Testimonios para la Iglesia, Vol. 3, p. 438-448, día 181

El plan de la benevolencia sistemática no oprime penosamente a ningún hombre. “En cuanto a la ofrenda para los santos, haced vosotros también de la manera que ordené en las iglesias de Galacia. Cada primer día de la semana cada uno de vosotros ponga aparte algo, según haya prosperado, guardándolo, para que cuando yo llegue no se recojan entonces ofrendas”. 1 Corintios 16:1, 2. Los pobres no quedan excluidos del privilegio de dar. Ellos, tanto como los pudientes, pueden tener una parte en esta obra. La lección que Cristo dio con respecto a las dos blancas de la viuda, nos demuestra que la ofrenda voluntaria más ínfima de los pobres, si se da con un corazón lleno de amor, es tan aceptable como los mayores donativos de los ricos. 

En las balanzas del santuario, los donativos de los pobres, presentados por amor a Cristo, no se estiman según la cantidad dada, sino según el amor que motiva el sacrificio. Las promesas de Jesús llegarán a ser tan ciertamente una realidad para el pobre generoso, que tiene poco que ofrecer, pero lo dan con liberalidad, como para el pudiente que da de su abundancia. El pobre hace un sacrificio de lo poco que posee y lo siente en realidad. Se niega algunas de las cosas que necesita para su comodidad, mientras que el rico da de su abundancia y no siente ninguna necesidad, no se niega nada de lo que realmente le hace falta. Por lo tanto, tiene la ofrenda del pobre un carácter sagrado que no se encuentra en la ofrenda del rico, porque éste da de su abundancia. La providencia de Dios organizó todo el plan de la benevolencia sistemática para beneficio del hombre. Su providencia nunca se paraliza. Si los siervos de Dios entran por las puertas que él les abre, todos trabajarán activamente.

Los que retienen lo que pertenece a la tesorería de Dios, y acumulan sus recursos para sus hijos, ponen en peligro el interés espiritual de estos últimos. Ponen su propiedad, que es una piedra de tropiezo para ellos, en el camino de sus hijos, para que también tropiecen con ella para perdición. Muchos cometen una gran equivocación respecto de las cosas de esta vida. Economizan, privándose ellos mismos y a otros, del bien que podrían recibir por el uso correcto de los medios que Dios les ha prestado, y se tornan egoístas y avarientos. Descuidan sus intereses espirituales, y su desarrollo religioso se atrofia; todo por el afán de acumular riquezas que no pueden usar. Dejan su propiedad a sus hijos, y en nueve casos de cada diez es para sus herederos una maldición aun mayor de lo que ha sido para ellos. Los hijos, confiados en las propiedades de sus padres, con frecuencia no alcanzan a tener éxito en esta vida, y generalmente fracasan completamente en lo que respecta a obtener la vida venidera. El mejor legado que los padres pueden dejar a sus hijos es un conocimiento del trabajo útil y el ejemplo de una vida caracterizada por la benevolencia desinteresada. Por una vida tal demuestran el verdadero valor del dinero, que debe ser apreciado únicamente por el bien que realizará al aliviar las necesidades propias y ajenas y al adelantar la causa de Dios.

-439-

Algunos están dispuestos a dar de acuerdo con lo que tienen, y piensan que Dios no tiene más derecho sobre ellos porque no tienen grandes recursos. No tienen entradas de las cuales puedan ahorrar después de gastar en lo necesario para su familia. Pero muchos de ellos pueden preguntarse: ¿Estoy dando de acuerdo a lo que podría haber tenido? Dios quiso que pusieran a contribución las facultades de su cuerpo y mente. Algunos no han perfeccionado al máximo la habilidad que Dios les ha dado. El trabajo ha sido asignado al hombre. Se lo relacionó con la maldición, porque así lo hizo necesario el pecado. El bienestar físico, mental y moral del hombre hace necesaria una vida de trabajo útil. “En el trabajo no seáis perezosos” (Romanos 12:11 (NRV)), es la recomendación del inspirado apóstol Pablo.

Nadie, sea rico o pobre, puede glorificar a Dios por una vida de indolencia. Todo el capital que tienen muchos pobres está constituido por su tiempo y su fuerza física, y con frecuencia los malgastan por amor a la comodidad y a la indolencia negligente, de manera que no tienen nada que llevarle a su Señor en diezmos y ofrendas. Si los cristianos carecen de sabiduría para hacer que su trabajo rinda la mayor utilidad y para hacer una aplicación juiciosa de sus facultades físicas y mentales, deben tener mansedumbre y humildad para recibir el consejo de sus hermanos, a fin de que el mejor juicio de ellos supla sus deficiencias. Muchos pobres que están ahora conformes con no hacer nada para beneficiar a sus semejantes y para adelantar la causa de Dios, podrían hacer mucho si quisieran. Ellos son responsables delante de Dios por su capital de fuerza física, tanto como el rico lo es por su capital de dinero.

-440-

Algunos que debieran hacer ingresar recursos en la tesorería de Dios, quieren recibir de ella. Hay quienes son pobres ahora y podrían mejorar su condición por un empleo juicioso de su tiempo, evitando las especulaciones, como la explotación de patentes de invención y refrenando su inclinación a confiar en tales especulaciones para obtener recursos de una manera más fácil que por el trabajo paciente y perseverante. Si los que han tenido éxito en la vida estuvieran dispuestos a recibir instrucción, podrían adquirir hábitos de abnegación y economía estricta y tener la satisfacción de ser dispensadores de caridad en vez de receptores de ella. Hay muchos siervos perezosos. Si hicieran cuanto está a su alcance, experimentarían una bendición tan grande al ayudar a otros que en realidad se darían cuenta de que “más bienaventurado es dar que recibir” Hechos 20:35. 

Debidamente dirigida, la generosidad ejercita las energías mentales y morales de los hombres y los estimula a una acción muy saludable para beneficiar a los necesitados y adelantar la causa de Dios. Si los que tienen recursos se dieran cuenta de que son responsables delante de Dios de cada peso que gastan, sus supuestas necesidades serían mucho menores. Si la conciencia estuviera despierta, testificaría contra los gastos inútiles para satisfacer el apetito, el orgullo, la vanidad, el amor a las diversiones, y reprocharía el despilfarro del dinero del Señor que debiera haberse dedicado a su causa. Pronto los que malgastan los bienes de su Señor tendrán que darle cuenta de su conducta. 

-441-

Si los que profesan ser cristianos usaran menos de su fortuna para adornar su cuerpo y hermosear sus propias casas, y en sus mesas hubiesen menos lujos extravagantes y malsanos, podrían colocar sumas mucho mayores en la tesorería del Señor. Imitarían así a su Redentor, quien dejó el cielo, sus riquezas y su gloria, y por amor de nosotros se hizo pobre, a fin de que pudiéramos tener las riquezas eternas. Si somos demasiado pobres para devolver fielmente a Dios los diezmos que él requiere, somos ciertamente demasiado pobres para vestirnos costosamente y comer con lujo; porque malgastamos así el dinero de nuestro Señor en cosas perjudiciales para agradarnos y glorificarnos a nosotros mismos. Debemos inquirir diligentemente: ¿Qué tesoro nos hemos asegurado en el reino de los cielos? ¿Somos ricos para con Dios?

Jesús dio a sus discípulos una lección respecto de la avaricia. “También les refirió una parábola, diciendo: La heredad de un hombre rico había producido mucho. Y él pensaba dentro de sí, diciendo: ¿Qué haré, porque no tengo dónde guardar mis frutos? Y dijo: Esto haré: derribaré mis graneros, y los edificaré mayores, y allí guardaré todos mis frutos y mis bienes; y diré a mi alma: Alma, muchos bienes tienes guardados para muchos años; repósate, come, bebe, regocíjate. Pero Dios le dijo: Necio, esta noche vienen a pedirte tu alma; y lo que has provisto, ¿de quién será? Así es el que hace para sí tesoro, y no es rico para con Dios”. Lucas 12:16-21.

La duración y felicidad de la vida no consiste en la cantidad de nuestras posesiones terrenales. Este rico insensato, en su egoísmo supremo, había amontonado tesoros que no podía emplear. Vivía solamente para sí mismo. Se extralimitó en los negocios, obtuvo ganancias ilícitas y no practicó la misericordia ni el amor de Dios. Robó a los huérfanos y a las viudas, o defraudó a sus semejantes para aumentar su creciente reserva de bienes mundanales. Podía haberse hecho tesoros en los cielos en bolsas que no envejecen, pero por su avaricia perdió ambos mundos. Los que humildemente usan para gloria de Dios los recursos que él les ha confiado, recibirán antes de mucho su tesoro de la mano del Maestro con la bendición: “Bien, buen siervo y fiel;… entra en el gozo de tu señor”. Mateo 25:21.

-442-

Cuando consideramos el sacrificio hecho para la salvación de los hombres, nos embarga el asombro. Cuando el egoísmo clama por la victoria en el corazón de los hombres, y ellos se sienten tentados a retener la proporción que deben dedicar a cualquier buena obra, deben fortalecer sus principios de lo recto por el pensamiento de que el que era rico en el tesoro inestimable del cielo, se apartó de todo ello y se hizo pobre. No tuvo dónde reclinar su cabeza. Y todo este sacrificio fue hecho en nuestro favor, para que obtuviéramos las riquezas eternas.

Cristo asentó los pies en la senda de la abnegación y el sacrificio, que todos sus discípulos deben recorrer si quieren ser finalmente exaltados con él. Acogió en su propio corazón las tristezas que el hombre debe sufrir. Con frecuencia la mente de los mundanos se embota. Pueden ver tan sólo las cosas terrenales, que eclipsan la gloria y el valor de las cosas celestiales. Hay hombres que rodearán la tierra y el mar para obtener ganancias terrenales, y sufrirán privaciones y padecimientos para alcanzar su objetivo, y, sin embargo, se apartan de los atractivos del cielo y no consideran las riquezas eternas. Los que se hallan comparativamente en la pobreza son los que hacen más para sostener la causa de Dios. Son generosos con lo poco que poseen. Han fortalecido sus impulsos generosos por la liberalidad continua. Como sus gastos casi equivalían a sus entradas, su pasión por las riquezas terrenales no tuvo cabida u oportunidad de fortalecerse.

Pero son muchos los que, al comenzar a juntar riquezas materiales, calculan cuánto tardarán en poseer cierta suma. En su afán de acumular una fortuna, dejan de enriquecerse para con Dios. Su generosidad no se mantiene a la par con lo que reúnen. A medida que aumenta su pasión por las riquezas, sus afectos se entrelazan con su tesoro. El aumento de su propiedad fortalece el intenso deseo de tener más, hasta que algunos consideran que el dar al Señor el diezmo es una contribución severa e injusta. La inspiración ha declarado: “Si se aumentan las riquezas, no pongáis el corazón en ellas”. Salmos 62:10. Muchos han dicho: “Si fuera tan rico como Fulano, multiplicaría mis donativos para la tesorería de Dios. No haría otra cosa con mi riqueza sino emplearla para el adelantamiento de la causa de Dios”. Dios ha probado a algunos de éstos dándoles riquezas; pero con éstas las tentaciones se hicieron más intensas, y su generosidad fue mucho menor que en los días de su pobreza. Un deseo ambicioso de mayores riquezas absorbió su mente y corazón, y cometieron idolatría.

-443-

El que regala a los hombres riquezas infinitas y una vida eterna de bienaventuranzas en su reino como recompensa de la obediencia fiel, no aceptará un corazón dividido. Estamos viviendo en medio de los peligros de los últimos días, cuando se manifiesta todo lo que puede apartar de Dios la mente y los afectos. Podremos discernir y apreciar nuestro deber únicamente cuando lo consideremos a la luz que irradia de la vida de Cristo. Así como el Sol sale por el oriente y baja por el occidente, llenando el mundo de luz, así el que sigue verdaderamente a Cristo será una luz para el mundo. Saldrá al mundo como una luz brillante y resplandeciente, para que aquellos que están en tinieblas sean iluminados y calentados por los rayos que despida. Cristo dice de los que le siguen: “Vosotros sois la luz del mundo; una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder”. Mateo 5:14. 

Nuestro gran Ejemplo era abnegado, y ¿debe la conducta de los que profesan seguirle ser tan contraria a la suya? El Salvador lo dio todo por el mundo que perecía, sin retenerse a sí mismo siquiera. La iglesia de Dios está dormida. Sus miembros están debilitados por la inacción. De todas partes del mundo nos llegan voces que nos dicen: “Pasad y ayudadnos”, pero no hay movimiento en respuesta. De vez en cuando se realiza un débil esfuerzo; algunos manifiestan que quisieran ser colaboradores del Maestro; pero con frecuencia se deja a los tales trabajar casi solos. Nuestro pueblo tiene un solo misionero* en todo el amplio campo de los países extranjeros.

-444-

La verdad es poderosa, pero no se la pone en práctica. No es suficiente colocar solamente dinero sobre el altar. Dios llama a hombres voluntarios para que proclamen la verdad a otras naciones, lenguas y pueblos. No es nuestro número ni nuestras riquezas lo que nos dará una victoria señalada, sino la devoción al trabajo, el valor moral, el ardiente amor por las almas y un celo incansable e invariable.

Son muchos los que han considerado a la nación judía como un pueblo digno de lástima, porque se le hacía contribuir constantemente al sostén de su religión. Pero Dios, quien creó al hombre y le proveyó todas las bendiciones de que goza, sabía lo que era mejor para él. Y por su bendición hacía que las nueve décimas fueran para los judíos de más valor que la cantidad entera sin su bendición. Si algunos, por egoísmo, robaban a Dios o le traían una ofrenda que no fuera perfecta, lo seguro era que seguía a ello el desastre y la pérdida. Dios lee los motivos del corazón. Conoce los propósitos de los hombres, y los recompensará a su debido tiempo según lo hayan merecido. 

El sistema especial del diezmo se fundaba en un principio que es tan duradero como la ley de Dios. Este sistema del diezmo era una bendición para los judíos; de lo contrario, Dios no se lo hubiera dado. Así también será una bendición para los que lo practiquen hasta el fin del tiempo. Nuestro Padre celestial no creó el plan de la benevolencia sistemática para enriquecerse, sino para que fuese una gran bendición para el hombre. Vio que este sistema de beneficencia era precisamente lo que el hombre necesitaba.

Aquellas iglesias que son más sistemáticas y generosas en sostener la causa de Dios, son las más prósperas espiritualmente. La verdadera generosidad del que sigue a Cristo identifica su interés con el Maestro. En el trato de Dios con los judíos y con su pueblo hasta el fin del tiempo, él requiere una benevolencia sistemática en proporción a las entradas. El plan de salvación fue basado en el infinito sacrificio del Hijo de Dios. La luz del Evangelio, que irradia de la cruz de Cristo, reprende el egoísmo y estimula la generosidad. No es de lamentar que aumenten los pedidos de recursos. En su providencia, Dios invita a su pueblo a que salga de su limitada esfera de acción para emprender mayores cosas. En este tiempo, en que las tinieblas morales están cubriendo el mundo, se necesitan esfuerzos ilimitados. La mundanalidad y la avaricia están royendo las vísceras de los hijos de Dios. Deben comprender que su misericordia es la que multiplica las demandas de recursos. El ángel de Dios coloca los actos generosos al lado de la oración. Le dijo a Cornelio: “Tus oraciones y tus limosnas han subido para memoria delante de Dios”. Hechos 10:4. 

-445-

En sus enseñanzas, Cristo dijo: “Pues si en las riquezas injustas no fuisteis fieles, ¿quién os confiará lo verdadero?” Lucas 16:11. La salud y la prosperidad espiritual de la iglesia dependen en extenso grado de su benevolencia sistemática. Es como la corriente sanguínea que debe fluir por todo el ser, vivificando todo miembro del cuerpo. Aumenta el amor por las almas de nuestros semejantes, porque por la abnegación y el sacrificio propio somos puestos en más estrecha relación con Cristo, quien por nosotros se hizo pobre. Cuanto más invirtamos en la causa de Dios para ayudar en la salvación de las almas, tanto más se les acercará nuestro corazón. Si nuestro número fuera reducido a la mitad de lo que es, pero todos trabajaran con devoción, tendríamos un poder que haría temblar al mundo. A los que trabajan activamente, Cristo ha dirigido estas palabras: “He aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo”. Mateo 28:20. 

Encontraremos oposición proveniente de motivos egoístas, del fanatismo y del prejuicio; pero con valor indómito y fe viva debemos sembrar junto a todas las aguas. Los agentes de Satanás son formidables; debemos hacerles frente y combatirlos. Nuestras labores no se han de limitar a nuestro propio país. El campo es el mundo; la mies está madura. La orden dada por Cristo a los discípulos antes de ascender fue: “Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura”. Marcos 16:15.

-446-

Nos sentimos profundamente apenados al ver a algunos de nuestros predicadores que se limitan a trabajar por las iglesias, haciendo aparentemente algunos esfuerzos, pero casi sin obtener resultado por sus labores. El campo es el mundo. Salgan a un mundo incrédulo, y trabajen para convertir las almas a la verdad. Indicamos a nuestros hermanos y hermanas el ejemplo de Abraham, quien subió al monte Moria para ofrecer a su único hijo, a la orden de Dios. Esto era obediencia y sacrificio. Moisés se encontraba en las cortes reales y tenía delante de sí la perspectiva de una corona. Pero se apartó de este soborno tentador, y “rehusó llamarse hijo de la hija de Faraón, escogiendo antes ser maltratado con el pueblo de Dios, que gozar de los deleites temporales del pecado, teniendo por mayores riquezas el vituperio de Cristo que los tesoros de los egipcios”. Hebreos 11:24-26. 

Los apóstoles no contaban su vida por preciosa y se regocijaban de ser tenidos por dignos de sufrir oprobio por el nombre de Cristo. Pablo y Silas sufrieron la pérdida de todo. Fueron azotados y arrojados brutalmente al piso frío de una mazmorra, en una posición muy dolorosa, con los pies elevados y sujetos en el cepo. ¿Llegaron protestas y quejas a los oídos del carcelero? ¡Oh, no! Desde el interior de la cárcel, se elevaron voces que rompían el silencio de la noche con cantos de gozo y alabanza a Dios. Animaban a estos discípulos un profundo y ferviente amor por la causa de su Redentor, a favor de la cual sufrían.

En la medida en que la verdad de Dios llene nuestro corazón, absorba nuestros afectos y rija nuestra vida, tendremos por gozo el sufrir por la verdad. Ni las paredes de la cárcel, ni la hoguera del martirio, podrán entonces dominarnos ni poner obstáculo a la gran obra. 

“Ven, oh alma mía, al Calvario”.Observa la humilde vida del Hijo de Dios. Él fue “varón de dolores, experimentado en quebranto”. Isaías 53:3. Contempla su ignominia, su agonía en el Getsemaní, y aprende lo que es abnegación. ¿Estamos padeciendo necesidad? También la padeció Cristo, la Majestad del cielo. Pero su pobreza era por causa nuestra. ¿Nos contamos entre los ricos? Así se contaba él también. Pero consintió por causa nuestra en hacerse pobre, para que por su pobreza pudiésemos ser hechos ricos. En Cristo tenemos la abnegación ejemplificada. Su sacrificio consistió no meramente en abandonar los atrios reales del cielo, en ser juzgado por los hombres perversos como un criminal y declarado culpable, en ser entregado a la muerte como malhechor, sino en llevar el peso de los pecados del mundo. La vida de Cristo reprende nuestra indiferencia y frialdad. Estamos cerca del tiempo del fin, cuando Satanás ha bajado con grande ira, sabiendo que le queda poco tiempo. Está trabajando con todo engaño de injusticia en aquellos que perecen. Nuestro gran Jefe ha dejado la guerra en nuestras manos para que la prosigamos con vigor. No estamos haciendo una vigésima parte de lo que podríamos hacer si estuviéramos despiertos. La obra se demora porque hay amor a la comodidad y falta el espíritu abnegado del cual Cristo nos dio ejemplo en su vida. 

-447-

Se necesitan colaboradores de Cristo, hombres que sientan la necesidad de ensanchar los esfuerzos. La obra de nuestras prensas no debe disminuir sino duplicarse. Deben establecerse escuelas en diferentes lugares, para educar a nuestra juventud y prepararla para trabajar a fin de que la verdad progrese. 

Ya se ha malgastado muchísimo tiempo, y los ángeles llevan al cielo el registro de nuestra negligencia. Nuestra condición letárgica y nuestra falta de consagración nos han hecho perder preciosas oportunidades que Dios nos envió en las personas que estaban capacitadas para ayudarnos en nuestra necesidad actual. ¡Oh, cuánto necesitamos a nuestra Ana More* para ayudarnos en este tiempo a alcanzar otras naciones! Su extenso conocimiento de los campos misioneros nos daría acceso a los que hablan otros idiomas y a quienes no podemos acercarnos ahora. Dios trajo este don a nuestro medio para hacer frente a nuestra emergencia actual; pero no apreciamos el don, y nos lo quitó. Ella descansa de sus labores, pero sus obras de abnegación la siguen. Es deplorable que nuestra obra misionera quede rezagada por falta del conocimiento necesario para lograr acceso a las diferentes naciones y localidades de la gran mies mundial.

-448-

Sentimos angustia de espíritu porque hemos perdido algunos de los dones que podríamos tener ahora si hubiéramos estado despiertos. Se ha impedido a los obreros que penetraran en la mies ya blanca. Incumbe a los hijos de Dios humillar su corazón delante de él, y en la más profunda humillación rogar al Señor que perdone nuestra apatía y complacencia egoísta y borre el vergonzoso registro de los deberes descuidados y privilegios no aprovechados. En la contemplación de la cruz del Calvario, el verdadero cristiano abandonará la idea de restringir sus ofrendas a lo que no le cuesta nada y oirá en sonidos como de trompeta:

“Ve, trabaja en mi viña;
pronto podrás descansar”.Cuando Jesús estaba por ascender al cielo, señaló los campos de la mies y dijo a sus seguidores: “Id por todo el mundo y predicad el evangelio”. Marcos 16:15. “De gracia recibisteis, dad de gracia”. Mateo 10:8. ¿Nos negaremos a nosotros mismos para que se pueda recoger la mies que se pierde?

Dios pide talentos de influencia y recursos. ¿Nos negaremos a obedecer? Nuestro Padre celestial concede dones y solicita que le sea devuelta una porción para probarnos si somos dignos de recibir el don de la vida eterna.

Posted in

admin