Testimonios para la Iglesia, Vol. 2, p. 530-538, día 131

Dios no pide menos de su pueblo en estos últimos días, en sacrificios y ofrendas, que lo que requirió de la nación judía. Los que él ha bendecido con suficiencia, y aun la viuda y el huérfano, no debieran olvidarse de sus bendiciones. Especialmente los que Dios ha prosperado debieran ofrecerle las cosas que son de él. Debieran presentarse ante él con un espíritu de sacrificio y entregar sus ofrendas de acuerdo con las bendiciones que él les ha prodigado. Pero muchos a quienes Dios prospera manifiestan una vil ingratitud hacia él. Si sus bendiciones se derraman sobre ellos, y él aumenta sus riquezas, transforman esas dádivas en cuerdas que los atan al amor por sus posesiones; permiten que los negocios mundanos se posesionen de sus afectos y de su ser entero, y descuidan la devoción y los privilegios religiosos. No pueden permitirse dejar la atención de sus negocios y presentarse ante Dios ni siquiera una vez al año. Transforman las bendiciones de Dios en una maldición. Sirven a sus propios intereses temporales y descuidan los requisitos de Dios. 

Hay hombres ricos que permanecen en casa año tras año, absortos en sus preocupaciones e intereses mundanos, pensando que no pueden hacer el pequeño sacrificio de asistir a las reuniones anuales para adorar a Dios. El los ha bendecido con bienes materiales, y los ha rodeado de abundates beneficios; sin embargo retienen las pequeñas ofrendas que él requiere. Les gusta servirse a sí mismos. Sus almas serán como el árido desierto, sin el rocío ni la lluvia del cielo. El Señor les ha brindado la preciosa bendición de su gracia. Los ha librado de la esclavitud del pecado y de la servidumbre del error, y ha descubierto la gloriosa luz de la verdad presente ante su entenebrecida comprensión. ¿Y estas evidencias del amor y la misericordia de Dios no requieren gratitud? Los que profesan creer que el fin de todas las cosas está cerca, ¿no lograrán ver su propio interés espiritual? ¿Esperan que sus intereses eternos se cuiden por sí mismos? La fortaleza espiritual no vendrá sin un esfuerzo de su parte. 

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Muchos de los que profesan anhelar la venida de nuestro Señor son buscadores ansiosos que se preocupan por hallar ganancias mundanales. No pueden discernir su interés eterno. Se esfuerzan por lo que no satisface. Gastan su dinero en lo que no es pan. Se esfuerzan por contentarse con los tesoros que han acumulado en la tierra, que han de perecer. Y descuidan la preparación para la eternidad, que debiera ser la primera y única ocupación real en la vida. 

Que todos los que puedan asistan a estas reuniones anuales. Todos debieran sentir que Dios requiere esto de ellos. Si no se apropian de los privilegios que él ha provisto para que puedan fortalecerse en él y en el poder de su gracia, se volverán más y más débiles, y tendrán cada vez menos deseos de consagrar todo a Dios. Venid, hermanos y hermanas, a estas sagradas convocaciones para encontrar a Jesús. El vendrá a la fiesta. Estará presente y hará en favor de ustedes lo que más necesiten. No debieran considerar a sus granjas de mayor valor que los intereses mas altos del alma. Todos los tesoros que ustedes poseen, por muy valiosos que sean, no serían suficientemente preciosos como para comprarles paz y esperanza, que son virtudes inapreciables, aunque costaran todo lo que se tiene, aunado a los esfuerzos y sufrimientos de toda una vida. Una firme y clara conciencia de las cosas eternas, y un corazón deseoso de rendir todo a Cristo, son bendiciones de más valor que todas las riquezas y placeres y glorias de este mundo.

Estos congresos son importantes. Tienen su costo. Los siervos de Dios consumen su vida para ayudar al pueblo, mientras que muchos de ellos parece que no necesitaran ayuda. Por miedo de perder un poco de ganancia de este mundo, algunos dejan que estos preciosos privilegios pasen de largo como si fueran de poca importancia. Que todos los que profesan creer en la verdad respeten cada privilegio que Dios les ofrece para obtener una visión más clara de su verdad, sus requerimientos y la preparación necesaria para su vida. Lo que él requiere es una confianza en Dios tranquila, alegre y obediente. 

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No necesitan recargarse con una ansiedad inquietante y cuidados innecesarios. Trabajen para el día, haciendo con fidelidad la obra que la providencia de Dios les señala, y él se ocupará de ustedes. Jesús profuñdizará y ampliará sus bendiciones. Deben esforzarse si desean alcanzar al fin la salvación. Asistan a estas reuniones dispuestos a trabajar. Dejen de lado las preocupaciones del hogar, y acudan a encontrar a Jesús y lo hallarán. Vengan con sus ofrendas de acuerdo con las bendiciones de Dios. Muestren su gratitud a su Creador, el Dador de todos sus beneficios, por medio de una ofrenda voluntaria. Que ninguna persona que posee recursos asista con las manos vacías. “Traed todos los diezmos al alfolí y haya alimento en mi casa; y probadme ahora en esto, dice Jehová de los ejércitos, si no os abriré las ventanas de los cielos, y derramaré sobre vosotros bendición hasta que sobreabunde”. Malaquías 3:10.

El objeto de un congreso consiste en inducir a todos a separarse de los cuidados y cargas de sus negocios, y dedicar algunos días exclusivamente a buscar al Señor. Debemos dedicar el tiempo a examinarnos a nosotros mismos, escudriñar detenidamente nuestro corazón, confesar penitentemente nuestros pecados, y renovar nuestros votos al Altísimo. Si algunos acuden a estas reuniones con motivos menos dignos, esperamos que el carácter del congreso inculque en sus mentes los debidos objetivos. 

Algunos sufren al trabajar extra en preparación para ir al congreso. Son personas de ánimo liberal, y no quieren hacer nada con mezquindad. Algunos hacen grandes preparativos y están muy extenuados cuando llegan al congreso, y tan pronto como se liberan de la presión del trabajo, sus organismos exhaustos les hacen sentir que se han extralimitado. Quizá algunas de estas personas nunca antes asistieron a un congreso, y no están informadas de los preparativos necesarios. Pierden algunas de las preciosas reuniones a las que se habían propuesto asistir. Estas personas se equivocan al hacer tan grandes preparativos. A un congreso no se debiera llevar nada que no sean alimentos saludables, preparados de un modo sencillo, sin especias ni grasa.

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Estoy convencida de que nadie necesita enfermarse al prepararse para un congreso, si observan las leyes de la salud al preparar sus alimentos. Si no hacen tortas ni pasteles, sino preparan un sencillo pan integral, y se alimentan de fruta, enlatada o seca, no necesitan enfermarse al prepararse para las reuniones, ni tampoco durante las reuniones. Nadie debiera pasar todo el congreso sin algún alimento caliente. Siempre hay cocinas en el lugar, donde estos se pueden calentar. 

No es necesario que los hermanos y hermanas se enfermen en el congreso. Si se visten apropiadamente en el fresco de la mañana y de la noche, y son cuidadosos en cambiar su ropa de acuerdo con los cambios de temperatura, para preservar una correcta circulación, y si observan estrictamente una regularidad en el sueño y en la ingestión de alimentos sencillos, sin comer nada entre comidas, no necesitan enfermarse. Pueden estar bien durante las reuniones, con su mente clara y capaz de apreciar la verdad, y pueden regresar a su hogar renovados en cuerpo y espíritu. Los que han estado ocupados en duras faenas día tras día, ahora interrumpen su ejercicio; por lo tanto no debieran ingerir la cantidad habitual de alimentos. Si así lo hacen, recargarán el estómago. Deseamos que las facultades del cerebro estén en especial vigor en estas reuniones, en las condiciones más saludables para oír la verdad, apreciarla y retenerla, para que todos puedan practicarla después de regresar de las reuniones. Si el estómago se recarga con demasiados alimentos, aunque sean sencillos, la fuerza del cerebro se requiere para ayudar a los órganos digestivos. Entonces hay una sensación de embotamiento en el cerebro, y es casi imposible mantener los ojos abiertos. Las mismas verdades que debieran ser oídas, comprendidas y practicadas se pierden por completo por causa del malestar, o porque el cerebro está casi paralizado como consecuencia de la cantidad de alimentos ingeridos. 

Recomendaría a todos incluir en sus comidas algo caliente todas las mañanas, por lo menos. Pueden hacer esto sin demasiado trabajo. Pueden preparar gachas integrales. Si la harina integral es demasiado gruesa hay que tamizarla y mientras la gacha está caliente, se le puede agregar leche. Esto proveerá un plato muy gustoso y saludable para el campamento. Y si el pan está duro, desmígenlo en la gacha, y resultará agradable. No apruebo el ingerir muchos alimentos fríos, porque se gasta la vitalidad del organismo para entibiar los alimentos hasta que lleguen a tener la misma temperatura del estómago, antes que pueda empezar la digestión. Otro plato muy sencillo es el de frijoles hervidos u horneados. Diluyan una porción en el agua, agreguen leche o crema, y hagan un caldo; el pan puede ser usado del mismo modo que con la gacha. 

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Me complace ver el progreso que muchos han hecho en la reforma pro salud, no obstante me apena ver tantos atrasados. Si alguien se siente mal en nuestros campamentos, debiera averiguarse la causa, y se debiera tomar nota del caso. No estoy dispuesta a que la reputación de nuestros congresos se vea menoscabada porque se diga que allí la gente se enferma. Si se lleva adelante la conducta correcta en estas importantes reuniones, pueden ser una bendición para la salud del cuerpo como también para la salud del alma.

Un sueño solemne

En la noche del 30 de abril de 187 1, me retiré a descansar con el ánimo muy deprimido. Durante tres meses me había sentido muy desanimada. A menudo oré con angustia por alivio. Había implorado ayuda y fortaleza de Dios, para poder sobreponerme al profundo desaliento que paralizaba mi fe y mi esperanza, y me incapacitaba para ser útil. Esa noche tuve un sueño que dejó muy grata impresión en mi mente. Soñé que asistía a una importante reunión en la que había un gran número de personas. Muchos estaban postrados ante Dios en ferviente oración, y parecían apesadumbrados. Estaban pidiendo al Señor una luz especial. Algunos parecían estar en agonía de espíritu, sus sentimientos eran intensos; con lágrimas imploraban ayuda y luz. Nuestros hermanos más prominentes se hallaban en esta impresionante escena. El hermano A estaba postrado, aparentemente en profunda angustia. Su esposa estaba sentada con un grupo de indiferentes burladores. Parecía como si deseara que todos comprendieran que ella menospreciaba a los que se humillaban de ese modo. 

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Soñé que el Espíritu del Señor vino sobre mí y me levanté entre los lamentos y las oraciones, y dije: El Espíritu del Señor está sobre mí. Siento que me urge a decirles que deben comenzar a trabajar individualmente por ustedes mismos. Se vuelven al Señor deseando que él haga en su favor la obra que ha dejado para que la hagan ustedes. Si hacen la obra que saben que deben hacer, entonces Dios les ayudará cuando lo necesiten. Han dejado sin hacer las mismas cosas que Dios les ha dejado para hacer. Le han estado pidiendo a Dios que hiciera vuestra obra. Si hubieran seguido la luz que él les ha dado, entonces les daría más luz; pero mientras desatienden los consejos, advertencias y reprensiones que han recibido, ¿cómo pueden esperar que Dios les dé más luz y más bendiciones para que las desatiendan y desprecien? Dios no es como el hombre, no se lo puede menospreciar. 

Tomé la preciosa Biblia y la rodeé con varios Testimonios para la Iglesia, dados al pueblo de Dios. Dije: aquí se tratan casi todos los casos. Se señalan los pecados que deben evitar. El consejo que desean se puede encontrar aquí, dado para otros casos similares al de ellos. Dios se ha complacido en darles renglón tras renglón y precepto tras precepto. Pero no hay muchos de ustedes que realmente sepan lo que contienen los Testimonios. No están familiarizados con las Escrituras. Si hubieran estudiado la Palabra de Dios, con un deseo de alcanzar la norma bíblica y lograr la perfección cristiana, no habrían necesitado los Testimonios. Es porque han descuidado el conocimiento del Libro inspirado por Dios, por lo que él ha intentado alcanzarlos por medio de testimonios sencillos y directos, llamando su atención a las palabras inspiradas que no han obedecido, y urgiéndolos a armonizar su vida a sus puras y elevadas enseñanzas. 

El Señor tiene el propósito de advertirnos, reprendernos, aconsejarnos por medio de los Testimonios que ha dado, y de impresionar nuestra mente con la importancia de la verdad de su Palabra.* El deber del hombre hacia Dios y hacia sus semejantes ha sido claramente especificado en la Palabra de Dios; sin embargo sólo pocos obedecen la luz dada. No se ha provisto una verdad adicional; y Dios, por medio de los Testimonios, ha simplificado las grandes verdades ya presentadas, y de un modo que él mismo ha elegido las ha expuesto ante el pueblo para despertar e impresionar su mente con ellas, de modo que nadie tenga excusa. 

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El orgullo, el amor propio, el egoísmo, el odio y los celos han oscurecido las facultades de percepción, y la verdad, que os haría sabios para la salvación, ha perdido su poder de atraer y controlar la mente. Los más esenciales principios de la piedad no se comprenden, porque no se siente hambre y sed por el conocimiento bíblico, por la pureza de corazón y por la santidad de vida. Los Testimonios no son para disminuir la Palabra de Dios, sino para exaltarla, y atraer las mentes a ella, para que la hermosa sencillez de la verdad pueda impresionar a todos. 

Seguí diciendo: Como la Palabra de Dios está amurallada en estos libros y folletos, así Dios os ha amurallado con sus reprensiones, consejos, advertencias y palabras de aliento. Estáis aquí, con el alma angustiada, clamando ante Dios por más luz. Dios me autorizó a deciros que no brillará en vuestra senda ningún otro rayo de luz por medio de los Testimonios hasta que llevéis a la práctica la luz que ya ha sido dada. El Señor os ha cercado con su luz, pero no habéis apreciado la luz, la habéis pisoteado. Mientras que algunos han despreciado la luz, otros la han descuidado, o la han seguido con indiferencia. Unos pocos se han propuesto obedecer la luz que Dios se ha complacido en darles. 

Algunos que han recibido advertencias especiales a través de un Testimonio, en unas pocas semanas olvidaron la reprensión dada. A algunos les fue repetido el Testimonio varias veces, pero no los consideraron de suficiente importancia para prestarles cuidadosa atención. Para ellos fueron como un cuento vano. Si hubieran prestado atención a la luz dada, hubiesen evitado pérdidas y pruebas que consideran duras y severas. Son ellos los únicos que deben recriminarse. Han colocado sobre su propio cuello un yugo penoso de soportar. No es el yugo que Cristo les ha colocado. Dios ejerció su cuidado y amor en su favor; pero su alma egoísta, mala e incrédula no podía discernir su bondad y misericordia. Siguen apresurados en su propia sabiduría, abrumados con pruebas, y desconcertados y perplejos, son engañados por Satanás. Cuando reunáis los rayos de luz que Dios os ha dado en el pasado, entonces él os dará mayor luz. 

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Les señalé el caso del antiguo Israel. Dios les dio su ley, pero ellos no la obedecieron. Luego les dio ceremonias y ordenanzas, para que al practicarlas pudieran acordarse de Dios. Eran tan inclinados a olvidarse de él y de sus requerimientos que fue necesario mantener sus mentes agitadas para que se dieran cuenta de su obligación de obedecer y honrar a su Creador. Si hubiesen sido obedientes y dispuestos a guardar los mandamientos de Dios, no habría sido necesaria esa multitud de ceremonias y ordenanzas. 

Si el pueblo que ahora profesa ser el peculiar tesoro de Dios obedeciera sus mandamientos, según ha sido especificado en su Palabra, no se darían Testimonios especiales para despertarlos a su deber y convencerlos de su pecaminosidad y del tremendo peligro que corren al no obedecer la Palabra de Dios. Las conciencias se han embrutecido porque han apartado, descuidado y despreciado la luz. Y Dios quitará estos Testimonios del pueblo, los privará de fortaleza y los humillará. 

Soñé que mientras hablaba, el poder de Dios caía sobre mí de un modo extraordinario, y quedé sin fuerzas; sin embargo, no recibí ninguna visión. Vi que mi esposo se levantaba ante el pueblo y exclamaba: “Este es el maravilloso poder de Dios. El ha convertido los Testimonios en un poderoso medio de llegar a las almas, y todavía obrará más poderosamente por medio de ellos de lo que ha obrado hasta ahora. ¿Quién está a favor de Dios?” 

Soné que un considerable número se levantaba instantáneamente y respondía al llamado. Otros permanecieron oscos, algunos manifestaron desprecio y burla, y unos pocos parecían completamente insensibles. Alguien se paró a mi lado y dijo: “Dios te ha levantado y te ha dado palabras para dirigir al pueblo, para alcanzar los corazones, como no ha dado a nadie más. El ha dado forma a tus Testimonios de acuerdo con los casos que necesitan ayuda. No deben conmoverte el desdén, la burla, el reproche y la censura. Para ser instrumento especial de Dios, no debieras apoyarte en nadie, sino depender sólo de él, y como la vid colgante, que tus ramas se entretejan alrededor de él. El te hará un medio por el cual comunicar su luz al pueblo. Debes recibir diariamente fuerza de Dios para ser fortalecida, que lo que te rodea no pueda opacar o eclipsar la luz que él ha permitido que brille sobre su pueblo a través de ti. Es el objetivo especial de Satanás evitar que esta luz llegue al pueblo de Dios, que la necesita tanto en medio de los peligros de estos últimos días. 

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“Tu éxito estriba en tu sencillez. Tan pronto como te apartes de ella, y adaptes tu testimonio al deseo de alguien, tu poder desaparecerá. Casi todo en este tiempo es apariencia e ilusión. El mundo abunda en testimonios dados para complacer y atraer en el momento, y para exaltar el ego. Tu testimonio es de diferente carácter. Ha de tratar las minucias de la vida, evitando que muera la débil fe, e inculcando en los creyentes la necesidad de brillar como luces en el mundo. 

“Dios te ha dado tu testimonio para presentar al descarriado y al pecador su verdadera condición y la inmensa pérdida que está experimentando al continuar una vida de pecado. Dios ha impreso esto revelando ante ti su visión, como no lo ha hecho con ningún otro viviente, y de acuerdo con la luz que te ha dado, él te hará responsable. ‘No con ejército, ni con fuerza, sino con mi espíritu, ha dicho Jehová de los ejércitos’. Zacarías 4:6. Eleva tu voz como una trompeta, y señala a mi pueblo sus transgresiones y a la casa de Israel sus pecados”. 

Este sueño tuvo una poderosa influencia sobre mí. Cuando desperté, mi depresión se había ido, estaba de buen ánimo, y tuve gran paz. Las dolencias que me habían incapacitado para trabajar desaparecieron, y experimenté una fortaleza y un vigor que durante meses me habían faltado. Me pareció que ángeles de Dios habían sido enviados a traerme alivio. Una inefable gratitud llenó mi corazón por este gran cambio del abatimiento a la luz y la felicidad. Supe que esa ayuda había venido de Dios. Esta manifestación me pareció como un milagro de la misericordia de Dios, y no seré desagradecida ante su amante bondad. 

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