Testimonios para la Iglesia, Vol. 4, p. 612-621, día 260

Una gran causa de debilidad de la iglesia de _____ fue que, en lugar de aprovechar los talentos para la gloria de Dios, los ha envuelto en un manto y los ha enterrado en el mundo. Aunque algunos dispongan de tan sólo un talento, si lo ejercitan, se aumentará. Dios valora el servicio de acuerdo con lo que un hombre tiene y no con lo que no tiene. Si cumplimos nuestros deberes diarios con fidelidad y amor recibiremos la aprobación del Maestro como si hubiésemos desempeñado una gran tarea. Debemos abandonar el ansia de prestar grandes servicios y acumular grandes talentos ya que hemos sido hechos responsables de pequeños talentos y el desempeño de humildes obligaciones. Al menoscabar las pequeñas obligaciones diarias y querer alcanzar responsabilidades mayores no hacemos el trabajo que Dios nos confió.

¡Ojalá pudiera conseguir que esa iglesia se apercibiera del hecho de que Cristo tiene derechos sobre su servicio! Hermanos y hermanas, ¿sois siervos de Cristo? Entonces, si dedicáis la mayor parte de vuestro tiempo a serviros a vosotros mismos, ¿cuál será vuestra respuesta cuando el Señor os pida que rindáis cuentas de vuestra mayordomía? Los talentos que se nos han confiado no son nuestros, ya sean de propiedades, fuerza o capacidad mental. Si hacemos un mal uso, no importa si son todos o sólo uno, se nos condenará justamente por nuestra mala mayordomía. ¡Cuán grandes son las obligaciones que recaen sobre nosotros si tenemos que devolver a Dios aquello que es suyo! 

A menos que esa iglesia despierte de su letargo y se sacuda del espíritu del mundo, cuando sea demasiado tarde y descubran que han perdido para siempre ocasiones y privilegios, lo lamentarán. A veces el Señor prueba a su pueblo con prosperidad en las cosas temporales. Pero su intención es que haga un uso correcto de sus dones. Sus propiedades, su tiempo, su fuerza y sus oportunidades son de Dios. Porque todas esas bendiciones deben ser devueltas al Dador. Mientras entre nuestros hermanos vemos necesidades y miseria y escatimamos su alivio cuando nuestras propias necesidades ya están cubiertas, descuidamos un claro deber revelado en la palabra de Dios. Nos da generosamente para que podamos dar a otros. La beneficencia vence la soberbia y ennoblece y purifica el alma. Algunos hacen un mal uso de los talentos que Dios les dio; cierran los ojos para no tener que ver las necesidades de la causa del Señor y apartan los oídos para no tener que escuchar su voz mostrándoles que su deber es alimentar a los hambrientos y vestir a los desnudos. Algunos que profesan ser hijos de Dios parecen ansiosos por invertir sus recursos en el mundo no sea que regrese al Dador en forma de ofrendas y donaciones. Olvidan su divina misión y si se obstinan en seguir los dictados de sus corazones egoístas, gastando un tiempo y unos recursos preciosos en satisfacer su orgullo, Dios les enviará el infortunio y sentirán una necesidad acuciante a causa de su ingratitud. El Señor entregará sus talentos a otros mayordomos más fieles que reconozcan que él tiene derechos sobre ellos. 

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La riqueza es un poder que permite hacer el bien y el mal. Usada correctamente es fuente de continua gratitud porque los dones de Dios se aprecian y se reconoce al Dador en el uso que se les da según la intención de Dios. Los que roban a Dios reteniendo recursos para su causa y para los pobres que sufren se encontrarán con su justa retribución. Nuestro Padre celestial, que nos dio en fideicomiso todos los buenos dones, se apiada de nuestra ignorancia, nuestra fragilidad y nuestra condición desesperanzada. Para salvarnos de la muerte, libremente, dio a su amado Hijo. Nos pide todo aquello que consideramos nuestro. Abandonar a los pobres sufrientes es abandonar a Cristo porque él nos dice que los pobres son sus representantes en la tierra. Cristo acepta la compasión y la benevolencia mostradas hacia ellos como si se le mostraran a él mismo.

Cuando descuida a los pobres del Señor y los olvida o los saluda con miradas frías y palabras crueles, el culpable deberá tener presente que está abandonando a Cristo en la persona de sus santos. Nuestro Salvador identifica su interés con el de la humanidad sufriente. Así como el corazón del padre añora con ternura compasiva al que sufre entre su pequeño rebaño, el corazón de nuestro Redentor se compadece con los más pobres y humildes de sus hijos terrenales. Los ha puesto entre nosotros para despertar en nuestros corazones el amor que él siente hacia los que sufren y están oprimidos y hará que sus juicios caigan sobre quien los ofenda, los menoscabe o abuse de ellos. 

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Consideremos que Jesús tomó en su corazón todas las tribulaciones y los pesares, la pobreza y el sufrimiento del hombre y las convirtió en parte de su experiencia. Aunque era el Príncipe de la vida, no se sentó entre los grandes y honorables, sino con los humildes, los oprimidos y los que sufren. Fue el Nazareno menospreciado. No tenía dónde reposar la cabeza. Se hizo pobre por nosotros para que, por su pobreza, nosotros pudiésemos ser hechos ricos. Ahora es el Rey de gloria y si viniera coronado con majestad, muchos le rendirían homenaje. Todos competirían unos con otros para honrarlo; todos desearían estar en su presencia. Ahora se nos brinda una oportunidad para recibir a Cristo en la persona de sus Santos. Dios quiere que apreciéis sus dones y los uséis para su gloria. Os recomiendo que abráis el corazón a la verdadera y desinteresada benevolencia.

Apreciados hermanos, como iglesia habéis descuidado tristemente vuestras obligaciones hacia los hijos y los jóvenes. Además de establecer para ellos normas y restricciones, deberíais poner gran cuidado en mostrarles la cara de vuestro carácter que se semeja a Cristo, no la satánica. Los hijos necesitan vigilancia constante y amor tierno. Atadlos a vuestros corazones y haced que amen y teman a Dios. Los padres y las madres no controlan su espíritu y, por lo tanto, no son aptos para gobernar a otros. Además de reprimir y prevenir a los hijos, es preciso aprender a obrar justamente y con amor misericordioso a la vez que se anda humildemente con Dios. Todo deja una marca sobre la mente de los jóvenes. Estudian la expresión del rostro, la voz ejerce su influencia sobre ellos e imitan con exactitud el comportamiento. Los padres y las madres angustiados e irritables dan lecciones a sus hijos que, algún día, si pudieran, darían todo el mundo para desaprenderlas. Los hijos deben ver en la vida de sus padres una coherencia acorde con su fe. Al llevar una vida coherente y ejercer el dominio propio, los padres pueden moldear el carácter de sus hijos. 

Nuestras familias están ocupadas con demasiadas preocupaciones y cargas y la sencillez natural, la paz y la felicidad encuentran poco espacio. Deberíais preocuparos menos por lo que el mundo exterior diga y prestar más atención a los miembros del círculo familiar. No aceptéis tanta cortesía mundana y cultivad más la ternura y el amor, la alegría y la cortesía cristiana con los miembros de la casa. Muchos deberán aprender a hacer del hogar un lugar atractivo y de disfrute. Los corazones agradecidos y las miradas amables son más valiosos que las riquezas y el lujo, y la satisfacción por las pequeñas cosas hará del hogar un lugar feliz si en él reina el amor. 

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Jesús, el Redentor, anduvo en la tierra con la dignidad de un rey aunque era manso y humilde de corazón. Fue una luz y una bendición para todas las casas porque llevaba con él alegría, esperanza y aliento. Ojalá pudiésemos quedar satisfechos con menos anhelos del corazón, menos cuitas por cosas difíciles de obtener para embellecer nuestros hogares mientras no apreciemos lo que Dios valora más que las joyas, el espíritu manso y pacífico. La gracia de la sencillez, la mansedumbre y el verdadero afecto haría que la casa más humilde fuera un paraíso. Mejor es soportar alegremente los inconvenientes que renunciar a la paz y la conformidad. 

Tenéis gran necesidad de humillar vuestro corazón ante Dios al ver la triste condición de vuestros hijos, carentes de Dios y de toda esperanza en el mundo. No aprecian ni se muestran reverentes con las cosas sagradas porque han puesto los asuntos comunes y mundanos al mismo nivel que los intereses eternos. Entre vosotros hay jóvenes cuyo servicio será aceptable para Dios si, como Daniel y sus compañeros, le rinden sus corazones y se unen a él. Muy pocos tienen una idea cierta del peligro que rodea a los jóvenes de nuestros días. Se requiere una gran cantidad de valor moral y una resistencia constante a la tentación para alcanzar una noble hombría. El carácter inmaculado ante Dios es algo raro. Muchos que no temen a Dios, cuyos pies se encuentran en la ancha vía de la muerte, esperan para ser compañeros de vuestros hijos. Ojalá pudiera conseguir que los jóvenes vieran el peligro, en particular el peligro de contraer matrimonios infelices.

Un poco de tiempo malgastado en locuras de juventud dará una cosecha que os amargará toda la vida. Una única hora de insensatez, una única vez que se ceda a la tentación puede llevar toda vuestra vida al traste. No tenéis más que una juventud; mirad que sea útil. Una vez que hayáis pasado por el sendero no podréis regresar para rectificar los errores. El que no quiere unirse a Dios y emprende el camino de la tentación caerá con toda seguridad. Dios prueba a todos los jóvenes. Muchos han excusado su despreocupación e irreverencia con el mal ejemplo que les dieron profesores más experimentados. Aun así, esto no debería justificar a nadie de obrar correctamente. En el día del balance final no podréis excusaros como ahora. Se os condenará justamente porque conocíais el camino pero no quisisteis andar por él.

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Satanás, el archiengañador, se transforma en un ángel de luz y se acerca a los jóvenes con sus tentaciones sofisticadas y consigue ganarlos y, paso a paso, apartarlos de la senda del deber. Se lo describe como un acusador, un engañador, un mentiroso, un torturador y un asesino. “El que práctica el pecado es del diablo”. 1 Juan 3:8. Cada transgresión condena el alma y provoca el desagrado divino. Dios discierne los pensamientos del corazón. Cuando acariciamos pensamientos impuros no es preciso que los expresemos con palabras o acciones para consumar el pecado y condenar el alma. Su pureza queda manchada y el tentador triunfa. 

Cuando sus propias pasiones lo apartan y lo atraen, el hombre es víctima de la tentación. Se aparta del camino de la virtud y el bien real por seguir sus inclinaciones. Si los jóvenes poseyesen integridad moral las más rudas tentaciones serían vanas. Satanás es culpable de tentaros, pero vosotros sois culpables de ceder a la tentación. Satanás no tiene el poder de forzar a los tentados para que se vuelvan transgresores. No hay excusa para el pecado.

Mientras algunos jóvenes malgastan sus facultades con vanidades e insensateces, otros disciplinan la mente, acumulando conocimiento, revistiéndose con la armadura para emprender una vida de luchas, decididos a coronarla con el éxito. Pero fracasarán, por alto que consigan trepar, a menos que centren sus afectos en Dios. Si se vuelven al Señor de todo corazón, rechazando los engaños que los puedan debilitar en lo más mínimo, su propósito de obrar correctamente, tendrá fuerza y confianza en Dios. 

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Los que aman la sociedad frecuentemente consienten este rasgo hasta que se convierte en una pasión dominadora. El vestido, las visitas a lugares de diversión, las risas y la charla sobre temas ligeros como la vanidad son el objetivo de su vida. No pueden soporta la lectura de la Biblia y contemplar las cosas celestiales. Se sienten miserables a menos que algo los excite. Carecen de la facultad de ser felices y para serlo dependen de la compañía de otros jóvenes tan irreflexivos y rebeldes como ellos mismos. Emplean las facultades que podrían usar con propósitos nobles en insensateces y disipación. 

El joven que encuentra placer y felicidad en la lectura de la palabra de Dios y en la hora de oración siempre se sacia con sorbos de la Fuente de vida. Alcanzará una altura de excelencia moral y una amplitud de pensamiento que nadie más puede concebir. La comunión con Dios favorece los buenos pensamientos, las nobles aspiraciones, la clara percepción de la verdad y los elevados propósitos de acción. Dios reconoce a los que unen el alma con él como sus hijos e hijas. Ascienden sin cesar y obtienen visiones claras de Dios y la eternidad hasta que el Señor hace de ellos vías de luz y sabiduría para el mundo. 

Algunos de los jóvenes de _____ se encuentran en un estado de pecado contumaz. Son rudos, descorteses, ásperos y rebeldes. Han recibido una gran luz y la han rechazado. Si ahora escogen el camino de la paz, deberán hacerlo por principio, no por impulso emocional. El pecado y la santidad no entran en componendas. La Biblia no refrenda la impiedad ni usa palabras amables de perdón y caridad para el impenitente persistente. Jesús vino para atraer a todos los hombres hacia sí y sus seguidores deben andar en la luz de su glorioso ejemplo, sin importarles la comodidad que deban sacrificar o su reputación, o el peligro de perder las posesiones o la vida misma. Sólo así podrán combatir la buena batalla de la fe.

Los jóvenes tienen a su disposición una perla de gran valor. Pueden comprarla y venderla. O pueden rechazarla con la consecuencia de su pérdida infinita. El cielo está al alcance de todos los que cumplan las condiciones escritas en la palabra de Dios. El Redentor obedeció hasta la muerte. Se dio a sí mismo como ofrenda por el pecado. Sois redimidos “con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha”. 1 Pedro 1:19. “La sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado”. 1 Juan 1:7. Jóvenes amigos, podéis formular propósitos sinceros según vuestra propia fuerza, podéis engañaros diciéndoos que podéis seguir una conducta correcta sin rendir el corazón a la influencia controladora del Espíritu de Dios; y, sin embargo, seréis infelices. Vuestro espíritu agitado necesita el cambio y está sediento del placer que se encuentra en las diversiones y las risas y la compañía de vuestros jóvenes amigos. Os caváis cisternas rotas que no contendrán agua. Un poder engañoso controla vuestra mente y vuestras acciones. Sólo podréis encontrar la felicidad en el arrepentimiento y la fe hacia nuestro Señor Jesucristo; porque vuestro corazón está lleno de rebelión que se manifiesta en vuestras palabras. Vuestras oraciones egoístas y vuestras formas religiosas pueden adormecer la conciencia pero aumentan el peligro. No habéis renovado vuestra naturaleza. 

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La preciosa sangre de Jesús es la fuente preparada para purificar el alma de toda mancha de pecado. Cuando os decidáis a tomarlo como vuestro amigo, desde la cruz de Cristo brillará una luz nueva y permanente. El verdadero sentimiento del sacrificio y la intercesión del amado Salvador quebrantará el corazón que se ha endurecido con el pecado. El amor, la gratitud y la humildad entrarán en el alma. La rendición del corazón a Jesús subyuga al rebelde y lo vuelve penitente. El lenguaje del alma obediente es: “Las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas”. 2 Corintios 5:17. Esta es la verdadera religión de la Biblia. Todo cuanto sea menos que esto es un engaño. 

Los jóvenes no se han apercibido de que la libertad y la luz sólo se pueden retener con la abnegación y la oración y vigilancia constantes, con una confianza continua en los méritos de la sangre de Cristo. Cuando el Espíritu Santo alienta el alma, la voluntad y las facultades del hombre deben dar una respuesta a su influencia. Los que moran en Jesús serán felices, alegres y se gozarán en Dios. La amabilidad subyugada será la señal de la voz. La reverencia por las cosas espirituales y eternas se expresará en las acciones y la música. Una música alegre, resonará en los labios porque fluye del trono de Dios. Este es el misterio de la piedad, que no se explica con facilidad y, sin embargo, se siente y se disfruta. Un corazón obstinado y rebelde puede cerrar la puerta a todas las dulces influencias de la gracia de Dios y todo el gozo en el Espíritu Santo. Pero los caminos de la sabiduría son caminos de placidez y todas sus sendas son de paz. Cuanto más estrechamente unidos estemos a Cristo, más mostrarán nuestras palabras y nuestras acciones el poder subyugador y transformador de su gracia. 

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Suplico a los jóvenes de _____ que consideren sus caminos y cambien su conducta antes de que sea demasiado tarde. Algunos de vosotros os enorgullecéis de vuestras capacidades; pero cuanto más valiosos sean los talentos que se os confían para conservarlos, mayor será vuestra condenación si tales dones del cielo fueron empleados al servicio de Satanás. Dios puede actuar sin vosotros, pero vosotros no podéis hacer nada sin Dios. Quien sufrirá sin Jesús sois vosotros. Los mandamientos de Dios son como zarzas y espinas para algunos de los jóvenes de _____. Su conocimiento de la verdad hace que sea difícil para ellos abandonarse a los placeres pecaminosos porque no pueden borrar de la mente los derechos que Dios tiene sobre ellos. La restricción que así se impone despierta en ellos un sentimiento de impaciencia. Intentan apartarse de esa voz de aviso pero se descubren dando coces contra el aguijón y traspasándose con muchos pesares. ¡Ojalá se acercaran a la Fuente de agua viva antes de entristecer por última vez al Espíritu de Dios! 

Unas pocas palabras más para los miembros de iglesia. Cristo dijo: “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame”. Mateo 16:24. No es preciso que nos hagamos cruces ni que vistamos tela de saco, ni tampoco que nos pellizquemos o nos neguemos los alimentos saludables y nutritivos. No debemos encerrarnos en monasterios, lejos del mundo sin hacer el bien a nuestros semejantes, pensando que esa es la cruz de Cristo. Tampoco se nos pide que expongamos la salud y la vida innecesariamente, ni que subamos la colina de la vida cristiana con llantos, sintiendo que es un pecado estar alegre, satisfecho, feliz y gozosos. Estas son cruces que nos habremos hecho nosotros mismos, pero no son la cruz de cristo. 

Llevar la cruz de Cristo es controlar las pasiones pecaminosas, practicar la cortesía cristiana aun cuando sea inconveniente, ver las carencias de los que están necesitados y en apuros y negarnos a nosotros mismos para aliviarlos, abrir el corazón y la puerta a los huérfanos sin hogar, aun cuando hacerlo pueda ser una sobrecarga para nuestros recursos y nuestra paciencia. Esos niños son los miembros más jóvenes de la familia de Dios y deben recibir amor y cuidados, deben ser criados con la nutrición y la advertencia del Señor. Esta es una cruz que, si se lleva con alegría por Cristo, será una diadema de gloria en el reino de Dios. 

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Hermanos, por amor a Cristo, llenad vuestra vida con buenas obras, aun a pesar de que el mundo no aprecie vuestros esfuerzos y no os dé crédito. Esto es abnegación. El egoísmo es el yugo más pesado que los miembros de la iglesia jamás pusieron sobre su cuello, pero los que profesan ser seguidores de Cristo lo aceptan con demasiada facilidad. Todo lo que poseéis pertenece a Dios. Vigilad, no sea que, egoístamente, retengáis las bendiciones que él os dio para las viudas y los huérfanos. Cristo abandonó su gloria, su honor y su alto mando, y por amor a nosotros se hizo pobre para que por su pobreza nosotros pudiésemos ser hechos ricos. Ahora se nos plantea una pregunta: ¿Qué hará cada uno de nosotros por Jesús, el cual dio su vida por un mundo en ruinas? 

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La sencillez en el vestir

En el Sermón del Monte, Cristo exhorta a sus seguidores a no permitir que su espíritu se distraiga con las cosas terrenales. Dice claramente: “Ninguno puede servir a dos señores; porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o estimará al uno y menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y a las riquezas. Por tanto os digo: No os afanéis por vuestra vida, qué habéis de comer o qué habéis de beber; ni por vuestro cuerpo, qué habéis de vestir. ¿No es la vida más que el alimento, y el cuerpo más que el vestido?” “Y por el vestido, ¿por qué os afanáis? Considerad los lirios del campo, cómo crecen: no trabajan ni hilan; pero os digo, que ni aun Salomón con toda su gloria se vistió así como uno de ellos”. Mateo 6:24-25, 28-29. 

Estas palabras rebosan de significado. Eran aplicables en los días de Cristo, y lo son en nuestra época. En ellas, Jesús pone en contraste la sencillez natural de las flores del campo, con el adorno artificial del vestido. Declara que la gloria de Salomón no podía compararse con una sola flor en su hermosura natural. Esta es una lección para todos los que desean conocer y hacer la voluntad de Dios. Jesús nota el cuidado y la devoción que muchos dedican al vestido, y nos aconseja y hasta nos ordena que no pensemos demasiado en él. Es importante que prestemos atención cuidadosa a sus palabras. Salomón estaba tan embargado por pensamientos de ostentación, que no elevó su espíritu por una constante comunión con el Dios de la sabiduría. Pasó por alto la perfección y la belleza del carácter en su propósito de obtener la belleza exterior. Vendió su honor y la integridad de su carácter al procurar glorificarse a sí mismo ante el mundo, y finalmente se transformó en un déspota que sostenía sus lujos extravagantes imponiendo al pueblo tributos excesivos. Primero se corrompió en su corazón, luego apostató de Dios, y finalmente adoró a los ídolos. 

Al ver a nuestras hermanas apartarse de la sencillez en el vestir y cultivar el amor por las modas del mundo, nos afligimos. Al ir en esa dirección, se están separando de Dios y descuidan el adorno interior. No deben sentirse libres para dedicar el tiempo que se les ha dado al adorno innecesario de sus vestidos. ¡Cuánto mejor sería que lo empleasen escudriñando las Escrituras, y obteniendo así un conocimiento cabal de las profecías y las lecciones prácticas de Cristo!

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