Testimonios para la Iglesia, Vol. 3, p. 123-134, día 152

Mi hermano, usted por naturaleza tiene un carácter independiente y altanero. Estima su capacidad para actuar más favorablemente de lo que corresponde. Ora para que el Señor lo humille y lo capacite para su trabajo, y cuando él contesta su oración y lo somete bajo el proceso de disciplina necesario para el logro del objetivo, usted frecuentemente se deja llevar por las dudas y el desaliento, y piensa que tiene razón para desanimarse. Cuando el hermano W le hacía advertencias y lo refrenaba para que no se ocupara de las dificultades de la iglesia, usted frecuentemente sentía que él lo estaba reprimiendo. 

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Me fueron mostradas sus labores en Iowa. Se fracasó en forma definida para reunir [a las almas] con Cristo. Usted distrajo, confundió y esparció a las pobres ovejas. Tuvo celo, pero no según ciencia. Sus labores no fueron con amor, sino con firmeza y severidad. Usted fue exigente y dominante. No fortaleció a la [oveja] enferma ni vendó a la lisiada. Su aspereza poco juiciosa empujó a algunos fuera del redil que nunca podrán ser alcanzados y traídos de vuelta. Las palabras dichas apropiadamente son como manzanas de oro con figuras de plata. Las palabras inconvenientes son lo inverso. Su influencia será como granizo desolador.

Usted se ha sentido inquieto, bajo restricción, cuando el hermano W le ha hecho advertencias, lo ha aconsejado y reprobado. Usted ha pensado que si pudiera actuar libremente y por su cuenta, podría hacer una obra grande y buena. Pero la influencia de su esposa ha perjudicado grandemente su utilidad. Usted no ha gobernado bien su propia casa; ha fallado en ordenar a los suyos que sigan su ejemplo. Ha pensado que sabía cómo administrar los asuntos de su casa. ¡Pero cuán engañado ha estado! Ha seguido demasiado a menudo los impulsos de su propio espíritu, lo que ha causado perplejidades y desalientos, y esto ha nublado su discernimiento y lo ha debilitado espiritualmente de modo que sus trabajos han mostrado muchas imperfecciones.

Las labores de los hermanos R y S fueron prematuras. Estos hermanos tenían ante ellos su experiencia pasada con sus errores, lo que debiera haber sido suficiente para impedirles que se ocuparan en una tarea que no estaban capacitados para cumplir. Había bastante que se necesitaba hacer. Era un lugar difícil en el cual levantar una iglesia. Los rodeaban influencias adversas. Cada paso tendría que haberse dado con la debida cautela y consideración acompañada de oración.

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Estos dos hermanos habían sido advertidos y censurados repetidamente por avanzar en forma imprudente, y no debieran haber asumido las responsabilidades que tomaron. ¡Oh, cuánto mejor habría sido para la causa de Dios en _____, si ellos hubieran trabajado en campos nuevos! La sede de Satanás se encuentra en _____, como también en otras ciudades impías, y él es un enemigo artero contra el cual contender. Había elementos desordenados entre los observadores del sábado en _____ que eran un obstáculo para la causa. Pero hay un tiempo apropiado para hablar y actuar, una oportunidad áurea que rendirá los mejores resultados del trabajo realizado.

Si se hubiera dejado que las cosas se desarrollaran más plenamente antes de tocarlas, los elementos desordenados, no consagrados, se habrían separado y no habría existido un partido opositor. De ser posible, esto siempre se debería evitar. La iglesia haría mejor si sufriera mortificación y ejercitara más paciencia, que si se apresurase a imponer las ideas, y provocar un espíritu combativo. Aquellos que realmente amaban la verdad por causa de la verdad deberían haber proseguido su curso de acción teniendo en mente la gloria de Dios y permitido que la luz de la verdad brillara ante todos.

Podrían haber anticipado que los elementos de confusión e insatisfacción entre ellos crearían problemas. Satanás no permanecería quieto al ver el surgimiento de una compañía [de creyentes] en _____ para vindicar la verdad y despejar la sofistería y el error. Se encendería su ira y lanzaría una guerra contra aquellos que guardan los mandamientos de Dios y tienen el testimonio de Jesús. Pero esto no debería haber impacientado o desanimado a los creyentes fieles. Estas cosas tendrían que haber influido para que el verdadero creyente fuera más precavido, vigilante y devoto; más tierno, compasivo y amante hacia aquellos que estaban cometiendo un error tan grande respecto a asuntos eternos. Como Cristo ha soportado, y continúa soportando nuestros errores, nuestra ingratitud y nuestro amor inadecuado, del mismo modo nosotros deberíamos soportar a los que prueban nuestra paciencia. ¿Los seguidores del Jesús desinteresado y abnegado serán diferentes de su Señor? Los cristianos debieran tener corazones bondadosos y pacientes. 

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El sembrador del evangelio

La parábola del sembrador del evangelio, que Cristo presentó ante sus oyentes, contiene una lección que debiéramos estudiar. Aquellos que predican la verdad presente y esparcen la buena simiente obtendrán los mismos resultados que el sembrador del evangelio. Todas las clases de personas se verán afectadas en mayor o menor medida por la presentación de la verdad directa y convincente. Algunos serán oyentes junto al camino. Serán afectados por las verdades habladas; pero no han cultivado las facultades corrientes: han seguido la inclinación antes que el deber, y los hábitos malos han endurecido sus corazones hasta que se han vuelto como el camino duro y trillado. Pueden profesar que creen la verdad; pero no tendrán un sentido preciso de su carácter sagrado y elevado. No se separan de la amistad con los amantes de los placeres y de la sociedad corrupta, sino que se colocan donde son tentados constantemente, y pueden ser perfectamente representados por el campo que no tiene cerca. Invitan a las tentaciones del enemigo y finalmente pierden el interés que parecían tener por la verdad cuando la buena simiente cayó en sus corazones.

Otros son oyentes en pedregales. Reciben fácilmente cualquier cosa nueva y excitante. Reciben con gozo la palabra de verdad. Hablan fervientemente, con ardor y celo en cuanto a su fe y esperanza, e incluso pueden reprochar a creyentes de larga experiencia por alguna aparente deficiencia o por su falta de entusiasmo. Pero cuando son probados por el calor de la prueba y la tentación, cuando se les aplica la tijera de podar de Dios para que puedan rendir fruto que alcance la perfección, su celo muere y sus voces se silencian. Ya no se jactan de la fuerza y el poder de la verdad. 

Esta clase está dominada por los sentimientos. No tienen profundidad ni estabilidad de carácter. Los principios no son profundos, no están implícitos en los motivos de la acción. Por palabra han exaltado la verdad, pero no son hacedores de ella. La semilla de verdad no ha echado raíces debajo de la superficie. El corazón no ha sido renovado por la influencia transformadora del Espíritu de Dios. Y cuando la verdad requiere hombres y mujeres trabajadores, cuando deben hacerse sacrificios por causa de la verdad, ellos están en otra parte; y cuando vienen las pruebas y persecuciones, desertan porque no tienen profundidad de tierra. La verdad, clara, directa y rigurosa, es colocada sobre el corazón y revela la deformidad del carácter. Algunos no soportarán esta prueba, pero frecuentemente cierran los ojos ante sus propias imperfecciones; aunque su conciencia les diga que las palabras habladas por los mensajeros de Dios, que se relacionan tan estrechamente con sus caracteres cristianos, son verdad; sin embargo, no escucharán la voz. Se ofenden a causa de la Palabra y renuncian a la verdad antes que someterse para ser santificados mediante ella. Se lisonjean de que pueden llegar al cielo en una forma más fácil.

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Todavía hay otra clase que está representada en la parábola. Hay hombres y mujeres que escuchan la Palabra y que se convencen de la verdad y la aceptan sin ver la pecaminosidad de sus corazones. El amor al mundo ocupa un gran lugar en sus afectos. En asuntos comerciales a ellos les encanta conseguir lo mejor del convenio. Mienten, y por engaño y fraudes ganan recursos que siempre les resultarán como una espina; porque esto tendrá más peso que sus buenos propósitos e intenciones. La buena semilla sembrada en sus corazones es ahogada. Frecuentemente están tan embargados de preocupaciones y ansiedad, temiendo que no obtendrán ganancias, o que perderán lo que han ganado, que colocan en primer lugar sus asuntos temporales. No nutren la buena simiente. No asisten a reuniones donde sus corazones pueden ser fortalecidos mediante privilegios religiosos. Temen que enfrentarán alguna pérdida en las cosas temporales. El engaño de las riquezas los conduce a jactarse de que es su deber afanarse y ganar todo lo que puedan, para poder ayudar a la causa de Dios; y sin embargo cuanto más aumentan sus riquezas terrenales, menos inclinados están sus corazones a desprenderse de su tesoro, hasta que se apartan totalmente de la verdad que amaron. La buena semilla es ahogada porque fue tapada con innecesaria ansiedad y preocupaciones mundanales, con el amor a los placeres del mundo y los honores que dan las riquezas.

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El trigo y la cizaña

En otra parábola que Jesús presentó a sus discípulos, comparó el reino de los cielos a un campo en el cual un hombre sembró buena simiente, pero, mientras dormía, el enemigo sembró cizaña. Se le preguntó entonces al padre de la familia: “¿No sembraste buena semilla en tu campo? ¿De dónde, pues, tiene cizaña? Él les dijo: Un enemigo ha hecho esto. Y los siervos le dijeron: ¿Quieres, pues, que vayamos y la arranquemos? Él les dijo: No, no sea que al arrancar la cizaña, arranquéis también con ella el trigo. Dejad crecer juntamente lo uno y lo otro hasta la siega; y al tiempo de la siega yo diré a los segadores: Recoged primero la cizaña, y atadla en manojos para quemarla; pero recoged el trigo en mi granero”. Mateo 13:27-30. Si se hubiera ejercido fidelidad y vigilancia, si nadie hubiese dormido y manifestado negligencia, el enemigo no habría tenido una oportunidad tan favorable para sembrar la cizaña entre el trigo. Satanás no duerme nunca. Siempre vela y aprovecha toda oportunidad de mandar sus agentes a diseminar el error, pues halla suelo propicio en muchos corazones no santificados. 

Los que creen sinceramente en la verdad se entristecen y ven sus pruebas y pesares muy acrecentados por causa de los elementos que están entre ellos y los molestan, desalientan y descorazonan en sus esfuerzos. Pero el Señor quiere enseñarles a sus siervos una lección de gran cuidado en todos sus movimientos. “Dejad crecer juntamente lo uno y lo otro”. No arranquéis por la fuerza la cizaña, no sea que al desarraigarla, se desarraiguen también las preciosas plantas. Tanto los ministros como los miembros de la iglesia deben ser cautelosos, no sea que manifiesten un celo que no esté de acuerdo con el conocimiento. Hay peligro de hacer demasiado para curar en la iglesia dificultades que, si se las dejara en paz, con frecuencia se solucionarían solas. Es una conducta equivocada intervenir prematuramente en cualquier iglesia. Debemos ejercer el mayor cuidado, paciencia y dominio propio para soportar estas cosas, y no dedicarnos a ponerlas en orden, trabajando con nuestro propio espíritu.

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La obra hecha fue prematura, y ocasionó una separación inoportuna en esa pequeña iglesia. Si los siervos de Dios pudieran haber sentido la fuerza de la lección que dio nuestro Salvador en la parábola del trigo y la cizaña, no habrían iniciado la obra que emprendieron. Antes que se den pasos que hayan de brindar aun a los más indignos la menor ocasión de quejarse por verse separados de la iglesia, el asunto debe ser hecho siempre objeto de la más cuidadosa consideración y ferviente oración. Se tomaron medidas que crearon un partido opositor. Algunos eran oidores del lado del camino, otros correspondían al terreno pedregoso, y otros aun pertenecían a esa clase que recibió la verdad mientras había en el corazón una cantidad de espinas que ahogaron la buena semilla; éstos no habrían perfeccionado nunca un carácter cristiano. Pero había unos pocos que podrían haber sido nutridos y fortalecidos, y haberse establecido en la verdad; pero la posición asumida por los hermanos R y S provocó una crisis prematura; y luego se manifestó falta de sabiduría y juicio en el trato con la facción. 

Aun cuando las personas merezcan ser separadas de la iglesia tanto como Satanás mereció ser echado del cielo, habrá quienes simpaticen con ellas. Hay siempre una clase de personas que siente más la influencia de los humanos que la del Espíritu de Dios y de los sanos principios; y dada su falta de consagración, están siempre dispuestas a ponerse de parte del mal y a conceder su compasión y compañía a los que menos las merecen. Estos simpatizantes ejercen una influencia poderosa sobre los demás; ven las cosas en una luz pervertida, hacen mucho daño y muchas almas quedan arruinadas. Satanás, al rebelarse, arrastró consigo a una tercera parte de los ángeles. Éstos se apartaron del Padre y del Hijo, y se unieron con el instigador de la rebelión. Teniendo presente estos hechos, debemos obrar con la mayor cautela. ¿Qué podemos esperar sino pruebas y perplejidad en nuestra relación con hombres y mujeres singulares? Debemos soportar esto y evitar la necesidad de arrancar la cizaña, no sea que el trigo sea desarraigado también. 

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“En el mundo tendréis aflicción” (Juan 16:33), dice Cristo, pero en mí tendréis paz. Las pruebas a las cuales son sometidos los cristianos en la tristeza, la adversidad y el oprobio, son los medios designados por Dios para separar el tamo del trigo. Nuestro orgullo, egoísmo, malas pasiones y amor de los placeres mundanales, deben ser todos vencidos; por lo tanto Dios nos manda aflicciones para probarnos, y mostrarnos que existen estos males en nuestro carácter. Debemos vencer por su fuerza y por su gracia, a fin de participar de la naturaleza divina, habiendo escapado de la corrupción que está en el mundo por la concupiscencia. “Porque esta leve y momentánea tribulación -dice Pablo-, produce una eterna gloria, que supera toda comparación. Así, fijamos nuestros ojos, no en lo que se ve, sino en lo que no se ve. Porque lo que se ve es temporal, pero lo que no se ve es eterno” 2 Corintios 4:17, 18 (NRV). Las aflicciones, las cruces, las tentaciones, la adversidad y nuestras variadas pruebas, son los medios que emplea Dios para refinarnos, santificarnos y hacernos dignos de su alfolí celestial. 

El daño hecho a la causa de Dios por las acciones prematuras no puede nunca repararse plenamente. La causa de Dios no ha progresado como habría podido hacerlo, y no es apreciada por la gente como antes que se hiciera esa obra. Con frecuencia, hay entre nosotros personas cuya influencia parece ser simplemente un cero a la izquierda; su vida parece inútil; pero si se les permite que se vuelvan rebeldes y combativas, se truecan en celosos obreros de Satanás. Esta obra está más de acuerdo con los sentimientos del corazón natural. Es muy necesario el examen propio y la oración secreta. Dios ha prometido sabiduría a quienes se la pidan. A menudo emprenden la labor misionera quienes no están preparados para ella. Cultivan un celo exterior mientras descuidan la oración secreta. Cuando tal es el caso, se causa mucho daño, pues estos obreros procuran regir las conciencias de otros por sus propias normas. Necesitan mucho dominio propio. Las palabras apresuradas despiertan contienda. El hermano S corre el peligro de ceder a un espíritu de crítica mordaz. Esto no cuadra en los ministros de justicia.

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Hermano S, usted tiene mucho que aprender. Se ha sentido inclinado a echar la culpa de sus fracasos y desalientos sobre el hermano W; pero una detenida investigación de sus motivos y conducta revelaría que estos desalientos tienen otras causas que se hallan en usted mismo. Al seguir las inclinaciones de su corazón natural se reduce a la servidumbre. El espíritu severo y torturador que alberga a veces, cercena su influencia. Hermano mío, usted tiene que hacer para sí mismo una obra que ninguna persona puede hacer por usted. Cada uno deberá dar cuenta de sí mismo a Dios. Él nos ha dado su ley como espejo en el cual podemos descubrir los defectos de nuestro carácter. No hemos de mirar este espejo con el propósito de ver reflejados los defectos de nuestro vecino ni de observar si él llega a la altura de la norma, sino para ver nuestras imperfecciones a fin de eliminarlas. El conocimiento no es todo lo que necesitamos; debemos seguir la luz. No se nos deja elegir por nuestra cuenta, para obedecer lo que nos agrada y desobedecer cuando nos conviene más. La obediencia es mejor que el sacrificio. 

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A padres ricos

En el congreso campestre celebrado en Vermont, en 1870, me sentí urgida por el Espíritu de Dios a dar un testimonio franco sobre el deber de padres ancianos y adinerados en cuanto a la disposición de sus bienes. Se me había mostrado que algunos hombres que generalmente son sagaces, prudentes y perspicaces respecto a la transacción de negocios, que se distinguen por su prontitud y minuciosidad, manifiestan una falta de previsión y presteza respecto a un plan adecuado de distribución de sus bienes mientras están vivos. No saben cuán pronto puede concluir su tiempo de prueba; sin embargo pasan de un año a otro con sus negocios sin arreglar y con frecuencia sus vidas finalmente se cierran sin tener el uso de sus facultades mentales [para arreglar sus asuntos]. O pueden morir repentinamente, sin un momento de advertencia, y sus bienes se distribuyen de una manera que ellos no habrían aprobado. Son culpables de negligencia; son mayordomos infieles. 

Los cristianos que creen la verdad presente debieran manifestar sabiduría y previsión. No debieran descuidar el arreglo para la distribución de sus medios, esperando una oportunidad favorable para arreglar sus negocios durante una larga enfermedad. Tendrían que tener sus negocios ordenados en una forma tal que, si en cualquier momento fueran llamados a abandonarlos y no tuvieran oportunidad de opinar en cuanto a su arreglo, pudieran definirse como ellos lo habrían hecho si hubieran estado vivos. Muchas familias han sido despojadas deshonestamente de todos sus bienes y se han visto sometidas a la pobreza porque se descuidó el trabajo que podría haberse hecho bien en una hora. Aquellos que hacen su testamento no deberían escatimar esfuerzos o gastos para obtener consejo legal y hacer que sea redactado en un modo que resista la prueba. 

Vi que los que profesan creer la verdad debieran mostrar su fe por sus obras. Con las riquezas injustas, deberían hacerse de amigos para que finalmente puedan ser recibidos en las mansiones eternas. Dios ha hecho a los hombres mayordomos de recursos materiales. Ha puesto en sus manos el dinero con el cual llevar adelante la gran obra para la salvación de las almas por las cuales Cristo dejó su hogar, sus riquezas, su gloria, y se hizo pobre para poder, mediante su propia humillación y sacrificio, llevar a Dios muchos hijos e hijas de Adán. En su providencia el Señor ha ordenado que la obra en su viña sea sostenida por los medios confiados a las manos de sus mayordomos. Un descuido de parte de ellos en responder a los llamamientos de la causa de Dios para llevar adelante su obra muestra que son siervos infieles e indolentes.

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Se me habían mostrado algunas cosas referentes a la causa en Vermont, pero más especialmente en Bordoville y sus alrededores. Lo que sigue es del Testimonio para la iglesia, no 20:

“Hay una obra que debe cumplirse en favor de muchos que viven en Bordoville. Vi que el enemigo estaba trabajando activamente para conseguir sus objetivos. Hombres a quienes Dios ha confiado recursos materiales han traspasado a sus hijos la responsabilidad que el Cielo les ha asignado de ser mayordomos para Dios. En vez de rendirle a Dios las cosas que son suyas, sostienen que todo lo que tienen les pertenece, como si hubieran obtenido sus posesiones mediante su propio poder, capacidad y sabiduría. 

“Algunos colocan sus recursos más allá de su control poniéndolos en las manos de sus hijos. Su intención secreta es colocarse en una posición donde no se sentirán responsables de dar de sus bienes para esparcir la verdad. Los tales aman de palabra, pero no de hecho y en verdad. No comprenden que lo que están manejando es el dinero del Señor, no el suyo.

“Los padres deberían tener gran temor de confiar a los hijos los recursos que Dios ha colocado en sus manos, a menos que tengan la más segura evidencia de que sus hijos tienen mayor interés, amor y devoción por la causa de Dios que la que poseen ellos mismos, y que estos hijos serán más fervientes y celosos en promover la obra de Dios, y más generosos para llevar adelante las diversas empresas vinculadas con ella que requieren recursos materiales. Pero muchos ponen sus recursos en las manos de sus hijos, depositando así en ellos la responsabilidad de su propia mayordomía, porque Satanás los impulsa a hacerlo. Con ello, colocan esos medios en forma efectiva en las filas del enemigo. Satanás trabaja en el asunto para favorecer sus propósitos e impide que lleguen a la causa de Dios los medios que ésta necesita para ser abundantemente sustentada.

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“Muchos que han hecho una elevada profesión de fe son deficientes en buenas obras. Si mostraran su fe por sus obras ejercerían una influencia poderosa del lado de la verdad. Pero no aumentan los talentos de bienes materiales que Dios les ha prestado. Aquellos que piensan calmar su conciencia dejando sus propiedades en testamento a sus hijos, o impidiendo que llegue a la causa de Dios y permitiendo que pase a las manos de hijos incrédulos e irresponsables, para que las malgasten o las acumulen y les rindan culto, tendrán que rendir cuenta ante Dios; son mayordomos infieles del dinero de su Señor. Permiten que Satanás les saque ventaja a través de estos hijos, cuyas mentes están bajo su control. Los propósitos de Satanás se cumplen de muchas maneras, mientras que los mayordomos de Dios parecen estar embotados y paralizados; no comprenden su gran responsabilidad y que el día de la rendición de cuentas debe venir en breve”. 

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