Testimonios para la Iglesia, Vol. 5, p. 328-337, día 298

Cómo aprovechar el tiempo

Estimado hermano J,Me he levantado a medianoche para escribirle, porque estoy preocupada por usted. Sé que nos acercamos al fin de la historia del mundo y el registro de su vida no es tal que a usted le complacería encontrarlo en aquel gran día cuando toda persona será recompensada según sus obras. 

Tal vez sintáis que otros han hecho mal; y sé tan bien como vosotros que en la iglesia no se ha manifestado un espíritu como el de Cristo. Pero ¿de qué os valdrá esto en el juicio? ¿Pueden dos males hacer un bien? Aunque uno, dos o tres miembros de la iglesia hayan hecho mal, esto no borrará vuestro pecado ni lo excusará. Cualquiera que sea la conducta seguida por los demás, vuestra obra consiste en poner vuestro propio corazón en orden. Dios tiene sobre vosotros derechos que ninguna circunstancia debe haceros olvidar o descuidar; porque cada alma es preciosa a su vista. 

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Me compadezco de los que han tropezado en las oscuras montañas de la incredulidad y anhelo ayudarlos. Hay buen elemento en la iglesia de _____, pero los miembros no han sido transformados por el Espíritu de Dios y colocados en una posición desde la cual puedan dejar que su luz brille sobre el mundo. Algunos dotados de la capacidad para ser de gran utilidad, fracasan totalmente en momentos de prueba en la iglesia por falta de amor y de la misericordia que moraba tan abundantemente en el corazón de Cristo. Notan un error y en lugar de ayudar, se mantienen distanciados. Se inclinan por hacer alusiones desagradables y herir sentimientos, cuando pudieran evitarlo. Brota e impera el yo, ocasionan dolor e incitan sentimientos negativos. Por sanas que sean sus intenciones, sus esfuerzos por hacer el bien casi siempre resultan en fracaso, si no en daño real, porque carecen de la ternura y compasión de Cristo. Son buenos cirujanos, pero malos enfermeros. No poseen el tacto que nace del amor. Si lo tuvieran, sabrían pronunciar la palabra debida y hacer lo correcto al debido tiempo y en el lugar apropiado. Los demás quizá no tengan deseos más sinceros de hacer el bien, ningún interés más profundo en la causa de Dios; tal vez no sean más fieles y leales, ni su simpatía más profunda, ni su amor más cálido; sin embargo, por causa de su delicadeza y tacto, tienen mayor éxito en volver a ganar a los errantes. 

Al Señor le agradaría que su pueblo fuese más considerado de lo que es actualmente, más misericordioso y que se ayudasen más unos a otros. Cuando el amor de Cristo mora en el corazón, cada uno tendrá más tierno cuidado de los intereses de los demás. El hermano no se aprovechará de otro hermano en la transacción de negocios. Uno no cobrará un interés exorbitante, porque ve que su hermano está en aprietos y necesita ayuda. Aquellos que se aprovechan de las necesidades de los demás demuestran conclusivamente que no se rigen por los principios del Evangelio de Cristo. Su proceder está registrado en los libros del cielo como fraude y falta de honradez; y dondequiera que estos principios rijan, la bendición del Señor no entrará en el corazón. Tales personas están recibiendo la estampa del gran adversario en lugar de la del Espíritu de Dios. Pero los que finalmente hereden el reino, han de ser transformados por la gracia divina; deberán ser puros de corazón y de vida y poseer caracteres simétricos.

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Hermano mío, considero que usted está en grave peligro. Su tesoro está hecho en la tierra, y su corazón está puesto en su tesoro. Pero todos los bienes que acumule no le bastarán para pagar el rescate por su alma. Entonces, no permanezca en un estado de impenitencia e incredulidad que vaya, en su caso, a derrotar los propósitos misericordiosos de Dios; no obligue a que su mano paciente deba traer sobre usted la destrucción de su propiedad y la aflicción de su persona.

Cuántos no hay que ahora mismo están procediendo de tal manera que de aquí a poco traerán sobre sí tales visitaciones de juicio. Viven día tras día, semana tras semana, año tras año para sus propios intereses egoístas. Su influencia y sus recursos, acumulados a través de la capacidad y tacto que Dios les ha dado, son usados para ellos mismos y sus familias sin pensar en su bondadoso Benefactor. No permiten que nada fluya de vuelta al Dador. Es más, llegan a considerar la vida y los talentos que se les han encomendado como suyos propios; y si le dan a Dios la parte que él justamente reclama, piensan que han colocado al Creador bajo obligación hacia ellos. Por fin se agota la paciencia de Dios con ellos; y él abruptamente pone fin a todas sus tramas egoístas y mundanas, demostrándoles que así como han cosechado para su gloria personal, él puede desparramar; y no tienen defensa alguna para resistir su poder. 

Hermano J, hoy me dirijo a usted como a un prisionero de esperanza. Pero, ¿estaría usted dispuesto a considerar que su sol cruzó su meridiano ya hace algún tiempo y que ahora está rápidamente declinando? Ha anochecido. ¿No se da usted cuenta de que se alargan las sombras? Le queda muy poco tiempo para trabajar en su propio favor, en favor de la humanidad y de su Maestro. Hay una obra especial que hacer por su propia alma, si es que se ha de contar entre los vencedores. ¿Cómo está el registro de su vida? Intercede en vano Jesús por usted? ¿Quedará él chasqueado? Algunos de sus compañeros, que en un tiempo estuvieron a su lado, ya han sido llamados al descanso. La eternidad revelará si la fe de ellos estaba en quiebra y no alcanzaron la vida eterna, o si eran ricos para con Dios y herederos de “una medida que pasa toda medida, un eterno peso de gloria”. 2 Corintios 4:17. ¿No tomará en cuenta que la paciencia de Dios para con usted requiere el arrepentimiento y la humillación del alma ante él?

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Hay otras consideraciones de peso, aparte de su salvación personal, que requieren su atención. Tarde como es, con su sol a punto de hundirse tras las cumbres del poniente, le queda aún una gran obra que hacer por sus hijos, quienes han permitido que el amor del mudo los separe de Dios. También tiene usted parientes, vecinos y amigos que no están redimidos. Si el ejemplo suyo hubiera sido consecuente con la luz que le fue dada; si hubiese sido tan diligente para salvar a estas preciosas almas como lo ha sido para granjear un tesoro terrenal; si hubiese usado sus recursos e influencia, su sabiduría y tacto, en un esfuerzo para reunir a estos errantes en el redil de Cristo y si ésta hubiese sido la labor de su vida, se hubiera asegurado una cosecha de almas y una rica recompensa en el día del Señor. Entonces hubiera edificado sobre el verdadero fundamento de material imperecedero; pero en vez de esto ha estado edificando con madera, paja y rastrojo, que serán consumidos cuando se juzguen las obras de toda persona, sea cual fuere su sustancia. 

Su vida ha sido un fracaso. Usted ha sido una piedra de tropiezo para los pecadores. Ellos han dicho de usted: “Si la religión que profesa este hombre es de veras genuina, ¿por qué se afana tanto por las cosas de este mundo? ¿Por qué no demuestra en su propia conducta el Espíritu de Cristo?” Hermano mío, apresúrese a quitar el estorbo del camino de los pecadores antes de que sea demasiado tarde. ¿Puede con placer contemplar su vida o la influencia que ha ejercido? ¿Está dispuesto ahora a examinar sus caminos? ¿No se forzará por entrar en una relación correcta con Dios? No creo que su corazón sea insensible. Sé que la amante y tierna misericordia de Dios es maravillosa. Le queda poco tiempo de gracia; ¿no lo aprovechará ahora mientras Jesús implora mediante su sangre ante el Padre? Misericordiosamente él ha salvado su vida; pero ha sido como el caso de la higuera estéril que año tras año no llevó fruto, sino hojas solamente. ¿Cuánto tiempo más seguirá frustrando a su Maestro? ¿Le obligará a decir: “Que nadie vuelva a comer más fruto de ti para siempre”, o “Cortadla, ¿para qué inutiliza también la tierra?” Lucas 13:7. Oh, no espere hasta que el Señor extienda su mano contra usted y arrase con los bienes que ha acumulado. Recuerde que toda su riqueza no le proporcionará ni un momento de dulce seguridad y paz en su lecho de muerte. 

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Sinceramente le hago ver la urgente necesidad de volver al Señor inmediatamente. Le imploro que frustre al enemigo. Libértese de su poder cruel. Durante el resto de su vida procure hacer un registro completamente diferente en el cielo, uno del cual no se avergonzará cuando los libros sean abiertos y el Juez pronuncie su fallo contra los que han descuidado una salvación tan grande. 

Pablo exhorta a sus hermanos efesios que aprovechen bien el tiempo, porque los días son malos. Efesios 5:16. Esta exhortación se aplica mucho a usted. En un sentido, es imposible aprovechar bien el tiempo ya que una vez que pasa, pasa para siempre. Pero a usted se le llama a reformarse, a que sea celoso de buenas obras en el mismo grado en que ha descuidado su deber. Cambie completamente su rumbo. Redoble su diligencia para afianzar su llamamiento y su elección. Guarde los mandamientos de Dios y vivirá, y la ley como la niña de sus ojos. Al obrar por su propio interés eterno y por la salvación de las almas que le rodean, aproveche cada momento hasta lo máximo. Cuando lo haga podrá salvarse a sí mismo y a los que están en menor o mayor grado controlados por su ejemplo. A estos propósitos deberá usted dar la consideración debida. 

¡Despierte! ¡Despierte! Tiene trabajo que hacer y su sol se apresura hacia el ocaso. Sus facultades se están debilitando; pero todo lo que queda de usted, cada partícula de su capacidad, pertenece a Dios y deberá usarla en forma sincera y desinteresada en su servicio. Obre mientras el sol todavía se demora en el firmamento; porque “viene la noche, cuando nadie puede obrar”. Juan 9:4.

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Hermano mío, venga tal como es, lleno de mancha y pecado. Ponga su carga de culpabilidad sobre Jesús y por fe reclame sus méritos. Acérquese ahora, mientras dura la gracia; venga confesando, venga con alma contrita, y Dios será amplio en perdonar. No se atreva a desperdiciar otra oportunidad. Escuche la voz misericordiosa que en estos momentos le ruega levantarse de los muertos para que Cristo le brinde luz. Parece ser que ahora cada instante se vincula directamente con los destinos del mundo invisible. Entonces, no permita que su orgullo e incredulidad lo hagan rechazar aún más la misericordia ofrecida. Si lo hace, lo lamentará al final diciendo: “Pasó la siega, terminó el verano, y nosotros no hemos sido salvos”. Jeremías 8:20. 

Espere con profunda humildad ante Dios. Desde esta hora en adelante determine que será del Señor, cumpliendo plenamente su deber, confiando absolutamente en la gran expiación. Haga esto y no tendrá nada que temer. Lo que resta de la jornada de su vida será tranquilo y feliz, y se asegurará aquella vida que continuará mientras Dios viva.

Le he escrito esto porque me he sentido impelida por el Espíritu de Dios y porque tengo profundo interés en usted. No se resienta conmigo ni por un momento, porque me ha movido el amor por su alma. Hemos disfrutado juntos muchas ocasiones preciosas de culto al Señor en las que nuestros corazones fueron llenos de alegría por medio de su dulce bendición. ¿Habrán pasado para siempre estas ocasiones? Puede ser que no nos volvamos a ver en esta vida, pero ¿no nos volveremos a ver cuando los redimidos se reúnan en torno al gran trono blanco? 

La elaboración de vino y sidra

Estimados hermanos y hermanas de la iglesia de_____,Se me ha mostrado que como iglesia, no estáis creciendo en gracia ni en el conocimiento de la verdad. No existe esa consagración a Dios, esa devoción a su servicio, ni esa labor desinteresada para la edificación de su causa que os haría una iglesia próspera y sana. No estáis sujetos los unos a los otros. Hay demasiados entre vosotros que tienen sus propias ideas que sostener y sus propios planes egoístas para llevar a cabo, y entre éstos hay algunos que ocupan puestos prominentes en la iglesia.

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El hermano K no se ha preocupado de añadir a la gloria de Dios; no ve las cosas desde un punto de vista correcto. Está acatando las sugestiones de Satanás y siguiendo el consejo de su propio criterio no santificado, y echa mano de cada palabra que le pueda servir para justificar su proceder equivocado. Se engaña a sí mismo; no se da cuenta de que se está recluyendo fuera del alcance del Espíritu de Dios. Cuando se inició en este camino, no se daba cuenta de los peligros que corría ni sabía a dónde lo conduciría. Todos los que transitan por el mismo camino deberían por su bien plantar sus pies sin demora en el sendero seguro. 

Vivimos en una época de intemperancia, y satisfacer el apetito del bebedor de sidra es una ofensa contra Dios. Juntamente con otros, habéis participado en esta obra porque no estábais siguiendo la luz. Si hubieseis estado en la luz, no podríais haber hecho esto. Cada uno de vosotros que ha participado en esta obra caerá bajo la condenación de Dios, a menos que cambiéis de negocio. Os hace falta obrar con sinceridad. Es menester que comencéis la obra en seguida para librar vuestras almas de la condenación. 

Algunos de vosotros en _____ desarrollasteis un celo maravilloso en la denunciación de los clubes de cinta roja. Hasta donde fuisteis motivados por el deseo de condenar el mal que existe en estas sociedades, teníais razón; pero cuando actuásteis como si fuera un crimen hablar en su favor, o mostrarles la menor buena voluntad, os fuisteis al extremo. Debéis ser consecuentes en todas las cosas. Habéis albergado odio contra el mero nombre “club de cinta roja”, lo cual no está conforme al Espíritu de Cristo, y vuestros sentimientos de amargura no os han ayudado a vosotros ni a nadie más. 

Habéis tomado los testimonios dados referentes a la asociación de nuestro pueblo con las sociedades de temperancia en perjuicio de su interés espiritual, y pervirtiéndolos, los habéis utilizado para oprimir y agobiar a las almas. Al tratar la luz de esta manera, habéis desacreditado mi obra. No había ni la menor necesidad de hacer esto, y algunos de vosotros tenéis una obra que hacer para rectificar este asunto. Armáis cama de hierro para los demás; si son muy cortos, hay que estirarlos; si son muy largos hay que doblarlos. “No juzguéis para que no séais juzgados”. Mateo 7:1. 

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Después de haber tomado una posición decidida contra la participación activa en la obra de las sociedades de temperancia, todavía hubieseis podido mantener vuestra influencia sobre otros para el bien, si hubierais actuado concienzudamente en conformidad con la santa fe que profesáis; pero al dedicaros a la elaboración de la sidra, habéis dañado mucho vuestra influencia; y peor aún, habéis traído reproche a la verdad, y vuestras propias almas han sido averiadas. Habéis estado levantando una barrera entre vosotros y la causa de la temperancia. Vuestra conducta ha hecho que los incrédulos pongan en duda vuestros principios. No habéis seguido senderos rectos, y los cojos están vacilando y tropezando contra vosotros para su perdición.

No entiendo cómo, a la luz de la ley de Dios, los cristianos pueden concienzudamente dedicarse a la cosecha de lúpulo o a la elaboración de vino y sidra para el mercado. Todos estos artículos pueden dedicarse a buen uso y llegar a ser una bendición, o pueden dedicarse a un mal uso y llegar a ser una tentación y una maldición. La sidra y el vino pueden envasarse cuando están frescos y mantenerse dulces por mucho tiempo y si se usan en un estado no fermentado, no destronan la razón. Pero los que producen sidra de las manzanas para el mercado no se fijan bien en la condición de la fruta que usan y en muchos casos se extrae jugo de manzanas descompuestas. Los que de ninguna manera comerían manzanas podridas, beben la sidra hecha de las mismas y la consideran algo delicioso; pero el microscopio revelaría las bacterias que este jugo contiene, el cual no es bueno para el estómago humano, aunque acabe de salir de la prensa. Si se hierve y cuidadosamente se le sacan las impurezas, es menos dañino. 

A menudo he oído decir a la gente: “¡Oh! esta es solamente sidra dulce; no hace absolutamente ningún daño, y hasta es saludable”. Muchos litros son llevados a la casa. Por varios días se conserva dulce; luego comienza la fermentación. El sabor picante la hace aún más aceptable a muchos paladares, y los que son amantes del vino dulce o de la sidra están poco dispuestos a admitir que su bebida favorita pueda hacerse alguna vez fuerte y agria. Las personas pueden intoxicarse de veras con vino y sidra como con bebidas más fuertes y la peor clase de ebriedad la producen estas bebidas supuestamente más livianas. Las pasiones se pervierten más; la transformación del carácter es mayor, más determinada, más obstinada. Unos cuantos litros de sidra o vino pueden despertar el gusto por bebidas más fuertes, y en muchos casos los que se han convertido en borrachos empedernidos echaron así el cimiento de su hábito de beber. Para ciertas personas no es de ninguna manera seguro tomar vino o sidra en la casa. Han heredado el apetito por los estimulantes, el cual Satanás procura constantemente que satisfagan. Si ceden a sus tentaciones, no paran; el apetito clama por la complacencia y es gratificado para su ruina. El cerebro se entorpece y anubla; la razón pierde su dominio y se dan a la concupiscencia. El libertinaje, el adulterio y los vicios de casi todo tipo son practicados como resultado de la satisfacción del apetito por el vino y la sidra. El que profesa la religión, que ama estos estimulantes y se acostumbra a su uso, nunca crece en la gracia. Se vuelve grosero y sensual, las pasiones animales controlan las facultades superiores de la mente, y se desprecia la virtud. 

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La bebida en moderación es la escuela en la que la humanidad está recibiendo una educación para la carrera de borracho. Tan gradualmente aparta Satanás de las fortalezas de la temperancia, tan insidiosamente ejercen su influencia sobre el paladar el vino y la sidra inofensivos, que se entra insospechadamente en el camino de la borrachera. Se cultiva el gusto por los estimulantes; el sistema nervioso se trastorna; Satanás mantiene la mente en un estado de acalorada inquietud; y la pobre víctima, pensando que está perfectamente segura, sigue más y más, hasta que toda barrera se quebranta y todo principio se sacrifica. Las determinaciones más serias quedan socavadas; y los intereses eternos no son lo suficientemente fuertes para mantener el apetito degradado bajo el dominio de la razón. 

Algunos nunca están realmente ebrios, pero siempre están bajo la influencia de la sidra o del vino fermentado. Están calenturientos, desequilibrados mentalmente, en realidad no delirantes, pero en un estado igualmente malo, porque todas las facultades nobles de la mente están pervertidas. La tendencia a las enfermedades de diferentes clases, tales como hidropesía, afecciones del hígado, nervios inestables, hipertensión, etc. resultan del uso habitual de la sidra fermentada. Por medio de su uso muchos acarrean sobre sí enfermedades permanentes. Algunos mueren de consunción o caen postrados bajo el poder de la apoplejía por esta causa solamente. Otros padecen de dispepsia. Toda función vital se afecta y los médicos les dicen que sufren del hígado, cuando si rompiesen el barril de sidra sin reponerlo nunca, las fuerzas vitales maltratadas recobrarían su vigor.

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El consumo de sidra lleva al uso de bebidas más fuertes. El estómago pierde su vigor natural y se necesita algo más fuerte para que entre en acción. En cierta ocasión, cuando mi esposo y yo estábamos viajando, nos vimos obligados a pasar varias horas esperando el tren. Mientras estábamos en la estación, un agricultor hinchado y de rostro enrojecido entró al restaurante del lugar y con voz fuerte y tosca preguntó: “¿Tienen brandy de primera calidad?” Le dijeron que sí y él pidió medio tazón. “¿Tienen salsa picante?” Le respondieron que sí. “Entonces añádanle dos buenas cucharadas”. Luego pidió que le agregaran dos cucharadas de alcohol y terminó pidiendo que le espolvorearan “una buena dosis de pimienta negra”. El hombre que preparaba la bebida preguntó: “Y ¿qué va a hacer usted con esta mixtura?” El contestó: “Pienso que va a caerme bien”, y llevando el vaso a sus labios, apuró ese ardiente brebaje. Ese hombre había usado estimulantes hasta el punto de destruir la sensibilidad de las delicadas membranas del estómago. 

Muchos al leer esto se reirán de la advertencia de peligro y quizás digan: “Seguramente el poquito de vino o sidra que yo tomo no puede hacerme daño”. Satanás ha señalado a estas personas como presa suya; las conduce paso a paso y ellas no se dan cuenta hasta que las cadenas del hábito y el apetito son demasiado fuertes para romperse. Vemos el poder que el apetito por las bebidas fuertes ejerce sobre la humanidad; vemos como muchos de diversas profesiones que llevan pesadas responsabilidades, hombres que ocupan altos puestos, que poseen talentos eminentes, de grandes logros, finos sentimientos, de buen temple y de buen criterio, todo lo sacrifican por darle gusto al apetito, hasta que se reducen al nivel de los animales; y en muchísimos casos su curso descendente comenzó con el uso de vino o de sidra. 

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Se me entristece el corazón cuando hombres y mujeres inteligentes que profesan ser cristianos arguyen que no hay daño en hacer vino o sidra para el mercado, porque cuando está sin fermentar no intoxica. Yo sé que el asunto encierra otro aspecto que ellos rehusan ver; porque el egoísmo ha cerrado sus ojos a los terribles males que pueden resultar del uso de estos estimulantes. No comprendo cómo nuestros hermanos pueden abstenerse de toda apariencia del mal y a la vez involucrarse profundamente en el negocio de cosechar el lúpulo, sabiendo el uso que se le da. Los que ayudan a producir estas bebidas que originan y predisponen el apetito a estimulantes más fuertes, recibirán su pago conforme a sus obras. Son transgresores de la ley de Dios y serán castigados por los pecados que cometen y por los que han causado que otros cometan mediante las tentaciones que han puesto en su camino. 

Todos los que profesan creer la verdad para este tiempo y ser reformadores, deben actuar en conformidad con su fe. Si alguien cuyo nombre está registrado en los libros de la iglesia fabrica vino o sidra para el mercado, hay que amonestarlo y si continúa su práctica, la iglesia debe ponerlo bajo censura. Los que insistan en continuar este trabajo no son dignos de ocupar puestos en la iglesia ni de tener su nombre entre el pueblo de Dios. Hemos de ser seguidores de Cristo y debemos afirmar nuestro corazón e influencia contra toda mala práctica. ¿Cómo nos sentiríamos si en el día en que los juicios de Dios sean derramados, conociésemos hombres que se hicieron borrachos por causa de nuestra influencia? Estamos viviendo en el día antitípico de la expiación, y nuestros casos pronto serán revisados ante Dios. ¿Cómo compareceremos ante los atrios celestiales si nuestro proceder ha dado lugar al uso de estimulantes que pervierten la razón y destruyen la virtud, la pureza y el amor de Dios? 

El intérprete de la ley le preguntó a Jesús: “Maestro, ¿qué bien haré para heredar la vida eterna?” El Señor le dijo: “¿Qué está escrito en la ley? ¿Cómo lees?” La respuesta fue: “Amarás al Señor tu Dios de todo corazón, y con toda tu alma, y con toda tu fuerza, y con toda tu mente; y a tu prójimo como a tí mismo”. El Señor le dijo: “Bien has contestado; haz esto y vivirás”. La vida eterna es el premio que está en juego, y Cristo nos dice cómo ganarla. Nos señala la palabra escrita: “¿Cómo lees?” Aquí se nos señala el camino; hemos de amar a Dios sobre todas las cosas y a nuestro prójimo como a nosotros mismos. Pero si amamos a nuestro prójimo como a nosotros mismos, no lanzaremos al mercado nada que le sirva de tropiezo. 

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