Testimonios para la Iglesia, Vol. 7, p. 126-135, día 398

Una obra maligna

Algunos de nuestros hermanos han hecho algo que ha perjudicado mucho a la causa. El conocimiento de los métodos para fabricar alimentos sanos, que Dios dio a su pueblo como medio de contribuir a sostener su causa, lo han revelado estos hombres a negociantes del mundo que lo están empleando para obtener ganancias personales. Han vendido los bienes del Señor para su beneficio personal. Los que han revelado así los secretos que poseían de la preparación de los alimentos sanos, han abusado de la confianza que Dios les diera. Al ver los resultados de este abuso de confianza, algunos lamentarán con mucho pesar el no haber callado ni aguardado a que el Señor condujese a sus siervos y elaborase sus propios planes. Algunos de los que obtienen estos secretos procurarán estorbar la fabricación de productos alimentarios por nuestro sanatorio y engañarán a sus clientes para gran perjuicio de éstos. 

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El negocio de los alimentos sanos no debe ser arrebatado a aquellos que, en su administración, se esfuerzan por edificar la causa y hacerla progresar. El Dr. Kellogg, con la ayuda de otros, y a un costo muy elevado, ha estudiado los procesos requeridos en la preparación de ciertos productos alimentarios especiales y ha establecido centros costosos para su elaboración. Este trabajo ha insumido una gran cantidad de tiempo precioso, porque se han tenido que realizar muchos experimentos. Y es sólo correcto que se permita cosechar el fruto de su trabajo a quienes han laborado de ese modo e invertido de sus propios medios. Como mayordomo del Señor, se le debería permitir al Dr. Kellogg controlar una cantidad razonable de las entradas recibidas por la venta de esos productos especiales que él mismo, gracias a la bendición de Dios, ha sido capacitado para producir, de modo que pueda tener medios con los cuales contribuir para el avance de la obra de Dios, según la ocasión lo demande. Que ninguna persona, después de aprender los secretos de la composición de dichos productos alimentarios, se sienta con libertad para elaborarlos y comercializarlos con el fin de obtener ganancias personales. Que nadie dé la falsa impresión de que trabaja en armonía con aquellos que elaboraron por primera vez estos productos para la venta, cuando no es así. Nadie tiene derecho a dedicarse a manufacturar estos alimentos en forma egoísta. Vengamos todos delante del Señor y, con corazones humildes, tratemos de darle gloria con cada uno de nuestros actos. 

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Tengo una amonestación que dar a quienes conocen los métodos de fabricar los alimentos sanos especiales producidos en nuestras fábricas. No deben usar este conocimiento con fines egoístas y de una manera que represente mal a la causa. Tampoco deben divulgar este conocimiento. Encárguense las iglesias de este asunto, muestren a estos hermanos que una conducta tal es un abuso de confianza, y que reportará oprobio a la causa. 

Que los que hayan estado o estén empleados todavía en la preparación de productos alimentarios naturales como los que elaboró primero el Dr. Kellogg, o cualquier otro pionero en este trabajo, no se atrevan a revelar a otros los secretos de la manufacturación de estos alimentos especiales; porque de ese modo defraudan la causa que deberían apoyar y hacer progresar. Les ruego, hermanos míos, que tracen senderos rectos para sus pies, para que el cojo no sea echado fuera del camino. No coloquen información en las manos de quienes, por falta de consideración cabal por la reforma de la salud, introducirían artículos impuros en el mercado para venderlos como si fueran alimentos saludables. 

En todas sus transacciones colóquense del lado de la justicia; entonces no aparecerán en desventaja delante de Dios ni de los hombres. No participen de ninguna práctica deshonesta. Los que se dedican a la manufacturación de productos de salud del sanatorio para obtener ganancias personales, se toman una libertad a la cual no tienen derecho. Esto causa gran confusión. Actualmente algunos elaboran y venden productos que aseguran ser alimentos saludables, pero que contienen ingredientes malsanos. Además, a menudo dichos alimentos son de una calidad tan inferior que su venta ocasiona mucho daño a la causa, puesto que quienes los compran consideran que todos los productos de salud son similares. 

Nadie tiene derecho de aprovecharse de los arreglos financieros que se han hecho con relación a los productos de salud del sanatorio. Los que manejan los alimentos producidos con enormes gastos por el Dr. Kellogg deberían primeramente hacer arreglos con él, o con los demás que trabajan asociados con él, y aprender los mejores métodos de manejarlos. La persona que se dedica a ese trabajo egoístamente, al mismo tiempo que da a sus clientes la impresión de que las ganancias de sus ventas se destinan a ayudar a empresas de beneficencia, cuando en realidad son utilizadas para beneficio personal, incurre en el desagrado de Dios. Con el tiempo su negocio fracasará, y hará un enredo tan grande de sus cosas que los hermanos tendrán que comprarle su negocio para librar a la causa de una desgracia. 

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El Señor se molesta grandemente cuando su servicio se ve deshonrado por el egoísmo de los que trabajan en él. Su voluntad es que cada parte de su obra se encuentre en armonía con las demás, cada coyuntura conectada con su coyuntura correspondiente. 

El Señor desea que su pueblo se encuentre muy por encima de los intereses egoístas. Quiere que venzan las tentaciones que encuentran. Nos llama a la comunión de los santos. Desea que sus obreros se coloquen bajo su supervisión. El cepillará y pulirá el material para su templo, preparando cada pieza para que se acople perfectamente a la otra, de modo que el edificio resulte acabado y perfecto, sin faltarle nada. 

El cielo debe comenzar en esta tierra. Cuando el pueblo del Señor se halle colmado de humildad y ternura, comprenderá que su bandera sobre él es amor y su fruto será dulce a su paladar. Entonces establecerán un cielo aquí abajo donde se prepararán para el cielo del más allá. 

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Eduquemos a la gente

Santa Helena, California,

20 de agosto de 1902.

Doquiera se proclame la verdad, debe darse instrucción acerca de cómo preparar alimentos sanos. Dios desea que en todo lugar se enseñe a la gente a usar prudentemente los productos que es fácil obtener. Instructores hábiles deben mostrar a la gente cómo pueden utilizar ventajosamente los productos que se pueden cosechar u obtener en su región del país. De esta manera tanto los pobres como los de circunstancias desahogadas pueden aprender a vivir en forma sana 

Desde el comienzo de la reforma pro salud, hemos encontrado que era necesario educar, educar y educar. Dios desea que continuemos esta obra. No debemos descuidarla por temor a que reduzca las ventajas de los productos sanos preparados en nuestras fábricas. Dichas ventas no son el asunto más importante. Nuestra obra consiste en mostrar a las personas cómo pueden obtener y preparar los alimentos más sanos, cómo pueden cooperar con Dios para restaurar su imagen moral en sí mismas. 

Nuestros obreros debieran ejercer su ingenio en lo que se refiere a la preparación de alimentos sanos. Nadie se debe inmiscuir en los secretos del Dr. Kellogg, pero todos deben comprender que el Señor, en muchas partes, esta preparando la mente de muchos con el fin de capacitarlos para elaborar productos alimentarios sanos. Hay muchos productos que si se los prepara y combina bien, se los puede transformar en alimentos que constituirán una bendición para los que no pueden darse el lujo de gastar en productos sanos más caros y especialmente elaborados. Aquel que concedió a sus hijos toda clase de habilidad y entendimiento en toda suerte de obra difícil cuando construían el tabernáculo, también dará hoy a su pueblo habilidad y entendimiento en la combinación adecuada de los productos naturales, enseñándoles de este modo a adoptar un régimen alimentario saludable. 

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El conocimiento relativo a la preparación de productos alimentarios sanos es la propiedad de Dios y ha sido confiado a los hombres para que éstos lo impartan a sus semejantes. Al decir esto no me refiero a las fórmulas especiales que el Dr. Kellogg y otros han perfeccionado después de mucho estudio y enormes gastos. Hablo especialmente de los alimentos sencillos que todos pueden preparar por sí mismos, acerca de cuya elaboración se puede instruir libremente a todos los que desean vivir en forma saludable, y especialmente a los pobres. 

El Señor quiere que en todo lugar se estimule a hombres y mujeres a desarrollar sus talentos en la preparación de alimentos sanos con los productos naturales de su propia región. Si miran a Dios y ejercen su habilidad e ingenio bajo la dirección de su Espíritu, aprenderán a transformar los productos naturales en alimentos sanos. Así podrán enseñar a los pobres a proveerse de alimentos que reemplacen la carne. A su vez los que reciban esta ayuda podrán instruir a otros. Una obra tal se ha de hacer todavía con celo y vigor consagrados. Si se hubiese hecho antes, habría hoy muchas más personas en la verdad, y muchos más instructores. Aprendamos cuál es nuestro deber, y luego hagámoslo. No debemos ser incapaces ni depender de otros para que hagan la obra que Dios nos ha confiado. 

En el consumo de los alimentos, debemos ejercer buen sentido. Cuando descubrimos que cierto alimento no nos sienta bien, no necesitamos escribir cartas para averiguar la causa de la molestia. Cambiemos el régimen; usemos menos de ciertos alimentos; proveamos otras preparaciones. Pronto conoceremos el efecto que tienen sobre nosotros ciertas combinaciones. Como seres humanos inteligentes, estudiemos individualmente los principios, y hagamos uso de nuestra experiencia y juicio para decidir cuáles son los mejores alimentos para nosotros. 

Los alimentos debieran adaptarse a la ocupación a la cual nos dedicamos y al clima en el cual vivimos. Algunos alimentos apropiados en un país no lo son en otros. 

Algunas personas recibirían más beneficio de abstenerse de alimentos durante un día o dos por semana que de cualquier tratamiento o consejo médico. El ayunar un día por semana les sería de beneficio incalculable. 

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Se me ha indicado que los alimentos a base de oleaginosas se usan con frecuencia imprudentemente. Se consume una proporción demasiado elevada de oleaginosas y algunas de ellas no son tan sanas como otras. Las almendras son preferibles al maní; pero éste puede añadirse en cantidades limitadas a los cereales para constituir un alimento nutritivo y digestible. 

Las aceitunas pueden prepararse de tal manera que se puedan ingerir con buen resultado en cada comida. Las ventajas que se procuran con el uso de mantequilla pueden obtenerse con el consumo de aceitunas debidamente preparadas. El aceite de las aceitunas alivia el estreñimiento, y para los tuberculosos y para los que tienen estómago inflamado e irritado es mejor que cualquier droga. Como alimento, es mejor que cualquier aceite obtenido de segunda mano de los alimentos. 

Sería bueno que cocinásemos menos y comiésemos más frutas al natural. Enseñemos a la gente a hacer consumo copioso de uvas, manzanas, duraznos y peras en estado fresco, así como de toda clase de fruta que se pueda obtener. Prepárense dichas frutas para el consumo invernal poniéndolas en conserva, usando vidrio hasta donde sea posible, en vez de latas. 

Acerca de la carne, debemos educar a la gente a dejarla. Su consumo contraría el mejor desarrollo de las facultades físicas, mentales y morales. Y debemos dar un testimonio claro contra el consumo de té y café. También es bueno descartar los postres suculentos. La leche, los huevos y la mantequilla no deben clasificarse con la carne. En algunos casos el uso de huevos es beneficioso. No ha llegado el tiempo en que debamos decir que se debe descartar completamente el consumo de leche y huevos. Hay familias pobres cuya alimentación consiste mayormente en pan y leche. Tienen poca fruta, y no pueden comprar los alimentos a base de oleaginosas. Al enseñar la reforma pro salud, como en toda otra obra evangélica, debemos tener en cuenta la situación de la gente. Hasta que podamos enseñarle a preparar alimentos saludables, apetitosos, nutritivos, y sin embargo, poco costosos, no estamos libres para presentar los principios más adelantados de la alimentación saludable. 

Sea progresiva la reforma alimentaria. Enséñese a la gente a preparar alimentos sin mucho uso de leche o mantequilla. Expliquémosle que llegará pronto el tiempo en que será peligroso usar huevos, leche, crema o mantequilla, porque las enfermedades aumentan proporcionalmente a la maldad que reina entre los hombres. Se acerca el tiempo en que, debido a la iniquidad de la especie caída, toda la creación animal gemirá bajo las enfermedades que azotan nuestra tierra. 

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Dios dará a su pueblo capacidad y tacto para preparar alimentos sanos sin aquellas cosas. Descarte nuestro pueblo todas las recetas malsanas. Aprenda a vivir en forma saludable y enseñe a otros lo que aprendió. Sepa impartir este conocimiento como impartiría la instrucción bíblica. Enseñe a la gente a conservar la salud y aumentar su vigor, evitando mucho del arte culinario que ha llenado el mundo con inválidos crónicos. Por precepto y ejemplo demuestre claramente que el alimento que Dios dio a Adán en su estado sin pecado es el mejor para el consumo del hombre que procura recuperar ese estado sin pecado. 

Los que enseñan los principios de la reforma de la salud deben comprender bien los asuntos relacionados con la enfermedad y sus causas, y entender que cada acción del agente humano debe realizarse en perfecta armonía con las leyes de la vida. La luz que Dios nos ha concedido en esto de la reforma de la salud es para nuestra propia salvación y la del mundo. Se debe informar a la gente con relación al cuidado del cuerpo humano, preparado por el Cordero para que sea su morada, y sobre el cual desea que ejerzamos una mayordomía fiel. “Porque vosotros sois el templo del Dios viviente, como Dios dijo: habitaré y andaré entre ellos, y seré su Dios, y ellos serán mi pueblo”. 2 Corintios 6:16. 

Mantengan en alto los principios de la reforma de la salud, y permitan que el Señor guíe a los que son de corazón honesto. Presenten los principios de la temperancia en su forma más atrayente. Hagan circular los libros que contienen instrucciones relativas a la vida sana. 

La gente sufre por la necesidad de que los alumbre la luz de las páginas de nuestros libros y revistas que contienen el mensaje de la salud. Dios desea utilizar tales publicaciones como faros de donde procedan rayos luminosos que llamen poderosamente la atención de la gente y les hagan oír la amonestación del mensaje del tercer ángel. Nuestras revistas sobre salud son instrumentos en este campo, llamados a realizar una obra especial en la diseminación de la luz que los habitantes del mundo necesitan en este día de preparación de Dios. Ejercen una influencia incalculable en favor de los intereses de la reforma pro salud, la temperancia y la pureza social, y realizarán una gran cantidad de bien al presentar adecuadamente estos temas a la gente, en su luz verdadera. 

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Sobre estos principios el Señor nos ha estado enviando una línea tras otra y si desoímos estos principios, no rechazamos al mensajero que los enseña, sino a Aquel que nos los ha dado. 

La reforma debe presentarse de continuo a la gente, y por nuestro ejemplo debemos vigorizar nuestra enseñanza. La verdadera religión y las leyes de la salud se relacionan estrechamente. Es imposible trabajar para la salvación de los hombres y mujeres sin presentarles la necesidad de romper con las complacencias pecaminosas que destruyen la salud, degradan el alma e impiden que la verdad divina impresione la mente. A hombres y mujeres debe enseñárseles a considerar cuidadosamente todo hábito y toda práctica, y a descartar inmediatamente todas las cosas que crean una condición malsana en el cuerpo y así ensombrecen la mente. Dios desea que sus portaluces sostengan siempre un alto ideal. Por el precepto y el ejemplo, deben tener su norma perfecta muy superior a la falsa norma de Satanás, que, si se la sigue, producirá miseria, degradación, enfermedad y muerte tanto para el cuerpo como para el alma. Los que han obtenido un conocimiento acerca de cómo comer, beber y vestirse en forma que conserve la salud, deben impartir ese conocimiento a otros. Predíquese a los pobres el evangelio de la salud desde el punto de vista práctico, para que ellos sepan cuidar debidamente del cuerpo que es templo del Espíritu Santo. 

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Sección 4—La obra de publicaciones

“Barred el camino al pueblo… Decid a la hija de Sion: He aquí viene tu Salvador”. Isaías 62:10-1 1.

El plan de Dios para nuestras casas publicadoras

Testigos en favor de la verdad

“Vosotros sois mis testigos, dice Jehová”, para “publicar libertad a los cautivos, y a los presos abertura de la cárcel; a promulgar año de la buena voluntad de Jehová, y día de venganza del Dios nuestro”. Isaías 43:10; 61:1-2. 

Nuestra obra de publicaciones se estableció según las instrucciones de Dios y bajo su dirección especial. Fue fundada para alcanzar un objeto preciso. Los adventistas del séptimo día han sido elegidos por Dios como pueblo especial, separado del mundo. Con el gran instrumento de la verdad, los ha sacado de la cantera del mundo y los ha relacionado consigo. Ha hecho de ellos representantes suyos, y los ha llamado a ser sus embajadores durante esta última fase de la obra de salvación. Les ha encargado que proclamen al mundo la mayor suma de verdad que se haya confiado alguna vez a seres mortales, las advertencias más solemnes y terribles que Dios haya enviado alguna vez a los hombres. Y nuestras casas editoras se cuentan entre los medios más eficaces para realizar esta obra. 

Estas instituciones deben ser testigos de Dios y enseñar la justicia al mundo. La verdad debe resplandecer de ellas como una antorcha. Deben emitir constantemente en las tinieblas del mundo rayos de luz que adviertan a los hombres peligros que los exponen a la destrucción, y parecerse así a la poderosa luz de un faro edificado en una costa peligrosa. 

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