Testimonios para la Iglesia, Vol. 5, p. 47-55, día 268

El progreso en la experiencia cristiana se caracteriza por una creciente humildad, que viene como resultado de un conocimiento también creciente. Todo aquel que esté unido a Cristo se apartará de toda iniquidad. En el temor de Dios os digo que se me ha mostrado que muchos de vosotros no alcanzaréis la vida eterna, porque estais edificando vuestras esperanzas sobre un falso fundamento. Dios os deja solos, “para afligirte, para probarte, para saber lo que había en tu corazón”. Deuteronomio 8:2. Habéis ignorado las Escrituras. Despreciáis y rechazáis los testimonios porque reprochan vuestros pecados acariciados e incomodan vuestra complacencia propia. Cuando Cristo more en el corazón, su imagen se revelará en la vida. Donde predominaba el orgullo, reinará la humildad. La sumisión, la mansedumbre y la paciencia suavizarán los aspectos toscos de una disposición que es por naturaleza perversa e impetuosa. El amor por Jesús se manifestará en amor hacia su pueblo. Dicho amor no es caprichoso ni espasmódico, sino más bien sereno, profundo y fuerte. La vida del cristiano estará libre de toda presunción y libre de toda afectación, artificio y falsedad. Es sincera, verdadera, sublime. Cristo está en cada palabra que se habla. Se manifiesta en todas las obras. La vida irradiará la luz del Salvador que vive en el corazón. Al entrar en contacto con Dios y al contemplar con gozo las cosas celestiales, el alma se prepara para el cielo y se ocupa en atraer otras almas al redil de Cristo. Nuestro Salvador tiene el poder y está dispuesto a hacer por nosotros más de lo que somos capaces de pedir o aún pensar. 

La iglesia de Battle Creek necesita un espíritu abnegado y modesto. Se me ha mostrado que muchos abrigan un deseo profano por la supremacía. A muchos les encanta ser adulados y buscan celosamente cualquier muestra de desprecio o desatención. Existe un espíritu duro y desprovisto de perdón. Hay envidia, contienda y rivalidad. 

Nada es más esencial para la comunión con Dios que una profunda humildad. Dice el Alto y Santo: “Yo habito… con el de espíritu contrito y humilde”. Isaías 57:15. Mientras con tanto afán procuréis ocupar el primer lugar, acordaos de que seréis últimos en recibir el favor de Dios si no lográis albergar un espíritu manso y humilde. El orgullo del corazón hará que muchos fracasen donde pudieron haber alcanzado el éxito. “A la honra precede la humildad”, y “mejor es el sufrido de espíritu que el altivo de espíritu” Proverbios 15:33; Eclesiastés 7:8. “Cuando Efraín hablaba, hubo temor; fue exaltado en Israel; mas pecó en Baal, y murió”. Oseas 13:1. “Muchos son llamados, mas pocos escogidos”. Mateo 20:16. Muchos escuchan la invitación misericordiosa, y son examinados y probados; pero pocos son sellados con el sello del Dios viviente. Pocos están dispuestos a humillarse como niñitos para poder entrar en el reino de los cielos. 

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Pocos reciben la gracia de Cristo con humillación de sí mismos, con un profundo y permanente conocimiento de su insuficiencia personal. No soportan las manifestaciones del poder de Dios, porque esto estimularía en ellos el amor propio, el orgullo y la envidia. Es por esto que el Señor no puede hacer mucho por nosotros ahora. Dios quisiera que vosotros individualmente buscaseis la perfección del amor y la humildad en vuestros propios corazones. Dedicad el mayor cuidado a vosotros mismos, cultivad las excelencias de carácter que os harán aptos para la asociación con los puros y santos. 

Todos estáis en necesidad del poder convertidor de Dios. Es preciso que lo busquéis por vuestra propia cuenta. Por amor a vuestras almas, no descuidéis más esta labor. Todos vuestros problemas provienen de vuestra separación de Dios. Vuestra desunión y disensión son el fruto de un carácter no cristiano. 

Había pensado guardar silencio y permitir que siguierais vuestro curso hasta que vieseis y detestaseis vuestro proceder pecaminoso; pero el descarriarse de Dios produce dureza de corazón y ofuscación mental, reduciéndose cada vez más la percepción de la verdadera condición en que se está, hasta que la gracia de Dios finalmente es retirada, como lo fue de la nación judía. 

Quiero que mi posición sea claramente comprendida. No simpatizo con el proceder adoptado contra el Hno. _____. El enemigo ha estimulado sentimientos de odio en el corazón de muchos. Los errores que él ha cometido han sido comunicados de persona a persona, constantemente aumentando en magnitud, a la par que lenguas ociosas y chismosas añaden leña al fuego. Los padres que nunca han sentido el cuidado que debieron haber experimentado por las almas de sus hijos, y que nunca los han refrenado ni educado debidamente, son los mismos que manifiestan la oposición más acerba cuando ven que estos niños son refrenados, reprendidos o corregidos en la escuela. Algunos de estos niños son un descrédito para la iglesia y para el nombre de los adventistas. 

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Los padres mismos desecharon la reprensión y luego despreciaron la reprensión dada a sus hijos y no tuvieron cuidado de ocultar este hecho de ellos. El pecado de los padres comenzó con su mal gobierno en el hogar. Las almas de algunos de esos niños se perderán porque no recibieron la instrucción de la palabra de Dios y no se hicieron cristianos en el hogar. En lugar de simpatizar con los niños mientras seguían un comportamiento obstinado, los padres debieran haberlos reprendido, y debieran haber apoyado al maestro fiel. Estos padres no estaban ellos mismos unidos a Cristo, y ésta es la razón por su terrible descuido del deber. Lo que han sembrado, esto también segarán. Seguros están de su cosecha. 

En la escuela, el Hno. _____ no sólo ha llevado la carga del mal comportamiento de los niños, sino también la del imprudente gobierno de los padres, que produjo y alimentó la aversión hacia las restricciones. El trabajo excesivo, el cuidado incesante, sin ninguna ayuda en el hogar, sino más bien una constante irritación, han hecho que a veces él pierda su dominio propio y actúe de una manera imprudente. Algunos se han aprovechado de esto, y las faltas de menor consecuencia las han hecho aparecer como pecados graves. 

Esta clase de profesos observadores del sábado que intentan formar una unión entre Cristo y Belial, que se asen de la verdad con una mano y del mundo con la otra, han rodeado a sus hijos y sombreado la iglesia con una atmósfera completamente extraña a la religión y al Espíritu de Cristo. No se atrevían a oponerse abiertamente a las exigencias de la verdad. No se atrevían a tomar una posición definida y decir que no creían en los testimonios; pero, aunque creían nominalmente en ambas cosas, no obedecieron a ninguna. Por medio de su comportamiento han negado ambas. Quieren que el Señor cumpla en ellos sus promesas; pero rehúsan cumplir con las condiciones sobre las cuales éstas se basan. No quieren abandonar todo lo que compita con Cristo. La predicación de la Palabra, produce una supresión parcial de la mundanalidad, pero no un cambio radical de los afectos. En resumidas cuentas los deseos mundanales, la concupiscencia de la carne, la concupiscencia de los ojos y la soberbia de la vida ganan la victoria. Los que pertenecen a esta clase son todos cristianos profesos. Sus nombres aparecen en el registro de la iglesia. Por un tiempo viven una vida aparentemente cristiana y luego entregan sus corazones, muy a menudo definitivamente, a las influenciar: predominantes del mundo.

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No importa cuáles sean las faltas del Hno. _____, vuestro proceder para con él no es ni justificable ni cristiano. Habéis rebuscado su historia de años atrás y habéis escogido todo lo que fuese desfavorable, toda semblanza de mal, y lo habéis convertido en ofensor por una palabra. Habéis reunido todas las fuerzas a vuestra disposición para sosteneros en vuestro trayecto de acusadores. Acordaos de que Dios obrará de la misma manera con cada uno de vosotros. “Porque con el juicio con que juzgáis, seréis juzgados, y con la medida que medís, os será medido”. Mateo 7:2. Aquellos que han tomado parte en este procedimiento deshonroso volverán a encontrarse con su obra. ¿Qué clase de influencia pensáis que vuestro comportamiento ejercerá sobre los estudiantes, a los cuales siempre les han inquietado las restricciones? ¿Cómo afectarán estas cosas el carácter y el curso de sus vidas?

¿Qué dicen los testimonios acerca de estos asuntos? Que un mal rasgo de carácter, un deseo pecaminoso acariciado, con el tiempo neutralizan todo el poder del Evangelio. El predominio de un deseo pecaminoso demuestra el engaño del alma. La complacencia de este deseo refuerza la aversión del alma hacia Dios. Los rigores del deber y los placeres del pecado son las cuerdas con las que Satanás ata a los hombres en sus trampas. Los que estén dispuestos a morir antes que cometer un mal acto, son los únicos que serán hallados fieles. 

Puede ser que un niño reciba una instrucción religiosa sana; pero si padres, maestros o guardianes permiten que su carácter se tuerza por un mal hábito, dicho hábito, si no es vencido, se convierte en una fuerza predominante, y el niño se pierde. 

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El testimonio que os da el Espíritu de Dios es el siguiente: No parlamentéis con el enemigo. Destruid las espinas o ellas os destruirán a vosotros. Preparad el terreno del corazón. Permitid que la obra sea profunda y cabal. Dejad que la reja del arado de la verdad arranque la maleza y los abrojos. 

Dijo Jesús a los airados fariseos que lo acusaban: “El que de vosotros esté sin pecado, sea el primero en arrojar la piedra” (Juan 8:7) ¿No tenían pecado aquellos que estaban tan dispuestos a condenar al Hno. _____? Si sus caracteres y vidas fueran examinados tan de cerca y públicamente como han hecho con los del Hno. _____, se vería que algunos de ellos son peores de lo que lo han hecho aparentar a él. 

No me atrevo a permanecer callada por más tiempo. Os hablo a vosotros y a la iglesia de Battle Creek. Habéis cometido un grave error. Habéis tratado injustamente a uno a quien debéis un agradecimiento que no reconocéis. Sois responsables por la influencia que habéis ejercido sobre el colegio. Hay paz porque los estudiantes lograron lo que querían. En otra crisis serán tan determinados y perseverantes como lo han sido en esta ocasión; y si encuentran un defensor tan hábil como lo han hallado en el Hno. _____, otra vez lograrán sus propósitos. Dios ha estado hablando a los maestros, estudiantes y miembros de iglesia, pero habéis puesto en olvido sus palabras. Habéis creído mejor seguir vuestro propio curso de acción sin tener en cuenta las consecuencias. 

Como pueblo, Dios nos ha dado advertencias, reprensiones, y amonestaciones a diestra y siniestra para que nos apartemos de las costumbres y política del mundo. Requiere que seamos exigentes en fe y carácter para alcanzar una norma mucho más avanzada que la de los mundanos. El Hno. _____ llegó entre vosotros, sin conocimiento de la manera en que el Señor ha obrado con nosotros. En vista de que era nuevo en la fe, tenía casi todo por aprender. No obstante, vosotros sin titubeos habéis coincidido con él en su criterio. Habéis sancionado en él un espíritu y procedimiento que no tienen nada que ver con Cristo.

Habéis estimulado un espíritu de crítica en los estudiantes que el Espíritu de Dios ha querido reprimir. Los habéis inducido a la indiscreción. No es escaso el número de personas jóvenes entre nosotros que deben rasgos de carácter valiosísimos al conocimiento y los principios que les fueron impartidos por el Hno. _____. Muchos deben gran parte de su utilidad no sólo en la obra de la escuela sabática, sino también en otros ramos de nuestra obra a la preparación recibida de él. Sin embargo, vuestra influencia ha fomentado la ingratitud, y ha causado que los estudiantes desprecien las cosas que debieran apreciar. 

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Los que no tienen que pasar por las pruebas particulares a que otros están sujetos podrán lisonjearse de que son mejores que él. Pero, colóqueseles a ellos en el horno de la prueba, y tal vez no lo soporten tan bien como aquel a quien denuncian y malinterpretan. 

Podemos saber muy poco acerca de las penurias del corazón ajeno. ¡Cuán pocos hay que comprenden las circunstancias de la otra persona! Por eso es tan difícil poder aconsejar a otros sabiamente. Lo que a nosotros nos parece apropiado puede ser, en realidad, todo lo contrario. 

El Hno. _____ ha sido un buscador sincero del conocimiento. Ha procurado inculcarles a los alumnos la idea de que son responsables por su tiempo, sus talentos, y sus oportunidades. Es imposible que un hombre lleve sobre sí tantos cuidados y responsabilidades tan pesadas sin volverse precipitado, agobiado y nervioso. Los que rehusan aceptar las cargas que ponen sus fuerzas a máxima prueba no saben nada de la presión que recae sobre aquellos a quienes les toca llevarlas. 

Hay algunos en el colegio que han buscado sólo aquello que ha sido desafortunado y desagradable en su asociación con el Hno. _____. Estas personas no poseen el espíritu noble y semejante a Cristo que no piensa el mal. Le han sacado el mayor partido a toda palabra y acto desconsiderado, y los han traído a la memoria en el momento cuando la envidia, el prejuicio, y los celos estaban activos en los corazones no cristianos. 

Cierto escritor ha dicho que “los recuerdos que atesora la envidia no son otra cosa que una serie de ganchos para colgar los rencores”. En el mundo hay muchos que toman como evidencia de superioridad el recuento de cosas y personas “que no pueden tolerar”, en lugar de aquellas cosas y personas a las cuales se sienten atraídos. No procedió así el gran apóstol. Aconsejó a sus hermanos de esta manera: “Todo lo respetable, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buena reputación, si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad” Filipenses 4:8. 

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La envidia no es simple ente una perversión del carácter, sino un disturbio que trastorna todas las facultades. Empezó con Satanás. El deseaba ser el primero en el cielo, y, porque no podía tener todo el poder y la gloria que buscaba, se rebeló contra el gobierno de Dios. Envidió a nuestros primeros padres, y los indujo a pecar, y así los arruinó a ellos y a toda la familia humana. 

El hombre envidioso cierra los ojos para no ver las buenas cualidades y nobles acciones de los demás. Está siempre listo para despreciar y representar falsamente lo excelente. Con frecuencia los hombres confiesan y abandonan otras faltas; pero poco puede esperarse del envidioso. Puesto que el envidiar a una persona es admitir que ella es superior, el orgullo no permitirá ninguna concesión. Si se hace un esfuerzo para convencer de su pecado a la persona envidiosa, se exacerba aún más contra el objeto de su pasión, y con demasiada frecuencia permanece incurable. 

El envidioso difunde veneno dondequiera que vaya, enajenando amigos, y levantando odio y rebelión contra Dios y los hombres. Trata de que se le considere el mejor y el mayor, no mediante esfuerzos heróicos y abnegados para alcanzar el blanco de la excelencia él mismo, sino permaneciendo donde está, y disminuyendo el mérito de los esfuerzos ajenos. 

Tanto en la iglesia como en el colegio hay algunos que han acariciado la envidia en su corazón. Dios no está conforme con vuestro proceder. Os ruego, por amor a Cristo, que nunca tratéis a otro como habéis tratado al Hno. _____. Una naturaleza noble no se complace en causar dolor a otros, ni se deleita en descubrir sus deficiencias. El discípulo de Cristo le dará la espalda con repugnancia al festejo del escándalo. Algunos de los que han estado activos en esta ocasión vuelven a seguir el mismo curso contra uno de los afligidos siervos del Señor, uno que había sacrificado salud y fuerza en servicio de ellos. El Señor vindicó la causa del oprimido e hizo resplandecer la luz de su rostro sobre su siervo afligido. Luego vi que Dios probaría a estas personas una vez más, como lo ha hecho ya, con el propósito de revelar lo que había en sus corazones.

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Cuando David pecó, Dios le dio que escogiera recibir su castigo de Dios o de mano de los hombres. El rey arrepentido escogió caer en las manos de Dios. Las tiernas misericordias de los malvados son crueles. El hombre descarriado y pecador, que puede mantenerse en el camino correcto solamente mediante el poder de Dios, es aún así duro de corazón, incapaz de perdonar a su hermano errante. Mis hermanos de Battle Creek, ¿qué cuenta rendiréis ante el tribunal de Dios? Gran luz os ha sido dada en forma de reproches, advertencias y ruegos. ¡Cómo habéis desdeñado los rayos de luz enviados del cielo! 

El apóstol Santiago declara que la lengua que se deleita en el agravio, la lengua chismosa que dice: Cuente, que yo también le contaré, es inflamada del infierno. Esparce tizones encendidos por todos lados. ¿Qué le importa al sembrador de chismes si difama al inocente? No detendrá su mala obra, aunque destruya la esperanza y el valor en quienes ya se hunden bajo sus cargas. Sólo le interesa satisfacer su propensión a sembrar escándalos. Aun profesos cristianos cierran los ojos a todo lo que es puro, honrado, noble y amable, para atesorar cuanto es objetable y desagradable, y publicarlo al mundo. 

Vosotros mismos habéis abierto las puertas de par en par para que Satanás entre. Le habéis dado un puesto de honor en vuestra investigación, o reuniones de inquisición. Pero no habéis manifestado respeto por las excelencias de carácter establecidas por años de servicio fiel. Lenguas envidiosas y vengativas le han dado colorido a hechos y motivos para satisfacer sus propias ideas. Lo negro lo han hecho ver blanco y lo blanco, negro. Al reconvenírseles por sus declaraciones, algunos han dicho: “Es cierto”. El admitir que el hecho expresado es verdadero, ¿justifica el proceder? No, no. Si Dios tomase todas las acusaciones que a la verdad pudieran presentarse contra vosotros, y las trenzase en látigo para castigaros, vuestras heridas serían mayores en número y más profundas que aquellas que le habéis infligido al Hno. _____ Es posible expresar aun los hechos de tal manera que comuniquen una falsa impresión. No tenéis derecho a juntar informes contra él para usarlos con el fin de arruinar su reputación y destruir su utilidad. Si el Señor manifestase contra vosotros el mismo espíritu que habéis manifestado hacia vuestro hermano, seríais destruidos sin misericordia. ¿Acaso no os remuerde la conciencia? Me temo que no. El tiempo ha llegado para que el embrujo satánico pierda su poder. Si el Hno. _____ fuera todo lo que vosotros lo hacéis aparentar -y yo sé que no lo es-, vuestro comportamiento de todos modos sería injustificable. 

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Cuando escuchamos el oprobio lanzado contra nuestro hermano, aceptamos este oprobio. A la pregunta: “¿Quién habitará en tu tabernáculo? ¿Quién morará en tu monte santo?” el salmista respondió: “El que anda en integridad y hace justicia, y habla verdad en su corazón. El que no calumnia con su lengua, ni hace mal a su prójimo, ni admite reproche alguno contra su vecino”. Salmos 15:1-3.

¡Qué mundo de chismes se evitaría, si cada uno recordase que los que le hablan de las faltas ajenas, publicarán con la misma libertad sus faltas en una oportunidad favorable! Debemos esforzarnos por pensar bien de todos, especialmente de nuestros hermanos, a menos que estemos obligados a pensar de otra manera. No debemos dar apresurado crédito a los malos informes. Son con frecuencia el resultado de la envidia o de la incomprensión, o pueden proceder de la exageración o de la revelación parcial de los hechos. Los celos y las sospechas, una vez que se les ha dado cabida, se difunden como las semillas del cardo. Si un hermano se extravía, entonces es el momento de mostrar nuestro verdadero interés en él. Vayamos a él con bondad, oremos con él y por él, recordando el precio infinito que Cristo ha pagado por su redención. De esta manera podremos salvar un alma de la muerte, y ocultar una multitud de pecados.

Una mirada, una palabra, aun el tono de la voz, pueden estar henchidos de mentira, penetrar como una flecha en algún corazón, e infligir una herida incurable. Así puede echarse una duda, un oprobio, sobre una persona por medio de la cual Dios quisiera realizar una buena obra, y su influencia se marchita y su utilidad se destruye. Entre algunas especies de animales, cuando algún miembro del rebaño es herido y cae, sus compañeros le asaltan y despedazan. El mismo espíritu cruel manifiestan ciertos hombres y mujeres que se llaman cristianos. Hacen gala de un celo farisaico para apedrear a otros menos culpables que ellos mismos. Hay quienes señalan las faltas y los fracasos ajenos para apartar de sus propias faltas y fracasos la atención, o para granjearse reputación de muy celosos para Dios y la iglesia. 

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