Testimonios para la Iglesia, Vol. 7, p. 264-273, día 413

Mientras se esforzaban al máximo por levantar fondos para afrontar una emergencia, algunos de sus hermanos estaban de espectadores, criticando y suponiendo el mal, interpretando prejuiciadamente las motivaciones de estos obreros agobiados por la carga, y haciéndoles aún más difícil la tarea. Cegados por el egoísmo, estos censuradores no discernieron que sus hermanos ya tenían suficientes aflicciones sin necesidad de soportar la crítica de hombres que no habían llevado ninguna carga ni responsabilidad. La frustración es una gran prueba, pero el amor cristiano puede transformar la derrota en victoria. Los reveses nos enseñarán a ser cuidadosos. Aprendemos por las cosas que nos pasan. De este modo ganamos experiencia.

Se deben ejercer solicitud y sabiduría al tratar con los obreros que, aunque han cometido errores, han manifestado un interés intenso y abnegado en la obra. Que sus hermanos digan: “No vamos a echar a perder las cosas colocando a otra persona en su lugar, sin darle oportunidad de enmendar su error, y de colocarse en una situación ventajosa, libre de la preocupación ocasionada por la crítica injusta”. Déseles tiempo para adaptarse, para sobreponerse a las dificultades que los rodean, y para presentarse como obreros dignos delante de ángeles y hombres. Es verdad que han cometido errores, pero ¿habrían hecho mucho mejor los que los han criticado y cuestionado? Cristo dijo a los fariseos acusadores: “El que de vosotros esté sin pecado sea el primero en arrojar la piedra”. Juan 8:7. 

Algunos manifiestan un deseo prematuro por reformar las cosas que les parecen equivocadas. Consideran que ellos deberían ser elegidos para reemplazar a los que han cometido el error. Menosprecian el trabajo realizado por estos obreros mientras otros no hacían más que mirar y criticar. Dicen mediante sus acciones: “Yo puedo hacer grandes cosas. Puedo llevar adelante la obra exitosamente”. Se me ha instruido que diga a esas personas que piensan que saben tan bien cómo evitar los errores: “No juzguéis, para que no seáis juzgados”. Mateo 7:1. Puede ser que eviten equivocarse en algunos puntos, pero en otras cosas están propensos a cometer graves desaciertos, muy difíciles de remediar, y que acarrearían vergüenza sobre la obra. Esos errores producirían más daño que los que sus hermanos han cometido. 

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La instrucción que me ha sido dada indica que los hombres que colocan el fundamento de una obra, y que, frente al prejuicio luchan por avanzar, no deben ser colocados en una luz desfavorable para que otros puedan tomar sus lugares. Hay obreros fieles que han avanzado en la tarea que Dios dijo que debía ser hecha, a pesar de la crítica de algunos de sus hermanos. Si se los quitara ahora de su posición de responsabilidad, se produciría una impresión injusta para ellos y desfavorable para la causa, puesto que los cambios realizados se considerarían como una justificación de las críticas injustas que se habían hecho y de los prejuicios que existían. El Señor desea que no se haga ningún movimiento que conlleve una injusticia contra los que han trabajado larga y esforzadamente para levantar el trabajo que se les ha asignado. 

Cambios imprudentes

Se hacen muchos cambios que sería mejor nunca realizarlos. A menudo, cuando los obreros se vuelven descontentos, en lugar de que se los anime a permanecer donde están y hacer un éxito de su trabajo, se los envía a otro lugar. Pero llevan consigo los mismos rasgos de carácter que han hecho que en el pasado malogren su trabajo. En el nuevo lugar manifestarán el mismo espíritu desemejante a Cristo porque todavía no han aprendido la lección de servicio paciente y humilde.

Yo les suplico que se establezca un procedimiento diferente. Se deben realizar cambios en los grupos de obreros de nuestras asociaciones e instituciones. Se deben buscar hombres eficientes y consagrados para animarlos a unirse como ayudantes y colaboradores de quienes llevan las responsabilidades actualmente. Que en el espíritu del amor fraternal reine una unidad armoniosa entre los nuevos y los antiguos. Pero no se efectúen cambios administrativos abruptos de modo que se produzca desaliento en las personas que han laborado tesonera y exitosamente para promover la obra hasta cierto nivel de progreso. Dios no aprobará ninguna acción realizada para desalentar a sus servidores fieles. Que se apeguen a los principios de la justicia los que tienen el deber de conseguir la administración más eficiente posible para nuestras casas editoras, sanatorios y escuelas. 

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Un llamamiento al servicio

Dios solicita obreros. La causa necesita a hombres que se hayan formado por sus propios esfuerzos, quienes, colocándose humildemente como aprendices en las manos del Señor, han demostrado ser sus colaboradores. Se necesitan tales hombres en la obra ministerial y en el magisterio. Que quienes hayan demostrado ser verdaderamente hombres, se adelanten para realizar cuanto puedan al servicio del Maestro. Que se unan a las filas de los obreros y muestren su valía mediante un esfuerzo paciente y constante. Aprendemos a nadar en el agua, no en la tierra. Que cumplan con fidelidad el cometido para el cual se los llamó, para que de esa manera sean hechos idóneos para cumplir con responsabilidades aún mayores. Dios concede a todos la oportunidad de perfeccionarse en su servicio. 

El que se coloca la armadura para pelear bien una batalla obtendrá una habilidad cada vez mayor a medida que continúa perfeccionando su conocimiento del Señor, obrando en armonía con el plan que Dios diseñó para el desarrollo perfecto de las facultades físicas, mentales, y espirituales. 

Los jóvenes y las señoritas acumulan una provisión de conocimientos. No esperen hasta que alguna comisión humana los examine y los declare competentes para trabajar, sino que salgan por los vallados y los caminos y comiencen a colaborar con Dios. Empleen sabiamente el conocimiento que poseen. Usen fielmente sus facultades, impartiendo con generosidad la luz que Dios les ha concedido. Estudien los mejores métodos de impartir a otros paz, luz, verdad y las muchas otras ricas bendiciones del cielo. Mejoren constantemente. Manténganse ascendiendo cada vez más alto. Lo que verdaderamente vale ahora es la habilidad de poner las facultades de la mente y el cuerpo a trabajar, teniendo siempre presente las realidades eternas. Busquen al Señor con mayor seriedad, de modo que cada día sean más cultos, más cultivados espiritualmente. Entonces obtendrán la aprobación de Dios. 

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No importa cuán grandes o cuán pequeños sean sus talentos, recuerden que lo que tienen es de ustedes únicamente porque les ha sido confiado. De este modo el Señor los está probado, dándoles la oportunidad de demostrar cuán dignos de confianza son. A él le deben todas sus habilidades. Las facultades de su cuerpo, mente y alma le pertenecen a él y han de ser utilizadas para él. Su tiempo, influencia, habilidades y talento, de todo se le debe dar cuenta a Aquel que todo lo da. Usa mejor sus talentos quien se esfuerza diligentemente por llevar a cabo el gran plan del Señor para la elevación de la humanidad, recordando constantemente que él mismo debe ser un aprendiz a la vez que un maestro.

A medida que los jóvenes emprenden esta clase de labor y tienen éxito, a pesar de muchas dificultades, que nadie sugiera que se les encomiende alguna otra responsabilidad y que la obra que ellos han comenzado sea puesta en manos de hombres mayores y de más experiencia. Mientras nuestros jóvenes luchan con las dificultades, puede ser que cometan errores; pero si avanzan con perseverancia, sus derrotas serán transformadas en victoria. 

Compañeros de labor, perseveren en la tarea que han comenzado. Aférrense a ella hasta que hayan ganado victoria tras victoria. Edúquense con un propósito. Mantengan en mente las normas más elevadas, para que puedan realizar un bien cada vez mayor y de ese modo reflejen la gloria de Dios. 

Dios ha dotado a algunos de sus servidores con talentos especiales, y no se ha autorizado a nadie para menoscabar su excelencia. Pero que nadie haga uso de sus talentos para exaltar el yo. No se consideren a sí mismos como favorecidos por encima de sus semejantes, no se enaltezcan por encima de otros obreros sinceros y fieles. El Señor mira el corazón. El que se dedica al servicio de Dios con mayor devoción es de más alta estima ante el universo celestial. 

El cielo está observando a los que ocupan posiciones de influencia para ver con cuánta fidelidad desempeñan su mayordomía. Las demandas que se hacen de ellos como mayordomos dependen de la amplitud de su influencia. Deben ser como padres en el trato que les den a sus semejantes: justos, tiernos y verdaderos. Deben poseer un carácter semejante al de Cristo, ligados a sus hermanos por los más estrechos lazos de unidad y comunión. 

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Una sabia distribución de los recursos

Muchos se han preocupado por la intrincada cuestión de los recursos. Vez tras vez Satanás ha bloqueado el camino del progreso mediante sus proyectos engañosos, pero atractivos. La iglesia no se ha mantenido en una posición de dependencia de Dios, sino que cediendo a las tentaciones del enemigo ha tratado de llevar a cabo planes que demandaban recursos mucho mayores que los que recibía. Se ha invertido demasiado dinero en unos pocos lugares. Esto ha privado a los campos misioneros de la ayuda que deberían haber recibido. Al promover la obra en su sector del campo, los hombres han llevado a cabo planes egoístas y han sacado los medios de la tesorería del Señor, olvidando que todos los fondos pertenecen a Dios y que también deben ser atendidas las otras partes de su viña. Han cerrado los ojos a las necesidades de sus compañeros de labor por razones que no quisieran volver a encontrar en el juicio. Por eso algunos campos desamparados han quedado sin trabajar. Por haberse apresurado a erigir grandes edificios sin tomar en cuenta el costo, sin saber cuánto se necesitaría para construir la torre, los hombres han acarreado deudas, desánimo y vergüenza sobre la causa. Se ha estorbado el camino del progreso en algunos campos nuevos. 

La mente de algunos parecería haberse enajenado, induciéndolos a tomar un curso de acción que los llevaría a realizar gastos en proyectos que más tarde no tenían la menor posibilidad de producir entradas. Si este dinero se hubiera gastado de acuerdo con los propósitos del Señor, se habrían reclutado obreros y se los habría preparado para realizar la obra que debe ser hecha antes de la venida del Señor. El mal uso de los fondos demuestra la necesidad que se tiene de la amonestación del Señor acerca de que su obra no debe estar limitada por los proyectos humanos, sino que se la debería llevar a cabo de tal manera que fortalezca su causa. 

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Los hombres han acarreado deudas sobre la causa por haberse empeñado en la realización de planes equivocados. Que esto no se repita. Que actúen con prudencia los que se encuentran a la cabeza de la obra, y se nieguen a cubrir de deudas la causa de Dios. Que nadie actúe descuidada y temerariamente creyendo, sin estar seguro, que todo saldrá bien. 

El entusiasmo y el interés indebidos que se manifiestan por el adelanto de la obra en un lugar determinado, en nada contribuyen al adelanto de la obra como un todo. Cuando se hacen planes para construir un edificio en algún lugar, dése una consideración cuidadosa a otros lugares que también tienen una necesidad igualmente urgente de dinero para erigir edificios indispensables. El tiempo es corto, y aunque urge la construcción de edificios, que esto se haga con la debida consideración de todos los sectores de la viña del Señor. La persona que esté a cargo de la construcción debe ser un individuo de mente sólida y santificada, no uno que, en su ansiedad por erigir una hermosa pieza arquitectónica, acarree perplejidad sobre la obra a causa de los gastos elevados.

Dios no es el autor de la confusión, sino del orden y del progreso. Que quienes desean hacer que su reino progrese avancen prudentemente y construyan con inteligencia. Que nadie actúe impulsado por la suposición desatinada de que hay que invertir medios con el fin de impresionar. Así dice el Señor: “No se deben emplear así los recursos, porque se lo hace a expensas de las almas”. 

Los resultados de una administración egoísta se yerguen hoy delante de nosotros como un testimonio de la sabiduría de hombres cuyas mentes y corazones tenían necesidad de la dirección del Espíritu Santo. El Señor tiene muchas maneras de poner a prueba y verificar la pretensión de quienes dicen ser cristianos. Ha identificado los resultados de la sabiduría humana con certeza inequívoca, demostrando a quienes suponían que realizaban grandes cosas, que necesitan revisar el pasado; que necesitan darse cuenta de que no eran movidos por el Espíritu Santo, sino que rehusaron el consejo del Señor en muchas cosas. Si hubieran practicado este autoexamen al comienzo de sus labores, como el Señor les indicó que lo hicieran, un servicio que deshonró a Dios durante años habría sido reemplazado por un servicio de amor. Cada miembro de cada familia necesita realizar esta tarea de autoexamen, de lo contrario descubrirán, como le sucedió a Saulo, que están condenados a la destrucción. Esto se aplica particularmente a los individuos que ocupan posiciones de responsabilidad. El Señor dijo: “No colaboraré con ningún plan egoísta”. Cada uno necesita buscar al Señor ahora. El pueblo de Dios no pasará la prueba a menos que se produzca un reavivamiento y una reforma. El Señor no admitirá a ninguna alma autosuficiente en las mansiones que ha ido a preparar para los justos. 

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En ningún lugar del mundo debe nuestro pueblo, bajo ninguna circunstancia, volcar todos sus medios en una sola institución médica grande y costosa. El juntar a un gran número de personas en un solo lugar no constituye una medida favorable cuando se trata de obtener los mejores resultados en una restauración física o espiritual. Por lo demás, el establecimiento de una institución tal implicaría un robo contra otros lugares donde también se necesita establecer instituciones de salud. Dondequiera que trabajemos, algunos procurarán conseguir tantos medios como sea posible con el fin de erigir algún edificio grande; pero éste no es el plan más sabio. Cuando se hagan planes para el establecimiento de una institución en un lugar determinado, debemos mantener en mente las necesidades de los otros lugares. Practíquese la economía para que se puedan ofrecer ventajas similares a las gentes que viven en otros sectores del país.

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A nuestros pioneros ancianos

El señor dice a los pioneros que han envejecido y han estado conectados con la obra del mensaje del tercer ángel casi desde sus comienzos, y cuya experiencia en ella data casi desde los sucesos de 1844: “Se necesita la ayuda de ustedes. No se echen encima cargas que otros más jóvenes pueden llevar. Ustedes tienen el deber de ser cuidadosos con sus hábitos de vida. Deben usar con sabiduría sus energías físicas, mentales, y espirituales. Ustedes que han pasado por tantas y tan variadas experiencias, necesitan hacer todo lo que puedan para preservar sus facultades, con el fin de laborar para el Señor durante tanto tiempo como él les permita ocupar su lugar para ayudar a promover su obra”. 

Estos sostenedores de la carga pueden decir con el apóstol Juan: “Lo que era desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que hemos contemplado y palparon nuestras manos tocante al Verbo de vida (porque la vida fue manifestada, y la hemos visto, y testificamos, y os anunciamos la vida eterna, la cual estaba con el Padre y se nos manifestó); lo que hemos visto y oído, esto os anunciamos, para que también vosotros tengáis comunión con nosotros; y vuestra comunión verdaderamente es con el Padre, y con su Hijo Jesucristo… Este es el mensaje que hemos oído de él, y os anunciamos: Dios es luz, y no hay ningunas tinieblas en él. Si decimos que tenemos comunión con él, y andamos en tinieblas, mentimos, y no practicamos la verdad; pero si andamos en luz, como él está en luz, tenemos comunión unos con otros, y la sangre de Jesucristo, su Hijo, nos limpia de todo pecado”. 1 Juan 1:1-7.

La causa necesita de las manos ancianas de los obreros viejos que han tenido años de experiencia en la causa de Dios, que han presenciado el desarrollo y el progreso de los diversos aspectos del mensaje; y que también han visto a muchos caer en el fanatismo, alimentando la ilusión de teorías falsas, mientras resistían todos los esfuerzos realizados para que la luz de la verdad revelara las supersticiones que los asediaban para confundir las mentes y neutralizar el mensaje que en estos últimos días debe ser dado al pueblo remanente de Dios en toda su pureza. 

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Muchos de los probados siervos de Dios han dormido en Jesús. Se debe apreciar la ayuda de los que han quedado con vida hasta hoy. Considérese su testimonio de valor. La buena mano del Señor ha acompañado a estos obreros fieles. El los sostendrá con su brazo poderoso diciéndoles: “Apóyense en mí. Yo seré su fuerza y su galardón en manera grande”. Esos que estaban en el mensaje al comienzo mismo de su proclamación, que pelearon valerosamente cuando arreciaba la batalla, no deben perder ahora su asidero. 

Se debe cultivar el interés más tierno hacia aquellos cuya labor de toda una vida está unida con la obra de Dios. A pesar de sus muchas dolencias, estos obreros todavía poseen talentos que los hacen aptos para mantenerse en su puesto del deber. Dios desea que ocupen posiciones de responsabilidad en su obra. Han permanecido fieles en medio de tormentas y pruebas, y hoy se encuentran entre nuestros consejeros más valiosos. ¡Cuán agradecidos debiéramos estar de que todavía puedan utilizar sus dones al servicio del Señor! 

No perdamos de vista el hecho de que en el pasado estos fieles luchadores lo sacrificaron todo para impulsar la obra. El hecho de que hayan envejecido y se haya tomado cano su cabello al servicio de Dios, no es ninguna razón para que tengan que dejar de ejercer una influencia superior a la de los individuos que tienen un conocimiento menor de la obra y una experiencia aún más reducida en las cosas divinas. Aunque gastados e incapaces de sobrellevar las cargas más pesadas que pueden y deben portar los hombres más jóvenes, el valor que tienen como consejeros es del orden más elevado. Han cometido errores, pero han aprendido a ser sabios a causa de ellos; han aprendido a evitar las equivocaciones y los peligros, ¿y no son entonces competentes para dar un consejo sabio? Han soportado pruebas y dificultades y, aunque han perdido algo de su vigor, no deben ser desplazados por obreros de menor experiencia, que conocen muy poco del trabajo y la abnegación de estos pioneros. El Señor mismo no los pone de lado. Antes les concede una gracia y una sabiduría especiales. 

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Cuando Juan estaba viejo y había encanecido, se le confió un mensaje que dar a las iglesias perseguidas. Varias veces los judíos intentaron quitarle la vida, pero el Señor dijo: “Déjenlo vivir. Yo, su Creador, estaré a su lado y lo guardaré”. Este anciano discípulo testificó constantemente en favor de su Maestro. Con una voz musical y en un hermoso lenguaje, hablando de tal manera que impresionaba a cuantos lo escuchaban, relató las palabras de Cristo y sus obras. Lo enviaron desterrado a Patmos, pero Cristo lo visitó en su exilio, y le comunicó las grandes verdades que se hallan en el Apocalipsis. 

A medida que los que han gastado sus vidas al servicio de Dios se acerquen al fin de su historia terrenal, serán impresionados por el Espíritu de Dios para que relaten las experiencias que han tenido en conexión con su obra. La historia del maravilloso trato que ha tenido con su pueblo, de la enorme bondad que ha manifestado al librarlos de las pruebas, debería ser repetida a los que son nuevos en la fe. También se deberían relatar las tribulaciones por las cuales han tenido que pasar los siervos de Dios a causa de la apostasía de los que una vez habían estado unidos con ellos en la obra, y se debería explicar la forma como obró el Espíritu Santo para contrarrestar el efecto de las falsedades dichas contra aquellos que mantenían firme hasta el fin el principio de su confianza.

Los viejos portaestandartes que todavía viven no deben ser colocados en lugares difíciles. Los que sirvieron a su Maestro cuando el trabajo era duro, que soportaron la pobreza y permanecieron fieles a la verdad cuando nuestros Números eran pequeños, siempre deberán ser honrados y respetados. Se me ha ordenado que diga: que cada creyente respete a los pioneros ancianos que han soportado pruebas y tribulaciones y muchas privaciones. Son los trabajadores de Dios que han desempeñado una parte prominente en la edificación de su obra. 

El Señor desea que los obreros más jóvenes obtengan sabiduría, fuerzas, y madurez mediante su asociación con los ancianos que han sido preservados para el bien de la causa. Que los individuos más jóvenes se den cuenta de que son altamente favorecidos al tener a tales obreros entre ellos. Muestren un profundo respeto por los hombres de cabellos canos, que han tenido una larga experiencia en el desarrollo de la obra. Concédanles un lugar de honor en sus concilios. Dios desea que los que han aceptado la verdad en los últimos años obedezcan estas palabras. 

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