Testimonios para la Iglesia, Vol. 1, p. 321-329, día 035

“Satanás lo ha estado manteniendo en un estado de agitación. El no lo deja en paz hasta que usted expresa sus sentimientos favorables al bando de los poderes de las tinieblas, con lo cual fortalece las manos de los perversos, a quienes Dios ha maldecido. Usted ha echado su influencia en el lado equivocado, con los que tienen la misión en la vida de sembrar espinas y plantar desgracia para otros. Vi que usted había echado su influencia con un grupo degradado, un grupo olvidado de Dios; y los ángeles de Dios se apartaron de usted con disgusto. Vi que usted estaba completamente engañado. Si hubiera seguido la luz que Dios le ha dado, si hubiera obedecido las instrucciones de sus hermanos, si hubiera escuchado su consejo, se habría salvado y también habría salvado de la ignominia la preciosa causa de la verdad. Pero a pesar de toda la luz dada, ha dado publicidad a sus sentimientos. A menos que deshaga lo que ha hecho, el pueblo de Dios tendrá el deber de retirarle públicamente su simpatía y confraternidad, a fin de evitar que el público tenga una mala impresión de nosotros como pueblo. Debemos dar a conocer que en nuestra feligresía no hay esa clase de personas y que no las admitiremos en nuestra iglesia.

“Usted ha perdido la influencia santificadora de la verdad. Ha perdido su conexión con la hueste celestial. Se ha aliado con el primer gran rebelde y la ira de Dios se ha derramado sobre usted, porque su causa sagrada se ha cubierto de oprobio y la verdad ha llegado a ser desagradable para los incrédulos. Usted ha afligido al pueblo de Dios y despreciado el consejo de sus embajadores en la tierra, quienes trabajan juntos con Dios, y por amor a Cristo ruegan a las almas que se reconcilien con el Señor.

“Se me mostró que como pueblo no podemos ser demasiado cuidadosos con la influencia que ejercemos; debemos vigilar cada palabra. Cuando por nuestras palabras o actos nos colocamos en el campo de batalla del enemigo, alejamos de nosotros a los santos ángeles y atraemos a nuestro alrededor a las huestes de ángeles malignos. Usted ha hecho esto Hno. A, y debido a su proceder porfiado e imprudente, ha hecho que los incrédulos consideren con sospecha a los observadores del sábado que se encuentran a su alrededor. Las siguientes palabras se me presentaron en relación con los siervos de Dios: ‘El que a vosotros oye, a mí me oye; el que a vosotros desecha, a mí me desecha; y el que me desecha a mí, desecha al que me envió’. Lucas 10:16. Que Dios lo ayude, mi hermano engañado, a verse tal como es y a dirigir sus simpatías hacia el cuerpo de la iglesia”.

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Nuestro reino no pertenece a este mundo. Estamos esperando que nuestro Señor venga desde el cielo para someter toda autoridad y poder, y establecer su reino eterno. Las potencias terrenales se encuentran agitadas. No necesitamos, y no podemos esperar unión entre las naciones del mundo. Nuestra posición en la imagen de Nabucodonosor está representada por los dedos de los pies, en estado de división, y de un material deleznable que no puede mantener su cohesión. La profecía nos muestra que el gran día de Dios está sobre nosotros. Se aproxima rápidamente.

Vi que es nuestro deber en todos los casos obedecer las leyes de nuestro país, a menos que estén en conflicto con la ley superior que Dios dio en forma audible en el Sinaí, y después grabó en tablas de piedra con su propio dedo. “Daré mi ley en su mente y la escribiré en su corazón, y yo seré a ellos por Dios, y ellos me serán por pueblo”. Jeremías 31:33. Los que tienen la ley de Dios escrita en su corazón obedecerán a Dios antes que a los hombres, y preferirán desobedecer a todos los hombres antes que desviarse en lo mínimo del mandamiento de Dios. El pueblo de Dios, enseñado por la inspiración de la verdad, y conducido por una buena conciencia para vivir de acuerdo con cada palabra de Dios, adoptará la ley escrita en el corazón como la única autoridad que puede reconocer o consentir en obedecer. La sabiduría y la autoridad de la ley divina son supremas.

Se me mostró que el pueblo de Dios, que es su tesoro peculiar, no puede comprometerse en esta guerra desconcertante porque se opone a todos los principios de su fe. En el ejército no podrían obedecer la verdad y al mismo tiempo obedecer los requerimientos oficiales. Se produciría continuamente una violación de la conciencia. Los hombres mundanos están gobernados por principios mundanos. No pueden apreciar principios de otra índole. La política mundana y la opinión pública abarcan el principio de acción que lo gobierna y lo induce a practicar el bien en forma convencional. Pero el pueblo de Dios no puede estar gobernado por estos motivos. La palabras y los mandamientos de Dios, escritos en el alma, son espíritu y vida, y tienen poder para someter y para exigir obediencia. Los diez preceptos de Jehová constituyen el fundamento de todas las leyes justas y buenas. Los que aman los mandamientos de Dios se someterán a toda la ley buena del país. Pero si los requerimientos de los dirigentes están en conflicto con las leyes de Dios, la única cuestión que hay que zanjar es: “¿Obedeceremos a Dios o al hombre?”

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Como resultado de una larga y progresiva rebelión contra la constitución y las leyes superiores, un sombrío manto de tinieblas y muerte se ha extendido sobre la tierra. La tierra gime bajo el peso de la culpa acumulada, y por todas partes los mortales que agonizan se ven obligados a experimentar la desgracia incluida en el fruto de la injusticia. Se me mostró que los hombres han llevado a cabo los propósitos de Satanás en forma artera y engañosa, y un golpe terrible ha sido dado recientemente. Se puede decir con toda verdad: “El derecho se retiró, y la justicia se puso lejos; porque la verdad tropezó en la plaza y la equidad no pudo venir… y el que se apartó del mal fue puesto en prisión”. Isaías 59:14-15. En algunos de los Estados libres, la norma de la moralidad se está hundiendo cada vez más. Hombres con apetitos depravados y vidas corrompidas tienen ahora la oportunidad de triunfar. Han elegido como sus dirigentes a personas con principios degradados, que no combaten el mal ni reprimen los apetitos depravados de los hombres, sino que los dejan manifestarse plenamente. Si los que eligen llegar a ser como las bestias al beber el veneno líquido, fueran los únicos que sufren; si únicamente ellos recogieran el fruto de sus acciones, entonces el mal no sería tan grande. Pero muchos, muchísimos, deben soportar sufrimientos increíbles a causa de los pecados de otros. Las esposas y los hijos, aunque son inocentes, también deben beber la amarga copa.

Los hombres desprovistos de la gracia de Dios, se complacen en hacer el mal. Andan en tinieblas y carecen de poder para ejercer dominio sobre sí mismos. Dan rienda suelta a sus pasiones y apetitos hasta que se pierden los sentimientos más delicados y se manifiestan únicamente las pasiones animales. Esos hombres necesitan experimentar un poder controlador más elevado, que los constriña a obedecer. Si los dirigentes no ejercen poder para aterrorizar al malvado, éste se hundirá hasta el nivel de las bestias. La tierra se torna cada vez más corrompida.

En la última elección, muchos estuvieron enceguecidos y fueron grandemente engañados, y su influencia se utilizó para colocar en puestos de autoridad a hombres que pasan por alto el mal, hombres que son capaces de presenciar sin conmoverse una gran cantidad de aflicción y miseria, cuyos principios son corrompidos, que simpatizan con los del Sur y están dispuestos a mantener la esclavitud en su estado actual.

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En el ejército del Norte ocupan posiciones de confianza hombres que son rebeldes de corazón, que no aprecian la vida de un soldado más que la vida de un perro. Pueden ver sin conmoverse a miles de hombres despedazados, mutilados y agonizantes. Los oficiales del ejército del Sur están recibiendo constantemente información con respecto a los planes del ejército del Norte. Los oficiales del Norte han recibido información correcta con respecto a los movimientos y aproximación de los rebeldes, la cual ha sido desatendida porque el informante era un negro. Y por descuidar su preparación para el ataque, las fuerzas de la unión han sido sorprendidas y casi destrozadas, o lo que es tan malo, muchos de los pobres soldados han sido tomados prisioneros para sufrir más que la muerte.

Si existiera unidad en el ejército del Norte, esta rebelión pronto cesaría. Los rebeldes saben que tienen simpatizantes en todo el ejército del Norte. Las páginas de la historia se están tornando cada vez más oscuras. Hombres leales, que no tenían simpatía con la rebelión, o con la esclavitud que la ha causado, han sido engañados. Su influencia ha ayudado a colocar en puestos de autoridad a hombres con principios a los cuales ellos se oponían.

Todo se está preparando para el gran día de Dios. El tiempo durará un poquito más hasta que los habitantes de la tierra hayan llenado su copa de iniquidad, y entonces la ira de Dios, que ha estado dormida durante tanto tiempo, despertará, y esta tierra de luz beberá la copa de su ira sin mezcla. El poder desolador de Dios está sobre la tierra para destruir. Los habitantes de la tierra serán afectados por la espada, por el hambre y la pestilencia.

Muchísimos hombres que ocupan puestos de autoridad, generales y oficiales, obran en conformidad con instrucciones comunicadas por espíritus. Los espíritus de demonios, profesando ser soldados muertos y hábiles generales, se comunican con hombres que ocupan puestos de autoridad y controlan muchos de sus movimientos. Un general tiene instrucciones de esos espíritus para hacer movimientos especiales, y se congratula con la esperanza de tener éxito. Otro recibe instrucciones que difieren ampliamente de las que fueron dadas al primero. En algunos casos, los que siguen las instrucciones ganan la victoria, pero más frecuentemente experimentan derrota.

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Los espíritus a veces hacen a estos jefes un relato de acontecimientos que ocurrirán en batallas en las que ellos están por participar, y hablan de individuos que caerán en la batalla. En algunos casos ocurre lo que esos espíritus predijeron, lo cual fortalece la fe de aquellos que creen en las manifestaciones espiritistas. Y cuando se descubre que no se ha impartido la información correcta, los espíritus engañosos dan explicaciones que son aceptadas. El engaño sobre las mentes es tan grande que muchos dejan de percibir a los espíritus mentirosos que los están conduciendo a una destrucción cierta.

El principal de los rebeldes, Satanás, está familiarizado con las transacciones de esta guerra y dirige a sus ángeles para que personifiquen a generales muertos, imiten sus modales y manifiesten sus rasgos de carácter peculiares. Y los dirigentes del ejército realmente creen que los espíritus de sus amigos y de los soldados muertos, los padres de la Guerra de la Revolución, los están guiando. Si no se encontraran bajo un engaño poderoso y fascinador, comenzarían a pensar que los guerreros que supuestamente están en el cielo no manifestaron un mando adecuado y de éxito, o bien que olvidaron su famosa habilidad bélica terrena.

En lugar de que los dirigentes de esta guerra confíen en el Dios de Israel y dirijan sus ejércitos para que confíen en el único que podría librarlos de sus enemigos, la mayoría busca información de parte del príncipe de los demonios y confía en él. Deuteronomio 32:16-22. El ángel dijo: “¿Cómo puede Dios prosperar a un pueblo como éste? Si ellos buscaran a Dios y confiaran en él, si tan sólo vinieran donde él puede ayudarlos, de acuerdo con su propia gloria, él lo haría prestamente”.

Vi que Dios no entregará el ejército del Norte completamente en manos de rebeldes, para que sea totalmente destruido por sus enemigos. Se me llamó la atención a Deuteronomio 32:26-30: “Yo había dicho que los esparciría lejos, que haría cesar de entre los hombres la memoria de ellos, de no haber temido la provocación del enemigo, no sea que se envanezcan sus adversarios, no sea que digan: Nuestra mano poderosa ha hecho todo esto, y no Jehová. Porque son nación privada de consejos, y no hay en ellos entendimiento. ¡Ojalá fueran sabios, que comprendieran esto, y se dieran cuenta del fin que les espera! ¿Cómo podría perseguir uno a mil, y dos hacer huir a diez mil, si su Roca no los hubiese vendido, y Jehová no los hubiera entregado?”

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En el ejército hay generales que están completamente dedicados a detener esta terrible rebelión y guerra antinatural, y hacen todo lo posible para conseguirlo. Pero la mayor parte de los oficiales y hombres en posiciones efectivas, tiene un propósito egoísta personal en el servicio. Todos buscan ganancias en el lugar donde están, y muchos de los soldados genuinos que sirven de todo corazón se acobardan y se desaniman. Desempeñan noblemente su parte en la lucha contra el enemigo, pero sus propios oficiales los tratan en forma brutal. Entre los soldados hay hombres que tienen buenos sentimientos y espíritu independiente. No están acostumbrados a mezclarse con una clase de hombres tan degradados como los que se reúnen en caso de guerra; tampoco están acostumbrados a que se los tiranice; que se los insulte y que se los trate como animales. Les resulta muy difícil soportar todo eso. Muchos oficiales tienen pasiones animales, y al colocárselos en puestos de autoridad tienen buena oportunidad de poner en práctica su naturaleza de bestias. Tiranizan a sus subordinados en la misma forma como los amos del Sur tiranizan a sus esclavos. Estas actitudes hacen difícil reclutar hombres para el ejército.

En algunos casos, cuando los generales se han encontrado en un terrible conflicto armado, cuando sus hombres han caído como lluvia, un refuerzo adecuado les hubiera concedido la victoria. Pero otros generales no se preocupaban de cuántas vidas se perdían, y en lugar de acudir en ayuda de los que luchaban, como si tuvieran un mismo interés, han retenido la ayuda necesaria, temiendo que su hermano general recibiera el honor de rechazar con éxito al enemigo. Debido a la envidia y los celos, hasta se han alegrado de ver al enemigo ganar la victoria y rechazar a los hombres de la Unión. Los hombres del Sur poseen un espíritu infernal en esta rebelión, pero los hombres del Norte no están exentos de lo mismo. Muchos de ellos se sienten egoístamente celosos y temen que otros obtendrán honores y serán exaltados por encima de ellos. ¡Cuántos miles de vidas han sido sacrificadas a causa de esto! Los que han llevado a cabo guerras en otras naciones han tenido un solo interés. Con celo desinteresado han avanzado para conquistar o morir. Los dirigentes de la revolución actuaron unidos, con celo, y por ese medio obtuvieron la independencia de la nación. Pero ahora los hombres actúan como demonios en lugar de seres humanos.

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Satanás, por medio de sus ángeles, se ha comunicado con oficiales que eran hombres fríos y calculadores cuando actuaban por su cuenta, y que han abandonado su propio juicio y han sido conducidos por esos espíritus mentirosos a lugares difíciles, donde han sido rechazados por el enemigo con cuantiosas pérdidas de vidas. Complace a su satánica majestad ver que sobre la superficie de la tierra ocurren muerte y carnicería. Le agrada ver caer a los soldados cuando son segados como el heno. Vi que con frecuencia los rebeldes han ocupado posiciones en las que hubieran podido ser vencidos sin gran esfuerzo; pero las comunicaciones procedentes de espíritus han guiado a los generales del Norte y han enceguecido sus ojos hasta que los rebeldes se han encontrado fuera de su alcance. Y algunos generales han estado dispuestos a dejar escapar a los rebeldes antes que someterlos. Piensan más en la apreciada institución de la esclavitud que en la prosperidad de la nación. Estas son algunas de las razones por las que la guerra ha durado tanto.

La información enviada por nuestros generales a Washington acerca del movimiento de nuestras tropas, podría casi también telegrafiarse directamente a las fuerzas rebeldes; porque hay funcionarios que simpatizan con los rebeldes en el centro mismo ocupado por las autoridades de la Unión. Esta guerra no es como cualquier otra. La gran falta de unidad de sentimiento y acción la hace parecer sombría y desanimadora. Muchos de los soldados han abandonado todo refrenamiento y se han hundido en un alarmante estado de degradación. ¿Cómo puede Dios acompañar a un ejército tan corrompido? ¿Cómo puede él, en armonía con su honor, derrotar a sus enemigos y conducirlos a la victoria? Existe discordia, lucha por alcanzar honor, mientras los pobres soldados mueren por miles en el campo de batalla o debido a sus heridas, y por estar expuestos a penalidades.

Esta guerra es un conflicto muy singular, y al mismo tiempo muy horrible y desconsolador. Otras naciones miran con disgusto las acciones de los ejércitos tanto del Norte como del Sur. Ven esfuerzos tan decididos para alargar la guerra a costo de un enorme sacrificio de vidas y dinero, mientras al mismo tiempo no se gana nada, y les parece que se trata más bien de una competencia por ver quién mata a más hombres. Eso les ha llenado de indignación.

Vi que la rebelión ha ido aumentando definidamente y que nunca había estado más decidida que en este momento. Muchos hombres que profesan pertenecer a la Unión, y que tienen cargos importantes, son completamente desleales. La única razón que tenían para tomar las armas era mantener la Unión tal como está, y la esclavitud en ella. Si pudieran hacerlo, de buena gana encadenarían al esclavo a su vida de abyecta esclavitud. Tales personas tienen mucha simpatía con el Sur. La sangre se ha derramado como agua, y por nada de valor. En todos los pueblos y aldeas hay gente que está de luto. Las esposas están de duelo por sus maridos, las madres por sus hijos y las hermanas por sus hermanos. Pero a pesar de tanto sufrimiento no se vuelven a Dios.

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Vi que tanto el Sur como el Norte estaban siendo castigados. En lo que se refiere al Sur, se me llamó la atención a Deuteronomio 32:35-37: “Mía es la venganza y la retribución; a su tiempo su pie resbalará, porque el día de su aflicción está cercano, y lo que les está preparado se apresura. Porque Jehová juzgará a su pueblo, y por amor de sus siervos se arrepentirá, cuando viere que la fuerza pereció, y que no queda ni siervo ni libre. Y dirá: ¿Dónde están sus dioses, la roca en que se refugiaban?”

Peligros y deber de los ministros

Se me ha mostrado que se puede conseguir más ahora trabajando en lugares donde hay algunos pocos adventistas, que en campos completamente nuevos, a menos que el comienzo en esos campos haya sido muy bueno. Unos pocos adventistas en diferentes pueblos que realmente creen en la verdad ejercerán una influencia positiva e inducirán a la gente a preguntar por su fe; y si sus vidas son ejemplares, brillará su luz y ejercerán una influencia que atraerá a la gente. También se me mostraron lugares en los que la verdad no había sido proclamada, que pronto debieran ser visitados. Pero la gran obra que ahora debe realizarse es lograr que el pueblo de Dios se dedique a la obra y ejerza una santa influencia. Debieran desempeñar la parte de los obreros. Debieran trabajar con sabiduría, cautela y amor por la salvación de los vecinos y amigos. No se manifiestan interés ni dedicación suficientes. No se echa mano de la cruz ni se la lleva en la forma debida. Todos debieran sentir que son guardas de su hermano y que son en gran medida responsables de las almas de quienes los rodean. Los hermanos yerran cuando dejan toda esta obra a cargo de los ministros. La cosecha es grande y los obreros son pocos. Los que tienen buena reputación, cuyas vidas están en armonía con su fe, pueden trabajar como obreros. Pueden conversar con otros y hablarles de la urgencia y la importancia de la verdad. No deben esperar la llegada de ministros y descuidar el claro deber que Dios les ha dado como responsabilidad.

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Algunos de nuestros ministros están muy poco dispuestos a asumir la carga de la obra de Dios y a trabajar con la dadivosidad y el desinterés que caracterizaron la vida de nuestro divino Señor. Las iglesias, como regla general, están más avanzadas que algunos ministros. Han tenido fe en los testimonios que a Dios le ha complacido dar, y los han obedecido, mientras algunos de los predicadores han quedado atrás en esto. Profesan creer en el testimonio que se ha dado, y algunos han causado perjuicio al convertirlos en duras reglas para los que no han tenido experiencia en relación con ellos, y sin embargo ellos mismos dejan de obedecerlos. Han recibido repetidamente testimonios que han desatendido por completo. Los tales no manifiestan un proceder consecuente.

El pueblo de Dios generalmente muestra unidad de interés en la difusión de la verdad. Contribuye gozosamente para sostener con liberalidad a los que trabajan con la palabra y la doctrina. Vi también que los que tienen la responsabilidad de distribuir los recursos, deben velar para que lo que la iglesia ha dado liberalmente no se malgaste. Algunos de esos hermanos liberales han estado trabajando durante años con nervios deshechos y con un vigor que se ha agotado, a causa de que en el pasado han trabajado excesivamente para obtener posesiones terrenales, y ahora que dan voluntariamente una parte de sus recursos que tanto les costó obtener, es el deber de los que trabajan con la palabra y la doctrina manifestar celo y abnegación por lo menos de la misma magnitud que los manifestados por estos hermanos.

Los siervos de Dios deben ir con libertad. Deben saber en quién han confiado. Hay poder en Cristo y en su salvación para hacerlos hombres libres; y a menos que sean libres en él, no pueden edificar su iglesia y conducir a ella las almas. ¿Enviará Dios a un hombre a rescatar almas de la trampa de Satanás cuando sus propios pies están enredados en la red? Los siervos de Dios no deben vacilar. Si sus pies resbalan, ¿cómo podrían decir a los de corazón vacilante: “Esfuérzate”? Dios quiere que sus siervos sostengan las manos debilitadas y fortalezcan a los vacilantes. Los que no están preparados para hacerlo, debieran primero trabajar por sí mismos y orar hasta que reciban poder de lo alto.

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Tatiana Patrasco