Testimonios para la Iglesia, Vol. 2, p. 144-153, día 087

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Se me mostró que habían oprimido a sus empleados mediante los salarios que les habían pagado. Se aprovecharon de las circunstancias y obtuvieron beneficios pagando el salario más bajo posible. Esto ha disgustado a Dios. Deberían haber pagado generosamente a sus empleados, es decir todo lo que habían ganado. Dios ve y sabe. El Escudriñador de los corazones está al tanto de los pensamientos, las intenciones y los propósitos del corazón. Cada peso que hayan ganado de esa manera, reteniéndolo, lo perderán como consecuencia de la adversidad y la aflicción. El mundo, el mundo, el mundo ha estado a la orden del día con respecto a ustedes. La salvación del alma ha ocupado un lugar secundario. ¡Ah, si pudieran ver estas cosas a la luz de la eternidad, tal como Dios las ve! Entonces se sentirían alarmados, y no estarían tranquilos ni descansarían hasta hacer restitución. 

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Tenían la luz acerca de la reforma pro salud, pero no la recibieron ni vivieron de acuerdo con ella. Complacieron el apetito, y le dieron a su hijo una triste lección de complacencia propia dejándolo comer lo que quería y a cualquier hora. En su amor por el mundo, continuaron obrando sobre la base del plan de ceder a las mayores presiones. La mano de Dios se apartó, y ustedes quedaron librados a sus propias debilidades. Ambos, entonces, vacilaron al borde de la muerte; pero en muchos sentidos no aprendieron la lección que el Señor les quería dar. Conservaron su amor al mundo. Su egoísta amor al dinero, su actitud mezquina en sus transacciones comerciales no fue puesta a un lado. No apreciaron la simpatía, el cuidado amante y la tierna vigilancia de la persona que los cuidó cuando estaban enfermos. Si lo hubieran hecho, los habría inducido a manifestar una actitud noble y generosa, y no habrían sometido a esa persona, que había sido tan buena con ustedes, al trato ordinario a que la sometieron. Han oprimido al pobre; han tratado al prójimo injustamente. “Hay quienes reparten, y les es añadido más; y hay quienes retienen más de lo que es justo, pero vienen a pobreza”. Proverbios 11:24. 

Me pareció, mientras se me presentaban estas cosas, que Satanás ha tenido tal poder para enceguecer las mentes por medio del amor al mundo, que incluso los profesos cristianos se olvidaron o perdieron de vista el hecho de que Dios vive, y que sus ángeles están anotando todos los actos de los hijos de los hombres; y que todo acto mezquino, todo trato indigno, queda anotado en el registro de la vida. Cada día lleva su carga de anotaciones, de deberes incumplidos, negligencias, egoísmos, engaños, fraudes y estafas. ¡Qué cantidad de obras malas se está acumulando para el juicio final! Cuando Cristo venga, “su recompensa con él, y delante de él su obra” (Isaías 62:11), para pagar a cada uno según fueren sus obras, ¡qué revelación se hará entonces! ¡Qué vergüenza para aquellos cuyos actos aparezcan revelados en las páginas de la historia! 

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“Hermanos míos amados, oíd: ¿No ha elegido Dios a los pobres de este mundo, para que sean ricos en fe y herederos del reino que ha prometido a los que le aman? Pero vosotros habéis afrentado al pobre” Santiago 2:5-6. “Hermanos míos, ¿de qué aprovechará si alguno dice que tiene fe, y no tiene obras? ¿Podrá la fe salvarle? Y si un hermano o una hermana están desnudos, y tienen necesidad del mantenimiento de cada día, y alguno de vosotros les dice: Id en paz, calentaos y saciaos, pero no les dais las cosas que son necesarias para el cuerpo, ¿de qué aprovecha? Así también la fe, si no tiene obras, es muerta en sí misma”. vers. 14-17. Ustedes pueden creer toda la verdad, pero si no aplican sus principios a sus vidas, su profesión de fe no los va a salvar. Satanás cree y tiembla. El obra. Sabe que su tiempo es corto y ha descendido con gran poder para hacer sus malas obras de acuerdo con su fe. En cambio, los profesos hijos de Dios no apoyan su fe con sus obras. Creen que el tiempo es corto, pero se aferran con tanto entusiasmo a los bienes de este mundo como si fuera a durar mil años más así como está. 

El egoísmo caracteriza la conducta de muchos. “Pero el que tiene bienes de este mundo y ve a su hermano tener necesidad, y cierra contra él su corazón, ¿cómo mora el amor de Dios en él? Hijitos míos, no amemos de palabra ni de lengua, sino de hecho y en verdad. Y en esto conocemos que somos de la verdad, y aseguraremos nuestros corazones delante de él; pues si nuestro corazón nos reprende, mayor que nuestro corazón es Dios, y él sabe todas las cosas. Amados, si nuestro corazón no nos reprende, confianza tenemos en Dios; y cualquier cosa que pidiéramos la recibiremos de él, porque guardamos sus mandamientos, y hacemos las cosas que son agradables delante de él”. 1 Juan 3:17-22. 

Despójense del egoísmo, y hagan una obra cabal para la eternidad. Rediman el pasado y no representen la santa verdad que profesan donde viven ahora, como lo hicieron cuando vivían en aquel otro lugar. Así alumbre la luz de ustedes delante de los demás, de manera que al ver las buenas obras que hacen éstos se sientan inducidos a glorificar a nuestro Padre que está en los cielos. Permanezcan sobre la elevada plataforma de la verdad eterna. Realicen todas sus transacciones comerciales en esta vida en estricta armonía con la Palabra de Dios. 

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Una reprensión contra la agresividad

Querido Hno. M, Cuando estuvimos en _____, anhelábamos ayudarle, pero temíamos que usted no quisiera recibir la ayuda que necesitaba. Le propuse que viniera a casa y se relacionara con nosotros y con otros de los amados hijos de Dios, para que aprendiera las importantes lecciones que tiene que aprender antes de poder fortalecerse para soportar las tentaciones y los peligros de estos últimos días. Recordé su rostro como el de alguien que el Señor me había mostrado que estaba luchando para dominar algunos poderosos malos hábitos, que lo estaban conduciendo no sólo a la destrucción de su cuerpo, sino a la destrucción eterna en el más allá. Usted ha ganado algunas victorias, pero todavía tiene grandes victorias que obtener; tiene que librar algunas batallas contra enemigos internos que, a menos que los venza, malograrán en gran medida su propia felicidad y la de todos los que se relacionan con usted. 

Los malos rasgos que se manifiestan en su carácter deben ser vencidos. Debe emprender la tarea con sinceras y humildes oraciones a Dios, consciente de su incapacidad si no dispone de su gracia especial. La creencia en la verdad ya ha producido una reforma en su vida, pero no ha sido tan completa como debería haberlo sido para que alcanzara las medidas de Dios. Usted ama la verdad, pero ésta debería haber penetrado más profundamente en su vida, y debería haber ejercido influencia sobre sus palabras y toda su manera de ser. Tiene que aprender una gran lección, y no debería perder tiempo para aprenderla. No se ha educado a sí mismo para ejercer dominio propio. En esto tiene una victoria especial que ganar. En su carácter hay más elementos de guerra que de paz. Necesita cultivar la verdadera cortesía cristiana. “En cuanto a honra, prefiriéndoos los unos a los otros”. Romanos 12:10. “Nada hagáis por contienda o por vanagloria; antes bien con humildad, estimando cada uno a los demás como superiores a él mismo”. Filipenses 2:3. 

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Su combatividad es notable; usted se mantiene siempre a la defensiva para refutar cualquier cosa en cuanto se le presenta la oportunidad. No trata de ver hasta qué punto sus ideas y opiniones pueden armonizar con las de los demás, sino que está listo para diferir si hay la más mínima oportunidad de hacerlo. Esta actitud perjudica su propia alma, frena su progreso espiritual, y no solamente apena y ofende a los que podrían ser sus sinceros amigos, sino que a veces los disgusta, de modo que su compañía no les resulta ni agradable ni placentera, sino molesta. Es tan natural para usted como respirar el considerar las opiniones de los demás inferiores a las suyas. Y en esto comete un gran error, porque no posee ni la sabiduría ni el conocimiento que cree tener. A menudo pone usted sus opiniones por encima de las de hombres y mujeres que han tenido muchos más años de experiencia, y que están en mucho mejores condiciones de dirigir y dar palabras de sano juicio que usted. Pero no se ha dado cuenta de esos desagradables enfrentamientos, ni tampoco de los malos y amargos frutos que han producido. Por mucho tiempo usted ha dado rienda suelta a una actitud de contención y de guerra. Su actitud mental, tan especial, lo induce a gozarse en la oposición. 

Su educación ha sido deplorable; no lo ha favorecido para que ahora disponga de una correcta experiencia religiosa. Casi todo lo que ha aprendido lo tiene que desaprender, para aprender de nuevo. Posee un temperamento apresurado, que apena a sus amigos y a los santos ángeles, y perjudica a su propia alma. Todo esto es contrario al espíritu de la verdad y de la auténtica santidad. Debe aprender a cultivar la modestia al hablar. El yo debe ser sometido y mantenido en sujeción. El cristiano no tendrá una conducta pendenciera y contenciosa ni siquiera con los más malvados e incrédulos. ¡Qué error es manifestar esta actitud con los que creen en la verdad, y que están procurando paz, amor y armonía! Pablo dice: “Tened paz entre vosotros”. 1 Tesalonicenses 5:13. Este espíritu contencioso se opone a todos los principios del Cielo. Cristo, en el sermón del monte, dice: “Bienaventurados los pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios”. Mateo 5:9. “Bienaventurados los mansos, porque ellos recibirán la tierra por heredad”. vers. 5. Tendrá dificultades por donde vaya, a menos que aprenda la lección que Dios le quiere enseñar. Debería ser menos audaz en su propia opinión, y poseer la disposición de aprender. “Mejor es el que tarda en airarse que el fuerte; y el que se enSeñorea de su espíritu, que el que toma una ciudad”. Proverbios 16:32. “El que tarda en airarse es grande de entendimiento; mas el que es impaciente de espíritu enaltece la necedad”. Proverbios 14:29. Y Santiago dice: “Por esto, mis amados hermanos, todo hombre sea pronto para oír, tardo para hablar, tardo para airarse; porque la ira del hombre no obra la justicia de Dios”. Santiago 1:19-20. 

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Esa actitud de confianza en sí mismo condice con su manera de ser. Si usted tuviera una experiencia más completa en las cosas de Dios, se daría cuenta de que los frutos que usted da son malos. No contienen alimento, sino que llenan de amargura a los que participan de ellos. Debe vencer su actitud impositiva y dictatorial. Tengo gran confianza, mi querido hermano, de que usted, que ha demostrado tener valor moral para encarar al enemigo que hay en usted, y fortaleza para luchar con ese adversario que son el apetito y los poderosos malos hábitos que lo han atado como con cadenas de hierro, va a obrar en esto y va a lograr la victoria. Usted ha asumido una actitud temeraria y ha creído que nadie se preocupa de usted, que casi todo el mundo era enemigo suyo, y que no importaba lo que le sucediera. 

La verdad lo encontró en una condición miserable. Usted vio en ella un poder capaz de exaltarlo y de darle la fortaleza que no tenía. Percibió los rayos de luz que resplandecían sobre usted; y si se entrega ahora plenamente a la influencia de la verdad, ésta lo convertirá y lo santificará plenamente, y lo preparará para el toque final de la inmortalidad. Usted posee muchos buenos rasgos de carácter; tiene un corazón generoso. Dios quiere que usted sea recto; eso es: recto. No le gusta que le den órdenes o que lo dirijan. Usted mismo quiere dar órdenes. Pero debe poseer un espíritu humilde, dispuesto a aprender, y ser afable, paciente, longánime, lleno de bondad y de misericordia. 

Nos interesamos en usted y queremos ayudarle. Le ruego que reciba estas líneas con la actitud correcta, y permita que afecten convenientemente su corazón y su vida. 

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Respuesta

Hna. White, 

Considero que el testimonio que recibí ayer es una reprensión bien merecida, por la cual me siento muy agradecido. Deseo fervientemente ser vencedor. Soy plenamente consciente de la magnitud de la tarea que debo emprender, pero confío en que la gracia ayudadora de Dios me capacitará para lograr la victoria. 

Portadores de cargas en la iglesia

Queridos Hnos. N, El 12 de junio de 1868 se me mostraron algunas cosas referentes a ustedes. Tienen una obra que hacer, pero no la perciben; no han sido portadores de cargas. Deberían manifestar más interés en la causa de Dios de lo que lo han hecho hasta ahora. Están enceguecidos por el amor al mundo que no se dan cuenta de cuán grande es la influencia que éste ejerce sobre ustedes. No perciben que tienen una responsabilidad especial, ni se dan cuenta de la importancia del tiempo en que estamos viviendo, ni de la obra que debemos llevar a cabo. Parece que están dormidos. La unidad es fortaleza. Se manifiesta gran debilidad en la iglesia porque hay tantos remisos que no llevan cargas. Ustedes no son colaboradores de Cristo. El espíritu del mundo está borrando de sus corazones las impresiones que debería hacer la verdad. 

Es importante que todos acudan ahora a participar de la obra, y que actúen como si fueran seres humanos vivos, que trabajan para la salvación de las almas que perecen. Si todos los miembros de la iglesia se pusieran de parte del Señor, veríamos tal reavivamiento de su obra como no lo hemos visto hasta ahora. Dios requiere esto de ustedes y de cada hermano. Son ustedes quienes deben decidir si es o no mejor obedecer el llamado del Señor. Se requiere obediencia; y a menos que obedezcan, van a estar peor que si se encontraran en terreno neutral. A menos que sean favorecidos por la bendición de Dios, tendrán su maldición. El desea que sean bien dispuestos y obedientes, y dice que en ese caso comerán del bien de la tierra. Una amarga maldición se pronuncia contra los que no se ponen de parte del Señor. “Maldecid a Meroz, dijo el ángel de Jehová; maldecid severamente a sus moradores, porque no vinieron al socorro de Jehová, al socorro de Jehová contra los fuertes”. Jueces 5:23. Satanás y sus ángeles están en el campo para oponerse a todo paso que den los hijos de Dios para avanzar; por lo tanto, se requiere la colaboración de todos. 

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Hnos. N: La influencia de sus amigos incrédulos los afecta más de lo que ustedes se dan cuenta. No les proporcionan fortaleza, sino tinieblas e incredulidad. Tienen una obra que hacer individualmente en la viña del Señor. Han pensado y se han preocupado demasiado de ustedes mismos. Pongan primero sus corazones en orden, y después dedíquense a la tarea con fervor. Pregunten: “Señor, ¿qué quieres que hagamos?” Dios quiere que lo busquen sinceramente. Los intima a que escudriñen diligentemente el corazón, para descubrir qué les impide dar más fruto, y qué debe permanecer allí. La razón por la cual ustedes no poseen más del Espíritu de Dios consiste en que no llevan con alegría la cruz de Cristo. En mi última visión observé que estaban engañados con respecto al poder del amor a este mundo que hay en ustedes. Los cuidados de esta vida y el engaño de las riquezas ahogan la Palabra, y ustedes se vuelven infructuosos. Dios quiere, que llevemos mucho fruto. No da órdenes sin proporcionar el poder para cumplirlas. No hará la parte de la obra que nos corresponde a nosotros, ni nos pide tampoco que hagamos la suya. Es Dios quien obra en nosotros, pero nosotros mismos debemos procurar nuestra salvación con temor y temblor. “La fe, si no tiene obras, es muerta en sí misma”. Santiago 2:17. La fe debe ser sostenida por las obras; los hacedores de la obra son justificados delante de Dios. Ustedes desagradan al Señor al hablar de su pobreza, en circunstancias que gozan de abundancia. Todo lo que poseen le pertenece, pero le ha parecido bien nombrarlos mayordomos por cierto tiempo. Los está sometiendo a prueba. ¿Cómo van a salir de ella? Pedirá que se le devuelva lo suyo con usura. 

Han puesto sus ojos en lo que han invertido en diferentes empresas, y les ha parecido que es una gran suma. Pero si hubieran hecho mucho más que eso, si hubieran expandido su corazón, y si sus manos hubieran dado mucho para la causa de Dios y de los necesitados, sólo habrían cumplido con su deber, pero habrían sido mucho más felices. El Señor los invita a traer su ofrenda al altar, no a acercarla solamente, sino a ponerla sobre el altar. El altar santifica la ofrenda cuando se la pone sobre él, no antes. 

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Ustedes no se han separado del mundo como el Señor quisiera que lo hicieran, pero no ven ni entienden el peligro en que están. El amor al mundo los está desviando. Ambos necesitan beber más de la Fuente de la verdad. A menos que cambie su condición, de manera que honren a Dios con su influencia y sus bienes, la maldición divina descenderá sobre ustedes. Ustedes podrán acumular, pero él esparcirá. En lugar de que su salud mejore rápidamente, se asemejarán a una rama seca. El Señor llama a obreros, hombres que puedan preocuparse por la salvación de las almas, que quieran hacerlo y que estén dispuestos a sacrificar cualquier cosa para que se salven. Nadie puede hacer esta obra en lugar de ustedes; la ofrenda de los demás, por generosa que sea, no puede ocupar el lugar de la de ustedes. Lo que tienen que hacer es entregarse a Dios, y nadie lo puede hacer en lugar de ustedes. Sólo el poder del Espíritu, que obra por medio de una fe poderosa, puede capacitarlos para evitar con éxito las muchas trampas que Satanás ha tendido delante de sus pies. Las palabras y el ejemplo del Redentor serán luz y fortaleza para el corazón de ustedes. Si lo siguen y confían en él, no permitirá que perezcan. Ustedes temen demasiado desagradar a los que no aman ni sirven a Dios. ¿Por qué quieren conservar la amistad de los enemigos de Dios, o someterse a la influencia de sus opiniones? “¿No sabéis que, la amistad del mundo es enemistad contra Dios?” Santiago 4:4. Si en el corazón se manifestara la rectitud, habría una separación más definida del mundo. 

El Señor habría hecho una obra buena y grande en este vecindario la primavera pasada, si todos hubieran sentido la necesidad de colaborar con la obra y se hubieran puesto de parte del Señor. No hubo unidad en la acción. No todos sintieron la necesidad de colaborar con la obra para dedicarse a ella de todo corazón. No hubo una entrega total a Dios. Se me mostró que permanecían perturbados y perplejos, mientras una niebla oscura descendía sobre ustedes. Hacían preguntas, y no estaban en condiciones de recibir fortaleza ni de impartirla. Vivimos en un tiempo solemne y terrible. No tenemos tiempo para adorar ídolos, ni lugar para concertarse con Belial ni para amistarse con el mundo. Aquellos a quienes Dios acepta y santifica para sí mismo, han sido llamados a ser diligentes y fieles en su servicio, apartados y dedicados a él. Nadie es “piedra viva” en el edificio espiritual por manifestar una mera forma de piedad o porque su nombre está anotado en los registros de la iglesia. La renovación del conocimiento y la verdadera santidad, el estar crucificados al mundo y revivificados en Cristo, eso une el alma con Dios. Los seguidores de Cristo tienen por delante un objeto supremo, una gran tarea: la salvación de sus semejantes. Todo otro interés debería estar por debajo de éste; debería comprometer los esfuerzos más fervientes y el más profundo interés. 

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Dios requiere en primer lugar el corazón, los afectos. Quiere que sus seguidores lo amen y lo sirvan con todo el corazón, con toda el alma, con todas las fuerzas. 

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