Testimonios para la Iglesia, Vol. 1, p. 594-601, día 069

“El pueblo de Dios debiera ser gobernado por principios más elevados que los de los mundanos, los cuales procuran medir toda su conducta conforme a los dictados de la moda. Los padres temerosos de Dios debieran preparar a sus hijos para una vida de utilidad… Prepárenlos desde su juventud para llevar cargas. Si los hijos no están acostumbrados al trabajo, pronto se sentirán cansados. Se quejarán de dolor en el costado, o en los hombros, y de cansancio en sus brazos y piernas; y por simpatía correréis el peligro de hacer vosotros mismos el trabajo, en vez de dejarlos sufrir un poco. Que la carga que lleven los niños sea muy liviana al principio; que aumente cada día un poquito, hasta que puedan realizar una cantidad razonable de trabajo sin cansarse tanto. La inactividad es la mayor causa de dolores en el costado y los hombros entre los niños…

“Las madres debieran llevar consigo a sus hijas a la cocina, y educarlas con paciencia. Su constitución mejorará con esa labor, sus músculos ganarán en tonicidad y fortaleza, y al final del día sus meditaciones serán más saludables y elevadas. Podrán sentir cansancio, pero ¡cuán dulce es el descanso después de una cantidad razonable de trabajo! El sueño, ese dulce restaurador natural, le confiere vigor al cuerpo cansado, y lo prepara para los deberes del día siguiente. No les haga sentir a sus hijos que no tiene importancia si trabajan o no. Enséñeles que se necesita su ayuda, que su tiempo es valioso, y que usted depende del trabajo que ellos hacen”.

Libros y folletos

La circulación y distribución adecuada de nuestras publicaciones es una de las ramas más importantes de la obra en la actualidad. Poco puede hacerse sin esto. Y nuestros ministros pueden hacer más en esta obra que ninguna otra clase de personas. Es cierto que hace algunos años muchos de nuestros predicadores estaban llevando demasiado lejos el asunto de la venta de libros. Algunos de ellos le añadían a las colecciones que vendían, no sólo publicaciones de poco valor real, sino también artículos de mercadería igualmente inútiles.

-595-

Ahora, sin embargo, algunos de nuestros ministros han adoptado una posición extremista en cuanto a lo que dije en el Testimonio número 11 acerca de la venta de nuestras publicaciones. Un individuo del Estado de Nueva York, sobre quien las cargas de la obra no pesaban gran cosa, y que había actuado como nuestro agente, manteniendo una buena variedad de publicaciones, decidió no seguir vendiendo, y escribió a la oficina declarando que las publicaciones estaban sujetas a su orden. Esto no es correcto. Aquí reproduzco un extracto del Testimonio número 11:

“La carga de vender nuestras publicaciones no debiera descansar sobre los pastores que trabajan en la palabra y la doctrina. Su tiempo y sus fuerzas debieran mantenerse en reserva, para que sus esfuerzos sean cabales cuando tengan que celebrar una serie de reuniones. No debieran usar su tiempo y sus fuerzas en la tarea de vender nuestros libros, cuando éstos pueden ser presentados al público en forma adecuada por gente que no tiene la responsabilidad de predicar la palabra. Al entrar en nuevos territorios, puede ser necesario que el ministro lleve consigo publicaciones para venderle a la gente, y en algunas otras circunstancias puede también ser necesario vender libros y negociar para la oficina de publicaciones. Pero este tipo de trabajo debiera evitarse cuando otros lo puedan hacer”.

La última parte de este párrafo califica a la primera. Para ser un poco más definida, mi opinión en este asunto es que ministros como los pastores Andrews, Waggoner, White y Loughborough, que están encargados de supervisar la obra, y que en consecuencia llevan una cantidad adicional de cuidados, cargas y labor, no debieran asumir cargas mayores al encargarse de la venta de nuestras publicaciones, especialmente en las reuniones en carpa y en los congresos de la Asociación General. Esta opinión fue expresada para corregir a los que rebajaron a tal punto la dignidad de su obra en esas asambleas, que llegaron a colocar ante la multitud mercadería que no tenía ninguna conexión con la obra.

Aquellos de nuestros pastores que gozan de un estado de salud confortable, pueden con toda propiedad dedicarse, en las ocasiones apropiadas, a vender nuestras importantes publicaciones. En especial, la venta y circulación de las obras a que recientemente se ha tratado de llamar la atención de nuestro pueblo, requiere esfuerzos vigorosos de su parte en este tiempo. En cuatro semanas, en nuestro viaje por los condados de Gratiot, Saginaw y Tuscola, mi esposo vendió, y regaló a los pobres, publicaciones por valor de 400 dólares. Primero le explicaba a la gente la importancia de los libros; a continuación ellos se mostraban listos a comprarlos tan rápido como mi esposo con varios otros ayudantes pudieran despacharlos.

-596-

¿Por qué nuestros hermanos no mandan con mayor liberalidad sus promesas para incrementar el fondo para libros y folletos? Y nuestros ministros, ¿por qué no se dedican con mayor entusiasmo a esta obra? Nuestro pueblo debiera comprender que este tipo de obra es precisamente lo que se necesita para ayudar a los que necesitan ayuda. Esta es una oportunidad de invertir medios conforme al bendito plan de la liberalidad. A veces podemos leer a los hombres casi con la misma claridad con que leemos un libro. Hay entre nosotros gente que coloca de cien a mil dólares o más en el Instituto de Salud, y que prometen dar entre cinco y veinticinco dólares a la gran empresa de publicar libros, panfletos y folletos que proclaman verdades que tienen que ver con la vida eterna. El uno era una inversión. El otro, según podemos colegir al ver cuán pequeñas eran las promesas, se lo considera una pérdida total.

No guardaremos silencio sobre este tema. Nuestro pueblo se entregará a la tarea. Los medios vendrán. Y queremos decir a los que son pobres y quieren los libros: Manden sus órdenes, explicando cómo está su condición en lo relativo a los bienes de este mundo. Le enviaremos un paquete de libros que incluya cuatro tomos de Spiritual Gifts, How to Live, Appeal to Youth, Appeal to Mothers, Sabbath Readings (Dones espirituales, Cómo vivir, Llamado a la juventud, Llamado a las madres, Lecturas para el sábado), y los dos diagramas grandes con su clave de significados. Si usted tiene algunos de estos títulos, diga cuáles son, y le enviaremos otros en su lugar. Mande cincuenta centavos de dólar para el pago del franqueo, y le enviaremos el paquete de cinco dólares, cargando cuatro dólares al fondo.*

En cuanto a este asunto del fondo de caridad para la compra de libros, todos deben guiarse por el gran plan de la liberalidad, así como lo practican las sociedades bíblicas en la publicación y venta de sus Biblias y tratados. En muchos respectos, la conducta de estas inmensas sociedades es digna de imitación. Se ve la liberalidad en testamentos y donaciones, y se la práctica en la venta y donaciones de Biblias y tratados. Los adventistas del séptimo día debieran ir tan a la cabeza de ellas en esto de los libros como en otros asuntos. Que Dios nos ayude. Nuestros tratados debieran ofrecerse al costo por cantidades de un centenar o más, dejando un pequeño margen para cubrir el costo del franqueo y envío. Y los ministros y el pueblo debieran envolverse como nunca antes en la circulación de libros, panfletos y tratados. Hay que vender allí donde la gente tenga el deseo y la capacidad de comprar, y donde esto no suceda, déjenseles los libros en forma gratuita.

-597-

La contraseña del cristiano

Querido Hno. B: Se me mostró que usted actúa mayormente basado en los sentimientos en vez de los principios firmes. Le falta una experiencia profunda y completa en las cosas de Dios. Necesita ser convertido plenamente a la verdad. Cuando el corazón de un individuo está completamente convertido, éste consagra al Señor todo lo que posee. Usted todavía no ha experimentado esta consagración. Usted ama la verdad de palabra, pero no ha manifestado ese amor con sus hechos y por sus frutos. Sus acciones, sus hechos, son evidencia de su amor sincero, o de su indiferencia para con Dios, su causa y sus semejantes.

¿Cómo manifestó Cristo su amor por los pobres mortales? Por el sacrificio de su propia gloria, sus propias riquezas, y aun su propia vida preciosísima. Cristo consintió en vivir una vida de humillación y grandes sufrimientos. Se sometió a las crueles burlas de una multitud furiosa y criminal, y a la muerte más dolorosa en la cruz. Dijo Cristo: “Este es mi mandamiento: Que os améis unos a otros, como yo os he amado. Nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos. Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando”. Juan 15:12-14. Damos evidencia de ser los amigos de Cristo cuando manifestamos obediencia implícita a su voluntad. No es evidencia el decir y no hacer. En cambio, la evidencia consiste en hacer, en obedecer. ¿Quiénes están obedeciendo el mandamiento de amarse unos a otros así como Jesús los ha amado? Hno. B, si usted obedece el mandamiento de Cristo debiera tener un amor más firme, profundo y abnegado de lo que jamás ha desplegado hasta ahora.

A usted le falta benevolencia. Lucha por evitar las responsabilidades, los problemas o los gastos en favor de la causa de Dios. Usted ha invertido muy poco en la causa. Cuál sea la empresa que el hombre valora más, se deja ver en sus inversiones. Si coloca mayor estima en las cosas eternas que en las cosas temporales, lo demostrará por sus obras; invertirá y arriesgará la cantidad mayor en aquello que valore en mayor grado, y que al fin le represente la mayor ganancia.

-598-

Algunos hombres que profesan la verdad se ocupan en empresas mundanales, invirtiendo mucho en ellas, y corriendo grandes riesgos. Si pierden casi todo lo que poseen, se entristecen profundamente, porque sienten la inconveniencia de las pérdidas que sufrieron. Pero no piensan que su conducta poco sabia privó de medios a la causa de Dios, y que, como mayordomos suyos, deben rendir cuenta de este desperdicio del dinero del Señor. Si se les exigiera que arriesgaran algo en favor de la causa de Dios, y que invirtieran siquiera la cuarta parte de lo que perdieron por invertirlo en las cosas de este mundo, sentirían que el cielo es demasiado caro.

No se aprecian las cosas eternas. Usted no es rico, y sin embargo su corazón puede hallarse puesto en igual forma sobre lo poco que usted tiene, y puede aferrarse a ello con tanta fuerza como el millonario retiene sus tesoros. Las ganancias que usted obtenga de sus inversiones en las empresas del mundo serán pequeñas, muy pequeñas; mientras que, por otra parte, si invierte en la causa de Dios, si hace que esa causa llegue a ser parte de usted mismo, y la ama como usted se ama a sí mismo, estando dispuesto a sacrificarse por hacerla avanzar, mostrando su confianza y fe en el triunfo final, recogerá una preciosa cosecha, si no en esta vida, en la vida mejor que ésta. Obtendrá usted una recompensa eterna, la cual es de valor tanto más elevado que cualquier ganancia común y terrena, como lo inmortal se halla por encima de lo perecedero.

Hermano B, usted parecía ansioso de saber qué se había dicho con respecto a su posición en la iglesia, y qué opinábamos nosotros de ella. Todo eso no es otra cosa que lo que acabo de escribir. Yo temía por usted, debido a lo que se me ha mostrado de sus peculiaridades. Usted actuaba por impulso. Oraba si sentía deseos de hacerlo, y hablaba si le daba la gana. Asistía a una reunión si sentía la disposición, y si no, se quedaba en casa. Le faltaba mucho espíritu de sacrificio propio. Ha consultado sus propios deseos y comodidad, y se ha agradado a sí mismo en vez de sentir que debía agradar a Dios. ¡Al deber! ¡Al deber! Manténgase siempre en su puesto. ¿Se ha alistado usted como soldado de la cruz de Cristo? Si es así, sus sentimientos no lo excusan de cumplir con su deber. Debe estar dispuesto a soportar las dificultades como un buen soldado. Salga del campamento llevando el oprobio, porque así hizo el Capitán de su salvación. Las cualidades de un obispo, un anciano o un diácono son que sea “irreprensible, como administrador de Dios; no soberbio, no iracundo, no dado al vino, no pendenciero, no codicioso de ganancias deshonestas, sino hospedador, amante de lo bueno, sobrio, justo, santo, dueño de sí mismo, retenedor de la palabra fiel tal como ha sido enseñada, para que también pueda exhortar con sana enseñanza y convencer a los que contradicen”. Tito 1:7-9.

-599-

Pablo enumera los preciosos dones que debemos desear, y exhorta a los hermanos: “El que reparte, [hágalo] con liberalidad; el que preside, con solicitud; el que hace misericordia, con alegría. El amor sea sin fingimiento. Aborreced lo malo, seguid lo bueno. Amaos los unos a los otros con amor fraternal; en cuanto a honra, prefiriéndoos los unos a los otros. En lo que requiere diligencia, no perezosos; fervientes en espíritu, sirviendo al Señor; gozosos en la esperanza; sufridos en la tribulación; constantes en la oración; compartiendo para las necesidades de los santos; practicando la hospitalidad”. Romanos 12:8-13. “A los ricos de este siglo manda que no sean altivos, ni pongan la esperanza en las riquezas, las cuales son inciertas, sino en el Dios vivo, que nos da todas las cosas en abundancia para que las disfrutemos. Que hagan bien, que sean ricos en buenas obras, dadivosos, generosos; atesorando para sí buen fundamento para lo por venir, que echen mano de la vida eterna”. 1 Timoteo 6:17-19. Aquí se nos propone una inversión sabia y perfectamente segura; las buenas obras se nos especifican y recomiendan para que las practiquemos, para que usted las practique. Aquí hay valiosas ganancias, sin el peligro de fracasar. Se puede asegurar un tesoro en el cielo, una acumulación constante que le dará al inversionista un título de vida eterna. Y cuando se termine su vida aquí y se cierre el tiempo de gracia, podrá aferrarse de la vida eterna.

Hermano B, a usted no le gusta la hospitalidad; usted rechaza las cargas. Siente que es una pesada tarea alimentar a los santos y atender a sus necesidades, y que todo lo que se haga en este sentido es pérdida. Le ruego que lea los pasajes citados más arriba, y mi ferviente oración es que Dios le conceda comprensión y discernimiento. Como familia, ustedes necesitan cultivar la liberalidad y preocuparse menos de sí mismos. Aprecien la oportunidad de invitar a los hijos de Dios a su casa, y según lo requiera la ocasión, compartan con ellos alegremente aquello de lo cual Dios les ha hecho mayordomos. No hagan estos pequeños favores con desgano. Al hacer estas cosas en favor de los discípulos de Cristo, las hacéis en favor del Maestro. Del mismo modo, si escatimáis a los santos de Dios vuestra hospitalidad, se la negáis también a Jesús.

-600-

La reforma pro salud es esencial para ustedes dos. La Hna. B ha sido lenta en esta buena obra, y ha dejado que en ella se levante oposición, sin saber a qué se estaba oponiendo. Ha resistido el consejo de Dios en perjuicio de su propia alma. El apetito intemperante ha provocado debilidad y enfermedad, debilitando los poderes morales, y haciéndola incapaz de apreciar la sagrada verdad, el valor de la expiación, que es esencial para la salvación. La Hna. B ama este mundo. En sus afectos no se ha separado del mundo para entregarse sin reservas a Dios, como él requiere. El Señor no aceptará un sacrificio a medias. Todo, todo, todo es de Dios, y se nos exige rendir un servicio perfecto. Dice Pablo: “Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo [no moribundo], santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional. No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta”. Romanos 12:1, 2. ¡Qué privilegio se nos depara, de probar por nosotros mismos, experimentalmente, la mente del Señor y su voluntad para con nosotros! ¡Alabemos su querido nombre por este precioso don! Se me ha mostrado que, antes que la Hna. B pueda aferrarse con seguridad del mundo mejor, debe romper su asidero de este mundo.

Hno. B, usted debe moverse con cuidado y mantener el control sobre su yo. Sea paciente, bondadoso y humilde. A la vista de Dios es de gran precio el espíritu manso y apacible. Usted debiera apreciar lo que Dios considera de valor. En la vida de ustedes dos debe cumplirse una obra definida si quieren estar a la altura de la medida de Dios. Trabajad mientras dura el día, pues viene la noche, en la cual nadie puede obrar. Colocaos ambos en la claridad de la luz, y luego podréis dejar que vuestra luz brille de tal modo que otros, al ver vuestras buenas obras, sean guiados a glorificar a vuestro Padre celestial.

Greenville, Míchigan, 23 de enero de 1868.

La simpatía en el hogar

Queridos Hno. y Hna. C: Se me han presentado sus casos en visión. Al contemplar las vidas de ustedes, parecían ser un terrible error. Hno. C, usted no posee una disposición alegre. Y por no sentirse usted feliz, tampoco hace felices a los demás. No ha cultivado el afecto, la ternura y el amor. Su esposa ha sufrido, a través de toda su vida matrimonial, por falta de simpatía. Su matrimonio ha sido muy parecido a un desierto; son pocas las etapas verdes que se puedan recordar con alguna gratitud. Las cosas no necesitaban haber sido así.

-601-

Así como el fuego no puede mantenerse ardiendo sin combustible, tampoco el amor puede existir sin que se lo exprese en actos visibles. A usted, Hno. C, le ha parecido que no estaba a la altura de su dignidad el manifestar ternura a través de actos de bondad, y buscar alguna oportunidad de expresarle afecto a su esposa pronunciando palabras de ternura y preocupación bondadosa. Sus sentimientos son variables, y los afectan marcadamente las circunstancias que lo rodean.

Usted no ha pensado en que fuera malo y desagradable a Dios el permitir que su mente se envolviera completamente en el mundo, para luego llevar sus perplejidades mundanales al seno de su familia, dejando así que el adversario entrase en su hogar. Es así muy fácil para usted abrir la puerta, pero descubrirá que no es nada fácil cerrarla; una vez que se ha dejado entrar al enemigo, es muy difícil echarlo fuera. Al salir de su lugar de trabajo, deje allí sus cuidados, perplejidades y molestias relativas al negocio. Preséntese ante su familia con el rostro alegre, con simpatía, ternura y amor. Esto será mejor que gastar dinero en medicinas o médicos para su esposa. Será salud para el cuerpo y fuerza para el alma. La vida de ambos ha sido miserable. Los dos habéis actuado de manera que sea así. Dios no se siente complacido con vuestra miseria; la habéis atraído sobre vosotros por falta de dominio propio.

Usted se deja dominar por los sentimientos. Hermano C, usted considera que manifestar amor, y hablar con bondad y afecto está por debajo de su dignidad. Usted piensa que todas esas palabras tiernas tienen sabor a suavidad y debilidad, y son innecesarias. Pero en lugar de ellas se oyen palabras de impaciencia, palabras de discordia, de conflicto y censura. ¿Las considera usted varoniles y nobles? ¿Cree que son una exhibición de las virtudes más serias de su sexo? No importa qué piense usted de ellas, Dios las mira con desagrado y las marca en su libro. Los ángeles huyen de un hogar en el cual se oyen palabras de discordia, donde la gratitud es casi un extraño en el corazón, y la censura salta como bolas de tizne a los labios, manchando las vestiduras y contaminando el carácter cristiano.

Posted in

Tatiana Patrasco