Testimonios para la Iglesia, Vol. 5, p. 454-461, día 311

Protejamos los intereses de nuestros hermanos

Por sus votos bautismales, cada miembro de la iglesia se ha comprometido solemnemente a proteger los intereses de sus hermanos. Todos estarán tentados a aferrarse a sus propios planes e ideas, que les parecen buenos; pero deben velar y orar, y esforzarse hasta el límite de su capacidad por edificar el reino de Jesús en el mundo. Dios requiere de cada creyente que, hasta donde pueda, evite a sus hermanos y hermanas toda influencia que tenga la menor tendencia a dividirnos o a desviar sus intereses de la obra para este tiempo presente. No sólo debe tener consideración por sus propios intereses espirituales, sino que debe manifestar preocupación por las almas de aquellos con quienes se relacione; y debe ejercer, por Cristo, un poder refrenador sobre otros miembros de la iglesia. Sus palabras y su comportamiento deben ejercer una influencia que los induzca a seguir el ejemplo de Cristo en la abnegación, el sacrificio propio y el amor hacia los demás.

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Si hay en la iglesia personas que ejerzan una influencia contraria al amor y la benevolencia desinteresada que Jesús manifestaba hacia nosotros, y se separan de sus hermanos, debe haber hombres fieles que intervengan en estos casos con sabiduría, trabajando por sus almas, aunque cuidando de que su influencia no afecte a los demás y que la iglesia no sea extraviada por su desafecto y los falsos rumores. Algunos están llenos de suficiencia propia. Piensan unos pocos que tienen razón, pero ponen en duda y censuran todo acto de los demás. A estas personas no se les debe permitir que pongan en peligro los intereses de la iglesia. A fin de elevar el tono moral de la iglesia, cada uno debe sentir que es su deber procurar la cultura espiritual personal, por la práctica de los estrictos principios bíblicos, como a la vista de un Dios santo. 

Entienda cada miembro de la iglesia que debe estar en paz con Dios, que debe ser santificado por la verdad. Entonces podrá representar el carácter cristiano ante los demás y ofrecer un ejemplo de abnegación. Si cada uno obra así, la iglesia crecerá en espiritualidad y en favor para con Dios.

Todo miembro de iglesia debe sentir la obligación de consagrar su diezmo a Dios. Ninguno deberá seguir la mirada de sus ojos o la inclinación de su corazón egoísta y así robarle a Dios. No deben usar sus recursos para satisfacer la vanidad o cualquier otra gratificación egoísta, porque al actuar de esta manera van a caer en la red de los engaños satánicos. Dios es el que da el tacto, la capacidad de acumular riquezas y, por lo tanto, todo debe ser colocado ante su altar. He aquí lo que se requiere: “Honra al Señor con tus bienes”. Proverbios 3:9. La inclinación hacia la avaricia tiene que ser constantemente frenada, de lo contrario carcomerá los corazones de hombres y mujeres, y ellos correrán con avaricia en pos del lucro. 

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En el desierto de la tentación, Satanás, el enemigo de las almas, presentó ante Cristo las glorias de este mundo y le dijo: “Si postrado me adorares, todo esto será tuyo”. El Salvador rechazó a Satanás; pero ¡cuán fácilmente se deja seducir el hombre por los ofrecimientos del gran enemigo! Muchos se fascinan con las atracciones del mundo; sirven a Mammón en lugar de Dios, y así pierden sus almas. 

En breve nos encontraremos con el Señor, y ¿qué cuenta le hemos de dar del uso que hemos hecho de nuestro tiempo, talentos y posesiones? Nuestro gozo debe estar en la obra de salvar almas. Solemnemente le pregunto a la iglesia de Healdsburg: ¿Está Dios de veras entre vosotros? El Testigo verdadero dice: “Pero tienes unas pocas personas en Sardis que no han manchado sus vestiduras; y andarán conmigo en vestiduras blancas, porque son dignas”. Apocalipsis 3:4. ¿Pertenecéis vosotros a este número? ¿Os habéis mantenido íntegramente fieles? Como hombres que se ahogan, ¿os habéis prendido de Jesús, quien es vuestro refugio? ¿Le estáis obedeciendo, viviendo por él y amándole? ¿Es cada miembro de la iglesia puro, santo y sin mancha, uno en cuyos labios no hay engaño? Si es así, estáis verdaderamente felices porque ante la vista de Dios sois “más preciosos que el oro fino; más aún que el lingote de oro de Ofir”. Isaías 13:12. Mientras las multitudes adoran a Mammón y no sirven al Santo de Israel, hay unos pocos que no han manchado sus vestimentas, sino que las han mantenido libres de la contaminación del mundo; y estos pocos serán poderosos. Este grupo poseerá la fe que obra por medio del amor y que purifica el alma. Darán ejemplo de elevados principios cristianos. Procurarán tener una conexión personal con la Fuente de luz y mejorar constantemente, cultivando cada una de sus facultades hasta el grado máximo. Dios anhela traer a vuestra vida la más estricta rectitud e integridad; esto os hará destacaros ante el mundo como hijos del Dios altísimo. Jesús era sereno y manso, y nunca perdió su dominio propio, aun entre conflictos agitados y los más fieros elementos de oposición. 

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A vosotros que habéis recibido gran luz, Dios os dice: “Subid más alto”. Acercaos más a Dios y al cielo. Seguid adelante. Necesitáis fe, un amor genuino por vuestros hermanos, y un interés más profundo en ellos. Dios os ha encomendado responsabilidades sagradas. Hay un campo misionero para cada miembro de la iglesia donde puede ejercer su influencia en favor del bien.

Nuestro colegio no es lo que debiera ser, ni lo que va a ser si nuestros hermanos y hermanas llegan a sentir que es un legado sagrado que se ha puesto en sus manos. Si elevaran más alto el estandarte de la espiritualidad en la iglesia, si dieran un ejemplo de integridad en todo lo que hacen, si todos cultivaran la santidad y la dignidad cristiana, entonces la influencia del colegio se expandiría y saldría de él luz con abundantes bendiciones. He visto que si se administra debidamente el colegio, muchos jóvenes saldrán de él para ser obreros activos en la causa de Dios. Pero cuidaos todos, no sea que en palabra o hechos ejerzáis influencia en contra del colegio o contra la verdad por medio de una vida no consagrada, de sospechas y calumnias; porque Dios de seguro los tendrá como culpables. El colegio siempre estará obligado a luchar contra dificultades, porque algunas personas carecen de fe y no están bajo el control del pensamiento de Cristo. Si Satanás puede encontrar personas entre nosotros que estén atentas al mal y que hablen de una forma denigrante acerca de nuestras instituciones, preocupándose de sacar a relucir cada cosita desagradable que sucede, queda complacido. No escatimará esfuerzo alguno para lograr que la gente menoscabe el colegio, porque no se acomoda en todo a sus propias ideas. Si ve que la juventud se puede beneficiar, ejercerá con vigor toda posible influencia dentro de la iglesia para desanimar en lugar de fortalecer y hacer crecer. 

Nadie podrá negar que estos elementos existen en Healdsburg como también en otros lugares; y si Satanás no los usase, emplearía alguna otra influencia para lograr el mismo propósito. Pero, “¡ay de aquel hombre por quien viene el tropiezo”, “mejor le fuera que se le colgase al cuello una piedra de molino de asno, y que se le hundiese en lo profundo de la mar”. Mateo 18:6-7. Dios tiene sus medios para obrar. Los hombres no siempre pueden discernirlos, y cuando le atribuyen tanta importancia a sus propios esfuerzos, no le dejan espacio al Señor para obrar, y como resultado están trabajando en contra de él. “Así que, el que piensa estar firme, mire que no caiga”. 1 Corintios 10:12. “Así que vosotros, oh amados, sabiéndolo de antemano, guardaos, no sea que arrastrados por el error de los inicuos, caigáis de vuestra firmeza. Antes bien, creced en la gracia y el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo”. 2 Pedro 3:17-18.

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Nos estamos acercando al fin del tiempo. Abundarán las pruebas de afuera, pero no permitamos que provengan de adentro de la iglesia. Por amor de la verdad, por amor a Cristo, niéguense a sí mismos los que profesan ser hijos de Dios. “Porque es menester que todos nosotros parezcamos ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba según lo que hubiere hecho por medio del cuerpo, ora sea bueno o malo”. 2 Corintios 5:10. Todo aquel que ame de veras a Dios, tendrá el Espíritu de Cristo y un ferviente amor hacia sus hermanos. Cuanto más en comunión con Dios esté el corazón de una persona, y cuanto más se concentren sus afectos en Cristo, menos perturbada se sentirá ella por las asperezas y penurias que encuentre en esta vida. Los que están creciendo a la plena estatura de hombres y mujeres en Cristo Jesús, se volverán cada vez más semejantes a Cristo en su carácter y se elevarán por encima de la disposición a murmurar y estar descontentos. El dedicarse a la censura les inspirará desprecio. 

La iglesia en este tiempo debiera tener la fe dada una vez a los santos que los capacitará para decir con valor: “El Señor es mi ayudador”; “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece” Hebreos 13:6; Filipenses 4:13. El Señor nos pide levantarnos y marchar hacia adelante. Cuando en cualquier período la iglesia ha abandonado sus pecados, creído y andado en la verdad, Dios la ha honrado. Hay un poder en la fe y en la humilde obediencia que el mundo no puede resistir. La orden providencial de Dios con respecto a su pueblo es el progreso, el avance continuo en la perfección del carácter cristiano, en la senda de la santidad, elevándose cada día más en la luz clara del conocimiento y el amor hacia Dios, hasta que el tiempo se acabe. ¡Oh!, ¿por qué será que estamos por siempre aprendiendo solamente los rudimentos de la doctrina de Cristo?

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El Señor tiene ricas bendiciones para la iglesia, si sus miembros procurasen fervientemente despertar de esta peligrosa tibieza. Una religión vana, palabras desprovistas de vida, un carácter carente de fuerza moral, esto es lo que se señala en el solemne mensaje que dirige el Testigo fiel a las iglesias, amonestándolas en cuanto al orgullo, la mundanalidad, el formalismo y la complacencia propia. Al que dice, “Soy rico, y me he enriquecido, y de ninguna cosa tengo necesidad”, el Señor del cielo declara: “No sabes que tú eres un desventurado, miserable, pobre, ciego y desnudo”. Apocalipsis 3:17. Pero a los humildes, los que sufren, los fieles, los pacientes, que están vivamente conscientes de su insuficiencia, se les ofrecen palabras de ánimo: “He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él y cenaré con él, y él conmigo”. Apocalipsis 3:20. El Testigo fiel dice a todos: “Conozco tus obras”. Este escrutinio se cierne sobre las iglesias de California. Nada escapa a su mirada escrutadora; sus faltas y errores, sus olvidos y fracasos, su alejamiento pecaminoso de la verdad, sus decadencias y deficiencias, “todas las cosas están desnudas y abiertas a los ojos de aquel a quien tenemos que dar cuenta”. Hebreos 4:13.

Es mi deseo y oración que podáis andar con toda humildad de corazón para que lleguéis a ser una bendición los unos para los otros. “Aún un poquito, y el que había de venir vendrá, y no tardará”. Hebreos 10:37. Las lámparas nupciales tienen que estar aparejadas y encendidas. Nuestro Señor se demora porque es paciente para con nosotros, “no queriendo que ninguno se pierda, sino que todos procedan al arrepentimiento”. Empero, cuando nosotros, en compañía de todos los redimidos, estemos sobre el mar de vidrio, con arpas de oro y coronas de gloria, y ante la inmensidad de la eternidad, entonces nos daremos cuenta cuán corto fue el período de espera y de prueba. “Dichosos aquellos siervos a los cuales su señor, cuando venga, halle velando”. Lucas 12:37. 

Estamos viviendo en una época en que todos deben prestar atención especial a la orden del Salvador: “Velad y orad, para que no entréis en tentación”. Mateo 26:41. Recuerde cada uno que debe ser fiel y leal a Dios, creyendo la verdad, creciendo en gracia y en el conocimiento de Jesucristo. La invitación del Salvador es: “Aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas”. Mateo 11:29. El Señor está dispuesto a ayudarnos, a fortalecernos y a bendecirnos; pero debemos pasar por el proceso de refinación hasta que se hayan consumido todas las impurezas de nuestro carácter. Cada miembro de la iglesia será sometido al horno, no para ser consumido, sino para ser purificado. 

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El Señor ha obrado entre vosotros, pero Satanás también se ha infiltrado para producir fanatismo. Hay también otros males que deben evitarse. Algunos están en peligro de quedarse satisfechos con las vislumbres que han obtenido de la luz y el amor de Dios, y cesar de progresar. No han perseverado en la vigilancia y la oración. En el mismo momento en que se hace la aclamación: “Templo de Jehová, templo de Jehová, templo de Jehová es éste” (Jeremías 7:4), penetran tentaciones, y las tinieblas y la glorificación propia. Es necesario que el Señor mismo comunique sus ideas al alma. ¡Qué pensamiento! En vez de nuestras pobres ideas y planes terrenales restringidos, el Señor nos comunicará sus propias ideas y sus pensamientos nobles, amplios, abarcantes, que siempre llevan hacia el cielo. 

Vuestro peligro estriba en dejar de avanzar hacia el “premio de la soberana vocación de Dios en Cristo Jesús” Filipenses 3:14. ¿Os ha dado el Señor luz? Entonces sois responsables de esa luz; no simplemente mientras sus rayos brillan sobre vosotros, sino por todo lo que os ha revelado en lo pasado. Debéis entregar vuestra voluntad diariamente a Dios; debéis andar en la luz y esperar más, que él os la dará, pues la luz del amado Salvador resplandecerá en rayos cada vez más claros en medio de las tinieblas morales, hasta que llegue el día perfecto. 

¿Están todos los miembros de vuestra iglesia procurando obtener maná fresco cada mañana y noche? ¿Estáis procurando iluminación divina? ¿O estáis ideando medios por los cuales podáis glorificaros a vosotros mismos? ¿Estáis amando y sirviendo a Dios con toda vuestra alma, fuerza, mente y poder, beneficiando a otros en derredor vuestro y conduciéndolos a la luz de la verdad? ¿Estáis satisfechos con las bendiciones pasadas? ¿O estáis andando como anduvo Cristo, trabajando como él trabajó, revelándole ante el mundo en vuestras palabras y acciones? ¿Estáis, como hijos obedientes, viviendo una vida pura y santa? Cristo debe ser introducido en vuestra vida. El solo puede curaros de la envidia, las malas sospechas contra vuestros hermanos; él solo puede quitaros el espíritu de suficiencia propia que algunos de vosotros albergáis, para vuestro detrimento espiritual. Jesús es el único que puede haceros sentir vuestra debilidad, vuestra ignorancia, vuestra naturaleza corrupta. Sólo él puede haceros puros, refinados, idóneos para las mansiones de los bienaventurados.

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“En Dios haremos proezas”. Salmos 60:12. ¡Cuánto bien podríais hacer siendo leales a Dios y a vuestros hermanos, reprimiendo todo pensamiento carente de bondad, todo sentimiento de envidia o de importancia propia! Permitid que vuestra vida se llene de un bondadoso afán de servir a los demás. No sabéis cuán pronto podéis ser llamados a deponer la armadura. La muerte puede arrebataros repentinamente, sin daros tiempo a prepararos para vuestro último cambio ni dejaros fuerza física o poder mental para fijar vuestros pensamientos en Dios y hacer la paz con él. Antes de mucho, algunos conocerán por experiencia cuán vana es la ayuda del hombre, cuán sin valor es la justicia llena de importancia y suficiencia propias con que se han satisfecho. 

Me siento instada por el Espíritu del Señor a deciros que ahora es vuestro día de privilegio, de confianza, de bendición. ¿Lo aprovecharéis? ¿Estáis trabajando para la gloria de Dios, o por intereses egoístas? ¿Estáis pensando mayormente en las perspectivas brillantes del éxito mundanal que os puedan proporcionar satisfacción y ganancia financiera? En tal caso, os veréis chasqueados acerbamente. Pero si procuráis vivir una vida pura y santa, y aprendéis diariamente en la escuela de Cristo las lecciones que os ha invitado a aprender y sois mansos y humildes de corazón, entonces tendréis una paz que no podrá cambiar ninguna circunstancia de este mundo. 

La vida que se vive en Cristo es una vida llena de reposo. La inquietud, el descontento y la agitación revelan la ausencia del Salvador. Si hacéis entrar a Jesús en vuestra vida, ésta se llenará de obras buenas y nobles para el Maestro. Os olvidaréis de serviros a vosotros mismos, y viviréis siempre más cerca del amado Salvador; vuestro carácter se volverá semejante al de Cristo, y cuantos os rodeen conocerán que habéis estado con Jesús aprendiendo de él. Cada uno posee en sí mismo la fuente de su propia felicidad o desgracia. Si quiere, puede elevarse por encima del bajo sentimentalismo que constituye la experiencia de muchos: pero mientras esté henchido de sí mismo, nada puede hacer el Señor por él. Satanás nos presentará proyectos ambiciosos para deslumbrar nuestros sentidos, pero debemos recordar siempre el “premio de la soberana vocación de Dios en Cristo Jesús”. Filipenses 3:14. Llenad esta vida con todas las buenas obras que os sea posible hacer. “Y los entendidos resplandecerán como el resplandor del firmamento; y los que enseñan a justicia la multitud, como las estrellas a perpetua eternidad”. Daniel 12:3. 

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Si nuestras vidas rebosan de santa fragancia, si honramos a Dios albergando buenos pensamientos hacia los demás, y hacemos buenas obras para beneficiar a otros, no tendrá importancia que vivamos en una choza o en un palacio. Las circunstancias tienen poco que ver con lo que experimenta el alma. El espíritu que albergamos es lo que da color a todas nuestras acciones. No se puede hacer desdichado al hombre que está en paz con Dios y sus semejantes. No habrá envidia en su corazón; no hallarán allí cabida las malas sospechas; no podrá existir odio en él. El corazón que está en armonía con Dios se eleva por encima de las molestias y pruebas de esta vida. Pero el corazón que no conoce la paz de Cristo, se siente desgraciado, lleno de descontento; la persona ve defectos en todo, y pondría discordia aun en la música celestial. Una vida de egoísmo es una vida llena de mal. Aquellos cuyos corazones están llenos de amor al yo, albergarán malos pensamientos para con sus hermanos, y hablarán contra los instrumentos de Dios. Las pasiones mantenidas vivas y fogosas por los impulsos de Satanás son un manantial que emite siempre raudales amargos para envenenar la vida ajena. 

Que todo aquel que asevera seguir a Cristo se estime menos a sí mismo y más a los demás. ¡Uníos, uníos! En la unión hay fuerza y victoria; en la discordia y la división hay debilidad y derrota. Estas son palabras que me dirigió el Cielo. Como embajadora de Dios os las transmito. Procure cada uno contestar la oración de Cristo: “Para que todos sean una cosa; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti”. Juan 17:21. ¡Oh, qué unidad! Y dice Cristo: “En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros”. Juan 13:35. 

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