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El modo de actuar de este esposo, el padre de estos niños, merece la más severa censura. Su esposa sufría por falta de alimento saludable y nutritivo. No tenía suficiente alimento ni vestidos como para sentirse cómoda. Para ella era mortificante soportar una carga tal. El llegó a ser su dios, su conciencia y su voluntad. Hay temperamentos que se rebelan en contra de una autoridad que consideran ilegítima. No se dejan controlar de tal modo. Se sienten agobiados por la presión y se rebelan. Pero no era así en este caso. Ella soportó que él fuera su conciencia y trató de pensar que era para bien. Pero un temperamento ultrajado no se sujeta fácilmente. Sus pedidos eran sinceros. La aguda necesidad natural de algo más nutritivo la llevó a usar la súplica, pero sin efecto. Sus necesidades eran pocas, pero no fueron consideradas. Dos niños han sido sacrificados a los ciegos errores y el ignorante fanatismo de un padre. Si hombres inteligentes trataran a los animales como él trató a su esposa con respecto a la comida, la comunidad tomaría el asunto en sus propias manos y los llevaría ante la justicia.
En primer lugar, B no debiera haber cometido el grave delito de traer al mundo a niños que, según le podía indicar su razón, serían enfermos porque necesariamente recibirían una mezquina herencia de sus padres. Había de transmitirles una mala herencia. Su sangre forzosamente estaría llena de humores escrofulosos de los padres, especialmente del padre, cuyos hábitos han sido tales como para corromperle la sangre y debilitar todo su organismo. Estos niños no sólo han de recibir una tendencia enfermiza en un doble sentido, sino lo que es peor, llevarán las deficiencias mentales y morales del padre, y la falta de noble independencia, coraje moral y fuerza de la madre. El mundo ya está afligido por el aumento de personas de este tipo, condenadas a descender más bajo que sus padres en la escala de fuerza física, mental y moral; pues su situación y entorno no son ni siquiera tan favorables como fueron los de sus padres.
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B no es capaz de cuidar de una familia. No puede mantener una familia como se la debiera mantener, y nunca debiera haber tenido una. Su matrimonio fue un error. Le ha dado una vida miserable a su esposa, y ha aumentado su desgracia al tener hijos. De algunos de ellos sólo se puede decir que existen.
Los que profesan ser cristianos no debieran casarse hasta después de haber considerado el asunto cuidadosamente y con oración, de un modo elevado, para ver si Dios puede ser glorificado por la unión. Luego debieran considerar debidamente el resultado de cada privilegio de la relación matrimonial, y principios santificadores debieran ser la base de todas sus acciones. Antes de aumentar su familia, debieran considerar si Dios sería glorificado o deshonrado al traer ellos hijos al mundo. Debieran tratar de glorificar a Dios por medio de su unión desde el primero y durante cada año de su vida matrimonial. Debieran considerar con calma cómo pueden brindar a sus hijos lo que necesitan. No tienen derecho a traer hijos al mundo que han de ser una carga para otros. ¿Tienen un trabajo que les permitirá sostener una familia de modo que no necesiten llegar a ser una carga para los demás? Si no lo tienen, cometen un crimen al traer hijos al mundo para que sufran por falta de cuidado, alimento y ropa apropiados. En esta época rápida y corrupta no se consideran estas cosas. La concupiscencia predomina sin que se la someta a control, aunque la debilidad, la miseria y la muerte sean el resultado de su predominio. Las mujeres llevan forzosamente una vida de penuria, dolor y sufrimiento por causa de las pasiones incontrolables de hombres que llevan el nombre de esposos -más apropiadamente podría llamárseles bestias. Las madres llevan una existencia miserable, casi todo el tiempo con hijos en los brazos, esforzándose por todos los medios para darles el pan y para vestirlos. Esta miseria se ha multiplicado y llena el mundo.
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Hay muy poco amor real, genuino, leal y puro. Este precioso artículo escasea. A la pasión se la llama amor. Más de una mujer se ha sentido ultrajada en su delicada y tierna susceptibilidad porque la relación matrimonial le permitía al que llamaba su esposo tratarla de modo cruel. En estos casos al darse cuenta de que el amor de su esposo era tan vil llegaba a sentir repulsión por él.
Un gran número de familias viven en un estado deplorable porque el esposo y padre permite que predominen sus instintos animales sobre sus capacidades intelectuales y morales. Como resultado frecuentemente se sienten débiles y deprimidos, sin embargo rara vez se dan cuenta de que es el resultado de su conducta equivocada. Tenemos ante Dios la solemne obligación de mantener el espíritu puro y el cuerpo sano, de modo que podamos beneficiar a la humanidad y ofrecer a Dios un servicio perfecto. El apóstol nos advierte: “No reine, pues, el pecado en vuestro cuerpo mortal, de modo que lo obedezcáis en sus concupiscencias”. Nos insta a seguir adelante cuando dice que “todo aquel que lucha, de todo se abstiene”. Exhorta a todos los que se consideran cristianos a presentar sus cuerpos “en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios”. Dice: “Golpeo mi cuerpo, y lo pongo en servidumbre, no sea que habiendo sido heraldo para otros, yo mismo venga a ser eliminado”.
Es un error generalizado pensar que no es necesario para una mujer embarazada cambiar su modo de vida. En este período importante debiera aliviarse a la madre en sus trabajos. Se están llevando a cabo grandes cambios en su organismo. Este requiere una mayor cantidad de sangre, y por lo tanto, un aumento en la cantidad de alimentos altamente nutritivos que han de convertirse en sangre. A menos que tenga una abundante provisión de alimentos nutritivos, no puede mantenerse físicamente fuerte, y les resta vitalidad a sus hijos. También debe prestar atención a su vestimenta. Debiera cuidar su cuerpo del frío. No debiera malgastar su vitalidad en la zona superficial de su cuerpo por falta de suficiente abrigo. Si se priva a la madre de abundantes alimentos saludables y nutritivos, sufrirá de una deficiencia en la cantidad y calidad de sangre. Su circulación será pobre y su hijo sufrirá esta misma carencia. El hijo será incapaz de retener el alimento necesario en la producción de buena sangre para nutrir el organismo. El bienestar de la madre y el niño dependen en mucho de una vestimenta buena y abrigada y una provisión de alimentos nutritivos. Debe considerarse la carga extra que debe soportar la vitalidad de la madre y brindarse una compensación adecuada.
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Pero, por otro lado, la idea de que las mujeres, por causa de su estado especial, pueden permitirse fomentar un apetito descontrolado, es un error basado en la costumbre en vez de la razón. El apetito de la mujer en este estado puede ser variable, irregular y difícil de satisfacer; y por costumbre se le permite ingerir todo lo que le guste, sin consultar a la razón en cuanto a si cierto alimento puede nutrir su cuerpo y ayudar al crecimiento de su hijo. Los alimentos debieran ser nutritivos, pero no estimulantes. Por costumbre se le permite comer, si lo desea, carne, encurtidos, comida altamente sazonada o pasteles de carne picada; se siguen solamente las inclinaciones del apetito. Este es un gran error, y causa mucho daño. El daño es inestimable. Si en algún momento se necesita un régimen alimentario sencillo y un cuidado especial por la calidad de los alimentos ingeridos, es precisamente en este importante período.
Las mujeres que obran por principio, y que han sido instruidas correctamente, no se apartarán de un régimen sencillo, muy especialmente en este tiempo. Tendrán en cuenta que otra vida depende de ellas, y serán cuidadosas en cuanto a sus hábitos, y especialmente en cuanto al régimen alimenticio. No debieran ingerir lo que no es nutritivo o es estimulante sólo porque tiene buen gusto. Hay muchos consejeros dispuestos a persuadirlas a hacer aquello que la razón les indicaría no hacer.
Nacen niños enfermos por causa de que los padres complacen su apetito. El organismo no demandaba la variedad de alimento que les atraía. Creer que una vez que imaginamos que deseamos un alimento, éste debe pasar al estómago, es un gran error que las mujeres cristianas no debieran cometer. No debiera permitirse que la imaginación controle las necesidades del organismo. Los que permiten que el gusto los gobierne, sufrirán el castigo de transgredir las leyes de su organismo. Y no se termina aquí el asunto; su inocente hijo también sufrirá.
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Los órganos que producen la sangre no pueden convertir las especias, los pasteles de carne picada, los encurtidos y la carne enferma en buena sangre. Y si se recarga el estómago con tanta comida de modo que los órganos digestivos se vean obligados a trabajar en exceso para digerirla y para liberar el organismo de sustancias que lo irritan, la madre se perjudica y predispone a su hijo a la enfermedad. Si decide comer según su gusto y su imaginación, sin preocuparse de las consecuencias, sufrirá el castigo, pero no lo tendrá que sobrellevar ella sola. Su hijo inocente deberá sufrir por causa de su falta de criterio.
Debiera tenerse mucho cuidado de rodear a la madre de una atmósfera agradable y feliz. El esposo y padre tiene la responsabilidad especial de hacer todo lo que esté a su alcance para aligerar las cargas de la esposa y madre. Debiera colaborar, tanto como le sea posible, con las cargas características de su estado. Debiera ser afable, cortés, amable y tierno, y especialmente complacer sus deseos. Algunas mujeres que están esperando familia reciben la mitad del cuidado que se da a los animales en el establo.
B ha sido muy deficiente. Mientras que su esposa estaba en el mejor estado de salud, no se le proveyeron suficientes alimentos saludables ni vestimenta apropiada. Luego, cuando necesitó abrigo extra y una ración extra de alimentos sencillos pero nutritivos, se le negaron. Su organismo necesitaba materiales para convertirlos, en sangre, pero él no se los brindaba. Una cantidad moderada de leche y azúcar, un poco de sal, pan blanco leudado con levadura, para variar, harina integral preparada de distintos modos por otra persona, una torta sencilla con pasas de uvas, budín de arroz con pasas de uvas, ciruelas pasas e higos, ocasionalmente, y muchos otros platos que podría mencionar, hubieran satisfecho las demandas de su apetito. Si él no podía conseguir algunas de estas cosas, un poco de vino casero no le hubiera hecho daño, habría sido mejor para ella consumirlo que privarse de él. En algunos casos, aun una pequeña cantidad de la carne menos perjudicial causaría menos daño que sentir un profundo deseo por ella.
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Se me mostró que tanto B como C han deshonrado la causa de Dios. Le han infligido una mancha que nunca podrá ser completamente borrada. Se me mostró la familia de nuestro querido hermano D. Si este hermano hubiera recibido la ayuda correcta en el momento oportuno, todos los miembros de su familia hubieran estado vivos hoy. Es un milagro que no se haya aplicado la ley en este caso de maltrato. Esa familia perecía por falta de alimento, el más simple y sencillo. Sufrían hambre en una tierra de abundancia. Un novicio estaba practicando con ellos. El joven no murió por causa de una enfermedad, sino de hambre. El alimento le hubiera fortalecido el organismo y hubiera mantenido la maquinaria en movimiento.
En casos de alta temperatura, el abstenerse de alimento bajará la fiebre y hará más eficaz el uso del agua. Pero es necesario que el médico comprenda el estado real del paciente y no le permita continuar mucho tiempo con un régimen empobrecido hasta que se debilite su organismo. Mientras que la temperatura es alta, los alimentos pueden irritar y acalorar la sangre; pero tan pronto como disminuye la temperatura, debiera suministrarse alimento con cuidado y buen criterio. Si se prolonga la falta de alimentos, el estómago los requerirá de tal modo que subirá la temperatura hasta que las condiciones mejoren al recibir alimentos de buena calidad. Estos brindan a la naturaleza una base para poder obrar. Si el paciente expresa un gran deseo de ingerir alimentos aun mientras tiene temperatura, es menos perjudicial satisfacer su deseo con una cantidad moderada de alimentos sencillos que negárselos. Cuando el paciente está obsesionado por el alimento, su organismo no se sentirá sobrecargado con una pequeña porción de comida sencilla.
Los que tienen la vida de otros en sus manos deben ser personas caracterizadas por una vida de éxito. Deben ser sabias y de buen criterio, que puedan compadecerse de los demás y ser profundamente sensibles; personas que se conmuevan hondamente ante el sufrimiento.Hay quienes después de haber fracasado en todas las otras profesiones en la vida deciden emprender la carrera de médicos. Toman las vidas de los hombres y mujeres en sus manos cuando no han tenido ninguna experiencia. Leen acerca de un procedimiento que alguien ha aplicado con éxito y lo adoptan, y luego practican con los que confían en ellos, y así realmente destruyen la última chispa de vida que les quedaba; no obstante, no aprenden nada, y en el siguiente caso se empeñan en continuar tan confiadamente como antes, y ponen en práctica el mismo tratamiento rígido. Hay quienes quizá tienen una constitución física lo suficientemente fuerte como para soportar que les impongan una carga tan pesada y a pesar de esto seguir viviendo. En estos casos los novicios se atribuyen la gloria, cuando no se la merecen. Todo se debe a Dios y a una constitución física fuerte.
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El hermano C se ha colocado en una posición indigna al ser un puntal para B. Ha actuado como si fuera su conciencia, y ha permanecido a su lado para sostenerlo y apoyarlo. Estos dos hombres son fanáticos en cuanto a la reforma pro salud. El hermano C sabe mucho menos de lo que cree saber. Se engaña a sí mismo. Es egoísta y fanático al llevar adelante sus propósitos; no es influenciable. Su voluntad no es dócil. No es una persona humilde. Un hombre así no posee las condiciones necesarias para ser médico. Puede haber recogido algunos conocimientos en sus lecturas, pero esto no es suficiente. Se necesita experiencia. Nuestro pueblo es demasiado pequeño como para ser sacrificado sin sentido y sin gloria porque hombres de esa clase experimentan con ellos. En suma, demasiadas personas valiosas serían sacrificadas por culpa de sus rígidos conceptos y opiniones, antes que se dieran por vencidos, confesaran sus errores, y por experiencia aprendieran sabiduría.
El hermano C es demasiado terco y obstinado, y de ningún modo permite que se le señale. Estas características lo hacen inepto para que Dios lo utilice en ninguna misión especial en su obra. Es demasiado porfiado para permitir que el sacrificio de unas pocas vidas cambie su proceder. Insistiría en mantener sus opiniones y conceptos mucho más firmemente. Ya aprenderán estos hombres, para su tristeza, que sería mejor para ellos prestar atención a las amonestaciones, y no llevar adelante sus opiniones extremas sin tomar en cuenta los resultados. La prosperidad de la comunidad no se verá afectada y, en general, estará más segura si estos dos hombres encuentran otra ocupación donde su conducta no ponga en peligro la vida y la salud de la gente.
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Es una gran responsabilidad tener en nuestras manos la vida de un ser humano. Y es tremendo que al no darle el cuidado debido sacrifiquemos esta preciosa vida. El caso de la familia del hermano D es terrible. Estos hombres pueden encontrar una excusa para su comportamiento; pero esto no evitará que la causa de Dios sea censurada, ni devolverá a ese hijo que murió por falta de alimento. Un poco de buen vino y comida lo hubieran levantado de su lecho de muerte y lo hubieran devuelto a su familia. Pronto el padre también habría sido contado entre los muertos si hubiera sufrido el mismo tratamiento que se siguió con el hijo, pero la presencia y el consejo oportuno de un médico del Instituto de Salud lo salvó.
Es hora de que se haga algo para evitar que los novicios se presenten en público y aboguen por la reforma pro salud. Se puede prescindir de sus obras y sus palabras, pues hacen más daño que el que los hombres más sabios e inteligentes puedan contrarrestar con su mejor influencia. Es imposible para los partidarios mejor preparados de la reforma pro salud borrar completamente de las mentes del público el juicio creado por la conducta errónea de los extremistas y fundamentar correctamente el gran tema de la reforma pro salud en la comunidad donde estos hombres han actuado. En buena medida se ha cerrado una puerta de modo que no se puede alcanzar a los incrédulos con la verdad presente sobre el sábado y la pronta venida de nuestro Salvador. La gente deja de lado las más preciosas verdades y se niega a escucharlas porque las considera sin valor. A estos hombres se los conoce como representantes de los que aceptaron la reforma pro salud y de los observadores del sábado en general. Una gran responsabilidad pesa sobre los que de este modo se han convertido en piedra de tropiezo para los incrédulos.
El hermano C necesita una conversión completa. No se observa a sí mismo. Si tuviera menos amor propio y más humildad, su conocimiento podría utilizarse de un modo práctico. Tiene una obra que realizar en su favor que nadie puede hacer por él. No renuncia a sus opiniones ni a su parecer ante ningún hombre a menos que se lo obligue a hacerlo. Tiene rasgos de carácter que son deplorables y que debiera vencer. Es más responsable que B, y su caso es peor; por cuanto es más inteligente y sabe más. B es sólo su sombra.
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El hermano C es obstinado; es muy firme en cuanto a lo que le gusta y lo que le disgusta. Si emprende un camino equivocado, y sigue la inclinación de su mente, no actuando con sabiduría, y se le señala su error, aun cuando sabe que está equivocado, es tan reticente a aceptar que ha estado en el error y tomado un camino errado, que inventará alguna excusa para hacer creer a los demás que, a pesar de todo, está prácticamente en la verdad. Esta es la razón por la que se lo ha dejado seguir su propio criterio y juicio, que son locura.
En la familia de su padre no ha sido una bendición sino una causa de angustia y tristeza. No se sojuzgó su voluntad en su niñez. Era tan reticente a reconocer con franqueza que había cometido errores y se había equivocado que, para salir del paso, utilizaba toda su capacidad intelectual para inventar una excusa, complaciéndose al pensar que no era una rotunda mentira, en vez de humillarse lo necesario como para confesar su error. Ha incorporado este hábito a su vida religiosa. Posee la facultad particular de disculparse de algún error aduciendo que tiene mala memoria, cuando en realidad a menudo es él quien elige olvidar.
Sus familiares y amigos podían haber sido atraídos a la verdad si él hubiera sido lo que Dios quería que fuese. Pero su conducta obcecada lo ha hecho desagradable. Ha usado la verdad como motivo de disputa. A pesar de la oposición de su padre trató temas bíblicos con sus familiares y discutió con ellos los temas más objetables, en lugar de tratar de ganarlos para la verdad y atraerlos a la luz con humildad e inagotable amor por las almas.
Cuando seguía una conducta equivocada, evidentemente impropia de un discípulo del manso y humilde Jesús, y se daba cuenta de que sus palabras y actos no estaban de acuerdo con la influencia santificadora de la verdad, se defendía obstinadamente, hasta que su honestidad entraba en juego. Hizo que las más preciosas verdades para estos últimos tiempos fueran desagradables para sus amigos y familiares; fue una piedra de tropiezo para ellos. Han sido más las almas que se han apartado de la verdad por causa de sus subterfugios, su fanatismo y sus opiniones extremas, que las que han sido atraídas a la verdad por medio de sus mejores esfuerzos.
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Son grandes su agresividad, obstinación y amor propio. Su influencia no puede ser una bendición para ninguna iglesia hasta que se convierta. Tiene la capacidad de ver los defectos de los demás, y siempre objeta la conducta de este o aquel hermano si ellos no apoyan decididamente lo que les propone; pero si alguien acepta su propuesta, no puede ni desea ver sus errores y defectos. Esto no es correcto. Puede estar acertado en muchos aspectos, pero no tiene la mente de Cristo. Cuando pueda verse tal como es, y corrija sus defectos de carácter, entonces estará en condiciones de hacer brillar su luz delante de los hombres, para que, al ver sus buenas obras, se sientan inclinados a glorificar a nuestro Padre que está en el Cielo. Su luz ha brillado de tal modo que los hombres la consideraron como si fuera oscuridad y se alejaron de ella con desagrado. Debe morir al yo y poseer un espíritu maleable, o será abandonado en sus propios caminos y lleno de sus propias obras.