La lucha que tenemos por delante
Los siervos de Dios deben colocarse todas las piezas de la armadura cristiana. No luchamos simplemente con enemigos humanos. Dios pide que cada cristiano participe en la batalla y luche bajo su liderazgo, dependiendo de la gracia y ayuda del Cielo para tener éxito.
Debemos avanzar con el poder del Todopoderoso. Jamás debiéramos ceder ante los ataques satánicos. Como guerreros cristianos, ¿por qué no podríamos hacer frente a los principados y potestades, a las potencias tenebrosas de este mundo? Dios nos pide que avancemos utilizando los dones que se nos ha confiado. Satanás procurará vencernos usando estratagemas. Pero debemos permanecer firmes como una roca a los principios, mediante el poder de Dios.
No hay tregua en esta lucha. Los agentes satánicos nunca descansan en su obra de destrucción. Los servidores de Cristo deben vigilar cada puesto de avanzada. Nuestro objetivo es salvar de la ruina a las almas que perecen. Se trata de una obra de grandeza infinita, y el hombre no puede esperar tener éxito en esto a menos que se una con el Obrero divino.
Cristo ha sido el Redentor del hombre desde la eternidad. Desde la caída misma del ser humano, se ha dado este mensaje a los que se han unido a él: “Y vosotros hermanos, no os canséis de hacer bien”. “Estad firmes y constantes, creciendo en la obra del Señor siempre, sabiendo que vuestro trabajo en el Señor no es en vano”. 1 Corintios 15:58.
El cristiano es animado a que manifieste paciente perseverancia en llevar a cabo la obra del ministerio evangélico en relación con la obra médica misionera. A medida que obtiene experiencia en la religión genuina, va logrando el conocimiento espiritual que forma el carácter.
La vida de un cristiano auténtico consiste en una serie ininterrumpida de actos de servicio. “Somos colaboradores de Dios”. 1 Corintios 3:9. Cada día lleva al que se encuentra al servicio de Dios deberes proporcionados a sus facultades. Su utilidad aumenta a medida que, bajo la dirección del Poder supremo, desempeña esos deberes. El cumplimiento de un deber nos prepara mejor para comenzar otro. Los que sepan con exactitud lo que debe hacerse, se colocarán bajo la luz directa de la palabra de Dios, en sintonía con sus demás fuerzas de trabajo. Cada día el obrero saldrá a la batalla vestido con toda la armadura. Trabajará con oración, vigilancia y perseverancia, decidido a que la conclusión de la obra de su vida no lo encuentre sin preparación, sin que haya hecho todo lo posible por la salvación de las almas que perecen.
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Si los cristianos obraran concertadamente, si avanzaran como un solo hombre, bajo la dirección de un Poder, para la realización de un objetivo, moverían el mundo.
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Los principios que debieran motivarnos como obreros en la causa de Dios han sido expresados por el apóstol Pablo: “Somos colaboradores de Dios”. 1 Corintios 3:9. “Y todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor y no para los hombres”. Colosenses 3:23. Y Pedro exhorta a los creyentes: “Cada uno según el don que ha recibido, minístrelo a los otros, como buenos administradores de la multiforme gracia de Dios. Si alguno habla, hable conforme a las palabras de Dios; si alguno ministra, ministre conforme al poder que Dios da, para que en todo sea Dios glorificado por Jesucristo”. 1 Pedro 4:10-11.
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Existen leyes admirables que gobiernan el mundo de la naturaleza, y las cosas espirituales están controladas por principios igualmente ciertos. Hay que emplear los medios necesarios para obtener un fin si es que deseamos alcanzar los resultados deseados. Dios ha dado a cada persona su obra en conformidad con sus habilidades. Por medio de la educación y la práctica las personas quedarán calificadas para satisfacer cualquier emergencia que pudiera presentarse; y se necesita una planificación adecuada para colocar a cada uno en el lugar debido, para que pueda obtener la experiencia que lo capacitará para llevar responsabilidades.
Dios desea que nos ayudemos mutuamente mediante la manifestación de simpatía y amor sin egoísmo. Hay quienes han heredado rasgos, temperamentos y disposiciones anímicas peculiares. Puede resultar difícil tratar con ellos; ¿pero estamos nosotros sin falta? No hay que desanimarlos. Sus errores no deben ser convertidos en propiedad de todos. Cristo se compadece y ayuda a los que yerran en el juicio. El sufrió la muerte por cada ser humano, y debido a esto manifiesta un interés conmovedor y profundo en cada uno.
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Una persona puede estar tratando de servir a Dios, pero puede ser que se vea asaltada por tentaciones internas y externas. Satanás y sus ángeles lo instan y tientan para que cometa transgresiones. Tal vez caiga presa de sus tentaciones. ¿Cómo lo tratan sus hermanos? ¿Le hablan con aspereza y descomedimiento alejándolo así más aún del Salvador? ¡Qué espectáculo triste para ser presenciado por Cristo y sus ángeles!
Recordemos que estamos luchando y cayendo, fallando en palabra y acción en representar a Cristo, fallando en levantarnos nuevamente, desalentándonos y esperando. Cuidemos de no actuar duramente hacia quienes, lo mismo que nosotros, son objeto de tentación y que, como nosotros, son el objeto del amor infalible de Cristo.
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Dios trata con los hombres como seres responsables. Obrará mediante su Espíritu por medio de la mente con que ha dotado a los seres humanos, si éstos le dan la oportunidad de trabajar y reconocen sus esfuerzos. Desea que cada uno emplee su mente y conciencia por sí mismo. No es su intención que un hombre se convierta en la sombra de otro ni que exprese solamente los sentimientos de otra persona.
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Consideración con los obreros de color
La religión de la Biblia no reconoce casta ni color. Ignora el rango, la riqueza y el honor mundano. Dios estima a los hombres en su calidad de hombres. El carácter es lo que define su valor. Y debemos reconocer el Espíritu de Cristo en cualquier persona en que se manifieste. Nadie debe sentirse avergonzado de hablar con una persona negra honrada en cualquier lugar o de darle la mano. El que vive en la atmósfera en la que Cristo vive, será enseñado por Dios y aprenderá a estimar la gente.
Nuestros ministros negros deben ser tratados con consideración. No siempre se ha hecho así. Estos obreros tienen que ser animados a obtener un conocimiento cabal de la verdad. Deben aprender a ser eficientes en la tarea de enseñar la verdad a otros. Y cuando trabajen fielmente deben recibir su salario. Recordad que necesitan comer.
El Señor desea que su pueblo que vive en el norte del país mantenga una actitud bondadosa hacia sus hermanos y hermanas negros. No debemos apresurarnos a criticarlos. No podemos esperar que sean en todo sentido como los que han tenido mejores ventajas. Debemos recordar las desventajas bajo las cuales ha vivido la gente de raza negra. Su ambiente ha sido muy diferente del ambiente de la gente de raza blanca. Los habitantes del norte han vivido en una atmósfera moral más limpia y pura que la gente de raza negra del sur. No podemos esperar que, en todas las cosas, sean tan firmes y limpios en sus ideas de moralidad. Si Cristo estuviera en el mundo en la actualidad, enseñaría a los de raza negra en una forma que nos sorprendería. Nos invita a recordar que aun quienes han gozado de grandes ventajas en muchas cosas, con frecuencia se sienten ofendidos cuando se les señalan sus errores en forma indebida, y cuando los consejos y amonestaciones son pronunciados sin simpatía.
Cuando ocurren situaciones objetables entre la gente de raza negra, recordad que el Señor desea que actuéis con la sabiduría de un fiel pastor. Recordad que la bondad conseguirá más que la censura. Que los hermanos y hermanas negros comprendan que sus hermanos desean que alcancen la norma más elevada y que están dispuestos a ayudarles. Y si fallan en alguna cosa, no os apresuréis a condenarlos y separarlos de la obra.
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Hay que tratar a la raza negra con justicia e imparcialidad. Cristo exige de sus siervos tierna compasión por los que sufren, simpatía por los infortunados y generosa consideración por los que tienen mala conducta.
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Los pobres no están excluidos del privilegio de dar. Ellos, lo mismo que los ricos, pueden participar en la obra. La lección que Cristo dio acerca de las dos moneditas de la viuda nos muestra que hasta las ofrendas voluntarias más pequeñas de los pobres, cuando son presentadas con amor y de todo corazón, son tan aceptables como las cuantiosas donaciones de los ricos. En las balanzas del santuario, los dones de los pobres, hechos con amor a Cristo, no se estiman por la cantidad dada, sino por el amor que motiva el sacrificio.
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Las necesidades de un campo misionero
Durante muchos años el Señor ha estado manteniendo ante su pueblo las necesidades de la obra entre la gente de raza negra en el sur de los Estados Unidos de América. Las tinieblas morales de este campo son, en sí mismas, un poderoso ruego en favor de ejercer liberalidad. En el pasado, algunos han hecho lo que podían para apoyar esta rama de nuestra obra, y su liberalidad ha producido frutos en términos de la conversión de muchas almas.
Aunque aún queda mucho por hacer en favor de la gente de raza negra, tenemos razones para regocijarnos por el buen comienzo que se ha realizado. En un número reciente de la revista The Gospel Herald [El Heraldo del Evangelio -1907], se informa que “hace quince años no había más de veinte adventistas negros al sur de la línea Mason-Dixon; pero en la actualidad hay setecientos. Hace doce años había una sola iglesia adventista negra; actualmente hay cincuenta, sin contar las que hay en Africa y las Indias Occidentales… El diezmo de los negros el año pasado en los Estados Unidos sumó cinco mil dólares; hace quince años no llegaba a cincuenta dólares”.
¡Agradezcamos a Dios, queridos hermanos y hermanas, y animémosnos! Dios está desnudando su brazo para realizar una obra poderosa en este campo misionero situado dentro de nuestro propio país. Ahora está dando a su pueblo oportunidades sin parangón para extender el mensaje con rapidez en el sur. Debiéramos manifestar especialmente un espíritu de dadivosidad cuando se recoja la ofrenda anual para apoyar la obra entre la población de color. Dios ha depositado su confianza en nosotros al hacernos mayordomos de recursos económicos y de su abundante gracia; y ahora dirige nuestra atención hacia los pobres, los que sufren y los oprimidos, hacia las almas atadas por las cadenas de la superstición y el error, y nos asegura que si hacemos el bien con ellos, él aceptará nuestras obras como si las hubiéramos hecho directamente para él. “En cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis”. Mateo 25:40.
Miles de personas de raza negra en el sur podrían ahora ser elevadas y convertirse en instrumentos humanos para ayudar a los de su propia raza, si es que recibieran la ayuda que Dios nos está invitando a darles. Multitudes de hombres y mujeres en este campo sienten su profunda pobreza y su necesidad de elevación. Y cuando lleguen fieles maestros para abrir la Biblia y enseñarles la verdad en su pureza original, desaparecerán las tinieblas. Brillantes rayos de luz inundarán el alma que busca la verdad. Y entre los que han disfrutado de ventajas, habrá una estrecha e inteligente investigación de los temas de la verdad revelados en las Escrituras. Muchos serán enseñados por Dios. Aprenderán correctamente del Gran Maestro mismo, y aceptarán con gozo las verdades que los santificarán y elevarán. La imagen moral de Dios será restaurada en el alma y muchos serán salvados eternamente.
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Apreciados hermanos y hermanas, Cristo está diciéndoos ahora: “Levantad vuestra vista y contemplad el campo del sur; porque necesita obreros, sembradores y cosechadores de la verdad. Necesita vuestros recursos para el mantenimiento de estos obreros”. La gracia de Cristo es ilimitada, es el don gratuito de Dios. Entonces, ¿por qué no podrían llevarse a la vida de esta gente descuidada la esperanza, el valor y la fe? Hay luz del sol en el corazón para todos los que acepten a Cristo.
Septiembre de 1907.
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Sección 7—La obra en favor de la libertad religiosa*
“Pregonaréis libertad en la tierra a todos sus moradores”. “Sed, pues, prudentes como serpientes, y sencillos como palomas”.Levítico 25:10; Mateo 10:16.
Nos espera un tiempo de prueba
Un tiempo de grandes pruebas nos espera. Ahora es cuando nos corresponde emplear todas nuestras capacidades, todos nuestros dones, para el adelantamiento de la obra de Dios. Las facultades que Dios nos ha dado deben servir, no para destruir, sino para edificar. Aquellos que están engañados por su ignorancia no deben permanecer en esta condición. El Señor dice a sus mensajeros: Id a ellos y decidles que yo os he mandado, sea que quieran o no quieran escuchar.
Cercano está el tiempo cuando los que proclaman la verdad serán perseguidos. La perspectiva no es halagüeña; pero no deben cesar nuestros esfuerzos en favor de los que van a perecer, y por cuyo rescate dio su preciosa vida el Príncipe del cielo. Cuando un medio fracasa, probemos con otro. Pongamos vida en nuestros esfuerzos. Trabajemos por Dios entretanto la vida nos es concedida. En todas la épocas de la historia, los mensajeros de Dios han estado expuestos al oprobio y a las persecuciones por causa de la verdad. Pero dondequiera que los hijos de Dios estén obligados a ir, aun si son desterrados a las islas desiertas, como lo estuvo el discípulo amado, Cristo sabrá donde están; él los confirmará y los bendecirá; los llenará de paz y de alegría.
Muy pronto el mundo entero estará atribulado. Cada cual debe tratar de conocer a Dios. No tenemos tiempo que perder. Con celo y fervor debemos anunciar este mensaje: “A todos los sedientos: Venid a las aguas; y los que no tienen dinero, venid comprad, y comed. Venid, comprad, sin dinero y sin precio, vino y leche”. Isaías 55:1. “Así dijo Jehová: Guardad derecho, y haced justicia: porque cercana está mi salud para venir, y mi justicia para manifestarse. Bienaventurado el hombre que esto hiciere, y el hijo del hombre que esto abrazare; que guarda el sábado de profanarlo, y que guarda su mano de todo mal”. Isaías 56:1-2.