Testimonios para la Iglesia, Vol. 2, p. 495-504, día 127

Su mente es impura. Se la eximió completamente de cuidados y trabajos demasiado tiempo. Los deberes del hogar hubieran sido una de las más ricas bendiciones que podría haber tenido. El cansancio no la hubiera perjudicado ni una décima parte de lo que la han perjudicado sus pensamientos lascivos y su conducta. Ha recibido ideas incorrectas acerca de las relaciones entre jóvenes y Señoritas, y le ha parecido muy bien frecuentar la compañía de los jóvenes. Usted no es pura de corazón ni de mente. Ha sido perjudicada por la lectura de cuentos de amor y novelas, y su mente ha sido fascinada por pensamientos impuros. Su imaginación se ha corrompido a grado tal que parece que no tiene poder para controlar sus pensamientos. Satanás la lleva cautiva como a él le place. Usted no se siente feliz. No ama ni a Dios ni a su pueblo y se disgusta con los que ven su verdadero carácter. Parece que los culpa por la opinión que tienen de su caso, pero usted es la única culpable. Su conducta ha sido tal que ha requerido amonestaciones y advertencias. Pero acerca de esto usted es la única que requiere censura. 

Usted es una compañía peligrosa, y ha causado mucho mal con su influencia en _____. Ha sido guía en lugar de dejarse guiar. Ha deshonrado a Dios y es responsable ante él por el mal que ha causado por su influencia. Su conducta no ha sido casta, modesta, ni apropiada. No ha tenido presente el temor de Dios. Ha fingido tan frecuentemente para llevar a cabo sus planes que tiene una conciencia violada. Mi querida joven, a menos que se detenga donde está, le espera una ruina segura. Deje de soñar despierta y de construir castillos en el aire. Detenga sus pensamientos de andar por el canal de la insensatez y la corrupción. No puede sentirse segura al relacionarse con los jóvenes. Una marea de tentación se levanta y crece en su pecho, que tiende a desarraigar los principios, la virtud femenina y la verdadera modestia. Si usted continúa con su proceder terco y obcecado, ¿qué destino le espera? 

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Ha comenzado un nuevo año. ¿Qué determina usted hacer? ¿Qué informe de su trabajo diario ha decidido que los ángeles ministradores lleven a Dios? ¿Qué palabras pronunciadas por usted han de aparecer en la página del libro de memoria? ¿Qué pensamientos encontrará albergados en su mente el que investiga los corazones? El discierne los pensamientos, las intenciones y los propósitos del corazón. Usted tiene un informe alarmante del año pasado, que está abierto ante la vista de la Majestad del cielo y ante las miradas de ángeles puros e inmaculados. Sus pensamientos y acciones, sus sentimientos desesperados e insatisfechos, pueden haber sido ocultados a los mortales; pero recuerde, los actos más triviales de su vida están descubiertos a la vista de Dios. Usted tiene un registro manchado en el Cielo. Los pecados que ha cometido están todos asentados allí. 

El ceño de Dios está sobre usted, y sin embargo parece no sentirlo; no se da cuenta de su condición perdida y arruinada. A veces siente remordimiento; pero su espíritu orgulloso e independiente pronto se sobrepone, y reprime la voz de la conciencia. Usted no es feliz, no obstante se imagina que si pudiera hacer su voluntad libremente sería feliz. ¡Pobre niña! Está en una situación semejante a la de Eva en el Edén. Se imaginaba que sería grandemente exaltada si sólo pudiera comer del fruto del árbol que Dios le había prohibido tocar, para que no muriera. Ella comió, y perdió todas las glorias del Edén. 

Usted debiera controlar sus pensamientos. Esto no será fácil; no lo puede realizar sin severo y serio esfuerzo. Sin embargo, eso es lo que Dios requiere de usted; es el deber que descansa sobre todo ser responsable. Usted es responsable ante Dios por sus pensamientos. Si fomenta ideas vanas y permite que su mente se espacie en temas impuros, en cierta medida es tan culpable ante Dios como si llevara a la práctica sus pensamientos. Todo lo que impide la acción es la falta de una oportunidad. Los sueños de día y de noche y la construcción de castillos en el aire son hábitos malos y excesivamente peligrosos. Cuando se han arraigado, es casi imposible quebrar esos hábitos y dirigir los pensamientos a temas puros, santos y elevados. Usted tendrá que transformarse en una fiel centinela de sus ojos, oídos y de todos sus sentidos, si desea controlar su mente y evitar que los pensamientos vanos y corruptos manchen su alma. Sólo el poder de la gracia puede cumplir esta muy deseable obra. Usted es débil en esto. 

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Se ha vuelto díscola, atrevida y osada. La gracia de Dios no tiene lugar en su corazón. Sólo por el poder de Dios puede colocarse en una posición que le permita recibir su gracia, un instrumento de justicia. No sólo requiere Dios que controle sus pensamientos, sino también sus pasiones y afectos. Su salvación depende de que se gobierne en estas cosas. Las pasiones y los afectos son agentes poderosos. Si se utilizan mal, si se ponen en marcha por motivos equivocados, si se los dirige a objetos equivocados, son poderosos para arruinarla y convertirla en una miserable ruina, sin Dios y sin esperanza.

La imaginación debe ser positiva y persistentemente controlada si desea sujetar las pasiones y los afectos a la razón, a la conciencia y al carácter. Usted está en peligro, porque está a punto de sacrificar sus intereses eternos ante el altar de la pasión: ¿de qué clase? De una naturaleza baja y destructiva. Al rendirse a ella, amargará la vida de sus padres, acarreará tristeza y vergüenza a sus hermanas, sacrificará su propio carácter, y perderá el cielo y una vida gloriosa e inmortal. ¿Está dispuesta a hacer esto? La insto a que se detenga donde está. No avance ni un paso más en su proceder terco y caprichoso, porque ante usted están la desgracia y la muerte. A menos que domine sus pasiones y afectos, ciertamente se deshonrará a sí misma y a todos los que la rodean, y traerá la desgracia a su carácter por el resto de su vida. 

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Usted es desobediente a sus padres, impertinente, desagradecida e impía. Estos miserables rasgos de carácter son los frutos de un árbol corrupto. Usted es atrevida. Le gustan los muchachos y le encanta hacerlos el tema de su conversación. “De la abundancia del corazón habla la boca”. Los hábitos se han fortalecido y la controlan y usted aprendió a engañar para llevar adelante sus propósitos y cumplir sus deseos. 

No considero que su caso sea desesperado. Si así fuera no le estaría escribiendo estas líneas. Con la fortaleza de Dios usted puede redimir el pasado. Su nombre es ya objeto de burla en _____; pero puede cambiar esto usando las facultades que Dios le ha dado. Aún ahora puede alcanzar la excelencia moral de modo que su nombre pueda ser asociado con cosas puras y santas. Usted puede ser elevada. Dios ha provisto la ayuda que necesita. La ha invitado a ir a él, y ha prometido llevar sus cargas y dar descanso a su alma. “Aprended de mí, -dice el divino Maestro-; porque soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas”. Mateo 11:29. Por mucho tiempo usted ha estado por encima de esta humildad y mansedumbre. Tendrá que aprender esta importante lección del divino Maestro para que pueda encontrar el descanso prometido. Usted ha pensado tanto en sí misma, en su propia sagacidad, que ha llegado a tal afectación y vanidad como para hacerla casi una tonta. Tiene una lengua mentirosa que se ha ocupado de malinterpretaciones y falsedades. Oh, mi querida joven, si sólo pudiera despertar, si su conciencia adormecida y amortiguada pudiera despertar y fomentar la impresión habitual de la presencia de Dios, y se mantuviera sujeta al control de una conciencia iluminada y despierta, sería feliz usted misma y una bendición para sus padres, cuyo carazón hiere ahora. Podría ser un instrumento de justicia para sus amistades. Usted necesita una conversión cabal, y sin ella se halla en un estado de extrema amargura y en los lazos de la iniquidad. Puede creer que está libre cuando sigue las indicaciones de su mente disoluta y perniciosa; sin embargo se halla en la más degradante esclavitud. Sin los principios de la religión, puede considerarse a sí misma un objeto envidiable; pero todos los que son buenos y virtuosos se compadecerán de su carácter y se horrorizarán de su conducta. Usted puede llegar a ser participante de la naturaleza divina si escapa de la corrupción que está en el mundo por la concupiscencia; o participando de ella, puede hundirse en esta corrupción y llevar la estampa de lo satánico.

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Usted tiene hermanas menores para quienes su influencia puede ser una bendición. Puede reflejar una luz dulce y preciosa en la familia de su padre y alegrar su corazón, o puede ser una oscura sombra, una nube, una tormenta desoladora. Su pasión por la lectura es de tal carácter que si la fomenta pervertirá la imaginación y será su ruina. A menos que restrinja sus pensamientos, su lectura y sus palabras, su imaginación llegará a enfermarse sin que le quede esperanza. Lea la Biblia con atención, con oración, y guíese por sus enseñanzas. Esta es su seguridad. 

Manténgase alejada de los jóvenes. En compañía de ellos sus tentaciones se hacen fuertes y poderosas. Saque de su cabeza juvenil la idea de casarse. Usted no está de ningún modo apta para esto. Necesita años de experiencia para estar capacitada para comprender los deberes y llevar las cargas de la vida de casada. Positivamente cuide sus pensamientos, sus pasiones y sus afectos. No los degrade al servicio de la concupiscencia. Elévelos a la pureza, dedíquelos a Dios. 

Usted puede llegar a ser una joven prudente, modesta y virtuosa, pero no sin un esfuerzo decidido. Debe velar y orar, debe meditar e investigar sus motivos y sus acciones. Analice minuciosamente sus sentimientos y sus actos. ¿Llevaría usted a cabo una acción impura en la presencia de su padre? Por cierto que no. Pero lo hace en presencia de su Padre celestial, quien es mucho más exaltado, tan santo y tan puro. Sí, usted corrompe su propio cuerpo en presencia de los ángeles puros e inmaculados, y en presencia de Cristo; y continúa haciéndolo sin importarle su conciencia, sin importarle la luz y las advertencias recibidas.

Recuerde, se registran todos sus actos. Tendrá que encontrarse de nuevo con las cosas más secretas de su vida. Será juzgada de acuerdo con los actos realizados en el cuerpo. ¿Está preparada para eso? Usted se está perjudicando física y moralmente. Dios le ha prescrito que mantenga su cuerpo santo. “¿No sabéis que sois templo de Dios, y que el Espíritu de Dios mora en vosotros… y que no sois vuestros? Porque habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios”. 1 Corintios 3:16; 6:19-20. ¿No la juzgará Dios por rebajar al nivel de concupiscencias las pasiones y los afectos, cuando él demanda la riqueza de sus afectos y que dedique su ser entero a su servicio? 

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De nuevo, le advierto como a quien debe enfrentarse con estas líneas en ese día cuando se decida el caso de cada uno. Entréguese a Cristo sin demora. Sólo él, por el poder de su gracia, puede redimirla de la ruina. Sólo él puede sanar sus facultades mentales y morales. Su corazón puede recibir el calor del amor de Dios; su entendimiento puede ser claro y maduro; su conciencia, iluminada, ágil y pura; su voluntad, recta y santificadora, sujeta al control del Espíritu de Dios. Usted puede hacer de sí misma lo que elija ser. Si lo desea, haga ahora un cambio completo, deje de hacer el mal y aprenda a hacer el bien. Entonces será realmente feliz; tendrá éxito en las batallas de la vida, y se levantará para gloria y honor en la vida mejor que ésta. “Escogeos hoy a quién sirváis”. Josué 24:15. 

A la esposa de un ministro

Estimada Hna. I,

Ayer tuve algún tiempo para reflexionar, y ahora tengo algunos pensamientos que deseo presentarle. No podría contestarle inmediatamente su pregunta concerniente a su deber de viajar con su esposo. Todavía no conozco el resultado de que lo acompañara; por lo tanto no podría hablar con tanto conocimiento, como si hubiera estado enterada de la influencia que usted había ejercido. No puedo dar consejo en tinieblas. Debo estar segura de que mi consejo es correcto a la luz. Se utilizan mucho mis palabras, por lo tanto tengo que proceder con cuidado. Después de cuidadosa reflexión, tratando de recordar cosas que me han sido mostradas acerca de su caso, estoy lista a escribirle. 

De acuerdo con las cartas que me ha escrito con respecto al hermano J, temo que usted está prejuiciada y algo celosa. Espero que no sea así, pero temo que así sea. Usted y su esposo son muy sensibles y celosos por naturaleza, por lo tanto necesitan cuidarse en este respecto. No creemos que el hermano J tenga una visión clara de todas las cosas. Pensamos que su esposa está lejos de estar en lo correcto y tiene gran influencia sobre él; no obstante esperamos que si todos se acercan a él con sabiduría, se librará de la trampa de Satanás y verá todo claramente. 

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Estimada hermana, estamos decididos a ser imparciales y a que nuestras palabras o actos no sean influenciados por rumores. No tenemos favoritos. Quiera el Señor darnos sabiduría celestial, para que podamos actuar correcta e imparcialmente, y así estar de acuerdo con su Espíritu. No queremos que nuestras obras sean moldeadas por el yo. No queremos que interfieran los sentimientos personales. Si pensamos que no se nos considera especialmente, o si vemos, o nos imaginamos que vemos, una clara negligencia, queremos el espíritu de nuestro perdonador Maestro. La gente que profesaba seguirlo no lo recibieron, porque él se dirigía a Jerusalén, y no dio señal de querer permanecer con ellos. No abrieron sus puertas al Huésped celestial, y no lo instaron a que se quedase con ellos, aunque lo vieron fatigado por el viaje, y ya llegaba la noche. No dieron señal de que realmente deseaban a Jesús. Los discípulos sabían que él quería permanecer allí esa noche, y sintieron tan profundamente el desaire hecho a su Señor que se enojaron, y le rogaron a Jesús que demostrara un justo resentimiento e hiciera bajar fuego del cielo para consumir a los que así lo habían ofendido. Pero él los reprendió por su indignación y celo por su honor, y les dijo que él venía no para traer juicio, sino para mostrar misericordia.

Esta lección de nuestro Salvador es para usted y para mí. No debemos permitir que el resentimiento penetre en nuestro corazón. Cuando somos insultados, no debemos responder con insultos. ¡Oh celos y malas presunciones, cuánto mal habéis causado! ¡Cómo habéis transformado la amistad y el amor en amargura y odio! Debemos ser menos orgullosos, menos sensibles, tener menos amor propio, y estar muertos a los intereses personales. Nuestros intereses deben estar ocultos en Cristo y nosotros debemos ser capaces de decir: “Ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí”. Cristo nos ha dicho cómo hacer todo fácil y feliz mientras vivimos: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas”. Mateo 11:28-29. La gran dificultad es que hay tan poca mansedumbre y humildad que el yugo irrita y la carga es pesada. Cuando poseemos verdadera mansedumbre y humildad estamos tan escondidos en Cristo que no tomamos a pecho el descuido o los desaires; somos sordos a la crítica y ciegos al desprecio y al insulto. 

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Hermana I, al ver las características de su caso claramente, considero que se puede hacer una seria objeción a su viaje. Usted no lleva las cargas que debiera llevar. Requiere la simpatía de los demás, pero no da nada a cambio. Se permite ser una carga donde está, y con demasiada frecuencia la tienen que servir, cuando los que llevan sus propias cargas y las suyas no están en mejor condición de hacerlo que usted. No se basta a sí misma, y su influencia no es la que debiera ejercer la esposa de un ministro. Usted necesita más trabajo físico que el que realiza, y de acuerdo con lo que se me ha mostrado, pienso que cumpliría mejor su deber si se ocupara con alegría en la obra de educar a su hija y en fomentar el amor por los deberes domésticos. En su niñez usted no recibió la debida educación en este aspecto, y eso le ha hecho la vida más infeliz de lo que hubiera sido. No le gusta el trabajo físico; y cuando viaja, se conduce como una enferma, y no colabora ni hace lo que puede para aliviar las molestias que causa. No se da cuenta de que los que la sirven, no son más capaces que usted de realizar el trabajo extra que les da. Usted depende de los demás, y pone toda su carga sobre ellos. No tengo evidencia de que Dios la haya llamado para hacer una obra especial cuando viaja.

Usted tiene que aprender algo que no sabe. ¿Quién puede instruir al hijo mejor que la madre? ¿Quién puede llegar a conocer los defectos de su propio carácter y los de su hijo tan bien como la madre mientras realiza los deberes que el Cielo le ha asignado? El hecho de que a usted no le gusten estas tareas no es una evidencia de que no sea la obra que Dios le ha asignado. Usted no tiene suficiente fortaleza física ni mental como para ponerse como objetivo participar de los viajes. No colabora lo suficiente como para aliviar la carga que representa para su esposo y para los que la rodean.

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Los que no pueden manejar sabiamente a sus propios hijos no están capacitados para actuar con sabiduría en los asuntos de la iglesia, ni para tratar con las mentes débiles sujetas a las especiales tentaciones de Satanás. Si con alegría y amor pueden cumplir su papel de padres, entonces pueden comprender mejor cómo llevar las cargas en la iglesia. Estimada hermana, le aconsejo que sea una buena esposa y tenga un buen hogar para su esposo. Dependa de usted misma, y apóyese menos en él. Dispóngase a hacer exactamente la obra que el Señor requiere de usted. Usted siente la necesidad de hacer una gran obra, de cumplir una importante misión, y descuida los pequeños deberes que tiene a mano, que son tan necesarios como los mayores; los pasa por alto y aspira a una obra más grande. Que su ambición se despierte para ser útil, para ser una trabajadora en el mundo, y no una espectadora.

Mi querida hermana, le hablo claramente, pues no me atrevo a hacerlo de otro modo. Le ruego que acepte las cargas de la vida en vez de rehuirlas. Ayude a su esposo ayudándose a sí misma. La idea que ambos tienen de la dignidad que debe mantener el ministro, no está de acuerdo con el ejemplo de nuestro Señor. El ministro de Cristo debiera poseer sobriedad, mansedumbre, amor, tolerancia, paciencia, piedad y cortesía. Debiera ser cir- cunspecto elevado en pensamiento y conversación, y de un com- portamiento intachable. Esta es la dignidad del Evangelio. Pero si el ministro visita a una familia donde puede atenderse a sí mismo, debiera por cierto hacerlo; por su ejemplo debiera fomentar la diligencia haciendo trabajo físico, cuando está libre de otras tareas y obligaciones. No disminuirá su dignidad, y logrará una mejor salud y vivirá mejor, al llevar a cabo un trabajo útil. La circulación de la sangre será más pareja. El trabajo físico, al proveer un descanso del trabajo mental, retirará la sangre del cerebro. Es esencial que su esposo haga más trabajo físico para aliviar el cerebro. El ejercicio físico favorece la digestión. Si pudiera pasar parte del día haciendo ejercicio físico, cuando no está urgido por un continuo esfuerzo en una serie de reuniones, sería una ventaja para él, y no iría en detrimento de su dignidad ministerial. Su ejemplo estaría de acuerdo con el de nuestro divino Maestro. 

Os amamos, y queremos que vosotros tengáis éxito en vuestros esfuerzos en la lucha por la vida mejor.

Vapor “Keokuk”, Río Mississipi,

30 de septiembre de 1869.

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