Testimonios para la Iglesia, Vol. 5, p. 518-527, día 318

Necesidades de nuestras instituciones

De vez en cuando me he sentido impelida por el Espíritu del Señor a dar testimonio respecto a la necesidad de conseguir el mejor talento para emplearlo en las diferentes instituciones y otros departamentos de la causa. Hasta el presente no se ha ejercido cuidado suficiente para conseguir el mejor talento para usarlo en las diversas fases de la obra. Los que llevan responsabilidades tienen que ser hombres a quienes Dios pueda instruir y a quienes él pueda honrar con sabiduría y entendimiento, como a Daniel. Han de ser pensadores, hombres que lleven la estampa de Dios y que crezcan constantemente en santidad, en dignidad moral y en la comprensión de su trabajo. Han de ser hombres de oración, hombres que suban al monte y contemplen la gloria de Dios y el esplendor de los seres celestiales, a quienes Dios haya ungido para que asuman el cargo de su obra. Entonces, como Moisés, seguirán el modelo que les fue dado sobre el monte; y estarán despiertos para obtener y vincular con la obra el mejor talento que se pueda conseguir. Si es que son hombres que crecen y poseen una inteligencia santificada; si escuchan la voz de Dios y procuran aprovechar todo rayo de luz que procede del cielo, cual el sol seguirán un camino recto, y crecerán en sabiduría y en el favor de Dios. 

-519-

El departamento de publicaciones es un ramo importante de la obra de Dios, y todos los que están relacionados con él deben sentir que ha sido establecido por Dios y que el cielo entero está interesado en él. Especialmente aquellos que tienen voz en la administración de la obra deben tener una mente amplia y un criterio santificado. No deben malgastar el dinero del Señor por falta de juicio o tacto en los negocios; ni tampoco deben cometer el error de limitar la obra mediante la adopción de planes estrechos o por encomendarla en manos de hombres de habilidad limitada. 

Repetidas veces se me ha manifestado que todas nuestras instituciones deben ser administradas por hombres de carácter espiritual y que no inmiscuyan sus propias ideas y planes defectuosos con su administración. Esta obra no debe dejarse en manos de hombres que mezclen lo sagrado con lo profano y que consideren que la obra de Dios está al mismo nivel que las cosas de la tierra y que ha de manejarse más o menos en la misma manera común a que están acostumbrados a manejar sus propios negocios temporales. Hasta que no se unan a nuestras instituciones personas de mente amplia y que puedan trazar planes que estén en armonía con el crecimiento de la obra y con el carácter elevado de la misma, la tendencia seguirá siendo de achicar todo lo que se emprenda y luego Dios quedará deshonrado. ¡Ojalá que todos los que llevan responsabilidades dentro de la causa de Dios pudieran ascender a una atmósfera más elevada y santa, donde todo verdadero cristiano debiera estar! Si lograran esto, entonces tanto ellos como la obra que representan se ennoblecerían y quedarían revestidos de una dignidad sagrada, y se ganarían el respeto de todos los que están conectados con la obra. 

Entre los empleados de nuestras instituciones ha habido hombres que no han buscado el consejo de Dios, que no se han puesto en conformidad con los grandes principios de la verdad que Dios ha trazado en su Palabra y que consecuentemente manifestaron marcados defectos de carácter. Como resultado, la obra más grande que haya sido encomendada a los mortales ha sido dañada por causa de la administración defectuosa del hombre; mientras que, si las normas del cielo hubieran sido puestas como principio guiador, hubiera habido una aproximación más cercana a la perfección en todos los departamentos de la obra. 

-520-

Aquellos que han sido colocados en puestos directivos deben ser hombres que tengan suficiente amplitud mental como para apreciar a las personas de intelecto cultivado y remunerarlas en proporción con las responsabilidades que llevan. Sin embargo, es verdad que los que toman parte en la obra de Dios no deberían hacerlo meramente por el salario que reciben, sino más bien para la honra de Dios, para el adelanto de su causa y para conseguir riquezas imperecederas. Al mismo tiempo, no debiéramos esperar que los que son capaces de hacer precisa y cabalmente un trabajo que requiere imaginación y esfuerzo dedicado, no reciban un pago mayor que el de un trabajador de menor capacidad. Debe valorarse bien el talento. Aquellos que no pueden apreciar el buen trabajo y la verdadera capacidad no deben ser administradores en nuestras instituciones, porque su influencia tenderá a limitar la obra y arrastrarla a un nivel inferior. 

Para que nuestras instituciones sean tan prósperas como Dios se ha propuesto que lo sean, tiene que haber más solicitud y ferviente oración en combinación con un celo y fervor espiritual indeclinables. Para unir una clase apropiada de obreros a la obra podría requerirse un gasto mayor de recursos, pero en resumidas cuentas resultará ser económico porque aunque es esencial que se practique la economía en todo lo posible, se descubrirá que los esfuerzos por economizar recursos empleando a aquellos que trabajan por salarios bajos y cuyo trabajo es parecido a su salario, más bien resultarán en pérdida. La obra se retrasará y la causa será desacreditada. Hermanos, podréis vosotros economizar todo lo que querráis en vuestros asuntos personales, en la construcción de vuestras propias casas, en la selección de vuestra ropa, en la provisión de vuestro sustento, y en vuestros gastos generales; pero no impongáis esta economía a la obra de Dios de tal manera que impidáis que hombres capaces y de verdadero valor moral participen en ella. 

En los juegos olímpicos, a los que el apóstol Pablo nos llama la atención, los que participaban en las carreras debían efectuar una preparación muy completa. Eran entrenados durante meses por diferentes maestros expertos en ejercicios calculados para dar fortaleza y vigor al cuerpo. Debían ingerir solamente los alimentos que mantendrían el cuerpo en la condición más saludable; su vestimenta estaba calculada para permitir que los órganos y músculos actuaran libremente. Si los que participaban en carreras para obtener honores terrenales estaban obligados a someterse a una disciplina tan severa a fin de tener éxito, cuánto más necesario es para los que se dedican a la obra del Señor disciplinarse y prepararse cabalmente para alcanzar el éxito. Su preparación debiera ser tanto más perfecta, su seriedad y abnegación en sus esfuerzos tanto mayores que las de los aspirantes a honores mundanales, como las cosas celestiales son de más valor que las terrenales. Tanto la mente como los músculos debieran entrenarse mediante esfuerzos de lo más perseverantes. El camino hacia el éxito no es una senda pareja en la que viajamos en coches palaciegos, sino un sendero áspero y lleno de obstáculos que pueden superarse únicamente por medio de trabajo paciente. 

-521-

Hermanos míos, ni a medias se ha ejercido el cuidado necesario para inculcar la importancia de una debida preparación para la obra en la mente de aquellos que pudieran trabajar en la causa. Con sus facultades indisciplinadas no podrán hacer sino una obra imperfecta; pero si fuesen preparados por maestros sabios y consagrados y fuesen dirigidos por el Espíritu de Dios, no sólo estarían capacitados para hacer ellos mismos un buen trabajo, sino que amoldarían a otros que les toque trabajar juntamente con ellos. Por lo tanto, debieran constantemente estudiar para aprender cómo hacerse más sabios con respecto a la obra en que están involucrados. Nadie debiera reposar en la comodidad y el ocio; sino que todos deben luchar por elevarse y ennoblecerse a sí mismos, no sea que como resultado de su propio entendimiento deficiente dejen de darse cuenta del carácter elevado de la obra y lo rebajen para poder alcanzar su propia norma limitada. 

Vi que había una deficiencia grande en la teneduría de libros en muchos de los departamentos de la obra. La contabilidad es, y siempre será, una parte importante de la obra; y los que se han hecho expertos en ella están en gran demanda en nuestras instituciones y en todos los ramos de la obra misionera. Es un trabajo que requiere estudio para que pueda hacerse correctamente, con prontitud y sin preocupación o desgaste; pero la preparación de personas competentes para este trabajo ha sido vergonzosamente olvidada. Es una desgracia permitir que una obra de una magnitud tan grande como la nuestra, se haga en una forma defectuosa e inexacta. Dios exige de los seres humanos un trabajo tan perfecto como sea posible. Es una deshonra para la sagrada verdad y su Autor hacer su obra en forma deficiente. Vi que a menos que los obreros de nuestras instituciones se sujeten a la autoridad de Dios, habría una falta de armonía y unidad de acción entre ellos. Si todos obedecieran sus instrucciones, el Señor permanecería como comandante invisible; pero también tiene que haber una cabeza visible que tema a Dios. El Señor nunca aceptará un grupo de obreros descuidados y desordenados; ni tampoco escogerá conducir hacia adelante y hacia las alturas nobles de una victoria cierta a quienes son voluntariosos y desobedientes. El progreso ascendente del alma indica que Jesús gobierna el corazón. Ese corazón mediante el cual él difunde su paz y su gozo, y el bendecido fruto de su amor, se convierte en su templo y en su trono. “Vosotros sois mis amigos” -dice Cristo-, “si hacéis lo que yo os mando”. Juan 15:14. 

-522-

Nuestras instituciones están muy por debajo de donde Dios quiere que estén, porque muchos de los que están conectados con ellas no están en comunión con él. No son hombres que crecen. No están constantemente aprendiendo de Jesús; por lo tanto, no se vuelven cada vez más eficientes. Si se acercasen a él y procurasen su ayuda, él andaría con ellos y les hablaría; sería su consejero en todas las cosas y les impartiría, como lo hizo con Daniel, sabiduría y entendimiento de lo alto. 

Hace muchos años que vi que nuestro pueblo estaba muy atrasado en obtener ese conocimiento que lo calificaría para puestos de responsabilidad dentro de la obra. Cada miembro de la iglesia debiera esforzarse por capacitarse para hacer la obra del Maestro. A cada uno se le ha asignado una obra, de acuerdo con su capacidad. Aun ahora, en la hora undécima, debemos despertar para educar hombres de habilidad para la obra que, a la vez que ellos mismos ocupan puestos de confianza, vayan educando, por medio del precepto y el ejemplo, a todos los que están asociados con ellos.

523-

Por medio de una ambición egoísta, algunos han impedido que otros reciban el conocimiento que les hubieran podido impartir. Otros no han querido esforzarse para educar a nadie más. Sin embargo, ésta hubiera sido la mejor clase de trabajo que pudiesen haber hecho por Jesús. Dijo Cristo: “Vosotros sois la luz del mundo” (Mateo 5:14), y por esta razón hemos de dejar que nuestra luz brille ante los hombres. 

Si todo lo que el Señor ha pronunciado referente a estas cosas hubiera sido acatado, hoy día nuestras instituciones ocuparían una posición más elevada y más sagrada que la de ahora. Pero los hombres han estado satisfechos con pequeños logros. No han procurado elevar sus facultades mentales, morales y físicas. No han sentido que Dios requería esto de ellos; no se han dado cuenta de que Cristo murió precisamente para capacitarlos para hacer esta obra. Como resultado, se han quedado muy en zaga con respecto a lo que pudieran ser en inteligencia y en cuanto a la capacidad de pensar y planificar. Pudieron haber añadido virtud a la virtud, y conocimiento al conocimiento y de esta manera haberse hecho fuertes en el Señor. Pero dejaron de hacerlo. Que cada uno se empeñe en trabajar ahora, con la firme determinación de elevarse. La necesidad presente de la causa no es tanto de más hombres como lo es de mayor destreza y consagración de parte de los obreros. 

Nuestras instituciones de Battle Creek

Los males que han surgido como resultado de haber concentrado tantas responsabilidades en Battle Creek, Míchigan, no han sido pocos. Los peligros son muchos debido a los elementos faltos de consagración que esperan sólo hasta que un cambio de circunstancias los estimule a poner toda su influencia del lado del mal. Si todos aquellos que están vinculados con nuestras instituciones fuesen consagrados y de carácter espiritual, y dependiesen de Dios más que de ellos mismos, habría una prosperidad mucho mayor de la que hemos visto hasta ahora Pero mientras haya una carencia tal de sumisa confianza y dependencia total de Dios, no podemos estar seguros de nada. Nuestra gran necesidad hoy es de hombres que estén bautizados por el Espíritu Santo de Dios, de hombres que anden con Dios como lo hizo Enoc. No queremos hombres de pensamiento tan estrecho que limiten la obra en vez de expandirla, o que sigan el lema de que “la religión es religión; el negocio es negocio”. Necesitamos hombres previsores que puedan evaluar una situación razonando de causa a efecto. 

-524-

El colegio

Los maestros de nuestro colegio deben ser hombres y mujeres de mentes equilibradas, capaces de ejercer una fuerte influencia moral, que sepan cómo tratar sabiamente con la gente y que posean un verdadero espíritu misionero. Si todos poseyesen este carácter, las cargas que ahora descansan sobre el presidente se alivianarían y se evitaría el peligro de que él se agote prematuramente. Sin embargo, es precisamente esta sabiduría la que hace falta. 

No es aceptable fijar el costo de los estudios demasiado bajo. Debe ser suficiente para hacer frente a los gastos, aunque la cantidad de alumnos sea baja. Los que realmente aprecian los beneficios que se obtienen en el colegio harán esfuerzos adicionales para lograrlos. La mayoría de los que se verían atraídos a asistir porque el costo de los estudios es bajo, no serían de ningún beneficio para los demás estudiantes o para la iglesia. Mientras más grande sea el alumnado, más tacto, destreza y vigilancia se requiere de parte de la administración. 

Cuando se fundó el colegio, se estableció un fondo en la oficina de la casa publicadora Review and Herald para beneficio de los que deseaban obtener una educación pero no tenían los recursos necesarios. Unos cuantos estudiantes lo aprovecharon y de esta manera obtuvieron un buen comienzo y luego ganaron lo suficiente para reemplazar los fondos que habían utilizado, para que otros pudieran beneficiarse con ellos.

Debe hacerse alguna provisión para el mantenimiento de un fondo tal para hacer préstamos a los estudiantes meritorios que desean prepararse para la obra misionera. Hay entre nosotros personas capaces que podrían rendir un buen servicio en la causa, si tan sólo se velara por ellos y se les animara. Cuando algunos de éstos sean demasiado pobres para aprovechar las oportunidades que brinda el colegio, las iglesias debieran considerar un privilegio pagarles los gastos. Hay que hacer claro a los jóvenes que hasta donde sea posible deben trabajar para sufragar sus propios gastos. Lo que cuesta poco no se apreciará debidamente; lo que cuesta algo cercano a su valor verdadero será apreciado en mayor escala. Pero las iglesias de los diversos campos deben sentir que una responsabilidad solemne descansa sobre ellas en lo que a la preparación de la juventud y la educación de personas mayores se refiere, con el fin de que participen en el esfuerzo misionero. Cuando vean entre ellos a los que prometen ser obreros útiles, pero que no son capaces de costear sus estudios por sí solos, las iglesias deben asumir la responsabilidad de enviarlos al colegio para que sean instruidos y desarrollados. 

525-

Calificaciones de los administradores

Debiera haber una reforma cabal de parte de los hombres que en la actualidad están vinculados con nuestras instituciones importantes. Algunos poseen rasgos valiosos de carácter, mientras que carecen seriamente de otros. Su carácter necesita tener una estampa distinta, que sea conforme a la semejanza de Cristo. Deben recordar todos que aún no han alcanzado la perfección, que la obra de la edificación del carácter no está ya terminada. Si anduviesen en cada rayo de luz que Dios ha dado; si se compararan a sí mismos con la vida y el carácter de Cristo, se darían cuenta que fallaron en cumplir los requerimientos de la sagrada ley de Dios y procurarían hacerse perfectos en su esfera, así como Dios es perfecto en la suya. Si estos hombres se hubiesen dado cuenta de la importancia de estas cosas, estarían hoy mucho más avanzados de lo que están en su estado actual, y mucho mejor calificados para ocupar puestos de confianza. Durante estas horas de prueba deben buscar la perfección de carácter. Deben aprender diariamente de Cristo. Están conectados con la obra de Dios no porque son hombres perfectos, infalibles, sin ningún defecto de carácter, sino a pesar de sus defectos. Dios espera que mientras estén conectados con su obra estudien constantemente y aprendan cómo imitar el Modelo. 

-526-

Jesús vinculó en su obra a Juan, Pedro y Judas, y los hizo colaboradores juntamente con él; pero al mismo tiempo ellos debían estar aprendiendo constantemente lecciones de Cristo. De su enseñanza debían asimilar lecciones que corrigiesen sus ideas erróneas y sus opiniones equivocadas concernientes a lo que constituye un carácter cristiano. Juan y Pedro no eran hombres perfectos, pero aprovechaban cada oportunidad para aprender. Pedro no aprendió a desconfiar de sí mismo, a ser cuidadoso de su persona, hasta que fue vencido por las tentaciones del diablo y negó a su Señor. Judas tuvo la misma oportunidad que tuvieron estos discípulos de aprender las lecciones enseñadas por Cristo, pero despreció su valor. Era solamente un oidor y no un hacedor. El resultado pudo verse en su traición al Señor. 

Los hombres a quienes Dios ha vinculado con sus instituciones no han de sentir que no tienen que mejorar por el mero hecho de que ocupan puestos de responsabilidad. Si han de ser hombres representativos, guardianes de la obra más sagrada que se haya encomendado a los mortales, deberán ocupar el puesto de discípulos. No deberán sentirse autosuficientes ni engreírse. Deberían siempre darse cuenta de que están pisando sobre suelo santo. Angeles del cielo están listos para servirles, y deben estar constantemente recibiendo luz e influencias celestiales, de lo contrario no serán más aptos para la obra que los incrédulos. 

Si el carácter de los hombres que trabajan en las oficinas de Battle Creek fuera transformado de tal manera que ejerciesen una influencia provechosa sobre los que están bajo su gobierno, entonces la perspectiva sería más alentadora No importa lo que los empleados allí piensen de su capacidad personal, tengo razón para decir que muchos tendrán que mejorar grandemente antes de estar capacitados para ocupar sus puestos aceptablemente. Podrán sentirse competentes para dar consejos, pero ellos mismos están en necesidad de consejos de parte de Aquel que es perfecto en sabiduría. Grandes e importantes intereses están en peligro de ser malogrados y de salir con defecto de sus manos. Si todos percibiesen más su ignorancia, y dependieran menos del yo, podrían aprender del gran Maestro la mansedumbre y humildad de corazón. 

527-

Dios observa todo lo que transcurre en la oficina. “Tú, oh Dios, me ves”, es algo que debiera recordarse en todo momento. Los que llevan responsabilidades en la oficina deben ser corteses y bondadosos con todo el mundo. Un sentido constante de la presencia de Cristo evitaría la violación de los derechos de los demás, que es una práctica tan común en el mundo, pero que es una ofensa para Dios. El amor de Jesús debe incorporarse en las vidas de los obreros en los diferentes departamentos de la oficina, para que se haga justicia, no sólo a la obra, sino el uno para con el otro.

La primera obra que debe hacerse, mis hermanos, es que os aseguréis de la bendición de Dios dentro de vuestros propios corazones. Luego llevadla con vosotros a vuestros hogares. Eliminad las críticas, venced vuestras maneras exigentes y permitid que prevalezcan el espíritu de alegría y de bondad. La atmósfera de vuestros hogares la llevaréis a la oficina, y una paz celestial rodeará vuestras almas. Dondequiera que reina el amor de Jesús hay ternura compasiva y preocupación por los demás. La obra más preciosa en la que mis hermanos pueden tomar parte es el cultivo de un carácter semejante al de Cristo. 

Se me mostró que los que dirigen nuestras instituciones deberían recordar siempre que hay un jefe director que es el Dios del cielo. En toda transacción de negocio dentro de cada departamento de la obra debe practicarse en forma estricta la honestidad. Debe haber firmeza en el mantenimiento del orden, pero esa firmeza debe estar mezclada con misericordia y consideración. La justicia tiene un hermano gemelo, el cual es el amor. Ambos deben mantenerse lado a lado. La Biblia debe ser nuestra guía. No hay mayor engaño que el creer que se puede hallar una guía mejor que la Palabra de Dios cuando uno está en dificultades. La Palabra bienaventurada debe ser la lámpara a nuestros pies. Los principios bíblicos deben aplicarse a la vida diaria.

Posted in

admin