Testimonios para la Iglesia, Vol. 3, p. 449-459, día 182

Benevolencia sistemática

Si todos aquellos a quienes Dios ha prosperado con riquezas de la tierra cumplieran fielmente el plan divino dando una décima parte de todos sus ingresos, y si no retuviesen sus ofrendas por el pecado y sus ofrendas de agradecimiento, la tesorería constantemente volvería a llenarse. La sencillez del plan de benevolencia sistemática no le resta méritos, sino que exalta la sabiduría de Dios en su arreglo. Todo lo que lleva el sello divino une la sencillez con la utilidad. Si la benevolencia sistemática se adoptara universalmente de acuerdo con el plan de Dios, y si los ricos practicaran el sistema del diezmo tan fielmente como lo hacen las clases más pobres, no habría necesidad de apelaciones reiteradas y urgentes solicitando recursos en nuestras grandes asambleas religiosas. Ha habido un descuido en las iglesias de mantener el plan de benevolencia sistemática, y el resultado ha sido una tesorería empobrecida y una iglesia apóstata.

“¿Robará el hombre a Dios? Pues vosotros me habéis robado. Y dijisteis: ¿En qué te hemos robado? En vuestros diezmos y ofrendas. Malditos sois con maldición, porque vosotros, la nación toda, me habéis robado. Traed todos los diezmos al alfolí y haya alimento en mi casa; y probadme ahora en esto, dice Jehová de los ejércitos, si no os abriré las ventanas de los cielos, y derramaré sobre vosotros bendición hasta que sobreabunde. Reprenderé también por vosotros al devorador, y no os destruirá el fruto de la tierra, ni vuestra vid en el campo será estéril, dice Jehová de los ejércitos. Y todas las naciones os dirán bienaventurados; porque seréis tierra deseable, dice Jehová de los ejércitos”. Malaquías 3:8-12. 

A Dios se le han robado diezmos y ofrendas. Es algo terrible ser culpable de retener recursos de la tesorería o de robar a Dios. Los ministros que predican la palabra en nuestras grandes asambleas sienten que es un pecado no dar a Dios las cosas que son suyas. Saben que Dios no bendecirá a su pueblo mientras esté descuidando su plan de benevolencia. Procuran que el pueblo tome conciencia de su deber mediante mensajes directos, prácticos, mostrando el peligro y la pecaminosidad del egoísmo y la codicia. La convicción se apodera de sus mentes y la helada frigidez del egoísmo es rota. Y cuando se hace el pedido de donaciones para la causa de Dios, algunos, bajo la influencia conmovedora de las reuniones, se sienten incitados a dar cuando en otras circunstancias no darían nada. En lo que se refiere a este grupo, se han logrado buenos resultados. Pero ante pedidos insistentes muchos cuyos corazones no se han congelado con el egoísmo se sienten tocados en lo más profundo. En forma deliberada y continua han dado de sus recursos para promover la causa de Dios. Todo su ser se siente conmovido con las apelaciones hechas, y responden los mismos que ya pueden haber dado todo lo que las circunstancias en su vida les permiten.

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Pero estos creyentes liberales, sinceros, impulsados por un amor ardiente por la causa y un deseo de actuar prontamente, se consideran capaces de hacer más de lo que Dios les requiere que hagan, por lo que su utilidad se resiente en otras áreas. Estas personas voluntarias a veces prometen reunir dinero cuando no saben de qué fuente vendrá, y algunos se colocan en circunstancias embarazosas para cumplir sus promesas. Algunos se ven obligados a vender sus productos en forma muy desventajosa, y otros realmente han sufrido en lo que se refiere a las comodidades y necesidades de la vida a fin de hacer frente a sus promesas.

Hubo un tiempo al comienzo de nuestra obra cuando dichos sacrificios se habrían justificado, cuando Dios habría bendecido a todos los que de ese modo corrieran riesgos por su causa. Los amigos de la verdad eran pocos y sus medios muy limitados. Pero la obra se ha ampliado y fortalecido hasta el punto de que hay suficientes medios en las manos de los creyentes como para sostener ampliamente la obra en todos sus departamentos sin poner en aprietos económicos a nadie, si todos se hacen cargo de su parte proporcional. La causa de Dios no necesita debilitarse en una mínima medida. Se ha hecho tan clara la preciosa verdad que muchos que la han aceptado tienen en sus manos medios que Dios les ha confiado para que los usen en la promoción de los intereses de la verdad. Si estos hombres de recursos cumplen su deber, no necesita ponerse presión sobre los hermanos más pobres. 

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Estamos en un mundo de abundancia. Si los dones y ofrendas fueran en proporción a los medios que cada uno ha recibido de Dios, no habría necesidad de urgentes pedidos de recursos en nuestras grandes asambleas. Estoy plenamente convencida de que no es el mejor plan insistir en la cuestión de los recursos materiales en nuestras reuniones campestres. Hombres y mujeres que aman la causa de Dios como a sus propias vidas harán promesas en esas ocasiones, cuando sus familias deben sufrir por los mismos medios que ellos han prometido dar para promover la causa. Nuestro Dios no es un supervisor exigente y no le pide a un hombre pobre que dé a la causa recursos que pertenecen a su familia y que debieran usarse para vivir cómodamente y por encima de las necesidades apremiantes.

Los pedidos de recursos materiales en nuestros grandes campestres han sido acompañados hasta ahora de resultados aparentemente buenos en lo que a los ricos se refiere. Pero tenemos temor del resultado de un esfuerzo continuo por reabastecer de ese modo la tesorería. Tememos que habrá una reacción. Debiera realizarse un esfuerzo mayor de parte de hombres responsables para que todos sigan el plan dispuesto por Dios. Si se práctica la benevolencia sistemática, en los campestres no serán necesarios los pedidos urgentes de recursos para diversas empresas.

Dios ha ideado un plan por el cual todos pueden dar según él los ha prosperado, y que hará un hábito de la práctica de dar, sin esperar pedidos especiales. Aquellos que pueden hacer esto, pero que no lo hacen debido a su egoísmo, están robando a su Creador, quien les ha concedido medios para invertir en su causa a fin de promover sus intereses. Mientras haya quienes no practiquen el plan de la benevolencia sistemática, no se estará a la altura de la norma apostólica. Aquellos que ministran en palabra y doctrina debieran ser hombres de criterio. Cuando hacen apelaciones generales, debieran estar informados acerca de la capacidad de los que responden a sus pedidos, y no permitir que los pobres hagan grandes promesas. Después que un hombre ha consagrado cierta suma al Señor, siente que es sagrada, que está dedicada a un uso santo. Esto es cierto, y por lo tanto nuestros hermanos que predican debieran estar bien informados de quiénes aceptan promesas.

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Cada miembro de las diferentes familias en nuestras iglesias, que cree en la verdad, puede desempeñar una parte en su progreso adoptando alegremente la benevolencia sistemática. “Cada uno de vosotros ponga aparte algo [por sí mismo en la casa]… para que cuando yo llegue no se recojan entonces ofrendas”. 1 Corintios 16:2. No se planeó que los ministros de Dios, como parte de su trabajo, tuvieran la responsabilidad de instar a las personas a dar de sus medios. La responsabilidad debiera descansar sobre cada individuo que disfruta de creer la verdad. “Cada uno de vosotros ponga aparte algo, según haya prosperado”. Cada miembro de la familia, desde el mayor hasta el menor, puede participar en esta obra de benevolencia. 

Las ofrendas de los niñitos pueden ser aceptables y agradables a Dios. Según el espíritu que motiva los dones será el valor de la ofrenda. Los pobres, al seguir la norma del apóstol y colocar una pequeña suma cada semana, ayudan a acrecentar la tesorería, y sus dones son enteramente aceptables a Dios, porque ellos hacen sacrificios tan grandes o aún mayores que sus hermanos más ricos. El plan de benevolencia sistemática demostrará ser una salvaguardia para toda familia contra la tentación de gastar recursos en cosas innecesarias, y especialmente será una bendición para los ricos protegiéndolos de caer en extravagancias. 

Cada semana las demandas de Dios a cada familia son recordadas por cada uno de sus miembros al cumplir plenamente con el plan; y al negarse ellos algún gasto superfluo a fin de tener recursos para depositar en la tesorería, se graban en el corazón lecciones de valor en materia de abnegación para la gloria de Dios. Una vez por semana cada uno enfrenta cara a cara los hechos de la semana anterior, los ingresos que podría haber tenido si hubiera sido económico y los medios que no tiene debido a la complacencia propia. Su conciencia es presentada, por así decirlo, ante Dios, y lo encomia o lo acusa. Aprende que si quiere retener la paz de su mente y el favor de Dios debe comer y beber y vestir para su gloria. 

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El dar en forma sistemática y liberal de acuerdo con el plan [divino] mantiene abierto el canal del corazón. Nos colocamos en conexión con Dios, para que él pueda usarnos como canales mediante los cuales sus dones fluyan hacia otros. Los pobres no se quejarán [del plan] de benevolencia sistemática, porque de algún modo les favorece. No son desatendidos ni olvidados, sino que se ven favorecidos al permitirles desempeñar una parte colaborando con Cristo, y recibir la bendición de Dios al igual que los ricos. En el mismo proceso de apartar sumas pequeñas según pueden ahorrarlas, están negando el yo y cultivando la liberalidad de corazón. Se están educando para hacer buenas obras, y están cumpliendo el designio de Dios en el plan de benevolencia sistemática tan efectivamente como lo están haciendo los más ricos que dan de su abundancia.

En los días de los apóstoles, los hombres iban por todas partes predicando la palabra. Se levantaban nuevas iglesias. Su amor y celo por Cristo los conducía a actos de gran abnegación y sacrificio. Muchas de estas iglesias gentiles eran muy pobres, sin embargo el apóstol declara que su profunda pobreza abundaba en riquezas de su liberalidad. Sus dádivas trascendían su capacidad de dar. Los hombres arriesgaban sus vidas y sufrían la pérdida de todas las cosas por causa de la verdad. 

El apóstol sugiere el primer día de la semana como un momento apropiado para reexaminar las bendiciones de la Providencia y la prosperidad experimentada, y en el temor de Dios, con verdadera gratitud de corazón por las bendiciones que él ha otorgado, decidir cuánto le será devuelto, de acuerdo con el plan que él mismo ha ideado. 

Dios quiere que el ejercicio de la benevolencia sea puramente voluntario, no recurriendo siquiera a apelaciones elocuentes para estimular la generosidad. “Dios ama al dador alegre”. 2 Corintios 9:7. No le agrada tener reabastecida su tesorería con recursos que se han dado en forma forzada. Los corazones leales de su pueblo, al regocijarse en la verdad salvadora para este tiempo, mediante el amor y la gratitud a él por esta preciosa luz, desearán ansiosamente ayudar con sus medios para enviar la verdad a otros. La mejor manera por la cual expresamos nuestro amor a nuestro Redentor es dando ofrendas para traer almas al conocimiento de la verdad. El plan de redención fue enteramente voluntario de parte de nuestro Redentor, y es el propósito de Cristo que toda nuestra benevolencia consista en ofrendas de buena voluntad. 

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Independencia individual

Apreciado hermano A: Mi mente está preocupada en cuanto a su caso. Le he escrito algunas cosas que me han sido mostradas respecto a su conducta pasada, presente y futura. Siento ansiedad por usted porque he visto sus peligros. Su experiencia anterior en el espiritismo lo expone a tentaciones y conflictos severos. Una vez que la mente ha cedido al control directo del enemigo a través de ángeles malignos, esa persona debiera desconfiar grandemente de impresiones y sentimientos que la conduzcan a un camino independiente, lejos de la iglesia de Cristo. El primer paso que tal persona dé independientemente de la iglesia debiera ser considerado como un ardid del enemigo para engañar y destruir. Dios ha hecho a su iglesia un canal de luz, y mediante ella comunica sus propósitos y su voluntad. No da una experiencia independiente de la iglesia. No da a un hombre un conocimiento de su voluntad para toda la iglesia, mientras que la iglesia, el cuerpo de Cristo, es dejada en tinieblas. 

Hermano A, usted necesita vigilar con el mayor interés cómo edifica. Viene una tormenta que probará su esperanza hasta lo sumo. Usted debiera cavar profundo y colocar su fundamento seguro. “Cualquiera, pues, que me oye estas palabras, y las hace, le compararé a un hombre prudente, que edificó su casa sobre la roca. Descendió lluvia, y vinieron ríos, y soplaron vientos, y golpearon contra aquella casa; y no cayó, porque estaba fundada sobre la roca”. Mateo 5:24, 25. El constructor coloca firmemente una piedra sobre otra hasta que la estructura se eleva, piedra sobre piedra. El constructor del evangelio frecuentemente lleva adelante su trabajo en medio de lágrimas y pruebas, tormentas de persecución, oposición amarga y reproches injustos; pero trabaja con profunda seriedad porque está construyendo para la eternidad. Tenga cuidado, hermano A, de que su fundamento sea roca sólida, de que usted está asegurado firmemente a ella, siendo Cristo esa Roca.

Usted tiene una voluntad fuerte, obstinada, un espíritu muy independiente, y siente que debe preservarlo a toda costa. Y usted ha introducido este mismo espíritu en su experiencia y en su vida religiosa. No siempre ha estado en armonía con la obra de Dios como es llevada adelante por sus hermanos de América del Norte. No ha visto las cosas como ellos las ven ni se ha identificado con su manera de proceder. Usted ha estado muy poco familiarizado con la tarea en sus distintos departamentos. No ha sentido mucho deseo de conocer las diferentes ramas de la obra. Ha mirado la obra con suspicacia y desconfianza, como también a los dirigentes escogidos por Dios para llevarla adelante. Ha estado más dispuesto a cuestionar y suponer y sentir celos de aquellos sobre quienes Dios ha colocado las responsabilidades más pesadas de su obra, que a investigar y vincularse con la causa de Dios para familiarizarse con su funcionamiento y progreso. 

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Dios vio que usted no estaba en condiciones de ser un pastor, un ministro de justicia para proclamar la verdad a otros, hasta que fuera un hombre completamente transformado. Permitió que usted pasase por verdaderas pruebas y sintiera privación y necesidad, para que pudiera saber cómo ejercer compasión y apoyo, así como tierno amor hacia los infortunados y oprimidos, y por los que sufren necesidad y pasan por pruebas y aflicción. 

Mientras usted oraba en su aflicción pidiendo la paz en Cristo, una nube negra parecía oscurecer su mente. El descanso y la paz no vinieron como usted lo esperaba. A veces su fe parecía ser probada hasta lo sumo. Al mirar usted a su vida pasada, veía tristeza y chascos; al contemplar el futuro, todo era incertidumbre. La Mano divina lo condujo maravillosamente para llevarlo a la cruz y enseñarle que Dios ciertamente es un galardonador de aquellos que lo buscan diligentemente. Las personas que piden correctamente recibirán. El que busca con fe encontrará. La experiencia ganada en el horno de prueba y aflicción vale más que todos los inconvenientes y la experiencia dolorosa que cuesta. 

Las oraciones que usted ofreció en su soledad, su cansancio y sus pruebas, Dios las contestó no siempre de acuerdo con sus expectativas, pero sí para su bien. Usted no tenía una opinión clara y correcta de sus hermanos, ni se veía a usted mismo en una luz correcta. Pero en la providencia de Dios, él ha obrado para contestar las oraciones que usted ha ofrecido en su angustia y salvarlo, para la gloria de su divino nombre. Desconociéndose a usted mismo, pidió cosas que no eran las mejores para usted. Dios oyó sus oraciones sinceras, pero la bendición concedida fue algo muy diferente de lo que usted esperaba. En su providencia, Dios dispuso colocarlo más directamente en relación con su iglesia, para que tuviera menos confianza propia y confiara más en otros a quienes él está guiando para promover su obra.

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Dios oye cada oración sincera. Lo colocó a usted en conexión con su obra para poder conducirlo más directamente a la luz. Y a menos que cierre sus ojos contra las evidencias y la luz, se convencerá de que si desconfía más de usted mismo y menos de sus hermanos prosperará más en Dios. Es Dios quien lo ha conducido en medio de dificultades. Él tenía un propósito en esto, para que la tribulación pudiera obrar en usted paciencia, y la paciencia piedad, y la piedad esperanza. Permitió que le sobrevinieran pruebas para que, mediante ellas, usted pudiera experimentar los apacibles frutos de justicia.

Pedro negó al Hombre de Dolores en su encuentro con la tristeza en la hora de su humillación. Pero después se arrepintió y fue reconvertido. Tuvo verdadera contrición de alma y se entregó nuevamente a su Salvador. Cegado por las lágrimas va a la soledad del Jardín de Getsemaní y se postra donde vio la forma abatida de su Salvador cuando brotaron gotas de sangre de sus poros debido a su gran agonía. Pedro recuerda con remordimiento que se quedó dormido cuando Jesús oró durante esas horas terribles. Su orgulloso corazón se quebranta, y lágrimas penitentes humedecen la tierra herbosa tan recientemente manchada por las gotas de sudor sanguinolento del querido Hijo de Dios. Dejó ese jardín como un hombre convertido. Estaba entonces listo para compadecerse de los tentados. Fue humillado y podía simpatizar con los débiles y errantes. Podía advertir y amonestar a los presuntuosos, y estaba plenamente capacitado para fortalecer a sus hermanos.

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Dios lo condujo a usted a través de la aflicción y las pruebas para que pudiera confiar más perfectamente en él, y apoyarse menos en a su propio juicio. Usted puede sobrellevar la adversidad mejor que la prosperidad. El ojo de Jehová que todo lo ve detectó en su persona mucha escoria que usted consideraba como oro demasiado valioso para desecharlo. El poder del enemigo sobre usted ha sido a veces directo y muy fuerte. Los engaños del espiritismo han enredado su fe, pervertido su juicio y confundido su experiencia. En su providencia, Dios lo probó, para purificarlo, como a los hijos de Leví, para que usted pudiera ofrecerle una ofrenda en justicia.

El yo está mezclado demasiado con todas sus labores. Su voluntad debe ser moldeada por la voluntad de Dios, o usted caerá en tentaciones deplorables. Vi que cuando usted trabaje confiando en Dios, pasando por alto el yo, obtendrá una fuerza de él que le dará acceso a los corazones. Los ángeles de Dios trabajarán conjuntamente con sus esfuerzos cuando usted sea humilde y se considere pequeño ante sus propios ojos. Pero cuando piense que sabe más que aquellos a quienes Dios ha estado dirigiendo por años, y a quienes ha estado instruyendo en la verdad y capacitando para la extensión de su obra, se habrá vuelto jactancioso y caerá en tentaciones.

Usted necesita cultivar la bondad y la ternura. Necesita ser compasivo y cortés. Sus labores están demasiado impregnadas de severidad y de un espíritu exigente, dictatorial, arrogante. Usted no siempre considera bondadosamente los sentimientos de otros, y crea pruebas e insatisfacción innecesarias. Más cariño y ternura en sus labores, le darían acceso a los corazones y ganarían almas para Cristo y la verdad.

Usted está constantemente inclinado a la independencia individual. No comprende que la independencia es pobre cuando lo conduce a tener demasiada confianza propia y a actuar conforme a su propio juicio antes que respetar el consejo y estimar altamente el juicio de sus hermanos, especialmente de aquellos que están en los cargos que Dios ha designado para la salvación de su pueblo. Dios ha investido a su iglesia con autoridad y poder especiales que nadie puede sentirse justificado para desatender y menospreciar, porque al hacerlo menosprecia la voz de Dios.

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No es seguro para usted confiar en sus impresiones y sentimientos. Usted ha tenido la desgracia de caer bajo el poder de ese engaño satánico, el espiritismo. Este manto de muerte lo ha cubierto, y su imaginación y nervios han estado bajo el control de los demonios; y cuando confía en usted mismo y no se aferra con firme confianza en Dios, está en un peligro seguro. Usted puede bajar las barreras, y frecuentemente lo hace, e invita al enemigo a que entre, y él controla sus pensamientos y actos, mientras que usted realmente se engaña y se jacta de que tiene el favor de Dios. 

Satanás ha tratado de impedir que usted confíe en sus hermanos norteamericanos. Los ha considerado con suspicacia, al igual que sus iniciativas y experiencia, cuando ellos son precisamente quienes podrían ayudarlo y ser una bendición para usted. Será el esfuerzo premeditado de Satanás separarlo de aquellos que son como canales de luz, a través de los cuales Dios ha comunicado su voluntad y mediante quienes ha obrado para levantar y extender su obra. Sus puntos de vista y sus sentimientos y experiencia son completamente estrechos, y sus labores son del mismo carácter. 

A fin de ser una bendición para su pueblo, usted necesita mejorar en muchas cosas. Debiera cultivar la cortesía y manifestar una tierna compasión por todo el mundo. Debiera tener la virtud máxima de Dios, el amor. Usted critica demasiado y no es tan paciente como debiera si quiere ganar almas. Podría tener una influencia mucho mayor si fuese menos formal y rígido, y fuera impulsado más por el Espíritu Santo. Su temor de ser guiado por hombres es demasiado grande. Dios usa a los hombres como sus instrumentos y los usará en tanto el mundo dure. 

Los ángeles que cayeron estaban ansiosos de independizarse de Dios. Eran muy hermosos, muy gloriosos, pero dependían de Dios para su felicidad y para la luz y la inteligencia que disfrutaban. Cayeron de su elevada posición mediante la insubordinación. Cristo y su iglesia son inseparables. Descuidar o despreciar a aquellos a quienes Dios ha designado como dirigentes y para llevar responsabilidades relacionadas con su obra y con el progreso y la difusión de la verdad es rechazar los medios que Dios ha ordenado para la ayuda, el aliento y la fortaleza de su pueblo. Pasarlos por alto y pensar que la luz suya debe venir a través de ningún otro canal sino directamente de Dios, lo coloca a usted en una posición donde está expuesto al engaño y a ser destruido. 

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