual debería hacer diligentemente y con interés su propia obra, dejando a los demás a cargo de su Maestro, para levantamiento o para caída. Hay demasiados entremetidos en _____, demasiados interesados en vigilar a sus hermanos, y por esa razón están siempre débiles. Dan testimonio en las reuniones, y como no tienen a Jesús en sus corazones para confesarlo, tratan de decirle a sus hermanos cuál es su deber. Estas pobres almas no saben cuál es su propio deber, y sin embargo asumen la responsabilidad de iluminar a otros con respecto a lo que tienen que hacer. Si los tales hicieran su propio trabajo, y lograran que la gracia de Dios estuviera en sus corazones, se manifestaría en la iglesia un poder que ahora falta.
Hno. J: usted puede hacer el bien. Tiene buen juicio y Dios lo está conduciendo de las tinieblas a su luz. Use sus talentos para gloria de Dios. Llévelos a los banqueros para que cuando el Maestro regrese reciba lo suyo con usura. Aparte sus sarmientos de las cosas triviales de la tierra, y levántelos para que se entrelacen en Dios. La salvación de las almas es mucho más importante que todo el mundo. Un alma salvada para vivir durante todas las edades de la eternidad, para alabar a Dios y al Cordero, es de más valor que millones en cualquier moneda. Las riquezas se hunden en la insignificancia cuando se las compara con el valor de las almas por las cuales Cristo murió. Usted es un hombre cauteloso y no va a tomar ninguna medida precipitada. Haga sacrificios en favor de la verdad, y vuélvase rico en Dios. Quiera Dios ayudarle a avanzar tan rápidamente como le resulte posible, y a darle a las cosas eternas el valor que realmente tienen.
Sus hijos necesitan que la gracia haga una obra más profunda en sus corazones. Necesitan fomentar la sobriedad y la solidez de carácter. Si estuvieran consagrados a Dios, podrían hacer el bien, y ejercer una influencia salvadora sobre sus compañeros.
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No permitamos que los pobres crean que no tienen nada que hacer porque no tienen la riqueza de sus hermanos. Pueden hacer sacrificios de muchas maneras. Pueden negarse a sí mismos. Pueden vivir vidas devotas, y pueden honrar a su Redentor mediante sus palabras y actos. Las hermanas especialmente pueden ejercer una poderosa influencia si abandonan la maledicencia y se dedican a velar y a orar. Pueden honrar a Dios. Pueden dejar que su luz ilumine de tal manera a los demás que al ver sus buenas obras se sientan inducidos a glorificar a nuestro Padre que está en los Cielos.
Como una ilustración del fracaso de su parte para llevar a cabo la obra de Dios, como era su privilegio hacerlo, se me refirió a estas palabras: “Maldecid a Meroz, dijo el ángel de Jehová; maldecid severamente a sus moradores, porque no vinieron al socorro de Jehová, al socorro de Jehová contra los fuertes”. Jueces 5:23. ¿Qué hizo Meroz? Nada. Y ese fue su pecado. No vinieron al socorro de Jehová contra los fuertes.
El sentimentalismo y la formación de parejas
Querida Hna. K, En la visión que se me dio en junio pasado, se me mostró que usted posee una firmeza de carácter, una determinación de propósitos bastante parecida a la testarudez. No está dispuesta a que se la conduzca, no obstante lo cual tiene ansias de conocer la voluntad de Dios y hacerla. Se ha engañado con respecto a sí misma; no ha comprendido su propio corazón. Creyó que su voluntad estaba sometida a la de Dios, pero en esto su juicio no fue correcto. Ha enfrentado pruebas y ha permitido que su mente se espacie en algunas esperanzas frustradas. Desde hace algunos años su vida ha tomado un giro peculiar. Al parecer se ha manifestado en usted una actitud de intranquilidad. No ha sido feliz, aunque no ha habido nada a su alrededor que pudiera haber proyectado esas negras sombras. No ha disciplinado su mente para que se explaye en temas alegres. Es capaz de ejercer una poderosa influencia en favor de la verdad, si entrena a su mente para que discurra por los canales correctos. Todas sus palabras y actos deberían ser de tal carácter que honren a su Redentor, exalten su amor y magnifiquen sus atractivos.
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Usted ha caído en el triste error que prevalece tanto en esta época degenerada, especialmente entre las mujeres. Es demasiado aficionada al otro sexo. Le gusta su compañía; la forma como los atiende es halagadora para ellos, y usted los anima, o les permite ciertas familiaridades que no siempre están de acuerdo con la exhortación del apóstol que dice: “Absteneos de toda especie (apariencia) de mal”. 1 Tesalonicenses 5:22.
Realmente, usted no se comprende a sí misma. Está avanzando en medio de las tinieblas. Ha tenido algo que hacer en eso de formar parejas. Este es un asunto sumamente incierto; porque usted no conoce el corazón, y puede hacer una obra lamentable, ayudándole de ese modo al gran rebelde en su obra de formar parejas. El está sumamente ocupado en ejercer influencia sobre los que no se ajustan el uno al otro para que unan sus intereses. Se regocija en su tarea, porque de esta manera puede producir más desgracia y desesperanza en la familia humana que si ejerciera sus habilidades en cualquier otra dirección.
Usted ha escrito muchas cartas que la han abrumado bastante. Esas cartas en cierto modo se han referido al tema de nuestra fe y esperanza; pero junto con eso ha habido muchas preguntas y suposiciones acerca de si éste o aquél se está por casar, y sugerencias relativas al matrimonio. Parece que usted está muy bien informada acerca de los casamientos que están en perspectiva, y escribe y habla acerca de esas cosas, con lo que solamente consigue esterilizar su alma. “De la abundancia del corazón habla la boca”. Mateo 12:34. Ha cometido una gran injusticia contra sí misma al permitir que su mente y su conversación giren en torno del amor y el matrimonio. No ha sido feliz, porque se ha dedicado a buscar la felicidad. Este no es un buen negocio. Cuando trate sinceramente de cumplir sus deberes, y se sienta impulsada a servir a los demás, entonces va a encontrar tranquilidad de espíritu. Su mente gira en torno de usted misma. Necesita apartarse de sí misma para tratar de aliviar las preocupaciones de los demás; y al hacerlos felices va a encontrar la felicidad y la alegría de espíritu.
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Usted tiene una imaginación enfermiza. Ha creído que estaba enferma, pero eso ha sido más imaginación que real. Ha sido desleal consigo misma. Ha conversado con algunos jóvenes y se ha permitido libertades en su presencia que sólo serían convenientes delante de un hermano. Se me mostró que su influencia en _____ no fue lo que pudo haber sido. Permitió que su mente descendiera a un nivel muy bajo. Se permitió charlar, reír y dedicarse a una conversación barata indigna de una cristiana. Su comportamiento no fue lo que pudo haber sido. Daba la impresión de ser una persona sin columna vertebral. Medio como que se reclinaba sobre los demás, lo que constituye una actitud errónea para una dama en presencia de otras personas. Si lo hubiera pensado, también podría haber caminado y haberse sentado en posición erecta, como muchos de los demás. La condición de su mente la induce a la indolencia y a huir del ejercicio cuando éste podría ser uno de los mejores medios de lograr su recuperación. Nunca se va a recuperar a menos que deponga esa actitud indiferente y soñadora de su mente y se levante a hacer algo, a trabajar mientras el día dura. Trabaje, al mismo tiempo que imagina y planifica. Aparte su mente de los proyectos románticos. Usted mezcla con su religión un sentimentalismo romántico y enfermizo, que no eleva, sino que rebaja. No sólo usted resulta afectada; otras personas también son perjudicadas por su ejemplo y su influencia.