Testimonios para la Iglesia, Vol. 4, p. 372-381, día 236

Hermano, su tarea es humillarse a sí mismo y no esperar que Dios lo humille. A veces, la mano de Dios puede ser dura cuando humilla a lo hombres y los pone en una posición correcta ante él. Mejor sería mantener el corazón humillado día a día ante Dios. Podemos rebajarnos o crecernos con orgullo y esperar que Dios nos rebaje. Hoy los ministros del evangelio sufren poco por causa de la verdad. Si como los apóstoles de Cristo y otros santos varones que los siguieron, fueran objeto de persecución, se acercarían más a Cristo y esa unión aún más estrecha con el Salvador haría que sus palabras fuesen potencia en la tierra. Cristo fue varón de dolores y experimentado en quebrantos. Soportó la persecución y la contradicción de los pecadores; era pobre y sufría hambre y fatiga; el diablo lo tentó, y sus obras y enseñanzas atrajeron sobre él las más furiosas iras. ¿Qué nos negamos por causa de Cristo? ¿Dónde está nuestra dedicación a la verdad? Huimos de aquello que no nos complace y evitamos las preocupaciones y la responsabilidad. ¿Acaso podemos esperar que el poder de Dios actúe junto con nuestros esfuerzos estando tan poco consagrados a la obra?

Hermano, se me mostró que su modelo de piedad es bajo. Le es preciso tener un sentido de su responsabilidad ante Dios y la sociedad más profundo. Así no se sentirá satisfecho con usted mismo ni intentará excusarse indicando las deficiencias ajenas. Su conocimiento de la verdad no es tan profundo como para poder disminuir sus esfuerzos para cualificarse para la instrucción de otros. Necesita pasar por una nueva conversión. Sólo así será un ministro del evangelio capaz y entregado, un hombre piadoso y santo. Dedicar todas sus energías a la causa de Dios no sería un gesto demasiado generoso de su parte. Ésta, todavía es una ofrenda pobre que muchos de ustedes pueden hacer. Si continuamente sigue a Dios y busca consagrarse aún más a él, obtendrá nuevas ideas buscando en las Escrituras.

-373-

Para comprender la verdad debe disciplinar y formar la mente y buscar constantemente las gracias de la genuina piedad. Ahora apenas sabe en qué cosiste. Cuando Cristo esté en usted tendrá algo más que una teoría de la verdad. No sólo repetirá las lecciones que Cristo dio cuando estuvo en la tierra, sino que, con su vida de abnegación y entrega a la causa de Dios, educará a otros. Su vida será un sermón viviente y será más poderosa que cualquier discurso pronunciado desde el púlpito.

Cultive el espíritu humilde, la gracia abnegada y la entrega que desea ver en la vida de los demás. Para aumentar la inteligencia espiritual y ser cada vez más eficiente, debe cultivar hábitos útiles en los deberes menores que surjan en su camino. No espere la oportunidad de hacer una gran tarea, sino que aproveche la primera oportunidad de demostrar su fidelidad en lo menor y de ese modo avanzará de una posición segura hasta otra. Si se habitúa a pensar que su conocimiento no es deficiente y descuida la oración secreta, la vigilancia y el cuidadoso estudio de las Escrituras, en consecuencia, el enemigo lo vencerá. Probablemente sus carninos parezcan perfectos a sus ojos mientras que, en realidad, usted tenga muchos defectos. No tiene mucho tiempo para negociar con el enemigo de las almas. Ahora es tiempo de mantenerse firme y vencer al enemigo. Debe criticarse a sí mismo con celo y detenimiento. Estará tentado de establecer su propia opinión como modelo y no respetará las opiniones y el juicio de otros hombres más experimentados, a los cuales Dios ha usado para hacer que su causa avance. Los jóvenes que ejercen el ministerio ahora saben poco de pruebas y dificultades y muchos no conseguirán ser tan útiles como pudieran haber sido por la razón de que las cosas les han sido puestas muy fáciles.

Usted tiene responsabilidades en la familia que no comprende, sino que apenas sabe una pequeña parte de lo que debería saber. Se ha vanagloriado de saber muchas cosas que, en realidad desconocía. Se me mostró que se ha formado ideas que usted piensa que son la verdad y que están en oposición directa a la Biblia. Pablo tuvo que enfrentarse y combatir esas mismas cosas en los jóvenes ministros de su tiempo. Con demasiada facilidad, usted ha aceptado como luz las afirmaciones y las posiciones de los hombres, pero tenga cuidado en cómo exprese sus ideas como verdad bíblica. Vigile sus pasos. Abrigaba la esperanza de que en su vida se hubiera producido una reforma tal que nunca se me pidiera que escribiera estas palabras.

-374-

Si desea ser fiel a Dios y a la verdad que él le confió, tiene obligaciones en casa que no deben ser rehuidas. Ahora me refiero a algo que no se me ha mostrado únicamente en su caso, sino en centenares de casos parecidos. Por lo tanto, cuando lo veo caer en el mismo error en el que caen muchos padres del mundo que tienen su misma edad, no puedo excusar su negligencia del deber. Tiene una hija, una alma confiada a su cuidado. Pero cuando, formando a esa única hija, muestra una debilidad y una falta de sabiduría tan manifiestas siguiendo sus propias ideas en lugar de la norma bíblica, ¿cómo puede esperar que se confíe en usted para enseñar y dirigir asuntos en los que están involucrados los intereses eternos de muchos?

Me dirijo a ambos, a usted y a su esposa. Mi responsabilidad en la causa y la obra de Dios me exige que hable en cuestiones de disciplina. Su ejemplo en los asuntos domésticos serán causa de un gran perjuicio para la causa de Dios. El campo del evangelio es el mundo. Desean sembrar el campo con la verdad del evangelio, esperando que Dios riegue la simiente para que la siembra dé fruto. Se han comprometido a ocuparse de una pequeña parcela de terreno, pero han permitido que en el jardín de su propia casa crezcan zarzas y espinas mientras estaban ocupados en desbrozar los jardines ajenos. No es tarea liviana, sino de mucha importancia. Hermano, usted predica el evangelio a los demás, practíquelo en casa. Está permitiendo las pasiones y los caprichos de una hija perversa y al hacerlo cultiva rasgos de carácter que Dios detesta y harán que su hija sea infeliz. Satanás se aprovecha de su negligencia y controla la mente. Le queda mucho por hacer para demostrar que entiende los deberes que recaen sobre un padre cristiano que desea moldear el carácter de sus hijos según el Modelo divino. Si hubiera empezado esa obra en su más tierna infancia ahora le sería fácil y la niña sería mucho más feliz. Pero sometida a su disciplina, la voluntad y la perversidad de su hija se han fortalecido. Ahora será precisa una gran severidad y un esfuerzo más constante y perseverante para deshacer lo que han hecho. Si es incapaz de gobernar a una niña pequeña, que es su deber especial, no dispondrá de la sabiduría necesaria para gobernar los intereses espirituales de la iglesia de Cristo.

-375-

En los mismos cimientos de su experiencia hay errores que deben ser erradicados. Sea alumno de la escuela de Cristo. Abra los ojos para discernir dónde reside la dificultad y luego apresúrese a arrepentirse de esas cosas y empiece a trabajar desde un punto de partida correcto. No trabaje para usted, sino para Dios. Deje a un lado el orgullo, la exaltación del yo y la vanidad y aprenda de Cristo las dulces lecciones de la cruz. Entréguese sin reservas a la tarea. Sea un sacrificio viviente en el altar de Dios.

Si los hijos de un ministro manifiestan apasionamiento y se les permiten casi todos sus deseos, esto es una influencia es contraria a los testimonios que Dios me ha dado para los padres al respecto de la manera adecuada de gobernar a sus hijos. Hermano, va en dirección totalmente opuesta a la luz que Dios se ha complacido en dar y escoge sus propias teorías de origen desconocido. Sin embargo, este experimento, tan directamente opuesto a las instrucciones de la palabra de Dios, no debe ser llevado a cabo y perjudicar a aquellos a quienes Dios quiso que instruyamos en referencia a la formación de sus hijos.

No centre su interés en su propia familia, en detrimento de los demás. Si comparte la hospitalidad de sus hermanos, es razonable que ellos esperen lo mismo de usted. Identifique sus intereses con los de los padres y los hijos; instruya y bendiga. Santifíquese para la obra de Dios y sea una bendición para los que se relacionen con usted, conversando con los padres nunca se olvide de los niños. No piense que su pequeña es más preciosa a los ojos de Dios que los otros niños. Usted es culpable de haber descuidado a los demás mientras consentía y mimaba a su pequeña. Esa misma niña es la prueba de su deficiente gobierno. Su hija es culpable de actos de desobediencia y apasionamiento tan frecuentes como veces en el día se tuercen sus propósitos. Esta es una mala influencia para las familias que Dios desea instruir y reformar, apartándolas de las ideas poco exigentes sobre la disciplina.

-376-

Su ciego e insensato afecto los ha rendido, a ambos, a la voluntad de su hija. Le han permitido que tome las riendas en sus pequeñas manos y los ha gobernado antes de ser capaz de andar. ¿Qué se puede esperar del futuro viendo un pasado así? No permitan que el ejemplo de esta niña consentida y mimada dé lecciones que testifiquen contra ustedes, cuyo juicio mostrará que habrán sido la causa de la pérdida de muchos otros niños. Si los hombres y las mujeres lo aceptan como maestro de Dios, ¿acaso no se sentirán inclinados a seguir su pernicioso ejemplo y serán indulgentes con sus hijos? ¿Cometerá usted el mismo pecado que Elí? ¿Recibirá su misma retribución? Su hija nunca verá el reino de Dios con sus actuales hábitos y disposición. Y ustedes, sus padres, serán los que habrán cerrado las puertas del cielo ante ella. ¿Cómo, pues, influirá esto en su propia salvación? Recuerden que segarán lo que sembraron.

-377-

Número 29—Testimonio para la iglesia

El juicio

En la mañana del 23 de octubre de 1879, a eso de las dos, el Espíritu del Señor descansó sobre mí, y contemplé escenas del juicio venidero. Las palabras me faltan para describir adecuadamente las cosas que pasaron delante de mí y el efecto que tuvieron sobre mi espíritu.

Parecía haber llegado el gran día de la ejecución del juicio de Dios. Diez mil veces diez millares estaban congregados delante de un gran trono, sobre el cual estaba sentado un personaje de majestuosa apariencia. Delante de él había varios libros y sobre las tapas de cada uno de ellos estaba escrito en letras de oro semejantes a llamas de fuego El libro mayor del cielo. Uno de estos libros, el cual contenía los nombres de los que aseveran creer en la verdad, fue abierto entonces. Inmediatamente perdí de vista los incontables millones que rodeaban el trono y mi atención se dedicó únicamente a los que profesan ser hijos de la luz y la verdad. A medida que se nombraba una tras otra a estas personas, y se mencionaban sus buenas acciones, sus rostros se iluminaban con un gozo santo que se reflejaba en todas direcciones. Pero esto no pareció ser lo que impresionó con más fuerza mi espíritu.

Se abrió otro libro en el cual estaban anotados los pecados de los que profesan la verdad. Bajo el encabezamiento del egoísmo venían todos los demás pecados. Había también encabezamientos en cada columna, y debajo de ellos, junto a cada nombre, estaban registrados en sus respectivas columnas los pecados menores.

Bajo la codicia venían la mentira, el robo, los hurtos, el fraude y la avaricia; bajo la ambición venían el orgullo y la extravagancia; los celos encabezaban la lista de la malicia, la envidia y el odio; y la intemperancia, otra larga lista de crímenes terribles, como la lascivia, el adulterio, la complacencia de las pasiones animales, etc. Mientras contemplaba esto me sentía abrumada de angustia indecible, y exclamé: “¿Quién puede salvarse? ¿Quién puede ser justificado delante de Dios, cuyas vestiduras están sin mancha? ¿Quién está sin defecto a la vista de un Dios puro y santo?”

-378-

Mientras el Ser santo que estaba sobre el trono hojeaba lentamente las páginas del libro mayor y sus ojos se posaban un momento sobre las personas, su mirada parecía penetrar como fuego hasta sus mismas almas y en ese momento todas las palabras y las acciones de sus vidas pasaba delante de sus mentes tan claramente como si hubiesen sido escritas ante su visión en letras de fuego. El temblor se apoderó de aquellas personas y sus rostros palidecieron. Al principio, mientras rodeaban el trono, aparentaban una indiferencia negligente. Pero ¡cuán cambiadas estaban! Había desaparecido la sensación de seguridad y en su lugar reinaba un terror indecible. Cada alma se sentía presa de espanto, no fuese que se hallara entre los que eran hallados faltos. Todo ojo se fijaba en el rostro de Aquel que estaba sentado sobre el trono; y mientras sus ojos escrutadores recorrían solemnemente la compañía, los corazones temblaban porque se sentían condenados sin que se pronunciase una palabra. Con angustia en el alma, cada uno declaraba su propia culpabilidad, y de forma terriblemente vívida veían que al pecar habían desechado el precioso don de la vida eterna.

Una clase de personas estaba anotada por haber estorbado la siembra. A medida que el ojo escrutador del Juez se posaba sobre ellos, se les revelaban distintamente sus pecados y negligencia. Con labios pálidos y temblorosos reconocían que habían traicionado su santo cometido. Habían recibido advertencias y privilegios, pero no los habían escuchado ni aprovechado. Podían ver ahora que habían presumido demasiado de la misericordia de Dios. En verdad, no tenían que hacer confesiones como las de los viles bajos y corrompidos; pero, como la higuera, eran malditos porque no llevaron frutos, porque no aprovecharon los talentos que se les habían confiado.

Esta clase había hecho de su yo algo supremo, y había trabajado solamente en favor de sus intereses egoístas. No eran ricos para con Dios ni habían respondido a sus derechos sobre ellos. Aunque profesaban ser siervos de Cristo, no le llevaron almas. Si la causa de Dios hubiese dependido de sus esfuerzos, habría languidecido; porque no solamente retuvieron los recursos que Dios les había prestado, sino que se retuvieron a sí mismos. Pero ahora podían ver y sentir que al mostrarse irresponsables con la obra de Dios, se habían colocado a la izquierda. Habían tenido una oportunidad, pero no quisieron hacer lo que podían y debían haber hecho.

-379-

Se mencionaron los nombres de todos los que profesan la verdad. Se reprendió a algunos por su incredulidad y a otros por haber sido perezosos. Habían dejado que otros hiciesen la obra de la viña del Señor y llevasen las más pesadas responsabilidades, mientras que ellos servían egoístamente a sus propios intereses temporales. Si hubiesen cultivado la capacidad que Dios les había dado, habrían llevado fielmente las responsabilidades y habrían trabajado en favor de los intereses del Maestro. El Juez dijo: “Todos serán justificados por su fe, y juzgados por sus obras”. ¡Cuán vívidamente aparecía entonces su negligencia, y cuán prudente el arreglo de Dios al dar a cada uno una obra que hacer para promover la causa y salvar a sus semejantes! Cada uno debía manifestar una fe viva entre su familia y su vecindario, revelando bondad hacia los pobres, compasión hacia los afligidos, dedicándose a la obra misionera y ayudando a la causa de Dios con sus recursos. Pero, como en el caso de Meroz, la maldición de Dios recaía sobre ellos por lo que no habían hecho. Habían amado el trabajo que les producía el mayor provecho en esta vida; y frente a sus nombres, en el libro mayor dedicado a las buenas obras, había un lamentable espacio en blanco.

Las palabras que se dirigieron a estas personas fueron muy solemnes: “Sois pesados en la balanza y se os ha hallado faltos. Habéis descuidado las responsabilidades espirituales en favor de las actividades temporales, mientras que vuestra misma posición de confianza hacía necesario que tuvieseis sabiduría más que humana y un juicio superior al juicio finito. Lo necesitabais incluso para cumplir la parte mecánica de vuestro trabajo; y cuando separasteis a Dios y su gloria de vuestros quehaceres, os apartasteis de su bendición”.

-380-

Se hizo luego la pregunta: “¿Por qué no lavasteis las vestiduras de vuestro carácter y no las emblanquecisteis en la sangre del Cordero? Dios envió a su Hijo al mundo, no para condenarlo, sino para que por él pudiese salvarse. Mi amor hacia vosotros fue más abnegado que el amor de una madre. Para que pudiese borrarse vuestro sombrío registro de iniquidad, y ofrecerse a vuestros labios la copa de la salvación, sufrí la muerte de la cruz, llevando el peso y la maldición de vuestra culpabilidad. Soporté los dolores de la muerte y los horrores de las tinieblas de la tumba para vencer a aquél que tenía el poder de la muerte, abrir su cárcel y franquearos las puertas de la vida. Me sometí a la vergüenza y la agonía porque os amaba con amor infinito, y quería hacer volver al paraíso de Dios, al árbol de la vida, a mis ovejas extraviadas. Habéis despreciado esta vida de bienaventuranzas que compré para vosotros a un precio tan elevado. Habéis rehuido la vergüenza, el oprobio y la ignominia que llevó vuestro Maestro por vosotros. No habéis apreciado los privilegios que fueron puestos a vuestro alcance por su muerte. No quisisteis participar de sus sufrimientos, y no podéis ahora participar de su gloria”.

Entonces se pronunciaron estas palabras solemnes: “El que es injusto, sea injusto todavía; y el que es inmundo, sea inmundo todavía; y el que es justo, practique la justicia todavía; y el que es santo, santifíquese todavía”. Apocalipsis 22:11. El libro se cerró luego, y cayó el manto de la persona que estaba sentada sobre el trono, revelando la terrible gloria del Hijo de Dios.

La escena se disipó después y me encontré nuevamente en la tierra, inefablemente agradecida de que el día de Dios no había venido todavía, y que aún se nos concede un precioso tiempo de gracia en el cual podemos prepararnos para la eternidad.

-381-

Nuestras publicaciones

Nuestras agencias de publicación no se han ocupado con la debida atención de algunos asuntos de gran importancia. Los hombres que detentan cargos importantes deberían haber diseñado planes para que nuestros libros circularan en lugar de permanecer en las estanterías, muriendo nada más al salir de la prensa. Nuestra gente está perdiendo la iniciativa y no siguen la creciente providencia de Dios.

Muchas de nuestras publicaciones han sido lanzadas al mercado con unas cifras tan bajas que los beneficios no son suficientes para sostener la agencia y mantener un nivel continuo de ingresos. Además, los miembros de nuestro pueblo que no están encargados especialmente de ninguna de las ramas de la obra en Battle Creek y Oakland no reciben información respecto de las necesidades de la causa y del capital necesario para mantener activo el negocio. No entienden las obligaciones financieras por pérdidas ni los gastos diarios que se dan en esas instituciones. Aparentemente piensan que las cosas se mueven sin excesivas preocupaciones ni grandes inversiones, por lo que piden precios bajos para nuestras publicaciones, lo que reduce alarmantemente los márgenes económicos. Por añadidura, después de la reducción de precios a cifras casi ruinosas, manifiestan un escasísimo interés por incrementar las ventas de los mismos libros para los que ellos han pedido precios económicos. Una vez conseguido el objetivo, se olvidan de la carga, cuando deberían mostrar un sincero interés y una preocupación real por impulsar la venta de publicaciones, sembrando mediante ellas las semillas de verdad y llevando ingresos a las agencias para que los inviertan en nuevas publicaciones.

Ha habido una gran desatención del deber por parte de los ministros, al no interesar a las iglesias de las localidades en las que trabajan con respecto a este asunto. Una vez se han reducido los precios, es muy difícil volver a incrementarlos porque los hombres de mente estrecha clamarán: “¡Especulación!” sin discernir que nadie obtiene un beneficio económico y que los instrumentos de Dios no deben ser inmovilizados por falta de capital. Los libros que deberían tener una amplia difusión, permanecen inútiles, en las agencias de publicación porque no se ha manifestado interés suficiente para distribuirlos.

Posted in

admin