Testimonios para la Iglesia, Vol. 4, p. 603-611, día 259

El amor del mundo

Apreciados hermanos y hermanas de _____: vuestro país es rico y hermoso, la providencia de Dios esparció sus bondades con generosidad; pero a menos que no se aprovechen con sabiduría, esas mismas bendiciones serán una maldición. Algunos de vosotros os habéis indigestado con las preocupaciones de la vida y algunos más se han embriagado con el espíritu del mundo. Corréis peligro; en especial vuestros jóvenes. Los padres no se han unido estrechamente a Dios y no han podido trabajar inteligentemente con la ayuda de su poder para convertir a sus hijos. Hablar constantemente no convierte. Las reprensiones y las restricciones son necesarias con frecuencia. Sin embargo, se ha llegado demasiado lejos, en especial cuando la piedad no está ejemplificada en la vida de aquellos que administran la reprensión. 

Nuestras palabras y nuestras acciones son nuestro fruto. Una vida consagrada es un sermón viviente y diario. No obstante, la piedad interna y la verdadera entrega ceden rápidamente el paso a las formas externas. La religión pura y sin desviación es la gran necesidad de la iglesia de _____. Es preciso que el acercamiento a Dios se convierta en una tarea individual. Nadie se puede salvar en nombre de otro, sino que cada hombre y cada mujer deberá trabajar por su propia salvación con temor y reverencia. Satanás tiene mucho más poder sobre alguien que profesa la verdad del que muchos se imaginan. En lugar de Cristo, el yo gobierna el corazón. La obstinación, el interés propio, la envidia y el orgullo echan fuera la presencia de Dios.

El amor de Dios debe impregnar el alma o los frutos de justicia no aparecerán. No es seguro consentir la vanidad y el orgullo, o el amor al poder o la ganancia. La peor fase del orgullo es preocuparse constantemente, censurar y quejarse porque se tiene el poder de hacerlo y aquellos a quienes se perjudica de esta manera no pueden impedirlo. La soberbia causa divergencias en el círculo familiar y en la iglesia. Los corazones que no son cristianos pensarán que pueden encontrar grandes errores en otros, cuando no existe ninguno y se ocuparán de pequeñeces hasta que parezcan enormidades. Dios ha encargado a sus seguidores la tarea de arreglar estos pequeños asuntos, que a algunos les parecen tan enormes, para que se encarguen ellos mismos de resolverlos. No permitáis que tales diferencias desafortunadas se eternicen hasta convertirse en fuente de amargura para la iglesia y muchos se aparten. Cuando Cristo está en el corazón, éste se ablandará tanto y se someterá de tal manera al amor por Dios y los hombres que las murmuraciones, las críticas y las contiendas dejarán de existir. Con la religión de Cristo en el corazón, su poseedor ganará una victoria completa sobre las pasiones que quieren alcanzar el dominio. 

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Cristo Dijo: “Buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas”. Mateo 6:33. Esta promesa siempre será cierta. No podemos gozar del favor de Dios a menos que cumplamos las condiciones que rigen para que se otorgue. Al hacerlo, alcanzaremos la paz, la satisfacción y la sabiduría que el mundo no puede dar ni robar. Si como iglesia, queréis asegurar la abundante bendición de Dios, individualmente, haced de él lo primero y lo último y dedicadle todos vuestros pensamientos, planes y acciones. La obediencia a Dios es el primer deber de todo cristiano. Una mente humilde y un corazón agradecido os elevarán por encima de las pruebas imaginarias y las dificultades reales. Cuanto menos sinceros, enérgicos y vigilantes seamos en el servicio del Maestro, más se recreará la mente en el yo, agrandando los más pequeños hormigueros hasta la categoría de montañas de dificultad. Sentiremos que se nos maltrata aunque no se cometiera ninguna falta de respeto.

La carga de la obra de Dios depositada sobre Moisés hizo de él un hombre poderoso. Durante años, mientras estuvo al cuidado de los rebaños de Jetro obtuvo la experiencia que le enseñó la verdadera humildad. Pero el llamado de Dios encontró a Moisés, y también nos encontrará a nosotros, ineficiente dubitativo y desconfiado de sí mismo. La orden de librar a Israel parecía abrumadora; pero, con el poder de Dios, Moisés aceptó el encargo. Ved el resultado: Su propia deficiencia no hizo fracasar la obra, sino que la fuerza de Dios lo llevó a hacer los esfuerzos más sinceros para elevarse y santificarse para su sagrada misión. 

Moisés jamás habría estado preparado para su puesto de confianza si hubiera esperado que Dios hiciera el trabajo por él. La luz del cielo descenderá sobre aquellos que sientan la necesidad de ella y la busquen como se busca un tesoro escondido. Pero si nos sumimos en un estado de inactividad, si dejamos que el poder de Satanás nos controle, Dios no enviará su inspiración sobre nosotros. A menos que ejercitemos hasta el límite las facultades que nos dio, siempre seremos débiles e ineficientes. La oración y el ejercicio vigoroso de la mente son necesarios para que podamos prepararnos para hacer el trabajo que Dios nos encomiende. Muchos jamás alcanzan la posición que podrían ocupar porque esperan que Dios haga por ellos lo que Dios les ha dado poder para hacer por ellos mismos. Todos los que esperan ser útiles en esta vida deben formarse en la disciplina moral y mental más severa y Dios los asistirá combinando el poder divino con el esfuerzo humano. 

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Muchos de los que están en _____ fracasarán porque no avanzan junto con la obra y no representan adecuadamente la santificación de la verdad con su vida diaria. No hacen como hizo Moisés y no se esfuerzan porque su vida alcance el modelo elevado. Si lo hubieran hecho, ahora se añadirían muchos más a su número y se gozarían en la verdad. Alejar de Cristo a las almas con nuestra vida sin santificar es cosa terrible. Nuestra religión debe ser algo más que una religión de la cabeza. Debe afectar al corazón y luego tener una influencia correctora sobre la vida. Los malos hábitos no se vencen con un único esfuerzo. El yo sólo se puede dominar después de largos y arduos combates. Esta formación debe ser emprendida por cada uno de los miembros de la iglesia a título individual, los cuales deberán quitar la basura que se ha acumulado alrededor de la puerta del corazón antes de que puedan servir a Dios con sencillez de propósito, adornando su profesión con una vida ordenada y una conversación piadosa. Sólo entonces podrán enseñar a los pecadores la verdad y ganar almas para Cristo.

En esa iglesia hay hombres que piensan que deberían enseñar la verdad a otros y, sin embargo, son exigentes, impacientes y criticadores con sus propias familias. Necesitan que alguien les enseñe hasta que sean hombres pacientes y temerosos de Dios en el hogar. Les es preciso aprender los primeros principios de la religión. Deberían buscar a Dios con sinceridad de alma porque han sido flagelo para sus familias y granizo desolador que deprime y destruye a sus hermanos. Tales hombres no merecen que se los considere padres de familia porque no velan por la familia con amor cristiano, misericordia y la verdadera dignidad de una vida piadosa y un carácter semejante al de Cristo. 

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La solemne y sagrada verdad—el mensaje de prueba que Dios nos dio para que lo comunicáramos al mundo—nos sujeta a todos y cada uno de nosotros a la fuerte obligación de transformar nuestra vida diaria y nuestro carácter para que el poder de la vedad pueda quedar bien representado. Constantemente, deberíamos tener la sensación de que el tiempo es corto y que los terribles acontecimientos que ha declarado la profecía tendrán lugar con rapidez. A causa de que esas verdades no se sienten como reales, nuestra vida no tiene congruencia con la verdad que profesamos. Muchos entierran talentos que deberían invertir allí donde obtuvieran ganancias para devolverlos a Dios cuando diga: “Ríndeme cuentas de tu administración”. Moisés fue grande porque usó sus talentos para hacer la obra de Dios y, en consecuencia se le aumentaron los talentos. Llegó a ser elocuente, paciente, seguro de sí mismo y competente para desempeñar la mayor tarea jamás confiada a un mortal. Este es el efecto sobre el carácter siempre que los hombres se entregan a Dios con toda el alma y escuchan sus mandamientos para obedecerlos. 

La pronta obediencia a las exigencias de Dios da energía vital y poder al alma. Se hace un trabajo tan persistente como el sol que alumbra sobre los obreros y sobre aquellos por quienes trabaja. Por más limitada que sea la capacidad de quien entra en esta obra, la labor que desempeñe en su humilde esfera será aceptable para Dios.

“No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos. Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad. Cualquiera, pues, que me oye estas palabras, y las hace, le compararé a un hombre prudente, que edificó su casa sobre la roca. Descendió lluvia, y vinieron ríos, y soplaron vientos, y golpearon contra aquella casa; y no cayó, porque estaba fundada sobre la roca. Pero cualquiera que me oye estas palabras y no las hace, le compararé a un hombre insensato, que edificó su casa sobre la arena; y descendió lluvia, y vinieron ríos, y soplaron vientos, y dieron con ímpetu contra aquella casa; y cayó, y fue grande su ruina”. Mateo 7:21-27. 

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La razón por la cual nuestro pueblo ha perdido facultades es que profesa la verdad pero no la práctica. Tiene poca fe y confianza en Dios. hay pocos que lleven la carga relacionada con su obra. El Señor exige la fuerza del cerebro, de los huesos y de los músculos; pero, muy a menudo se le escatima a él y se le entrega al mundo. El servicio de Dios se convierte en un asunto secundario, mientras que los intereses mundanos reciben pronta atención. Las cosas de menor importancia se convierten en esenciales, y las exigencias de Dios las cosas espirituales y eternas, se tratan con indiferencia, como algo que se puede tomar o dejar a nuestra voluntad. Si la mente estuviera puesta en Dios y la verdad ejerciera una influencia santificadora sobre el corazón, el yo se escondería en Cristo. Si nos damos cuenta de la importancia de la verdad que profesamos deberíamos creer que tenemos una sagrada misión para cumplir, una responsabilidad que implica resultados eternos. Todos los intereses temporales deberían someterse a esto. 

Hermanos de _____, no os dais cuenta de vuestra obligación hacia Dios y la tarea individual que él os confió para que la desempeñarais por él. Tenéis la teoría de la verdad, pero no sentís su poder en el alma. La higuera estéril extendía sus pretenciosas ramas ante el cielo; pero cuando el Redentor buscó el fruto, he aquí no había nada más que hojas. A menos que se opere una profunda obra en vosotros, como individuos y como iglesia, la maldición de Dios caerá ciertamente sobre vosotros como cayó sobre el árbol sin fruto. 

Los miembros de la iglesia de _____ poseen talentos que serían valiosos si fueran usados correctamente. Si sienten que Dios los considera suficientemente importantes como para aceptar su labor, el débil comenzará a ser fuerte; el tímido, valiente; y el irresoluto e indeciso, un hombre de rápidas y firmes decisiones. 

Los hombres de esa iglesia deben sentir que Dios desea que se conviertan en obreros de su causa según todas las capacidades. A menos que cambien su conducta, algunos se encontrarán en una situación parecida a la de los fariseos cuando Cristo les dijo: “Los publicanos y las rameras van delante de vosotros al reino de Dios”. Mateo 21:31. Muchos se sienten seguros porque profesan la verdad a la vez que no sienten su influencia santificadora sobre el corazón y no avanzan en la vida divina. 

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Hermanos, mientras como pueblo profesáis tener mucha más luz que otras denominaciones, vuestras obras no corresponden con vuestra profesión. Muchos que han estado en las tinieblas del error aceptan de buen grado la verdad cuando se les abre el entendimiento. Aunque hayan pasado toda su vida en el pecado, cuando se acercan a Dios en penitencia y sintiendo su pecaminosidad él los acepta. Esas personas se encuentran en una situación más favorable para la perfección del carácter cristiano que los que han tenido mucha luz y no la han aprovechado. Lo que deja a los hombres y las mujeres en las tinieblas es su descuido en el aprovechamiento de la luz y las ocasiones que se les otorgan. Cristo odia las pretensiones vanas. Cuando estuvo en la tierra siempre trató con ternura al penitente, aun a pesar de que hubiera sido el mayor de los pecadores; pero sus acusaciones cayeron duras sobre toda hipocresía. 

Cada hombre ha recibido de Dios una tarea por cumplir y nadie puede llevarla a cabo en su lugar. ¡Ojalá que cada uno de vosotros pudiese aplicarse el colirio para poder ver sus defectos de carácter y darse cuenta de cómo ve Dios su amor por el mundo, que está echando fuera el amor de Dios! nada os dará tanto poder, tanta seguridad en vosotros y nobleza de alma, como el sentido de la dignidad de vuestra tarea, la promesa de ser colaboradores con Dios haciendo el bien y salvando almas. 

El Hijo de Dios vino al mundo para dejarnos un ejemplo de vida perfecta. Se sacrificó a sí mismo por el gozo que tenía ante sí, el gozo de ver las almas rescatadas de las garras de Satanás y salvadas para el reino de Dios. La orden de Jesús era: “Sígueme” Mateo 8:22; 9:9; 19:21; Marcos 2:14; Lucas 5:27; 9:59; Juan 1:43; 21:19, 22. Los que siguen su ejemplo compartirán la obra divina de hacer el bien y finalmente entrarán en el gozo de su Señor.

En nuestros días hay más de uno que anda en humildad a quien Dios podría designar como designó a Abraham: “Amigo de Dios”. Santiago 2:23. Tales personas aprueban lo que Dios aprueba y condenan lo que él condena. En su presencia aun el pecador percibe un sentido de la reverencia, un freno. Dios está con ellos y son epístolas vivientes que todos los hombres conocen y leen. En su conducta se percibe ternura, dignidad y propiedad divina y ello les da poder sobre el corazón de sus semejantes. 

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Al seguir a Cristo, el Autor y Fin de vuestra fe, sentiréis que trabajáis bajo su mirada, que su presencia influye en vosotros y que él conoce vuestros motivos. A cada paso os preguntaréis humildemente: “¿Agradará a Jesús? ¿Glorificará a Dios?” Tarde y mañana vuestras sinceras oraciones ascenderán a Dios pidiendo su bendición y su guía. La verdadera oración se aferra al Omnipotente y nos da la victoria. Hincado de rodillas, el cristiano obtiene fuerza para resistir la tentación. 

El que ante todo es padre de familia llevará a sus hijos al trono de Dios mediante una fe viva. Al desconfiar de sus propias fuerzas aferra su alma desesperada a Jesús y toma la fuerza del Altísimo. Hermanos, orad en casa, con la familia, día y noche; orad con sinceridad en vuestra habitación; mientras estéis ocupados en vuestras tareas diarias, elevad el alma a Dios en oración. De ese modo anduvo Enoc con Dios. La oración silenciosa y ferviente del alma se elevará como santo incienso hasta el trono de la gracia y será tan aceptable para Dios como si fuese ofrecida en el santuario. Para todos los que lo vuelcan así, Cristo es una ayuda presente en tiempos de necesidad. Serán fuertes en el día del juicio.

La palabra de Dios es una lámpara a nuestros pies y una lumbrera en nuestro camino. “En mi corazón he guardado tus dichos, para no pecar contra ti”. Salmos 119:11. El corazón que ha sido ocupado previamente con la palabra de Dios está fortificado contra Satanás. Los que hacen de Cristo su compañero diario e íntimo amigo sentirán que los rodean los poderes de un mundo invisible. Al mirar a Jesús se asemejarán a su imagen. Al contemplarle son cambiados según el modelo divino; su carácter se suaviza, se refina y se ennoblece para el reino celestial.

Hermanos de _____, cuando se manifieste un celo verdadero y sincero en vuestro carácter y vuestras obras, los incrédulos lo verán en vuestra conducta y cuando estén en vuestra presencia sentirán que tenéis una paz que ellos desconocen, una serenidad que les es extraña. Creerán que trabajáis para Dios porque vuestras obras se harán en él. Se me mostró que esta es la característica de un cristiano. Satanás ha destruido muchas almas llevándolas a ponerse a sí mismas en el camino de la tentación. Se acerca a ellas como se acercó a Cristo, tentándolas para que amen al mundo. Les dice que pueden invertir provechosamente en tal o cual empresa y, crédulos, siguen su dirección. Pronto son tentados a apartarse de su integridad para obtener los máximos beneficios posibles para sí. Su conducta puede ser perfectamente legal según los modelos de justicia del mundo y, aun así, no resistir la prueba de la ley de Dios. Sus hermanos cuestionan sus motivos y son sospechosos de explotación en beneficio propio, sacrificando la preciosa influencia que sagradamente debiera haber sido guardada en beneficio de la causa de Dios. Ese negocio que en manos de alguien que vendería su integridad por ganancias mundanas, podría haber tenido éxito financiero, pero podría ser completamente inapropiado para un seguidor de Cristo.

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Todas estas negociaciones vienen acompañadas de pruebas y dificultades invisibles y son un tormento terrible para los que se mezclan con ellas. A menudo se dan circunstancias que motivan la reflexión sobre los motivos de esos hermanos; pero aunque alguno pueda parecer decididamente malo, no por eso deben ser consideradas siempre una prueba de carácter para ellos. Aun así, ellas a menudo son el punto de vuelta en su propia experiencia y destino. El carácter se puede transformar por la fuerza de las circunstancias en que se ha situado el individuo.

Se me mostró que para nuestro pueblo la especulación económica es un peligroso experimento. Con ella se pone en terreno enemigo y queda sujeto a enormes tentaciones, decepciones, pruebas y pérdidas. A esto sigue una inquietud febril, un deseo que ansía por obtener recursos más rápidamente de lo que las circunstancias actuales puedan admitir. En consecuencia, cambia el entorno con la esperanza de hacer más dinero. Sin embargo, sus expectativas no se hacen realidad y se desalienta, por lo que en lugar de avanzar, retrocede. Este ha sido el caso de algunos miembros de la iglesia de _____. Se están apartando de Dios. Si el Señor hubiese hecho prosperar las especulaciones de algunos de nuestros apreciados hermanos habría sido su ruina eterna. Dios ama a su pueblo, también ama a los que han tenido poca fortuna. Si quieren aprender las lecciones que intenta enseñarles su derrota, al final, se transformará en una preciosa victoria. El amor al mundo ha expulsado el amor de Cristo. Cuando la basura sea limpiada de la puerta del corazón y ésta se abra en respuesta a la invitación de Cristo, él entrará y tomará posesión del templo del alma. Si hubiésemos tenido más en cuenta estas precisas palabras del apóstol, nos habríamos ahorrado muchas pruebas: 

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“Sean vuestras costumbres sin avaricia, contentos con lo que tenéis ahora; porque él dijo: ‘No te desampararé, ni te dejaré’”. Hebreos 13:5. “Pero gran ganancia es la piedad acompañada de contentamiento; porque nada hemos traído a este mundo, y sin duda nada podremos sacar. Así que, teniendo sustento y abrigo, estemos contentos con esto. Porque los que quieren enriquecerse caen en tentación y lazo, y en muchas codicias necias y dañosas, que hunden a los hombres en destrucción y perdición; porque raíz de todos los males es el amor al dinero, el cual codiciando algunos, se extraviaron de la fe, y fueron traspasados de muchos dolores. Mas tú, oh hombre de Dios, huye de estas cosas, y sigue la justicia, la piedad, la fe, el amor, la paciencia, la mansedumbre. Pelea la buena batalla de la fe, echa mano de la vida eterna, a la cual asimismo fuiste llamado, habiendo hecho la buena profesión delante de muchos testigos”. 1 Timoteo 6:6-12. 

Este es nuestro día de prueba. Cada persona ha recibido un don o talento peculiar para que lo use con el fin de adelantar el reino del Redentor. Todos los agentes responsables de Dios, desde el más humilde y más oscuro hasta los que se ocupan puestos elevados en la iglesia, han recibido en fideicomiso los bienes de Dios. El ministro no es el único que puede trabajar por la salvación de las almas. Los que tienen los dones más pequeños no están excusados de usar sus mejores cualidades y, al hacerlo, sus talentos se aumentarán. No es cosa segura frivolizar con las responsabilidades morales ni menospreciar el día de la cosas pequeñas. La providencia de Dios proporciona sus legados de acuerdo con las variadas capacidades de las personas. Nadie debería lamentarse porque no puede glorificar a Dios con talentos que jamás ha poseído y de los cuales no es responsable. 

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