Testimonios para la Iglesia, Vol. 9, p. 128-135, día 463

“Todo a gloria de Dios”

No prescribimos un régimen definido, pero decimos que en los países donde abundan las frutas, los cereales y las nueces, la carne no es el alimento adecuado para el pueblo de Dios. Se me ha indicado que la carne propende a animalizar la naturaleza, a despojar a los hombres y mujeres del amor y la simpatía que debieran sentir por cada cual, y hace predominar las pasiones bajas sobre las facultades más elevadas del ser. Si el comer carne fue alguna vez saludable, no lo es ahora. Los cánceres y tumores, y las enfermedades pulmonares se deben mayormente a la costumbre de comer carne.

-128-

No hacemos del consumo de la carne una condición para la admisión de los miembros; pero debiéramos considerar la influencia que ejercen sobre otros los creyentes profesos que usan carne. Como mensajeros de Dios, ¿no diremos al pueblo: “Si pues coméis, o bebéis, o hacéis otra cosa, hacedlo todo a gloria de Dios?’ 1 Corintios 10:31. ¿No daremos un testimonio decidido contra la complacencia del apetito pervertido? ¿Quiere cualquiera de los que son ministros del Evangelio y que proclaman la verdad más solemne que haya sido dada a los mortales, dar el ejemplo de volver a las ollas de Egipto? ¿Quieren los que son sostenidos por el diezmo de la tesorería de Dios permitir que la gula envenene la corriente vital que fluye por sus venas? ¿Harán caso omiso de la luz y las amonestaciones que Dios les ha dado? La salud del cuerpo debe considerarse como esencial para el crecimiento en la gracia y la adquisición de un carácter templado. Si no se cuida debidamente el estómago, será estorbada la formación de un carácter moral íntegro. El cerebro y los nervios están en relación íntima con el estómago. De los errores practicados en el comer y beber resultan pensamientos y hechos erróneos.

Todos somos probados en este tiempo. Hemos sido bautizados en Cristo; y si estamos dispuestos a separarnos de todo aquello que tienda a degradarnos y a hacernos lo que no debemos ser, recibiremos fuerza para crecer en Cristo, nuestra cabeza viviente, y veremos la salvación de Dios.

Sólo cuando demostremos ser inteligentes en lo que concierne a los principios de una vida sana, podremos discernir los males que resultan de un régimen alimentario impropio. Aquellos que, habiéndose impuesto de sus errores, tengan el valor de modificar sus costumbres, encontrarán que la reforma exige luchas y mucha perseverancia. Pero una vez que hayan adquirido gustos sanos, verán que el consumo de la carne, en el que antes no veían mal alguno, preparaba lenta pero seguramente la dispepsia y otras enfermedades.

-129-

Padres y madres, orad y velad. Guardaos mucho de la intemperancia en cualesquiera de sus formas. Enseñad a vuestros hijos los principios de una verdadera reforma pro salud. Enseñadles lo que deben evitar para conservar la salud. La ira de Dios ha comenzado ya a caer sobre los rebeldes. ¡Cuántos crímenes, cuántos pecados y prácticas inicuas se manifiestan por todas partes! Como denominación, debemos preservar con cuidado a nuestros hijos de toda compañía depravada.

Enseñemos los principios de la salud

Deben hacerse más esfuerzos para enseñar a la gente los principios de la reforma pro salud. Deberían instituirse clases culinarias para dar a las familias instrucciones tocante al arte de preparar los alimentos sanos. Las personas jóvenes y las de edad adulta deberían aprender a cocinar con más sencillez. En todo lugar donde la verdad sea presentada, debe enseñarse a la gente a preparar alimentos de un modo sencillo a la vez que apetitoso. Debe demostrársele que se puede gozar de un régimen nutritivo sin hacer uso de la carne.

Enseñad a la gente que más vale prevenir que curar. Nuestros médicos, como sabios educadores, deberían prevenir a cada uno contra la satisfacción de apetitos desordenados y mostrar que el único medio de evitar la ruina del cuerpo y de la mente consiste en abstenerse de las cosas que Dios prohibió.

Se requiere mucho tacto y juicio para ordenar un régimen nutritivo destinado a reemplazar el que seguían antes las personas que aprenden a seguir la reforma pro salud. Se necesita fe en Dios, una voluntad firme y el deseo de ser útiles. Un régimen deficiente arroja descrédito sobre la reforma pro salud. Somos mortales, y debemos proveer a nuestros cuerpos una alimentación fortificante.

Los extremismos en la alimentación

Algunos de nuestros miembros se abstienen concienzudamente de alimentos que no son adecuados, pero no suministran a su organismo los elementos que necesita para sustentarse. Los que llevan al extremo la reforma pro salud corren el riesgo de preparar alimentos insípidos y que no satisfagan. Los alimentos deben ser preparados de modo que sean apetitosos y nutritivos. No debe despojárselos de lo que nuestro organismo necesita. Yo hago uso de un poco de sal y siempre lo he hecho, porque la sal, lejos de ser nociva, es indispensable para la sangre. Las legumbres debieran hacerse más agradables aderezándolas con un poco de leche o crema, o su equivalente.

-130-

Si bien se han dado advertencias con relación a los peligros de enfermedad que derivan de la mantequilla y al mal que ocasiona el uso copioso de huevos por parte de los niños pequeños, no debe considerarse como violación de nuestros principios el consumo de huevos provenientes de gallinas bien cuidadas y convenientemente alimentadas. Los huevos contienen ciertas propiedades que obran eficazmente contra determinados venenos.

Algunos, al abstenerse de leche, huevos y mantequilla, no proveyeron a su cuerpo una alimentación adecuada y como consecuencia se han debilitado e incapacitado para el trabajo. De esta manera, la reforma pro salud ha sido desacreditada. La obra que nos hemos esforzado por levantar sólidamente se confunde con las extravagancias que Dios no ha ordenado, y las energías de la iglesia se ven estorbadas. Pero Dios intervendrá para contrarrestar los resultados de ideas tan extremistas. El propósito del Evangelio es reconciliar a la raza pecaminosa. Debe llevar a pobres y ricos a los pies de Jesús.

Llegará el tiempo cuando tal vez tengamos que dejar algunos de los alimentos que usamos ahora, como la leche, la crema y los huevos; pero no necesitamos crearnos dificultades por restricciones prematuras y exageradas. Esperemos que las circunstancias lo exijan y que el Señor prepare el camino.

Los que quieran proclamar con éxito los principios de la reforma pro salud deben tomar la Palabra de Dios como su guía y consejera. Sólo procediendo así podrán ocupar una posición ventajosa. No contrarrestemos la reforma pro salud al no reemplazar por manjares sanos y agradables los alimentos nocivos que hemos abandonado. En manera alguna debe fomentarse el uso de estimulantes. Comamos solamente alimentos sencillos y sanos, y demos gracias a Dios constantemente por los principios de la reforma pro salud. Seamos fieles e íntegros en todas las cosas y alcanzaremos preciosas victorias.

Diferentes regímenes en diferentes países

Mientras combatimos la glotonería y la intemperancia, debemos tener en cuenta las condiciones a las que la familia humana está sujeta. Dios ha suplido las necesidades de los que viven en las diferentes partes del mundo. Los que quieran colaborar con Dios deben reflexionar con cuidado antes de especificar qué alimentos deben consumirse o dejarse a un lado. Es necesario tratar con las poblaciones. Si la reforma pro salud se enseñara en su forma extremada a los que no pueden adoptarla por las circunstancias especiales en que se encuentran, de ello resultaría más mal que bien. Se me ha encargado que mientras predico el Evangelio a los pobres les aconseje que coman lo que es más nutritivo. No puedo decirles: “No debéis comer huevos ni leche ni crema, no debéis usar mantequilla al preparar vuestros alimentos”. El Evangelio debe ser predicado a los pobres, pero todavía no ha llegado el momento de prescribir el régimen más estricto.

-131-

Una palabra a los vacilantes

Los predicadores que se sienten libres para satisfacer sus apetitos están lejos del ideal. Dios quiere que practiquen la reforma pro salud. Quiere que adapten su vida a la luz que nos dio a este respecto. Me entristece ver que aquellos que debieran ser celosos por los principios de la salud no han aceptado todavía la manera correcta de vivir. Ruego a Dios que les haga comprender que están sufriendo una gran pérdida. Si las cosas fuesen lo que debieran ser entre las familias que componen la iglesia, podríamos duplicar nuestro trabajo en favor del Señor.

Condiciones para la respuesta a las oraciones

Para obtener y conservar la pureza, los adventistas del séptimo día deben tener el Espíritu Santo en sus corazones y en sus familias. El Señor me ha mostrado que cuando el Israel de hoy se humille delante de él y quite toda inmundicia del templo de su alma, Dios escuchará sus oraciones en favor de los enfermos y dará eficacia a los remedios empleados contra la enfermedad. Cuando el agente humano haga con fe cuanto pueda para combatir la enfermedad por los sencillos métodos de tratamiento que Dios indicó, el Señor bendecirá estos esfuerzos.

Si después de haberle sido dada tanta luz, el pueblo de Dios continúa fomentando sus malas costumbres y sigue complaciendo sus apetitos en oposición a la reforma, sufrirá las consecuencias inevitables de la transgresión. Dios no salvará milagrosamente de las consecuencias de sus faltas a aquellos que están resueltos a satisfacer a toda costa su apetito pervertido. Les advirtió: “En dolor seréis sepultados”. Isaías 50:11.

-132-

Los presuntuosos que dicen: “El Señor me ha sanado; no tengo necesidad de restringir mi alimentación; puedo comer y beber según me plazca”, necesitarán muy pronto, en su cuerpo y en su alma, el poder sanador de Dios. El hecho de que el Señor os haya curado misericordiosamente no es una razón para pensar que podéis seguir las prácticas del mundo. Obedeced la orden que Cristo daba después de sus curaciones: “Vete, y no peques más”. Juan 8:11. El apetito no debe ser vuestro dios.

El Señor prometió al antiguo Israel que lo preservaría de todas las enfermedades con que había afligido a los egipcios, si tan sólo quería permanecer en él y hacer todo lo que le exigiera; pero su promesa tenía la obediencia por condición. Si los israelitas hubiesen seguido las instrucciones dadas y sacado provecho de sus ventajas, hubiesen llegado a ser una lección objetiva para el mundo, por su salud y su prosperidad. Los israelitas no realizaron el propósito divino y perdieron así las bendiciones que les eran reservadas. Sin embargo, en José y en Daniel, en Moisés y en Elías, como en otros muchos casos, tenemos nobles ejemplos de los resultados que pueden obtenerse viviendo conforme a las verdaderas normas. La misma fidelidad producirá hoy día los mismos resultados. A nosotros se aplican estas palabras: “Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, gente santa, pueblo adquirido, para que anunciéis las virtudes de aquel que os ha llamado de las tinieblas a su luz admirable”. 1 Pedro 2:9.

Renunciamiento y descanso

¡Cuán numerosos son los que se privan de las ricas bendiciones que Dios les reservaba en lo que se refiere a la salud y los dones espirituales! Muchas almas hay que luchan por alcanzar grandes victorias y bendiciones especiales para poder cumplir grandes hechos. Para alcanzar su propósito, creen que es necesario agotarse en oraciones y lágrimas. Cuando esas personas escudriñen las Escrituras con oración para conocer la expresa voluntad de Dios, y luego la cumplan de todo corazón y sin ninguna reserva o complacencia propia, entonces hallarán descanso. Sus angustias, sus lágrimas y sus luchas no les procurarán el descanso que anhelan. Ellas deben hacer la entrega completa de su personalidad. Deben hacer lo que les venga a mano, apropiándose la abundante gracia que Dios promete a los que oran con fe.

-133-

“Si alguno quiere venir en pos de mí -dijo Jesús-, niéguese a sí mismo, y tome su cruz cada día, y sígame”. Lucas 9:23. Sigamos al Salvador en su sencillez y abnegación. Exaltemos al Hombre del Calvario por la palabra y por una vida santa. El Señor se allega muy cerca de aquellos que se consagran a él. Si hubo tiempo cuando fue necesario que el Espíritu de Dios obrase en nuestro corazón y en nuestra vida, es ahora. Aferrémonos a esta divina potencia para vivir una vida de santidad y abnegación.

*****

La Palabra de Dios debe ser nuestro libro de texto. El Señor es nuestro ayudador y nuestro Dios. Esperemos que él abra el camino para que podamos llevar a cabo nuestro plan.

-134-

Llamado a proveer evangelistas médicos misioneros*

Vivimos en los últimos tiempos. El fin de todas las cosas se acerca. Las señales predichas por Cristo se están cumpliendo rápidamente. Nos esperan tiempos tormentosos; no obstante, no pronunciemos ninguna palabra de desaliento o de duda.

El que comprende las necesidades de la situación dispone las cosas de tal manera que los obreros colocados en los diferentes lugares puedan disfrutar de ventajas que les permitan despertar la atención del público con más eficacia El conoce las necesidades de los más débiles miembros de su rebaño, y envía su mensaje por los caminos así como por los senderos. El nos ama con amor eterno. Recordemos que anunciamos un mensaje de curación a un mundo lleno de almas enfermas de pecado. ¡El Señor nos ayude a aumentar nuestra fe y nos haga comprender que él quiere que todos conozcamos su ministerio de sanidad y su obra propiciatoria! Desea que la luz de su gracia resplandezca desde muchos lugares.

Los sanatorios, centros de evangelización

En muchos lugares hay almas que aún no han oído el mensaje. Por consiguiente, la obra médica misionera debe ser proseguida con más celo que nunca antes. Esta obra es la puerta por la cual la verdad debe entrar en las grandes ciudades, y se deben establecer sanatorios en diferentes lugares.

La obra que realizan los sanatorios es uno de los medios más eficaces para alcanzar a todas las clases sociales. Nuestros sanatorios son el brazo derecho del Evangelio; abren los caminos por los cuales la buena nueva de la sanidad mediante Cristo puede alcanzar a la humanidad doliente. En esas instituciones, los enfermos pueden aprender a encomendar sus casos al gran Médico, el cual cooperará en sus fervientes esfuerzos para recuperar la salud, trayéndoles la curación del alma así como la del cuerpo.

Cristo ya no está personalmente en la tierra, para ir por nuestras ciudades y aldeas con el fin de sanar a los enfermos; pero nos ha encomendado que continuemos la obra médica misionera que él empezara. Debemos hacer todo lo que está a nuestro alcance en este sentido. Deben establecerse instituciones donde los enfermos, hombres y mujeres, puedan confiarse a los cuidados de médicos y enfermeros temerosos de Dios, y ser atendidos sin el empleo de drogas.

-135-

Se me ha indicado que la obra que debe hacerse en relación con la reforma pro salud no debe demorarse. Por medio de esta obra alcanzaremos almas así en los caminos como en los senderos. Se me mostró muy especialmente que, por medio de nuestros sanatorios, muchas almas recibirán la verdad presente y la practicarán. En esas instituciones se ha de enseñar a los hombres y mujeres a cuidar sus cuerpos y a afirmarse en la fe. Debe enseñárseles lo que significa comer la carne y beber la sangre del Hijo de Dios. Cristo dijo: “Las palabras que yo os he hablado, son espíritu, y son vida”. Juan 6:63.

Nuestros sanatorios deben ser escuelas donde se dé enseñanza en los ramos médico-misioneros. Deben dar a las almas heridas por el pecado las hojas del árbol de vida, las cuales les devolverán la paz, la esperanza y la fe en Jesucristo.

¡Siga adelante la obra del Señor y progresen la obra médica misionera y la obra de educación! Estoy cierta de que lo que más necesitamos son obreros celosos, abnegados, inteligentes y capaces. La verdadera obra médica misionera debe estar representada en cada ciudad importante. Pregunten ahora muchos: “Señor, ¿qué quieres que haga?”. Hechos 9:6. Es propósito del Señor que su método de curar sin drogas se destaque en todas las grandes ciudades por medio de nuestras instituciones médicas. Dios reviste de santa dignidad a los que, avanzando siempre más, van a todo lugar donde puedan entrar. Satanás dificultará la obra en todo lo que pueda; pero la potencia divina acompañará a todos los obreros fieles. Sigamos adelante, guiados por la mano de nuestro Padre celestial, aprovechando todas las ocasiones para extender la obra de Dios.

El Señor habla a todos los misioneros médicos, diciéndoles: Id hoy a mi viña para ganar almas. Dios oye las oraciones de todos aquellos que le buscan sinceramente. El posee el poder que todos necesitamos y llena los corazones de gozo, paz y santidad. Poco a poco, los caracteres se van formando. No podemos perder nuestro tiempo trabajando contra los planes de Dios.

-136-

Algunos médicos, por haber estado relacionados con nuestros sanatorios, encuentran ventajoso establecerse en la proximidad de nuestras instituciones; cierran los ojos para no ver el vasto campo descuidado, inculto, donde un trabajo desinteresado reportaría bendiciones a muchos. Los misioneros médicos pueden ejercer una influencia ennoblecedora y santificadora. Los que no lo hacen así, abusan de sus facultades; el Señor repudia su trabajo.

Posted in

admin