Testimonios para la Iglesia, Vol. 5, p. 444-453, día 310

Al ser aceptada la intercesión de Josué, se da la orden: “Quitadle esas vestimentas viles”, y a Josué el ángel declara: “Mira que he hecho pasar tu pecado de ti, y te he hecho vestir de ropas de gala”. “Y pusieron una mitra limpia sobre su cabeza, y vistiéronle de ropas”. Zacarías 3:4, 5. Sus propios pecados y los de su pueblo fueron perdonados. Israel había de ser revestido con “ropas de gala” -la justicia de Cristo que le era imputada. La mitra, puesta sobre la cabeza de Josué, era como la que llevaban los sacerdotes, con la inscripción: “Santidad a Jehová”, lo cual significaba que a pesar de sus antiguas transgresiones, estaba ahora capacitado para servir delante de Dios en su santuario. 

Después de haberle investido así solemnemente de la dignidad del sacerdocio, el ángel declaró: “Así dice Jehová de los ejércitos: Si anduvieres por mis caminos, y si guardares mi ordenanza, también tú gobernarás mi casa, también tú guardarás mis atrios, y entre estos que aquí están te daré plaza”. vers. 7. Se le iba a honrar como juez o gobernante del templo y todos sus servicios; iba a andar entre ángeles que le acompañaran, aun en esta vida, y al fin se uniría a la muchedumbre glorificada que rodea el trono de Dios. 

“Escucha pues ahora, Josué gran sacerdote, tú, y tus amigos que se sientan delante de ti; porque son varones simbólicos: He aquí, yo traigo a mi siervo, el Pimpollo”. vers. 8. En estas palabras se revela la esperanza de Israel. Era por la fe en el Salvador venidero como Josué y su pueblo recibían perdón. Por la fe en Cristo, les era devuelto el favor de Dios. En virtud de sus méritos, si andaban en sus caminos y guardaban sus estatutos, serían “hombres simbólicos”, honrados como los escogidos del Cielo entre las naciones de la tierra. Cristo era su esperanza, su defensa, su justificación y redención, como es la esperanza de su iglesia hoy. 

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Así como Satanás acusaba a Josué y su pueblo, en todas las edades ha acusado a aquellos que buscan la misericordia y el favor de Dios. En el Apocalipsis, se le declara ser “el acusador de nuestros hermanos”, “el cual los acusaba delante de nuestro Dios día y noche”. Apocalipsis 12:10. La controversia se repite acerca de cada alma rescatada del poder del mal, y cuyo nombre se registra en el Libro de la Vida del Cordero. Nunca se recibe a alguno de la familia de Satanás en la familia de Dios sin que ello excite la resuelta resistencia del maligno. Las acusaciones de Satanás contra aquellos que buscan al Señor no son provocadas por el desagrado que le causen sus pecados. Su carácter deficiente le causa regocijo. Únicamente por el hecho de que violan la ley de Dios puede él dominarlos. Sus acusaciones provienen solamente de su enemistad hacia Cristo. Por el plan de salvación, Jesús está quebrantando el dominio de Satanás sobre la familia humana, y rescatando almas de su poder. Todo el odio y la malicia del jefe de los rebeldes se encienden cuando contempla la evidencia de la supremacía de Cristo, y con poder y astucia infernales trabaja para arrebatarle el residuo de los hijos de los hombres que han aceptado su salvación. 

Satanás induce a los hombres al escepticismo, haciéndoles perder la confianza en Dios y separarse de su amor; los induce a violar su ley, luego los reclama como cautivos suyos y disputa el derecho de Cristo a arrebatárselos. Sabe que aquellos que buscan a Dios fervientemente para alcanzar perdón y paz, los obtendrán; por lo tanto les recuerda sus pecados para desanimarlos. Constantemente busca ocasión de acusar a los que procuran obedecer a Dios. Trata de hacer aparecer como corrompido aun su servicio mejor y más aceptable. Mediante incontables designios muy sutiles y crueles, intenta obtener su condenación. 

El hombre no puede por sí mismo hacer frente a estas acusaciones. Con sus ropas manchadas de pecado, confiesa su culpabilidad delante de Dios. Pero Jesús, nuestro Abogado, presenta una súplica eficaz en favor de todos los que mediante el arrepentimiento y la fe le han confiado la guarda de sus almas. Intercede por su causa y vence a su acusador con los poderosos argumentos del Calvario. Su perfecta obediencia a la ley de Dios, aun hasta la muerte de la cruz, le ha dado toda potestad en el cielo y en la tierra, y él solicita a su Padre misericordia y reconciliación para el hombre culpable. Al acusador de sus hijos declara: “¡Jehová te reprenda, oh Satanás! Estos son la compra de mi sangre, tizones arrancados del fuego”. Y los que confían en él con fe reciben la consoladora promesa: “Mira que he hecho pasar tu pecado de ti, y te he hecho vestir de ropas de gala”. Zacarías 3:4. 

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Todos los que se hayan revestido del manto de la justicia de Cristo subsistirán delante de él como escogidos fieles y veraces. Satanás no puede arrancarlos de la mano de Cristo. Cristo no dejará que una sola alma que con arrepentimiento y fe haya pedido su protección, caiga bajo el poder del enemigo. Su Palabra declara: “¿O forzará alguien mi fortaleza? Haga conmigo paz, sí, haga paz conmigo”. Isaías 27:5. La promesa hecha a Josué es hecha a todos: “Si guardares mi ordenanza,… entre estos que aquí están te daré plaza”. Zacarías 3:7. Los ángeles de Dios irán a cada lado de ellos, aun en este mundo, y ellos estarán al fin entre los ángeles que rodean el trono de Dios. 

El hecho de que los hijos reconocidos de Dios están representados como de pie delante del Señor con ropas inmundas, debe inducir a todos los que profesan su nombre a sentir humildad y a escudriñar profundamente su corazón. Los que están de veras purificando su alma y obedeciendo la verdad, tendrán una muy humilde opinión de sí mismos. Cuanto más de cerca vean el carácter sin mancha de Cristo, mayor será su deseo de ser transformados a su imagen, y menos pureza y santidad verán en sí mismos. Pero aunque debemos comprender nuestra condición pecaminosa, debemos fiar en Cristo como nuestra justicia, nuestra santificación y redención. No podemos contestar las acusaciones de Satanás contra nosotros. Sólo Cristo puede presentar una intercesión eficaz en nuestro favor. El puede hacer callar al acusador con argumentos que no se basan en nuestros méritos, sino en los suyos. 

Sin embargo, no debemos conformarnos con una vida pecaminosa. Debiera despertar a los cristianos e inducirlos a un celo y fervor mayores para vencer el mal, a pensar que todo defecto del carácter, todo punto en el cual ellos no alcanzan la norma divina, es una puerta abierta por la cual Satanás puede entrar a tentarlos y destruirlos; y además, que todo fracaso y defecto de su parte da ocasión al tentador y a sus agentes para echar oprobio sobre Cristo. Debemos dedicar toda energía del alma a la obra de vencer, y acudir a Jesús a fin de recibir fuerza para hacer lo que no podemos hacer nosotros mismos. 

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Ningún pecado puede tolerarse en aquellos que andarán con Cristo en ropas blancas. Las vestiduras sucias han de ser sacadas, y ha de ponerse sobre nosotros el manto de la justicia de Cristo. Por el arrepentimiento y la fe, somos habilitados para prestar obediencia a todos los Mandamientos de Dios, y somos hallados sin culpa delante de él. Los que recibirán la aprobación de Dios están ahora afligiendo sus almas, confesando sus pecados, y suplicando fervientemente el perdón por Jesús su Abogado. Su atención está fija en él, su esperanza y su fe se concentran en él, y cuando se da la orden: “Quitadle esas vestimentas: viles, y vestidle de ropas de gala, y pongan mitra limpia sobre su cabeza”, están preparados para atribuirle toda la gloria de su salvación. 

La visión de Zacarías con referencia a Josué y el ángel se aplica con fuerza peculiar a la experiencia del pueblo de Dios durante la terminación del gran día de expiación. La iglesia remanente será puesta en grave prueba y angustia. Los que guardan los Mandamientos de Dios y la fe de Jesús sentirán la ira del dragón y de su hueste. Satanás considera a los habitantes del mundo súbditos suyos; ha obtenido el dominio de las iglesias apóstatas; pero ahí está ese pequeño grupo que resiste su supremacía. Si él pudiese borrarlo de la tierra, su triunfo sería completo. Así como influyó en las naciones paganas para que destruyesen a Israel, pronto incitará a las potestades malignas de la tierra a destruir al pueblo de Dios. Todo lo que se requerirá será que se rinda obediencia a los edictos humanos en violación de la ley divina. Los que quieran ser fieles a Dios y al deber serán amenazados, denunciados y proscritos. Serán traicionados por “padres, y hermanos, y parientes, y amigos”. Lucas 21:16. 

Su única esperanza se cifra en la misericordia de Dios; su única defensa será la oración. Como Josué intercedía delante del ángel, la iglesia remanente, con corazón quebrantado y fe ferviente, suplicará perdón y liberación por medio de Jesús su Abogado. Sus miembros serán completamente conscientes del carácter pecaminoso de sus vidas, verán su debilidad e indignidad, y mientras se miren a sí mismos, estarán por desesperar. El tentador estará listo para acusarlos, como estaba listo para resistir a Josué. Señalará sus vestiduras sucias, su carácter deficiente. Presentará su debilidad e insensatez, su pecado de ingratitud, cuán poco semejantes a Cristo son, lo cual ha deshonrado a su Redentor. Se esforzará para espantar las almas con el pensamiento de que su caso es desesperado, de que nunca se podrá lavar la mancha de su contaminación. Esperará destruir de tal manera su fe que se entreguen a sus tentaciones, se desvíen de su fidelidad a Dios, y reciban la marca de la bestia. 

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Satanás insiste delante de Dios en sus acusaciones contra ellos, declara que por sus pecados han perdido el derecho a la protección divina y reclama el derecho de destruirlos como transgresores. Los declara tan merecedores como él mismo de ser excluídos del favor de Dios. “¿Son éstos” -dice- “los que han de tomar mi lugar en el cielo, y el lugar de los ángeles que se unieron conmigo? Mientras profesan obedecer la ley de Dios, ¿han guardado sus preceptos? ¿No han sido amadores de sí mismos más que de Dios? ¿No han puesto sus propios intereses antes que su servicio? ¿No han amado las cosas del mundo? Mira los pecados que han señalado su vida. Contempla su egoísmo, su malicia, su odio mutuo”. 

Los hijos de Dios han sido muy deficientes en muchos aspectos. Satanás tiene un conocimiento exacto de los pecados que él los indujo a cometer, y los presenta de la manera más exagerada, declarando: “¿Me desterrará Dios a mí y a mis ángeles de su presencia, y, sin embargo, recompensará a aquellos que han sido culpables de los mismos pecados? Tú no puedes hacer esto con justicia, oh Señor. Tu trono no subsistirá en rectitud y juicio. La justicia exige que se pronuncie sentencia contra ellos”. 

Pero aunque los seguidores de Cristo han pecado, no se han entregado al dominio del mal. Han puesto a un lado sus pecados, han buscado al Señor con humildad y contrición y el Abogado divino intercede en su favor. El que ha sido el más ultrajado por su ingratitud, el que conoce sus pecados y también su arrepentimiento, declara: “‘¡Jehová te reprenda, oh Satán!’ Yo di mi vida por estas almas. Están esculpidas en las palmas de mis manos”. 

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Los asaltos de Satanás son vigorosos, sus engaños terribles; pero el ojo del Señor está sobre sus hijos. Su aflicción es grande, las llamas del horno parecen estar a punto de consumirlos; pero Jesús los sacará como oro probado en el fuego. Su índole terrenal debe ser eliminada, para que la imagen de Cristo pueda reflejarse perfectamente; deben vencer la incredulidad; han de desarrollar fe, esperanza y paciencia. 

Los hijos de Dios están suspirando y clamando por las abominaciones hechas en la tierra. Con lágrimas advierten a los impíos el peligro que corren al pisotear la ley divina, y con indecible tristeza se humillan delante del Señor a causa de sus propias transgresiones. Los impíos se burlan de su pesar, ridiculizan sus solemnes súplicas y se mofan de lo que llaman debilidad. Pero la angustia y la humillación de los hijos de Dios dan evidencia inequívoca de que están recobrando la fuerza y nobleza de carácter perdidas como consecuencia del pecado. Porque se están acercando más a Cristo y sus ojos están fijos en su perfecta pureza, disciernen tan claramente el carácter excesivamente pecaminoso del pecado. Su contrición y humillación propias son infinitamente más aceptables a la vista de Dios que el espíritu de suficiencia propia y altanero de aquellos que no ven causa para lamentarse, que desprecian la humildad de Cristo y se creen perfectos mientras pisotean la santa ley de Dios. La mansedumbre y humildad de corazón son las condiciones para tener fuerza y alcanzar la victoria. La corona de gloria aguarda a aquellos que se postran al pie de la cruz. Bienaventurados son los que lloran; porque serán consolados. 

Los fieles, que se encuentran orando, están, por así decirlo, encerrados con Dios. Ellos mismos no saben cuán seguramente están escudados. Incitados por Satanás, los gobernantes de este mundo procuran destruirlos; pero si pudiesen abrírseles los ojos, como se abrieron los del siervo de Eliseo en Dotán, verían a los ángeles de Dios acampados en derredor de ellos, manteniendo en jaque a la hueste de las tinieblas con su resplandor y gloria. 

Mientras los hijos de Dios afligen sus almas delante de él, suplicando pureza de corazón, se da la orden: “Quitadle esas vestiduras viles”, y se pronuncian las alentadoras palabras: “Mira que he quitado de ti tu pecado, y te he hecho vestir de ropas de gala” Zacarías 3:4. Se pone sobre los tentados, probados, pero fieles hijos de Dios, el manto sin mancha de la justicia de Cristo. El remanente despreciado queda vestido de gloriosos atavíos, que nunca han de ser ya contaminados por las corrupciones del mundo. Sus nombres permanecen en el Libro de la Vida del Cordero, registrados entre los fieles de todos los siglos. 

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Han resistido los lazos del engañador; no han sido apartados de su lealtad por el rugido del dragón. Ahora están eternamente seguros de los designios del tentador. Sus pecados han sido transferidos al originador de ellos. 

Y ese residuo no sólo es perdonado y aceptado, sino honrado. Una “mitra limpia” es puesta sobre su cabeza. Han de ser reyes y sacerdotes para Dios. Mientras Satanás estaba insistiendo en sus acusaciones y tratando de destruir esta hueste, los ángeles santos, invisibles, iban de un lado a otro poniendo sobre ellos el sello del Dios viviente. Ellos han de estar sobre el monte de Sión con el Cordero, teniendo el nombre del Padre escrito en sus frentes. Cantan el nuevo himno delante del trono, ese himno que nadie puede aprender sino los ciento cuarenta y cuatro mil que fueron redimidos de la tierra. “Estos son los que siguen al Cordero por donde quiera que va. Estos fueron comprados de entre los hombres por primicias para Dios y para el Cordero. Y en sus bocas no ha sido hallado engaño; porque ellos son sin mácula delante del trono de Dios”. Apocalipsis 14:4, 5. 

Entonces se cumplirán completamente estas palabras del ángel: “Escucha pues ahora, Josué gran sacerdote, tú, y tus amigos que se sientan delante de ti; porque son varones simbólicos: He aquí, yo traigo a mi siervo, el Pimpollo”. Cristo es revelado como Redentor y Libertador de su pueblo. Entonces serán en verdad los que forman parte del remanente “varones simbólicos”, cuando las lágrimas y la humillación de su peregrinación sean reemplazadas por el gozo y la honra en la presencia de Dios y del Cordero. “En aquel tiempo el renuevo de Jehová será para hermosura y gloria, y el fruto de la tierra para grandeza y honra, a los librados de Israel. Y acontecerá que el que quedare en Sión, y el que fuere dejado en Jerusalén, será llamado santo; todos los que en Jerusalén están escritos entre los vivientes”. Isaías 4:2, 3.

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Número 33—Testimonio para la iglesia

La unidad y el amor en la iglesia

Estimados hermanos y hermanas de Healdsburg,No olvidéis que una de las artimañas más peligrosas que Satanás haya preparado para la iglesia se manifestará a través de sus propios miembros que no aman a Dios por sobre todo, o a su prójimo como a sí mismos. Satanás se esfuerza continuamente para interponerse entre los hermanos. Procura ganar el control de los que dicen creer la verdad, pero que no están convertidos; y cuando puede influir sobre ellos, por vía de su naturaleza carnal, a que se unan a él en su intento de obstruir los propósitos de Dios, entonces se llena de júbilo. 

El Instituto de Salud, el colegio, el ministerio y las sociedades misioneras, son todos instrumentos que Dios usa para la realización de su obra Si Satanás puede en alguna forma inventar algo que logre apartar talentos y recursos de estas agencias y desviarlos por otro cauce, lo hará. Hay algunos que se han engañado a sí mismos. Mientras se jactan de estar haciendo la obra de Dios, están cayendo en manos del gran engañador y sirviéndole eficazmente. Cuidado con estos engaños. Recordad siempre lo que se espera de nuestra profesión como cristianos, como pueblo especial de Dios; y cuidaos que al ejercer la independencia personal, no vaya vuestra influencia a obrar contra los propósitos de Dios y que vosotros, por las tretas de Satanás, os convirtáis en piedras de tropiezo que directamente obstruyan el camino de los débiles y vacilantes. Existe el peligro de dar ocasión a nuestros enemigos a que blasfemen contra Dios y se burlen de los que creen la verdad. 

Guardaos especialmente de convertiros en herramienta en manos del enemigo para apartar la mente de algunos -hombres, mujeres o niños- para que no hagan entrega total de sí mismos a Dios y no lleven a cabo una mayor obra en este tiempo. Cuidado con lisonjear a los jóvenes presentando ante ellos la perspectiva del lucro financiero, maravillosas ventajas educacionales, o grandes logros personales. Las palabras halagadoras son dulces para el corazón no consagrado, y algunos de los que creen estar firmes, se ofuscan, se fascinan, se embriagan, con deseos que nunca se cumplen. Se ha hecho un gran mal de esta forma. Todos deben pensar y hablar modestamente acerca de sus habilidades personales, y deben tener cuidado de no alentar el orgullo y la estima propia en los demás. A no ser que se consagren a Dios, los hombres y las mujeres carecen de fuerza moral y pueden equivocarse completamente en su valoración de la capacidad humana y de lo que constituye la fidelidad cristiana. No presentéis incentivos que disminuyan el interés de nadie en enaltecer una institución que Dios ha dicho que debe ser enaltecida. 

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El hermano A no exhibe buen criterio en toda ocasión ni en todo asunto. No es equilibrado, y a menos que camine en humildad ante Dios, cometerá graves errores. Le falta discernimiento y por lo tanto, malinterpreta los caracteres, empleando palabras de adulación tan exageradas en algunos casos que muy bien pudieran hacer daño a sus almas. Les hace pensar que pueden lograr algo muy grande, haciendo de esta manera que descuiden los pequeños deberes que tienen directamente por delante. 

No reclamo que haya inactividad, sino más bien ruego que se venza este espíritu egoísta y mundanal. Cualquier empresa que le brinde unidad y armonía de esfuerzo a la obra de Dios puede llevarse a cabo con confianza. Pero nunca, nunca olvidéis que sois, o siervos de Jesucristo que trabajáis con ardor en favor de la unidad de los creyentes por la cual Cristo oró, o trabajáis contra esta unidad y contra Cristo. 

Los que procuran disminuir el interés de alguno de la Escuela de Healdsburg, o cualquiera de sus ramos de la obra misionera, no están trabajando juntamente con Dios, pero sí están trabajando bajo el mando de otro capitán, cuyo propósito es debilitar y destruir. Vuestra utilidad, hermanos y hermanas de la iglesia de Healdsburg, requiere que seáis rectos en todos vuestros asuntos; que seáis humildes, santos y puros. Debiera haber menos egoísmo vanaglorioso, menos orgullo. Cuando los miembros de la iglesia se revistan de humildad, cuando abandonen la estima y la complacencia propia, cuando procuren constantemente hacer la voluntad de Dios, entonces obrarán en armonía. El Espíritu de Dios es uno solo…

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Es eminente la crisis en la que cada uno necesitará fuerza divina para poder hacer frente a las asechanzas de Satanás, ya que sus engaños se manifestarán de todas las maneras concebibles. Aquellos que se han permitido ser juguetes de las tentaciones de Satanás no estarán preparados entonces para ponerse del lado del bien. Su pensamiento estará de tal manera confundido que no podrán discernir entre lo divino y lo satánico. 

Vendrá una crisis sobre cada una de nuestras instituciones. Obrarán influencias contra ellas, tanto de creyentes como de no creyentes. No debe haber ahora traición de confianza o de cometido sagrado para beneficiar y exaltar el yo. Debemos cuidar nuestra vida con celoso cuidado, constantemente, para no dejar impresiones negativas en el mundo. Decidlo, vividlo: “Soy cristiano. No puedo dejarme llevar por las máximas del mundo. Debo amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a mí mismo. No puedo hacer ni tolerar ningún arreglo que vaya a estorbar en lo más mínimo mi utilidad, o que debilite mi influencia o destruya mi confianza en ninguno de los instrumentos de Dios”. 

Recordad que el pueblo de Dios no es más que una manada pequeña en comparación con el mundo profesamente cristiano y las miríadas de hombres y mujeres que le rinden culto al mundo. Los que integran el pueblo de Dios han de ser cristianos bíblicos, ejemplos de justicia y rectitud en todas las cosas para nuestros jóvenes. Toda influencia que rodee a nuestros jóvenes debe ser de carácter santo, y dicha influencia debe comenzar en el seno de nuestra propia familia. Lo santo y lo profano no deben entremezclarse. 

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