Testimonios para la Iglesia, Vol. 3, p. 472-481, día 184

En la admirable conversión de Pablo, vemos el poder milagroso de Dios. Un resplandor que superaba la gloria del sol meridiano brilló en derredor de él. Jesús, cuyo nombre él odiaba y despreciaba más que cualquier otro, se reveló a Pablo con el propósito de detener su loca aunque sincera carrera, a fin de hacer de ese instrumento nada promisorio un vaso escogido para proclamar el evangelio a los gentiles. Había hecho concienzudamente muchas cosas contrarias al nombre de Jesús de Nazaret. En su celo, estaba persiguiendo con ardor a la iglesia de Cristo. Eran profundas y arraigadas sus convicciones con respecto a su deber de exterminar esta doctrina alarmante, que prevalecía por doquiera y según la cual Jesús era el Príncipe de la vida.

Pablo creía de veras que la fe en Jesús anulaba la ley de Dios, el servicio religioso de las ofrendas de sacrificios y el rito de la circuncisión, que en todos los siglos pasados habían recibido la plena sanción de Dios. Pero la milagrosa revelación de Cristo infundió luz en las cámaras oscurecidas de su mente. El Jesús de Nazaret contra el cual luchaba era de veras el Redentor del mundo.

Pablo se da cuenta de su celo erróneo y exclama: “Señor, ¿qué quieres que yo haga?” Hechos 9:6. Jesús no le dijo entonces, como podría haberlo hecho, qué obra le asignaba. Pablo debía recibir instrucción en la fe cristiana y obrar en forma comprensiva. Cristo le envió a los mismos discípulos a quienes había estado persiguiendo tan acerbamente, para que aprendiera de ellos. La luz de la iluminación celestial le había hecho perder la vista a Pablo; pero Jesús, el Gran Médico de los ciegos, no se la restaura. Contesta a la pregunta de Pablo con estas palabras: “Levántate y entra en la ciudad, y se te dirá lo que debes hacer”. vers. 6. No sólo podría Jesús haber curado a Pablo de su ceguera, sino que podría haberle perdonado sus pecados, haberle explicado cuál era su deber y haberle trazado su conducta futura. De Cristo había de fluir toda potestad y misericordia; pero no dio a Pablo, cuando se convirtió a la verdad, una experiencia independiente de su iglesia recién organizada en la tierra.

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La luz admirable dada a Pablo en esta ocasión le asombró y confundió. Estaba completamente subyugado. Esa parte de la obra no podía hacerla algún hombre a favor de Pablo; pero quedaba todavía una obra que cumplir que los siervos de Cristo podían hacer. Jesús le indica a Pablo que recurra a sus agentes de la iglesia para conocer mejor su deber. Así autoriza y sanciona su iglesia organizada. Cristo había hecho la obra de la revelación y convicción, y ahora Pablo estaba en condición de aprender de aquellos a quienes Dios había ordenado que enseñaran la verdad. Cristo envió a Pablo a sus siervos escogidos, y en esta forma le puso en relación con su iglesia.

Los mismos a quienes se proponía matar debían instruirle en la religión que él había despreciado y perseguido. Pasó tres días ciego y sin comer, dirigiéndose hacia los hombres a quienes, en su celo, se proponía destruir. Allí colocó Jesús a Pablo en relación con sus representantes en la tierra. El Señor dio a Ananías una visión para que fuera a cierta casa de Damasco y preguntara por Saulo de Tarso; “porque he aquí, él ora”. Hechos 9:11. 

Después que se le indicó a Saulo que fuera a Damasco, le condujeron los mismos hombres que lo habían acompañado para ayudarle a llevar atados a los discípulos a Jerusalén para juzgarlos y darles muerte. Saulo posó en la casa de un tal Judas en Damasco, dedicando el tiempo al ayuno y la oración. Allí se probó la fe de Saulo. Tres días estuvo en tinieblas mentales con respecto a lo que se requería de él, y otros tantos estuvo ciego. Se le había dicho que fuera a Damasco, porque allí se le diría lo que debía hacer. Estaba en la incertidumbre, y clamaba fervorosamente a Dios. Un ángel fue enviado a hablar con Ananías, para indicarle que fuera a cierta casa donde Saulo estaba orando para recibir instrucción con respecto a lo que debía hacer. Había desaparecido el orgullo de Saulo. Poco antes, manifestaba confianza en sí mismo, pues creía que estaba empeñado en una obra por la cual recibiría recompensa; pero ahora, todo había cambiado. Estaba postrado y humillado hasta el polvo en arrepentimiento y vergüenza, y sus súplicas de perdón eran fervientes. Dijo el Señor por medio del ángel a Ananías: “He aquí, él ora”. El ángel le hizo saber al siervo de Dios que le había mostrado a Saulo en visión un hombre llamado Ananías, que entraba y ponía su mano sobre él para que pudiera recobrar la vista. Ananías casi no podía creer las palabras del ángel, y repitió lo que había oído acerca de la acerba persecución que Saulo hacía sufrir a los santos de Jerusalén. Pero la orden que se le dio a Ananías era imperativa: “Vé, porque instrumento escogido me es éste, para llevar mi nombre en presencia de los gentiles, y de reyes, y de los hijos de Israel”. vers. 15.

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Ananías obedeció las indicaciones del ángel. Puso sus manos sobre el hombre que hacía tan poco se movía impulsado por un espíritu de odio profundísimo y que respiraba amenazas contra todos los que creían en el nombre de Cristo. Ananías dijo a Saulo: “Hermano Saulo, el Señor Jesús, que se te apareció en el camino por donde venías, me ha enviado para que recibas la vista y seas lleno del Espíritu Santo. Y al momento le cayeron de los ojos como escamas, y recibió al instante la vista; y levantándose, fue bautizado”. vers. 17, 18. 

Jesús podría haber hecho directamente toda esta obra en favor de Pablo. Pero tal no era su plan. Pablo tenía un deber que cumplir en lo referente a confesarse ante los hombres cuya destrucción había premeditado, y Dios iba a encomendar una obra de responsabilidad a aquellos a quienes había ordenado que actuaran en su lugar. Pablo debía dar los pasos necesarios para su conversión. Se requirió de él que se uniera al mismo pueblo que había perseguido por sus creencias. Cristo da aquí a todo su pueblo un ejemplo de la manera en que obra para la salvación de los hombres. El Hijo de Dios se identificó con el cargo y la autoridad de su iglesia organizada. Sus bendiciones debían transmitirse por intermedio de los agentes a quienes había ordenado, vinculando así al hombre con el conducto por medio del cual llegan sus bendiciones. El hecho de que Pablo fuera estrictamente escrupuloso en su persecución de los santos, no le exime de culpa cuando el Espíritu Santo le revela la crueldad de su obra. Debe aprender de los discípulos.

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Supo que Jesús, a quien en su ceguera consideraba como impostor, era en verdad el Autor y el fundamento de toda la religión del pueblo escogido de Dios desde el tiempo de Adán y el Consumador de la fe ahora tan clara para su visión iluminada. Vio a Cristo como el que vindicaba la verdad, el que cumplía todas las profecías. Había considerado a Cristo como quien anulaba la ley de Dios; pero cuando el dedo de Dios tocó su visión espiritual, supo por los discípulos que Cristo era el originador y fundamento de todo el-sistema judío de sacrificios, y que en la muerte de Cristo la sombra se había encontrado con la realidad, y que Cristo había venido al mundo con el expreso propósito de vindicar la ley de su Padre.

A la luz de la ley, Pablo se dio cuenta de que era pecador. Comprendió que había estado transgrediendo la misma ley que él pensaba haber guardado tan celosamente. Se arrepintió y murió al pecado, se hizo obediente a las exigencias de la ley de Dios y tuvo fe en Cristo como su Salvador; fue bautizado, y predicó a Jesús tan ferviente y celosamente como antes le había condenado. En la conversión de Pablo se nos presentan principios importantes que siempre debemos recordar. El Redentor del mundo no sanciona que en asuntos religiosos la experiencia y la acción sean independientes de su iglesia organizada y reconocida, donde ésta existe.

Muchos tienen la idea de que sólo son responsables ante Cristo por su luz y experiencia, independientemente de sus seguidores reconocidos en el mundo. Pero esto Jesús lo condena en sus enseñanzas, en los ejemplos y en los hechos que dejó para nuestra instrucción. Allí estaba Pablo, un hombre a quien Dios iba a preparar para una obra muy importante, a saber, la de ser vaso escogido para él, llevado directamente a la presencia de Cristo; sin embargo, no le enseñó las lecciones de verdad. Lo detuvo en su carrera y lo convenció; y cuando él preguntó: “¿Qué quieres que haga?” el Salvador no se lo dijo directamente, sino que lo puso en relación con su iglesia. Sus miembros le habían de decir lo que debía hacer. Jesús es el amigo del pecador; su corazón está siempre abierto; siempre se conmueve por la desgracia humana, él tiene toda potestad tanto en el cielo como en la tierra, pero respeta los medios que instituyó para iluminar y salvar a los hombres. Ordenó a Saulo que fuera a la iglesia, reconociendo así el poder con que la invistió como conducto de luz para el mundo. Ella es el cuerpo organizado de Cristo en la tierra, y es necesario respetar sus ordenanzas. En el caso de Saulo, Ananías representa a Cristo; también representa a los ministros de Cristo en la tierra, que han sido designados para actuar en lugar de Cristo. 

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Saulo era un maestro erudito en Israel; pero mientras está bajo la influencia del error ciego y el prejuicio, Cristo se le revela, y luego lo coloca en comunicación con su iglesia, que es la luz del mundo. Ellos deben instruir en la religión cristiana a este orador culto y popular. En el lugar de Cristo, Ananías toca sus ojos para que puedan recibir la vista; en el lugar de Cristo, coloca sus manos sobre él, ora en el nombre de Cristo, y Saulo recibe el Espíritu Santo. Todo se hace en el nombre y con la autoridad de Cristo. Cristo es la fuente. La iglesia es el canal de comunicación. Aquellos que se jactan de la independencia personal necesitan ser traídos a una relación más estrecha con Cristo, conectándose con su iglesia sobre la tierra. 

Hermano A, Dios lo ama y desea salvarlo y hacer que adopte buenos hábitos de trabajo. Si usted es humilde y dócil y es moldeado por su Espíritu, él será su fuerza, su justicia y su recompensa sumamente grande. Usted puede realizar mucho para sus hermanos si se oculta en Dios y permite que el Espíritu Santo suavice su espíritu. Usted tiene que enfrentar a un grupo difícil de personas. Están llenas de prejuicio amargo, pero no más de lo que estaba Saulo. Dios puede obrar poderosamente por sus hermanos si usted no se interpone en el camino ni pone impedimentos en su propio sendero. Permita que el calor del amor, la compasión y la ternura moren en su corazón mientras trabaja. Usted puede derribar las paredes férreas del prejuicio si sólo se aferra a Cristo y está dispuesto a ser aconsejado por sus hermanos de más experiencia. 

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Como siervo de Dios, usted no debe desanimarse demasiado fácilmente por las dificultades o por la más fiera oposición. Salga, no en su propio nombre, sino en la fortaleza y el poder del Dios de Israel. Soporte rigores como un buen soldado de la cruz de Cristo. Jesús soportó la contradicción de pecadores contra sí mismo. Considere la vida de Cristo y cobre ánimo, y avance con fe, valor y esperanza.

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Unidad en la iglesia

En mi última visión se me mostró la introducción de la verdad, y el progreso de la causa de Dios, en la costa del Pacífico. Vi que muchos habían realizado un buen trabajo en California, pero que hay muchos que profesan la verdad que no están dispuestos a asumir las responsabilidades de la obra de Dios en el momento apropiado y avanzar cuando las providencias oportunas de Dios indican que es su deber hacerlo. Si hay una acción unida, puede hacerse una gran obra en esta área trayendo almas al conocimiento de la verdad. 

Si todos los que tienen influencia sintieran la necesidad de cooperar y procuraran contestar la oración de Cristo, para que pudiesen ser uno como él es uno con el Padre, la causa de la verdad presente sería una potencia en esta región. Pero el pueblo de Dios está dormido y no ve las necesidades de la causa para este tiempo. No sienten la importancia de una acción concentrada. Satanás siempre está tratando de dividir la fe y los corazones del pueblo de Dios. Sabe bien que la unión es su fuerza, y la división su debilidad. Es importante y esencial que todos los seguidores de Cristo comprendan los ardides de Satanás y con un frente unido enfrenten sus ataques y lo venzan. Necesitan hacer esfuerzos continuos para avanzar juntos aun si esto les requiere algún sacrificio. 

El pueblo de Dios, con temperamentos y organizaciones diversos, son reunidos como iglesia. La verdad de Dios, recibida en el corazón, hará su obra de refinar, elevar y santificar la vida, y dar la victoria sobre los puntos de vista peculiares y los prejuicios de cada uno. Todos deberíamos esforzarnos para acercarnos unos a otros tanto como sea posible. Todos los que aman a Dios y guardan sus mandamientos en verdad influirán sobre los incrédulos y ganarán almas para Cristo, con el fin de unirse a los alegres cantos de triunfo y de victoria ante el gran trono blanco. El egoísmo será vencido, y se manifestará un desbordante amor por Cristo en la responsabilidad que sienten de salvar almas por las cuales él murió.

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Se me mostró a muchas familias que no están viviendo como Jesús desearía que vivieran; tienen un trabajo que hacer en el hogar antes que puedan progresar en la vida divina. Se me mostró el caso del hermano B y se me señaló el tiempo cuando él primero aceptó la verdad. Ésta tuvo entonces una influencia transformadora en su vida. En cierta medida se había olvidado del yo por el interés que sentía por la verdad. Procuraba mostrar su fe con sus obras, y sus intereses personales pasaron a un plano secundario. Amaba la obra del Señor y trataba alegremente de promover el interés de su causa; el Señor aceptó sus esfuerzos para servirle, y la mano del Señor lo prosperó. 

Se me mostró que el hermano B desagradó a Dios y se acarreó gran oscuridad cuando se pronunció en contra de sus hermanos respecto a la manera correcta de observar el sábado. Los intereses del hermano B estaban en juego y él se negó a ver el punto correcto del asunto bajo consideración. Si hubiera estado en la luz, nunca habría tomado el curso de acción que tomó cuando regresó del este. Se me llevó a otro punto en su historia y vi el recorrido que siguió. Mientras estaba entre incrédulos no permitía que su luz brillara ante los hombres de tal modo que al ver sus obras buenas glorificaran a nuestro Padre que está en el cielo. Se olvidó de Dios y de su deber de representar correctamente a su Salvador en todo lugar y ocasión.

El hermano B es especialmente débil en algunos puntos; ama la alabanza y la adulación, y le agrada el placer y recibir honores. Se enalteció mucho y hablaba mucho y oraba poco, y Dios lo dejó librado a su debilidad, porque él no llevó fruto para la gloria de Dios. En ese viaje tuvo una oportunidad de hacer mucho bien, pero no comprendió que debía rendir cuentas a Dios por sus talentos y que como un mayordomo de Dios sería llamado a rendir cuenta si había usado su capacidad para agradarse a sí mismo o para glorificar a Dios. Si el hermano B hubiera sentido el poder del amor de Cristo en su corazón, habría sentido un interés por la salvación de aquellos con quienes se puso en contacto, para poder hablarles palabras que los hicieran reflexionar en cuanto a sus intereses eternos. 

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Tuvo una oportunidad para sembrar la semilla de verdad, pero no la aprovechó como debería haberlo hecho. Tendría que haber practicado su religión mientras estaba entre sus familiares. Su profesión santa y la verdad de Dios deberían haberse mezclado con todos sus pensamientos, sentimientos, palabras y acciones. Cristo ordena a sus seguidores que caminen en la luz. Caminar significa avanzar, esforzarnos, ejercitar nuestra capacidad, estar ocupados activamente. A menos que nos ejercitemos en las buenas obras a las que nuestro Salvador nos ha llamado, y sintamos la importancia del esfuerzo personal en esta obra, tendremos una religión enfermiza, raquítica. Ganamos nuevas victorias mediante nuestra experiencia en el trabajo. Obtenemos fuerza y actividad caminando en la luz, para que podamos tener energía a fin de correr en el camino de los mandamientos de Dios. Podemos aumentar nuestras fuerzas en cada paso que avancemos hacia el cielo. Dios bendecirá a su pueblo sólo cuando tratan de ser una bendición para otros. Nuestras virtudes maduran y se desarrollan mediante el ejercicio. 

Se me mostró que mientras el hermano B estuvo en Battle Creek fue débil en poder moral. No había estado tratando de aferrarse a Dios y de preservar su alma en pureza de pensamiento y acción, y se lo dejó para que siguiera sus propias ideas y recibiese impresiones que fueron perjudiciales para su interés espiritual. Se encontró con aquellos que pervertían la verdad y ellos lo indujeron a creer cosas que no eran ciertas; y como él había abierto la puerta al enemigo y lo había recibido como a un ángel de luz, fue fácilmente vencido por la tentación. 

Se llenó perversamente de prejuicios y albergó sospechas de aquellos en quienes Dios quería que confiara. Veía las cosas en una luz pervertida, y las reuniones que tendrían que haber sido para él una gran fuente de fortaleza, fueron dañinas. Así era como Satanás lo deseaba, para que el hermano B perdiera confianza en los hombres a quienes Dios había designado para que dirigiesen esta obra. Llegó a discrepar con ellos y con el corazón de la obra. Era como un barco en alta mar sin un ancla o un timón. Si él no podía confiar en aquellos que estaban al frente de la obra, no confiaría en nadie.

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El hermano B tiene poca consideración o respeto por sus hermanos; piensa que su juicio y su propio conocimiento y su capacidad son superiores a los de ellos; por lo tanto no recibirá nada de ellos, no confiará en su juicio, ni buscará su consejo, a menos que pueda dirigir y enseñarles. Actuará de acuerdo con su propio juicio, sin tener en cuenta los sentimientos, tristezas o ruegos de sus hermanos. Cuando apartó su confianza del corazón de la obra, Satanás sabía que era una presa segura, a menos que esta confianza pudiera ser restaurada. Los intereses eternos del hermano B dependen de que acepte y respete a los ayudantes y administradores que Dios se ha complacido en colocar en la iglesia. Si él sigue un curso de conducta de su propia elección, con el tiempo descubrirá que ha estado del todo en una senda equivocada y que se ha engañado a sí mismo para su ruina. Tomará primero un rumbo, luego otro, y sin embargo después de todo perderá el único y verdadero camino que conduce al cielo.

Hay miles que están viajando en el camino de la oscuridad y el error, el camino ancho que conduce a la muerte, que se jactan de que están en la senda que lleva a la felicidad y al cielo; pero ellos jamás la encontrarán ni llegarán a su destino. El hermano B necesita las ayudas que Dios ha colocado en la iglesia, porque él no puede constituir una iglesia de sí mismo, y sin embargo su curso de acción muestra que estaría satisfecho de ser una iglesia completa, no estando sujeto a nadie. Hace tiempo que el hermano B perdió su consagración a Dios; no cuidó las avenidas de su alma contra las sugerencias de Satanás. Vi que los ángeles de Dios estaban escribiendo sus palabras y acciones. Él se estaba alejando más y más de la luz del cielo. Cuando la gracia de Dios no lo domina a usted en forma especial, hermano B, usted es un hombre con quien resulta difícil relacionarse. Tiene una gran confianza propia y firmeza, mismas que se sienten en su familia y en la iglesia. Usted tiene poca consideración y respeto por los demás. No posee la gracia de la humildad. 

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