Testimonios para la Iglesia, Vol. 2, p. 269-276, día 101

Se me mostró que la exaltación propia había contribuido a que el hermano R tropezara. Ha manifestado cierta superioridad con gusto a severidad hacia su familia y su esposa. Esto la ha alejado de él. Ha llegado a la conclusión de que no se puede acercar a él, y en su vida matrimonial ha sido más semejante a un niño que le tiene miedo a un padre duro y severo, que a una esposa. Ha amado, respetado e idolatrado a su marido, a pesar de que él no la ha animado a que le tenga confianza. Mi hermano: usted debería asumir una conducta que animara a su tímida y retraída esposa a apoyarse en su gran afecto, y esto le daría a usted la oportunidad de corregir sus errores en forma delicada y afectuosa, en la medida en que usted es capaz de hacerlo, y de este modo le inspiraría confianza en sí misma. 

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Se me mostró que usted no ha amado a su esposa como debería haberlo hecho. Satanás se ha aprovechado de los defectos de ella y de los errores suyos para destruir a su familia. Usted ha permitido que la vergüenza por su esposa se apoderara de su corazón; y el respeto que sentía por ella ha disminuido más y más, a pesar de que prometió amarla y protegerla mientras ambos vivieran. 

Peligros de hablar sobre las dificultades familiares

El 25 de octubre de 1868 su caso se me presentó de nuevo. Se me mostró que los malos pensamientos y los deseos impíos lo habían conducido a la comisión de actos inapropiados y a la violación de los mandamientos de Dios. Se ha deshonrado a sí mismo, a su esposa y a la causa del Señor. Pero la persistencia en una conducta equivocada en asuntos que le parecían de poca importancia lo han llevado a males mayores todavía. 

Hermano R: usted está ahora en peligro de naufragar completamente en lo que a su fe se refiere. Ha pecado en gran manera. Pero el pecado de encubrir sus hechos, y de cerrar los ojos de los que sospechaban que usted andaba en algo malo ha sido diez veces más grande. No todos han actuado con la prudencia, el amor y el cuidado que al Señor le hubiera gustado que manifestaran, para redimirlo. Pero cuando usted pretendió asumir un aire de ofendida inocencia, ¿cree usted que Dios no vio su mal proceder? ¿Cree usted que el que hizo al hombre del polvo de la tierra, que alentó en su nariz soplo de vida, no era capaz de discernir las intenciones y los propósitos de su corazón? Usted creyó que si confesaba su pecado perdería su honor, es decir, algo así como si perdiera la vida. Creyó que sus hermanos no tendrían más confianza en usted. No ha examinado las cosas desde un punto de vista correcto. Es vergonzoso pecar, pero siempre es un honor confesar el pecado. 

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Los ángeles de Dios han conservado un registro fiel de todo acto suyo, por más secreto que le haya parecido en el momento de cometerlo. Dios discierne los propósitos del hombre, y todas sus obras. Todo hombre será recompensado de acuerdo con sus obras, sean buenas o malas. Lo que el hombre siembra, eso también siega. La cosecha no va a fallar. Es segura y abundante. Usted ha tratado de disimular su conducta a la vista de sus hermanos. ¿Cómo pudo hacerlo, si sabía que era culpable a la vista de Dios? Si valora la salvación de su alma, haga una obra bien completa teniendo en vista la eternidad. 

Va a tener que limpiar la senda que ha dejado atrás por medio de una confesión completa. Necesita convertirse totalmente; debe producirse en usted una renovación del yo por la transformación de su entendimiento. Su estima propia debe ser vencida. Tiene que aprender a estimar a los demás más que a sí mismo. Deje de lado la exaltada opinión que tiene de lo que ha logrado conseguir, cultive un espíritu humilde y tranquilo que es de gran estima a la vista de Dios. 

Usted ha asumido una actitud que lo ha alejado de la senda de la rectitud, y ahora se siente perturbado. Las dudas, los temores y la desesperación se apoderan de usted. Sólo hay una manera de salir, y ésta es la confesión. Su única esperanza consiste en caer sobre la Roca y ser quebrantado; si no lo hace, seguramente caerá sobre usted y lo pulverizará. Ahora puede reparar sus errores; ahora puede redimir el pasado. Mediante una vida de bondad y verdadera humildad, todavía puede caminar entre sus familiares de una manera aceptable a Dios. Quiera Dios ayudarle, en vista del juicio venidero, a trabajar como si en ello le fuera la vida. Querido hermano: estoy profundamente interesada en usted. Ha andado en tinieblas por un tiempo. No llegó de repente a la condición tenebrosa en que se encuentra ahora. Se apartó de la luz gradualmente. Primero se exaltó a sí mismo, y después, el Señor le quitó su fortaleza.

Ha tenido interés en la música. Esto ha dado oportunidad para que algunas mujeres incautas e insensatas le confiaran sus pesares. Esto halagó su orgullo, pero fue una trampa para usted. Abrió la puerta para las sugerencias de Satanás. Usted no obró como debería haberlo hecho. No tenía derecho a escuchar, al visitar algunas familias, lo que se le dijo. Estas conversaciones corrompieron su mente, aumentaron su estima propia y le sugirieron malos pensamientos. Aceptó ser el confesor de algunas mujeres sentimentales que deseaban simpatía y querían apoyarse en alguien. Si hubieran tenido buen juicio y confianza propia, si hubieran tenido un propósito en la vida, y les hubiera gustado beneficiar a los demás, no habrían llegado a la situación de necesitar de alguien para que les ofreciera simpatía. 

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Usted no sabe cuán engañoso es el corazón humano. No conoce tampoco las artimañas de Satanás. Algunas de las mujeres que han aprovechado bastante de su simpatía, tienen una imaginación enfermiza: están enfermas de amor, son sentimentales, siempre ansiosas de crear sensación y hacer alharaca. Algunas no están satisfechas con su vida matrimonial. No hay suficiente romanticismo en ella. La lectura de novelas ha pervertido todo el buen juicio que alguna vez tuvieron. Viven en un mundo imaginario. Su imaginación ha creado maridos para ellas, de esos que sólo se encuentran en los romances de las novelas. Hablan de amores no correspondidos. Nunca están contentas ni son felices, porque su imaginación les pinta una vida irreal. Cuando enfrenten la realidad, y desciendan a la sencillez de la vida verdadera, y asuman las responsabilidades que les corresponden en el seno de sus respectivas familias, lo que es la suerte de toda mujer, entonces van a encontrar contentamiento y felicidad. 

Usted ha albergado pensamientos que no eran correctos. Esos pensamientos dieron frutos. “De la abundancia del corazón habla la boca”. Mateo 12:34. Sus palabras no son siempre castas, puras y elevadas. “Ninguna palabra corrompida salga de vuestra boca”. Efesios 4:29. Demasiado a menudo hay engaño en su boca: expresiones de naturaleza inferior que proceden de un corazón que alberga pensamientos corrompidos y malos deseos. 

Por un tiempo sus pies se apartaron de la senda de la rectitud y la pureza. Usted sabe que su conducta ha desagradado a Dios; que ha transgredido su santa ley; que estas cosas no se pueden ocultar. Dios no va a permitir que su pueblo sea engañado en su caso. Su gran pecado consiste en atraer la simpatía de los que no comprenden su conducta torcida, y con ello dividir el juicio del pueblo que profesa la verdad. Me da lástima. Me duele el corazón por su causa. No veo nada delante de usted, sino perdición; nada, sino un total naufragio de la fe. 

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¿Cubrirá usted sus pecados y así hará frente al asunto? Dios dice que de ese modo no prosperará. Por lo contrario, el que confiesa sus pecados y se aparta de ellos alcanzará misericordia. ¿Elegirá usted la muerte? ¿Cerrará la puerta del reino de los cielos frente a sí mismo por no someter su malvado orgullo? Su única esperanza consiste en confesar sus apostasías. Dios ha iluminado su senda. ¿Quedará usted con su propia conducta corrompida? ¿Echará la verdad por la borda porque ésta no apoya su conducta impía? ¡Oh, le ruego que rasgue su corazón y no sus vestiduras! Haga una obra completa con la mira puesta en la eternidad. Dios será misericordioso con usted. Alguien rogará a Dios por usted. El no despreciará el corazón quebrantado y contrito. ¿Se convertirá usted? ¿Quiere vivir? Vale la pena que su alma se salve: es preciosa. Queremos ayudarle. 

Vi que usted no era feliz. No tiene descanso. Se siente perturbado, pero rehusa asumir la única conducta que podría brindarle alivio y esperanza. El que confiesa sus pecados y se aparta de ellos encontrará misericordia. Su condición es deplorable y está causando un gran perjuicio a la obra de Dios. Su influencia va a destruir a otros además de usted mismo. 

Si no quiere venir a Dios para confesarle sus apostasías de manera que él lo pueda sanar, ni usted ni su pobre familia pueden esperar nada del futuro. La miseria vendrá en la estela del pecado. La mano de Dios estará en su contra, y dejará que Satanás lo domine para que lo lleve cautivo de acuerdo con su voluntad. Usted no sabe hasta dónde puede llegar. Será como alguien que está en alta mar y sin ancla. La verdad de Dios es un ancla. Usted se está separando de esa ancla. Está sacrificando sus intereses eternos en aras de la concupiscencia de la carne, la concupiscencia de los ojos y la soberbia de la vida. Está a punto de cortar las cuerdas que podrían salvarlo de la destrucción total. Al tratar de salvar su vida mediante el ocultamiento de sus errores, la está perdiendo. Si se humilla ahora delante de Dios, le confiesa sus pecados, y vuelve a él de corazón, con un propósito firme, todavía usted y sus familiares pueden ser felices. Si no quiere hacerlo, y elige su propio camino, su felicidad habrá llegado a su fin. 

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Tiene una gran obra que hacer. Su conducta ha sido demasiado descuidada. Sus palabras no han sido elevadas, ni castas ni puras. Se ha estado separando de lo divino, y ha estado cultivando las pasiones inferiores. Las facultades nobles de su mente han sido sometidas a las pasiones animales. Por algún tiempo no ha seguido una conducta correcta. No se ha apartado de toda apariencia de mal. No debe continuar con ese proceder por más tiempo. 

No ha amado a su esposa como debería haberlo hecho. Es una mujer buena. Ha visto, en cierta medida, su peligro. Pero usted cerró sus oídos a sus palabras de cautela. Creyó que hablaba impulsada por los celos; pero no es así. Lo ama, va a tolerar sus errores y lo va a perdonar; lo va a seguir amando a pesar del profundo daño que usted le ha hecho, si se apresura a acudir a la luz y limpia su pasado. Tiene que experimentar una conversión completa. A menos que lo haga, todos los esfuerzos realizados en el pasado para obedecer la verdad no lo van a salvar ni van a cubrir sus errores. Jesús requiere de usted una reforma total; entonces le va a ayudar, lo va a bendecir y lo va a amar, y borrará todos sus pecados con su propia preciosa sangre. Usted puede redimir el pasado. Puede corregir sus caminos y ser todavía una honra para la causa de Dios. Puede hacer el bien si se aferra de la fortaleza de Dios y trabaja en su nombre, para su propia salvación y el bien de los demás. 

Su familia todavía puede ser feliz. Su esposa necesita su ayuda. Se parece a una vid adherida al parrón; necesita apoyarse en su fortaleza. Usted puede ayudarle y conducirla. No debería censurarla jamás. Nunca la reprenda si sus esfuerzos no son lo que usted piensa que deberían ser. Por el contrario, anímela con palabras tiernas y amorosas. Puede ayudarle a conservar su dignidad y su respeto propio. Nunca encomie las acciones de otras personas en su presencia, para que ella no crea que lo hace a fin de que sus deficiencias resalten. Usted ha sido duro e insensible en este sentido. Ha manifestado más cortesía para su servidumbre que para ella; ha puesto a sus servidores por encima de ella en la casa. 

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Dios ama a su esposa. Ella ha sufrido; pero él lo ha notado todo, lo ha visto todo, y no 10 considerará sin culpa por las heridas que le ha inferido. Ni la riqueza ni la inteligencia brindan felicidad. Es el valor moral. Para el Cielo la verdadera bondad es verdadera grandeza. La calidad de los sentimientos morales determina el valor de un hombre. Una persona puede tener propiedades e inteligencia, y sin embargo ser sin valor, porque el fuego resplandeciente de la bondad jamás ha ardido en el altar de su corazón, y porque su conciencia ha sido cauterizada, ennegrecida y deformada por el egoísmo y el pecado. Cuando la concupiscencia de la carne domina al hombre, y se permite que gobiernen las malas pasiones de la naturaleza carnal, se fomenta el escepticismo con respecto a las realidades de la religión cristiana, y se expresan dudas como si dudar constituyera una virtud especial. 

La vida de Salomón podría haber sido notable hasta el mismo fin, si hubiera conservado la virtud. Pero él sometió esta gracia especial a la pasión y a la concupiscencia. En su juventud le pidió a Dios que lo guiara, y confió en él, y el Señor le dio tal sabiduría que asombró al mundo. Su poder y su sabiduría fueron alabados en toda la tierra. Pero el amor a las mujeres fue su pecado. No dominó esa pasión al llegar a la edad madura, y ésta fue una trampa para él. Sus esposas lo condujeron a la idolatría, y cuando comenzó la curva descendente de la vida, se le quitó la sabiduría que Dios le había dado; perdió su firmeza de carácter y llegó a ser semejante a un joven desatinado que vacila entre el bien y el mal. Al abandonar sus principios, se introdujo en la corriente del mal, y de ese modo se separó de Dios, el fundamento y la fuente de su fortaleza. Se apartó de los principios. La sabiduría había sido más preciosa que el oro de Ofir para él. Pero, por desgracia, las pasiones carnales ganaron la victoria. Las mujeres lo engañaron y lo arruinaron. ¡Qué lección para que nos mantengamos despiertos! ¡Qué testimonio del hecho de que necesitamos la fortaleza de Dios hasta el mismo fin! 

En la batalla contra la corrupción interna y la tentación externa, hasta el mismo sabio y poderoso Salomón fue derrotado. No es seguro apartarse en lo más mínimo de la más estricta integridad. “Absteneos de toda especie de mal”. 1 Tesalonicenses 5:22. Cuando una mujer habla de las dificultades que hay en el seno de su familia, o se queja de su esposo frente a otro hombre, viola sus votos matrimoniales; deshonra a su esposo y quebranta el muro erigido para preservar la santidad de la relación matrimonial; abre la puerta de par en par, e invita a Satanás a entrar con sus tentaciones insidiosas. Eso es precisamente lo que Satanás quiere. Cuando una mujer acude a un hermano cristiano para contarle sus penas, desilusiones y pruebas, él siempre debería aconsejarle que si tiene que confiarle sus dificultades a alguien, elija a una hermana como confidente, para que no haya apariencia de mal y la causa de Dios no sufra reproche. 

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Recuerde a Salomón. Ante muchas naciones no había otro rey como él, amado por su Dios. Pero cayó. Fue inducido a apartarse de Dios, y se corrompió como resultado de la complacencia de las pasiones carnales. Este es el pecado que prevalece en nuestros días, y su progreso da miedo. Incluso los profesos observadores del sábado no están limpios. Hay quienes profesan creer la verdad, pero tienen el corazón corrompido. Dios los va a someter a prueba, y su insensatez y su pecado quedarán en evidencia. Nadie fuera de los puros y humildes podrán estar en su presencia. “¿Quién subirá al monte de Jehová? ¿Y quién estará en su lugar santo? El limpio de manos y puro de corazón; el que no ha elevado su alma a cosas vanas, ni jurado con engaño”. Salmos 24:3-4. “Jehová, ¿quién habitará en tu tabernáculo? ¿Quién morará en tu monte santo? El que anda en integridad y hace justicia, y habla verdad en su corazón. El que no calumnia con su lengua, ni hace mal a su prójimo, ni admite reproche alguno contra su vecino. Aquel a cuyos ojos el vil es menospreciado, pero honra a los que temen a Jehová. El que aun jurando en daño suyo, no por eso cambia; quien su dinero no dio a usura, ni contra el inocente admitió cohecho. El que hace estas cosas no resbalará jamás”. Salmos 15:1-5. 

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Carta a un muchacho huérfano

Querido amigo,

En la última visión que se me dio, vi que tenías faltas que corregir. Es necesario que las veas antes de hacer el esfuerzo necesario para corregirlas. Tienes mucho que aprender antes de poder formar un carácter bueno y cristiano que Dios pueda aprobar. Desde la niñez has sido un chico díscolo, dispuesto a hacer tu gusto y a seguir tu propio criterio. No te gustaba someter tus deseos y tu voluntad a los que tenían la responsabilidad de cuidarte. Esta es la experiencia que tienes que lograr. 

Tu peligro aumenta por el espíritu de independencia y de confianza propia -vinculado, por cierto, con inexperiencia- que los jóvenes de tu edad están propensos a asumir cuando sus amados padres no están para cuidarlos y pulsar las tiernas cuerdas del afecto en sus almas. Crees que ya ha llegado el tiempo para que pienses y decidas por ti mismo. “Soy un joven; ya no soy un niño. Soy capaz de distinguir entre el bien y el mal. Tengo derechos, y los voy a defender. Soy capaz de trazar mis propios planes. ¿Quién tiene autoridad para meterse en mis cosas?” Estos son algunos de los pensamientos que has tenido, y algunos jóvenes, más o menos de tu edad, te han animado a formularlos. 

Crees que tienes que afirmar tu libertad y actuar como un hombre. Tu actitud no es sumisa. Sabio es el joven -y sumamente bendecido- que cree que es su deber, si tiene padres, de confiar en ellos, y si no los tiene, considerar que sus tutores, o las personas con quienes vive, son sus consejeros, sus consoladores, y en cierto sentido sus gobernantes, y que permite que las restricciones aprendidas en el hogar permanezcan en él. Hay una clase de independencia que merece alabanza. El deseo de depender de sí mismo y no comer el pan de otros es correcto. Es una ambición noble y generosa nacida del deseo de sostenerse a sí mismo. Los hábitos de laboriosidad y frugalidad son necesarios. 

Has sido puesto en circunstancias desfavorables para que desarrolles un buen carácter cristiano; pero ahora has sido ubicado donde tienes que formar una buena reputación o destruirla. No creemos que vas a hacer esto último. Pero no estás libre de tentación. En una sola hora puedes seguir una conducta que más tarde te puede costar lágrimas amargas y arrepentimiento. Al ceder a la tentación puedes enajenarte algunos corazones, perder el respeto y la estima que te están teniendo los que te rodean, y también puedes manchar tu carácter cristiano. Tienes que aprender la lección de la sumisión. Consideras humillante hacer algunas de las tareas de la casa: mandados y pequeños quehaceres. Esos pequeños requerimientos no te gustan definidamente; pero tienes que cultivar el gusto por esas mismas cosas que te causan tanta aversión. Mientras no lo hagas, no llegarás a ser un ayudante aceptable en ninguna parte. Cuando te dedicas a esas cosas pequeñas pero necesarias, estás prestando un servicio más real que si estuvieras dedicado a grandes negocios y a una tarea difícil. 

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