Testimonios para la Iglesia, Vol. 5, p. 84-92, día 272

Una de las dificultades más grandes que los maestros han tenido que encarar, es el descuido de los padres en no cooperar en la administración de la disciplina impuesta por el colegio. Si los padres se comprometiesen a apoyar la autoridad del maestro, se evitarían mucho de la insubordinación, el vicio y el libertinaje. Los padres deben exigir a sus hijos que respeten y obedezcan la autoridad debidamente establecida. Deben trabajar con cuidado y diligencia incesantes para instruir, conducir y restringir a sus hijos, hasta que se formen en ellos los hábitos correctos. Con este adiestramiento, la juventud se mantendría sujeta a las instituciones de la sociedad y a las restricciones generales de la obligación moral.

Tanto por medio del precepto como del ejemplo, deberá enseñarse a la juventud la sencillez en el vestir y el comportamiento, la industria, la sobriedad y la economía. Muchos estudiantes son extravagantes en el gasto de los recursos que sus padres les proporcionan. Procuran dar la impresión de ser superiores a sus compañeros a través del derroche del dinero para la ostentación y la complacencia propia. En algunas instituciones de enseñanza se ha considerado que este asunto es de tal importancia que se prescribe y limita por ley cómo el alumno ha de vestir y de qué manera ha de disponer de sus recursos. Sin embargo, los padres indulgentes y los alumnos consentidos encontrarán la manera de evadir la ley. Nosotros no procederemos así. Pedimos a los padres cristianos que consideren estas cosas con cuidado y oración, que procuren el consejo de la Palabra de Dios, y que luego hagan el esfuerzo de actuar en conformidad con sus enseñanzas.

Si en conexión con nuestro colegio se proveyesen las facilidades necesarias para el trabajo manual y se requiriese que los alumnos dedicasen una porción de su tiempo a algún trabajo activo, esto constituiría una defensa contra muchas de las malas influencias que predominan en los planteles de enseñanza. Los trabajos útiles y varoniles en sustitución de las diversiones frívolas y corruptoras, darían amplitud apropiada a la exuberancia de la vida juvenil y fomentarían la sobriedad y la estabilidad de carácter. Debiera hacerse todo el esfuerzo posible para animar el deseo de obtener mejoramiento tanto físico como mental. Si a las señoritas se les enseñara a cocinar, especialmente a hacer buen pan, su educación sería de mucho más valor. La experiencia en el trabajo útil en gran manera prevendría ese sentimentalismo enfermizo que ha estado arruinando a millares, y sigue haciéndolo. El ejercicio tanto de los músculos como del cerebro fomentará el gusto por los deberes caseros de la vida práctica.

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La ostentación y la superficialidad en el trabajo son características de la educación en el tiempo presente. El Hno. _____ posee un amor innato por el orden y por el trabajo bien hecho, lo cual se ha convertido en hábito como resultado del adiestramiento y la disciplina de toda una vida. Por esto ha recibido la aprobación de Dios. Sus esfuerzos son de verdadero valor, porque no permite que sus alumnos sean superficiales. Sin embargo, en sus primeros esfuerzos por establecer una escuela, tuvo que hacer frente a una cantidad de obstáculos. De haber sido menos determinado y perseverante, se hubiera rendido en su lucha. Algunos de los padres olvidaron sostener la escuela, y los niños no respetaban al maestro porque vestía pobremente. Permitieron que su apariencia los prejuiciara en contra de él. El espíritu de la irrespetuosidad fue reprendido por el Señor y se animó al maestro a continuar su trabajo. No obstante, las quejas e informes no sabios llevados a los hogares por los niños fortalecieron el prejuicio de los padres. Mientras el Hno. _____ procuraba inculcarles los buenos principios y establecer buenos hábitos, los niños demasiado consentidos se quejaban de la exigencia de sus estudios. Se me mostró que estaban sufriendo porque su mente no estaba lo suficientemente ocupada en los asuntos debidos. Sus pensamientos estaban concentrados en temas desmoralizadores, y tanto la mente como el cuerpo estaban debilitados por el autoerotismo. Fue esta mala práctica, no el estudio excesivo, lo que causó la frecuente enfermedad de estos niños y lo que les impidió progresar como los padres lo hubieran deseado. 

El Señor aprobó el comportamiento general manifestado por el Hno. _____ al echar los cimientos de la escuela, que ahora está funcionando. Pero el hombre ha trabajado demasiado duro, sin una firme, bendecida y fortalecedora influencia en el hogar que aliviara su carga. Bajo la presión del trabajo excesivo, ha cometido algunos errores que, sin embargo, no han sido tan penosos como los de aquellas personas que han abrigado rencor contra él. En su relación con la juventud, ha tenido que hacer frente al espíritu de rebelión y porfía que el apóstol declara ser una de las señales de los últimos días. 

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Algunos de los maestros del colegio han dejado de darse cuenta de la responsabilidad que atañe a su posición. Ellos mismos no han sido alumnos en la escuela de Cristo, y por lo tanto no han estado preparados para enseñar a los demás. 

Entre los estudiantes hay quienes poseen hábitos de ocio y de vicio. Necesitan reprensión y disciplina; pero si no puede lograrse que se reformen, evítese hundirlos más profundamente en el abismo por medio de la impaciencia y la aspereza. Recuerden los maestros siempre que los jóvenes que están bajo su cargo fueron comprados por la sangre de Cristo y que son miembros menores de la familia del Señor. Para redimirlos, Cristo hizo un sacrificio infinito. Sientan, pues, los maestros que desempeñan el papel de misioneros y que deben ganar a estos estudiantes para Jesús. Si los maestros son por naturaleza combativos, entonces cuídense de no consentir este rasgo. Aquellos que ya pasaron el período crítico de la juventud no debieran olvidar nunca las tentaciones y pruebas de su vida temprana, y cuánto deseaban recibir simpatía, ternura y amor.

Aquel que se dedica a una ardua labor pública en favor de la humanidad, a menudo tendrá poco tiempo para dedicar a su propia familia, y en cierto sentido casi se encuentra sin familia, sin hogar, sin trato social. Así le ha ocurrido al Hno. _____. Su mente ha estado constantemente abrumada. Disponía de pocas oportunidades para ganarse el afecto de sus hijos y de ejercer sobre ellos el debido refrenamiento y orientación. 

En el colegio, muchos necesitan una conversión cabal. Que ninguno se fije en la paja que hay en el ojo de su hermano cuando tiene una viga en su propio ojo. Cada cual debe limpiar de contaminación el propio templo del alma. Que la envidia y los celos desaparezcan junto con todos los demás desperdicios. Con el fin de que los aceptemos se nos presentan gratuitamente los exaltados privilegios y logros celestiales que fueron obtenidos para nosotros a un costo inmenso. Dios nos considera individualmente responsables por la medida de luz y los privilegios que nos ha dado; y si rehusamos devolverle con ganancia los talentos que nos fueron encomendados, perdemos el derecho a su favor. 

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El Prof. _____ os hubiera podido servir bien si no hubiese sido adulado por algunos y condenado por otros. Se confundió. Tenía rasgos de carácter que necesitaban ser suprimidos. Entusiasmados, algunos le brindaron confianza y alabanza a un grado indebido. Lo habéis colocado donde le será difícil recobrarse y encontrar su verdadera posición. Ha sido sacrificado por ambos grupos de la iglesia, porque dejaron de hacer caso a las advertencias del Espíritu de Dios. Se le hace una injusticia. Era nuevo en la fe y no estaba preparado para los sucesos que se han desarrollado. 

¡Cuán poco sabemos de la influencia que nuestros actos tendrán en la historia futura, tanto personal como de los demás! Muchos piensan que lo que hacen no tiene gran importancia. Creen que no los perjudicará asistir a un concierto, o unirse a los mundanos al participar de cierta diversión, si así lo desean. Así es como Satanás conduce y controla sus deseos, y ellos no piensan que los resultados pueden ser de gran importancia. Pueden ser el eslabón en la cadena de acontecimientos que atrapa un alma en la trampa de Satanás y determina su ruina eterna. 

Todo acto, por insignificante que sea, ocupa su lugar en el gran drama de la vida. Considérese que el deseo de gratificar una sola vez el apetito introdujo el pecado en nuestro mundo, con sus pavorosas consecuencias. Los casamientos impíos de los hijos de Dios con las hijas de los hombres produjeron la apostasía que tuvo como resultado la destrucción del mundo por el diluvio. El acto más insignificante de complacencia para consigo mismo ha producido grandes trastornos. Este es el caso ahora. Hay pocos que obran con circunspección. Tal como los israelitas, no prestarán atención a los consejos, sino que siguen sus inclinaciones personales. Se unen con los mundanos al asistir a reuniones en las que los tomarán en cuenta, y así dan un ejemplo que otros siguen. Lo que se ha hecho una vez volverán a hacerlo ellos mismos y también otros. Cada paso que dan ejerce una impresión duradera, no sólo en su propia conciencia y sus hábitos, sino también en los de otros. Esta consideración le confiere una pavorosa dignidad a la vida humana.

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Tengo constante dolor de corazón por nuestras iglesias. Muchas progresan, pero en su retroceso. “La senda de los justos… va en aumento hasta que el día es perfecto”. Proverbios 4;18. Su marcha es progresiva y ascendente. Progresan de fortaleza en fortaleza, de gracia en gracia y de gloria en gloria. Este es el privilegio de todas nuestras iglesias. Pero, ¡cuán distinta ha sido su situación! Necesitan la iluminación divina. Deben experimentar un cambio diametral. Sé lo que digo. A menos que se vuelvan verdaderamente cristianas, progresarán sólo en su debilidad, aumentarán las divisiones, y muchas almas serán encaminadas a la perdición. 

Todo lo que os puedo decir es que aprovechéis la luz que Dios os ha dado y que la sigáis cueste lo que cueste. En esto estriba vuestra única seguridad. Vuestra obra es poneros en armonía, y que el Señor permita que lo hagáis aunque el yo tenga que ser crucificado. Recoged los rayos de luz que han sido despreciados y rechazados. Recogedlos con mansedumbre, con temor y temblor. El pecado del antiguo Israel fue el olvido de la voluntad revelada de Dios y el seguir su propio camino conforme a los dictados de sus profanos corazones. El Israel moderno sigue con entusiasmo sus pisadas, y el desagrado del Señor seguramente descansa sobre él.

Nunca resulta difícil hacer lo que nos agrada; pero tomar un curso contrario a nuestras inclinaciones es tomar una cruz. Cristo pidió en oración que sus discípulos fueran uno, así como él lo era con el Padre. Esta unidad constituye las credenciales de Cristo ante el mundo para mostrar que Dios lo envió. Cuando al tratar cualquier asunto renunciamos a la voluntad personal, hay unión de los creyentes con Cristo. Todos debieran orar y trabajar con ahinco para que esto sea una realidad y que hasta donde sea posible quede contestada la oración de Cristo por la unidad de su iglesia. 

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Se condenan las críticas y los celos

Me duele decir que hay lenguas indisciplinadas entre los miembros de la iglesia. Hay lenguas falsas que se alimentan de la maldad. Hay lenguas astutas y murmuradoras. Hay parlería, impertinente entrometimiento, hábiles interrogaciones. Entre los amadores del chisme, algunos son impulsados por la curiosidad, otros por los celos, muchos por el odio contra aquellos por cuyo medio Dios ha hablado para reprenderlos. Todos estos elementos discordantes trabajan. Algunos ocultan sus verdaderos sentimientos, mientras que otros están ávidos de publicar todo lo que saben, o aun sospechan, de malo contra otros.

Vi que hasta el espíritu de perjurio, capaz de trocar la verdad en mentira, lo bueno en malo, la inocencia en crimen, está ahora activo. Satanás se regocija por esta condición de los que profesan ser pueblo de Dios. Muchos que están descuidando sus propias almas, buscan ávidamente una oportunidad de criticar y condenar a otros. Todos tienen defectos de carácter, y no es difícil hallar algo que los celos puedan interpretar para su perjuicio. “Ahora -dicen éstos que se han constituido en jueces-, tenemos los hechos. Vamos a basar en ellos una acusación de la cual no se podrán limpiar”. Esperan una oportunidad adecuada, y entonces presentan su fardo de chismes, y sacan sus calumnias.

En su esfuerzo por asentar un argumento, las personas que tienen por naturaleza una imaginación viva, están en peligro de engañarse a sí mismas y a otras. Recogen expresiones descuidadas de otra persona, sin considerar que a veces ciertas palabras pueden haberse dicho con premura y que, por lo tanto, no reflejan los verdaderos sentimientos del que habló. Pero estas observaciones que no fueron premeditadas, y que con frecuencia son tan triviales que no valen la pena de tenerse en cuenta, son miradas a través del vidrio de aumento de Satanás, exageradas y repetidas, hasta que un terrón se transforma en una montaña. Separados de Dios, los que sospechan el mal son juguetes de la tentación. Apenas conocen la fuerza de sus sentimientos o el efecto de sus palabras. Mientras condenan los errores de otros, los cometen mucho mayores ellos mismos. El ser consecuente es una virtud preciosa.

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¿No hay que observar ninguna ley de bondad? ¿Han sido los cristianos autorizados por Dios para criticarse y condenarse unos a otros? ¿Es honroso, o aun honesto, arrancar de los labios de otro, bajo disfraz de amistad, secretos que le han sido confiados, y luego perjudicarle por medio del conocimiento así adquirido? ¿Es acaso caridad cristiana recoger todo informe que flota, desenterrar todo lo que arrojaría sospecha sobre el carácter de otro, y luego deleitarse en emplearlo para perjudicarle? Satanás se regocija cuando puede difamar o herir a quien sigue a Cristo. El es “el acusador de nuestros hermanos”. Apocalipsis 12:10. ¿Le ayudarán en su obra los cristianos?

Los ojos de Dios, que todo lo ven, notan los defectos de todos, y la pasión dominante de cada uno. Sin embargo, nos soporta a pesar de nuestras faltas, y se compadece de nuestra debilidad. Ordena a sus hijos que tengan el mismo espíritu de ternura y tolerancia. Los verdaderos cristianos no se regocijarán en la exposición de las faltas y deficiencias ajenas. Se apartarán de lo vil y deforme, para fijar su atención en lo atrayente y hermoso. Para el cristiano, todo acto de censura, toda palabra de crítica o condenación, son dolorosos.

Siempre hubo hombres y mujeres que, profesando creer la verdad, no conformaban su vida con su influencia santificadora; hombres infieles, que se engañan a sí mismos, y se estimulan a sí mismos a pecar. Se ve incredulidad en su vida, comportamiento y carácter; y este terrible mal obra como un cáncer.

Si todos los que profesan ser cristianos empleasen sus facultades de investigación para ver qué males necesitan corregir en sí mismos, en vez de hablar de las faltas ajenas, habría una condición más sana en la iglesia hoy. Algunos son honrados cuando no cuesta nada, pero se olvidan de la honradez cuando la duplicidad les trae más resultados. La honradez y la duplicidad no obran juntas en la misma mente. Con el tiempo, o la duplicidad será expulsada, y la verdad y honradez reinarán supremas; o, si se conserva la duplicidad, la honradez será olvidada. No pueden andar de acuerdo; no tienen nada en común. La una es profetisa de Baal, la otra es verdadera profetisa de Dios. Cuando el Señor recoja sus joyas, los veraces, santos y honestos serán mirados con placer. Los ángeles se ocupan en confeccionar coronas para los tales, y sobre esas coronas adornadas de estrellas, se reflejará con esplendor la luz que irradia del trono de Dios. 

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Nuestros hermanos del ministerio son demasiado a menudo recargados por el relato de pruebas y juicios en la iglesia, y ellos se refieren con demasiada frecuencia a dichas cosas en sus discursos. No deben animar a los miembros de la iglesia a quejarse unos de otros, sino a erigirse en espías de sus propios actos. Nadie debe permitir que sus prejuicios y resentimientos se despierten por el relato de los yerros ajenos; todos deben esperar pacientemente hasta oír ambos lados de la cuestión, y luego creer únicamente lo que se vean obligados a aceptar por los hechos escuetos. En todas las ocasiones, la conducta más segura consiste en no escuchar un mal informe hasta que se haya seguido estrictamente la regla bíblica. Esto se aplica a algunos que han trabajado arteramente para sonsacar de los incautos cosas que no les importaban, y cuyo conocimiento no les reportaba beneficio. 

Por vuestra propia alma, hermanos míos, sed sinceros para gloria de Dios. Tanto como sea posible, excluid al yo de vuestros pensamientos. Nos estamos acercando al fin del tiempo. Examinad vuestros motivos a la luz de la eternidad. Yo sé que necesitáis alarmaros; os estáis apartando de los antiguos hitos. Vuestra así llamada ciencia está minando el fundamento de los principios cristianos. Me ha sido mostrado el camino que con seguridad seguiríais si os apartaseis de Dios. No confiéis en vuestra propia sabiduría. Os digo que vuestra alma está en inminente peligro. Por causa de Cristo, escudriñad y ved por qué tenéis tan poco amor por los ejercicios religiosos. 

El Señor está probando a su pueblo. Podéis ser tan severos y críticos con vuestro propio carácter deficiente como queráis, pero sed bondadosos, compasivos y corteses hacia los demás. Averiguad cada día: ¿Estoy yo sano en mi corazón, o es éste falso? Rogad a Dios que os salve de todo engaño al respecto. Esto entraña intereses eternos. A diferencia de tantos que anhelan honores, y codician ganancias, buscad, amados hermanos míos, la seguridad del amor de Dios y clamad: ¿Quién me mostrará cómo asegurar mi vocación y elección? 

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Satanás estudia cuidadosamente los pecados constitucionales de los hombres, y luego inicia su obra de seducirlos y entramparlos. Estamos en lo más recio de las tentaciones, pero podemos vencer si peleamos virilmente las batallas del Señor. Todos están en peligro. Pero si andamos humildemente y con oración, saldremos del proceso de las pruebas más preciosos que el oro fino, y que el oro de Ofir. Si somos descuidados y no oramos, seremos como bronce que resuena y címbalo que retiñe. 

Algunos casi se han perdido en los laberintos del escepticismo. A los tales quiero decir: Alzad vuestra mente y sacadla de aquel cauce. Aferradla a Dios. Cuanto más íntimamente la fe y la santidad os liguen al Eterno, tanto más clara y resplandeciente os aparecerá la justicia de su trato. Haced de la vida, la vida eterna, el objeto de vuestra búsqueda. 

Conozco vuestro peligro. Si perdéis la confianza en los testimonios, os apartaréis de la verdad bíblica. He temido que muchos tomarían una posición de duda, y en mi angustia por vuestras almas, quiero amonestaros. ¿Cuántos escucharán la amonestación? En la forma en que ahora consideráis los testimonios, si alguno de ellos contrariase vuestro camino y corrigiese vuestros errores, ¿os sentiríais con perfecta libertad para aceptar o rechazar cualquier parte o el conjunto? Aquello que os sentís menos inclinados a recibir, es la parte que más necesitáis. Dios y Satanás no obran nunca en sociedad. Los testimonios llevan el sello de Dios o el de Satanás. Un buen árbol no puede producir frutos corrompidos, ni puede un árbol maleado llevar buenos frutos. Por sus frutos los conoceréis. Dios ha hablado. ¿Quién ha temblado a su palabra? 

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