Testimonios para la Iglesia, Vol. 4, p. 632-641, día 263

Los alumnos de nuestras escuelas están expuestos a múltiples tentaciones. Serán puestos en relación con individuos de casi toda disposición mental y moral. Los que han tenido experiencia religiosa son censurables si no se colocan en posición para resistir toda mala influencia. Pero muchos prefieren seguir sus inclinaciones. No consideran que pueden forjar o destruir su propia felicidad. Está en su poder el aprovechar de tal manera su tiempo y sus oportunidades, que desarrollen un carácter que los hará felices y útiles.

Los jóvenes que residen en Battle Creek están en peligro constante porque no se unen al cielo. Si fueran fieles a su profesión serían misioneros de Dios. Al manifestar interés, compasión y amor cristianos podrían aprovechar la juventud para venir a Battle Creek desde otros lugares. Es preciso que se haga un esfuerzo sincero para que esos forasteros no escojan amistades superficiales, frívolas y amantes de los placeres. Los tales ejercen una influencia desmoralizadora en el colegio, en el sanatorio y en la agencia de publicación. El número de los que se cuentan entre nosotros aumenta constantemente a la vez que se desvanecen sin cesar la vigilancia y el celo por guardar el fortín. Si abrieran los ojos, todos verían hacia donde tienden estas cosas.

Muchos se mudan a Battle Creek para que sus hijos disfruten de los beneficios del colegio y, al mismo tiempo, no sienten la responsabilidad de tal decisión. No se aperciben de que deben considerar algo más que su interés egoísta, que pueden ser más un obstáculo que una bendición, a menos que vengan con el firme propósito de hacer bien tanto como de recibirlo. Aun así, nadie tiene que perder su espiritualidad por venir a Battle Creek. Si seguimos a Cristo, nadie tendrá poder para apartarnos de la senda dispuesta para que los rescatados del Señor anden por ella. Nadie está obligado a copiar los errores de los que profesan ser cristianos. Si alguien ve las equivocaciones y las faltas de otros, será responsable ante Dios y ante sus semejantes si no es un ejemplo mejor. Sin embargo, algunos se sirven de las faltas ajenas para tener una excusa para sus propios defectos de carácter y llegan a copiar esos mismos rasgos objetables que condenan. Tales personas dan pábilo a los que son objeto de sus quejas por llevar una conducta anticristiana. Entran con los ojos abiertos en la trampa del enemigo. No pocos en Battle Creek han seguido esta conducta. Algunos vinieron allí donde se encontraban nuestras instituciones con el egoísta motivo de hacer negocio. Esos no serán de ninguna ayuda para los jóvenes, ni de palabra ni de ejemplo.

-643-

Los peligros de los jóvenes quedan grandemente acrecentados cuando se los asocia con gran número de otros jóvenes de diverso carácter y hábitos de vida. En tales circunstancias, muchos padres se inclinan a relajar más bien que a duplicar sus propios esfuerzos por custodiar y regir a sus hijos. Arrojan una tremenda carga sobre los que sienten la responsabilidad. Cuando estos padres ven que sus hijos se están desmoralizando, se inclinan a censurar a los que están encargados de la obra, cuando los males han sido causados por la conducta de los padres mismos.

En vez de unirse a los que llevan las cargas, elevar la norma de la moral, y trabajar con corazón y alma en el temor de Dios para corregir los defectos de sus hijos, muchos padres calman su propia conciencia diciendo: “Mis hijos no son peores que otros”. Procuran ocultar las faltas chocantes que Dios odia, no sea que sus hijos se ofendan, y actúen en forma desesperada. Si el espíritu de rebelión está en su corazón, será mucho mejor subyugarlo ahora que permitirle crecer y fortalecerse por la indulgencia. Si los padres quisieran hacer su deber, veríamos un estado diferente de cosas. Muchos de estos padres se han apartado de Dios. No tienen su sabiduría para percibir las trampas de Satanás y resistirlas.

En esta época del mundo, los hijos deberían ser objeto del cuidado más estricto. Deberían recibir advertencias y restricciones. Dios maldijo a Elí porque no reprendió decidida y prontamente a sus malvados hijos. Hay algunos padres en Battle Creek cuya conducta no es mejor que la de Elí. Tienen miedo de controlar a sus hijos. Los ven servir a Satanás pero se hacen los ciegos y lo aceptan como una cosa desagradable que deben soportar porque no se puede solucionar.

-644-

A cada hijo e hija debe pedírsele cuenta si se ausenta de la casa de noche. Los padres deben saber en qué compañía se hallan sus hijos, y en casa de quién pasan sus veladas. Algunos hijos engañan a sus padres con mentiras para evitar que quede expuesta su mala conducta. Hay quienes buscan la amistad de compañeros corrompidos, y visitan secretamente en la ciudad tabernas y otros lugares de placer prohibidos. Hay alumnos que visitan los salones de billar y juegan a los naipes, lisonjeándose de que no hay peligro. Puesto que buscan solamente divertirse, se sienten perfectamente seguros. No son sólo los inferiores los que hacen esto. Algunos de los que han sido cuidadosamente criados y enseñados a mirar tales cosas con aborrecimiento, se están aventurando en el terreno prohibido.

Los jóvenes deben ser dominados por principios firmes, a fin de aprovechar debidamente las facultades que Dios les ha dado. Pero los jóvenes siguen tanto y tan ciegamente los impulsos, sin referencia a los principios, que están constantemente en peligro. Siendo que no siempre pueden tener la dirección y protección de padres y tutores, necesitan ser enseñados a regirse y dominarse a sí mismos. Se les debe enseñar a pensar y actuar de acuerdo con principios de conciencia.

Los que se dedican al estudio deben tener solaz. La mente no debe dedicarse constantemente a la reflexión detenida, porque se gastaría la delicada maquinaria mental. Tanto el cuerpo como la mente deben tener ejercicio. Pero hay una gran necesidad de temperancia en las diversiones, como en cualquier otra actividad. Su carácter debe ser considerado cuidadosa y cabalmente. Todo joven debe preguntarse: ¿Qué influencia tendrán estas diversiones sobre mi salud física, mental y moral? ¿Quedará mi mente tan infatuada que me olvide de Dios? ¿Dejaré de tener presente su gloria? {4TI 644.3}

Se deberían prohibir los juegos de naipes. Las amistades y tendencias son peligrosas. El príncipe de los poderes de las tinieblas preside la sala de juego y cualquier lugar donde se juegue con naipes. Los ángeles malos son huéspedes habituales de esos lugares. No hay nada en tales diversiones que sea beneficioso para el almao el cuerpo. No hay nada que refuerce el intelecto, nada que aporte valiosas ideas para un uso futuro. La conversación versa sobre temas triviales y degradantes. En ellas se escuchan el chiste grosero, la charla baja y vil, que rebaja y destruye la verdadera dignidad de la humanidad. Esos juegos son los más carentes de sentido, los más inútiles, inaprovechables y peligrosos usos que puede tener la juventud. Los que participan del juego con naipes se excitan intensamente y pronto pierden toda apetencia por las ocupaciones elevadas y útiles. El ser experto en manejar los naipes, conduce a menudo al deseo de usar este conocimiento y tacto para obtener algún beneficio personal. Se juega una pequeña suma, y luego una mayor, hasta que se adquiere la sed del juego que conduce a la ruina segura. ¡A cuántos ha llevado esta diversión perniciosa a toda práctica pecaminosa, a la pobreza, a la cárcel, al homicidio y al cadalso! Y sin embargo, muchos padres no ven el terrible peligro que amenaza con devorar a nuestros jóvenes.

-645-

Entre los más peligrosos lugares de placer se cuenta el teatro. En vez de ser una escuela de moralidad y virtud, como se pretende a menudo, es el semillero de la inmoralidad. Estas diversiones fortalecen y confirman los hábitos viciosos y las propensiones pecaminosas. Los cantos viles, los ademanes, las expresiones y actitudes lascivas depravan la imaginación y degradan la moral. Todo joven que asista habitualmente a espectáculos, se corromperá en sus principios. No hay en nuestra tierra influencia más poderosa para envenenar la imaginación, destruir las impresiones religiosas, y embotar el gusto por los placeres tranquilos y las sobrias realidades de la vida, que las diversiones teatrales. El amor por estas escenas aumenta con cada asistencia, como el deseo de bebidas embriagantes se fortalece con su consumo. La única conducta segura consiste en huir del teatro, del circo y otros lugares dudosos de diversión.

Hay modos de recreación que son altamente beneficiosos para la mente y el cuerpo. Una mente ilustrada, discernidora, hallara abundantes medios de entretenerse y divertirse, en fuentes que no sean solamente inocentes, sino instructivas. La recreación al aire libre, la contemplación de las obras de Dios en la naturaleza, serán del más alto beneficio.

-646-

El gran Dios, cuya gloria brilla desde el cielo y cuya mano divina sostiene millones de mundos, es nuestro Padre. Nos basta con amarlo, confiar en él, como si fuéramos niños en fe y confianza, y nos aceptará como hijos e hijas suyos, por lo que seremos llamados herederos de toda la gloria inexpresable del mundo eterno. Él guiará a todos las mansos en el juicio, a éstos enseñará su camino. Si andamos en obediencia a su voluntad, aprendiendo con gozo y diligencia las lecciones de su providencia, una y otra vez nos dirá: “Hijo, ven a casa, a las mansiones celestiales que tengo preparadas para ti”.

-647-

Responsabilidad ante Dios

Somos responsables ante Dios del sabio aprovechamiento de todas las facultades mentales y físicas. ¿Quién puede medir esta responsabilidad? Deberemos rendir cuentas de la influencia que ejerzamos. Lo que para nosotros puede parecer un pequeño defecto de carácter se reproducirá en otros en grado mayor y así la influencia que ejerzamos para el mal puede aumentar y perpetuarse.

Que nadie se atreva a hablar con ligereza de las advertencias que reciben aquellos cuya obligación es salvaguardar su bienestar moral y espiritual. Las palabras pueden parecer de poca importancia, que producen sólo una impresión momentánea en la mente de los oyentes. Pero no es todo. En muchos casos esas palabras tienen una respuesta en los corazones sin santificar de jóvenes que jamás se sometieron a advertencias o restricciones. La influencia de una palabra irreflexiva puede afectar el destino eterno de un alma. Cada persona ejerce una influencia sobre la vida de los demás. Podemos ser una luz que brilla e ilumina su sendero o una tormenta destructora. Podemos llevar a nuestras amistades hacia arriba, hacia la felicidad y la vida inmortal, o hacia abajo, al sufrimiento y la ruina eterna. Nadie perecerá solo con su iniquidad. Por pequeña que sea la esfera de influencia, ésta se ejerce para bien o para mal. Un hombre a punto de morir exclamó: “Reunid toda mi influencia y enterradla conmigo”. ¿Es esto posible? No; como la semilla del cardo se había esparcido por todas partes y había arraigado, por lo que daría una abundante cosecha.

Pocos hay que formen malos hábitos deliberadamente. Con la repetición frecuente de las malas acciones los hábitos se forman de manera inconsciente y se vuelven tan fuertes que se requiere el esfuerzo más persistente para efectuar un cambio. Jamás deberíamos demorarnos en romper un hábito pecaminoso. A menos que conquistemos los malos hábitos, ellos nos conquistarán a nosotros y destruirán nuestra felicidad. Hay muchas pobres criaturas, miserables, descontentas y degradadas, una maldición para los que los rodean, que podrían haber sido hombres útiles y felices de haber aprovechado sus oportunidades. Muchos jóvenes malgastan las preciosas horas de la vida soñando despiertos y sin hacer nada. Esas personas carecen de fuerza de carácter y principios fuertes. Muchos se dejan llevar por las circunstancias. Siempre buscan la simpatía de los demás, dependiendo vanamente de los otros para ser felices. Las esperanzas de todos los que siguen esta conducta naufragarán, las de esta vida y las de la futura.

-648-

Los jóvenes que establecen una amistad pueden convertirla en una bendición o una maldición. Pueden edificarse, bendecirse y fortalecerse mutuamente, mejorando su comportamiento, su disposición y su conocimiento o, al permitirse ser despreocupados e infieles, pueden ejercer una influencia desmoralizadora.

Jesús ayudará a todos los que pongan su confianza en él. Los que están unidos a Cristo son gobernados por la felicidad. Siguen la senda por la cual los guía el Salvador, crucificando el yo por él junto con las aficiones y las pasiones. Esas personas han construído sus esperanzas en Cristo y las tormentas de la tierra no tienen poder para arrancarla de su seguro cimiento.

A vosotros compete, muchachos y muchachas, que seáis personas de confianza, íntegras y realmente útiles. Debéis estar prontos y resueltos a tomar partido por la justicia en cualquier circunstancia. Nuestros malos hábitos no pueden entrar con nosotros en el cielo; a menos que los venzamos aquí, nos expulsarán de la morada de los justos. Los malos hábitos ponen la más vigorosa resistencia cuando se les planta batalla. Pero si, con tesón, se mantiene vivo el combate, podrán ser conquistados.

Para formar hábitos correctos, debemos buscar la compañía de personas de moral sana e influencia religiosa. Constantemente deberíamos tener presente que debemos ser aptos para habitar los atrios celestiales. Hemos recibido las preciosas horas de gracia para que podamos eliminar todos los defectos del carácter. Deberíamos esforzarnos en hacerlo, no sólo para obtener la vida futura, sino para ser útiles aquí. Los muchachos y las muchachas deberían considerar que un buen carácter es como un capital de más valor que el oro, la plata o las acciones. No se verá afectado por las situaciones de pánico y las quiebras y dará ricos beneficios cuando las posesiones terrenales desaparezcan. Los jóvenes necesitan una visión más elevada y noble del valor de un carácter cristiano. El pecado ciega los ojos y profana el corazón. La integridad, la firmeza y la perseverancia son cualidades que todos deberían cultivar sinceramente. Porque revisten al que las posee de un poder que es irresistible, un poder que lo hace fuerte para obrar el bien, para resistir al mal y afrontar la adversidad. Aquí brilla la verdadera excelencia del carácter con su mayor resplandor.

-649-

La fuerza de carácter consiste en dos cosas: la energía de la voluntad y del dominio propio. Muchos jóvenes consideran equivocadamente como fuerza de carácter la pasión arrolladora; pero la verdad es que el que se deja dominar por sus pasiones, es un hombre débil. La verdadera grandeza del hombre y su nobleza se miden por el poder de los sentimientos que subyuga, no por el de los sentimientos que lo vencen a él. El hombre más fuerte es aquel que, aunque sensible al ultraje, refrena sin embargo la pasión y perdona a sus enemigos. Los tales hombres son verdaderos héroes.

Muchos tienen ideas tan restringidas de lo que pueden llegar a ser que siempre permanecerán atrofiados y estrechos, cuando si aprovechasen las facultades que Dios les ha dado, podrían desarrollar un carácter noble y ejercer una influencia que ganaría almas para Cristo. El conocimiento es poder; pero la capacidad intelectual, sin la bondad del corazón, es un poder para el mal.

Dios nos ha dado nuestras facultades intelectuales y morales; pero en extenso grado cada persona es arquitecto de su propio carácter. Cada día va subiendo la estructura. La Palabra de Dios nos advierte que prestemos atención a cómo edificamos, para que nuestro edificio se funde, en la Roca eterna. Llegará el tiempo en que nuestra obra quedará revelada tal cual es. Ahora es el momento para que todos cultiven las facultades que Dios les ha dado, a fin de que puedan desarrollar un carácter que tenga utilidad aquí y sea apto para la vida superior.

Cada acto de la existencia, por muy insignificante que sea, tiene su influencia en la formación del carácter. Un buen carácter es más precioso que las posesiones mundanales; y la obra de su formación es la más noble a la cual puedan dedicarse los hombres.

Los caracteres formados por las circunstancias son variables y discordantes, una masa de sentimientos encontrados. Sus poseedores no tienen un blanco elevado o fin en la vida. No ejercen influencia ennoblecedora sobre el carácter de los demás. Viven sin propósito ni poder.

-650-

La corta vida que se nos concede debe ser aprovechada sabiamente. Dios quiere que su iglesia sea viva, consagrada, y que trabaje. Nuestro pueblo, en conjunto, dista mucho de esto ahora. Dios pide almas fuertes, valientes, cristianas, activas y vivas, que sigan al verdadero Modelo, y que ejerzan una influencia definida por Dios y lo recto. El Señor nos ha confiado, como cometido sagrado, verdades importantísimas y solemnes, y debemos demostrar su influencia en nuestra vida y carácter.

Posted in

admin