Testimonios para la Iglesia, Vol. 6, p. 104-114, día 348

Las obligaciones del pacto espiritual que se expresan en el bautismo son mutuas. Mientras los seres humanos desempeñen su parte con obediencia ferviente, tendrán derecho a orar: “Sea hoy manifiesto que tú eres Dios en Israel”. 1 Reyes 18:36. El hecho de que habéis sido bautizados en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, es una garantía de que si pedís su ayuda, estas potestades os ayudarán en toda emergencia. El Señor oirá y contestará las oraciones de los que le siguen sinceramente, llevan el yugo de Cristo y en su escuela aprenden a ser mansos y humildes. 

“Si, pues habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios. Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra. Porque habéis muerto, y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios”. Colosenses 3:1-3. 

“Vestíos, pues, como escogidos de Dios, santos y amados, de entrañable misericordia, de benignidad, de humildad, de mansedumbre, de paciencia; soportándoos unos a otros, y perdonándoos unos a otros si alguno tuviere queja contra otro. De la manera que Cristo os perdonó, así también hacedlo vosotros. Y sobre todas estas cosas vestíos de amor, que es el vínculo perfecto. Y la paz de Dios gobierne en vuestros corazones, a la que asimismo fuisteis llamados en un solo cuerpo; y sed agradecidos…Y todo lo que hacéis, sea de palabra, o de hecho, hacedlo todo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios Padre por medio él”. Vers. 12-17. 

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La construcción de templos

Cuando se despierta interés en un pueblo o ciudad, hay que continuar cultivándolo. Se debe trabajar cabalmente en dicho lugar, hasta que una humilde casa de adoración sea levantada como señal, un monumento del día sábado de Dios, una luz en medio de la oscuridad moral. Estos monumentos deben levantarse en diversos lugares como testigos de la verdad. En su misericordia, Dios ha hecho provisión para que los mensajeros del Evangelio vayan a toda nación, lengua y pueblo, hasta que el estandarte de la verdad ondee en todo el mundo habitado. 

Dondequiera que se levante un grupo de creyentes, debe construirse una iglesia. Que los obreros no abandonen el lugar sin cumplir con esta instrucción. 

En muchos lugares donde el mensaje se ha predicado y hay gente que lo ha aceptado, los nuevos creyentes están en condición limitada y pueden hacer muy poco para asegurar comodidades que darían prestigio a la obra. A menudo, esto hace difícil extenderla. Cuando las personas se interesan en la verdad, los pastores de otras organizaciones les dicen—y estas palabras las repiten los miembros de esas iglesias: “Esta gente no tiene iglesia y ustedes no tienen un lugar de adoración. Ustedes son un grupo pequeño, pobres y sin conocimiento. Muy pronto los pastores se irán y se desvanecerá el interés. Entonces ustedes abandonarán todas esas nuevas ideas que han recibido”. 

¿Podríamos suponer que esto no sería una tentación fuerte para los que comprenden las razones de nuestra fe y han sido convencidos por el Espíritu de Dios respecto a la verdad presente? Muchas veces se ha tenido que repetir que de un pequeño comienzo pueden desarrollarse grandes intereses. Si se manifiesta sabiduría, juicio santificado y dirección hábil de parte nuestra, en la formación de los intereses del reino de nuestro Redentor; haremos todo lo que esté a nuestro alcance para convencer a la gente acerca de la estabilidad de nuestra obra. Se construirán capillas sencillas donde los que aceptan la verdad pueden encontrar un lugar para adorar a Dios de acuerdo con los dictados de su propia conciencia. 

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Siempre que sea posible, nuestras iglesias deben ser dedicadas cuando ya estén libres de deudas. Cuando se construye una iglesia, que los miembros se levanten y trabajen en la construcción. Bajo la dirección de un ministro guiado por el consejo de sus compañeros en el ministerio, los nuevos conversos deben trabajar directamente, diciendo: “Necesitamos una iglesia y debemos tenerla”. Dios llama a su pueblo para que con alegría y coooperación se esfuerce en su causa. Hágase esto y se oirá pronto la voz de gratitud: “Ved lo que el Señor ha hecho”. 

Sin embargo, hay ocasiones en las cuales un grupo de miembros recientes podría no estar de inmediato capacitado para llevar toda la carga de construir una casa de adoración. En estos casos, que los hermanos de otras iglesias les ayuden. A veces puede ser mejor tomar prestado algún dinero en lugar de no construir. Si alguien tiene dinero, y después de dar lo que puede, otorga un préstamo sin interés o con una tasa baja, será apropiado usar el dinero hasta que la deuda sea cancelada. Pero, repito: Si es posible, los edificios de iglesia deben dedicarse cuando estén libres de deudas.

No debe ser necesario alquilar las bancas para nuestras iglesias. No se debe honrar al pudiente por encima del pobre; que no haya distinción, porque “todos sois hermanos”.

No se debe mostrar pomposidad en ninguno de nuestros edificios, porque esto no adelantará la obra. Nuestras economías deben testificar de nuestros principios. Debemos utilizar métodos de trabajo que no sean transitorios. Todo debe hacerse con solidez, para que dure en el tiempo y la eternidad. 

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Se me presentó el descuido de algunas iglesias para incurrir en deudas y permanecer endeudadas. En algunos casos se mantiene una deuda sobre la casa de oración del Señor. Se debe pagar interés continuamente. Estas cosas no debieran ni necesitan ser así. Si existe la sabiduría, tacto y celo manifestados por el Maestro, lo cual Dios requiere, habrá un cambio en estas cosas. Desaparecerán las deudas. Dios pide ofrendas a los que pueden darlas, y aun los miembros más pobres pueden ofrecer algo. La abnegación personal capacitará a todos para hacer algo. Adultos y jóvenes, padres e hijos deben mostrar su fe por sus obras. La necesidad de que cada uno haga su parte debe presentarse en forma directa a los miembros de la iglesia. Que cada uno haga lo mejor que pueda. Cuando haya la disposición de actuar, Dios abrirá el camino. No tiene la intención de que su causa sea estorbada por las deudas. Dios requiere sacrificio personal. Esto no traerá solamente prosperidad financiera sino también espiritual. La abnegación y el sacrificio personal harán maravillas para levantar la espiritualidad de la iglesia. 

A Dios le desagrada que nuestras iglesias estén agobiadas por las deudas. “Mía es la plata, y mío es el oro, dice Jehová de los ejércitos”. Hageo 2:8. Cuando ese dinero y ese oro se usan con propósitos egoístas, para gratificar ambiciones, orgullo o deseo por cualquier complacencia egoísta, se deshonra a Dios. Cuando el pueblo escogido de Dios embellece sus casas e invierte sus recursos en complacencias egoístas, mientras permite que su causa languidezca, no puede ser bendecido.

Cuando coloquéis al Señor en primer lugar, y determinéis que su casa no estará más en deshonra por causa de las deudas, Dios os bendecirá. Procurad apartar algo cada semana para ese fin, algo además de vuestro diezmo. Preparad una cajita para ese propósito. Explicad a vuestros hijos que ésa es la cajita de la abnegación, en la cual colocáis cada centavo que no se requiere para una necesidad en el momento. Es para la casa del Señor; para saldar la deuda del lugar de adoración, que deshonra al cielo. Cada miembro de la familia recibirá una bendición al contribuir con esta ofrenda.

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Dios lee cada pensamiento y anota cada acción. Todo lo que se hace con propósito sincero para el adelanto de su obra será bendecido por él. Las dos blancas, la copa de agua fría, dadas con simpatía y amor cumplirán un propósito útil, producirán beneficio ahora y traerán recompensa en el más allá. 

El examen probatorio para cada cristiano es: “¿Tengo amor supremo por Cristo en lo más íntimo de mi alma? ¿Amo su tabernáculo? ¿Acaso no honró al Señor si hago de su sagrada institución mi primera consideración? ¿Es mi amor por mi Dios y Redentor suficientemente fuerte para inducirme a negarme a mí mismo? Cuando me sienta tentado a complacerme con diversiones y deleites egoístas, ¿no diré: No, no gastaré nada para mi gratificación personal mientras la casa de Dios está agobiada por las deudas?” 

Nuestro Redentor requiere mucho más que lo que le damos. El yo interpone su deseo en primer lugar; pero el Señor requiere todo el corazón, todos los afectos. Él no ocupará otro lugar que no sea el primero. ¿Y no debiera ser Cristo nuestra primera y más elevada consideración? ¿No debiera requerir él esta señal de nuestro respeto y lealtad? Estas cosas sirven de fundamento a la vida de nuestro propio corazón en el círculo del hogar y en la iglesia. Si lossentimientos, la mente, el poder y la vida se rinden completamente a Dios, si los afectos le son entregados totalmente, le daremos el lugar supremo en todo nuestro servicio. Cuando estamos en armonía con Dios, el pensamiento de su honor y gloria viene antes que todo lo demás. Nadie tiene preferencia delante de él en nuestros donativos y ofrendas. Tenemos un sentido de lo que significa ser socios con Cristo en la sagrada empresa. 

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La casa donde Dios se reúne con su pueblo será amada y sagrada para cada uno de sus hijos del reino. No dejaréis que las deudas la debiliten. Permitir tal cosa parecería casi una negación de vuestra fe. Estaríais preparados para hacer un gran sacrificio personal si solamente pudierais tener una casa libre de deudas donde Dios pueda reunirse con su pueblo y bendecirlo. 

Todas las deudas de las iglesias podrían ser pagadas si los miembros hicieran planes sabios y esmerados y fervorosos esfuerzos para pagarlas. En cada lugar donde la deuda es saldada, que se lleve a cabo un servicio de agradecimiento, que será una nueva dedicación a Dios de su casa. 

Dios pone a prueba la fe de su pueblo para probar su carácter. Quienes están dispuestos a hacer sacrificios por él en tiempos apremiantes, son los que él honrará con una participación en su obra. Los que no están dispuestos a practicar la abnegación personal para promover los propósitos de Dios, serán probados para que los ojos humanos puedan percibir sus acciones en la misma forma como son percibidas por los ojos de Aquel que lee el corazón. 

Cuando el Señor vea a su pueblo restringir sus necesidades imaginarias, practicar la abnegación, no con un espíritu triste y apesadumbrado—como en el caso de la mujer de Lot cuando salió de Sodoma—, sino lleno de regocijo por el amor de Cristo, entonces la obra avanzará con poder. 

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Reuniones para niños y escuelas de iglesia

En todos nuestros congresos campestres debería trabajarse por los niños y los jóvenes. Debería celebrarse una reunión bíblica diaria para niños del jardín de infantes, bajo la dirección de maestros calificados. Preséntense a los niños, con lenguaje sencillo, lecciones de la Biblia y de la naturaleza. El empleo de métodos del jardín de infantes y de lecciones prácticas de la naturaleza, contribuirán definidamente a interesar a los pequeños. En algunas de nuestras concentraciones religiosas se han realizado reuniones para los niños dos veces al día. Después del estudio de la mañana, en días agradables, los maestros y los niños podrían hacer una caminata larga a la orilla de un río, o por el campo cubierto de hierba. En esas ocasiones convendría detenerse unos momentos para hablar brevemente sobre algún aspecto de la naturaleza. Se les pueden enseñar a los niños algunas parábolas de Cristo. La verdad se afirmará en sus mentes como un clavo metido con firmeza. 

En nuestra obra por los niños, el objetivo no debería ser únicamente educar y entretenerlos, sino trabajar por su conversión. Deberíamos pedir la bendición de Dios sobre la semilla sembrada, y la convicción del Espíritu Santo se apoderará aun de los pequeños. Si tenemos fe en Dios, seremos capacitados para guiarlos al Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. 

Esta obra es de importancia incalculable para los miembros más jóvenes de la familia del Señor. En estas reuniones, aun los niños que son favorecidos con una instrucción cristiana en el hogar, pueden aprender mucho, lo cual les será de gran ayuda. Si se enseña a los niños con la sencillez de Cristo, recibirán el conocimiento; y al regresar a sus hogares repetirán preciosas lecciones atesoradas en su corazón. 

Debería darse oportunidad a los menores para que reciban mejor instrucción en la Palabra de Dios. Se les debería explicar con claridad las verdades bíblicas. Las personas que poseen un conocimiento cabal de la verdad debieran estudiar las Escrituras con ellos, porque será semilla sembrada en terreno fértil. 

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A estas reuniones para niños y adolescentes, bien conducidas, asistirán muchos que no son de nuestra fe, y las lecciones aprendidas las repetirán en el hogar. Los padres pueden ser alcanzados a través de sus hijos. En nuestros congresos campestres en Australia, estas reuniones han sido sumamente beneficiosas. 

A continuación un breve relato de la obra realizada en una concentración religiosa al aire libre en Australia, referido por alguien que participó en el trabajo: 

“Los niños fueron organizados el primer sábado en departamentos y clases, y los maestros empezaron su trabajo. Al comienzo había unos seis niños en el departamento de primarios y alrededor de quince en el de jardín infantes. Tan pronto como los niños que vivían en el vecindario supieron de las reuniones que se llevaban a cabo para ellos, empezaron a venir, y cada día había muchos que se sumaban a las clases. El promedio de asistencia fue de ochenta a cien niños y durante los domingos, el número era aún mayor. La mayoría de ellos asistía en forma regular. El mismo espíritu de fervor, atención y orden que distinguía los servicios entre los mayores, prevaleció también en las reuniones para los niños. Tanto en el trabajo de clases como en los ejercicios generales de repaso, el trabajo se organizó de tal manera que los niños participaron tanto en hacer como en prestar atención, y de esta manera, pronto se sintieron como en casa y su deseo de ayudar en parte del trabajo fue una muestra de su interés. 

“Cada lección se iniciaba con un ejercicio general, seguido por estudios por clases; y al tiempo de clausura, todos se reunían para un breve repaso y para cantar. En los ejercicios de apertura, después del canto y la oración, el lema y todos los versículos de memoria aprendidos previamente, eran recitados en conjunto, individualmente o ambos. Se presentaba una lectura o narración por algún niño que había consentido previamente en prepararla. El alfabeto de la Escritura era aprendido y recitado por los niños, cada uno escogía su propia letra y versículo. La selección y memorización de los versículos se hacía en la casa, y esta responsabilidad colocada sobre los niños fue un incentivo adicional para que asistieran el día siguiente y los días sucesivos. 

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“Las rápidas respuestas en los ejercicios de revisión testificaban del gran interés manifestado en el trabajo por clases, y demostraban que muchas verdades valiosas se habían fijado en las mentes y los corazones de los niños. Cuando los niños regresaban a sus hogares, los padres se sorprendían de oírlos repetir la lección completa. Muchos padres expresaban de diferentes maneras su aprecio por la obra que se había hecho por los hijos y se lamentaban que las reuniones debieran terminar tan pronto.

“Varios maestros de escuelas dominicales asistieron a las reuniones y declararon que estaban muy complacidos y que se habían beneficiado con el trabajo realizado. Algunas veces los padres venían con sus niños y parecían tan interesados como los niños mismos. Otros, aunque no estaban de acuerdo con nuestra manera de ver las cosas, se tomaron el trabajo de vestir adecuadamente a sus hijos y les permitieron asistir. Algunos padres comentaron que aunque no sabían lo que habíamos hecho con sus hijos, una cosa era evidente: los niños querían venir a las clases y no podían retenerlos en casa. Algunos de los niños venían de lugares retirados, y tenemos razones para creer que mucha de la semilla sembrada cayó en terreno fértil”.

La buena semilla sembrada en estas reuniones no debería dejarse perecer por falta de atención. Muchos padres se alegrarían si las instrucciones impartidas a sus hijos en los congresos campestres continuaran. Con gusto los enviarían a una escuela donde se enseñaran y practicaran los mismos principios. Cuando el interés de padres e hijos se despierta, es una oportunidad dorada para establecer una escuela para continuar la obra empezada en el congreso campestre.

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A medida que aumentan los creyentes y se organizan iglesias, dicha escuela será de gran valor para promover la permanencia y estabilidad de la obra. Los obreros que trabajan en nuevos lugares no deben sentirse libres para dejar sus campos de labor hasta que se hayan provisto las instalaciones y equipos necesarias para las iglesias bajo su cuidado. No solamente debe construirse una sencilla casa de adoración, sino que también deberían hacerse todos los arreglos necesarios para el establecimiento permanente de una escuela de iglesia. 

Este asunto se me presentó con gran claridad. Vi grupos de nuevos creyentes formados en muchos lugares, e iglesias que se construían. La gente nueva que había entrado a la fe, ayudaba con buena voluntad con sus manos, y los que tenían recursos económicos contribuían con ellos. En el sótano de una iglesia, sobre el terreno, se me mostró un salón hecho para una escuela donde los niños se educarían en las verdades de la Palabra de Dios. Se invitó a maestros consagrados a que fueran a esos lugares. La matrícula en esas escuelas no era numerosa, pero era un feliz comienzo. 

A medida que la obra se adelantaba, oí las voces de padres y niños que cantaban: 

“Si Jehová no edificare la casa,
En vano trabajan los que la edifican;
Si Jehová no guardare la ciudad,
En vano vela la guardia”. 

“Alaba, oh alma mía, a Jehová.
Alabaré a Jehová en mi vida;
Cantaré salmos a mi Señor
Mientras viva.
No confiéis en los príncipes,
Ni en hijo de hombre,
Porque no hay en él salvación”. 

“Alabad a Jehová desde los cielos;
Alabadle en las alturas.
Alabadle, vosotros todos sus ángeles;
Alabadle, vosotros todos sus ejércitos.
Alabadle, sol y luna;
Alabadle, vosotras todas, lucientes estrellas”.

Salmos 127:1; 146:1-3; 148:1-3. 

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